martes, 12 de septiembre de 2017

Desde La Atalaya Sobre la Unidad


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Tim Boyd

 Hay varias maneras en las que podemos aplicar el principio de la Unicidad. Muchas veces el ejemplo utilizado es el de un médico que da una receta. Si fuéramos a ver a un buen doctor, primero nos examinaría y después haría un diagnóstico. Sin embargo, alguien que realmente fuera muy buen médico probablemente funcionaría a distintos niveles. Examinaría nuestra condición y recetaría cosas que funcionaran a otros niveles también, como ejercicio, cambio de régimen, etc. Incluso podría llegar a decirnos que necesitamos considerar la calidad de nuestros pensamientos y nos podría recomendar algo para leer e incluso una práctica de plegaria o meditación. Cuando pensamos en términos de nuestra condición espiritual, necesitamos aplicar un planteamiento similar en nuestro propio pensamiento, porque el hábito que hemos adoptado durante tantas vidas de profunda convicción de separación funciona a cada nivel de nuestra conciencia. Necesitamos, pues, tratarlo a muchos niveles. Obviamente la mejor cura es tratar directamente la causa raíz, pero a veces nos resulta difícil. Hay un par de vías por las que podríamos tratar ese síntoma de la separatividad que nos coloca lejos de una realización del hecho de la Unicidad.

No es por casualidad que en el mundo teosófico se insista en el servicio. Si pudiéramos llamarlo de forma distinta, describiríamos el servicio como la actividad compasiva consciente. La parte importante es actividad consciente. Hay una dirección de la mente hacia esa extensión más allá de nuestro propio yo limitado, que muchas veces implica el pensamiento, nuestra naturaleza de sensaciones e incluso el movimiento de nuestro cuerpo en la expresión de actividad compasiva. Trata el sentido de la separación en los niveles de la personalidad básica. Es una de esas vías que está siempre a nuestra disposición.

Muchas veces le digo a la gente que si tenemos dolor de cabeza o hemos tenido un mal día en el despacho y nos sentimos emocionalmente agotados, a veces la mejor cura que podemos tener para eso es hacer algo por otra persona. Podemos preparar una comida e invitar a alguien a compartirla con nosotros. Al barrer el frente de nuestra casa, también podemos barrer el frente de la casa del vecino, si nuestro motivo es bueno. Esas actividades pueden tener efectos inmediatos en términos de nuestra condición personal a través de la extensión más allá de nuestro yo limitado. A otros niveles, una gran parte de ese trabajo se hace en nuestro interior, en un nivel más profundo.

Durante la vida de H.P. Blavatsky, ella compartió muchas cosas en sus obras sobre la meditación y su valor, y dijo muy poco sobre cómo meditar. Pero nos dejó ese maravilloso diagrama que dictó pocos años antes de morir: El Diagrama de la Meditación. En los círculos teosóficos le damos mucha importancia a la meditación y estaría bien que a veces habláramos de qué es la meditación y de qué no es. Porque a menudo podemos estar esforzándonos con la creencia de que, si nos sentamos durante veinte o treinta minutos o más por la mañana, estamos meditando. Tal vez sea cierto, pero tal vez el noventa y nueve por ciento de las veces no lo sea. Cuando hace muchos años me di cuenta por primera vez de que la meditación era importante, leí libros y hablé con la gente para descubrir qué era la meditación. Dondequiera que mirara había una descripción de un método o técnica, pero no de lo que es la meditación. Incluso cosas como la cita teosófica “La meditación es el anhelo inexpresable del alma por el infinito” tiene una belleza poética que señala una cierta dirección, pero “¿qué hacemos con eso?” era mi pregunta. Probablemente la mejor cita sobre el significado de la meditación que he encontrado es la de un teósofo y lama tibetano nacido en Alemania que escribió muchos libros, Anagarika Govinda. Una vez le preguntaron “qué es la meditación” y su respuesta es la que más me gusta: “La meditación no es lo que piensas”, ¡corto pero contundente! En cualquier momento en que estamos sentados dedicados a un proceso de la naturaleza del pensamiento, de la mente, no estamos meditando. La meditación empieza en el punto en que acaba el pensamiento. Los pensamientos nunca terminan, ese plano siempre está activo, pero en el momento en que nuestra conciencia va más allá de su implicación en el movimiento mental, y solamente en ese momento, empieza la meditación. Todo lo demás, todos esos quince, veinte, treinta minutos que pasamos sentados, se describirían más precisamente como  “la práctica de la meditación”, no como “la meditación”.

Similarmente, cuando practicamos el piano, no estamos tocando el piano, estamos practicando.

Lo maravilloso sobre la meditación es la experiencia común que todos hemos tenido, la ausencia momentánea del yo. Es un momento en que no estamos sobre un cojín, es decir, estamos teniendo una experiencia meditativa genuina. No necesitamos sentarnos con las piernas cruzadas y respirar de cierta manera. Probablemente las experiencias más profundas de meditación que hemos tenido han sido en momentos en que no diríamos que estábamos meditando técnicamente. Pero la práctica es vitalmente importante, como un granjero que prepara la tierra para recibir a la semilla.

En el Diagrama de la Meditación de Blavatsky el primer punto que señala es que, en la meditación, tenemos que hacer un esfuerzo, hemos de intentar concebir la Unicidad: “Primero concebid la UNIDAD con la expansión en el Espacio y la infinitud en el Tiempo”. En nuestra imaginación intentamos expandirnos en todo el espacio, un acto imaginativo al principio. Una de las cosas que se dice es que el espacio es eterno. Cualquiera que sea nuestra concepción de lo Divino, de Dios, etc, necesariamente tiene la naturaleza del espacio ilimitado. HPB nos pide que concibamos la Unidad y, sabiendo muy bien que la Unidad no puede captarse con ningún concepto, nos pide que lo intentemos. Ése es el principio de su Diagrama de la Meditación. Es un planteamiento abstracto, y como es tan abstracto, necesariamente no será atractivo para todos y cada uno. Pero hay muchas otras formas de meditación que hacen exactamente lo mismo, usando distintos métodos.

En el budismo, hay una forma familiar de metta o meditación de amorosa bondad. Hay también una meditación sobre las cuatro mentes inmedibles. Esas meditaciones esencialmente implican la aspiración de que todos los seres puedan ser felices y libres de sufrimiento. A nivel superficial, se trata sólo de la exposición de un deseo y podría terminar aquí. Pero a un nivel más profundo la meditación se enseña realmente empezando con una visualización, en la medida en que seamos capaces, de todos los seres ante nosotros y de este buen deseo que fluye hacia todos esos seres que hemos visto en la mente situados frente a nosotros. Ésa es la manera de incorporar un componente visual en la misma sugerencia hecha por Blavatsky, intentando llegar a comprender la Unidad por expansión en el espacio. En este caso, tiene lugar por expansión hasta el número ilimitado de seres frente a nosotros. Como los seres son ilimitados, el deseo de su felicidad también tiene la cualidad de ser sin límite, sin apego personal. Si el planteamiento abstracto es atractivo, entonces simplemente la expansión está en el espacio y es infinita en el tiempo, según el modo de Blavatsky. Si necesitamos cierto nivel de imaginería para poder activar la imaginación y estimular la aspiración, hay otros métodos que consiguen lo mismo. Estas son algunas ideas de la manera en que podemos aplicar una parte del principio de la Unidad.

domingo, 2 de abril de 2017

La Psicología de la Yoga


SIMON WEBBER
Licenciado en psicología experimental, trabaja como científico social.

Es miembro activo de la Rama Wellington de la Sociedad Teosófica en Nueva Zelanda.

 La Sociedad Teosófica tiene una importante pero difícil misión, crear un núcleo de una nueva sociedad, una sociedad “teosófica”, que se base en el altruismo en lugar del interés propio. Los miembros de la Sociedad tienen como único requisito apoyar sus tres Objetivos.

Una pregunta clave que los miembros de la  sociedad puede que quieran considerar preguntarse a sí mismos es: ‘¿Qué hace falta para crear esta sociedad “teosófica"?’ Podríamos considerar muchas  respuestas a esta pregunta; por ejemplo, uno podría involucrarse más en el trabajo de la sociedad a nivel local o nacional, e incluso a nivel internacional. Esto puede tomar la forma de administración o enseñanza, o ambos. Además, uno podría centrarse más en profundidad en el estudio y la meditación, haciéndose a sí mismo más susceptible a los impulsos espirituales. Todas estas respuestas tienen su mérito, ya que abarcan tres aspectos claves de vivir una vida espiritual: servicio, estudio y meditación. Consideremos, sin embargo, otra respuesta, una que pueda ayudarnos a tener más claridad de percepción acerca de nuestro dharma como miembros de esta Sociedad.

Crear una sociedad “teosófica" requiere una comprensión de la “psicología de la yoga”. Esta comprensión es a la que Jiddu Krishnamurti se refirió como "inteligencia integrada", donde la mente y el corazón se encuentran para permitirnos tener un discernimiento más profundo sobre nuestra verdadera naturaleza y cómo comportarnos en consecuencia.

'La palabra yoga deriva de la raíz yuj, que significa unir, juntarse o conectarse' (Ravi Ravindra, 1998, pág. 53). El Dr. Ravindra continua diciendo que "a través de la yoga, se hace el intento de eliminar los obstáculos para el natural desenvolvimiento y desarrollo del ser humano, de modo que la verdadera y real naturaleza de la persona pueda realizarse" (ibíd, pág. 52). Esta definición pone de relieve un punto clave importante sobre la psicología inherente de la yoga, específicamente que, como individuos, no somos la consecución de nada, sino más bien, hay un liberarse del egoísmo y la ambición, para revelar la propia Divinidad latente dentro de nosotros.

La teosofía proporciona un excelente marco que nos permite ver el propósito de la evolución y dónde estamos ubicados en el esquema de las cosas como seres humanos. Y lo mismo sucede con el yoga. El ser humano, se nos enseña, es como el Señor Edward Bulwer-Lytton expresó 'uno de los privilegios más elevados" (Bulwer-Lytton, 1895). O, en otras palabras, somos seres espirituales y como tales, se nos anima a través de la yoga para darnos cuenta de esto, para saber que somos más que la culminación de las posesiones físicas, emociones y pensamientos, esta personalidad que hemos tomado como nuestro ser.

