domingo, 2 de abril de 2017

La Psicología de la Yoga


SIMON WEBBER
Licenciado en psicología experimental, trabaja como científico social.

Es miembro activo de la Rama Wellington de la Sociedad Teosófica en Nueva Zelanda.

 La Sociedad Teosófica tiene una importante pero difícil misión, crear un núcleo de una nueva sociedad, una sociedad “teosófica”, que se base en el altruismo en lugar del interés propio. Los miembros de la Sociedad tienen como único requisito apoyar sus tres Objetivos.

Una pregunta clave que los miembros de la  sociedad puede que quieran considerar preguntarse a sí mismos es: ‘¿Qué hace falta para crear esta sociedad “teosófica"?’ Podríamos considerar muchas  respuestas a esta pregunta; por ejemplo, uno podría involucrarse más en el trabajo de la sociedad a nivel local o nacional, e incluso a nivel internacional. Esto puede tomar la forma de administración o enseñanza, o ambos. Además, uno podría centrarse más en profundidad en el estudio y la meditación, haciéndose a sí mismo más susceptible a los impulsos espirituales. Todas estas respuestas tienen su mérito, ya que abarcan tres aspectos claves de vivir una vida espiritual: servicio, estudio y meditación. Consideremos, sin embargo, otra respuesta, una que pueda ayudarnos a tener más claridad de percepción acerca de nuestro dharma como miembros de esta Sociedad.

Crear una sociedad “teosófica" requiere una comprensión de la “psicología de la yoga”. Esta comprensión es a la que Jiddu Krishnamurti se refirió como "inteligencia integrada", donde la mente y el corazón se encuentran para permitirnos tener un discernimiento más profundo sobre nuestra verdadera naturaleza y cómo comportarnos en consecuencia.

'La palabra yoga deriva de la raíz yuj, que significa unir, juntarse o conectarse' (Ravi Ravindra, 1998, pág. 53). El Dr. Ravindra continua diciendo que "a través de la yoga, se hace el intento de eliminar los obstáculos para el natural desenvolvimiento y desarrollo del ser humano, de modo que la verdadera y real naturaleza de la persona pueda realizarse" (ibíd, pág. 52). Esta definición pone de relieve un punto clave importante sobre la psicología inherente de la yoga, específicamente que, como individuos, no somos la consecución de nada, sino más bien, hay un liberarse del egoísmo y la ambición, para revelar la propia Divinidad latente dentro de nosotros.

La teosofía proporciona un excelente marco que nos permite ver el propósito de la evolución y dónde estamos ubicados en el esquema de las cosas como seres humanos. Y lo mismo sucede con el yoga. El ser humano, se nos enseña, es como el Señor Edward Bulwer-Lytton expresó 'uno de los privilegios más elevados" (Bulwer-Lytton, 1895). O, en otras palabras, somos seres espirituales y como tales, se nos anima a través de la yoga para darnos cuenta de esto, para saber que somos más que la culminación de las posesiones físicas, emociones y pensamientos, esta personalidad que hemos tomado como nuestro ser.

Como dice el Bhagavadgitâ:

Nunca el espíritu nació;
ni dejará nunca de ser;
Nunca fue el tiempo;
¡Comienzo y final son sueños!
El espíritu no nace ni muere;
Y permanece inmutable por siempre.
La muerte no lo acaricia,
Y sin embargo ¡parece su albergue!
(2;20)

Por lo tanto, partimos de la premisa de que, aquí y ahora, somos chispas de lo Divino. Por lo tanto, la yoga es un proceso de "eliminar obstáculos', quitar el polvo del espejo, o aquietar las ondas en el lago (para usar otra analogía), de forma que el âtma o espíritu se perciba o se comprenda.

El gran sabio Patanjali, al reunir aforismos sobre el yoga, nos proporciona una definición de yoga que apunta nuevamente a la psicología inherente a la yoga: "Yoga es la cesación de las fluctuaciones de la consciencia” (Feuerstein, 1989).

