martes, 7 de abril de 2015

Todo el Universo está unido por el servicio



 


T. K. NAIR

 El Dr. T. K. Nair es Secretario, de la Asociación Educativa Besant, Varanasi, India. Charla dada en el Congreso del Sur de India, Adyar, 2011.

   La palabra ‘Servicio’ también significa sacrificio, sacrificio en beneficio de otros. Es por un acto de sacrificio de lo Absoluto, que el Universo se forma. Se limitó a sí mismo en ‘el anillo no se pasa’ y la manifestación comenzó. Es por el sacrificio del Logos Solar que el Sistema Solar continúa existiendo. Quemándose a sí mismo, Él da calor, luz y energía a su sistema. Es por la mera presencia de la luna que las mareas se producen en la tierra, y esta marea beneficia a los habitantes de diferentes modos. Sobre el planeta todas las criaturas viven para servir a los demás, por ejemplo, microbios, lombrices, bacterias, plantas, etc.

   En cierta ocasión, se le preguntó a una hoja que iba cayendo si lamentaba que su vida terminara. Su respuesta fue rápida y clara: “Por supuesto que no. Estoy contenta con mi vida. En mi juventud, ayudé al árbol a dar cobijo al transeúnte, protegiéndolo del calor abrasador. Viví gracias al sacrificio de los organismos que en la tierra convirtieron la materia en estiércol, que pude asimilar. De modo que tengo una deuda a cancelar. Con la ayuda del agua convertí la energía solar en carbohidratos que el árbol usó para producir frutos que alimentan a gran número de criaturas. Mi árbol dio protección a muchísimas criaturas tales como insectos, animales, aves, etc., por medio de su tronco, sus ramas y sus hojas. No sólo eso, dio cobijo a roedores y reptiles en la tierra, entre sus raíces. Yo, junto con mis verdes hermanas y hermanos, producimos oxígeno para la existencia de la vida sobre la tierra. Así fue como viví mi vida plenamente. Y este no es el fin. Ahora caigo a la tierra, y mi cuerpo será alimento para algunos organismos en el suelo. Ellos convertirán mi cuerpo en estiércol que el árbol absorberá, y producirá nuevas hojas con él. Luego continuaré una nueva vida brindando servicio a los necesitados. ¿Debería lamentarme ahora que estoy cayendo?”

   Como mencioné anteriormente, “la manifestación comenzó por un acto de Sacrificio Divino”.

 Vemos la naturaleza de ese sacrificio como limitaciones de la materia por medio de lo Inmaterial, en velar lo Incondicionado por las condiciones, en la unión de la Libertad dentro de límites … esta manifestación de vida sólo es posible por sus limitaciones, que determinan las condiciones de su evolución, y que al igual que la vida se manifiesta al tomar formas, al eliminar forma tras forma, y al asumir otras nuevas, la vida sigue desarrollándose… Vemos que la forma siempre decae y se renueva, y que la vida sólo puede encontrar la posibilidad de manifestarse al llevar constantemente la materia a la decadencia, y de este modo la preserva como vehículo de manifestación; la vida sólo puede evolucionar al apropiarse continuamente de materia inadecuada para construir y renovar su forma… Él aprende en todas partes que en el sendero de Pravrtti, el sendero de ida, debe acaparar, tomar, acumular y atesorar. En todas partes aprende a tratar de absorber en sí mismo otras formas, y por la unión de éstas con la suya, a preservar la continuidad de su existencia en la forma.[1]

   Los grandes Maestros comenzaron a darle lecciones al Jivâtmâ en evolución, que la vida se preserva no sólo tomando, sino también sacrificando lo que ya tomó. “Todo el mundo está unido por una ley de interdependencia.[2] Recuerdo una historia real que sucedió en la isla de Madagascar. Su cultivo principal era el fruto de un árbol conocido como ‘Kalveria Mayor’. Después que los europeos ocuparon por algunos años la isla, la cantidad de frutos disminuyó considerablemente. Durante algún tiempo no pudieron hallar razón alguna por esta merma. También notaron que en la isla hubo una mengua drástica en el número de aves conocidas como ‘Dodo’. Se los cazaba y mataba para usarlos como carne o por entretenimiento. Más tarde, supieron que la semilla del Kalveria Mayor sólo germina si pasa por el intestino del Dodo. La reducción en el número de pájaros de este tipo fue la causa real del desastre económico.

