Adyar, India, 1933
PRIMERA PLÁTICA EN ADYAR
Mr. Warrington, el presidente en ejercicio de la Sociedad
Teosófica, tuvo la bondad de invitarme a venir a Adyar para ofrecer aquí
algunas pláticas. He aceptado con mucho gusto su invitación y aprecio su
amistad, la cual espero que continúe, aun cuando podamos diferir completamente
en nuestras ideas y opiniones.
Confío en que todos ustedes escucharán sin prejuicios mis
pláticas y que no pensarán que trato de atacar a su sociedad. Es completamente
otra cosa lo que quiero hacer: quiero despertar el deseo por la verdadera
investigación, y pienso que esto es todo cuanto un maestro puede hacer. Es todo
cuanto quiero hacer. Si puedo despertar ese deseo en ustedes, he completado mi
tarea, porque gracias a ese deseo adviene la inteligencia, esa inteligencia que
está libre de todo sistema y de toda creencia organizada. Esta inteligencia
está más allá de todo concepto de compromiso y falso amoldamiento. Así que,
durante estas pláticas, aquéllos de ustedes que pertenecen a diversas
sociedades o a grupos, tendrán la bondad de recordar que estoy muy agradecido a
la Sociedad Teosófica y a su presidente en ejercicio por haberme invitado a
venir aquí para hablar, y que no ataco a la Sociedad Teosófica. No estoy
interesado en atacar. Pero sostengo que, mientras las organizaciones para el
bienestar social del hombre son necesarias, las sociedades basadas en
esperanzas y creencias religiosas, son nocivas. Por lo tanto, aunque pueda
parecer que hablo con dureza, por favor, tengan presente que no ataco a ninguna
sociedad en particular, sino que estoy contra todas estas falsas organizaciones
que, aun cuando manifiesten ayudar al hombre, son en realidad un gran obstáculo
y constituyen medios de constante explotación.
Cuando la mente está llena de creencias, ideas y
conclusiones definidas a las cuales llama conocimientos y que se convierten en
algo sagrado, entonces cesa el movimiento infinito del pensar. Es lo que ocurre
con la mayoría de las mentes. Lo que llamamos conocimiento es meramente
acumulación, impide el movimiento libre del pensar; no obstante, rendimos culto
al así llamado conocimiento y nos aferramos a él. De esta manera, la mente
queda enmarañada y enredada en el conocimiento. Sólo cuando la mente se libera
de toda esta acumulación, cuando se libera de creencias, ideales, principios,
recuerdos, existe un pensar creativo. Uno no puede desechar ciegamente la
acumulación; sólo puede liberarse de ella cuando la comprende. Entonces hay
pensamiento creativo, entonces hay un movimiento eterno. La mente ya no está
separada de la acción.
Ahora bien, las creencias, los ideales, las virtudes y las
ideas santificadas que ustedes persiguen y a las que llaman conocimiento, impiden
el pensar creativo y, de tal modo, ponen fin a la continua maduración del
pensamiento. Porque el pensamiento no implica seguir un surco particular de
ideas establecidas, hábitos y tradiciones. El pensamiento es crítico, es una
cosa aparte del conocimiento heredado o adquirido. Cuando uno acepta meramente
ciertas ideas y tradiciones, no está pensando, hay un lento estancamiento.
Ustedes me dicen: “Tenemos creencias, tenemos tradiciones, tenemos principios;
¿acaso no son correctos? ¿Debemos desembarazarnos de ellos?” No voy a decirles
que deben desembarazarse o que no deben hacerlo. En realidad, la prontitud
misma con que están dispuestos a aceptar la idea de que deben o no deben
desembarazarse de estas creencias y tradiciones, les impide pensar; se encuentran
ya en un estado de aceptación; por lo tanto, carecen de capacidad crítica.
Yo hablo a individuos, no a organizaciones o grupos de
individuos. Hablo a cada uno de ustedes como individuo, no a un conjunto de
personas que sostienen ciertas creencias. Si mi plática ha de tener algún valor
para ustedes, traten de pensar por sí mismos, no con la conciencia grupal. No
piensen en los términos con los cuales ya se han comprometido, porque son
meramente formas sutiles de consuelo. Dicen: “Yo pertenezco a tal sociedad, a
tal grupo. He hecho ciertas promesas a ese grupo y he aceptado de él ciertos
beneficios. ¿Cómo puedo pensar aparte de estas condiciones y promesas? ¿Qué
debo hacer?” Yo digo: No piensen en términos de compromisos, porque éstos les
impiden pensar creativamente. Donde hay mera aceptación no puede haber un
pensar libre, fluido y creativo; sólo este pensar es inteligencia suprema,
felicidad. El así llamado conocimiento al que rendimos culto, por el cual, a
fin de obtenerlo, nos esforzamos leyendo libros, impide el pensamiento
creativo.
Pero porque yo diga que tal conocimiento y tal lectura
impiden el pensar creativo, no se vuelvan inmediatamente a lo opuesto. No
pregunten: “¿No debo leer en absoluto?” Hablo de estas cosas porque quiero
mostrarles su significado intrínseco; no quiero instarles a que hagan lo
opuesto.
