martes, 29 de septiembre de 2015

Ad Memoriam Radha Burnier




ANTONIO GIRARDI
Secretario General de la ST en Italia



La Sociedad Teosófica en Italia desea expresar, a través de esta breve nota, su gratitud ad memoriam de la Presidente Internacional de la Sociedad Teosófica Radha Burnier, quien falleció recientemente.

Una de sus premisas se ha convertido, no por casualidad, en un emblema adecuado de las actividades de la Sociedad Teosófica en Italia:

La Teosofía no es un tipo de filosofía vacía, o una nueva secta, o religión, sino que tiene que ver con aprender algo sobre la vida y con el logro de su belleza y significado. Aquellos que trabajan en esta dirección se convierten en una luz que irradia amistad y armonía, bondad y amor hacia todos. Si lo que estudiamos no produce tal cambio en la calidad de nuestras relaciones y en nuestra actitud, entonces nos estamos perdiendo algo en la forma en que consideramos la Teosofía.

La Sra. Radha Burnier fue una Presidente con la habilidad para demostrar claramente, incluso desde el punto de vista cultural, la importancia de la universalidad del mensaje teosófico, el concepto de la vida una y su capacidad de influenciar el espíritu de este tiempo, reafirmando fuertemente el valor de la hermandad universal sin distinción.

Esto fue posible gracias a que la Sra. Burnier fue capaz de armonizar y reafirmar la fortaleza de la Teosofía, comenzando por los contenidos de las obras de H. P. Blavatsky y el accionar de H. S. Olcott, pasando por el desarrollo e impulso social y cultural brindado por Annie Besant, hasta el mensaje de profunda esencia teosófica típico de las enseñanzas de J. Krishnamurti, de quien RB fue gran amiga. Esta es la base sobre la que fundó su acción para la “regeneración humana”, la cual puede dar una respuesta tangible respecto de la deseada evolución individual y colectiva.

Es una regeneración capaz de superar cualquier tipo de separación dualista y de brindar al ser humano la armonía de un enfoque general que considera la unidad de vida en su indivisible conexión entre espíritu y materia, tal como se menciona en Las Cartas de los Mahatmas a A. P. Sinnett.

Por otra parte, no debemos subestimar la positiva contribución de la Sra. Burnier desde el punto de vista social, con particular atención a temas relativos a mujeres, a los niños y a la educación. La protección animal y una dieta vegetariana y vegana fueron el centro de su incisiva participación. Con el transcurrir del tiempo, se recordará la realización de su plan para clasificar de forma organizada los contenidos de la biblioteca de Adyar. La Sra. Burnier dio ejemplo de fraternidad universal sin distinción, poniéndola en práctica con convicción y una mirada holística.

La Seccion Italiana de la Sociedad Teosófica recuerda su estrecha relación con la Sra. Burnier, su ayuda en el desarrollo del trabajo Teosófico en Italia, y a través de sus numerosas visitas a nuestro país.

Entre todos, dos eventos significativos serán particularmente mencionados:
1.    El Congreso del Centenario de la Seccional Italiana, celebrado en 2002 en Asís, hogar de San Francisco, donde la Sra. Burnier inauguró una exhibición histórica-retrospectiva de las actividades de la ST en Italia, llevada a cabo en un magnífico ambiente: la Sala Abovedada (Sala delle Volte) puesta a nuestra disposición por la Municipalidad de Asís. En esa ocasión, durante su discurso, afirmó:

Debería ser muy claro para cada uno de nosotros como individuos, y la humanidad en su conjunto, que a menos que la mente humana cambie, el mundo no cambiará [para mejorsino que tal vez se deteriore aún más. Y esa mente que ve fallas en otros lugares y que además busca soluciones afuera, es la mente que funciona en cada uno de nosotros sin excepción.

2.    El décimo Congreso Mundial de la ST llevado a cabo en Roma en Julio de 2010 bajo la consigna “Fraternidad Universal sin Distinción: un Camino hacia la Conciencia”, un tema que la Sra. Burnier misma contribuyó decisivamente a definir. En aquella ocasión agradeció a los asistentes con estas palabras de bienvenida:

La única cosa especial que todos los miembros de la Sociedad Teosófica, incluyendo aquellos que vinieron a este Congreso Mundial, necesitan darse cuenta, es que el mundo puede mejorar no a través de dogmatismos o cualquier otro “ismo”, sino cuando exista mayor universalidad, afecto, deseo de ser sincero y veraz, y otras cualidades similares. En una reunión como esta, lo que sea que debatamos, debería hacernos mejores seres humanos en el sentido de no permitir (como dijimos anteriormente) que las pasiones nos gobiernen. El ser humano debe volverse diferente, aprender a no poner a las personas en distintas categorías, o separarse a sí mismo de la bella y maravillosa creación que nos rodea. En el pensamiento hindú se dice que cuando la mente cambia, el mundo cambia, y es por esto que debemos hacer que nuestra mente sea pura, honesta, amorosa, y girar nuestra mirada hacia la vida superior.

