domingo, 28 de septiembre de 2014

La luz está en ti


Desde la Atalaya
 
 

 RADHA BURNIER
 
El yoga ha alcanzado gran popularidad fuera de India. Muchos hacen los ejercicios que les enseñan para mantenerse saludables y esta práctica se ha convertido en el principal objetivo en el aprendizaje del yoga. Y esto está bien. Pero el Yoga es en realidad un estado de profunda armonía, un estado en el que la consciencia está serena y en paz. Nada puede interferir con esta parte esencial del yoga. Por cierto se dice que el yoga es este estado, una naturaleza  que no puede ser perturbada por nada (samatvam yoga uchyate).

   Generalmente, el hombre común desea cosas. Incluso si no las desea, espera tener felicidad por medio de ciertos objetos, asociaciones y circunstancias que conducen a la seguridad. A menudo se busca el estímulo del conocimiento para una satisfacción del ego. Pero todo esto no tiene relación con el estado del yoga.

   El yogui no busca nada y no le satisface nada que provenga del exterior. “Satisfecho en el Yo por el Yo, se lo conoce por tener una mente estable”. Siempre es feliz, y esa felicidad no proviene de otra cosa. Esto no significa que sea indolente. Es sereno sin ser inerte o inconsciente; está en este estado de modo normal y natural, es inteligente y tiene claridad mental y armonía en todas las relaciones. Podemos decir que este es un estado de consciencia natural para la mente equilibrada.
   Desear esto o aquello, incluso ese estado de paz interna, sólo puede conducir a una persona a la depresión o al desaliento, y el estado interno tiene entonces una manifestación externa: por ejemplo, una situación de desacuerdo puede convertirse en ira o incluso lucha con el mundo externo, porque básicamente es un estado de confusión y ansiedad. Esta infelicidad puede parecer normal, porque podría parecer anormal si fuera al revés. El malestar o la ineptitud puede que esté en lo profundo del individuo y ser inconsciente de su existencia.
   El proceso de llegar a ser no sólo es querer cosas materiales, sino también satisfacción psicológica. Cuando existe un vacío oculto dentro de ese estado interno puede asumir muchas formas. Esta diferencia entre el hombre y otros seres indica que el hombre puede estar deseando seguridad internamente y tener baja auto-estima. La mayoría de las personas se sienten insatisfechas al escuchar opiniones de este tipo. Cuando queremos tener una relación es una muestra de insatisfacción. La habilidad para observarnos puede crear el deseo de seguridad. Cuando una persona no se mira a sí mismo, constante y cuidadosamente, la cuestión se resolverá dándose cuenta que los deseos, sea lo que sea que ansiamos, son una prueba de que existe una carencia.

   Podemos dejar de lado cosas mundanales y pensar que somos religiosos, pero realmente puede que sólo busquemos satisfacción de otro tipo, incluso el deseo de ir de un gurú a otro. ¿Puede alguien desarrollarse por medio de cualquier cosa? Esta es una pregunta importante que debemos hacernos. Nada permanece igual, y lo que nos satisface ahora, puede cambiar por alguna otra cosa mañana.

   La dependencia procede de la creencia en agentes externos. La persona que es dependiente no reconoce lo que le ocurre. Krishnaji dice: “Usted va a un maestro porque está confundido. Usted elige al gurú que nuevamente satisfará vuestro deseo”. Buscamos algo afuera que nos cambiará a nosotros o cambiará las condiciones. Por lo tanto, podemos estar seguros que la sabiduría no se puede conseguir prestada, ni se puede comprar. La Sabiduría es de la naturaleza de la consciencia. La sabiduría y la paz son facetas del recto estado de conciencia que no depende de nada, y no se reafirma en nada.
 
