domingo, 23 de septiembre de 2012

Una burbuja en la corriente



                                   

Wayne Gatfield

(El Sr. Wayne Gatfield es Presidente de la Rama de Bolton, de la S.T.  en Inglaterra)

 
Así pensarás de todo este mundo fugaz:

Una estrella en el amanecer, una burbuja en una corriente;

El destello de un rayo en una nube de verano,

Una lámpara parpadeante, una ilusión, y un sueño.

 
Estas palabras del ‘Sutra Diamantino’ nos ponen cara a cara con la comprensión que surge con el transcurrir del tiempo en cada verdadero aspirante de la Sabiduría Espiritual, es decir, aquellos que están decididos a experimentar lo que hasta ahora sólo habían escuchado o leído.  Llega el momento en el que nos volvemos conscientes de que todo aquello a lo que le damos importancia en nuestras vidas, es ciertamente una ilusión pasajera en el análisis final. Esto es mâyâ, ya que sugiere algo que puede medirse, y cuando se compara con la Eternidad del Espíritu, es por lo tanto una sombra efímera. Por supuesto, la idea de ilusión no debe tomarse en el contexto en el que las ilusiones generalmente se aceptan.  La ilusión se basa en su transitoriedad; es lo suficientemente real para el breve lapso que nos ocupan en su paso por el tiempo y el espacio.  Pero no podemos depender de nada en este universo manifestado.  Incluso los ‘dioses’ ¡no son totalmente confiables! El Bhagavadgitâ afirma que quien puede ver lo imperecedero en todo lo perecedero, tiene verdadera visión.

   Cuando este despertar a nuestra mortalidad física surge en nuestro corazón puede ser una experiencia depresiva, y muchos de nosotros luchamos contra ella.  El pensamiento de que todo lo que hemos acumulado con el transcurrir de los años respecto a bienes materiales y apegos emocionales, deben desaparecer algún día, es doloroso, y hay quienes se harán o se crearán para sí mismos ‘filosofías’ y movimientos ‘espirituales’ que glorifican la personalidad y sus necesidades, disfrazándose con atuendos chillones de supuesto ‘misticismo’.   La verdad es que ellos nunca van más allá de los reinos ‘astrales’ contra los que H. P. Blavatsky nos previene en La Voz del Silencio y otras obras. Este es ciertamente un reino peligroso cargado de semillas de fracaso seguro.  Los Sabios van más allá de tales reinos fantasmales y se bañan en la imperecedera luz del Espíritu puro.  La clave para vivir una vida verdaderamente espiritual lleva a pasar la puerta de este conocimiento de impermanencia en nuestras vidas y a aprender a centrarnos nosotros mismos en aquello que es permanente.  Viejos pensamientos deben ser destruidos y eliminados antes que otros nuevos puedan construirse sobre la misma base.  Por supuesto, sigue siendo la misma mente, pero su orientación ha cambiado y comenzamos a construir sobre roca sólida en vez de hacerlo sobre arena cambiante.

  Para muchos de nosotros, las vidas de las celebridades y de los personajes en las películas o en la T.V. se vuelven más reales que las vidas de gente real, y podemos arrojar más lágrimas por la muerte imaginaria de un actor que por personas que realmente sufren.  Pero incluso en esto hay lecciones por aprender.  Una antigua escritura india dice que igual que podemos soñar que nos decapitan, pero que al despertar vemos que no es verdad;  así es la vida.  De modo que al igual que un actor parece morir, pero no sucede, así todo lo que parece sucedernos a ‘nosotros’, sólo le ocurre al yo temporal y no al Yo Permanente, que permanece siendo nuestro ‘Observador Silencioso’, ‘el Señor, el Testigo, el Asilo, el Lugar de Reposo, y el Amigo’, como lo dice el Bhagavadgitâ.

   Con el transcurrir del tiempo, la experiencia de lo transitorio en nuestras vidas se vuelve bella porque no se ve con la mente que mata lo real, sino con la Mente Superior, la Mente Original, o la Mente del Buddha Nonato.  Comenzamos a ver que no perdemos todas esas cosas que son realmente importantes para nosotros y por las que tenemos un amor genuino, sino que ciertamente nuestra relación con ellas se profundiza. En esta estructura física, que es la que sufre dolor ilimitado en todos los niveles, estamos severamente limitados en nuestra habilidad  para comunicarnos con otros.  Muchos de nosotros podemos a veces sentirnos como poetas mudos, incapaces de expresar  los pensamientos más profundos que sobrepasan nuestra habilidad de expresarlos.  Luego, por supuesto, existen dimensiones emocionales en nuestro ser que nunca pueden expresarse, y así disfrutamos o sufrimos en silencio.  En un nivel más alto, el ‘Místico’ en nosotros puede tocar experiencias espirituales que el pensamiento y las palabras, sólo pueden denigrar. Por entusiasmo, o por un deseo de compartir, se hacen esfuerzos para colocar la experiencia en el reino sensible, ya sea en forma de palabras, escritas o habladas, música, o pintura.  Tales esfuerzos tienen diferentes grados de éxito y debemos agradecerle a quien lo comparte por darnos señales esenciales y por encender una lámpara que nos guía en la oscuridad.  Pero la luz que nos da sólo es reflejada, e incluso la mejor es sólo como un faro, comparada con el sol de la energía original.  Con un poco de suerte podemos ser guiados a comprender por nosotros mismos, y llevados a ‘conocer’ por experiencia directa, que es lo único que finalmente dispersa totalmente nuestras dudas.