Así, el más sincero agradecimiento a nuestra muy estimada ex Presidente.
Radhaji, no la olvidaremos.

miércoles, 16 de septiembre de 2015

Radhaji, de este mundo y de aquél


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LINDA OLIVEIRA
Presidente Nacional de la Sección Australiana y ex Vicepresidente de la Sociedad Teosófica

El 31 de octubre 2013, la Sociedad Teosófica perdió a su Presidente, quien había estado por más tiempo en el cargo. La Sra. Radha Burnier fue muchas cosas para mucha gente, y los diferentes tributos realizados durante la Convención Internacional 2013 dejó en claro el impacto que produjo en muchas vidas, en todo el mundo. Ella representaba una dedicación a la Sociedad, y a su trabajo, hasta el momento de su deceso, posiblemente sin igual.

Tuve el privilegio de estar directamente relacionada con Radhaji desde 1981, mientras vivía en los Estados Unidos. Mucho después, durante una visita a Adyar en 1998, generosamente me dio aproximadamente una hora de su tiempo para mostrarme una parte del predio. En ese momento, su profundo interés por la Sede Internacional y sus numerosos departamentos era muy evidente. Nuestros senderos se cruzaron algunas veces, con el trascurrir de los años, lo que culminó en una experiencia inolvidable, trabajar en relación directa con ella en Adyar, entre principios de 2009 y finales de 2011.

Indudablemente muchos miembros de la ST consideraban a la Sra. Burnier no sólo su Presidente, sino su líder espiritual. Podemos hablar de sus cualidades, así como también de las muchas actividades conectadas con el trabajo de la ST, con las que estaba relacionada, junto con los diversos honores que le brindaban. También podríamos hablar del aprecio que tenían por ella en elevados niveles de India, y los muchos individuos a los que silenciosamente ayudó. Sin embargo, estas cosas parecen ser casi superficiales en términos de su vida más profunda. No hay dudas que su personalidad era a veces difícil de comprender, ciertamente tuvo sus detractores con el pasar de los años. Aunque esperaba cierto estándar de sí misma, y de aquéllos con los que estaba en estrecho contacto, Radhaji, notablemente, podía también aceptar deficiencias evidentes en otros.

La Sra. Burnier tenía a su alrededor un aura perdurable de fuerza, profundo contento, y frecuentemente una atmósfera de innegable santidad. Uno no tenía que ser especialmente sensible para advertir esto y para sentirse afectado por ello. A veces se expresaba como una inmediata ola de benevolencia.

Radhaji mostraba reiteradamente en sus charlas y en sus escritos una relativamente rara fusión de corazón y mente. En muchas ocasiones, esto se reflejaba en un tipo superior de Sabiduría, que se expresaba de diferentes formas. Ella tenía una certeza profundamente segura sobre varios temas, incluyendo lo que implica llevar una vida teosófica. También mantuvo vivo el espíritu de una seria reflexión y de una búsqueda con mente abierta en la ST, manteniendo así un enfoque que es vital a fin de evitar que la Sociedad sea superficial, se limite, o, aún peor, se transforme en algún tipo de culto.

Sus intereses diversos en numerosas áreas de la vida se demostraron ampliamente en la antología de sus artículos “Desde la Atalaya”, publicado en 2009, como El Mundo a nuestro alrededor. Los artículos se dividen en varios temas. Algunos de ellos son: Teosofía y la ST; Teósofos notables y otras personalidades; la Escuela de la Sabiduría y Adyar; Fraternidad; Ética; Libertad; Amor; Religión, Ciencia y Tecnología; Madurez de la mente; Progreso; Civilización; y Mujeres. Tal vez el libro merezca ser más conocido, porque es un rico registro de veintisiete años de atentas observaciones sobre la vida, a través del análisis de una Presidente internacional de la ST que vio mucho del mundo.

La vida espiritual y el Sendero
La opinión de Radhaji sobre la vida espiritual, el Sendero, y temas relacionados, fueron presentados claramente en su pequeño volumen No hay otro Sendero a seguir. Sus opiniones naturalmente tuvieron un efecto en cómo ella vivía. Por ejemplo:

Trascender la vida mundana significa estar internamente libre de exigencias, estar contento con lo que viene sin pedir, ya sea alegría o pena. Pedir y estar satisfecho al obtener lo que se pide es el camino del mundo. No pedir nada, ya sea del karma, de Dios, de otras personas, y permanecer contento con lo que sea, es la señal de una naturaleza no mundana. (p.14)

En una ocasión, fue interesante observarla sentada durante un periodo bastante largo en un aeropuerto, estaba muy contenta observando atentamente a quienes estaban a su alrededor, incluyendo un niño pequeño. Ella hizo un comentario respecto al desinhibido juego y autoexpresión, que eran tan obvios debido a la ausencia de esos filtros sociales y esa autoconsciencia que son asumidos típicamente por niños más grandes y adultos. 