Ahora bien, si la actitud de ustedes es de aceptación, viven
con el temor al juicio crítico, y cuando surge la duda, como debe surgir, la
destruyen esmerada y diligentemente. Sin embargo, es sólo mediante la duda,
mediante el juicio crítico, que pueden llegar a la plena realización; y el
propósito de la vida, como lo explicaré enseguida, es esa realización plena, no
el acumular, el lograr cosas. La vida es un proceso de búsqueda, búsqueda no de
un objetivo particular, sino de liberar la energía creativa, la inteligencia
creativa en el hombre; es un proceso de movimiento eterno, no limitado por
creencias, por conjuntos de ideas, por dogmas o por el así llamado
conocimiento.
Por lo tanto, cuando hablo de juicio crítico, tengan la
bondad de no ser prosélitos. Yo no pertenezco a sus sociedades, no sostengo
opiniones e ideales. Estamos aquí para examinar, no para tomar partido. Por
consiguiente, tengan la bondad de seguir imparcialmente lo que diga, y tomen
partido -si es que deben hacerlo- después de que hayan concluido estas
pláticas. El hecho de pertenecer a un grupo determinado les da un sentimiento
de bienestar, de seguridad. Piensan que porque muchos de ustedes sostienen
ciertas ideas o principios, por eso crecerán internamente. Pero por ahora
traten de no tomar partido. Traten de no estar influidos por el grupo al que
hoy pertenecen y traten también de no tomar partido por mí. Todo lo que tienen
que hacer durante estas pláticas es examinar, ser críticos, dudar, descubrir,
investigar, profundizar en los problemas que tienen ante sí.
Ustedes están acostumbrados a la oposición, no al juicio
crítico. Cuando digo “ustedes”, no piensen, por favor, que hablo con una
actitud de superioridad. Digo que no están acostumbrados al juicio crítico y
esperan desarrollarse espiritualmente gracias a esta falta de espíritu crítico.
Piensan que, mediante esta destrucción de la duda librándose de la duda,
progresarán, porque eso es lo que les han presentado como una de las cualidades
indispensables para el progreso espiritual; así es como son explotados. Pero en
su esmerada destrucción de la duda, en su rechazo del espíritu crítico, han
desarrollado meramente la oposición. Dicen: “Las Escrituras son mi autoridad en
esto”, o “los Maestros han dicho tal cosa”, o “esto lo he leído”. En otras
palabras, sostienen ciertas creencias, ciertos dogmas, ciertos principios con
los cuales se oponen a cualquier situación nueva y conflictiva e imaginan que
piensan, que son críticos, creativos. La posición de ustedes es como la de un
partido político, que sólo actúa a base de oposición. Si son verdaderamente
críticos, creativos, jamás ejercitarán la mera oposición; entonces se
interesarán en realidades. Pero si su actitud es meramente la de oponerse,
entonces la mente de ustedes no se encontrará con la mía; en consecuencia, no
comprenderán lo que estoy tratando de comunicar.
Así, cuando la mente está habituada a la oposición, cuando
ha sido cuidadosamente adiestrada -mediante la así llamada educación, mediante
la tradición y la creencia, mediante los sistemas religiosos y filosóficos- a
adquirir esta actitud de oposición, es natural que no tenga la capacidad de
ejercer la crítica y de dudar verdaderamente. Pero si es que van ustedes a
comprenderme, esto es lo primero que deben tener. Por favor no cierren sus
mentes contra lo que estoy diciendo. El verdadero espíritu crítico es el deseo
de descubrir. La facultad crítica existe solamente cuando desean descubrir el
valor intrínseco de una cosa. Pero no están habituados a eso. Sus mentes han
sido hábilmente adiestradas para atribuir valores a todo, pero mediante ese
proceso jamás comprenderán el significado inherente de una cosa, de una
experiencia o de una idea.
Así que, para mí, el verdadero espíritu crítico consiste en
tratar de descubrir el valor intrínseco de la cosa misma y no en atribuir una
cualidad a esa cosa. Ustedes atribuyen una cualidad al medio que los rodea, a
una experiencia, sólo cuando desean obtener algo de ello, cuando desean ganar
algo o tener poder o felicidad. Esto destruye el verdadero espíritu crítico. La
atribución de valores pervierte el deseo y, por lo tanto, no pueden ver
claramente. En vez de tratar de ver la flor en su original y total belleza, la
miran a través de vidrios de colores; en consecuencia, jamás pueden verla tal
como es.
Si quieren vivir, disfrutar, apreciar la inmensidad de la
vida, si realmente quieren comprenderla, no sólo repetir como loros lo que les
han enseñado, lo que inculcaron dentro de ustedes, entonces su primera tarea es
eliminar las corrupciones en que se encuentran enredados. Les aseguro que ésta
es una de las tareas más difíciles, porque estas corrupciones forman parte del
adiestramiento, de la educación que les impartieron, y es muy difícil
desprenderse de eso.