   De modo que este mundo por el que pasamos como ‘sombras fugaces’, es un mundo de luz reflejada, que nos hace olvidar nuestro verdadero hogar, y las personas que contactamos son sólo limitaciones de lo que somos internamente.  Es la ‘gran herejía funesta de la separatividad’ que nos hace vernos como separados de los demás.  Eliminar esta idea es el único fundamento seguro sobre el cual construir un corazón compasivo. Sólo hablar o escribir sobre compasión no puede hacernos sentir compasivos, al igual que decir o escribir la palabra ‘agua’ no puede satisfacer nuestra sed. Sólo volviéndose conscientes de la  `Naturaleza Búdica’, o la ‘Naturaleza Crística’, o la ‘Naturaleza de Krishna’ en nosotros y en todos los demás, y comprender que es idéntica en todas las cosas, podemos encontrar compasión natural apareciendo en nuestro corazón espontáneamente.  Es el único modo de estar seguros de no engañarnos a nosotros mismos o limitar nuestras acciones sólo a la personalidad. El sólo ayudar a otras ‘burbujas’ en la corriente de la vida no producirá ningún bien permanente si no está equilibrado con un deseo de ayudarlos a comprender su verdadera naturaleza y por lo tanto a encontrar modos de ver las situaciones en perspectiva. Esto no significa que en lugares de gran sufrimiento físico deberíamos ignorarlo y meramente darles unas pocas palabras elegidas de enseñanza espiritual.  No, al ayudarlos en su dolor, debemos a la vez darles tanta guía espiritual como sea necesaria, y para hacer esto debemos consultarle a nuestra intuición o a nuestro sentido común, al que sea más notable.

   Como se mencionó, darnos cuenta de nuestra mortalidad física es algo que necesitamos enfrentar, o iremos por la vida como si fuéramos inmortales en un sentido material, apartando todo lo que nos recuerde que sólo somos transitorios visitantes de este planeta en los cuerpos que ahora ocupamos.  Ciertamente, estamos aquí en un promedio de 1.000 meses o ¡26.000 días!  El poeta chino Wang Wei (701-761 d.C.) contempla esta transitoriedad cuando escribe:

 

Si quieres eliminar la enfermedad de la vejez, existe sólo un modo: estudia la vida nonata.

 

Esto significa que debemos aprender a enfocarnos en la esencia incambiable que en Teosofía llamamos la Individualidad, la trinidad de Âtmâ-Buddhi-Manas.  Esta es la parte que nunca ‘nace’, ni ‘muere’.  Es el Sutrâtmâ, el Alma Hilo, sobre la que se engarzan nuestras vidas como muchas perlas.

   Muy probablemente, es importante que la gran mayoría de la humanidad permanezca ciega al hecho de que son meramente burbujas en la corriente, ya que una consciencia precoz de este hecho llevaría a muchos desórdenes psicológicos extraños.  Existen aquellos que van por la vida más calmos ya sea porque no tienen una creencia particular y por lo tanto sólo aceptan lo que viene, o porque están inmersos en un lujo material, o tienen alguna idea religiosa del cielo y del infierno, o han encontrado el centro en su interior y están enfocados en él.  Krshna está entronizado en sus corazones y sólo están interesados en el sonido de su flauta que los llama de regreso al hogar.

   La calma de las tres primeras clases de personas está en peligro de arruinarse debido a una comprensión más profunda de la vida o por algún hecho traumático que los hará caer mentalmente.  La cuarta clase ha alcanzado un cielo seguro y se han dado cuenta que la así llamada ‘muerte’ es sólo la entrada a una luz mayor y a un estado en el que estamos mucho más en el hogar, que en esta tierra, donde podemos siempre sentirnos como visitantes temporales.  La muerte siempre es una amiga y salvadora y nos lleva más cerca de quienes amamos, ya sea a quienes hemos encontrado en esta vida o a quienes no hemos encontrado en la carne pero con quienes estamos unidos por lazos más profundos. ¿Acaso imaginamos que encontrarnos en el cuerpo físico y comunicarnos por lo medios más groseros posibles, es la única relación que tenemos con otros?  Existen modos mucho más efectivos que no están limitados por el tiempo y el espacio y son accesibles para aquellos que se han desarrollado en el modo correcto para hacer inteligible tal comunicación.  La relación del gurú y el discípulo es un ejemplo de esta comunicación.

