viernes, 29 de julio de 2016

Hay un camino...


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FEMMIEL LIEZENGA
Trabajadora residente en el Centro Teosófico Internacional en Naarden


 Cuando murió H.P.Blavatsky, Annie Besant encontró un poema en uno de los cajones de su escritorio. La primera frase dice:

“Hay un camino, empinado y agreste, rodeado por peligros de toda clase, sin embargo es un camino y lleva al corazón mismo del Universo”.

Las palabras son muy profundas y nos invitan a meditar sobre ellas.

Se afirma que la luz espiritual no nace de opiniones o argumentos. Sin embargo, también  se afirma en la Sociedad Teosófica que a todos se les permite tener y expresar sus opiniones. Pero cuando deseamos recorrer el Sendero espiritual ¿es importante tener opiniones y argumentos? Parece ser una contradicción para el lema de la ST, que dice que la Verdad es lo más elevado. Si es así, las opiniones no son de valor alguno. Necesitamos descubrir la Verdad y no necesitamos dedicar mucho tiempo a las opiniones. Para descubrir lo que significa la Verdad absoluta, tenemos que desechar nuestras opiniones e ideas y necesitamos tener una mente abierta, vacía. Una mente que sea receptiva a la Verdad. Admitir que realmente no sabemos da cabida a hollar el camino en silencio.  En ese silencio no cuentan opiniones, argumentos o ideas.

‘La Escala de Oro’ que nos fue entregada por los Maestros de Sabiduría a través de HPB, habla de una ‘percepción espiritual sin velos’ y también acerca de ‘dar y recibir consejo e instrucción’. Primero examinemos las palabras ‘dar y recibir consejo e instrucción’. Quizás ahora, en cierto punto, es más importante para nosotros ‘recibir’ consejos e instrucciones, porque quiénes entre nosotros pueden decir: ¡yo sé!  Para poder recibir, uno tiene que permanecer en silencio. Para poder recibir, todas las opiniones tienen que cesar. La Voz del Hablante Silencioso puede ser escuchada solamente con total apertura y con la facultad del aprendizaje.

Examinemos ahora una ‘percepción espiritual sin velos’. ¿Qué podría significar una percepción espiritual sin velos? Parece  como que de lo que se habla aquí, es del estado Buddhico, una consciencia total, no cubierta por ningún velo, ni afectada por pensamientos engañosos. Una percepción espiritual sin velos parece significar no tener conclusiones, sino una percepción que sea universal y total. Es solamente con una mente abierta que podemos abordar lo innombrable. Es una percepción que nos da cabida para descubrir.

Algunas personas dicen que el único propósito en sus vidas es llegar a iluminarse. Si uno tiene esta meta, sólo llegar a ser libre de nuestro propio sufrimiento será una meta egoísta. No hay altruismo en tal finalidad y no hay percepción. Pero quizás las personas que dicen esto, significa que desean descubrir lo que ellas son inherentemente; tal vez quieran decir que desean encontrar la fuente real de su existencia.

En Luz en el Sendero se afirma que para escuchar la Voz del Silencio tenemos que comprender esa guía real que proviene desde adentro. Esto muestra que tenemos que aprender a no identificarnos con las cosas efímeras. Puede que sea importante tener conocimiento de la Teosofía, pero si este conocimiento es solamente teórico y realmente no nos cambia, no tiene valor. El conocimiento podría obstruirnos. Tenemos que llegar a la verdadera comprensión de que todo lo que nos rodea es solamente transitorio, efímero. Tenemos que aprender a no identificarnos con lo que es temporal.

Hay mucha belleza a nuestro alrededor y tenemos los sentidos para percibirla. Con los sentidos experimentamos y, si estamos abiertos, aprendemos de nuestras experiencias. Pero tan pronto como etiquetamos las cosas y nos identificamos con las experiencias, tan pronto como deseamos continuar las así llamadas experiencias agradables y evitar las llamadas dolorosas, la experiencia se convierte en memoria, cristalizada y estancada. Y llega a ser una repetición de lo conocido. ¿Es posible también aprender de eso que rotulamos como doloroso o desagradable? ¿Es posible no etiquetar en modo alguno?

Si aprendemos a ver todas las cosas como una expresión de una única Realidad, aprendemos a no identificarnos con las cosas efímeras. En A los Pies del Maestrohay algunas frases para guiarse: ‘Desde lo irreal condúceme a lo Real. De la oscuridad condúceme a la Luz. De la muerte condúceme a la Inmortalidad’.

Nosotros tenemos que aprender a liberarnos de nuestras identificaciones. Tenemos que, por así decirlo, aprender a cambiar nuestro punto de vista; enfocarnos más internamente en vez de sólo hacerlo externamente todo el tiempo. De esta manera aprendemos a ser uno con el Silencio, tenemos que permitir que el Silencio se convierta en el centro de atención, entre todo lo que es transitorio. Si permitimos esto, no nos desconcertaremos tanto con todos los acontecimientos del mundo externo. Ellos vienen y van, son solamente transitorios, como las nubes en el cielo.