La actitud crítica requiere que estemos libres de la idea de
oposición. Por ejemplo, ustedes me dicen: “Nosotros creemos en los Maestros;
usted no. ¿Qué tiene que decir a esto?” Y bien, ésa no es una actitud crítica,
es una actitud infantil por favor, no piensen que hablo con dureza-. Estamos
discutiendo si ciertas ideas son fundamental e intrínsecamente genuinas, no si
ustedes han ganado algo gracias a estas ideas; porque lo que han ganado pueden
ser meramente corrupciones, prejuicios.
Mi propósito durante esta serie de pláticas es despertar en
ustedes su propia capacidad crítica, de modo que los maestros lleguen a serles
innecesarios, que no sientan la necesidad de asistir a conferencias, a
sermones, que comprendan por sí mismos lo que es verdadero y vivan de una
manera completa. El mundo será un lugar más feliz cuando ya no haya más
maestros espirituales, cuando el hombre ya no sienta que debe predicarle a su
prójimo. Pero ese estado puede acaecer sólo cuando ustedes, como individuos,
estén de verdad despiertos, cuando duden muchísimo, cuando realmente hayan
comenzado a cuestionar en medio del dolor. Ahora han dejado de sufrir. Han
sofocado sus mentes con explicaciones, con conocimientos, han endurecido sus
corazones. No se interesan en los sentimientos, sino en las creencias, en las
ideas, en la santidad del así llamado conocimiento; por lo tanto, son
estériles, han dejado de ser seres humanos, son máquinas.
Veo que sacuden la cabeza. Si no están de acuerdo conmigo,
mañana formúlenme preguntas. Escriban sus preguntas y entréguenmelas; yo las
contestaré. Pero esta mañana voy a hablar y espero que sigan lo que tengo que
decir.
En la vida no hay sitio para el descanso. El pensamiento no
tiene lugar de reposo. Pero ustedes buscan un lugar así. En sus múltiples
creencias, religiones, han buscado un lugar de reposo semejante, y en esta
búsqueda han dejado de ser críticos, de fluir con la vida, de disfrutar, de
vivir exquisita y ricamente.
Como he dicho, la verdadera búsqueda que es diferente de
buscar con un objetivo o de buscar ayuda o de perseguir una ganancia se deriva
en la comprensión del, valor intrínseco de la experiencia. La verdadera
búsqueda es como el movimiento rápido del río, y en este movimiento hay
comprensión, un devenir eterno. Pero la búsqueda de una guía da meramente como
resultado un alivio momentáneo, el cual implica la multiplicación de los
problemas y un incremento en las soluciones de los mismos. ¿Qué es, entonces,
lo que están buscando? ¿Cuál de estas cosas desean? ¿Desean investigar,
descubrir, o desean encontrar ayuda, una guía? Casi todos desean ayuda, un
alivio momentáneo del sufrimiento; quieren curar los síntomas antes que
encontrar la causa del sufrimiento. “Estoy sufriendo”, dicen, “déme un método
que me libre de sufrir”. O dicen: “El mundo está en una condición caótica.
Dénos un sistema que resuelva los problemas del mundo, que genere orden”.
Así, la mayoría de ustedes está buscando un alivio
transitorio, un refugio transitorio; no obstante, llaman a eso la búsqueda de
la verdad. Cuando hablan de servicio, de comprensión, de sabiduría, están
pensando meramente en términos de bienestar. En tanto sólo deseen aliviar el
conflicto, la lucha, la disensión, el caos, el sufrimiento, son como un médico
que trata sólo con los síntomas de una enfermedad. En tanto se interesen
meramente en encontrar consuelo, no existe una verdadera búsqueda.
Ahora seamos completamente francos. Si somos de verdad
francos, podemos llegar lejos. Admitamos que todo cuanto estamos buscando es
seguridad, alivio; ustedes buscan estar seguros ante el cambio constante,
buscan un alivio al dolor. A causa de que se sienten insuficientes, dicen: “Por
favor, déme suficiencia”. Así, lo que llaman búsqueda de la verdad, es un
intento de hallar alivio al dolor, lo cual nada tiene que ver con la realidad.
En esas cosas somos como niños. En momentos de peligro corremos hacia nuestra
madre, siendo esa madre la creencia, el gurú, la religión, la tradición, el
hábito. Aquí encontramos refugio y, por esto, nuestras vidas son vidas de
constante imitación, sin que jamás haya un momento de comprensión plena.
Ahora bien, quizás estén de acuerdo con mis palabras y
digan: “Usted tiene mucha razón: no estamos buscando la verdad, sino alivio, y
ese alivio resulta momentáneamente satisfactorio”. Si están satisfechos con
esto, no hay nada más que decir. Si sostienen esa actitud puedo, con igual
razón, no decir una sola cosa más. Pero, ¡gracias a Dios!, no todos los seres
humanos sostienen esa actitud. No todos han alcanzado el estado de sentirse
satisfechos con sus propias pequeñas experiencias que llaman conocimientos y en
las cuales se estancan.
Cuando ustedes dicen: “Estoy buscando”, implican que están
buscando lo desconocido. Desean lo desconocido, y ése es el objeto de su
búsqueda. A causa de que lo conocido es para ustedes terrible, insatisfactorio,
vano y conduce al dolor, anhelan descubrir lo desconocido y, de aquí, las
preguntas: “¿Qué es la verdad? ¿Qué es Dios?” De esto surge la pregunta: “¿Quién
me ayudará a lograr la verdad?” En ese intento mismo de hallar la verdad, de
encontrar a Dios, ustedes crean a los gurús, a los maestros, quienes se
convierten en sus explotadores.