El contento sugiere simplicidad, un tipo único de elegancia. Muchos de nosotros complicamos indebidamente nuestras vidas de innumerables formas. Su conducta, su aspecto, su hogar, y su persona, eran simples, pero ciertamente no simplistas. Éstos respondían a lo que ella consideraba esencial. Tal vida, supuestamente, surgía de una mente poseída de una cualidad firme, no en el sentido de rigidez excesiva, sino de una mente poseída de un sentimiento por lo que realmente es importante en la vida.

Tal vez, fue en parte por su renuencia a enfocarse en lo personal, o a pedir cosas para ella, que ayudaron a marcar a Radhaji como poseedora de una naturaleza ausente de mundanalidad. Ciertamente, a veces, una notable cualidad “de otro mundo” parecía envolverla.

Con el transcurrir de los años, los retiros que ella condujo demostraron no sólo su habilidad para obtener inspiración de muchas fuentes, sino también sus únicas, propias y penetrantes percepciones de la Vida. En tales ocasiones, ella era un medio particularmente fuerte para aquellas influencias que no pertenecían a este mundo.

Una afirmación particularmente desafiante en No hay otro Sendero a seguir, dice:

La verdadera renunciación no es un acto único e increíble. Es la eliminación diaria de pensamientos, motivos y recuerdos que son del mundo, los pequeños deseos de disimular, los impulsos agresivos, los pequeños apegos, el recuerdo y rememoración del placer, etc.

Algunos se deleitarían con esta filosofía, otros se mantendrían al margen de ella. Radhaji simplemente la adoptó. No hablaba a menudo del pasado, y rara vez de pequeños apegos. Tal vez los apegos más perdurables que tenía, se relacionaban con cosas tales como el bienestar de la Sociedad Teosófica y las otras ocupaciones humanitarias con las que se involucraba, además de sus mascotas (tenía media docena cuando murió), y la Sede Internacional en Adyar.

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Nuestro desafío es llenar significativamente cierto vacío que se sintió muy intensamente durante algún tiempo después de su fallecimiento; por cierto, este proceso se está produciendo con nuevas energías que se hacen sentir en la estructura de la ST, junto con la elección de nuestro nuevo Presidente internacional, el Sr. Tim Boyd.

La vida de la Sra. Radha Burnier fue de meticulosa restricción, como pudimos ver en su entorno inmediato. Sin embargo, ella también parecía poseer una cualidad de plenitud espiritual y realización, que comparativamente pocos de nosotros somos capaces de disfrutar. Que tenga ella un muy merecido descanso. Finalmente, para citar una famosa frase de uno de Aquellos que están detrás de la formación de la Sociedad Teosófica, un espíritu apropiado hacia su vida de nuestra parte sería: “La ingratitud no es uno de nuestros vicios.”

jueves, 10 de septiembre de 2015

¿Qué es lo real?



Radha Burnier

 Hay una joven mujer que vive cerca y que le cuenta cada noche a su hijo, un niño de unos seis años, una historia del Panchatantra, una antigua colección de cuentos de animales que, según dicen, fue el precursor de las Fábulas de Esopo. El niño no acepta nunca la parte del cuento en la que un animal haya muerto. Ningún animal, en su opinión, debería morir; por esto corrige la narración y dice “No, madre, no se murió, corrió hacia el bosque”. Cada vez que un animal se encuentra en peligro en la historia, especialmente si es un animal joven, él repite “Se escapó, no se murió”.

 Otros niños dan respuestas que nos llegan al corazón, si no las descartamos por infantiles. Hemos leído en un artículo del periódico sobre un niño de tres años cuya madre, conduciendo junto a un acantilado con mal tiempo, se salió de la carretera y su coche con los ocupantes, cayó al mar en una caída de noventa pies. Ella se ahogó y el niño quedó sujeto a su asiento en aguas heladas. Permaneció allí durante doce horas sin nada más a su alrededor que los trozos de hielo. Dos ángeles con alas y vestidos de blanco le cuidaban, contó él después, y por eso no tuvo miedo ni se sintió abandonado. Repitió la misma historia a todas las personas que hablaron con él.

