viernes, 24 de abril de 2015

La Naturaleza y nosotros.


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AVANTIKA MEHTA

 La Sa. Avantika Mehta es Presidenta de la Federación Gujarat, Sección India de la ST. Charla dada en la Convención internacional, Adyar, 2010.

    El propósito de nuestra vida es percibir la unidad en la diversidad incentivando el estudio comparativo de la religión, la filosofía y la ciencia, e investigando el yo y la naturaleza, el sendero menos frecuentado. La Naturaleza permanece siendo un gran misterio para la humanidad, entonces, observemos y comprendamos a la “Naturaleza”.

   Existe una afirmación muy significativa, atribuida a Platón que dice: “Dios geometriza” -una declaración de la Sabiduría Divina, que expresa que existe un Dios del Universo y que toda la Naturaleza es una creación suya según un plan.

   La Sabiduría Antigua, sin titubeos, declara que cada parte del diseño de la Naturaleza refleja el plan de una Mente Divina. “El Plan de Dios”, que es la evolución, no es mecánico. Lo que parece “una reunión fortuita de átomos” es causado por el Logos, y su cantidad y dirección al funcionar, están determinados por él en cada instante.

   Generalmente nos referimos a la Naturaleza como al mundo de cosas inanimadas. En el uso común de la palabra, al hablar de la Naturaleza, nos referimos al cielo, al mar, las selvas y los bosques, y decimos que anhelamos salir a la Naturaleza, queriendo decir con esto, lejos de las viviendas de las personas. A veces, con el término Naturaleza también queremos decir la vida subhumana de plantas y animales. Existe sin embargo un tercer uso de la palabra Naturaleza, cuando miramos las estrellas y los planetas, cuando vemos poderosas fuerzas cósmicas funcionando; también usamos la palabra Naturaleza para significar la totalidad del proceso evolutivo.

   ¿Qué es esta Naturaleza que está a nuestro alrededor, de la que somos parte y que a veces nos domina de tal modo que nos sentimos totalmente indefensos ante ella? ¿Cuál es el significado de la Naturaleza, cómo es que detrás de ella existe un Constructor trabajando? En la antigua India encontramos, de modo muy gráfico, las ideas del Uno que construye y destruye, y construye nuevamente. Este gran personaje se llama Prajâpati, el “Señor de las Criaturas”.

   Al principio, el universo era no-existente. Luego, el Señor Prajâpati deseó: “Pueda yo ser más de uno, que me pueda reproducir”. Se esforzó, practicó la austeridad. Luego creó todo, paso a paso. Todo este universo apareció sólo como una forma, particularmente agua; luego creó la espuma, la arcilla, el barro, el suelo salino y la arena, las piedras, las rocas, minerales, oro, plantas, y árboles.

   Habiendo creado los mundos, deseó: “Pueda yo crear esas criaturas que serán mías en estos mundos”. Y creó todo. Y las puso en su lugar. Por ser hombres, pensamos que lo recto y lo incorrecto sólo nos lo pueden enseñar los hombres que han tratado de vivir correctamente y que han sufrido al vivir erróneamente. Pero en la antigüedad, por ejemplo en Grecia, la Naturaleza misma era considerada la maestra de lo recto y de lo incorrecto.

   La visión Divina de la Naturaleza comienza de varios modos. Una forma es adorando la Naturaleza. Encontraremos que todos los hombres primitivos experimentan algo misterioso en la Naturaleza que debe ser adorado. El salvaje tiene una actitud de verdadera reverencia y es capaz de dejar de lado su personalidad y ver por un momento “como es” lo que está fuera de él. Considera la Naturaleza con admiración, porque la Naturaleza es ciertamente aterradora. Es una de las características de la civilización más elevada que cuanto más cultos son los hombres, más comienzan a sentir por medio de la intuición que la Naturaleza es instinto con un Poder Inmenso y una Sabiduría Imponente. Lo más elevado de la humanidad también adora a la Naturaleza. Aunque pueden tener dentro de la mente una comprensión científica clara de lo que es la Naturaleza, sin embargo cuando se requiere la parte más elevada de su naturaleza, entonces sienten que las rocas y las nubes toman otro significado, un significado que los impulsa a la admiración más grande.