Por favor, no se ofendan por mis palabras, no prejuzguen
contra lo que estoy diciendo y no piensen que me dejo llevar por mi pasatiempo
favorito. Sólo les muestro la causa de que sean explotados; esa causa es su
búsqueda de una meta, de un objetivo. Cuando comprendan la falsedad de la
causa, esa comprensión los liberará. No les pido que sigan mis enseñanzas,
porque si lo que desean es comprender la verdad, no pueden seguir a nadie; si
desean comprender la verdad, tienen que permanecer completamente solos.
¿Cuál es una de las cosas más importantes en las que se
interesan al buscar lo desconocido? “Dígame qué hay del otro lado”, piden,
“dígame qué le ocurre a una persona después de la muerte”. A la respuesta a
tales preguntas, la llaman conocimiento. Así, cuando indagan en lo desconocido,
encuentran a una persona que les ofrece una explicación satisfactoria de ello,
y entonces se amparan en esa persona o en la idea que tal persona les da. Por
consiguiente, esa persona o esa idea se convierte en el explotador de ustedes,
y ustedes mismos son los responsables de esa explotación, no el hombre o la
idea que los explota. De tal indagación en lo desconocido nace la idea de un
gurú que habrá de conducirnos hacia la verdad. De una indagación así surge la
confusión respecto a lo que es la verdad, porque, en nuestra búsqueda de lo
desconocido, cada maestro, cada guía, nos ofrece una explicación de lo que es
la verdad, y esa explicación depende, obviamente, de sus propios prejuicios, de
sus propias ideas; pero por intermedio de esa enseñanza esperan ustedes
aprender qué es la verdad. La búsqueda de lo desconocido es, entonces,
meramente un escape. Cuando conozcan la verdadera causa, cuando comprendan lo
conocido, entonces no indagarán en lo desconocido.
La persecución de la multiplicidad y diversidad de ideas
acerca de la verdad, no reditúa comprensión. Ustedes se dicen: “Voy a escuchar
a este maestro, luego escucharé a algún otro y después a otro más, y así
aprenderé de cada uno de ellos los diversos aspectos de la verdad”. Pero
mediante este proceso jamás comprenderán. Todo cuanto hacen es escapar; tratan
de encontrar lo que les ofrece la mayor satisfacción, y a aquél que les brinda
la más grande de ellas, lo estiman como su gurú, el ideal, la meta. De este
modo, ha cesado la búsqueda de la verdad.
Ahora bien, no piensen que el hecho de mostrarles la
futilidad de esta búsqueda, es mero ingenio de mi parte; les explico la causa
de la explotación que en todo el mundo tiene lugar en nombre de la religión, en
nombre del gobierno, en nombre de la verdad.
Lo desconocido no les concierne. Cuídense del hombre que
describe para ustedes lo desconocido, la verdad o a Dios. Tal descripción de lo
desconocido les ofrece un escape; además, la verdad desafía toda descripción.
En ese escape no hay comprensión, no hay plenitud de realización. Sólo hay
rutina y deterioro. La verdad no puede ser explicada ni descrita. Es. Yo digo
que existe una belleza que no puede ser expresada en palabras; si lo fuera, se
destruiría, dejaría de ser la verdad. Pero uno no puede conocer esta belleza,
esta verdad, preguntando acerca de ella; sólo puede conocerla cuando ha
comprendido lo conocido, cuando ha captado la plena significación de lo que
tiene por delante.
Así que estamos buscando constantemente escapar, y a estos
intentos de escape los dignificamos con diversos nombres espirituales, con
palabras altisonantes; estos escapes nos satisfacen momentáneamente, o sea,
hasta que sopla la siguiente tormenta de sufrimiento y se lleva nuestro
refugio.
Entonces, descartemos esto desconocido e interesémonos en lo
conocido. Desechen por el momento sus creencias, su esclavitud a las
tradiciones, su dependencia respecto de su Bhagavad Gita, de sus Escrituras, de
sus Maestros. Yo no ataco sus creencias favoritas, sus sociedades favoritas;
les estoy explicando que, si quieren comprender la verdad de lo que digo,
tienen que tratar de escuchar sin prejuicios.
Por medio de nuestros diversos sistemas de educación, que
pueden ser la enseñanza universitaria o el seguimiento de un gurú o la
dependencia respecto del pasado en la forma de una tradición o un hábito,
sistemas que crean insuficiencia en el presente, por medio de estos sistemas de
educación hemos sido alentados a obtener y adorar el éxito. Todo nuestro
sistema de pensamiento, así como toda nuestra estructura social, se basan en la
idea de la ganancia. Acudimos al pasado porque no podemos comprender el
presente. Para comprender el presente, que es la experiencia, la mente debe
descargarse de las tradiciones y los hábitos del pasado. En tanto nos abrume el
peso del pasado, no podemos captar plenamente el perfume de una experiencia.