 Muchos niños lloran si ven llorar a su madre, o a cualquier otra persona. Tal vez la conciencia inocente en ese cuerpo joven, que no ha tenido todavía experiencias en la vida material, siente, de forma instintiva, que la infelicidad no es lo adecuado. La respuesta de un niño es algo natural, y por eso siente que algo no está bien cuando hay alguien que no es feliz. La mayoría de los niños se sienten atraídos por otros seres inocentes, otros niños y animales, especialmente los pequeños.

 Normalmente, este estado de inocencia se pierde cuando el niño crece y se hace adulto, y el estilo de vida moderno no ayuda al niño a preservarlo. Se hace mucho daño al alentar a los niños a tomar conciencia de las distinciones de sexo y a iniciar su vida sexual a una temprana edad; con la violencia que ven repetidamente en la televisión se va destruyendo el sentido instintivo que tienen de la unidad. El niño, como sabemos, necesita protección y cuidados durante un período de tiempo mucho mayor que los animales o los pájaros. Tal vez éste sea el plan de la Naturaleza para desarrollar la sensibilidad en los humanos. El animal joven abandonado a su suerte se ve forzado a luchar para sobrevivir, y ello implica aprender a desconfiar, a temer, a ser agresivo y cosas similares, que contribuyen a introducir en su vida malas artes y una conducta competitiva. Cuando hay inseguridad y miedo se desarrolla la agresión, y el miedo obliga a la mente a inventar medios para auto-defenderse, para vencer a los demás. Así se va asentando la dureza y la conciencia pierde su delicadeza innata de respuesta.

 En la mayoría de nosotros existen actitudes duras y si somos honestos descubriremos cómo y en qué momento ocurren, cómo se pierde la inocencia de la infancia y la cualidad de sentirse al unísono con otras criaturas vivas. Todos tenemos la posibilidad de experimentar los aspectos más sutiles de la vida, incluso de ser conscientes de las presencias angélicas y del valor de todas las formas de vida. Esta sensibilidad es una forma de distinguir instintivamente entre el bien y el mal. Llorar cuando vemos alguna desgracia, algo que tal vez los psicólogos desprecian por ser infantil, o sentir que los animales no son mercadería de cuya vida se puede disponer, todo esto son respuestas de una pureza e inocencia interna y no un simple infantilismo.

 “¿Es real el mundo?” es una pregunta que se repite entre los estudiantes y pensadores serios. Cuando se plantea esta pregunta, ¿estamos acaso preguntando si las montañas, los ríos, las estrellas, los árboles y los pájaros, es decir, el mundo de la Naturaleza, es real? Probablemente sea real, porque es parte de la Vida una, de la Realidad una, fuera de la cual nada existe. Por otra parte, como ese mundo natural es tan sólo una parte de la realidad total, puede considerarse como relativamente, pero no absolutamente, real. En los textos hindúes, se sugiere que los ríos y las montañas y toda la Naturaleza representan el grado de esplendor divino que el Supremo decide revelar, porque nuestros ojos son incapaces de ver más. Sólo un fragmento de la Realidad se manifiesta, como los universos, pero lo inmanifestado sigue siendo la mayor parte de ella. Así el mundo de la Naturaleza no es irreal, porque forma parte de esa existencia Suprema, pero tampoco es real porque es solamente una parte, no el todo. Es un medio, por así decirlo, a través del cual puede vislumbrarse algo mucho más grande o más vasto. Pero ¿qué tipo de mente y corazón puede ver el esplendor que hay más allá de las formas externas? Desde luego, no una conciencia privada de inocencia. El niño que no quiere oír hablar de la muerte de los animales está probablemente mucho más cerca de la verdad de la vida que el adulto que lo percibe todo en relación con su supervivencia, con su comodidad y ventajas personales.

 Los seres humanos, por supuesto, forman parte del mundo de la Naturaleza, son su creación; pero actualmente nos hemos convertido en extraños para ella. Al perder la inocencia, nos hemos exiliado del Paraíso y hemos optado por vivir en un mundo falso, de máquinas, guerras, ambición, posesiones y otras atracciones. Este mundo de maldad, que es el producto del pensamiento humano, es irreal porque se basa en percepciones distorsionadas y en falsos valores. ¿Dónde está mâyâ? No está en los árboles, en los animales o en la tierra, sino en el ojo del observador que todo lo ve en forma de objetos para explotar y poseer. Quienes vieron el río Ganges o la montaña de Kailâsa como presencias divinas, veían con sus ojos externos la misma agua y el mismo montón de tierra que nosotros, que reducimos el río y la montaña solamente a una materia inerte.