Podríamos decir: lo mutable es el total de la Manifestación, desde su primera vibración, la más invisible, hacia abajo, hasta la vibración más densa en el plano material. Podríamos decir que el Silencio eterno es la Fuente de esta total Manifestación visible e invisible, que ambas existen simultáneamente, el Silencio eterno, lo inmutable; y lo efímero, lo mutable.

Tenemos que aprender a enfocarnos de manera diferente y haciéndolo así, podremos vivir en el mundo sin ser de él. Significa no refugiarse en una u otra orilla del río de la vida, siendo capaces de permanecer de pie, imperturbable, sereno, aun cuando haya tormenta. Nosotros podríamos usar las palabras ‘conciencia sin opción’. Cuando alguna vez tengamos una visión, será solo una vislumbre de lo inmutable, veremos todas las cosas transitorias bajo otra luz. Aprenderemos a sorprendernos y a sentirnos envueltos en un misterio que tratamos de descubrir, no con nuestra mente sino en el silencio. Aprendemos solamente con una mente abierta, vacía, permaneciendo en el Silencio y, en ese proceso de aprendizaje, la humildad entra en existencia de una manera natural, sin ningún esfuerzo.

Cuando descubrimos el misterio, aunque tan solo sea con un pequeño vislumbre, no podremos traducirlo en palabras porque está más allá de las palabras, más allá del estado mental, más allá de los pensamientos. Para poder escuchar la voz del Silencio tenemos que llegar a ser uno con el Hablante Silencioso.

Luz en el Sendero afirma que la vida misma es nuestro Maestro. Toda experiencia, todo incidente en nuestra vida es nuestro maestro, nuestro gurú. No necesitamos buscar fuera de nosotros un gurú, el gurú está más cerca que nuestras manos y nuestros pies, justo ante nuestros ojos. De nosotros depende si vemos la vida como nuestro gurú, nuestro maestro. Especialmente en medio del dolor y la aflicción hay algo que podemos aprender. De esta manera nos volvemos cada vez más sensibles y conscientes de la belleza oculta en nuestro más íntimo ser y también a nuestro alrededor. Quizás de esta manera el ruido se aleje y tal vez, por primera vez, encontremos el verdadero Silencio y nos volvamos conscientes del desenvolvimiento de la consciencia a niveles más profundos de comprensión.

Entonces, el verdadero Maestro reside en nuestra naturaleza intima. Si nosotros, aunque solo sea una vislumbre, nos volvemos conscientes de la verdad acerca de esta naturaleza, cambiaremos todas nuestras acciones y viviremos de una manera totalmente diferente, aprendiendo sin ningún esfuerzo, muriendo a lo conocido, en el Silencio que no nace en el campo de lo conocido:

"Existe un camino, empinado y agreste, rodeado de peligros de todo tipo, pero sin embargo un camino, que conduce al corazón mismo el Universo: puedo decirles cómo encontrar a aquellos que les mostrarán la puerta secreta que sólo se abre hacia el interior, y se cierra rápidamente detrás del neófito para siempre. No hay peligro que un coraje intrépido no pueda conquistar; no hay prueba que una pureza inmaculada no pueda superar; no hay dificultad que un intelecto fuerte no pueda vencer. Para quienes avanzan hay una recompensa que está más allá de toda descripción: el poder de bendecir y salvar a la humanidad; para quienes fallan, hay otras vidas en las que el éxito llegará".

domingo, 24 de julio de 2016

Estar en silencio




Tim Boyd

 Dirijamos nuestra mente hacia algo un poco más profundo que la simple superficie. Como muchos hemos estado involucrados en una u otra forma de búsqueda espiritual, algunos incluso durante décadas, de vez en cuando está bien hacernos algunas preguntas simples para recordarnos lo que nos ha conducido hasta un camino espiritual.

  La pregunta que vamos a considerar es muy básica: ¿por qué estamos aquí tratando de vivir la vida espiritual? Probablemente la mayoría de nosotros podemos retroceder y trazar el curso que nos ha conducido hasta el momento presente. Sin embargo, incluso más importante que la pregunta histórica es el proceso.

  ¿Qué ocurre cuando nos hacemos una pregunta? Las preguntas, por su misma naturaleza, tienen lugar a distintos niveles. Normalmente nos pasamos el día haciendo preguntas. Si tenemos información insuficiente o si nuestro conocimiento o recursos no son adecuados, tanto si se trata del supermercado como de internet, hacemos preguntas. Y ¿qué ocurre? La mayor parte del tiempo probablemente estamos pidiendo simple información. Pero cuando nos hallamos en el sendero espiritual, la naturaleza de las preguntas y del cuestionamiento se hace ligeramente, si no profundamente, distinta.

  El proceso del cuestionamiento necesariamente requiere algo de nuestra parte. La mayoría de las veces al principio buscamos respuestas y eso ya está bien. Pero las respuestas con cosas muy pequeñas. Cuestionar realmente nos implica en un proceso que requiere escuchar. Si preguntamos de forma adecuada, requiere que escuchemos la respuesta, o mejor todavía, que busquemos la respuesta. Entonces preguntamos, escuchamos y si nos implicamos en el proceso adecuadamente, oímos. Hay una antigua plegaria que dice: “Que vea lo que veo y que oiga lo que oigo”. A nivel superficial parece casi absurdo. Naturalmente que vemos lo que vemos y si oímos, oímos. Pero ¿ocurre así?

