martes, 12 de septiembre de 2017

Desde La Atalaya Sobre la Unidad


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Tim Boyd

 Hay varias maneras en las que podemos aplicar el principio de la Unicidad. Muchas veces el ejemplo utilizado es el de un médico que da una receta. Si fuéramos a ver a un buen doctor, primero nos examinaría y después haría un diagnóstico. Sin embargo, alguien que realmente fuera muy buen médico probablemente funcionaría a distintos niveles. Examinaría nuestra condición y recetaría cosas que funcionaran a otros niveles también, como ejercicio, cambio de régimen, etc. Incluso podría llegar a decirnos que necesitamos considerar la calidad de nuestros pensamientos y nos podría recomendar algo para leer e incluso una práctica de plegaria o meditación. Cuando pensamos en términos de nuestra condición espiritual, necesitamos aplicar un planteamiento similar en nuestro propio pensamiento, porque el hábito que hemos adoptado durante tantas vidas de profunda convicción de separación funciona a cada nivel de nuestra conciencia. Necesitamos, pues, tratarlo a muchos niveles. Obviamente la mejor cura es tratar directamente la causa raíz, pero a veces nos resulta difícil. Hay un par de vías por las que podríamos tratar ese síntoma de la separatividad que nos coloca lejos de una realización del hecho de la Unicidad.

No es por casualidad que en el mundo teosófico se insista en el servicio. Si pudiéramos llamarlo de forma distinta, describiríamos el servicio como la actividad compasiva consciente. La parte importante es actividad consciente. Hay una dirección de la mente hacia esa extensión más allá de nuestro propio yo limitado, que muchas veces implica el pensamiento, nuestra naturaleza de sensaciones e incluso el movimiento de nuestro cuerpo en la expresión de actividad compasiva. Trata el sentido de la separación en los niveles de la personalidad básica. Es una de esas vías que está siempre a nuestra disposición.

Muchas veces le digo a la gente que si tenemos dolor de cabeza o hemos tenido un mal día en el despacho y nos sentimos emocionalmente agotados, a veces la mejor cura que podemos tener para eso es hacer algo por otra persona. Podemos preparar una comida e invitar a alguien a compartirla con nosotros. Al barrer el frente de nuestra casa, también podemos barrer el frente de la casa del vecino, si nuestro motivo es bueno. Esas actividades pueden tener efectos inmediatos en términos de nuestra condición personal a través de la extensión más allá de nuestro yo limitado. A otros niveles, una gran parte de ese trabajo se hace en nuestro interior, en un nivel más profundo.

Durante la vida de H.P. Blavatsky, ella compartió muchas cosas en sus obras sobre la meditación y su valor, y dijo muy poco sobre cómo meditar. Pero nos dejó ese maravilloso diagrama que dictó pocos años antes de morir: El Diagrama de la Meditación. En los círculos teosóficos le damos mucha importancia a la meditación y estaría bien que a veces habláramos de qué es la meditación y de qué no es. Porque a menudo podemos estar esforzándonos con la creencia de que, si nos sentamos durante veinte o treinta minutos o más por la mañana, estamos meditando. Tal vez sea cierto, pero tal vez el noventa y nueve por ciento de las veces no lo sea. Cuando hace muchos años me di cuenta por primera vez de que la meditación era importante, leí libros y hablé con la gente para descubrir qué era la meditación. Dondequiera que mirara había una descripción de un método o técnica, pero no de lo que es la meditación. Incluso cosas como la cita teosófica “La meditación es el anhelo inexpresable del alma por el infinito” tiene una belleza poética que señala una cierta dirección, pero “¿qué hacemos con eso?” era mi pregunta. Probablemente la mejor cita sobre el significado de la meditación que he encontrado es la de un teósofo y lama tibetano nacido en Alemania que escribió muchos libros, Anagarika Govinda. Una vez le preguntaron “qué es la meditación” y su respuesta es la que más me gusta: “La meditación no es lo que piensas”, ¡corto pero contundente! En cualquier momento en que estamos sentados dedicados a un proceso de la naturaleza del pensamiento, de la mente, no estamos meditando. La meditación empieza en el punto en que acaba el pensamiento. Los pensamientos nunca terminan, ese plano siempre está activo, pero en el momento en que nuestra conciencia va más allá de su implicación en el movimiento mental, y solamente en ese momento, empieza la meditación. Todo lo demás, todos esos quince, veinte, treinta minutos que pasamos sentados, se describirían más precisamente como  “la práctica de la meditación”, no como “la meditación”.

Similarmente, cuando practicamos el piano, no estamos tocando el piano, estamos practicando.

Lo maravilloso sobre la meditación es la experiencia común que todos hemos tenido, la ausencia momentánea del yo. Es un momento en que no estamos sobre un cojín, es decir, estamos teniendo una experiencia meditativa genuina. No necesitamos sentarnos con las piernas cruzadas y respirar de cierta manera. Probablemente las experiencias más profundas de meditación que hemos tenido han sido en momentos en que no diríamos que estábamos meditando técnicamente. Pero la práctica es vitalmente importante, como un granjero que prepara la tierra para recibir a la semilla.

En el Diagrama de la Meditación de Blavatsky el primer punto que señala es que, en la meditación, tenemos que hacer un esfuerzo, hemos de intentar concebir la Unicidad: “Primero concebid la UNIDAD con la expansión en el Espacio y la infinitud en el Tiempo”. En nuestra imaginación intentamos expandirnos en todo el espacio, un acto imaginativo al principio. Una de las cosas que se dice es que el espacio es eterno. Cualquiera que sea nuestra concepción de lo Divino, de Dios, etc, necesariamente tiene la naturaleza del espacio ilimitado. HPB nos pide que concibamos la Unidad y, sabiendo muy bien que la Unidad no puede captarse con ningún concepto, nos pide que lo intentemos. Ése es el principio de su Diagrama de la Meditación. Es un planteamiento abstracto, y como es tan abstracto, necesariamente no será atractivo para todos y cada uno. Pero hay muchas otras formas de meditación que hacen exactamente lo mismo, usando distintos métodos.

En el budismo, hay una forma familiar de metta o meditación de amorosa bondad. Hay también una meditación sobre las cuatro mentes inmedibles. Esas meditaciones esencialmente implican la aspiración de que todos los seres puedan ser felices y libres de sufrimiento. A nivel superficial, se trata sólo de la exposición de un deseo y podría terminar aquí. Pero a un nivel más profundo la meditación se enseña realmente empezando con una visualización, en la medida en que seamos capaces, de todos los seres ante nosotros y de este buen deseo que fluye hacia todos esos seres que hemos visto en la mente situados frente a nosotros. Ésa es la manera de incorporar un componente visual en la misma sugerencia hecha por Blavatsky, intentando llegar a comprender la Unidad por expansión en el espacio. En este caso, tiene lugar por expansión hasta el número ilimitado de seres frente a nosotros. Como los seres son ilimitados, el deseo de su felicidad también tiene la cualidad de ser sin límite, sin apego personal. Si el planteamiento abstracto es atractivo, entonces simplemente la expansión está en el espacio y es infinita en el tiempo, según el modo de Blavatsky. Si necesitamos cierto nivel de imaginería para poder activar la imaginación y estimular la aspiración, hay otros métodos que consiguen lo mismo. Estas son algunas ideas de la manera en que podemos aplicar una parte del principio de la Unidad.