Como dice el Bhagavadgitâ:

Nunca el espíritu nació;
ni dejará nunca de ser;
Nunca fue el tiempo;
¡Comienzo y final son sueños!
El espíritu no nace ni muere;
Y permanece inmutable por siempre.
La muerte no lo acaricia,
Y sin embargo ¡parece su albergue!
(2;20)

Por lo tanto, partimos de la premisa de que, aquí y ahora, somos chispas de lo Divino. Por lo tanto, la yoga es un proceso de "eliminar obstáculos', quitar el polvo del espejo, o aquietar las ondas en el lago (para usar otra analogía), de forma que el âtma o espíritu se perciba o se comprenda.

El gran sabio Patanjali, al reunir aforismos sobre el yoga, nos proporciona una definición de yoga que apunta nuevamente a la psicología inherente a la yoga: "Yoga es la cesación de las fluctuaciones de la consciencia” (Feuerstein, 1989).

A través de la yoga se nos alienta simplemente para detener lo que nos impide percibir la Realidad, que, como los sabios nos han dicho a lo largo de los siglos, es el movimiento del pensamiento. Cuando la mente está quieta, la Realidad se percibe claramente, sin distorsión. Ya no vemos, como se expresa en la tradición Cristiana, 'a través de un cristal oscuro' (1 Corintios 13:12).

Esta claridad de percepción o realización, sin embargo, no implica ninguna forma de "un llegar a ser psicológico”,  la idea de que 'yo' como individuo voy a lograr algo. Porque la psicología de la yoga es un proceso de negación en vez de afirmación. Como un sabio contemporáneo, Nisargadatta Maharaj, dijo: "no busque lo que usted ya tiene. Usted mismo es Dios, la Suprema Realidad" (Maharaj, 1973, pág. 240).

A lo largo de innumerables vidas hemos construido una identidad, una individualidad que se considera a sí misma "algo". Durante cada encarnación continuamos construyendo este sentido de "yo", un ego construido sobre la identificación de las circunstancias externas. H. P. Blavatsky señala que la encarnación es importante, porque un espíritu (o ser celestial), divino en esencia, no es lo suficientemente puro como para ser uno con el Todo. La encarnación es necesaria para realizar el Yo (Blavatsky, 1987)[i]

Llega un momento, sin embargo, en el curso de la evolución, cuando el ser humano necesita reorientarse y dejar de identificarse con lo que es transitorio durante cada encarnación con el fin de realizar  el Ser. La psicología inherente a la yoga tipifica esto como revertir este proceso, donde hay un movimiento constante desde la identificación con el nombre y la forma, a la identificación con la Realidad.

La Teosofía sugiere que hay dos momentos significativos donde sucede esto en la evolución de la conciencia. En primer lugar, es cuando el ser humano se convierte en un discípulo aceptado por un Adepto o Maestro Espiritual. Nosotros, entonces, ya no volvemos a tener el auto-engrandecimiento o exaltación propia como objetivo en nuestra vida cotidiana, sino que trabajamos por el bien de la humanidad. Como HPB señala, cuando uno se convierte en discípulo aceptado, la personalidad debe desaparecer y uno 'debe ser una mera fuerza benéfica en la Naturaleza' (Blavatsky, 1948)[ii]. En la tradición budista, se describe como Sovan, uno que ha 'entrado en la corriente'. En el hinduismo, se llama Parivrâjaka, el 'errante', que, como dijo C. W. Leadbeater, " ya no vuelve a sentir que algún lugar en los tres mundos inferiores es un refugio”. (Leadbeater, 1925, p. 182). En la tradición cristiana está simbolizado por el Nacimiento, un nuevo comienzo y despertar de la conciencia.

El segundo momento significativo es cuando hay una disolución del  'Yo' o ego (la individualidad), que se considera a sí mismo como una entidad separada del resto del Cosmos. Esto es a lo que HPB se refirió como la  "gran herejía”, la creencia en un yo, separado del Yo universal infinito único (Blavatsky, 1968)[iii].

En la tradición Budista, a un ser humano que ha alcanzado este nivel de conciencia se lo conoce como Arhat, el venerable o el perfecto. En el Hinduismo se lo denomina Paramahamsa, una persona con una alta realización espiritual. Es la etapa superior a Hamsa, el cisne, que simboliza el discernimiento espiritual. En el Cristianismo se simboliza con la Crucifixión, seguidos posteriormente por la resurrección y la ascensión. Sir Edwin Arnold, en La Luz de Asia, expresa esto como:

Habité muchas moradas de la vida, buscando siempre al que construyó estas prisiones de los sentidos llenos de aflicción y, mi combate incesante fue penoso.
¡Pero desde ahora, a Ti, constructor de estos tabernáculos, a Ti te conozco! No construirás ya estos muros de sufrimiento, no levantarás ya la techumbre de tus artificios ni colocarás nuevas vigas sobre la arcilla:
¡Tu casa está destruida y su principal sostén roto! ¡Es la ilusión quien la construyó!
Desde ahora voy a caminar sin cesar para alcanzar la liberación.

La reorientación respecto a cómo deberíamos vivir, como se describe anteriormente, implica que en nuestra práctica espiritual ya no estamos perpetuando un sentido de 'yo', un ego, un yo separado, que quiere adquirir y continuar su existencia. Este es el corazón de la psicología de la yoga.


En la tradición cristiana nos encontramos con esta idea. San Pablo lo expresa sencillamente: "cada día muero" (1 Corintios 15:31). Del mismo modo, el símbolo de la cruz en el cristianismo también expresa esta idea. El eje horizontal representa el camino del mundo y el eje vertical representa la dimensión espiritual. En cualquier momento dado tenemos la opción para actuar desde el propio interés y mantenernos en el mismo nivel del mundo o actuar desde los niveles de desinterés y de cambio, para pasar a experimentar niveles más profundos de conciencia del espíritu o unidad. Como expresa el dicho jasídico: 'No hay lugar para Dios en aquel que está lleno de sí mismo'.

Sócrates, el filósofo griego, también se refirió a esta idea cuando manifestó a sus amigos, el último día de su vida en prisión (antes de su ejecución), que no debe temer a la muerte alguien que 'muere' cada día de su vida. Por esto, Sócrates dice que si al vivir una vida espiritual nos entrenamos para vivir en un estado lo más cercano posible a la muerte (es decir, no asociarse con las locuras del cuerpo, sino centrarse en el espíritu), entonces cuando suceda la disolución del cuerpo físico, no habrá angustia. Sócrates menciona que si hay aflicción, esto muestra que una persona no es un amante de la sabiduría sino del cuerpo, y lo aclara diciendo: "los verdaderos filósofos hacen del morir su profesión '(Tredennick, 1969, p 113.).

La creación de nuestra sociedad “teosófica” ofrece a sus miembros una oportunidad sagrada, una que nos permite olvidarnos de nosotros mismos por el servicio a la humanidad. Para hacer esto, tenemos que ser conscientes de la psicología inherente a la yoga. HPB nos anima a hacer precisamente esto, en su última carta anual a la Sección Americana en la Convención de abril de 1891

“Si cada miembro de la Sociedad se contentara con ser una fuerza
impersonal para el bien, indiferente a alabanzas o críticas,
y sirviera los propósitos de la Fraternidad, el progreso
logrado asombraría al Mundo”.



Referencias
H. P. Blavatsky, La Clave de la Teosofía, Compañía India de Teosofía, Mumbai, 1987.
 - Ocultismo Práctico, de Theosophical Publishing House (TPH), Adyar, 1948.
 -  La Voz del Silencio, TPH, Adyar, 1968.
E. Bulwer-Lytton, Zanoni, Routledge, Londres, 1895.
G. Feuerstein, Los Yoga-Sutras de Patanjali: Una Nueva Traducción y Comentario, Inner Traditions Internacional, Vermont, 1989.
C. W. Leadbeater, Los Maestros y el Sendero, TPH, Adyar, 1925.
N. Maharaj, Yo soy Eso, Acorn Press, North Carolina, 1973.
R. Ravindra, El Yoga y las enseñanzas de Krishna, TPH, Adyar, 1998.
H. Tredennick, Platón: Los últimos días de Sócrates, Penguin, Londres, 1969.
                                                                                                               
Notas a pie de página


[i]  Reimpreso textual de la edición original publicada por primera vez en 1889.
[ii]  Primera reimpresión por TPH de este libro
[iii]  Primera edición miniatura, reimpreso de la edición original publicada en 1889.

martes, 14 de febrero de 2017

¡Estad siempre listos!

¡Estad siempre listos!