   Algo similar sucedió en el estado de Kerala. Durante algún tiempo hubo gran demanda de patas de sapos en Norteamérica. Para hacer dinero fácilmente, muchas personas cazaron durante la noche los sapos de los arrozales donde se los encontraba en abundancia. Ese año, los arrozales fueron atacados severamente por pestes, produciéndose por lo tanto un mal rendimiento en los cultivos. Eran los sapos quienes se alimentaban de las plagas, y protegían los campos. “Todas las vidas están relacionadas por una cadena de oro, y esa cadena de oro es la ley del sacrificio, y no la ley de la avaricia.”[3]

   En relación con esto, Sri Krshna le dijo a Arjuna: “Este mundo no es para quien no se sacrifica, sino todo lo contrario. Oh, el mejor de los Kurus.”[4]

 La rueda en movimiento de la vida no puede continuar, a menos que cada integrante, a menos que cada criatura viva, ayude a hacerla girar por la realización de actos de sacrificio. La Vida se preserva por medio del sacrificio, y toda la evolución está enraizada en él.[5]

    “Por lo tanto vemos establecido en el ritual hindú los famosos cinco sacrificios”[6], que son necesarios para el mantenimiento de la vida de todas las criaturas del mundo.

   Es por medio del sacrificio de los deva-s que ellos y los hombres se perfeccionan; luego es el sacrificio de los Rshi-s, los Sabios, y los Maestros. Ese es el sacrificio de los estudios a través de los cuales “aprendemos para enseñar, y así mantenemos la transmisión de conocimiento pasándola de generación en generación.”[7]

   El siguiente es el sacrificio de los mayores, “los Pitr-s reconociendo en ello que así como recibimos del pasado, debemos pagar nuestra deuda dándole al futuro. Después aprendemos a pagar nuestra deuda a la humanidad. Se nos dice que debemos alimentar por lo menos a un hombre cada día”[8]. Su significado es el que se da en el relato de los Pândava-s en exilio. Un día Maharshi Durvâsa con un grupo de rshi-s visitó los Pândava-s justo cuando ellos habían terminado su comida. Ordenó comida y se fue al río a darse un baño. Los Pândava-s estaban muy preocupados porque conocían la ira de Durvâsa, y también que el ‘Akshaya Pâtra’ (recipiente) no daría más alimentos una vez que había terminado de servir. Luego el Señor del Sacrificio mismo llegó y pidió buscar comida en el ‘pâtra’. Quedaba un grano de arroz, “que comió y su hambre fue satisfecha, y al satisfacerla el gran anfitrión los hizo sentir satisfechos”[9], y partieron sin regresar a los Pândava-s. Entonces al alimentar a un hombre pobre, alimentamos a la humanidad misma.

   Finalmente aprendemos del sacrificio a los animales. Al hacerlo alimentamos al Señor de los animales y de este modo se mantiene el mundo animal.

 Aprendemos a extender a ese espíritu de sacrificio la reorganización de la ley de obligación, de la ley del deber. Cuando la Ley del Sacrificio está de este modo entrelazada con la Ley de Obligación y unida a ella, entonces el próximo paso se pone ante el Jiva en desarrollo.[10]

  Todos los actos atan, excepto el del sacrificio. Esto no significa que hay dos tipos de acción, la que limita y la que no. Significa que las acciones se deben ver a la luz del sacrificio, renunciando al fruto de la acción. Cuando un hombre comienza a renunciar al fruto de la acción, cuando ha aprendido a realizar toda acción como un deber, entonces se dirige al Nivrtti Mârga, el Sendero de Retorno. Sri Krshna dijo: “Mejor que el sacrificio de la riqueza es el de la sabiduría, oh Parantapa.”[11]

   “Por el ‘sacrificio de la sabiduría’ aprenderemos a ver a todos los seres en el Yo, y por lo tanto en Dios.” Esta es la lección que el hombre que se desarrolla tiene que aprender. Aquí se produce el punto crítico.

 Él perdió el estímulo del Pravrtti Mârga. Todavía no encontró el estímulo del Nivrtti Mârga… parece haber perdido contacto con el mundo de las formas y los objetos, pero todavía no se contactó con el mundo de la vida, con la ‘otra orilla’.[12]

   “Esta es la prueba de la Vida Interna. No puedes tocar lo superior hasta que no te hayas liberado de lo inferior.[13]“ Luego viene el acto supremo de la fe.

 Al abandonar lo inferior, lo superior está seguro, y dejando de lado la vida que conocemos, la vida Eterna se apropia de nosotros… La Ley del Sacrificio es que la vida del Espíritu consiste en dar, y no en tomar, en brindarse y no es acumular, en auto-entrega y no en auto-apropiación, en dar totalmente todo lo que uno tiene, seguro que la totalidad de la Vida Divina irrumpirá.[14]

 La forma es limitada, la vida es ilimitada. Por lo tanto la forma vive tomando, y la vida crece dando. Exactamente en la proporción en que nos vaciamos de todo lo que tenemos, hay lugar para que la totalidad divina fluya y nos complete más que nunca antes… La renunciación es el secreto de la Vida, así como la apropiación es el secreto de la Forma.[15]

  “Desde el punto de vista de la forma, el aspecto del sacrificio es la ruptura de las formas… que siente la vida retirándose de ellas, y así llegamos a pensar sobre el sacrificio como un acto de dolor.” Esto es así porque nos identificamos con la forma.