  En los Estados Unidos, donde los vehículos de dos ruedas y las motocicletas son mucho menos comunes que en otras partes del mundo, una causa importante de los accidentes de carretera es cuando los conductores de un coche miran por el retrovisor para ver si es seguro cambiar de carril y cuando no ven otro coche, hacen el giro. Cuando miraron por el retrovisor de hecho había un vehículo de dos ruedas en el carril de al lado, pero aún viéndolo, como su mente está acostumbrada a buscar otra cosa, no ven nada excepto un carril seguro para girar y ocasionan un accidente. Sí que es cierto que el conductor miró, pero no vio.

  También esto se aplica a nuestras conversaciones con los demás. Tenemos el ejemplo del caso de discusión o desacuerdo. Muchas veces una persona contará la historia sobre lo que se ha dicho y la otra contará exactamente lo contrario. En esos casos los dos oyeron, pero debido a sus prejuicios y expectativas, realmente no oyeron. El proceso, pues, es un proceso de escucha y se necesitan algunos requisitos para escuchar genuinamente. No se trata simplemente de dirigir los oídos en una cierta dirección.

  Uno de los requisitos principales para escuchar verdaderamente es que, primero, hemos de dejar de lado cualquier expectativa que tengamos. Cualquier prejuicio que podamos tener respecto al modo en que alguien nos haya hablado en el pasado, tiene que desaparecer en ese momento. Una de las cosas que Confucio decía era que su sastre era el hombre más sabio que conocía “porque cada vez que lo veo, me vuelve a tomar las medidas. Sólo porque me hizo otro traje la última vez, no va a hacerlo exactamente de la misma manera. Vuelve a tomar las medidas”. Obviamente no se trataba de un consejo de modisto. Es un consejo para nosotros en términos de nuestra capacidad de ver y oír realmente las cosas que vemos y oímos.

  Así pues escuchamos, creamos un espacio abierto y después tenemos la posibilidad de oír. Para ello se necesita una cierta cualidad muy importante, la cualidad de entrar en el silencio. Hay una máxima oculta que numera las cuatro actividades que son responsabilidad de todo el que entre en la vida espiritual: saber, querer, osar y, lo más importante, estar en silencio.

  Tenemos la costumbre de intentar aumentar nuestro conocimiento. La profundidad con que lo asimilemos es otra cosa, pero constantemente estamos buscando la parte siguiente de información. En ese sentido estamos muy activos. Nuestra voluntad es algo que aprendemos a ejercitar desde edad temprana, tal vez no adecuadamente, pero la vamos refinando. Después osar, esforzarnos realmente por ir más allá de lo que podrían ser unos límites que nos impedirían dar el paso siguiente. Osar estar en silencio, osar escuchar más allá de las fronteras de nuestros prejuicios, es algo que pocos de nosotros estamos dispuestos a hacer. Es pedir un poco demasiado. Y después, estar en silencio.

  Una de las bellezas de la vida espiritual es que el foco importante cada vez que nos encontramos con los demás no está en las cosas que decimos, ni lo que oímos, ni las palabras que pronunciamos, sino en la manera en que somos capaces de cultivar y después entrar en el reino del silencio. Este silencio nos permite una presencia que podríamos describir como la de los Fundadores Internos o los Maestros, los Seres Sagrados, una Energía Superior o Divinidad. ¿Cómo se hace eso?

  El verano pasado visité varios grupos en Europa. Cuando llegué a Holanda, encontré un país fascinante por varios motivos. Uno de ellos es que, en términos de la formación de la tierra, ese país ni siquiera debería existir. Los holandeses dicen que “Dios creó la Tierra y los holandeses crearon Holanda”. Lo dicen por una muy buena razón. Todo el país se encuentra bajo el nivel del mar y está justo al lado del mar.

  Hace mil años Holanda no era nada más que pantanos y tierra húmeda, hasta que empezaron a construir los muros contra el mar que llamaron diques. Con los años han desarrollado una manera de construir esta tierra para impedir que el agua la inunde. Ahora tienen una nación en tierra seca. En algunos lugares, cuando uno camina, está el dique cubierto de tierra a un lado y el mar al otro, y te das cuenta de que, sólo con unos metros de distancia, estás bajo el nivel del mar.

  Es algo notable y dice mucho del proceso de dar forma a las cosas. Para nosotros se trata de un proceso interno. En el caso de los holandeses, impusieron su voluntad sobre la tierra, osaron. Desarrollaron el conocimiento que se necesitaba para contener el mar y la tierra se secó. Pero nosotros estamos funcionando dentro de la tierra de la conciencia; tenemos que contener un mar de cháchara mental que es la condición normal de cada día. Hemos de contener una inundación de emociones, de sentimientos, que están constantemente fluyendo a nuestro alrededor y muchas veces a través de nosotros, para dar paso a algo más. Cuando creamos ese espacio, siempre tiene relación con el silencio.