SVITLANA GAVRYLENKO
Secretaria Organizadora de la ST en Ucrania

 Actualmente la noción de una vida en constante cambio es muy popular. En realidad, muchas personas consideran que el alto nivel de ambigüedad, incertidumbre, caos, desorden, es perjudicial  para la sociedad y el individuo. Los científicos han llegado a una conclusión decepcionante sobre el aumento de la entropía; muchos rememoran la antigua sabiduría china que habla sobre la simpatía hacia aquellos que viven en tiempos de transformación.
Los optimistas encuentran en época de cambios ventajas importantes afirmando que tales tiempos brindan más posibilidades para el desarrollo y la evolución gracias a más grados de libertad.  Los científicos tienden a relacionarlo con la resistencia conciente a la entropía y llaman a este proceso “sintropía”.
Demos un vistazo al proceso de sintropía en su sentido psicológico y vinculémoslo con una cualidad o estado tal que se manifiesta a sí mismo como disposición. En un comienzo,  consideremos un enfoque científico de esta noción.
En primer lugar, la disposición es una capacidad potencial para reaccionar. En el contexto de las situaciones corrientes (esto es, previsibles), la disposición es una reacción casi automática que se desarrolla en numerosas repeticiones y que usa habilidades prácticas. La disposición puede ser implementada por medio del uso de procesos automatizados, sensores, instrucciones y procedimientos de entrenamiento. Sin embargo, en el contexto de situaciones inesperadas (es decir, impredecibles), otro mecanismo se pone en funcionamiento. ¿Qué nos ayuda en este caso? Son nuestras experiencias de vida, nuestros errores y nuestra intuición. La clave psicológica para nuestra habilidad de reaccionar es nuestra predisposición a actuar en la dirección de la mínima resistencia (predisposición a respuestas ya elaboradas).
¿Qué entendemos en este caso por “reaccionar”? Las reacciones son nuestras acciones mentales, emocionales y físicas. Desde este punto de vista, “reaccionar” implica una referencia personal.
Entonces, la disposición es una  capacidad de movilización que es una capacidad para reunir, acumular fuerzas personales y dirigirlas hacia el logro de ciertos resultados.  En las diferentes personas, el nivel de esta cualidad varía. Y en tal situación, un componente motivacional juega un rol principal que puede traer dos resultados opuestos: puede bloquear la movilización o puede propiciarla.
Por ejemplo, la amenaza a nuestra vida personal puede paralizarnos y agravar aún más la situación existente. Por otra parte, la preocupación por la vida de una persona cercana puede resultar en el crecimiento y la multiplicación de fuerzas que de este modo ayudan a superar los obstáculos aparentemente insuperables. Otro ejemplo: un orador principiante presenta su primer discurso a una audiencia. Esta situación puede producirle temor a dar una imagen personal distorsionada, paralizándolo y haciéndole olvidar sus notas o sus palabras Por el contrario, el sentido de responsabilidad que inspira al profesor o, la disposición a defender el honor del equipo puede multiplicar fuerzas y llevar al éxito.
Es un hecho muy optimista el que la disposición pueda ser desarrollada e, incluso más, que la necesidad de ese desarrollo sea parte de la naturaleza humana interna. Vamos a echar un vistazo al factor en nuestra vida conocido como riesgo. A pesar de nuestra actitud personal en relación con  este factor, hay que reconocer que el riesgo no sólo es una parte integral de nuestra vida, sino también una experiencia emocional deseada por muchos de nosotros; baste mencionar los juegos de aventura, montañismo, windsurf y otros tipos de deporte. Muchos hechos heroicos y crímenes están asociados con un riesgo deliberado e intencional.
Cuando las personas o las circunstancias de su destino (que son los mismos desde el punto de vista teosófico), incitan a entrenar su disposición para poner a prueba su capacidad para movilizarse, para perfeccionar sus capacidades de reaccionar, todo esto los hace más fuertes (física, emocional, mental y espiritualmente) y, en cierta etapa las personas comienzan a disfrutarla. Es por eso que usamos frases como las siguientes:
Debe amar las dificultades pues al superarlas usted está mejorándose a  sí mismo.
Dios bendiga los obstáculos.
Alégrese de tener dificultades porque hay una sabiduría especial que le está siendo revelada junto con ellas.
Muchas situaciones críticas agudas se describen en las Cartas de los Maestros que se remontan a la primera década de la Sociedad Teosófica. Además, las cartas contienen también varias indicaciones indirectas de que estas situaciones fueron provocadas por los propios Maestros para dar a luz el potencial oculto en las personas. Muchos cuyas intenciones eran defectuosas, egoístas y auto centradas y que actuaron por motivos mercenarios dejaron la ST con resentimiento e indignación. Otros, cuyas intenciones fueron más honestas y nobles, por el contrario, se acercaron y se convirtieron en miembros  eficaces de la ST.
Las experiencias de la vida nos brindan constantemente la oportunidad de atestiguar que las personas pueden hacer nacer sus capacidades más poderosas cuando actúan desinteresadamente por el bien de un noble objetivo y motivadas por causas nobles. Los siguientes son factores que contribuyen al desarrollo de nuestra disposición:
Las experiencias de vida, especialmente los eventos pico y las experiencias emocionales, experiencias dramáticas y extremas.
Reconocer las causas invisibles ocultas detrás de los efectos visibles, así como la definición de mecanismos de desarrollo de procesos.
Tomar conciencia de nuestra propia responsabilidad, tanto externa como interna.
Ambición altruista y lucha por el éxito.
Pensar previamente sobre la secuencia de nuestros pasos y las posibles maneras de lograr el resultado deseado.
Factores que impiden el desarrollo de nuestra disposición:
Actitud pasiva o alienada hacia la tarea o responsabilidad emprendida.
La indiferencia hacia el mundo exterior, a uno mismo y la introversión.
La falta de cuidado, la irreflexión, que a veces se llama “confiar en la suerte”.
La falta de un plan de acción reflexivo antes de realizar algo. La falta de experiencia
Posibles consecuencias de la falta de preparación o de una preparación inadecuada:
Acciones irrelevantes, esfuerzos ilícitos.
Errores, el exceso o la falta de esfuerzos.
Nuestro funcionamiento mental/psicológico  no cumple con los requisitos en ciertas situaciones:
Desde un punto de vista científico, la “disposición” puede ser definida de la forma siguiente:

1. Capacidad del sujeto para implementar funciones necesarias / tareas en situaciones específicas, en momentos específicos y en condiciones en las que están disponibles recursos externos necesarios.

2. Preparación física y psicológica para actuar o reaccionar.

 Vamos a tratar de ampliar esta definición examinado esta cuestión desde el punto de vista teosófico. La parte sagrada de la enseñanza teosófica se conoce como el discipulado. Esto se relaciona con la disposición de una persona para establecer contacto mental directo con los Maestros de Sabiduría, que son las grandes almas que regulan los procesos de evolución en nuestro planeta y la aceptación de los representantes seleccionados de la humanidad para entrenamiento a fin de convertirse en aprendices, ayudantes y colaboradores. La etapa del discipulado directo está precedida por una etapa preparatoria que llamamos “el camino de probación”. ¿Hay algunas pautas para mejorar la calidad de la preparación de alguien que ha comenzado un viaje hacia el crecimiento espiritual? Sí las hay, y aquí, la mayoría de las tradiciones espirituales son sorprendentemente unánimes:

1. Capacidad de cambio del propio estilo de vida, hábitos y preferencias, para mejorar la capacidad para reaccionar emocionalmente, para purificar la propia forma de pensar. La habilidad de cambiar uno mismo es uno de los mayores valores para un aprendiz; se requiere fuerza de voluntad, regularidad y diligencia. “El reino de Dios necesita ser tomado por la fuerza”. Este es el lema de los místicos cristianos que es plenamente aplicable para la aspiración al discipulado.

2. Una de las cualidades esenciales de la disposición de los discípulos es su capacidad para concebir nuevas ideas, lo que significa una apertura mental. Esta cualidad se basa en una convicción interna profunda de que la verdad revelada actualmente para ellos es relativa. El dogmatismo, el fanatismo y el estancamiento del crecimiento de los límites del conocimiento, obstaculizan el desarrollo de una nuevacomprensión. Esto, por supuesto, no se refiere a la cuestión de la protección de sus propios principios morales.

3. Disposición para seguir los consejos del Maestro. El Maestro se esfuerza plenamente para preservar el libre albedrío de los discípulos y simplemente les sugiere una u otra opción para la conducta o la solución del problema, dejando la decisión final en manos de los discípulos. Sin embargo, la capacidad de cooperar con el Plan Divino les permite a los discípulos ser eficientes colaboradores y confiar en el consejo del maestro, aunque no siempre sea comprensible. Las Cartas de los Maestros contienen un gran número de ejemplos en este sentido. Esto representa un gran reto para los aspirantes del mundo occidental debido a su exceso de confianza y arrogancia. Así es como un Maestro expresó esta idea en su respuesta a uno de los candidatos para el discipulado:

Antes de aceptar un candidato como discípulo, el Adepto, sin duda le instruirá a dejar a su familia, sus propiedades y su posición para despojarse y seguirlo hasta la espesura. ¿Hay algún teósofo británico que esté listo para esto?

Esta pregunta es relevante cuando se dirige a otras personas también, no sólo para los teósofos británicos.

4. Disposición para aprender las lecciones de una experiencia pasada es una cualidad importante de un discípulo. Esto es especialmente cierto cuando la experiencia es negativa, cuando no se ha conseguido el resultado previsto. La reacción habitual en estos casos incluye excusar nuestras acciones y la búsqueda de causas o circunstancias externas de fracaso, y culpar a los demás participantes de lo sucedido. Para los discípulos es muy importante resistir la tentación de tener esta reacción. Es esencial tratar de volver a pensar de manera objetiva en su propio comportamiento y reproducir de forma retrospectiva otras opciones para su comportamiento y sus posibles resultados. Este enfoque es mucho más constructivo y puede mejorar significativamente la capacidad de un discípulo para identificar una mejor estrategia para acciones futuras.

La idea misma de la creación de la Sociedad Teosófica, iniciada por uno de los Adeptos y aprobada en los más altos niveles de la Gran Fraternidad, tenía como objetivo comprobar la disposición de la humanidad para concebir una nueva comprensión del mundo y, sobre la base de tal comprensión, construir las bases de una nueva civilización.
Para concluir, puedo afirmar que la disposición de las personas, cuando se purifican de la influencia de su egoísmo, se convierte en buena voluntad real y es impulsada a la acción por su alto componente espiritual, Âtman o la voluntad de hacer el bien. La disposición no debe ser confundida con un estado constante de esfuerzo y expectativa de diversos problemas y amenazas que conduzcan al estrés crónico. Todo lo contrario. El más alto nivel de preparación es prácticamente idéntico al estado de liberación en el budismo. Significa la libertad de todo lo inferior que pone una carga y debilita las fuerzas y la voluntad del hombre. Esto quiere decir adquirir la capacidad de unirse con la fuerza bendita de la Naturaleza y convertirse en un ayudante del Plan Divino. Esto se traduce en el perfeccionamiento de nuestra capacidad (1) para integrarse en el proceso evolutivo sancionado por los más altos espíritus planetarios y, (2) tener las capacidades de nuestra propia personalidad acumulada durante siglos, los poderes energéticos y el potencial profesional, mental y físico. Significa integrarlos en este proceso evolutivo de modo consciente, no egoísta y con efectividad.  En la época soviética, los miembros de la Organización Joven Pionera utilizaban un lema “¡Estad listo!”, con la respuesta: “¡Siempre Listo!”. Esta consigna es muy sabia en el contexto del desarrollo y formación de la identidad de una persona. Nosotros, los teósofos, también somos pioneros en nuestros esfuerzos conjuntos: estamos ayudando a la humanidad a construir nuevos caminos. Sin embargo, cada uno de nosotros también está abriendo su propio camino en su vida personal. Por eso nos gustaría desear a todos y cada uno de nosotros: “¡estad siempre listos!”.