Por consiguiente, en tanto haya búsqueda de ganancia, tiene que haber
insuficiencia. No es mera suposición hipotética de mi parte afirmar que todo
nuestro sistema de pensamiento se basa en la ganancia; es un hecho. Y la idea
central de toda nuestra estructura social es la ganancia, el logro, el éxito.
Pero por el hecho de que yo haya dicho que la persecución de
esta idea de ganancia no se deriva en un vivir completo, no vayan ahora a
pensar en términos de lo opuesto. No digan: “¿No debemos buscar? ¿No debemos
ganar? ¿No debemos triunfar?” Esto muestra un pensar muy limitado. Lo que
quiero que hagan es cuestionar la idea misma de ganancia. Como he dicho, toda
la estructura social, económica y la así llamada estructura espiritual de
nuestro mundo se basan en esta idea central de la ganancia: obtener ganancia de
la experiencia, del vivir, de los maestros. Y, a causa de esta idea de la
ganancia, cultivamos gradualmente en nosotros la idea del temor, porque en
nuestra búsqueda de ganancia siempre tenemos miedo a la pérdida. Así, teniendo
este miedo a la pérdida, este miedo de perder una oportunidad, crean ustedes al
explotador, ya sea el hombre que los guía moralmente, espiritualmente, o una
idea a la cual se aferran. Tienen miedo y desean valor; por lo tanto, el valor
se convierte en el explotador de ustedes. Una idea se convierte en el
explotador.
El intento de lograr, de ganar, es para ustedes meramente
una huida, un escapar de la inseguridad. Cuando hablan de ganar, están pensando
en la seguridad; y después de establecer la idea de seguridad, quieren
encontrar un método de obtener y conservar esa seguridad. ¿No es así? Si
consideran la vida que llevan, si la examinan críticamente, encontrarán que se
basa en el temor. Están siempre atentos a la ganancia; y, después de averiguar
cuáles son sus seguridades, después de establecerlas como sus ideales, recurren
a alguien que les ofrece un método, un plan por el cual lograr y defender sus
ideales. Por lo tanto, dicen: “A fin de lograr esa seguridad, debo comportarme
de cierta manera, debo perseguir la virtud, debo servir y obedecer, debo seguir
a los gurús, a los maestros y los sistemas; debo estudiar y practicar a fin de
obtener lo que deseo”. En otras palabras, dado que el deseo de ustedes es de
seguridad, encuentran explotadores que les ayudarán a obtener lo que desean. De
este modo ustedes, como individuos, establecen religiones para que les sirvan
como patrones de una conducta convencional; causa del miedo a la pérdida, del miedo
a verse privados de algo que desean, aceptan esas guías y esos ideales que las
religiones ofrecen.
Ahora bien, habiendo establecido sus ideales religiosos, que
son en realidad sus seguridades, deben tener formas particulares de conducta,
prácticas, ceremoniales y creencias, a fin de alcanzar esos ideales. Al tratar
de llevarlas a la práctica, surge la división en el pensamiento religioso, la
cual se deriva en cismas, sectas, credos. Usted tiene sus creencias y el otro
tiene las suyas; usted se aferra a su forma particular de religión y el otro a
la suya; usted es cristiano, otro es mahometano, otro es hindú. Así es como
tienen ustedes estas discusiones y discriminaciones religiosas, pero, no
obstante, hablan de amor fraternal, de tolerancia, de unidad no dicen que tiene
que haber uniformidad de pensamientos e ideas-. La tolerancia de la que hablan
es tan sólo una hábil invención de la mente; esta tolerancia indica nada más
que el deseo de aferrarse a sus propias idiosincrasias, a sus propias ideas limitadas
y a sus prejuicios, permitiendo que el otro persiga los suyos. En esta
tolerancia no hay diversidad inteligente, sino sólo una especie de superior
indiferencia. Esta tolerancia contiene en sí una absoluta falsedad. Ustedes
dicen: “Continúe a su propio modo y yo continuaré al mío; pero seamos
tolerantes, fraternales”. Cuando hay verdadera fraternidad, amistad, cuando hay
amor en nuestro corazón, no hablamos de tolerancia. Sólo cuando nos sentimos
superiores en nuestra certidumbre, en nuestra posición, en nuestro
conocimiento, sólo entonces hablamos de tolerancia. Somos tolerantes sólo
cuando hay discriminación. Cuando cese la discriminación, no hablarán de
tolerancia. Entonces no hablarán de hermandad porque serán hermanos en el
corazón.
Así ustedes, como individuos, establecen diversas religiones
que actúan como su seguridad. Ningún maestro ha establecido estas religiones
organizadas y explotadoras. Son ustedes los que, a causa de su inseguridad, de
su confusión, de su falta de comprensión, han creado las religiones como guías.
Entonces, después de haber establecido las religiones, buscan y escogen a sus
gurús e instructores, escogen a los Maestros para que los ayuden.
No piensen que estoy tratando de atacar su creencia
favorita; simplemente establezco hechos, no para que los acepten, sino para que
los examinen, para que los sometan a un juicio crítico y los verifiquen.