  Cuando alguien habla, puede tener lugar un proceso de “cuestionamiento meditativo”. Es el proceso de estar en silencio en presencia del ruido, de manera que otra cosa se pueda grabar en la pantalla de la mente. Algo puede descender o aparecer, pero sólo puede ocurrir cuando la cháchara y el ruido quedan liberados. El proceso empieza con la imposición de la voluntad. El cuerpo no controla ese momento. Las emociones que fluyen no abruman ese momento. En la historia bíblica de Cristo éste le dijo al embravecido mar: “Calla, enmudece” y el mar enmudeció. No es una descripción de un evento histórico. Es la descripción de un hecho interno que confiamos poder hacer cada vez que estemos relacionándonos con alguien y tiene un objetivo.

  Aprendemos a estar en silencio incluso en medio de nuestro discurso, para cultivar ese espacio silencioso a partir del cual se forman las palabras. No somos nosotros quienes las proyectamos. Tal vez con el tiempo, nuestra capacidad de cultivar ese silencio aumente.

  Durante mis recientes viajes también estuve en París. Para la mayoría de la gente, la imagen predominante de esa ciudad es la Torre Eiffel. Es el edificio más alto situado en el centro de París. No hay rascacielos que obstaculicen la vista de la ciudad. Cuando el ascensor llegó al último piso de la torre yo estaba entre otras ciento cincuenta personas que se apretujaban y hablaban en una docena de lenguas distintas. En seguida miré la extensión de la ciudad, observando el panorama que se me ofrecía y todo a mi alrededor quedó difuminado.

  Pasé los siguientes 45 minutos en esa posición, simplemente mirando la ciudad. La altura permitía ver las tortuosas callejuelas, los famosos edificios antiguos, los jardines en medio de ellos. Se podía ver cómo había cambiado el aspecto de la ciudad al paso el tiempo. Podías ver los trazos del tráfico y las personas que parecían puntitos de distintos colores. Yo los seguía y los veía moverse, cada uno de ellos pensaba que se movía de forma independiente pero cada uno bajaba por aquellas calles que canalizaban y limitaban su movimiento, unas calles que habían sido transitadas por otros puntos similares desde hacía siglos y cada uno se movía hacia un destino distinto para hacer una cosa distinta, pero todo ello tenía lugar dentro de aquel gran ser que es la ciudad de París.

  Desde aquel punto de vista elevado resultaba muy claro en un sentido lo pequeños que somos, pero en otro sentido lo profundamente conectados que estamos con algo mucho más grande. El problema para nosotros tiende a ser que somos incapaces de verlo. Solamente en nuestros momentos de elevación conseguimos una perspectiva más profunda. Al cabo de un rato mis sueños terminaron. Me di cuenta de que tenía cosas que hacer, sitios a los que ir y dejé mi visión de la ciudad. Una vez más surgieron las voces de aquellas ciento cincuenta personas y sus distintas lenguas como si alguien hubiera subido el volumen. Aparté el rostro de aquella visión y regresé con la muchedumbre, entré en el ascensor y volví a bajar a la tierra.

  Pero no lo había olvidado. La fragancia, o vasana, de esa experiencia permanece. Mi momento en la Torre Eiffel fue una experiencia de la mente y de los ojos; para cada uno de nosotros existen esos momentos de elevación que ocurren de vez en cuando. Para cada uno de nosotros la experiencia es similar. Nos elevamos en la conciencia sólo para regresar. En las palabras del poeta Robert Frost: “Tengo promesas que cumplir y millas que recorrer antes de dormirme”. Pero el que se eleva no es el mismo que regresa. La experiencia de verlo todo desde una perspectiva más alta y más expansiva nos hace cambiar. Estamos viviendo desde el recuerdo de lo que hemos visto. Se nos recuerda una Presencia Más Grande, siempre presente, pero sobre todo olvidada. La esperanza que tenemos es que podemos recordar.

lunes, 18 de julio de 2016

Más allá de los sentidos


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ANOOP JAISWAL
Secretario Honorario del Grupo Teosófico-Científico en la Sociedad Teosófica, Adyar,
y un físico interesado en tecnología, la Naturaleza, y la vida salvaje

En los últimos cuatro siglos hubo grandes cambios de dirección en nuestra comprensión sobre la vida y el universo que nos rodea. El primer cambio de paradigma se inició durante el siglo 17 con Galileo, Kepler, Descartes y Newton y fue completado a comienzos del siglo 20 por Albert Einstein. A pesar del enorme impacto que la ciencia tuvo en la vida de las personas alrededor del mundo, mediante la expansión de nuestro poder físico sobre la Naturaleza y al aliviar el agobio del peso de las tareas tediosas, redujo el aspecto espiritual de la humanidad a la nada. Al buscar la racionalidad y la lógica en cada aspecto del esfuerzo humano, inconscientemente creó una nueva y poderosa superstición propia que coloreó cada aspecto del comportamiento humano. Según esta ciencia, la Naturaleza era puramente 'material' y se componía de pequeños trocitos localizados de materia, y cada movimiento de cada uno de estos elementos estaba determinado completamente por las interacciones físicas entre los elementos materiales adyacentes. Esto no sólo incluía a las estrellas y a los planetas, sino también a nuestros cuerpos e incluso a nuestros cerebros. Y por lo tanto nuestras acciones corporales, nuestros pensamientos y sentimientos, estaban completamente determinados por procesos mecánicos que ocurrían a niveles atómicos. La noción de que las opciones de nuestra conciencia decidían nuestro comportamiento fue etiquetada como una ilusión. La conciencia misma se desvaneció volviéndose una propiedad emergente de la actividad del cerebro. Nosotros, los seres humanos, nos convertimos entonces, de chispas de poder divino creativo, dotados con libre albedrío, a robots mecánicos moviéndose en una trayectoria predeterminada bajo el control de un proceso causal preciso y dependiente. Así Brahma, el creador, fue reducido a un relojero ciego.