Nuestro modo de ver es ilusorio
   La ilusión es creada y mantenida por varios elementos. Estos incluyen el encanto de las cosas que nos rodean, que incluso pueden dar la impresión de no estar fuera de nosotros. El sentido de dependencia, desasosiego y apego, son parte del estado que impide que la luz pura se exteriorice. Otras condiciones como pensamientos y reacciones ocultos, los cuales son superficiales, también son parte del estado de la persona. Además produce gran decepción en lo que experimentan. El sólo hecho de mirar a los objetos no produce ilusiones sino que lo hace la mente cuando se conecta con el objeto. Se apega a un fragmento y olvida la totalidad. Entonces llega a una conclusión. Su auto-imagen se crea por sí, que es una fuente de ideas erróneas de toda la vida. Por lo tanto existe una fuente continua de ilusión que puede ser destruida sólo al detener toda actividad mental y ver lo que es.

   La visión pura es ver “lo que es” sin distorsión.  Entonces puede ver que la escena externa es un reflejo del estado propio de la mente. Nuestra propia consciencia se convierte en la base de lo que consideramos como experiencia. Este es el motivo por el que, en uno de sus famosos versos, Sri Sankarâchârya expresa que la mente muestra a todo el Universo como parte de sí misma. Si la consciencia no escucha, la música no existe para ella. “La vida misma habla”, nosotros no la escuchamos porque vemos las cosas con falta de claridad y sensibilidad. La única fuente de luz llega cuando la mente está serena, pura, no distorsionada por ninguna atracción externa. 

   Al igual que una lámpara emite luz sobre todo lo que está a su alrededor, y también sobre sí misma, la consciencia pura impregna lo que la rodea con luz. Âtmabodha, una obra famosa de Sri Sankarâchârya expresa: “La lámpara encendida no necesita otra lámpara que la ilumine”. Ciertamente, no necesita nada para darle luz, ¿para qué dirigirse hacia el exterior, excepto que sea por compasión?

   Ningún maestro nos hace ver. Él sólo sugiere, señala, e incluso cuando habla, las palabras no son la verdad. La Verdad no es estática, no es una imagen. No podemos conocer a Dios o el Amor por medio de una imagen. Así, The Cloud of Unknowing (La Nube de la Ignorancia) dice: “Puede ser bien amado, pero no se puede pensar correctamente en Él”.

   La mente puede estar vacía de pensamientos, de deseos, del yo. Debe estar serena y pura, no debe buscar nada. Debe estar vacía, totalmente sin ambición. “Cuando rezo por algo, no rezo. Realmente al orar uno no debe querer nada” (Eckhart).

   Necesitamos meditar sobre esto y darnos cuenta que no existe una fuente externa por medio de la cual podemos conocer la verdad. Se percibe cuando la mente se serena, descubre su propia profundidad y reconoce que la bondad existe allí, en una profundidad inconmensurable. La verdad es belleza, paz y amor. Éstos la conforman porque es la Vida Universal.
 
La verdadera cultura
   Annie Besant expresó: “La Espiritualidad no conoce a “yo y los otros”. Sólo reconoce al Yo Uno del que todas las formas son una manifestación”. Esta es una afirmación valiosa, en la medida en que se comprende la vida de una persona, el Yo Uno se conoce. Existe una dificultad porque la palabra como se comprende, significa cosas diferentes para diferentes personas. Por esta palabra queremos significar lo que una persona realmente sabe, no teórica o parcialmente, la verdad de esa Unidad incluye a todas las personas y a todas las cosas que tal vez tendemos a excluir, las muchas relaciones que incluyen lo que no parece ser parte de la vida.

   Al abandonar, que significa dejar, reconocer mentalmente o de cualquier otro modo que existe una no-unidad fortalecemos el sentido del yo. Esto es lo que ocurre cuando una persona avanza mucho en el Sendero pero se sale de él porque falla en reconocer en sí misma que el sentido del yo permanece aún cuando parece que lo superó. Quien ha abandonado el sentido del ego totalmente es aquél que realmente está realizando el viaje espiritual. Existe una unidad con la perfección que está más allá de todo lo imaginable, que podemos llamar ´cultura´, aunque la palabra ´cultura´ también se usa para hacer referencia a cosas muy comunes.