Hay muchas personas que buscan instrucciones prácticas de Ocultismo. Se hace necesario, por lo tanto, declarar de una vez por todas:

(a) La diferencia esencial entre el Ocultismo teórico y el práctico o lo que se conoce generalmente como Teosofía por un lado y, la ciencia oculta por el otro, y:

(b) La naturaleza de las dificultades que implica el estudio de este último.Es fácil llegar a ser un teósofo. Cualquier persona de capacidades intelectuales promedio y con inclinación hacia lo metafísico; de vida abnegada y pura, que encuentre más alegría en ayudar a su vecino que en recibir ayuda para sí mismo, que esté siempre dispuesto a sacrificar sus propios placeres en aras de otras personas y, que ame la Verdad, la Bondad, y la Sabiduría en sí mismas, no por el beneficio que puedan conferir, es un teósofo.

H. P. Blavatsky

Ocultismo Práctico

miércoles, 28 de diciembre de 2016

Olcott ‘Thatha’


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LAURA RODRÍGUEZ

 Trabajadora voluntaria en Adyar proveniente de Argentina.

Conferencia dada en el Día de Adyar, 17 de febrero 2016.

 Se dice que si en algún momento miramos los sucesos ocurridos en nuestras vidas, podemos conectar claramente esas experiencias que nos han conducido a lo que somos hoy. Del mismo modo, podemos hacer esto cuando exploramos la vida de esos pocos individuos sobresalientes cuya naturaleza interna los obligó a trabajar en beneficio de toda la humanidad.
            Mucho se ha dicho sobre el Coronel Olcott y quizás ustedes sepan más, sin embargo, permítanme rememorar a este extraordinario ser exponiéndoles algunos hechos.
            Nació en 1832 en el estado de New Jersey y creció en una granja como el mayor de seis hijos. En su juventud adquirió fama al establecer un modelo de granja de agricultura científica y, poco después, una escuela pionera de agricultura donde se usaba un entrenamiento sistemático. A los veintitrés años el gobierno de Grecia le ofreció la Cátedra de Agricultura Científica en Atenas, la cual rechazó. Poco después le ofrecieron la Dirección del Buró de Agricultura en Washington DC, que también denegó. Jugó un rol importante al erradicar la corrupción en el Ejército de EE.UU. y también ganó reputación como periodista.
            La ex Presidente Radha Burnier, en su artículo titulado ‘Coronel Olcott – un Hombre Superior’ dijo:

Este extraordinario éxito prematuro se debió a su iniciativa, energía y devoción por el bienestar de la humanidad. Lo que hizo no fue por el deseo de distinguirse o de beneficiarse; un puro espíritu altruista animó sus acciones.

            Luego, en 1875, fundó la Sociedad Teosófica junto a H. P. Blavatsky y otros y viajó por todo el mundo. Como expresó en su último mensaje, él quería que los miembros de la sociedad ‘prosiguieran la gran labor de proclamar y vivir la fraternidad de las religiones...’ y de ‘infundir en todos los hombres de la tierra que no hay religión más elevada que la verdad,… y que en la fraternidad de las religiones reside la paz y el progreso de la humanidad’. Radhaji dijo también: ‘Él dejó su huella en muchas áreas porque, dondequiera vivió y trabajó, manifestaba cualidades tales de mente y corazón que le hacían merecedor del apelativo de “Hombre Superior”, un término utilizado por Confucio’. Podemos observar que estas cualidades dirigieron cada acción que realizó en su vida.
            No voy a describirles en detalle los muchos roles que desempeñó durante toda su vida, sin embargo, me gustaría destacar su extraordinaria contribución a la elevación de la humanidad por medio de su más profunda y mayor preocupación – el desamparado y su educación. Cuando Olcott arribó a la India en 1879, no sólo estaba interesado en la educación en general, sino, particularmente, en la educación y en el fortalecimiento de la comunidad Harijan de la India, que eran conocidos en aquellos días como los Pariahs o los Panchamas.
            Sus primeros esfuerzos organizativos en esa dirección se realizaron a comienzos de 1890 en conexión con el movimiento de educación Budista en Ceilán y el renacimiento de la educación religiosa entre las castas hindúes superiores. Por el establecimiento de las Escuelas Teosóficas Budistas en Sri Lanka y las Escuelas Sánscritas en India, inició un movimiento que buscaba educar a la población local a través de sus lenguas nativas, el Sánscrito y el Pali, e instruirlos en su copiosa tradición, cultura y filosofía. Su objetivo era revivir en la dignidad india su propia cultura, que habían perdido, y un sentido de valor intrínseco de sus propias artes y oficios.
            En 1880, cuando Olcott arribó a Ceilán, su gran cultura se encontraba en un estado deplorable. Sólo existían tres escuelas Budistas en todo el país, aún cuando la población era predominantemente Budista. El sistema educativo estaba dominado por las iglesias Cristianas. Esto era así porque había una ley en Ceilán que evitaba la creación de cualquier escuela en un perímetro determinado de millas, donde hubiera otra. Como existían escuelas misioneras en cada sector, monopolizando los mejores lugares, esto significaba que las Escuelas Budistas no podian ser fundadas en modo alguno, o sólo en lugares muy lejanos. Entonces se fue a Londres y allí señaló la infamia de una ley que le negaba a una nación la educación de sus niños en su propia religión. El Gobierno cedió ante el grito de justicia; la ley fue abolida a pesar de todos los esfuerzos de los misioneros para evitarlo y los Budistas quedaron libres para construir sus propias escuelas en sus propias aldeas. Además, él ayudó al movimiento Budista no sólo en Ceilán, sino en todo el Sudeste Asiático.
            Luego, en 1894, Olcott inició un movimiento por la educación de los niños menos privilegiados en Chennai y sus alrededores. Este grupo social estaba al margen de las cuatro castas del Hinduismo, era llamado la quinta, o los Panchamas. Estaban considerados como marginados y coloquialmente eran llamados Pariahs o ‘intocables’, una palabra considerada extremadamente ofensiva en la actualidad. El hijo de un Pariah no podía ni soñar con asistir a la escuela, ni siquiera en aquellas escuelas dirigidas por el Gobierno Británico. Por medio de su movimiento, se establecieron varias escuelas gratuitas Panchamas (Harijan) contratando docentes calificados que eran teósofos, quienes rechazaban el sistema dominante de castas y de los marginados.
            Aunque la primera escuela comenzó en 1895 con 55 alumnos, en 1906 habían crecido a 5 escuelas con 731 estudiantes. Los nombres de las escuelas eran Damodar School, Olcott School, HPB Memorial School, New School y Tiruvalluvar School. Con el transcurrir del tiempo y debido a dificultades financieras, fue imposible continuar la labor en todas las escuelas. En consecuencia, tres de las escuelas en el área Municipal de la Ciudad de Madrás fueron transferidas a las autoridades locales y en 1930 sólo quedaban dos de ellas. Después, en 1933, de la misma manera, la HPB Memorial School fue entregada a la Administración Laboral de la Ciudad de Madrás y sólo quedó una, la Escuela gratuita Olcott Haijan, que luego del fallecimiento de Olcott en 1907 fue rebautizada con el nombre de Olcott Memorial School en su honor. La escuela está completamente subsidiada por donaciones de teósofos y de otras personas en la India y en otros países.
            Es inspirador leer algunos de los recuerdos y experiencias de personas que pasaron por la Olcott Memorial School, que estudiaron y trabajaron en la Escuela. Por ejemplo, esta es una anécdota de un docente retirado, C. Iyakannu, quien dijo:

El Coronel Olcott acostumbraba visitar la Escuela a menudo e indicaba a los docentes los métodos adecuados para la enseñanza de los niños. Al recibir tal educación, muchos estudiantes adquirieron un conocimiento general, también habilidades en algún oficio y fueron capaces de progresar en la vida. Muchos se hicieron docentes, buenos escritores o verdaderos trabajadores. Me siento muy complacido al decir que soy uno de los estudiantes formados en la Escuela y que así tuve éxito en la vida. Trabajé como docente en la Escuela desde 1909 hasta 1950, cuando me retiré.

            La actual directora de la Escuela también es graduada de Olcott School.
            Otro recuerdo conmovedor se relaciona con Felix Layton, el ex-director y corresponsal de Olcott Memorial School durante la presidencia de Sri Ram. Cuando Sri Ram, que era Director del Consejo Administrativo de la Escuela, le solicitó al Sr. Layton que asumiera como Director, él aceptó con alegría. Cuando Layton estaba por retirase, dijo:

Aproximándose el fin de mi servicio en la Escuela, reflexionaba con tristeza sobre cuánto valor verdadero había tenido este trabajo, entonces mi viejo amigo P. S. Krishnaswami me dijo: ‘Es un gran placer visitar Olcott School estos días’. ‘Oh’, le dije, ‘¿Y eso por qué?’ ‘Porque’, me respondió, ‘veo tantos rostros sonrientes y, los estudiantes y docentes lucen tan felices’. Y luego comprendí cuánto valor tenía este trabajo. Porque cuando los docentes y los estudiantes trabajan con entusiasmo y por los ideales de la Escuela y cuando son felices al hacerlo, puedes estar seguro que se hace mucho por el futuro de los estudiantes y del país’.

            Permítanme compartir una experiencia realmente hermosa que me hace sentir agradecida con Olcott y su legado. Tuve la oportunidad de hablar con una niña que asistió a Olcott School hace algunos años y quería saber qué significaba para ella haber estudiado en la Escuela. Tuvimos una agradable conversación; me contó sobre las actividades que tenían, todo lo que aprendió a hacer y también cuán gentiles y esmerados eran los docentes y el Director. Además, expresó cuán afortunada se sintió por la oportunidad, después de graduarse, de continuar su educación a nivel universitario gracias a una beca otorgada por el Director y la Escuela. Al final de nuestra conversación, luego de un breve silencio, le dije: ‘Entonces, tienes buenos recuerdos de la escuela’, y ella me contestó, ‘Sí, dulces recuerdos’.
            Hemos conectado unos pocos eventos de la vida de Olcott, pero probablemente los suficientes para comprender el extraordinario ser que fue. En este Día de Adyar, decidí mencionar sus contribuciones a la educación y rendirle homenaje a este inusual ser y a su labor. Esto es porque él inspiraba en otros la misma urgente necesidad de educación, amor, y compasión. Hoy, a 121 años de la fundación de la Escuela, Olcott Memorial Higher Secondary School, con más de sus 450 estudiantes, es indudablemente uno de sus mayores legados.
            Para citar al Coronel Olcott nuevamente, quisiera finalizar con su aspiración:

¿Cuál es el mayor bien al que aspiramos? ¿Cuál es el mayor bien, sino conocer algo del hombre y sus poderes, descubrir los mejores medios para beneficiar a la humanidad, física, moral, espiritualmente? A este bien aspiramos: ¿podemos  concebir una ambición más noble?
         