Sin embargo, este cuadro científico del mundo a nuestro alrededor fue bastante deficiente. Nos dio mucha información basada en hechos, colocando toda nuestra experiencia en un orden magníficamente consistente, pero también fue absolutamente sigiloso sobre todo lo que realmente estaba muy cerca de nuestro corazón y que verdaderamente era importante para nosotros. No pudo decirnos ni una sola palabra sobre el rojo y el azul, sobre lo amargo y lo dulce, sobre el dolor y el placer físico; no supo nada acerca de la belleza y la fealdad, del bien y del mal, de Dios y la eternidad. Nos permitió imaginarnos un cuadro total como el de un reloj mecánico, que para todo lo que la ciencia sabía, podría continuar de la misma manera como lo había hecho hasta ahora, sin que hubiera conciencia, voluntad, esfuerzo, dolor, placer, y responsabilidad conectados a ella, aunque realmente se necesitan. Y la razón de esta situación desconcertante fue que, con el propósito de construir el cuadro de este mundo externo, se usó el recurso excesivamente simplificado de apartar nuestra propia personalidad, de retirarla, y en consecuencia se fue, se evaporó, aparentemente no era necesaria.

Este cuadro material del ser humano no sólo erosionó las raíces religiosas de los valores morales sino la total noción de la responsabilidad personal, socavando de este modo las bases de cualquier filosofía moral y racional. Nos despojó de cualquier visión de nosotros mismos y de nuestro lugar en el universo, que podría ser la base racional de un grupo de valores elevados. Lentamente esta creencia, proporcionada por la ciencia, se difundió en todos los estratos de la sociedad, y dirigió las decisiones de naciones, gobiernos, escuelas, cortes, medicina, e incluso nuestras propias decisiones. En resumen, todo lo que la vida tenía para ofrecer eran ganancias y pérdidas materiales.

Sin embargo, otro cambio de paradigma en la ciencia comenzó con la llegada de la teoría cuántica en las décadas de 1920 y 1930, y el primer signo de una revolución drástica en el pensamiento fue mostrado por John von Neumann, en el que la mente y la conciencia llegaron a tener una existencia independiente. Sus rigurosas fórmulas matemáticas condujeron a la conclusión ineludible de que 'la conciencia crea la realidad'. Su lógica matemática, apoyada luego por experimentos, condujo a la conclusión inexorable de que, por sí mismo, el mundo físico no es totalmente real, sino que solamente toma forma como resultado de los actos de observación por numerosos focos de conciencia. Irónicamente, esta conclusión no provino de algún místico del otro mundo examinando las profundidades de su propia mente en meditación íntima, sino de uno de los matemáticos más prácticos del mundo al deducir las consecuencias lógicas de un modelo de trabajo sumamente exitoso y puramente material, las bases teóricas de la billonaria industria de la computación. Esta teoría afirma que el mundo físico se debe comprender en términos de información interpretada por la conciencia colectiva, no sólo de la humanidad, sino también de la vida misma. Esto le dio solidez a nuestra conciencia, que todos nosotros intuitivamente sentimos, pero que fue negada por un tiempo por la ciencia moderna.

Lo que es nuevo, radicalmente hablando, es que las propiedades de los sistemas cuánticos no están limitadas por lo que está al alcance de nuestros sentidos, y que no tiene que ser un conocimiento de objetos interactuando y de eventos conectados causalmente. Puede llegar a alcanzar mucho más de lo que está directamente al alcance de nuestros sentidos. Sin embargo, lo que encontramos allí, no podemos esperar estructurarlo de la misma manera en la que estructuramos lo que está al alcance de nuestros sentidos. No tenemos razones para creer que lo que no está directamente al alcance de nuestros sentidos está sujeto a las condiciones espacio-temporales de la experiencia sensorial, como tampoco tenemos razones para esperar que lo que no está sujeto a estas condiciones se conforma con las descripciones que involucran estos conceptos espacio-temporales como la posición y el momento, el tiempo y la energía, la causalidad y la interacción. Como esencialmente estos son conceptos descriptivos a nuestra disposición, no debe tomarnos por sorpresa que lo que no está directamente al alcance de nuestros sentidos sólo pueda ser descrito en términos de correlaciones entre los eventos que están directamente al alcance de nuestros sentidos.

Junto a este cambio titánico de nuestro entendimiento vino otra definición sobre la visión de la Naturaleza, el entrelazamiento cuántico. Según éste, los objetos y las mentes no están tan separados como se muestran en apariencia. Cuando lo profundizas hasta su esencia, esta separación desaparece. La idea de que el universo está interconectado de modos mucho más allá de lo obvio no es nueva. Por milenios ha sido uno de los conceptos principales subyacentes en las filosofías indias. Lo nuevo es que la ciencia moderna, lentamente, ha comenzado a comprender que al menos algunos elementos de esta antigua tradición son significativos.