  Por lo tanto tenemos que fijar nuestra atención en aquello que está más allá del pensamiento racional, pero que es una presencia eterna dentro de nuestro corazón.  Si podemos encontrar este fiel amigo interior, tendremos una guía segura que no nos abandonará aunque surjan y caigan naciones y continentes.  Porque es este Yo Superior el que es el Verdadero Hombre o Mujer, y es lo que somos en este universo manifestado, y es esa dimensión de nuestro ser que se da cuenta de sí misma en estas ilusiones pasajeras de nuestro peregrinaje a través del tiempo y del espacio.

   Si finalmente nos volvemos uno con el TODO, durante nuestro periodo de desarrollo tenemos que ocupar nuestro propio espacio particular, nuestro propio laboratorio, donde los experimentos y las experiencias producen lentamente la alquimia mística en nuestros corazones, de modo que todas nuestras ilusiones de separatividad gradualmente desaparecen y son usadas en el proceso de cambio del metal base de nuestra consciencia en este universo transitorio, al Oro puro de la Iluminación Espiritual, que traerá la alternativa de ir totalmente al estado de Nirvâna o dejar un remanente detrás en el mundo sensible para ayudar al bienestar general de la Humanidad, en otros mundos, para insertar nuestro propio ‘ladrillo’ en la Pared Protectora.

   Ciertamente somos sólo ‘burbujas’ en la Corriente Universal de la vida u olas en el Océano Cósmico, pero esto por supuesto es sólo en un sentido material.  En realidad somos Seres Eternos para quienes la ‘hora nunca suena’ y podemos estar seguros que a medida que emergemos más y más en el TODO y por lo tanto disolvemos las barreras que nos impiden lograr una comunión satisfactoria de almas con nuestros Seres semejantes, sentiremos más y más un sentido de ‘regresar al hogar’ y menos y menos de la enfermedad que es una plaga en las vidas de muchas de las almas más sensibles en el planeta.  Nacidas fuera del tiempo, esas tiernas almas son sacudidas por las tormentas de una sociedad dura y sin alma que sólo premia la ganancia material y el placer sensual, y aplasta a esos cuyos valores no les permitirán comprometer la voz del Espíritu interior y sus mejores intuiciones.  Tal vez en la actualidad estas almas se sientan perdidas y desamparadas en ciertas oportunidades, pero a medida que pasen los años, nacerán más de ellas, hasta que eventualmente serán la mayoría, y los causantes de emociones y pensamientos groseros, serán la raza minoritaria.  Esto puede tomar siglos para que suceda, pero el proceso ya comenzó y no cesará ni con los esfuerzos de algún endeble.  ¿Puede una burbuja detener la corriente del río que se dirige al mar? ¿Puede incluso un millón de burbujas detener la creciente?

   Se ha comprobado reiteradamente que los intentos de aplastar los sentimientos espirituales naturales en el hombre, están destinados al fracaso. Ya sea que esto lo intente la religión dogmática o la ciencia materialista, ambas son vías de pensamiento hechas por el hombre, y por lo tanto finalmente están destinadas a derrumbarse ante el poder de la Madre Naturaleza.  Los budistas Zen, enfatizan el hecho de que no hay nada extraño respecto al Sendero Espiritual.  Somos un producto de la Naturaleza al igual que un árbol, y también somos parte integral del ‘plan’ de la Naturaleza.  Como humanos tenemos la capacidad de proceder por esfuerzos y métodos auto-inducidos y auto-determinados, porque estamos en ese punto de la evolución en el que hemos desarrollado la auto-consciencia y nos hemos vuelto capaces de ayudar a la Naturaleza conscientemente, o ¡trabajar ciertamente en su contra!  La elección es siempre nuestra.  El Sendero no es para agregar a lo que tenemos, sino para desprenderse de aquellas cosas que nos evitan ‘ver’ nuestro Verdadero Yo.  El Espíritu es siempre Uno, pero nuestros vehículos bloquean la visión.  Nuestra mente necesita volverse tan clara como un espejo recientemente bruñido que refleja todo de modo impersonal, sin emitir juicios.

  Inspirémonos en Heshiro, que era un hombre rico y educado en el antiguo Japón, y era uno de los ciudadanos más exitosos de la ciudad.  Un día decidieron colocar una estatua de un Dios Japonés en el lugar en el que caía una cascada en un estanque ubicado más abajo.  Cuando Heshiro vio las burbujas que se formaban en el estanque, se dio cuenta de algo.  Vio que algunas avanzaban un poco y luego se reventaban, otras recorrían mayor distancia antes de desaparecer.  Esto le hizo percibir la impermanencia de la vida;  algunas personas nacen y viven unos pocos años y otras más, pero todas finalmente están destinadas a morir.  Esto le hizo cambiar su visión de la vida, y por una profunda meditación pudo ir más allá de la ilusión de la vida y la muerte y ver la Realidad, y finalmente vivir en lo ETERNO.  Que nuestra contemplación de nosotros mismos y de nuestros semejantes, como ‘burbujas en la corriente’ nos lleve a una percepción similar, si no tan bella, y que podamos aprender a amarnos como niños de una Madre común en el mismo viaje, aunque estemos en diferentes etapas del Sagrado Peregrinaje.