[1] ‘Abuelo’ en Tamil. Olcott Thatha es el titulo asignado a un pequeño libro ilustrado en memoria del Coronel H. S. Olcott, creado por estudiantes de la Escuela Secundaria Olcott Memorial en julio 2015 en colaboración con estudiantes graduados de la Universidad George Washington del curso de Terapia del Arte.

martes, 20 de diciembre de 2016

Nuevas fronteras para una Sabiduría eterna


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JOY MILLS

Reimpreso de The Theosophist, setiembre 1966.

La Sa. Joy  Mills fue Vice-Presidente internacional de la Sociedad Teosófica.

 El concepto de una ‘frontera’ ha influenciado por mucho tiempo el pensamiento del mundo occidental y en los Estados Unidos, particularmente, este concepto siempre tuvo un rico significado como parte de nuestra herencia histórica. En realidad, se le dio un nuevo y único significado a la palabra, por la experiencia del pueblo americano en explorar un continente compuesto mayormente de áreas en estado virgen. Como una persona criada en la tradición de esa experiencia y comprometida con la Sociedad Teosófica como un movimiento pionero único, que nació físicamente en una tierra cuyas personas, reunidas de diferentes culturas del mundo, concentraron su visión menos en los logros del ayer que en las promesas del mañana, me gustaría intentar aquí dar un salto de la imaginación. Tal salto tiene su contraparte física en la tradición histórica de la que hablo, cuando familias enteras emprendieron su viaje en carretones cubiertos y otros transportes primitivos para atravesar las grandes llanuras y las nobles alturas de las montañas para alcanzar una tierra prometida. En la historia de la Sociedad Teosófica hay una contraparte similar en la jornada emprendida por esos intrépidos pioneros de nuestro movimiento, los co-Fundadores de la Sociedad, H. P. Blavatsky y H. S. Olcott, cuando ellos se pusieron en marcha desde los comienzos conocidos de la organización en la ciudad de Nueva York a establecer un hogar en la tierra donde su herencia espiritual tenía sus raíces. El salto representado por esas jornadas físicas no estuvo carente de riesgos o peligros, pero se pensó menos en los numerosos obstáculos en el camino que en la meta que podría alcanzarse.

Así, nosotros aquí en este momento y en este lugar, intentando un nuevo salto de la imaginación, podemos estar menos interesados en las dificultades que enfrentamos y más en el curso que podemos planear por medio de las estrellas cuya luz conduce siempre hacia un horizonte distante. Porque nosotros nos hallamos hoy, creo, en el umbral de nuevas fronteras cuya exploración exige el mismo valor y fortaleza, la misma paciencia y tolerancia requerida por los Fundadores de este Movimiento.

Lo que se exige en nuestro tiempo es cierta buena voluntad del corazón, una disposición a arriesgar todo por el bien del viaje. Si esperamos que otros nos conduzcan a través del áspero terreno del presente, si miramos a la Sociedad Teosófica como una organización externa a nosotros mismos, con la cual tenemos una débil clase de afiliación pero sin identificación, y esperamos que la Sociedad nos construya  una cómoda estructura en la cual podamos mover el antiguo mobiliario de nuestros prejuicios, las baratijas de nuestros deseos personales, estaremos condenados a la desilusión y la Sociedad carecerá de esa energía y fuerza con la cual sus Fundadores la infundieron. Se nos ha dado una visión no de un fin predestinado sino de la grandeza de un viaje. Seríamos desleales con esa visión si no aceptamos la responsabilidad individual de nuestro compromiso para investigar las fronteras de la verdad que se halla ante nosotros.

Avancemos entonces, atravesando cualesquier barrera que separa el ayer del mañana, aceptando los desafíos, oportunidades y responsabilidades de hoy día. Exploremos algunos de los senderos en el interior de ese nuevo continente de pensamiento que se halla a nuestro alrededor.

Al aventurarnos hacia lo desconocido, debemos comenzar con lo conocido. Para dar un paso hacia adelante, uno debe moverse desde el punto donde uno está. Aún un examen superficial de la presente posición del hombre revela su desesperada necesidad de comprenderse a sí mismo. Se ha puesto de moda en nuestro mundo moderno adoptar una visión 3-D de Desesperación, Duda y Desacuerdo. La gente joven en más de un país se ha apartado de las tradicionales 3 R de la educación hacia las primitivas 3 R de Rebelión, Desorden y Revolución. Considero que la Sociedad Teosófica puede y debe restituirle al mundo una visión de la unidad esencial del hombre, de su destino inmortal, su divinidad potencial.

El Primer Objetivo de la Sociedad implica que la necesidad humana no diferencia colores y que la aspiración humana no conoce clases ni credos. La desesperación que resulta cuando se erigen barreras artificiales entre individuos, grupos y naciones se transforma en esperanza cuando los hombres conocen el significado de la fraternidad.

El Segundo Objetivo de nuestra Sociedad elimina la inseguridad por medio del estímulo del estudio de las proposiciones universales del conocimiento en sus cambios filosófico, científico y religioso. Así, la duda es reemplazada por la confianza.

El Tercer Objetivo nos conduce a través de la investigación de las leyes inmutables de la Naturaleza y del potencial inmortal del hombre, desde el desacuerdo de la rebelión contra todo eso que nos fragmenta en el mundo fenomenal a esa voluntaria aprobación a la ley de nuestro propio ser que es la afirmación de nuestra divinidad. Porque el Tercer Objetivo nos llama a enamorarnos de la posibilidad humana.

En una perspectiva tal, los Tres Objetivos de la Sociedad Teosófica no son fronteras que limiten la acción o circunscriban el pensamiento, son señales directrices que apuntan hacia el camino a nuevos e inexplorados territorios, a un futuro con infinitas prolongaciones.

Cuando aceptamos el desafío de estas señales directrices, entonces, a medida que nos movemos a explorar las fronteras que ellas indican tan claramente, podemos detenernos para advertir que el concepto de frontera tiene un doble significado. Es, en uno de sus aspectos, un límite que divide una tierra conocida de otra tierra, una demarcación entre áreas establecidas.  En el otro aspecto, una frontera marca el borde de lo conocido, el punto en el cual termina lo sabido y comienza el yermo. Estoy menos interesada aquí con el primer significado, el que me gustaría sugerir que puede estar relacionado de una manera más significativa con el Segundo Objetivo de la Sociedad, porque nos invita a explorar la religión, filosofía y ciencia, de modo que podemos llegar, como ya señalé, a la universalidad del conocimiento. Las fronteras del estudio están claramente indicadas, aunque las diferencias que separan a una disciplina de otra, la religión de la filosofía o, la filosofía de la ciencia, pueden a veces volverse borrosas. Sin embargo, es más directamente al segundo significado del concepto de frontera al que me gustaría referirme y sondear en alguna medida el área no cultivada de la posibilidad humana. Esta es el área insinuada en nuestro Tercer Objetivo y, un estudio en profundidad de ese Objetivo puede conducirnos al nuevo continente de nuestra humanidad.

La crisis de desequilibrio, tan clara en nuestra época, es una separación no sólo del hombre respecto al hombre, sino del hombre con él mismo. El hombre se ha clasificado, junto con todos los objetos y sucesos en el universo, como algo a observar, examinar, medir y estandarizar. El temor fundamental que controla al hombre es el temor a deshumanizarse y quizás en gran medida éste es responsable de la explosión de inquietud que estamos experimentando. Algo en nosotros resiste el intento de mirarnos como un qué a examinar con la simple objetividad de la observación externa. Queremos creer que somos un quién, a ser comprendido en toda la compleja subjetividad de la experiencia. Aun cuando nos vayamos en cohete a la luna, sentimos que hemos fallado en el encendido en algún lugar de la línea o, que la propulsión del jet debería haber sido usada en las dimensiones internas para descubrir la órbita de nuestras propias naturalezas. En el drama de la vida humana, parecemos estar alcanzando el punto de un éxito de taquilla, con entrada general solamente disponible en nuestro globo y, discutimos la disponibilidad de las unidades humanas con tan poco interés como determinaríamos la cantidad de mosquitos que podría albergar un pantano. En tal empeño no es de extrañar que el hombre probablemente diga ‘no’ a Dios, porque él ya dijo ‘no’ a sí mismo cuando se identifica únicamente con su naturaleza objetiva y externa. Pero existen quienes buscan aprender y desean conocer, quienes necesitan una fe para iluminar la etapa mundial con poca luz, que demanda una identidad auténtica, no un credo autoritario, quien no se satisfará con nada menos que caminar libremente con dignidad, esperanza y honor.

La Sociedad Teosófica tiene una oportunidad sin par en estos años finales del siglo veinte para hablarle al hombre, hablarle a la presente condición del hombre, claramente y sin equívocos llamándolo a conocerse a sí mismo en su verdadera identidad y así decir ‘si’ a todo lo que es posible para él. Las fronteras de la posibilidad humana: estas son las fronteras que ahora hay que explorar, no las fronteras externas del espacio exterior, sino los dominios internos del espíritu. La Sociedad Teosófica puede llegar a ser la consciencia de la humanidad, punzando las mentes de los hombres para una percepción de su fuente unitaria en un continuo inmortal de la Realidad, despertando sus corazones al reconocimiento de que la fraternidad es algo más que un hecho en la naturaleza, porque es una forma de vida, una forma de caminar y de ser constante. Y la Sociedad Teosófica puede hacer esto por virtud de la sagrada confianza que descansa en ella por aquellos Hermanos Adeptos que siempre constituyen el muro guardián de la humanidad, deteniendo la pleamar de la división, temor e ignorancia que sumerge al mundo en la oscuridad. Pero la Sociedad Teosófica es usted y yo, somos todos nosotros en conjunto, colaboradores de esa sagrada confianza que, si somos pocos o muchos, la tenemos a nuestro cargo para transmitirle al mundo el conocimiento de que hay una sabiduría eterna por medio de la cual el hombre puede verdaderamente conocerse a sí mismo, transformarse, sanarse, llegar a ser completos y, por lo tanto, más que sí mismo, uno con todos los demás, humanamente divinos y divinamente humanos.