Lo que valora una persona depende, básicamente, de lo que ella misma cree que es. Si cree que es un pedazo separado de protoplasma, luchando por sobrevivir en un mundo hostil, o un organismo físico construido por los genes para estimular su propia supervivencia, entonces sus valores tenderán a ser muy diferentes a los de una persona que se considera a sí misma como un ser con un aspecto mental que toma decisiones conscientes, y que a su vez, controla su propio futuro y juega un rol primordial en el desenvolvimiento del universo. El lugar de la conciencia humana en este universo cuántico es totalmente diferente del lugar en el universo clásico. Ahora ya no estamos más separados ni somos engranajes impotentes en una máquina inconsciente. Por el contrario, somos, por nuestra conciencia, protagonistas activos en la creación de este universo.



Todas las religiones, las artes, y las ciencias son ramas del mismo árbol. Todas estas aspiraciones están dirigidas hacia el ennoblecimiento de la vida del hombre, lo elevan de la esfera de la mera existencia física, y lo conducen hacia la libertad.

Albert Einstein
De Mis Últimos Años

martes, 12 de julio de 2016

Ciencia, Científicos y Cientificismo



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TIM  BOYD

Hay un movimiento en el mundo actual que promete algo especial para nuestro futuro. Abarca la idea de que se puede cerrar la brecha aparente entre la Ciencia y la Conciencia. Desde que asumí el rol de Presidente Internacional de la Sociedad Teosófica, hice una buena cantidad de viajes y donde quiera que voy me encuentro con personas que sienten que estamos en la cúspide de algo significativo.

Hay muy pocas personas en la actualidad que no tengan el sentimiento de que algo de proporciones inmensas es inminente en el mundo de hoy, que algo grandioso está por venir. Esto puede ser algo bueno pero, como todo lo demás, puede expresarse de dos maneras. A pesar de que muchas personas están esperando algo grandioso, cuando tratan de formularlo en sus mentes con lo único  que pueden construir su imagen mental es a través de los medios de comunicación populares o el noticiero nocturno. Éste puede ser un pensamiento perturbador para nosotros, dado al enfoque de los medios masivos de noticias en la guerra, la violencia y todas las formas de comportamiento antisocial. Para las personas que adoptan este punto de vista ¿cómo se verá esto que estamos sintiendo dentro de nosotros y que es tan grandioso?

No podemos ser tan críticos de esta manera de pensar. No es sólo pura imaginación que haya fuertes crisis en el mundo, a las que debemos enfrentar. No es falso que en todo el planeta estamos en guerra con nosotros mismos. Hay una expresión Indio-Americana: "Ningún árbol es tan tonto como para poner sus ramas a luchar contra ellas mismas". Pero como humanidad, lo somos. Las estadísticas nos dicen que se están librando sesenta y cuatro guerras alrededor del planeta actualmente y que seiscientos grupos diferentes están involucrados en esas guerras. Yo no lo entiendo. Con tantos grupos en la contienda, ¿cómo sabe siquiera alguno de ellos a quién disparar? Además de las guerras en el mundo, los desiertos se expanden en donde acostumbraba haber tierra fértil. El aire, el suelo, y el agua están contaminados masivamente. Esto no es ficción, está sucediendo justo frente a nosotros.

El año 2008 estableció una marca en la historia mundial que necesariamente cambiará el modo en el que vivimos en el planeta tanto para bien como para mal. Sin importar el nivel de educación, pocas personas estuvieron conscientes de este notable evento. En ese año por primera vez en la historia de la humanidad la población mundial se tornó predominantemente urbana; más del cincuenta por ciento de la gente en la tierra ahora vive en ciudades y este porcentaje aumenta rápidamente. Esta condición tiene consecuencias que necesariamente acelerarán muchas de las crisis que enfrentamos. Así que, quien observa el mundo dice: "esto grandioso que siento es algo que debo temer", estando en sintonía con una fuerte tendencia que avanza ahora mismo en el mundo.

Por otro lado, tenemos la perspectiva que están adoptando grupos alrededor del mundo, como la IONS (Instituto de Ciencias Noéticas) y otros de su tipo. Es la idea de que estamos de pie en la cúspide de un descubrimiento, en términos del modo en el que somos capaces de ver y de interactuar con el mundo en el que vivimos, una nueva manera de ver el mundo a través de los ojos de una conciencia que despierta. Es algo que habilitará cambios en el modo en el que nos comportamos hacia el otro, el restablecimiento del orden natural.

Hace años pensaba que lo que estábamos enfrentando en términos de contaminación y demás, era algo terrible porque mi propia hija tendría que vivir con todas las consecuencias. Estaba apenado por ella porque según la opinión científica de ese entonces yo estaría muerto para el momento en el que esta crisis madurara. Por supuesto, la ciencia ha progresado desde entonces y ha actualizado esos modelos computarizados. Ahora se nos afirma en términos certeros que a menos que actuemos ya, las consecuencias se experimentarán  en nuestra vida. No es sólo en nuestros pobres hijos, sino en nosotros. ¿Seremos capaces de encaminar este barco y comportarnos de un modo más natural, que exprese respeto tanto mutuamente como hacia el planeta, a fin de evitar una catástrofe? No lo sé. Tengo la esperanza de que lo haremos. Es mi esfuerzo del día a día intentar estimular y despertar esta conciencia. Pero no sé si esta conciencia surgirá a tiempo.