Usted tiene su Maestro y otro tiene su guía particular;
usted tiene su salvador y otro tiene el suyo. A causa de una división así del pensamiento
y la creencia, crecen la contradicción y el conflicto de méritos entre diversos
sistemas. Estas disputas ponen al hombre contra el hombre; pero puesto que
hemos intelectualizado la vida, ya no pelearnos abiertamente, tratamos de ser
tolerantes.
Por favor, reflexionen sobre lo que estoy diciendo. No
acepten ni rechacen meramente mis palabras. Para examinar imparcialmente,
críticamente, deben poner de lado sus prejuicios e idiosincrasias y abordar
abiertamente toda la cuestión.
En todo el mundo, las religiones han separado a los hombres.
Individualmente, cada cual busca su propia pequeña seguridad y se interesa en
su propio progreso; individualmente, cada cual busca crecer, expandirse,
triunfar, lograr, y así acepta a cualquier maestro que le ofrezca ayudarlo en
su progreso y crecimiento. Y, como resultado de esta actitud de aceptación, han
cesado el espíritu crítico y la verdadera investigación. Se ha instalado el
estancamiento. Aunque se muevan a lo largo de un surco estrecho de pensamiento
y de vida, ya no hay un verdadero pensar ni un vivir pleno, sino sólo una
reacción defensiva. Mientras la religión mantenga separados a los hombres, no
puede haber hermandad, no más de lo que puede haberla en tanto haya
nacionalidades, las cuales siempre tienen que causar, por fuerza, conflicto
entre los hombres.
La religión con sus creencias, disciplinas, atractivos, sus
esperanzas y castigos, los fuerza a una conducta virtuosa, los fuerza a ser
fraternales, a amar. Y, puesto que se los obliga a ello, o bien obedecen a la
autoridad externa que lo establece, o lo cual viene a ser la misma cosa-
comienzan a desarrollar su propia autoridad interna como reacción contra la
externa, y después la siguen. Donde hay una creencia, donde existe el
seguimiento de un ideal, no puede haber un vivir completo. La creencia indica
la incapacidad de comprender el presente.
Ahora no acudan a lo opuesto diciendo: “¿No debemos tener
creencias? ¿No debemos tener ideales en absoluto?” Yo simplemente les estoy
mostrando la causa y naturaleza de la creencia. Debido a que no pueden
comprender el veloz movimiento de la vida, a que no pueden captar la
significación de su rápido fluir, piensan que la creencia es necesaria. En su
dependencia de la tradición, de los ideales, de las creencias, de los Maestros,
no viven en el presente, el cual es lo eterno.
Puede que muchos de ustedes piensen que lo que digo es
negativo. No lo es, porque cuando uno ve realmente lo falso, comprende lo
verdadero. Todo cuanto estoy tratando de hacer es mostrarles lo falso para que
puedan descubrir lo verdadero. Esto no es negación. Por el contrario, este
despertar de la inteligencia creativa es la única ayuda positiva que puedo
darles. Pero ustedes no consideran positivo eso; probablemente me llamarían
positivo sólo si les diera una disciplina, un curso de acción, un nuevo sistema
de pensamiento. Pero hoy no podemos avanzar más lejos en esta cuestión. Si
mañana o los días subsiguientes van a querer formular preguntas acerca de esto,
trataré de contestarlas.
Los individuos han creado la sociedad agrupándose entre
ellos con fines de ganancia, pero esto no produce verdadera unidad. Esta
sociedad se convierte en su prisión, en su molde; no obstante, cada individuo
quiere libertad para crecer, para triunfar. Así, cada uno se convierte en
explotador de la sociedad y la sociedad, a su vez, lo explota. La sociedad se
convierte en el ápice de su deseo, y el gobierno en el instrumento para llevar
a cabo ese deseo al conferir honores a aquéllos que tienen el mayor poder de poseer,
de ganar. La misma actitud estúpida existe en la religión; la autoridad
religiosa considera al hombre que se ha ajustado enteramente a su dogma y a sus
creencias, una persona verdaderamente espiritual. Confiero honores al hombre
que posee virtud. Así, en nuestro deseo de poseer y otra vez no hablo en
términos de opuestos, antes bien, estoy examinando la cosa misma que da origen
al deseo de posesión-, en nuestra búsqueda de posesión, creamos una sociedad de
la cual nos volvemos, inconscientemente, esclavos. Nos convertimos en piezas de
esa maquinaria social, aceptando todos sus valores, sus tradiciones,
esperanzas, anhelos y sus ideas establecidas, porque hemos creado la sociedad y
ésta nos ayuda a obtener lo que deseamos. Por lo tanto, el orden establecido,
ya sea del gobierno o de la religión, pone fin a la investigación, a la
búsqueda, a la duda. En consecuencia, cuanto más nos unimos en nuestras
múltiples posesiones, más tendemos a volvernos nacionalistas.
Después de todo, ¿qué es una nación? Es un grupo de
individuos que viven juntos con propósitos de conveniencia económica y defensa
propia, y que explotan a unidades similares. No soy un economista, pero esto es
un hecho obvio. De este espíritu adquisitivo emana la idea de “mi familia”, “mi
casa”, “mi país”. En tanto exista esta condición posesiva, no puede haber
hermandad o verdadero internacionalismo. Las fronteras de ustedes, sus
costumbres, sus barreras arancelarias, sus tradiciones, sus creencias, sus
religiones están separando al hombre del hombre. Esta mentalidad de ganancia,
este espíritu separativo, este deseo de estar a salvo, de tener seguridad, ¿qué
es lo que han creado? Han creado las nacionalidades. Y donde hay nacionalismo
tiene que haber guerra. Es función de las naciones prepararse para la guerra;
de lo contrario, no pueden ser verdaderas naciones.