En los primeros días de la Sociedad, Mohini Chatterjee señaló que la doctrina esotérica

‘enseña con especial énfasis que debe existir una clase de hombres, en todo momento de la historia de la evolución humana, en quienes la consciencia alcance una expansión tal en profundidad y área que le haga posible solucionar los problemas del ser por percepción directa y por lo tanto, mucho más íntegros que el resto de la humanidad’.

Tal percepción directa puede ser alcanzada sólo en la proximidad de un encuentro con los primeros principios, esos principios inmortales de la Sabiduría sobre los cuales deben basarse todas las verdades secundarias. Nosotros tenemos ese privilegio y esa responsabilidad, de llegar a ser en nuestra época y por las presentes necesidades, hombres y mujeres, quienes, habiendo luchado con la verdad, han logrado pasar a esa expansión de consciencia que permite una visión total, una expansión inducida, no por drogas o algún estímulo externo, sino por nuestros propios esfuerzos.

Todo gran viajero y explorador al conquistar su camino a través de océanos inexplorados o tierras desconocidas, ha trazado su rumbo por medio de las estrellas. Así también en el viaje de descubrimiento al cual hemos sido llamados, viaje que conduce al interior, a la dilatada consciencia de un Yo inmortal, podemos levantar nuestros ojos hacia las estrellas de sabiduría que siempre han brillado en el firmamento del tiempo.  Y la estrella polar es la estrella de la unidad hacia la cual la brújula de nuestro ser debe siempre volverse.

Tomando nuestra dirección desde la brillante estrella de la unidad, valientemente podemos partir hacia las fronteras de la posibilidad humana, las fronteras de la consciencia, en un esfuerzo por responder al angustiado grito del hombre moderno, aislado de su propia fuente, apartado de su hermano, temeroso de sus propios inventos, dubitativo aún de su futuro.

Para conocer los límites de nuestra humanidad, debemos definir lo que es ser humano. Actualmente, una popular canción en los Estados Unidos pregunta:

¿Cuántos caminos debe recorrer un hombre antes de que lo llames hombre?

La visión teosófica del hombre abarca todos los caminos de experiencia que condujeron a este momento y apunta más allá del yo real del hombre a su yo posible. Es una visión que define lo humano no en términos de lo que el hombre ha sido, no en términos del animal dentro de él, sino siempre en términos de lo que él puede ser. Porque es una visión que comprende la totalidad del hombre, el hombre como enraizado en la permanencia del espíritu, en el permanente dominio de la vida universal que es también consciencia impregnada de principio a fin con la felicidad suprema. Enraizado en un dominio así, que puede ser más metafísicamente descrito en términos familiares para el estudiante de Teosofía como chidâkâsam, cuya naturaleza es también ânanda, el hombre se vuelve hacia afuera para obtener las experiencias de la consciencia de sí mismo y, en esta vuelta hacia afuera recorre los caminos transitorios de la existencia, anclándose una y otra vez al sombrío fin del espíritu que llamamos materia. Y en el aquí y ahora de este anclaje es representado el drama de convertirse en humano, con toda la tragedia y comedia, todos los dolores y luchas y, alegrías y triunfos de aprender los roles de la humanidad en toda su diversidad, que un día puede avanzar a un dios.

El extraordinario paleontólogo filósofo jesuita, Pierre Teilhard de Chardin, habló de su propio descubrimiento fundamental que ‘somos llevados por una ascendente ola de consciencia’. ‘El estudio del pasado’ escribió, ‘me ha revelado la estructura del futuro’ Porque el hombre, emergente de un campo universal de consciencia, posee todas las potencialidades de esa consciencia, potencialidades que pueden ser brevemente resumidas en la bien conocida triplicidad de Omnipotencia, Omnisciencia y Omnipresencia, los poderes del permanente centro del hombre como âtmâ-buddhi-manas. Su tarea es comprender esas potencialidades en los roles vividos en existencias subsiguientes.

Así fue que De Chardin escribió acerca de un futuro particular para el hombre, el ‘ultra humano’ como él lo llamó. El filósofo escandinavo Soren Kirkegaard, cuya influencia sobre el pensamiento moderno occidental ha sido tan significativo, una vez observó: ‘Quien lucha con el futuro tiene un enemigo peligroso’. Pero tuvo la sabiduría de agregar, ‘A través de lo eterno conquistamos el futuro’. Hay un profundo significado en estas palabras, porque no se puede luchar con el futuro, al menos no con buen resultado, ni siquiera el mañana se lo puede mantener a raya por mucho tiempo. Pero podemos enfrentar el futuro, abarcar el futuro de nosotros y de la humanidad solamente reconociendo lo eterno. La sabiduría eterna, la Teosofía, nos lleva a encontrarnos con lo eterno, con los principios inmortales que permanecen a través de los constantes cambios de los fenómenos. Y de este encuentro, la lucha por la verdad, la búsqueda de la comprensión, aprendemos a conquistar el futuro atrayendo al presente todas las posibilidades del mañana. Podemos entonces llegar a ser ese grupo de hombres y mujeres que, en nuestra época, hemos alcanzado una expansión de consciencia interna tal que nos permita solucionar los problemas de la existencia por medio de nuestra propia percepción directa. Porque la percepción será de lo universal,  de la universalidad de la ley, la universalidad de la verdad y, todos los problemas serán atribuibles a esos principios permanentes.

Es por un viaje como este que somos llamados por nuestro compromiso con la Sociedad Teosófica: el viaje a través de las fronteras de nuestro propio ser, fronteras que son siempre nuevas porque cada individuo es único en su expresión, aun cuando está enraizado en una unidad inmortal. Es el bello viaje descrito hace mucho en uno de los Upanishads:

Hay una Luz que brilla más allá de todas las cosas en la tierra, más allá de todos nosotros, más allá de los cielos, más allá de lo más elevado, de los más altos cielos. Esta es la luz que brilla en nuestros corazones. Hay un puente entre tiempo y Eternidad y este puente es el Espíritu en el hombre. Ni el día ni la noche cruzan este puente, ni vejez ni muerte ni dolor…. Cuando este puente se ha cruzado, los ojos del ciego pueden ver, se curan las heridas y el hombre enfermo sale indemne de su enfermedad. Para quien camina sobre este puente, la noche se convierte en día, porque en los mundos del Espíritu hay una Luz que es eterna.

Explorando valientemente las fronteras de nuestra propia humanidad, avistando las estrellas de la sabiduría inmortal, divisando nuestro rumbo por las leyes inmutables de la naturaleza, podemos llegar a descubrir la latitud y longitud precisas del lugar en que nos hallamos en el borde de las fronteras de nuestras propias posibilidades. Porque sugiero que descubramos la dimensión de nuestro ser, nuestra propia estatura interna, al aprender a conocer lo que verdaderamente es el hombre: un Espíritu Inmortal envuelto en los atavíos de la mortalidad. Al descubrir la propia altura de nuestro ser, encontramos también la latitud de la existencia humana, la extensión de nuestras relaciones con los demás, porque el hombre es verdaderamente humano sólo en la relación. Solamente cuando el corazón es amplio podemos crecer en altura; solamente en el reconocimiento de nuestro parentesco con toda vida, más particularmente con aquellos que comparten la búsqueda humana, real y finalmente nos convertimos en hombres. Nuevamente cito a Teilhard de Chardin: ‘Hay solamente un contacto cargado de una irresistible fuerza centrípeta y unificadora y, ese es el contacto del hombre completo con la totalidad del hombre”. Porque aun cuando exploramos las fronteras implícitas en nuestro Tercer Objetivo, la totalidad del hombre y las potencialidades o poderes del hombre completo, somos conducidos directamente, completando el círculo, a las fronteras ética, moral y humanística indicadas en nuestro Primer Objetivo y así a la base misma del Movimiento Teosófico: la realización de esa única relación verdadera, libre, bella y divinamente humana que es la fraternidad.

Nuestra época necesita una nueva clase de fe y una nueva clase de valor. En una época en que las fronteras están demasiado a menudo definidas por muros, alambradas de púas y las innumerables barreras intangibles del odio, celos y amargura que separan al hombre del hombre, somos llamados por las incontables pequeñas valentías de la fraternidad humana y el amor humano a las acciones heroicas diarias. Cuando vivimos en las fronteras de lo humanamente posible, donde no hay laberintos de temor y ansiedad para que los guardias vigilen, conscientes de la fuente unitaria de nuestro ser porque osamos elevar nuestros ojos hacia las estrellas permanentes, ya no nos saludamos mutuamente como abstracciones, como cosas a usar, explotar y poseer. Entonces aprenderemos a hablarnos con las significativas sílabas de la afinidad, como personas auténticas, únicas, importantes, todos igualmente divinos. Y en nuestro viaje a través de estas fronteras, no confundamos velocidad por viaje; no confundamos destino con dirección y descansemos en los albergues de cómodas creencias cuando deberíamos estar dirigiéndonos a través de montañas de ideas. Sobre todo, no confundamos los números que pueden ser sólo las señales de arraigadas moradas, por esa fuerza que sólo unos pocos pueden alcanzar que pone a prueba sus músculos espirituales contra la resistencia de la verdad misma.

Nuestra época necesita la clase de fe que percibe en cada hombre un eterno espíritu logrando pasar a su propio destino inmortal. Nosotros en la Sociedad Teosófica, aun cuando podamos ser pocos o muchos, la tenemos en nuestro poder para evocar la consciencia de cada hombre al reconocimiento de un interés por toda vida. En los días de la frontera occidental americana, cuando los indios americanos guiaron al hombre blanco a través de llanuras sin caminos, se dice que el hombre blanco a menudo temía perder su camino y que pasaron más de un día y una noche de ansiedad en la búsqueda de una señal familiar, una indicación de campamento o puesto de avanzada. Pero cuando esto sucedía, el guía indio, se quedaba muy quieto, miraba hacia arriba a las estrellas y diría muy sencillamente: ‘Wigwam (tienda o vivienda de los indios de Norteamérica) perdida; indio, nunca perdido”. Así hoy, pocos comprometidos con el noble sueño de la fraternidad pueden estar muy seguros en un mundo crecientemente ansioso con temor e inseguridad y proclamar que la pérdida de posesiones externas, aún la pérdida de la comodidad de la wigwam de las creencias fijas, no son pérdidas que importen. Porque el hombre, el hombre esencial, inmortal, dotado de las potencialidades de la divinidad, nunca puede perderse, mientras mire a las estrellas de la verdad que no solamente están arriba sino también dentro de él.