A través de la yoga se nos alienta simplemente para detener lo que nos impide percibir la Realidad, que, como los sabios nos han dicho a lo largo de los siglos, es el movimiento del pensamiento. Cuando la mente está quieta, la Realidad se percibe claramente, sin distorsión. Ya no vemos, como se expresa en la tradición Cristiana, 'a través de un cristal oscuro' (1 Corintios 13:12).

Esta claridad de percepción o realización, sin embargo, no implica ninguna forma de "un llegar a ser psicológico”,  la idea de que 'yo' como individuo voy a lograr algo. Porque la psicología de la yoga es un proceso de negación en vez de afirmación. Como un sabio contemporáneo, Nisargadatta Maharaj, dijo: "no busque lo que usted ya tiene. Usted mismo es Dios, la Suprema Realidad" (Maharaj, 1973, pág. 240).

A lo largo de innumerables vidas hemos construido una identidad, una individualidad que se considera a sí misma "algo". Durante cada encarnación continuamos construyendo este sentido de "yo", un ego construido sobre la identificación de las circunstancias externas. H. P. Blavatsky señala que la encarnación es importante, porque un espíritu (o ser celestial), divino en esencia, no es lo suficientemente puro como para ser uno con el Todo. La encarnación es necesaria para realizar el Yo (Blavatsky, 1987)[i]

Llega un momento, sin embargo, en el curso de la evolución, cuando el ser humano necesita reorientarse y dejar de identificarse con lo que es transitorio durante cada encarnación con el fin de realizar  el Ser. La psicología inherente a la yoga tipifica esto como revertir este proceso, donde hay un movimiento constante desde la identificación con el nombre y la forma, a la identificación con la Realidad.

La Teosofía sugiere que hay dos momentos significativos donde sucede esto en la evolución de la conciencia. En primer lugar, es cuando el ser humano se convierte en un discípulo aceptado por un Adepto o Maestro Espiritual. Nosotros, entonces, ya no volvemos a tener el auto-engrandecimiento o exaltación propia como objetivo en nuestra vida cotidiana, sino que trabajamos por el bien de la humanidad. Como HPB señala, cuando uno se convierte en discípulo aceptado, la personalidad debe desaparecer y uno 'debe ser una mera fuerza benéfica en la Naturaleza' (Blavatsky, 1948)[ii]. En la tradición budista, se describe como Sovan, uno que ha 'entrado en la corriente'. En el hinduismo, se llama Parivrâjaka, el 'errante', que, como dijo C. W. Leadbeater, " ya no vuelve a sentir que algún lugar en los tres mundos inferiores es un refugio”. (Leadbeater, 1925, p. 182). En la tradición cristiana está simbolizado por el Nacimiento, un nuevo comienzo y despertar de la conciencia.

El segundo momento significativo es cuando hay una disolución del  'Yo' o ego (la individualidad), que se considera a sí mismo como una entidad separada del resto del Cosmos. Esto es a lo que HPB se refirió como la  "gran herejía”, la creencia en un yo, separado del Yo universal infinito único (Blavatsky, 1968)[iii].

En la tradición Budista, a un ser humano que ha alcanzado este nivel de conciencia se lo conoce como Arhat, el venerable o el perfecto. En el Hinduismo se lo denomina Paramahamsa, una persona con una alta realización espiritual. Es la etapa superior a Hamsa, el cisne, que simboliza el discernimiento espiritual. En el Cristianismo se simboliza con la Crucifixión, seguidos posteriormente por la resurrección y la ascensión. Sir Edwin Arnold, en La Luz de Asia, expresa esto como:

Habité muchas moradas de la vida, buscando siempre al que construyó estas prisiones de los sentidos llenos de aflicción y, mi combate incesante fue penoso.
¡Pero desde ahora, a Ti, constructor de estos tabernáculos, a Ti te conozco! No construirás ya estos muros de sufrimiento, no levantarás ya la techumbre de tus artificios ni colocarás nuevas vigas sobre la arcilla:
¡Tu casa está destruida y su principal sostén roto! ¡Es la ilusión quien la construyó!
Desde ahora voy a caminar sin cesar para alcanzar la liberación.