   En la falsa cultura, aunque puede que no reconozcamos su falsedad, existe una ausencia de verdad. Esto significa que puede haber un condicionamiento o conformidad oculto, la búsqueda de auto-distinción, sin saberlo. Existen peligros en el Sendero durante todo el trayecto, cuando una persona considera que pensar es un arte que le pertenece. La verdadera cultura no puede existir junto con cualquier pensamiento del yo. Es un estado de sensibilidad, a menudo hacia la belleza y la bondad de la vida. No es cuestión de adquirir una apariencia, sino un estado de ser, de ser libre.

   Toda la inteligencia, que incluye la belleza de todo tipo, está en la naturaleza y existe un gran poder en las leyes y procesos que son una expresión de ese estado interno. Una persona que ve esto se da cuenta que el ser humano tiene una pequeña parte de una vasta inteligencia. ¿Cómo sabe un pequeño pájaro cuándo emigrar y dirigirse a otro lugar a miles de kilómetros? ¿Cómo gira una flor hacia el sol y se vivifica? ¿Cómo es posible la construcción de un hormiguero para una pequeña termita que para nuestros ojos no sabe nada? Innumerables fenómenos muestran el poder maravilloso de la Naturaleza; los logros del hombre parecen exiguos para cualquiera que avanzó mucho. Por eso se dice en el Bhagavadgitâ que no existe un fin para las maravillas ocultas dentro del corazón de la Naturaleza. El Señor Krshna, que significa poder divino, expresa: “Sea cual sea la semilla de todos los seres, eso soy Yo, oh, Arjuna!” Esta es una afirmación difícil de comprender, pero al reflexionar se hace más claro y cobra mayor significado. Su significado total se completa cuando nuestra mente comienza a dinamizarse y ampliarse por sí misma.

domingo, 21 de septiembre de 2014

DEBEMOS PARTIR DE DONDE ESTAMOS




 Clara Codd.
Hace poco encontré un pequeño y exquisito poema titulado “Song at Twilight” (Canción al Anochecer),
solamente de tres versos, y citaré aquí el primero de ellos:

Debemos seguir a partir de aquí.
El tiempo no tiene retorno.
Lleva lo que hemos aprendido,
que desaprender no podremos.
El puente que dejamos atrás,
no existe.

En todos los momentos de la vida, ese primer verso siempre es cierto. Tenemos que partir justamente de donde estamos. Puede que hayamos estado vagando por el camino, o que hayamos tomado alguna curva dudosa. En cualquier caso, nada podemos hacer salvo comenzar donde estamos.

Conozco a personas que posponen el comienzo de esa gran empresa que es avanzar por el Sendero, diciendo que esperarán a ser mayores o más sabios. Pero tan pronto el primer vislumbre de que hay un sendero de retorno al hogar viene a nuestras almas, ese es el momento de empezar a recorrerlo. A veces decimos que no somos aún suficientemente buenos, o que no somos lo suficientemente puros, o que no estamos lo suficientemente preparados, cuando en realidad no podemos empezar a hollar el Sendero salvo donde mismo estamos. No podemos comenzar una empresa tan grande como ésta, si no es de la forma en que somos. Hay una adorable stanza de la antigua India, que dice:

Puro o impuro,
cualquier puede ser,
meditando en lo Puro
llegaré a ser puro.

Nosotros sólo podemos comenzar como somos, y tenemos que partir de donde estamos. Algunos pensarán que son demasiado viejos porque la vida ya casi se les ha ido. ¡Qué idea tan errónea! En la vida del Espíritu no hay edad, espacio, ni tiempo, de la forma en que nosotros entendemos estos conceptos. Hay una gran verdad en la vieja historia del ladrón en la cruz, que en el momento de la muerte entró al paraíso con el Señor. Su último pensamiento le dio una nueva dirección a su alma antes de abandonar su cuerpo.