Así, si comienzo hablando como una americana, cuya tradición histórica está situada en el movimiento sin raíces de un pueblo hacia una frontera siempre en retirada, déjenme concluir hablando como una que comparte con todos los estudiantes de esta Sabiduría Eterna una profunda convicción de las infinitas posibilidades del espíritu humano. Las nuevas fronteras que están ante nosotros cruzan las llanuras sin caminos de nuestras propias dimensiones internas del ser; más allá de las elevadas montañas de las aspiraciones humanas; sobre los sinuosos ríos de la compasión que puede regar el árido suelo de la miseria humana, aquí se halla nuestro sendero. Si tenemos la fortaleza, la paciencia, el valor y la sabiduría para trazar nuestro camino a través de estas fronteras, para establecernos en ese nuevo continente de pensamiento del que han hablado los Hermanos Mayores de la Humanidad, ese nuevo continente de pensamiento donde todos los hombres un día reconocerán su unidad esencial de espíritu en una fraternidad de los libres, si podemos tomar este, el viaje más largo al servicio del mundo depende del compromiso individual que traemos a la causa de la solidaridad humana. El desafío está allí, el privilegio del comienzo es nuestro, la responsabilidad de caminar hacia adelante se nos ha dejado a nosotros. Verdaderamente, no hay otro camino a seguir.

miércoles, 7 de diciembre de 2016

Invertir la corriente: Una elección conciente


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Tim Boyd

 Todos somos conscientes de la idea evidente, básica y universal, de que formamos parte de ciclos. Lo vemos en todos los aspectos de la vida. Es una de las Proposiciones dentro de nuestro canon teosófico, cosas tan sencillas como el día y la noche, cada aliento que inhalamos y exhalamos y el cambio de estaciones. En nuestro planteamiento teosófico también pensamos en términos de manvantara y pralaya, la exhalación e inhalación de los universos. Hay muchos ciclos mayores, pero me gustaría hablar de uno específico para el viaje del desarrollo en el que estamos todos implicados.

El ciclo fundamental del desarrollo del alma tiene su raíz en nuestra literatura y estudio, es el viaje de ida y vuelta, el viaje al exterior, a la manifestación, y el de retorno. La parte externa está descrita en las historias de todo el mundo. Toda tradición espiritual tiene historias de estos ciclos, porque están relacionados con cosas grandes y porque están relacionados con nosotros individualmente. Una descripción típica de esas historias es la que muestra un personaje que representa el alma y que abandona su hogar o su reino para irse a tierras lejanas. En esas tierras tiene algunas experiencias, a veces olvida las glorias de su propio reinado, y vive de la misma manera que la gente de esas tierras lejanas. Pero llega un momento en el que el alma empieza a recordar y con eso comienza un aspecto completamente nuevo del ciclo.

Una historia que describe todo esto de forma vívida es el Mahabharata, donde el clan de los Pandava pierde su herencia y tiene que vagar, luchar y viajar hasta conseguir la victoria final en la batalla. También la vemos descrita en la vida de los grandes seres. El Buddha dejó su reino, su vida principesca, para emprender ese viaje hacia la iluminación. H.P. Blavatsky dejó su hogar a los 17 años y se fue sola en busca de una sabiduría más profunda que la llevó a viajar por el mundo durante los restantes cuarenta y tres años de su vida.

Una historia espiritual integrada en la tradición occidental, la del Hijo Pródigo, es una descripción excelente del mismo viaje de ida y retorno. Es la historia de un gran hombre cuyo hijo un día decide marcharse de casa porque quiere viajar. Pide y recibe toda su riqueza, que se lleva consigo en un viaje que hace a tierras lejanas. Por el camino, va perdiendo gradualmente toda la riqueza que le han dado. La dilapida en el viaje a la tierra lejana de la implicación material en la materia. En un momento determinado se encuentra lejos de su casa y tiene que llevar la dura vida de la gente de aquellas tierras, viéndose obligado a aceptar los más humildes empleos para poder comer. En esa cultura particular, el empleo más inferior era el de dar de comer a los cerdos y ése era el trabajo que estaba haciendo el hijo de un gran señor.

En esa historia la hambruna se apodera de la tierra. El hijo se muere de hambre, ya que le falta el alimento espiritual. Tiene tanta hambre que se come la comida destinada a los cerdos. Es la descripción del descenso más profundo del alma. Es el punto crítico de la historia y también para nosotros. Lo que ocurre en la historia describe el proceso en el que estamos inmersos ahora. En este momento de desesperación el hijo recuerda su estado anterior y que es el hijo de la divinidad y la forma en que vive y se conduce está completamente alejada de su verdadera naturaleza. Es el momento crítico porque aquí es donde empieza el viaje de retorno.

En los escritos teosóficos se habla de este ciclo de ida y retorno en las Tres Proposiciones Fundamentales. En la tercera Proposición se dice que hay un peregrinaje obligatorio para cada alma. Cada alma tiene que hacer su viaje. El viaje de ida está dictado por lo que se dice en esa tercera Proposición, que la individualidad se adquiere primero a través del impulso natural, o sea que en la parte externa del viaje es la fuerza impulsora de la Naturaleza la que nos empuja. No se trata de una elección consciente sino de una reacción a los efectos e impulsos de la Naturaleza.

Durante esa parte del viaje nos vemos empujados por la Naturaleza, que divide al mundo en formas que nos son familiares: en lo que nos es agradable y en lo que nos causa dolor y el resto es neutro. Según el modo en que funciona la conciencia, cogemos lo agradable y nos resistimos a lo que nos causa dolor. Ese hábito de la mente nos impide tener cualquier experiencia genuina del mundo, porque la mente divide al mundo en falsas categorías de lo que nos gusta y lo que no, lo que anhelamos y lo que apartamos.

El problema clave para el individuo es que hay un punto importantísimo del despertar al cual conseguimos finalmente llegar. Para dar un ejemplo de ese proceso, imaginad lo que ocurre si alguien dispara una flecha al aire. La flecha es lanzada con una fuerza que la empuja. En el viaje de ida esa fuerza disminuye, la flecha se ralentiza, se detiene y después comienza su viaje de retorno a la tierra de donde salió.

Las enseñanzas ocultas hablan de un momento de nuestro desarrollo en el que tenemos el potencial de acelerar el viaje de regreso al hogar. El punto en el que esta aceleración tiene lugar es el punto en el que nosotros, como familia humana, nos encontramos ahora. Por supuesto,  siempre hay personas que se hallan más adelante en la curva. Ese movimiento propulsor nos impulsa cada vez más profundamente a asociarnos con la materialidad. Pero cuando ese movimiento empieza a ralentizarse, tenemos por primera vez la oportunidad de hacer una elección genuina, y no una simple reacción a los impulsos de la Naturaleza. Tenemos la ocasión de hacer elecciones de manera consciente. En esa tercera de las Tres Proposiciones Fundamentales de la Doctrina Secreta, cuando se alcanza este punto, guiamos nuestro desarrollo a través de “esfuerzos auto inducidos y auto elaborados”. Tomamos el control y ejercitamos la conciencia que ha crecido en nuestro  interior durante el curso del largo vuelo hasta la existencia material y ahora determinamos la mejor forma y la más expeditiva, no sólo para nosotros sino para todos los seres, de hacer el viaje de regreso a casa. Éste es el punto en el que nos encontramos ahora.

Si éste no fuera el nivel de nuestro desarrollo, algo como la Teosofía carecería de significado para nosotros. El momento en el que empieza el viaje de retorno es el momento crítico de toda esta historia. En este viaje de retorno a casa, lo que más nos interesa es la opción que elegimos continuamente del “Conócete a ti mismo”. Se trata de un proceso en el que nos vamos conociendo de forma cada vez más profunda. El yo, apartado de la realidad más amplia en la cual existe, carece de significado y es ilusorio. El único yo que tiene significado es el que está relacionado inextricablemente con la vida superior dentro de la cual todos los seres viven, se mueven y tienen su existencia.

La unicidad puede experimentarse de muchas maneras. Un ejemplo que estoy utilizando actualmente es el del cuerpo humano. Dentro de él hay múltiples trillones de vidas individuales, o células, que componen el cuerpo. De alguna manera, a toda esa comunidad de vidas la llamamos “yo”. Pero si tomamos el ejemplo de cualquier célula y nos preguntamos qué es lo que motiva a ese organismo singular durante el curso de su vida cotidiana, veremos que probablemente no le importe mucho lo que digamos en una Convención de la Sociedad Teosófica, ni tampoco las facturas que hemos de pagar o los libros que decidimos leer. El requisito básico para esa célula individual es tener un clima acogedor, un equilibrio ácido adecuado a su alrededor, suficiente alimento y la capacidad de reproducirse.

Con nuestra imaginación, podemos suponer que, entre todos esos trillones de células, a una de ellas se le ocurra que aquí está ocurriendo algo más grande. Supongamos que a la célula se le ocurre que desea saber más de la vida más grande dentro de la cual vive y se mueve.  Eso sería un ejemplo de una célula espiritualizada. No tiene posibilidad de comprender la enormidad del cuerpo en el que reside. Es demasiado enorme. Y eso es algo similar a nuestra condición. Nos estamos preguntando cosas sobre esa Vida Más Grande y tenemos vagas experiencias respecto a ella. En un momento determinado nos comprometemos a profundizar en nuestro conocimiento y a tratar de conducir a otros en esa dirección.

Cuando se le pidió a HPB que describiera lo que es un ser humano, su respuesta fue que es el espíritu superior y la materia inferior enlazados por la mente. En la Doctrina Secreta el proyecto humano es el resultado de la unión de las tres corrientes evolutivas, la espiritual, la intelectual y la física. Estas cosas parecen muy sencillas porque tendemos a relacionarlas con nosotros; el espíritu superior está “dentro de mí”, la materia inferior es “mi cuerpo”. Pero ella hablaba de algo mucho más importante. No solamente esas corrientes están activas dentro de nosotros, sino que hay todo un espectro de inteligencias que participan en este proyecto. Cada uno de nosotros es el producto de la presencia participativa de los más altos Dhyani Chohans, así como de la clase más inferior de los elementales. Somos seres complejos. La unidad que queremos explicar tiene su propia complejidad.