Por esto, no podemos sobrestimar la importancia de una percepción clara, que significa terminar con el endurecimiento de la mente. Si ya lo hemos hecho, al menos ahora hemos de prestar atención a la calidad de nuestras respuestas, y al desarrollo de la sensibilidad, que no es lo mismo que el sentimentalismo. Las personas que expresan efusividad por las cosas, se consideran tal vez más sensibles que los demás, pero los grandes videntes no eran dados al emocionalismo, veían la Realidad.

viernes, 4 de septiembre de 2015

Mi tía, la Presidente


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‘El Arte de Vivir es el Arte de Amar’

 SUBHA NILAKANTA

Trabajó en la Oficina de la Editorial. Residió en Adyar durante muchos años.

 Cuando uno ha conocido a alguien muy de cerca durante algunas décadas, como sucedió con mi tía Radha, es un desafío condensar el aprecio sobre esa persona en unas pocas páginas de prosa. Es como tratar de registrar la enorme acumulación de palabras sabias entregadas a nosotros por todos los sabios que han vivido, en un solo grano de arroz. Aquí está mi humilde intento.

 Mi tía Radha fue una persona extraordinaria: físicamente bella, una erudita talentosa, bailarina india clásica, y sensible al sufrimiento de todas las criaturas, humanas y no humanas, impasible en cualquier situación en que se encontrara, una hábil administradora, bondadosa, caritativa y cuidadosa. Ella permaneció como una roca en un mundo de cambios rápidos donde los valores se deterioran y se desintegran rápidamente, sosteniendo los valores de la Verdad, la Belleza y la Bondad por los que ella vivió e instó a los demás a vivir. Sin embargo ella no hablaba acerca de si misma. Su meta en la vida era ayudar a la regeneración de la humanidad, una meta que podía llevar a la gente a unirse con la Sabiduría Divina. A mi querida tía no le gustaban los cumplidos, ella encontraría este párrafo embarazaso.

 El recuerdo más antiguo de mi tía es la de una bella dama, radiante y bondadosa, el hada madrina de un niñita…y este sentimiento de magia, misterio, y admiración  fue un tema recurrente en los numerosos años que la conocí. Ella era especial, porque era la hermana más joven de mi padre, su única hermana; y mi hermano, mi hermana pequeña y yo éramos sus niños especiales, porque ella no tenía ninguno propio. Mis padres estaban felices de compartirnos con ella de vez en cuando, aunque vivíamos en diferentes ciudades; ellos tenían una firme confianza en su capacidad para  cuidarnos sola.

 Fue ella quien nos introdujo en las aventuras de Tom Sawyer y Huckleberry Finn, a Mowgli de El Libro de la Selva y Winnie the Pooh. Todavía atesoramos los libros que ella nos dio. Después de almuerzo en casa de mi abuelo Sri Ram, ella jugaba a las sardinas con nosotros, lo que significaba que teníamos que saltar sobre el gran diván de mi abuela y arrimarnos apretadamente a cada lado de Tía Radha, como sardinas en una lata, mientras ella nos leía historias y nosotros la fastidiábamos con adivinanzas. Incluso inventábamos palabras locas que ella solía usar cuando nos escribía.

 ¡Oh, ella podía ser tan divertida! Unas largas vacaciones de verano, mis padres nos dejaron a mi hermano y a mí con ella, y al término de nuestra visita, habíamos explorado cada palmo de Adyar con su estimulo, habíamos leído cada libro  para niños de la biblioteca, que estaba entonces instalada en el edificio de la administración general. Ella me había enseñado a andar en bicicleta (corriendo junto a la bicicleta rosada que ella alquiló para mí e insistiendo  apropiadamente en que aprendiera  a pedalear y a equilibrarme), nos llevó a nadar numerosas veces y nos invitó a un helado muchas veces más! La Bahía de Bengala entonces tenía aguas limpias de un azul aguamarina y el Río Adyar tan transparente que se podían ver los peces nadando bajo la superficie. Ella usaría su traje de baño rojo oscuro y yo el azul pequeño y me enseñaría a saltar sobre las olas en el mar. Lavaba mi pelo largo y lo trenzaba cuidadosamente, una tarea que disfrutaba hacer antes de ir a trabajar en la Biblioteca, y admiraba en voz alta de su color, que era castaño oscuro con visos de rojo, poco común para un indio del sur. ‘El rojo significa carácter’ decía. Cuando me lastimé, en una caída de la bicicleta, ella curó la herida tiernamente hasta que sanó. Ella siempre estuvo disponible para mí, por muy ocupada que estuviera. Yo dormía en la cama próxima a la suya, y esta práctica continuó por muchos años aun cuando crecí. Toda mi vida me sentí protegida en su presencia, aunque no me favoreciera más que a los demás.

 Me di cuenta, cuando me hice mayor, que brindaba el mismo cuidado a todas las personas y animales. Tenía un corazón muy tierno, oculto algunas veces por palabras severas. Se interesaba especialmente en aquellos que la servían, y siempre les proporcionaba bienestar a sus servidores domésticos.