   El poema de Tennyson, “El Panteísmo Superior”, habla bellamente de lo que siente quien vive plenamente. Con la adoración de la Naturaleza, el hombre comienza a transitar el primer paso del viaje hacia una Visión Divina.

   Sin embargo, existe otro modo de enfoque, y éste es por el estudio de la Naturaleza. Los diferentes departamentos de la ciencia, como trabajan hoy para descubrir conocimiento, están agregando un poco más de sabiduría hacia la comprensión del maravilloso proceso del universo. Ya sea éste biología, astronomía, física o química, los hombres llegarán a la visión de una Mente Divina funcionando.

   El tercer modo de visión sobre la Naturaleza es posible, amando la Naturaleza. Al adorar la Naturaleza existe, por así decirlo, una pequeña barrera entre el hombre, el adorador, y la Naturaleza objeto de adoración, pero cuando nos referimos al amor hacia la Naturaleza, entonces el hombre se deleita en una relación con el cielo, las nubes y los animales. Cada pequeña cosa en la Naturaleza habla de una fraternidad, de una ternura, la de un hermano más pequeño hacia el mayor. Wordsworth, el notable poeta inglés, dice en sus poemas que existe una veracidad intensa hacia la Naturaleza y una conexión del hombre con ella.

   Al dirigirnos a la Naturaleza y amar la Naturaleza, sentimos una total proximidad, como la de un niño hacia su madre, de un hermano hacia su hermana, de un amigo hacia otro. Llegamos a una nueva visión, la Visión Divina de la Naturaleza. Somos como olas en el océano mirando otras olas, pero ignorando al océano en nuestra percepción.

   Por lo tanto, sean como un árbol. El árbol da sombra incluso a quien corta sus ramas. No pide agua a nadie aunque se esté marchitando por falta de ella. La lluvia y la tormenta y los abrasadores rayos del sol lo hacen sufrir, y sin embargo continúa dando perfumadas y dulces flores, y frutos deliciosos. Pacientemente sirve a otros, siempre como un árbol. Nuestro reverenciado J. Krishnamurti nos dio la verdadera clave del dilema. Él dice: “Simplemente observa”. No necesitamos analizar, justificar, defender. Pero no podemos dar el paso más pequeño en el sendero hasta que hayamos aprendido a “observar”.

   Einstein hizo una vez la siguiente pregunta: ¿Tuvo Dios alguna opción cuando creó el universo? La ley de crecimiento, de desarrollo, de evolución, también es la ley de la belleza, proporción y armonía, y todas son partes de esa Ley Suprema de Amor. Por lo tanto debemos amar la Naturaleza.

   Luego viene la cuarta forma de enfocar la Visión Divina y es recreando la Naturaleza. Recrear la Naturaleza significa que cuando un hombre ha observado muchos atardeceres, amaneceres, etc., con una naturaleza artística profunda en él, se inspira con un amanecer o atardecer particular, y pinta un cuadro. Pinta, no ese aspecto de la Naturaleza que ve o vio, y que una cámara podría reproducir con gran precisión. Aunque hace una reproducción de un atardecer o amanecer que nunca es igual en la Naturaleza, sin embargo su creación es una pintura de ese Elemento permanente que no cambia.

   Ya sea que lleguemos por la adoración o el amor, por el estudio o la recreación, comenzaremos a descubrir ciertos grandes misterios en la Naturaleza. Y de éstos, uno que es fácil de descubrir es su tremendo poder, que a veces parece totalmente implacable, cuando permanecemos ante alguno de sus aspectos poderosos, digamos unas Cataratas, los Himalayas o una tormenta en el mar. Cuando todo parece poderoso, y ante lo cual el hombre ciertamente parece nada. Pero al pasar más allá de esa etapa, comenzaremos a sentirnos uno con ese poder. Las Cataratas, los Himalayas o una tormenta, nos dicen que dentro de nosotros existen el poder y la paz. La tormenta en el mar nos hablará del misterio de nuestras propias tormentas de amor y desdicha. La Naturaleza libera dentro de nosotros el sentido de poder. Por lo tanto en la Naturaleza no existen ni recompensas ni castigos. ¡Existen consecuencias! Podemos comprender que la Naturaleza no es buena ni mala, y la manifestación sigue sólo una ley inmutable e impersonal.