Durante la Segunda Guerra Mundial Perl Harbor fue bombardeado y los Estados Unidos de Norteamérica entraron en guerra. Tomó un total de tres días para que la nación entera se pusiera de pie para enfrentar esta crisis. En situaciones difíciles y extremas nos vemos forzados a responder. A pesar de que siempre es mejor responder a partir de una elección que de una coacción, esta última es otra vía  para poder encarar las crisis. Un gran científico, Robert Oppenheimer (mejor conocido por el trabajo que realizó supervisando el proyecto que produjo la bomba atómica), tenía un gran número de citas. Una de ellas era: "El optimista piensa que vivimos en el mejor de los mundos, el pesimista teme que esto sea cierto". Tenemos dos opiniones y sin importar hacia qué lado se incline la balanza, podemos estar seguros de que la Ciencia y cualquier forma que ésta tome, pasará a ser una de las grandes influencias que nos guíen en este nuevo mundo que habitaremos. De una manera u otra, tenemos que solucionarlo y hacer las paces con la Ciencia.

A menudo al hablar sobre la comunidad científica, es fácil enfocarse en sus limitaciones, particularmente en el casi dogma religioso que confina la realidad a esa estrecha banda que percibimos como el mundo material. Pero la Ciencia en sí misma es algo maravilloso. Es progresiva, siempre avanza, se refuta a sí misma paso a paso. Antes vivíamos en una Tierra plana que era el centro del universo, con el cielo y las estrellas girando a nuestro alrededor. Ésta era la sabiduría científica del pasado, pero todas esas ideas han sido reemplazadas. Nuestro problema es, como en muchas otras cosas, que somos receptores pasivos. La Ciencia es para expertos y en palabras de un proverbio Zen: "Para la mente del experto hay pocas opciones, pero para la mente del aprendiz hay muchas". La mente del aprendiz es la mente que buscamos aplicar a todas las cosas. Somos consumidores de la ciencia: nos gustan los resultados, disfrutamos los teléfonos celulares y los otros juguetes, disfrutamos las pequeñas tecnologías pero para nosotros son un proceso muy distante de lo que son para aquellos versados en ellas. Ésta es una idea equivocada y un modelo enfermizo en el cual basar nuestra vida o para relacionarnos con el mundo.

Trato de enfocarme en la dimensión espiritual de la vida, a pesar de que a menudo decido no hablar sobre ello en esos términos. Esto es porque a menudo es difícil para las personas ver la diferencia entre espiritualidad y religiosidad. Actualmente hablo más sobre conciencia, porque, como el espíritu, es universal. La Conciencia impregna todo, así como en la concepción religiosa la Divinidad lo impregna todo. Conciencia y espiritualidad tienden a ser el eje de lo que es importante para mí, porque son universales y por ende compartidas por todos. Sin importar si lo reconocemos o no, la conciencia es lo esencial, la dimensión compartida de nuestro ser.

Cuando hablamos sobre ciencia y sobre científicos, deberíamos preguntarnos ¿quiénes son estos científicos que lideran el pensamiento de la humanidad? Básicamente hablamos de hombres y mujeres, gente que tiene esperanzas, miedos, que duermen y sueñan, que tienen experiencias pico de alegría, felicidad  y visión intuitiva, gente como el resto de nosotros. La diferencia está en que para ser considerado como un científico contemporáneo hay un alto nivel de entrenamiento especializado presente en este proceso. Lo que se ha vuelto desafortunado es el hecho de que a algunas clases de experiencias internas, que son la herencia de cada persona viviente, se les niega cualquier validez científica dentro de la cultura que se ha convertido en "cientificismo".

Esto significa que si estamos tratando con algo que es mensurable (y la conciencia no lo es), algo que puede ser captado por nuestros sentidos o los instrumentos que los amplifican, lo podemos discutir. Pero la verdad obvia que se ignora, la conciencia, lo único que todos compartimos y que se requiere para ejecutar cualquier experimento e incluso para respirar, es lo único que un científico en ejercicio debe evitar examinar profesionalmente o su carrera sería perjudicada. Hay algo fundamentalmente mal con esto, particularmente porque incluso aunque es algo de lo que rara vez se habla, es de conocimiento común que algunos de los avances científicos más grandes han ocurrido como resultado directo de sueños, despertares intuitivos y visiones.

Cualquiera que haya estudiado química, probablemente ha escuchado sobre  MendeléyevCuando dormía tuvo un sueño en el que se basó para crear su propia versión de la tabla periódica de los elementos, que luego se usó para corregir las propiedades de algunos de los elementos ya descubiertos y para predecir ocho elementos aún no descubiertos. Niels Bohr, el famoso físico cuántico, soñó sobre la estructura del átomo. La persona que se describe como el padre de la neurociencia, Otto Loewi, tuvo un sueño indicándole que el impulso nervioso se llevaba a cabo a través de medios químicos, no eléctricos. Él tuvo el sueño, se despertó y lo olvidó por dos noches, pero en la tercera lo recordó. Así fue como obtuvo su Premio Nobel.