Eso es lo que está sucediendo en todo el mundo, y nos
encontramos al borde de otra guerra. Todos los periódicos defienden el
nacionalismo y el espíritu de separación. ¿Qué se dice en casi todos los
países, en América, en Inglaterra, en Alemania, en Italia? Dicen: “Primero
nosotros y nuestra seguridad individual, después consideremos al mundo”. Parece
que no nos damos cuenta de que estamos todos en el mismo bote. Los pueblos ya
no pueden estar separados como lo estuvieron siglos atrás. No debemos pensar en
términos de separación, pero insistimos en pensar desde el punto de vista
nacionalista o de conciencia de clase porque seguimos aferrándonos a nuestras
posesiones, a nuestras creencias. El nacionalismo es una enfermedad, no puede
producir unidad en el mundo ni unidad en el hombre. No podemos lograr la salud
por medio de la enfermedad; primero debemos librarnos de la enfermedad. La
educación, la sociedad, la religión contribuyen a mantener separadas a las
naciones, porque cada una busca crecer individualmente, busca ganar, explotar.
Ahora bien, a causa de este deseo de crecer, de ganar, de
explotar, damos origen a innumerables creencias creencias que conciernen a la
vida después de la muerte, a la reencarnación, a la inmortalidad y encontramos
personas dispuestas a explotarnos, gracias a nuestras creencias. Por favor,
entiendan que al decir esto no me estoy refiriendo a ningún líder o maestro en
particular; no estoy atacando a ninguno de sus líderes. Atacar a cualquiera es
pura pérdida de tiempo. No me interesa atacar a ningún líder, tengo algo más
importante que hacer en la vida. Quiero actuar como un espejo para que puedan
ver claramente las corrupciones y engaños que existen en la sociedad, en la
religión.
Toda nuestra estructura social e intelectual se basa en la
idea de la ganancia, del logro; y cuando la mente y el corazón están atrapados
en la idea de la ganancia, no puede haber un verdadero vivir, la vida no puede
fluir libremente. ¿No es así? Si constantemente se ocupan del futuro, de un
logro, de una ganancia, de una esperanza, ¿cómo pueden ustedes vivir por
completo en el presente? ¿De qué modo pueden actuar inteligentemente como seres
humanos? ¿Cómo pueden pensar y sentir en la plenitud del presente, cuando
tienen siempre los ojos puestos en el distante futuro? Nuestra religión,
nuestra educación, nos convierten en seres sumamente insignificantes y, siendo
conscientes de esa completa insignificancia, anhelamos ganar, triunfar. De este
modo, seguimos constantemente a maestros, gurús, sistemas.
Si realmente comprenden esto, actuarán; no sólo lo
discutirán intelectualmente. En su persecución de la ganancia, ustedes pierden
de vista el presente. Depositan su seguridad en el pasado y, de ese modo, no
comprenden plenamente la experiencia inmediata. Esa experiencia deja una
cicatriz, un recuerdo que resulta del carácter incompleto de tal experiencia, y
de esa creciente insuficiencia se desarrolla la conciencia del “yo”, el ego.
Las divisiones que ustedes hacen del ego no son sino el refinamiento
superficial del egocentrismo en su búsqueda de ganancia. Intrínsecamente, en
ese carácter incompleto de la experiencia, en ese recuerdo, tiene sus raíces el
ego. Por mucho que pueda crecer, expandirse, siempre retendrá el centro de la
conciencia personal. Así, cuando ustedes buscan la ganancia, el éxito, cada
experiencia incremento la conciencia egocéntrico. Pero discutiremos esto en
otra oportunidad. En esta plática quiero presentar lo más que pueda mi pensamiento,
así, en las pláticas siguientes tendrá tiempo de responder a las preguntas que
deseen formular.
Cuando la mente está atrapada en el pasado o en el futuro,
no puede comprender el significado de la experiencia presente. Esto es obvio.
Cuando uno se ocupa de la ganancia, no puede comprender el presente. Y dado que
ustedes no comprenden el presente, que es la experiencia, ésta deja su
cicatriz, su insuficiencia en la mente. Uno no queda libre de esa experiencia.
Esta falta de libertad, de plenitud, crea la memoria, y el aumento de esa
memoria no es sino la conciencia egocéntrico, el ego. Así, cuando decimos:
“Recurramos a la experiencia para que nos dé libertad”, lo que en realidad
hacemos es aumentar, intensificar, expandir esa conciencia egocéntrico, ese
ego, porque tenemos la vista puesta en la ganancia, en la acumulación, como
medios para lograr la felicidad, para realizar la verdad.