Los últimos años en la vida de una persona, incluso los últimos meses, pueden darle una nueva dirección a su vida, y comenzar un nuevo camino que le lleve más allá de los confines de la muerte, conduciéndole hasta la próxima encarnación. Los pensamientos de todas las personas mayores deberían volverse hacia el cielo. Por desgracia, sus pensamientos con frecuencia se dirigen hacia atrás, reviviendo los hechos acontecidos en esa vida que transcurrió rápidamente. Los recuerdos están estrechamente relacionados con el pasado. Eso está bien y es bueno si los recuerdos están llenos de amor, compasión, alegría, amistad, o belleza. Pero también tenemos que mirar hacia el futuro. Las glorias del cielo que vienen. En el momento de la muerte, el alma desciende para revisar la vida pasada y comprenderla. Debemos llevar el dorado hilo de Ariadna con nosotros a través de las puertas de la muerte, el hilo de una dorada esperanza, de una nueva resolución, aunque esto sea apenas un comienzo.

Y así debe ser también con todos los problemas de la vida. Aunque pensemos que no estamos bien equipados para la empresa, el Tiempo no esperará a que nosotros encontremos sabiduría, ayuda o decisión. No importa lo que seamos, ni el punto en que nos encontremos, tenemos que partir de donde estamos. Entonces podremos seguir aceptando valientemente los resultados que curarán nuestra falta de sabiduría o de capacidad, teniendo siempre una enorme fe y confianza; una confianza en la vida, que es Dios en acción, y una fe en la belleza, que es finalmente la eterna conquistadora. El hilo de oro, nuestro propio Sutratma, una y otra vez nos llevará de retorno a nuestro Ser divino, y un día ese hilo dorado nos sacará de la
oscuridad de esta caverna para llevarnos al fulgor de la luz eterna.

domingo, 14 de septiembre de 2014

La verdad y las verdades teosóficas





JOHN ALGEO
Ex Vicepresidente Internacional de la Sociedad Teosófica y Profesor Eméritus, Universidad de Georgia, EEUU.
 
La Biblia cristiana hace una notable afirmación sobre la verdad: “Y conoceréis la verdad y la verdad os hará libres” (Evangelio según San Juan, 8:32). Pero la verdad es algo misterioso.
En un artículo titulado “¿Qué es la Verdad?” (Lucifer, febrero1888), H.P. Blavatsky escribió: “No hay espacio para la verdad absoluta sobre ningún tema en un mundo tan finito y condicionado como es el hombre mismo. Pero hay verdades relativas y hemos de aprovecharlas lo mejor que podamos. En cada época hubo Sabios que dominaron lo absoluto y sin embargo sólo pudieron enseñar verdades relativas. Porque todavía ninguna persona nacida de mujer mortal en nuestra raza, tiene o puede haber trasmitido la verdad total y final a otro hombre, porque cada uno de nosotros tiene que encontrar ese conocimiento final (para él) en sí mismo.”

Las verdades que nos hacen libres, como dice el Evangelio, son verdades internas, verdades que no versan sobre el mundo externo, sino sobre nuestro ser más profundo. Esas son las verdades teosóficas, que nos liberan de las creencias comunes erróneas. Pero si las verdades teosóficas pudieran liberarnos de las ilusiones de las suposiciones ordinarias, ¿cómo sabemos que nuestras verdades teosóficas son verdaderas? ¿Es posible que también ellas, aunque mucho mejor que nuestras apreciaciones corrientes sobre la vida, sean sólo parciales y distorsionadas?

El Mahachohan ha dicho que la enseñanza que los Maestros proclaman es “la única verdadera” y que “Teo-Sofía”, la Sabiduría Divina…es sinónimo de la verdad”. Pero ¿es la Teo-Sofía del Mahachohan la misma que la Teosofía que entendemos y proclamamos nosotros? ¿Es posible que nuestra comprensión de la Sabiduría Divina pueda no ser exactamente la misma que la del Mahachohan, y no esté al mismo nivel que la suya?