 Pero cuando comenzamos a vivir la vida del espíritu, la vida que reconoce al Uno en la multiplicidad de formas, entonces allí comienza a surgir en nosotros la suprema verdad espiritual, que el sacrificio no es dolor sino dicha, no es sufrimiento sino gozo, que lo que para la carne es dolor es bienaventuranza para el Espíritu, que es nuestra verdadera vida.[16]

 Habiéndose elevado a esa gran altura donde todos los yoes se conocen como uno, las diferentes formas son todas suyas, Él se reconoce a sí mismo en cada una… todas son partes suyas… Esa es la verdadera Paz, y eso y solamente eso es Sabiduría. La vida espiritual es sólo conocer al Yo, y esa vida es dicha y paz.[17]

 Si por un momento pudiéramos tener un débil destello de la Vida Espiritual, podríamos comprender la inutilidad de todo lo que el hombre considera valioso. “La Ley del Sacrificio, que es la Ley de la Vida, de la Dicha, y de la Paz”, está sintetizada en el Mahâvâkya ‘tat tvam asi’. Una vez que hemos percibido aunque sólo sea por un momento la unidad del Yo, no rechazaremos a ninguno de nuestros hermanos, no habrá odio ni celos, porque encontraremos en él el mismo Yo, aunque de diferente forma.

   Cuando percibimos esto y “sabemos que el único valor del cuerpo es ser un canal de lo superior, ser un instrumento de esa vida, lenta y gradualmente él se eleva sobre todo pensamiento, excepto el pensamiento de unidad, y se siente como parte de este mundo sufriente. Luego él siente que los dolores de la humanidad son los suyos… y ve a través de todas las diferencias al Yo Uno subyacente. En el grado en que tú y yo… no reconozcamos las diferencias, sino que sintamos la unidad de la vida, y sepamos que esa vida es común a todos… en ese grado viviremos la Vida Espiritual… Nada menos que esto es espiritual, nada menos que esto es sabiduría, nada menos que esto es la vida real.”

   ¿Cómo podemos hacer que esto sea real? “Sólo por medio de actos de renunciación diarios, en cosas pequeñas de la vida, sólo aprendiendo en todo pensamiento, palabra y acción, vivir y amar la Unidad; y no sólo hablar de ella, sino practicarla en toda ocasión, colocándonos a nosotros mismos en último lugar y a los demás en el primero, viendo siempre las necesidades de otros y tratando de suplirlas, aprendiendo a ser indiferentes al reclamo de nuestra propia naturaleza inferior y negándose a escucharla…

   “Le hablamos a la Gran Renunciación.” No se logra en un día. Renunciar varias veces, se logra una y otra vez en cientos de vidas. Se lograron por ‘la práctica constante de pequeños actos de renunciación en la vida, por compadecerse constantemente, por los (constantes) sacrificios diarios en la vida humana común’.  También podemos hacer Grandes Renunciaciones si comenzamos “en la vida diaria, en nuestras reiteradas relaciones con nuestros semejantes… No es sólo una hazaña la que sorprende al mundo maravillándolo, lo que logra el verdadero discipulado… La vida del discípulo se vive en el hogar, en la ciudad, en la oficina, y en el mercado, entre la vida común de los hombres.”[18]



Referencias

[1] Besant, A. Las Leyes de la Vida Superior.

[2] Besant, A. Las Leyes de la Vida Superior.

[3] Besant, A. Las Leyes de la Vida Superior.

[4] Bhagavadgitâ, IV.31.

[5] Besant, A. Las Leyes de la Vida Superior.

[6] Besant, A. Las Leyes de la Vida Superior.

[7] Besant, A. Las Leyes de la Vida Superior.

[8] Besant, A. Las Leyes de la Vida Superior.

[9] Besant, A. Las Leyes de la Vida Superior.

[10] Besant, A. Las Leyes de la Vida Superior.

[11] Bhagavadgitâ, IV.33.

[12] Besant, A. Las Leyes de la Vida Superior.

[13] Besant, A. Las Leyes de la Vida Superior.

[14] Besant, A. Las Leyes de la Vida Superior.

[15] Besant, A. Las Leyes de la Vida Superior.

[16] Besant, A. Las Leyes de la Vida Superior.

[17] Besant, A. Las Leyes de la Vida Superior.

[18] Besant, A. Las Leyes de la Vida Superior.