lunes, 1 de octubre de 2012

El Sendero de la Sabiduría




                                                                   RADHA BURNIER

 Conferencia dada en la sesión inaugural de los Estudios Tosóficos (en la Escuela de la Sabiduría), Adyar, 3 de octubre de 1980.  Reimpreso de El Teósofo.


   El Centro Internacional de Estudios Teosóficos era conocido antes con el nombre de “Escuela de la Sabiduría”, que indica cuál es el verdadero propósito de este Centro. Su fin es reunirse para estudiar, investigar y debatir con personas que estén seriamente interesadas en encontrar la sabiduría. La Sociedad Teosófica es una sociedad abierta y en ella se encuentran personas con ideales diferentes y, desgraciadamente a veces personas sin ideales, se hacen miembros de la Sociedad. Pero dentro de la Sociedad Teosófica hay personas preocupadas por la forma en que deberían vivir los seres humanos. Quieren descubrir el verdadero destino del hombre y el significado de la vida, porque el hombre es parte de la vida universal. ¿Qué es el conocimiento y qué es la verdad? Todas son preguntas importantes para alguien que reflexione, para todos los estudiantes serios dentro de la Sociedad. Para quienes estén seriamente interesados en encontrar la sabiduría, en este Centro se pueden reunir para estudiar, reflexionar e intercambiar ideas. Descubrir la respuesta de estas preguntas es naturalmente, encontrar la sabiduría.

   No es necesario reunirse para obtener el conocimiento. Puede ser útil para jóvenes y niños ir a la escuela a fin de obtener conocimiento, porque su mente todavía no está preparada. Pueden ser criaturas pequeñas sin disciplina y han de aprender a prestar atención, a tranquilizarse, etc. Pero para la gente mayor, especialmente para quienes recibieron educación, o que han sido autodidactas, no es necesario asistir a clases para recibir instrucción. Cualquier persona, con una inteligencia razonable, puede estudiar por sí misma y obtener conocimiento.

   Es muy difícil hollar el sendero de la sabiduría, y precisamos ayuda de diferentes fuentes para obtenerla. Necesitamos ayuda del silencio y de los debates; de la Naturaleza y del hombre; de los libros, hasta cierto punto; y de las palabras de aquellos que ya han encontrado la sabiduría, de los Sabios.

   Se puede obtener ayuda de maneras muy distintas y es muy importante, tal como señaló varias veces nuestro extinto hermano el Dr. Taimni, que la ayuda en el camino hacia la sabiduría no debe confundirse con el objetivo mismo. Muy a menudo, el medio se convierte en algo más importante y el fin se ignora. Los libros que estudiamos pueden ser útiles, pero estudiar libros no es un objetivo en sí mismo. De igual modo, los debates que tienen lugar aquí y las clases que se dan, las ideas que otros proponen, todo eso, son maneras de estimular a cada estudiante para que emprenda ese tipo de investigación, esa forma de vida que le aportará sabiduría y hará que la luz de su interior se manifieste. No deberíamos olvidar que estas clases no tienen el fin prosaico de proporcionarnos más información. Cada estudiante tiene que esforzarse para revelar desde dentro lo que él sabe realmente en lo más profundo de su ser.

   El sendero de la sabiduría está indicado muy claramente con aquellas palabras tan conocidas de los Upanishads, y tan familiares para los teósofos, porque se pueden leer en el libro A los pies del Maestro: “De lo irreal condúceme a lo Real, de la oscuridad a la Luz, de la muerte a la Inmortalidad”. No vamos a hablar aquí ahora de lo que significan estas palabras. “Condúceme”. ¿Quién ha de conducir? Ese sería un tema en sí mismo. Pero las frases indican la dirección que hay que tomar en el progreso hacia la sabiduría.

   Todo aquel que busca la sabiduría tiene que usar su discernimiento diligentemente, no de forma ocasional, para descubrir qué es lo real y qué es lo irreal. Es algo que se viene repitiendo desde hace siglos, pero sin embargo, sigue siendo profundamente válido y nunca podemos permitirnos olvidarlo. La gente le da mucha importancia a los incidentes que ocurren en la vida. Pasan innumerables incidentes y situaciones en la vida de cada individuo. Hay incontables eventos, altibajos, con placeres, desgracias y miedos que surgen de la forma en que el individuo enfrenta las pruebas, las condiciones y el entorno en el que vive. Tendemos a atribuirle gran importancia a cada pequeño incidente que aparece, y hay una reacción de placer o de decepción, de esperanza o de miedo, de irritación o de tranquilidad. Pero, posiblemente, ninguno de estos incidentes tenga importancia. No examinamos la cuestión de si todo lo que nos perturba y nos impulsa en nuestra vida diaria, las situaciones que surgen de nuestra relación con nuestros semejantes, con la naturaleza, con los animales, con la sociedad en la que vivimos, de si todos estos incidentes tienen un significado en sí mismos o si existen para despertar en nosotros una conciencia, una percepción de lo que es la Verdad; en otras palabras, si existen para ayudar a que la sabiduría pueda florecer desde nuestro interior. Tal vez los incidentes no tienen importancia en sí mismos, y tienen importancia solamente para despertar la sabiduría, sólo para enseñarnos cómo enfrentar lo que ocurre en la vida diaria.

   Le damos mucha importancia a esta existencia física, con todo lo que eso implica, pero para encontrar la sabiduría hay que cuestionarse cada idea preconcebida y, como hemos dicho, no sólo de vez en cuando, sino de forma constante, diligente y asidua, para que el descubrir lo que es real e irreal se convierta en nuestra vida misma. Sólo cuando el estudiante se dedique de corazón y alma a buscar la sabiduría, podrá conseguirla. No podemos buscar la sabiduría a la ligera y esperar sus beneficios. Realmente hemos de sacrificar todo lo demás, vivir una vida de renunciación para poder adquirir la sabiduría.