 Mi tía era mi heroína y me gustaba parecerme a ella. Cuando crecí, comprendí que para ella la única vida digna de vivirse era la espiritual, y debido a que ella estaba interesada en mi bienestar, me ofreció  toda oportunidad posible para llevar una vida así. Tempranamente me introdujo en las Convenciones de la ST en Adyar y otros lugares. Me llevó de viaje por el norte de la India cuando era Secretaria General de la Sección India e hizo posible para mí asistir al Congreso del Centenario en Nueva York. En todas partes me demostró el interés de una madre, cuidando de mi seguridad y comodidad. En retrospectiva comprendo que  ella necesitaba ser una madre para mí, tanto como yo necesitaba que ella lo fuera. Siempre que necesitaba ayuda personal, me lo hacía saber y yo iba a Adyar, como sucedió cuando mi joven prima americana vino a vivir con ella. Innumerables son las cartas que me escribió con su elegante mano, así como los regalos que me dio a través de mi vida; indudablemente regalos tangibles, pero aún más valiosos fueron los intangibles. Si he podido vivir una vida espiritual, es porque ella reconoció mi necesidad de una vida así y me alentó. Cuando tenía veinte años y buscaba respuestas a una experiencia mística transformadora, fue su humildad la que le impidió proporcionarme respuestas. Por el contrario, me interrogó suavemente acerca de la experiencia de modo que ella pudiera aprender de mí. Luego me proporcionó varias oportunidades de crecimiento espiritual, presentándome a Krishnaji y haciendo posible, entre otros hechos, asistir a los retiros de Meditación de Samddhong Rinpoche y Thich Nhat Hanh en Adyar. Ella era una luz guiadora para muchas otras almas también, guiándolas a concentrarse en la vida espiritual más que en la mundanal.

 Cuando mi tía se convirtió en Presidente de la ST en 1980, vio la necesidad de crear literatura teosófica que llamara la atención. Hasta entonces, los libros de la TPH habían sido publicados con tapas blandas, con colores pastel poco inspiradores. Ella me llamó a Adyar para que ayudara debido a mi preparación en la Escuela de Arte. Entre nosotros, libros y revistas enteros fueron rediseñados y desde ese comienzo que sé que ella financió las publicaciones de la TPH han recorrido un largo camino. Ella también introdujo métodos modernos de impresión en Vasanta Press, hasta que, ay! a causa del rápido cambio al software de los computadores no fue económicamente posible para la ST mantener el paso con el mundo tecnológico. Como Presidente, ella intentó mantener un saludable equilibrio entre los métodos modernos y el encanto y estabilidad del mundo antiguo. Este equilibrio se extendía aun hasta su estilo personal de vestir, que reflejaba un impecable buen gusto. El equilibrio más importante, sin embargo, yacía en el papel  de ser Presidente, porque como señala a menudo mi padre, no es fácil ser un Presidente de la ST: el trabajo incluye dar una dirección tanto administrativa como espiritual, y no es fácil unir las diferentes exigencias.

 Mi tía también tomó gran interés en el aspecto de Adyar. Recuerdo que estudié libros sobre árboles y arbustos de flores, en una de mis muchas visitas, que duró algunos meses. Mi trabajo era encontrar árboles apropiados para plantar en espacios vacíos en el predio de Adyar. La acompañaba en sus enérgicos paseos por las tardes, que cada día cubrían diferentes áreas del complejo, de modo que pudiera ver por sí misma dónde se necesitaba atención en su amado Adyar. De esto, aprendí el arte de combinar el trabajo y el placer. Agradable para mí también, era sentarme simplemente a su lado en silencio en la veranda de Parsi Quarters, escuchar los movimientos rítmicos del mar y el viento susurrando a través de las casuarinas. El gran arbusto plumería y el laurel indio que crecían muy cerca de la veranda eran sus amigos. Algunas veces llegaba una lechucita moteada o un Martín pescador de pecho blanco que trinaba su melodía, los ojos de Radhaji se iluminaban por la belleza de la Naturaleza.

 Las horas de las comidas en el Parsi Quarters era siempre un placer porque mi tía era tan cuidadosa de la mesa y sus alimentos como lo era con todas las otras cosas. Ella era una perfeccionista. Las comidas de la tarde eran indias, las de noche eran occidentales. Ella me enseñó cómo hacer una ensalada con aliño francés casero, y sus recetas de sopa eran tan variadas que podía comer una sopa cada noche por semanas sin repetirla. Su casa, inútil es decir, estaba impecable.