Después de haber establecido en nuestra mente la conciencia
del “yo”, la mente alimenta esa conciencia, y de ahí surge la cuestión de si
viviremos o no después de la muerte, si podemos abrigar esperanzas en la
reencarnación. Ustedes quieren saber categóricamente si la reencarnación es un
hecho. En otras palabras, utilizan la idea de la reencarnación como un medio de
postergación, y en eso encuentran consuelo. Dicen: “Mediante el progreso ganaré
comprensión; lo que no he comprendido hoy lo comprenderé mañana. Por lo tanto,
asegúreme que la reencarnación es verdadera”.
De ese modo, nos aferramos a esta idea del progreso, a esta
idea de ganar más y más hasta llegar a la perfección. Eso es lo que ustedes
llaman progreso, adquirir más y más, acumular más y más. Pero para mí, la
perfección es realización plena y total, no esta acumulación progresiva.
Ustedes usan la palabra progreso para indicar acumulación, ganancia, logro; es
la idea fundamental que tienen del progreso. Pero la perfección no se encuentra
por medio del progreso; es plenitud de realización. La perfección no se realiza
mediante la multiplicación de experiencias, sino que es la realización plena en
la experiencia, en la acción misma. El progreso aparte de esta plenitud de
realización conduce a la completa superficialidad.
Un sistema así de escape es el que prevalece hoy en el
mundo. La teoría de la reencarnación que ustedes sustentan, torna al hombre
cada vez más superficial; basándose en ella dice: “Dado que no puedo realizarme
hoy, lo haré en el futuro”. Si no pueden realizarse en esta vida, encuentran
consuelo en la idea de que siempre hay una próxima vida. De esto surge la
indagación en el más allá, y la idea de que el hombre que ha adquirido el
súmmum del conocimiento el cual no es sabiduría alcanzará la perfección. Pero
la sabiduría no es el resultado de la acumulación, la sabiduría no es posesión;
la sabiduría es espontánea, inmediata.
En tanto la mente está escapando de la vacuidad por medio de
la ganancia, esa vacuidad aumenta, y ustedes no tienen un solo día, ni un
instante en el que puedan decir: “He vivido”. Sus acciones son siempre
incompletas en su realización y, por esto, buscan continuar. ¿Qué es lo que ha
sucedido a causa de este deseo? Nos hemos vuelto más y más vacuos, más y más
superficiales, irreflexivos, carentes de espíritu crítico. Aceptamos al hombre
que nos ofrece consuelo, seguridad, y cada uno de nosotros, como individuo, ha
hecho de ese hombre su explotador. Nos hemos convertido en sus esclavos,
esclavos de su sistema, de sus ideales. En esta actitud de aceptar no hay
realización plena, sino postergación. En consecuencia, necesitan la idea de la
propia continuidad, la creencia en la reencarnación, y de ello surge la idea de
progreso, de acumulación. En nada de lo que hacen hay armonía, significación,
porque están pensando constantemente desde el punto de vista de la ganancia.
Consideran la perfección como un objetivo, no como la realización misma.
Como he dicho, la perfección radica en la comprensión, en
comprender por completo el significado de una experiencia; y esa comprensión es
realización plena, la cual es inmortalidad. Por lo tanto, tiene que haber
conciencia plena de nuestra acción en el presente. El incremento de la
conciencia egocéntrico se origina en la superficialidad de la acción y en la
incesante explotación, que empieza con las familias, los maridos, las esposas,
los hijos, y se extiende a la sociedad, a los ideales, a la religión, porque
todo eso se basa en esta idea de la ganancia. Lo que en realidad persiguen es
su propia codicia, aunque puedan ser inconscientes de ello y de la explotación.
Quiero dejar en claro que sus religiones, sus creencias, sus tradiciones, su
autodisciplina se basan en esta idea de la ganancia. No son sino incitaciones,
alicientes para una conducta virtuosa, y de ellas emanan el explotador y el
explotado. Si están persiguiendo su codicia, persíganla conscientemente, no
hipócritamente. No digan que buscan la verdad, porque la verdad no llega de
este modo.
Entonces, esta idea de crecer más y más es, para mí, falsa,
porque lo que crece no es eterno. ¿Alguna vez se ha demostrado que cuanto más
tienen más comprenden? En teoría podría ser así, pero en la realidad no lo es.
Un hombre aumenta sus propiedades y se encierra en ellas; otro aumenta sus
conocimientos y éstos lo atan. ¿Cuál es la diferencia? Este proceso de
crecimiento acumulativo es superficial, falso desde el comienzo mismo, porque
aquello que es capaz de crecer no es eterno. Es una ilusión, una falsedad que
no contiene en sí nada que sea verdadero. Pero si persiguen esta idea del
crecimiento acumulativo, persíganla con la totalidad de la mente y del corazón.
Entonces descubrirán cuán superficial, vana y artificial es esa idea. Y cuando
perciban que es falsa, entonces conocerán la verdad. Nada necesita sustituir lo
falso. Entonces ustedes ya no buscan la verdad en sustitución de lo falso;
porque en la percepción directa lo falso ya no existe. Y en esa comprensión
está lo eterno. Entonces hay felicidad, inteligencia creativa. Entonces vivirán
naturalmente, completamente, como la flor; y en eso hay inmortalidad.
29 de diciembre de 1933.