martes, 7 de julio de 2015

Desde La Atalaya (Ahimsâ- Civilizados e incivilizados)


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Radha Burnier

Algunas personas creen en la práctica de ahimsa, pero mucho depende de lo que queremos decir con esta palabra. ¿Se trata simplemente de tener una buena actitud y de tratar bien a los otros seres humanos, o es algo más que esto? Esta es una pregunta importante que hay que responder correctamente. La palabra “ahimsâ” tiene que utilizarse de forma adecuada, tanto en la comprensión de su significado como en la forma de usarla. Hay una gran diferencia entre las dos cosas, porque cuando el término se usa solamente respecto a otros seres humanos es incompleto, y llega a ser  incivilizado cuando alcanza el punto de no incluir a otras criaturas. Para quienes tienen poca consideración y conciencia significa muy poco practicar ahimsâ como una virtud.

Hemos de darnos cuenta de que himsâ, es decir hacer daño de una forma u otra es algo común, incluso entre los que consideramos buenas personas. En la antigüedad este concepto de ahimsâ se aplicaba a nuestras relaciones con todas las cosas. Mucha gente conocedora del pensamiento antiguo sabe que se califica a ahimsâ como un alto deber (ahimsâ paramo dharmah). Naturalmente, no tenemos una traducción adecuada de dharma porque su papel y significado son muy amplios. Se dice que el mejor ejemplo de ahimsâ era la Santa Rabia, que se la representa sentada tranquilamente rodeada de numerosos animales grandes y pequeños, normalmente peligrosos. Este ejemplo se comparaba con las personas que mantenían la calma en circunstancias que podemos considerar provocadoras. Este tipo de personas no existen actualmente y en el pasado vivían separadas, porque no podían atribuir virtudes que apreciaban en otros que no las valoraban.

Es difícil seguir el mismo camino. Actualmente existen cada vez más productos de todo tipo y les damos distintos nombres aunque sean otras formas de materiales que ya conocemos. No se usan nombres verdaderos para tantos productos, como perfumes, jabones, cremas, etc. de los que no sabemos nada. ¿Son todos ellos inofensivos o son el resultado de prácticas dañinas que se nos ocultan y que existen en tantas de las cosas que encontramos actualmente en el mercado?

Por ejemplo, usamos medicamentos cuya procedencia es de índole variada. Normalmente tenemos alternativas mejores, pero a la persona corriente no le importa. Solamente quiere tener algo que huela bien, que tenga buen aspecto y que se afirma que es lo mejor.

El Dr. I. K. Taimni dice que ahimsâ realmente significa el más alto grado de inocuidad, es decir que cuando algo parece dañino, la persona realmente interesada tiene que abstenerse, porque causar daño a los seres vivos debe evitarse bajo toda circunstancia. Hay algunas acciones que parecen ser incluso delitos, porque a la gente no le importa lo que hacen cuando fabrican algo, y las consecuencias pueden ser muy graves. Para contrarrestarlo, hay que tener una especie de compasión dinámica. Todo aquello que no esté en armonía con la práctica de la Ley del Amor nos hace estar en desarmonía con la Ley de la Naturaleza, por ejemplo, cuando arrasan enormes extensiones de bosques, como han hecho en Brasil, Indonesia, etc. Evitar hacer un daño indirecto con nuestro estilo de vida es importante para evitar el daño en cualquier forma. Recientemente se ha descubierto una isla en Indonesia donde los animales no tienen miedo porque nunca se los ha maltratado y su inocencia nunca se ha visto mancillada. Los seres humanos han pisado esa isla muy pocas veces.

   El amor es una acción positiva. La historia de Angulimâlâ, que se acercó a Buddha con violentas intenciones también es interesante. Las peores vibraciones pueden verse contrarrestadas por el amor y la bondad. Angulimâlâ era un hombre violento, pero Buddha estaba siempre tan lleno de amor y bondad que podía influir incluso en los peores caracteres. Este tipo de actitud tiene que prevalecer en todas partes.

   Estamos ahora en un mundo en el que matar se considera algo horrible sólo cuando afecta a otros seres humanos, pero ahimsâ se aplica al trato de todas las criaturas. Como dice el Bhagavadgitâ, uno puede abstenerse de dañar a un Brâhman lleno de conocimiento y de buen carácter, pero esa persona no es distinta a los Pandit-s ni a nadie. Incluso el perro, la vaca y el marginado necesitan ser tratados con humildad y buena voluntad. Por esto hemos de seguir esa dirección como verdaderos teósofos y tener consideración con todo lo que está vivo, no sólo con los seres humanos, aunque no nos parezcan muy afectuosos. El amor es algo que existe no sólo dirigido hacia algunas personas, sino que existe en sí mismo. Según el Bhagavadgitâ, que se lo considera de gran valor por lo menos para los hindúes, todos pueden conocer el amor, y una vaca, un elefante y un perro tienen la misma importancia.