 Todo esto era antes de que llegaran los animales. Gatos, perros, mangostas, pájaros, ardillas, todos ellos encontraron refugio en su hogar y ella los recibió teniendo el cuidado de apartar las criaturas peleadoras. Ella escamoteaba diferentes tipos de alimentos para los remilgados comilones y destinaba diferentes espacios para los residentes incompatibles, lo que significaba dormir menos y cierta intranquilidad para ella. Era bondadosa y servicial con las criaturas de Dios, y dejó de lado el estar orgullosa de su casa. Servir a la vida, aprendí, es más valioso y gozoso que mantener las normas y  expectativas de la sociedad.

 En algún punto en mi vida recibí un llamado interno para servir en Adyar y se lo expresé a mi tía. Ella me preguntó, como habría hecho cualquier otro, y me insinuó lo que podría experimentar viviendo allí. Ella fue imparcial. Una vez que fui parte de la comunidad, ayudando en la oficina de la editorial con habilidades que ella misma me había enseñado en el pasado, durante sesiones de corrección de libros en su casa, ella me trató como a otro miembro de la comunidad. Y a mi vez, dejé de referirme a ella como ‘Athai’, que significa ‘hermana de mi padre’, y lo cambié por ‘la Presidente’, como cualquier otro. Sin embargo, cuando la visitaba en su casa y estábamos solas, era todavía como en los antiguos días. Entonces ella me deleitaba con divertidas historias de la familia, me invitaba a comer lo que hubiera para ella, y nos sentábamos hombro a hombro en su pequeño sofá a resolver los últimos crucigramas del Guardian.

 Ahora se estaba volviendo vieja y el mundo había cambiado mucho y con tal rapidez que la dinámica de administrar el estado y la organización, tenían que mantener el paso en alguna medida.  Por citar solo dos ejemplos, la ciudad había crecido rodeando el estado y creaba muchas clases de alteraciones, y se esperaban cambios inmediatos a causa de la comunicación por Internet. La Presidente trabajó lo necesario tan competentemente como fue posible considerando las varias restricciones que enfrentaba Adyar.

 Entonces, solo pocos días antes de su cumpleaños en noviembre de 2006, su salud falló. Este fue un periodo de tiempo muy triste para mí. Ver a mi tía que era sumamente inteligente, fuerte, calmada, de pensamiento claro, luchando por superar los efectos de su enfermedad fue muy doloroso. Una absoluta determinación de llevar a cabo sus responsabilidades, sin embargo, causó una notable recuperación, dejándola con solo una ligera pérdida de memoria de los nombres de las personas. Esta dificultad de la memoria la preocupó mucho, y por lo tanto, me preocupaba a mí también por su bien. Ella continuó con su trabajo por otros siete años, y sus conferencias que siempre habían elevado a la audiencia, continuaban haciéndolo. Vivió su vida para servir a la ST, no para sí misma, y esta fue otra importante lección que aprendí de ella, vivir para los demás no para uno mismo. ‘El arte de vivir es el arte de amar’, decía ella.

 En enero de 2013 le dije a mi querida tía que me iría de Adyar. Ella no intentó detenerme y me preguntó dónde iría y qué haría. Ella siempre era así, no obstaculizaba a las personas en su camino del ‘dharma’. Sus últimas palabras, cuando me fui a despedir a fines de junio, fueron: ‘Nos encontraremos de nuevo’. No sucedió en esta vida. Ella pasó a la Paz solo cuatro meses después, en la misma casa donde había nacido. Yo estaba en ese momento en un lejano y pequeño pueblo en el noroeste de India y no podía llegar a Adyar a tiempo para presentar mis últimos respetos al cuerpo físico, que había contenido un espíritu que amé y que me amo. No importa, como habría dicho mi tía, porque estoy  esperando el momento en que ‘nos encontremos nuevamente’.

martes, 1 de septiembre de 2015

Recordando una mente alerta


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TIM BOYD
Presidente Internacional de la Sociedad Teosófica

 La primera vez que vi a Radha fue en la ciudad de Nueva York en noviembre de 1975. En ese momento más de mil teósofos de todo el mundo se habían reunido para la celebración del centenario de la fundación de la Sociedad Teosófica. Tengo en mi mente la imagen de una mujer de porte sereno, delgada, con pelo negro, intensos ojos oscuros, vistiendo un elegante sari. Estaba sentada en el estrado en el gran salón de baile del Hotel Sheraton junto con John Coats, Dora Kunz, Rukmini Devi, Joy Mills, y otras luminarias de la Sociedad Teosófica de la época. Ella era la Secretaria General de la Sección India. Había ingresado a la ST un año antes.

Recuerdo que en esa tarde se dieron una serie de conferencias, y probablemente ella dio una. Después que el programa formal concluyó fue presentada a nuestro grupo que había venido de Chicago. Recuerdo que escuchaba atentamente cómo describíamos las cosas que estábamos haciendo y tratando de hacer. En ese momento Radha no conocía a ninguno de nosotros, y muchas personas estaban compitiendo por su atención. Lo que me viene a la mente acerca de esa primera reunión es el sentido de que ella estaba completamente presente. No había sensación de que su atención vagara sobre la multitud, o en la siguiente cosa que diría, o en la persona a la que ella saludaría. A mí me impresionó. En algún lugar en casa, en una caja, tengo una foto de ese momento.