La Verdad es como la luz. El cosmos está impregnado de radiación electromagnética. Nuestros ojos sólo pueden percibir una diminuta porción del espectro total de la radiación y a esa pequeña porción le llamamos “luz”. El cosmos está lleno de una enorme gama de radiación electromagnética que no podemos ver, una exposición prácticamente ilimitada de energías, sobre las cuales estamos completamente a oscuras. E incluso esa pequeña parte del espectro electromagnético que podemos ver, no la vemos directamente. La luz es invisible hasta que es reflejada por algún objeto.

La verdad es así. La verdad total de la Teo-Sofía es como todo el rango de radiación electromagnética. Es eterno. Es absoluto. Pero nosotros somos temporales y relativos. Nuestras percepciones limitadas de las verdades teosóficas son todo lo que nosotros, con nuestras imperfecciones y limitaciones, somos capaces de recibir de la verdad total y una. La radiación de la verdad está en todas partes, pero sólo podemos ver una pequeña parte de ella. Hemos pues de recordar las sabias palabras de Hamlet a su amigo: “Hay más cosas en el cielo y en la tierra, Horacio, de las que se sueñan en tu filosofía”. O, como escribió HPB: “… aunque la verdad absoluta no está en la tierra y tiene que buscarse en las regiones superiores…siguen existiendo, incluso en este pequeño e infantil globo giratorio nuestro, algunas cosas que ni siquiera se han soñado en la filosofía occidental”. (“¿Qué es la Verdad?” Lucifer. feb. 1888. CW 9:33)

Además, incluso la pequeña parte de la Verdad eterna que podemos percibir, no la percibimos directamente. Es como la luz. Los astronautas que viajan en vehículos espaciales a la luna o a otra parte, están viajando a través de la luz del sol, que se irradia continuamente en el espacio vacío. Pero como ese espacio está vacío, los astronautas no ven la luz en él. El espacio en sí mismo, pues, carece de luz y es negro a los ojos del observador. En el espacio exterior, somos conscientes de la luz del sol solamente cuando se la ve chocando con un objeto: una parte del vehículo espacial, otro objeto rotando por encima de la tierra como la luna o la misma tierra. Entonces la luz del sol revela ese objeto.

Del mismo modo, percibimos la verdad solamente cuando está reflejada por los objetos de nuestro entorno. Y el proceso del reflejo distorsiona su luz. Nuestra Teosofía está filtrada por nuestro entorno y nuestra herencia. Entonces la Verdad aparece como una cosa de muchos colores y diversa, un poco distinta para cada uno de nosotros. Pero eso no es malo. Ciertamente a su manera, es glorioso, una cosa esplendorosa e ilimitada. Cuando la pequeña parte de la radiación electromagnética que podemos ver se refleja en nuestros ojos, la vemos de varios colores, según la cualidad de aquello que lo refleja. Algunos objetos absorben toda la luz y por eso nos parecen negros, como el mismo espacio, porque no reflejan nada a nuestros ojos. Otros objetos reflejan toda la luz o la mayoría, y por eso nos parecen blancos, el espectro completo de la luz. El color de cualquier objeto que miramos es esa parte de rango de luz de la radiación electromagnética que ha rebotado en él. Pensamos que una manzana es roja: la manzana en sí misma es de todos los colores excepto roja, porque ha absorbido todas las ondas de luz excepto las que impresionan nuestros ojos como rojo. Paradójicamente, vemos la manzana roja porque ha rechazado los rayos rojos y ha aceptado todos los demás.