   Así pues, hace falta llevar un cierto tipo de vida para ser estudiante de la  sabiduría. Lo que estudiamos, las conferencias que escuchamos, los debates que tenemos, tienen poco valor si no nos ayudan a avanzar constantemente  de lo irreal a lo real. Lo irreal, como se ha señalado tantas veces, tiene una  naturaleza temporal. Todo lo que es temporal es sólo relativamente real. El Buddha dijo que una de las grandes verdades que tiene que entender cada ser humano es la verdad de la impermanencia. La mente del hombre se apega a lo que es perecedero, valora la seguridad que parece proceder de las cosas perecederas. Sólo un estado de ignorancia, puede por cierto, hacerle creer a una persona que lo que es perecedero puede darle seguridad. Si usamos nuestro intelecto, veremos claramente que una persona que se aferra a lo temporal es como alguien que se está ahogando en el mar e intenta salvarse agarrándose a una paja que flota en el agua. Y sin embargo todos lo hacemos, porque no nos entregamos en corazón y mente a la tarea de examinar de qué forma vivimos y cuáles con los valores que consideramos importantes.

   En las experiencias ordinarias podemos ver que lo puramente transitorio no proporciona una sensación de satisfacción ni de plenitud. Si el individuo experimenta sólo una felicidad momentánea, aceptará que es algo bastante irreal porque la felicidad duradera es más verdadera y real. Pero olvidamos que lo perecedero es irreal cuando lo temporal se prolonga en el tiempo, tal vez acompañando nuestra encarnación física. Por el apego a lo temporal surge la actitud materialista. Podemos afirmar que somos teósofos, hay otros que afirman ser religiosos o filósofos. Pero, mezclado con anhelos de algo más elevado, siempre está el materialismo, un materialismo que no quiere soltar lo que carece de valor, y que no lo tiene porque posee una importancia pasajera.

   En lo que es material no hay nada malo. Es en el valor que le adjudicamos a lo material y a lo temporal donde se halla la ceguera. La materia forma parte de la existencia una.  El viento no es distinto de su  movimiento. El movimiento del viento es el viento y las apariencias del mundo de la materia forman parte de una existencia más grande. De esa apariencia externa no nace nuestro dolor, nuestros problemas, nuestras tensiones, nuestra mala voluntad, ni la falta de paz que creamos para nosotros mismos. Es nuestra actitud hacia lo que ya existe lo que genera los problemas. Es nuestra falta de sabiduría y nuestra ignorancia lo que hace que la humanidad viva de una forma tan caótica. Aprendiendo a ver lo que es irreal y rechazándolo en la vida diaria, y viendo que el apegarse a las cosas temporales es la causa de la infelicidad del individuo y de la humanidad, es como se adquiere la sabiduría. La Teosofía nos presenta un esquema amplio de los procesos universales. Nos ofrece ideas sobre la constitución del hombre. Estudiamos todo esto sólo para poder  entender cómo deberíamos vivir, cuál es nuestro destino y cuál es la relación del individuo con el todo.

   La otra frase que hemos mencionado antes: “De la oscuridad condúceme a la Luz” tiene también una profunda importancia. La mente ha sido descrita en la literatura teosófica, y en otras literaturas, como el destructor de lo real. Está ciega en su percepción porque no penetra en lo esencial, en lo fundamental, no comprende debido a su egoísmo. El egoísmo del hombre le ocasiona una pena inmensa. Sólo cuando descubrimos por nosotros mismos cuál es la ilusión de la cual surge el egoísmo, podemos pasar desde la oscuridad a la luz. La enseñanza del Buddha señalaba no sólo la necesidad de descubrir la verdad de la impermanencia, sino también la verdad de la noción del yo. En los Yoga Sutras también, avidyâ y asmitâ se mencionan como obstáculos para la realización.

   ¿Cuál es la naturaleza de la conciencia del yo? ¿Qué es la muerte y cuál es la naturaleza de la inmortalidad? La muerte se ha definido como la percepción de la diversidad. Donde existe un sentido de separación, de multiplicidad, y una ignorancia de la unidad, existe la muerte. Estas cuestiones no pueden examinarse en un tiempo limitado. Pero es importante no disipar nuestra energía considerando cosas que no son esenciales. El modo en que consideremos las preguntas debería acercarnos a la sabiduría, en vez de dejarnos satisfechos con el simple conocimiento y la información.  Cuanto más estudiemos y debatamos, más energía tendremos para descubrir lo esencial, lo que tiene un valor más profundo. Si estas sesiones tienen esa cualidad, serán muy beneficiosas no sólo para la Sociedad Teosófica como un todo, sino tal vez incluso más allá. La Sociedad misma sería una organización maravillosa si estuviera compuesta por buscadores de la Verdad, y no por personas de objetivos superficiales. Y la Verdad incluye en sí misma todo lo demás que tiene un valor eterno: la bondad, la belleza, una paz profunda, etc. Todo lo que posee una naturaleza de bondad está en la Verdad. Si somos verdaderos buscadores de la Verdad, entonces todo lo demás vendrá por añadidura. Hay una bella afirmación en la Biblia: “Busca la Verdad y la Verdad te hará libre”. Si buscáis el Reino de Dios, el Reino de la Verdad, entonces todo lo demás lo tendréis por añadidura. Si existe una aspiración real, llamada en oriente mumukshutva, una aspiración ardiente por aquello que es inmortal y no por lo mortal, se conseguirán todos los dones dignos de poseer.