Después,  durante muchos años la vi brevemente en sus visitas regulares a los EE.UU. Cada vez que hablaba, yo iba a escucharla. Ella no hablaba como los demás conferenciantes teosóficos que había oído. Apreciaba interiormente la profundidad de su pensamiento y la originalidad de expresión. Aunque es probable que sea superficial, también me gustó el hecho de que ella hablaba en general sin notas referenciales. Miraba a los ojos de su público, incluyéndome a mí, y se conectaba. Comunicaba la sensación de que sabía lo que estaba hablando. Aunque nunca tuve la oportunidad de decírselo, años más tarde, cuando me convertí en un orador para la Sociedad Teosófica en EEUU, su forma de presentación y la profundidad de la relación que ella era capaz de establecer,  influyó en gran medida en mi propio enfoque para hablar en público.

En breves reuniones ocurridas durante un período de años llegamos a conocernos. Mi consideración por ella creció. Si bien es un deseo normal querer estar cerca de gente sabia, hay cierto valor en el tipo de distancia y en las reuniones periódicas que caracterizaron nuestros encuentros. La persona que ella era y las cosas acerca de las cuales ella iba a hablar, las analizaba, observaba y probaba en el tiempo. Siempre, en ese proceso se revelaron nuevos niveles de significado.
En una de sus visitas, había programado una reunión privada con ella. Ella me invitó a encontrarnos en su habitación en la sede nacional Olcott. Tuve un sentimiento de indecisión acerca de esta reunión. En el pasado, cuando nos reuníamos, siempre hablábamos de los aspectos del trabajo de la Sociedad Teosófica, de su gente, ideas y eventos. Esta vez tenía que hablar con ella acerca de un asunto personal. Un amigo en común me había animado a buscar su aporte. Yo sabía que el tema iba a ser un desafío para una mente convencional. Nos sentamos e intercambiamos esas bromas que Radha permitía, entonces nos sumergimos en el asunto en cuestión. Resultó ser uno de los intercambios más vivificantes que recuerdo haber tenido con nadie. Hablando con franqueza, la frescura de su pensamiento y la voluntad de ir más allá de las tradiciones anticuadas me sorprendió. A partir de ese momento, el alcance de nuestras conversaciones esporádicas se profundizó significativamente.

En sus últimos años, mi papel oficial en Norteamérica se  volvía más importante. Yo no tenía ni idea de que ella era consciente de los cambios en mi rol, pero de vez en cuando las personas que regresaban de Adyar me comentaban acerca de las reuniones que tenían con Radha en las que ella hacia algún comentario  favorable de mí. Era algo a la vez humilde y tranquilizador. Me causó una profunda impresión. Lo impresionante fue el darme cuenta de cuán profundamente estaba en contacto con los asuntos de la Sociedad Teosófica en todo el mundo, y cuánto se preocupaba por su vida y su futuro.

En 2012 visitó los EEUU por última vez. En ese momento yo era presidente de la Sociedad Teosófica Norteamericana. En la convención internacional, en diciembre del 2011, la invité a venir a Olcott en esta visita. Estando en Olcott pudo visitarme en mi oficina. Se cancelaron todas las demás citas. Ella sentía la necesidad de hablar en detalle acerca de sus preocupaciones por la Sociedad Teosófica, sobre los problemas que enfrentaban varios países alrededor del mundo, sobre la naturaleza y las necesidades de su cargo como Presidente. Fue una conversación de gran envergadura que tuvo lugar en plazos durante una serie de días. Ella estaba tan lúcida como siempre, pero su nivel de energía había disminuido. Después de una hora o un poco más, podíamos levantar la sesión y volver a estar juntos cuando ella había descansado. Cuando se fue, ambos sabíamos que ésta había sido su última visita.

Ahora, mis días transcurren viviendo la vida que ella describía, enfrentando las preocupaciones con las que ella luchó. Me siento en la silla que ocupó durante tantos años, en el escritorio  donde escribió y pensó. Me siento bendecido por haberla conocido en el camino que ella me dejó, y haber crecido bajo su sombra trabajando por la Sociedad Teosófica. Una fortuna inmensa de cómo llegué a conocerla, es que ella no me presionó para intentar cubrir su espacio. Eso sería imposible. Era una persona  original que se atrevió a descubrir y vivir un camino único para ella. El mayor homenaje con el que podemos retribuir es no tratar de imitarla,  sino crearnos a nosotros mismos,  como ella lo hizo.