Debemos recordar que las verdades que vemos son condicionadas y relativas. Existe una verdad absoluta, igual que hay una luz absoluta. Pero no podemos ver la luz absoluta y no podemos comprender la verdad absoluta. No debemos  asumir que las verdades que creemos conocer son la única o absoluta verdad. Oliver Cromwell fue un dictador de mediados del siglo XVII en Inglaterra y, en algunos aspectos, no fue un hombre bueno. Pero escribió unas palabras muy sabias a la Asamblea General de la Iglesia de Escocia: “Yo os imploro, por las entrañas de Cristo, que penséis en la posibilidad de que estéis equivocados”.
Aquellas grandes almas que ven con más claridad que nosotros y de una forma total la naturaleza de las cosas, están viendo un mundo algo distinto al nuestro. Por una visión más amplia, los Maestros y las personas como HPB, que están próximas a ellos, ven la unidad, el orden y el propósito de la vida de forma inmediata y directa, algo que nosotros somos incapaces de lograr. Y como están vivos a esa visión de la verdad, encarnan la unidad, el orden y el propósito en su propia vida. Estar vivo a las verdades de la Teosofía es conocer cómo se expresan sus grandes verdades en los pequeños detalles. De todos modos, no debemos quedarnos atascados en esos detalles, y hemos de recordar siempre que la luz blanca de la verdad abarca todos los colores y los sintetiza con un esplendor que sobrepasa incluso la cola del pavo real.

Este artículo sugiere dos cosas. La primera es que, si estamos vivos a las verdades de la Teosofía, ellas pueden liberarnos del condicionamiento de nuestras creencias comunes, esas suposiciones que se denominan “sabiduría convencional” pero que contienen poca sabiduría verdadera y se limitan a ser los prejuicios colectivos de una comunidad. Las verdades teosóficas son, pues, liberadoras. Esas verdades nos liberan ayudándonos a descubrir quiénes somos realmente. La segunda es que lo que entendemos como verdades teosóficas son adaptaciones a nuestra comprensión limitada de la verdad total de la Teo-Sofía, que es la sabiduría absoluta y eterna. Por consiguiente, no deberíamos confundir nunca nuestra comprensión de las verdades teosóficas con la verdad absoluta. En cambio, deberíamos decir, junto con quienes son sabiamente humildes, “Así lo he oído”.

domingo, 7 de septiembre de 2014

La luz de los pensamientos budistas



BINAY KRISHNA
Es miembro de la Sección Inda, y vive en Patna
 
 
Este es un artículo explicativo de las enseñanzas de Buddha. Estas enseñanzas de Buddha Sâkyamuni son una importante herencia de la humanidad, que ayuda a las necesidades humanas. Cuando examinamos las tradiciones espirituales existentes en el mundo, todos estamos de acuerdo respecto a la importancia de la práctica ética. Incluso el antiguo Indo Charvaka, nihilista que negaba cualquier tipo de vida después de la muerte, afirmó en ese entonces que dado que esta es nuestra única vida, es vital dirigirla moralmente disciplinando nuestra mente. El famoso científico Erwin Schroledinger, que fue quien dio origen a la mecánica ondulatoria (que luego condujo a la Mecánica Quántica) hizo una afirmación interesante: “Considero la ciencia como una parte interesante del esfuerzo humano para comprender la gran pregunta filosófica que abarca todas las demás: ¿QUIÉNES SOMOS NOSOTROS?”

 La Naturaleza funciona de acuerdo a leyes que los científicos han descubierto a partir de sus observaciones, experimentos y de su razonamiento. Desafortunadamente, la ciencia se ha desconectado de la búsqueda filosófica y religiosa del hombre y a menudo se la considera como antagónica a tal búsqueda. Se le da mucha importancia a comprender el mundo externo a nuestro alrededor, pero existe una total negligencia de las funciones y consciencia del hombre.

Puede ser aconsejable explorar algunos aspectos generales de los experimentos psicológicos occidentales. Pavlov, en el transcurso de los experimentos con su perro, descubrió que después del proceso de hacer sonar la campana mientras lo alimentaba con su bizcocho preferido, el perro salivaba. El proceso se repitió varias veces. Más tarde descubrió que aunque no le diera el bizcocho, si la campana sonaba, el perro igual salivaba. A esto él lo llamó “reflejo condicionado”. Se produce una manifestación psicológica interna a partir de condiciones puramente físicas.
  