La reorientación respecto a cómo deberíamos vivir, como se describe anteriormente, implica que en nuestra práctica espiritual ya no estamos perpetuando un sentido de 'yo', un ego, un yo separado, que quiere adquirir y continuar su existencia. Este es el corazón de la psicología de la yoga.


En la tradición cristiana nos encontramos con esta idea. San Pablo lo expresa sencillamente: "cada día muero" (1 Corintios 15:31). Del mismo modo, el símbolo de la cruz en el cristianismo también expresa esta idea. El eje horizontal representa el camino del mundo y el eje vertical representa la dimensión espiritual. En cualquier momento dado tenemos la opción para actuar desde el propio interés y mantenernos en el mismo nivel del mundo o actuar desde los niveles de desinterés y de cambio, para pasar a experimentar niveles más profundos de conciencia del espíritu o unidad. Como expresa el dicho jasídico: 'No hay lugar para Dios en aquel que está lleno de sí mismo'.

Sócrates, el filósofo griego, también se refirió a esta idea cuando manifestó a sus amigos, el último día de su vida en prisión (antes de su ejecución), que no debe temer a la muerte alguien que 'muere' cada día de su vida. Por esto, Sócrates dice que si al vivir una vida espiritual nos entrenamos para vivir en un estado lo más cercano posible a la muerte (es decir, no asociarse con las locuras del cuerpo, sino centrarse en el espíritu), entonces cuando suceda la disolución del cuerpo físico, no habrá angustia. Sócrates menciona que si hay aflicción, esto muestra que una persona no es un amante de la sabiduría sino del cuerpo, y lo aclara diciendo: "los verdaderos filósofos hacen del morir su profesión '(Tredennick, 1969, p 113.).

La creación de nuestra sociedad “teosófica” ofrece a sus miembros una oportunidad sagrada, una que nos permite olvidarnos de nosotros mismos por el servicio a la humanidad. Para hacer esto, tenemos que ser conscientes de la psicología inherente a la yoga. HPB nos anima a hacer precisamente esto, en su última carta anual a la Sección Americana en la Convención de abril de 1891

“Si cada miembro de la Sociedad se contentara con ser una fuerza
impersonal para el bien, indiferente a alabanzas o críticas,
y sirviera los propósitos de la Fraternidad, el progreso
logrado asombraría al Mundo”.



Referencias
H. P. Blavatsky, La Clave de la Teosofía, Compañía India de Teosofía, Mumbai, 1987.
 - Ocultismo Práctico, de Theosophical Publishing House (TPH), Adyar, 1948.
 -  La Voz del Silencio, TPH, Adyar, 1968.
E. Bulwer-Lytton, Zanoni, Routledge, Londres, 1895.
G. Feuerstein, Los Yoga-Sutras de Patanjali: Una Nueva Traducción y Comentario, Inner Traditions Internacional, Vermont, 1989.
C. W. Leadbeater, Los Maestros y el Sendero, TPH, Adyar, 1925.
N. Maharaj, Yo soy Eso, Acorn Press, North Carolina, 1973.
R. Ravindra, El Yoga y las enseñanzas de Krishna, TPH, Adyar, 1998.
H. Tredennick, Platón: Los últimos días de Sócrates, Penguin, Londres, 1969.
                                                                                                               
Notas a pie de página


[i]  Reimpreso textual de la edición original publicada por primera vez en 1889.
[ii]  Primera reimpresión por TPH de este libro
[iii]  Primera edición miniatura, reimpreso de la edición original publicada en 1889.