Indicios del futuro

Existen diversas formas para elevarse por encima del nivel ordinario a otro nivel cada vez más elevado, con una percepción. Se dice que “el primer requisito constante es tener la mente en paz e incluso en actitud contemplativa”. Si somos ambiciosos, en el nivel en que estamos tratando de entrar, en sí mismo es un obstáculo. La yoidad está siempre presente detrás de la ambición que aparece, y por esto habría que observarla y dejarla de lado. Hay que conocer las cosas que no son importantes por lo que son. Hemos de llegar al punto en que leer y escuchar cosas inspiradoras sea una ayuda, y que lo excitante, por su misma naturaleza emocional, represente un obstáculo. Tal vez por esto dicen que sama debe aprenderse desde el principio, porque en un cuerpo excitable todo acaba distorsionado. La medida de la distorsión puede variar pero está ahí.

   Lo mismo ocurre cuando hablamos de dama, o dominio de los cuerpos, que es posible siempre que los demás factores que controlan el cuerpo o los cuerpos controle también el sistema externo. Esto significaría, por ejemplo, que debemos vigilar la salud. El cuerpo físico es una criatura elemental. Si se le permite hacer cuanto quiere, puede descarrilarse. Deberíamos, pues, aplicar el sentido común para controlar al cuerpo. Se trata, por ejemplo, de regular la salud, a la que deberíamos darle una importancia fundamental.

   El ser humano es capaz de verlo y entenderlo. La vida está constantemente enseñándonos, pero nosotros no nos damos cuenta. Es un misterio incomprensible. ¿Se trata de una forma de energía, de inteligencia o de amor? Puede ser cualquiera de las tres cosas o todas a la vez. De hecho toda la vida es una enseñanza, pero nosotros no nos damos cuenta. Siempre se nos dice que la evolución conduce a una expansión cada vez mayor de la forma mientras se necesita, y también de la conciencia después de que la forma deja de ser útil. El poder y las cualidades previas de la conciencia se manifestarán cada vez más si dejamos que ello ocurra. La Sabiduría, la Belleza y el Amor se hallan todos en el trasfondo como parte de la perfección que  alcanzaremos antes o después, un estado de evolución sobre el que actualmente sólo podemos especular. Pero todo lo que existe en el Universo está organizado para originar esta culminación. Lo que pasa es que no somos conscientes de ello. Las leyes naturales, los encuentros y las despedidas, las alegrías y las penas, todo tiene un único propósito, el de hacer que el yo individual se abra y sea la representación de la perfección que hemos comentado. Las antiguas enseñanzas de los Upanishads nos dicen  constantemente: sitúate en el camino de la perfección. “Sé perfecto”. El ser humano, cuando se ha desprendido de todas las cualidades que le caracterizan ahora mismo, y que incluyen tanto lo que comprendemos como lo que no, está esforzándose por tratar de elevar la conciencia hasta un nuevo nivel. En otras palabras, la conciencia nos está enseñando constantemente: aprendemos de todo, como los niños.

   Con la madurez, los universitarios aprenden más rápidamente. Los estudiantes se dan cuenta del valor que tiene contar con un maestro y también del gran valor que implican los procesos internos como la reflexión, la observación, etc. Estos van surgiendo a medida que aumenta la capacidad de comprensión del estudiante. Ahora es capaz de aprender de otras formas.

   Los seres evolucionados que llamamos “Maestros” nos han transmitido numerosos mensajes. Ellos no enseñan a la gente hasta que ésta se da cuenta por sí misma de que ese es el objetivo de nuestra existencia. No existimos para ganar dinero, ni para  conseguir placer, ni siquiera para cooperar los unos con los otros o para ser buenos con los demás. Todas estas cosas no son sino el poder de la Vida Divina manifestada en cada una de sus moradas. En ese sentido, todos formamos parte de la Vida Divina, y esperamos experimentar más, aceptar y no exceder las señales. Si resistimos a “lo malo”, este no volverá, porque abandonaremos el deseo de sensación, de posesión, de poder y cosas parecidas. Terminan los pequeños cambios y en su lugar aparece una nueva vida en el futuro.