Freud, por medio de su psicoanálisis, conectaba todo comportamiento con la libido sexual que era un poco más profunda que la teoría del “reflejo condicionado” de Pavlov. Puede ser interesante notar que Carl Jung, el famoso psicólogo clínico, descubrió que en el transcurso de su práctica las personas que se dedicaban a actividades filantrópicas no tenían ningún problema psicológico. Las personas auto-centradas sí los tenían y requerían de su ayuda. La psicología occidental no tiene mucho que decir de las causas de las aflicciones mentales en los seres humanos.

 La primera verdad cardinal del Buddha es que el mundo está lleno de sufrimiento. Al diagnosticar la enfermad, Tathagata muestra un camino de salida basado en su propio conocimiento y percepción de la psicología verdaderamente humana. Cuando la civilización llega a un periodo de problemas como en el que estamos ahora, los individuos reflexivos se dirigen desde el mundo externo del caos político y social al mundo interno de la psique. Dejemos que los principios básicos sean examinados desde la percepción hacia una nueva forma de vida por medio de la cual la civilización puede encontrar una renovación. Requiere una dimensión espiritual diferente.

El problema básico que confronta un hombre reflexivo, no es qué es el mundo, sino “quién soy yo”. Con mis ojos veo formas, escucho sonidos con mis oídos, tocamos objetos, etc. Pero incluso con la destrucción de estos órganos, permanecemos. ¿Quién es este “yo”? ¿Quién soy “yo”? Los cinco órganos de los sentidos trasmiten esto que no tiene nada que ver con el verdadero “Yo”. El pensar se puede agregar como la sexta actividad sensorial que se ve afectada por los cinco sentidos externos y su relación casual a otro, que resulta en el fenómeno del mundo externo. El órgano del pensamiento tiene para su objetivo espacio infinito. Reconocemos el espacio por el mero pensamiento cuando los cinco sentidos externos están en reposo.

Sin embargo, es posible eliminar el espacio de nuestro pensamiento en profunda concentración sobre el pensamiento. Esto conduce a una comprensión directa de que el espacio no tiene una realidad objetiva y no tiene nada que ver con mi verdadero “Yo”. Incluso si el espacio se reduce al tamaño del pulgar, el “Yo” permanece.
No es difícil ver que nuestro organismo corpóreo es el aparato por medio del cual vemos, oímos, olemos, tocamos y pensamos o conocemos el mundo externo. Decir “veo”, “oigo” o “pienso” es tan erróneo como si el conductor de una máquina a vapor dijera: “Estoy largando vapor”.

Es con el deseo que estamos conectados con nuestro aparato cognoscitivo: queremos un organismo y queremos usarlo. El Señor Buddha dice que los componentes más esenciales o atributos y mi verdadero yo no están en modo alguno tocados por todos estos, y por lo tanto están más allá del conocimiento. 

La pregunta es cómo es que llegamos a tener lo que deseamos, poseyéndolo. Repetimos este proceso de épocas inmemoriales y lo repetiremos perpetuamente. Nadamos en un “inmenso mar de impermanencia.” En el momento de la muerte, cuando estoy obligado a renunciar a mi aparato cognoscitivo, me aferro a nuevos embriones que están en armonía con mi tanhâ más íntimo.  

Sea lo que sea que experimentemos continuamente, cambia en algo diferente. Este es el otro atributo del mar de impermanencia: no hay sensación de dicha que no se convierta en sensación de aflicción. Tanhâ, que ansía el placer sensual, reina en nosotros. No obtener lo que deseamos es sufrimiento. Todo el deseo dentro de nosotros tiene como objetivo un placer sensual, pero todos son transitorios. 