Por esto, para nosotros como humanos, la comprensión de esta complejidad es lo que se busca con el proyecto humano. En Luz en el Sendero se nos aconseja “buscar en la tierra, en el aire y el agua los secretos que guardan” para nosotros, mirar en nuestro interior, examinar las distintas corrientes y preguntar cuáles son esos secretos que las distintas inteligencias superiores que actúan dentro de ese proyecto humano tienen para nosotros. “Preguntad a los Santos Seres de la tierra los secretos que guardan” para nosotros. “Preguntad al Uno, al más interno, su secreto final” que ha estado siempre guardado para nosotros. Ése es el proceso en el que nos implicamos cuando llegamos al nivel de poder elegir finalmente de forma consciente.

Para dar otro ejemplo, en 1980 tuvo lugar un importante cataclismo en la costa oeste de los Estados Unidos. Fue la erupción masiva de un volcán situado en el estado de Washington, el Mount Saint Helens. Fue algo repentino, aunque los científicos ya sabían desde hacía tiempo que ese volcán estaba a punto de estallar. Habían visto cómo abultaba la ladera norte del volcán y por debajo habían empezado las sacudidas regulares de algunos terremotos. Todo les hacía pensar que estaba a punto de ocurrir alguna actividad y así fue, en mayo. Un terremoto hizo desaparecer una parte de la ladera de la montaña, mostrando los ríos de lava ardiendo que había por debajo y haciéndola estallar. Fue extraordinario y se filmó todo en una película, pero devastó todo el entorno. No sobrevivió nada; murió todo en kilómetros a la redonda.

Unos tres o cuatro años después del terremoto, yo sobrevolaba el lugar en dirección al noroeste y el piloto pasó por encima de la misma montaña. Me habían dado el asiento al lado de la ventanilla. Cuando miré abajo, nunca había visto nada parecido. Era como si estuviera viendo la faz de la luna. No había señal de vida alguna en ninguna parte, todo estaba cubierto de ceniza gris o negra. Antes del terremoto, había un bosque de pinos muy altos alrededor del volcán. Por la fuerza del estallido, todos los árboles habían sido arrancados de cuajo y se veían las raíces orientadas en dirección al origen del estallido. Aquellos enormes árboles caídos parecían los palillos con los que juegan los niños. Era el despliegue más increíble de fuerza natural y de su capacidad para la devastación.

Unos diez años más tarde volví a sobrevolar la misma montaña. Con el recuerdo de lo que había visto antes, miré por la ventanilla para ver qué imagen se me ofrecería ahora. Lo que vi fue algo totalmente distinto. Aunque se podía ver todavía la silueta de algunos árboles caídos por debajo, la tierra había florecido con nueva vida. Dondequiera que mirara todo estaba verde, una vida verde y floreciente. Los animales pudieron volver de forma totalmente renovada; florecían ellos también. La tierra, que se había visto regenerada por la ceniza volcánica, era más productiva de lo que había sido nunca. De la devastación total y yerma, estaba naciendo en abundancia una nueva vida. Fue una visión extraordinaria pero también me hizo reflexionar.

A veces nos enfrentamos a ciertas situaciones en nuestra vida como individuos y como familia humana. Ahora, como siempre, hay decisiones que podemos tomar si estamos lo suficientemente presentes, conscientes y dispuestos a atrevernos a tomar esas decisiones. En la vida oculta tenemos un dicho que dicta nuestro comportamiento: saber, querer, osar y callar, siendo el “callar”, naturalmente, el más difícil de todos. En un momento determinado, sabemos; tenemos el conocimiento. Nadie tiene que decirnos que en ese punto de la historia de la humanidad nuestro comportamiento como familia humana está afectando al planeta de forma grave. Hace cuatro semanas en Adyar, cuando las inundaciones lo invadían todo, no había electricidad y habían desaparecido todas las artimañas del progreso humano tan avanzado, moderno, civilizado y maravilloso, nosotros lo sabíamos.

Nosotros mismos hemos creado esas situaciones. Ya sea a nivel personal o de toda la humanidad, cada vez que experimentamos épocas de devastación, de alguna manera tiene lugar una respuesta; no es una reacción, sino una respuesta. A partir de los millones de vidas que se perdieron en la Segunda Guerra Mundial, de todas las expresiones no sólo de desigualdad, sino de odio de otros seres humanos y grupos de seres humanos, emergimos del cataclismo con un mundo devastado. De eso nació el hermoso documento que se ha convertido en el modelo por el que deben regirse las naciones: la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Es un maravilloso documento cuya lengua original es casi idéntica al primer Objetivo de la Sociedad Teosófica. Las distinciones, discriminaciones y odios basados en raza, religión, género, casta o preferencia sexual son artificiales y contraproducentes para el desarrollo humano.

En la tradición de la Sabiduría Perenne, tenemos el concepto del upadhi, o vehículo. Es un vehículo que capacita la expresión de algo de nivel superior. Así la mente es el vehículo de la inspiración espiritual o buddhi. La sustancia es el upadhi del espíritu. La compasión, que es la Ley de leyes, la naturaleza de nuestro ser, que está conectada con esa experiencia de unicidad, también requiere su vehículo. ¿Cuál es el vehículo de la compasión en este mundo? ¿Por qué somos compasivos? La pregunta más importante es: “¿Por qué no somos compasivos?”

El vehículo de la compasión es esa mente, o conciencia, que es responsable, es decir, capaz de responder. La responsabilidad es el florecimiento de todo el trabajo que hemos hecho en esta vida y en vidas anteriores y que nos hace capaces de responder. Solamente cuando llegamos a ese punto de nuestro desarrollo en el que somos totalmente capaces de hacer una elección consciente puede decirse que somos “responsables”, verdaderamente capaces de responder.

En la física cuántica tenemos el concepto del salto cuántico. Parece una idea puramente científica, pero es algo que vemos normalmente en la vida. La idea es que cuando tenemos un electrón que rodea al núcleo de un átomo, cierta cantidad de energía se invierte en ese electrón y, de repente, se mueve hacia una órbita completamente nueva. No pasa por el espacio que lo separa de la nueva órbita, se mueve súbitamente, totalmente y completamente, a una nueva órbita. Podemos verlo también, no ya con un microscopio de electrones, sino en cosas como la Primavera Árabe, las manifestaciones de Tiananmen Square, con nuestra propia experiencia repentina de un nuevo nivel de visión o con la caída del Muro de Berlín. Un día la gente se fue a dormir y el Muro seguía allí. Al día siguiente se despertaron y el Muro estaba desapareciendo.

El trabajo interno de la conciencia centrada tiene efectos de largo alcance. Cada uno de esos ciclos de los que hemos hablado tiene su momento. Cuando llega ese momento, se convierte en una fuerza irresistible. El papel de todos nosotros es el de optar responsablemente por acelerar su llegada. Y esto ocurre de muchas maneras.

En mi zona de los Estados Unidos, en esta época del año hay nieve en el suelo, pero cada invierno, sin falta, el invierno se convierte en primavera. Cuando llega ese momento, tanto si hay nieve en el suelo y un poco de escarcha en el aire como si no, veréis cómo las flores se abren camino a través de la nieve. Es algo irresistible cuando llega el momento de esa fase del ciclo. Y nosotros formamos parte de esos ciclos internamente. Si hemos estado haciendo nuestro trabajo adecuadamente, somos conscientes de que llega una nueva época. Esta época entra en otra, primero de forma sutil, pero después de forma repentina y completa.

Actualmente estoy viajando mucho por el mundo y dondequiera que voy encuentro personas como nosotros, que sienten que el refinamiento de la conciencia tiene un valor. En todo el mundo hay gente como nosotros que están trabajando en esos campos, sin saber ni cuándo ni por cuánto tiempo y sintiéndose de algún modo separados y solos. No se trata de una información que aparezca en los medios de comunicación. Lo que no se dice en las noticias es el movimiento de la conciencia que está ocurriendo en el mundo actualmente, donde pequeños grupos de personas están encontrando su camino hacia otros pequeños grupos de personas. La conexión se está haciendo. De hecho, ya se ha hecho. ¿Cuando llegará el momento en que esta malla represente nuestro nuevo modelo? Esperemos que sea en nuestra época. Definitivamente será pronto.

Estas son las pautas que os pido que tengáis en consideración y las cosas a las que habría que prestar atención. La compasión y la responsabilidad universal. Cada uno está en posición, en esta etapa del desarrollo, de ser responsable, de elegir y de elegir sabiamente. Conectemos con esa compasión que es nuestra genuina naturaleza. No tenemos enemigos que se definan por su nacionalidad. No hay ninguna nacionalidad que sea nuestro enemigo, pero sí que tenemos enemigos. Nuestros enemigos más intratables se hallan en nuestro interior, esos pensamientos egoístas que nos separan de la experiencia de la corriente libre del amor y la compasión. Ése es el enemigo, porque nos tiene encarcelados. Es también un enemigo sobre el que tenemos un completo control, si realmente creemos tener control alguno. Si podemos auto convencernos de eso, el resto será fácil.

Madame Blavatsky dijo una vez que había dos voces a las que escuchaba y obedecía sin rechistar: la voz de su propio yo superior, con la que estaba suficientemente conectada como para poder saber cuándo le hablaba y la segunda era la voz de su Maestro. Su acceso a esas voces no era único. Nosotros también lo tendremos si lo pedimos, si queremos escuchar, si queremos oír y saber lo que nos dice, si estamos dispuestos a querer hacer lo que ya sabemos. Si deseamos osar movernos en este mundo de forma opuesta a la corriente del comportamiento convencional. Ésa es la corriente que hemos venido a invertir. Es difícil al principio; requiere un enorme esfuerzo antes de poder eliminar todo esfuerzo, pero una vez establecida, será una conducta que no nos costará nada. Sabedlo, convertidlo en parte de vuestra voluntad, atreveos a dar ese paso y sabed también que no lo estáis dando solos. Puede que no los veáis  a vuestro alrededor, pero no estáis caminando solos. Y callad.

Callad y conoced qué es aquello que os está susurrando continuamente en vuestro interior, esperando a ser oído.