   Por medio del estudio y la observación comenzamos a sentir el ritmo de la vida. Este ritmo es obvio para nosotros que tenemos una comprensión de la Teosofía. Cómo viene la vida, cómo posee una forma y crece en ella, y luego cuando ha llegado al límite de su crecimiento, desaparece, y luego después de un intervalo, regresa nuevamente. La Naturaleza tiene una ley de ciclos, y en nosotros también hay ciclos, porque existe el ritmo en todas las cosas. Todos los seres y cosas tienen sus ciclos de nacimiento y muerte, porque el nacimiento y la muerte son las puertas de la vida. El ritmo no es mecánico, no es sólo un golpe del destino, sino la Danza de la Vida.

   La Naturaleza está viva, porque si miramos profundamente las nubes, los cerros, las olas y muchas otras cosas, no son sólo algo de materia. Son vida velada de manera indescriptible en la materia y por lo tanto necesitamos estudiar, comprender. Un individuo sentirá en todas partes en la Naturaleza la misteriosa cualidad de vida. La Naturaleza luego le revelará un poco de su significado y luego le mostrará algo de su propio poder oculto.

   Quien ama la Naturaleza puede ir a los bosques y campos, aunque entristezca por todo el sufrimiento que el hombre ha inflingido a los animales y por la fealdad con la que el hombre ha arruinado el rostro de la Naturaleza. Puede dar una bendición, con amor, cuidado y compasión hacia ella. Siempre, quien ha vivido con la Naturaleza está capacitado para liberar a sus semejantes. La Naturaleza viene entonces a nosotros como una madre, un hermano, una hermana o un amigo. Nos conduce a nuestro propio Amado, el ideal que uno ha puesto ante sí mismo.

   Es un misterio maravilloso que la vida nos hace conocer: toda la majestuosidad del mundo es nuestra y todas sus dichas están en algún lugar ocultas dentro de nosotros. La Naturaleza nos las ha dado a todos nosotros, y las encontraremos si buscamos la Visión Divina de la Naturaleza, con esa Visión Divina viene la unión con el Hombre, Dios y esa indescriptible verdad, que Todo regresa a Todo.

   La Vida dentro de todas las formas es Una vida y todas las acciones intencionadas producen las reacciones correspondientes. Sin relaciones -no importa cuánta riqueza, fama, poder, prestigio y aparente éxito, por los modelos y opiniones del mundo- la felicidad nos eludirá constantemente. Por lo tanto, debemos tener una relación correcta con el mundo porque, después de todo, somos un producto de un largo proceso evolutivo de la vida y somos responsables por el uso correcto de estos recursos que tenemos.

   No existen las malezas en la selva o en un bosque. Donde predominan el propósito y acción de la Naturaleza sin la interferencia del hombre, todo, incluso un simple átomo, tiene significado y finalidad. Nuestra respetada Radhaji dice que es hora de mirar el valor del bosque, de la maleza, de la tierra. Tal vez podamos experimentar que no existen los bosques, las malezas, sino que sólo son jardines secretos.

   En uno de los clásicos teosóficos, La Voz del Silencio, invalorable para los aspirantes del sendero espiritual, se dice que si ayudamos a la Naturaleza y trabajamos con ella, Ella nos considerará como una de sus criaturas y nos reverenciará. Un sentimiento de simpatía cordial hacia animales, plantas e incluso minerales y hacia los espíritus de la Naturaleza –devas- es igual de importante, si no más, para el progreso del hombre. El hombre que enfrenta la vida con un sentimiento cariñoso hacia todas las cosas vivas, no sólo verá y aprenderá más que otros, sino que transitará con más suavidad en el mar de la vida. Por lo tanto no estamos separados de la Naturaleza, sino que somos uno con ella.