El otro aspecto del placer sensual mundanal es que el sufrimiento surge del tanhâ obstruido, de las ansias. El sufrimiento cesa con el abandono de tanhâ. Al no tener deseos, una paz sin límites desciende sobre nosotros dado que los deseos ya no nos perturban más. También ve que esa ansiedad es otra causa de sufrimiento. La máxima riqueza se puede obtener o alcanzar temporalmente.  

Piensen en un joven que se lo coloca en un palacio encantado. El joven se maravillará de la belleza del palacio sin ver a través de las ilusiones. Le gustará el mundo como se le presenta a primera vista. Tanhâ o ansia surgirá, que luego sella su destino. En la ruptura del aparato cognoscitivo en el momento de la muerte, se pondrá a sí mismo en manos del mundo innumerables veces. 

Al principio, incluso meditar en un lugar recluido se hace imposible al ser perturbados por pensamientos extraños que se agitan dentro de nosotros. Pero para superar esta distracción, es importante que repitamos el intento y no cedamos a ellos. Llegamos a darnos cuenta gradualmente, a medida que la actividad cognoscitiva se vuelve más pura, que el pensamiento es más libre y más independiente hasta que uno permanece durante horas en pacífica contemplación. 

 Es por esto que debemos convertirnos en hombres rectos, es decir, hombres que no cedemos a una burda manifestación de “ansias”. Primero debemos alcanzar pureza moral. El segundo paso es distraernos de lo mundanal por un esfuerzo moral. Esto puede no resultar en pobreza externa: es cuestión de pobreza interna. Gradualmente usa recursos y su facultad, no para su propio interés sino por sus semejantes: él es un brahmán, un asceta, un monje (Dha. X 142). Buddha llama a esta condición, el estado de entrega de la mente. Afirma que esos hombres, aunque todavía sobre la tierra, viven con desapego voluntario con pureza total, y con amistad ilimitada hacia todas las criaturas vivientes, viven “una vida celestial sobre la tierra”.
 El peregrino en el sendero de la vida, por una actividad cognitiva pura, totalmente sordo y ciego al mundo externo, al culminar en profunda contemplación puede disfrutar una percepción exclusiva del espacio vacío infinito. Después de su muerte renacerá en una esfera en la que disfruta la majestuosa paz supra-mundana del vacío y no enfrenta la muerte durante millones de años. Pero esto tampoco es el pináculo. También esto es transitorio, por lo tanto produce aflicción.

 Buddha llama a un adepto (el Consumado) el totalmente extinguido. Él dio el símil que uno se extingue en la muerte como lo hace una lámpara. Quemar y extinguir son meros procesos que se refieren al atributo de la lámpara, es decir al aceite, el pabilo, y la avidez con la que la llama consume el aceite. Lo que subyace bajo la manifestación de los cinco sentidos es una “X incomprensible” en la que surge Tanhâ, la sed de usar el combustible. Buddha enseña claramente que lo que se extingue en nosotros es la llama de la avidez, el odio y la desilusión. Él dice: “Lo que veo como que se origina y se extingue es algo diferente a mí. Si fuera lo mismo, también podría dejar de ser. Todos los componentes de la personalidad no pueden ser mi verdadero Yo.” Schoenhaur dice: “Ciertamente, la esencia incognoscible es sumamente sublime y majestuosa: en ella no hay surgimiento o muerte.” Desde este punto de vista no es Él quien se extingue, sino el mundo. Para nosotros el proceso es sólo a la inversa. Es un estado en el que existe libertad de cualquier movimiento, silencio profundo, gran quietud, absoluta tranquilidad, es decir la gran PAZ. La armonía absoluta reina en esta esfera de Nibbâna y la benevolencia ilimitada.
 
OM, ¡AMITÂYA! No midas con palabras lo inmensurable, ni hundas la cuerda del pensamiento en lo insondable.
Quien pregunta yerra, quien responde, yerra. ¡No digas nada!
La Luz de Asia