Esta lista no estaría completa a menos que mencionemos a Albert Einstein. Cuando era adolescente tuvo un sueño en el que descendía en trineo por una colina. El trineo continuó avanzando cada vez más rápido hasta que sintió que había alcanzado la velocidad de la luz. Él dijo que entonces miró las estrellas y vio que estaban refractando una luz que nunca había visto. Dijo que toda su carrera científica fue una meditación sobre este sueño que tuvo cuando era adolescente. Estas experiencias internas de conciencia son la base de algunas de las más profundas revelaciones por venir en el mundo científico y, sin embargo, se impide su consideración.

Uno de los científicos más grandes del siglo XX se ha marchado casi sin ser reconocido. Fue un botánico involucrado en el monocultivo del algodón, responsable de reorientar completamente las prácticas agrícolas de la porción sur de los Estados Unidos de Norteamérica. Su nombre era George Washington Carver. Él era un hombre muy religioso. Cada mañana salía hasta el bosque y comulgaba con la Naturaleza. Cuando lo hacía, también comulgaba con Dios y le preguntaba a Dios qué era lo que tenía que saber para ese día en particular. Obtenía una respuesta y tal era su trabajo para ese día. Como resultado, además de otros avances, se le ocurrieron más de trescientos productos diferentes que podían hacerse con maní. No solo hizo comida, también hizo caucho, pintura, polvo para la cara y revolucionó la agricultura del Sur de Norteamérica.

Una de las cosas que Carver decía era: "Cualquier cosa revelará sus secretos si la amas lo suficiente". Cualquier cosa se nos revela a sí misma si desarrollamos la capacidad para amarla. Ésta era la metodología científica de este gran hombre de ciencia. Ésta es una metodología con la que puedo simpatizar.

Con los cambios que estamos enfrentando, con la dirección en la que sabemos debemos ir, todo parece incierto, inseguro. La seguridad es una ficción. No existe en ninguna parte en la Naturaleza. Pero si hay algo de lo que podemos estar seguros, es que la mejor salvaguardia y fuente de nuestra futura iluminación es la capacidad de desarrollar amor. Ya reside dentro de nosotros. Todos sabemos cómo hacerlo, quizás imperfectamente en este momento, pero lo sabemos.

jueves, 7 de julio de 2016

Sólo la Verdad vence


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Radha Burnier 
Reimpreso de The Theosophist, abril 1988. Conferencia dada en la Convención Annual en Adyar, 1987


Estamos viviendo en un mundo de intensa lucha y confusión. Tal vez el mundo nunca fue pacífico. La historia de la humanidad siempre ha sido de guerra, conquista, conflicto, toma de posesiones ajenas, sometimiento, opresión de los débiles, etc. También está su contraparte: la cultura, la filosofía y las artes. De todos modos uno no puede ignorar la lucha continua y la interminable desdicha de la sociedad humana.
La causa raíz de este problema no es realmente política, económica o estructural: yace en la mente corrupta del hombre. A menudo no nos damos cuenta de las implicancias de la corrupción. No se trata meramente de ser deshonesto o apropiarse de lo ajeno. La corrupción tiene varias formas diferentes. El espíritu destructivo que ha afectado a la mente humana en todos los tiempos y pueblos es sólo un aspecto de la corrupción. El hombre caprichosamente destruye a sus semejantes, es el único que agrede a los de su propia especie. Él también destruye rápidamente plantas, animales, la pureza del cielo, poniendo de este modo fin a la belleza de la naturaleza y a la maravilla y variedad de la tierra.
Toda forma de interés personal es un síntoma de decadencia de la mente. ¿Por qué hace el hombre estas cosas? ¿Por qué crea conflicto en vez de promover cooperación? ¿Por qué está tan dispuesto a destruir y es tan renuente a construir? Tal vez sea porque tiene poco conocimiento de la naturaleza del Universo del cual forma parte intrínsecamente. Esto es igual a decir que no tiene fe en el poder de la verdad, porque la verdad es la naturaleza de las cosas tal como son, el universo tal cual es, cada cosa en su naturaleza esencial y nosotros como realmente somos.
Esto es cierto pero nosotros no sabemos cuál es la naturaleza esencial de nosotros mismos ni de ninguna otra cosa. Por lo tanto estamos divorciados de la verdad, no creemos en ella, ni confiamos que la verdad, de algún modo, pueda producir el bien. Tememos ser sinceros con nosotros mismos, porque creemos que no podremos alcanzar logros materiales de esa manera. Dudamos que podamos mejorarnos a través de la benevolencia y por esta carencia de fe, debemos sufrir.
La sociedad humana no puede existir sin cierta cantidad de orden. Si hay anarquía total e indisciplina será imposible la convivencia como comunidad o nación. Por lo tanto, en todas partes la gente ha tratado de regular las relaciones y poner un poco de orden por medio muy conocidos de legislaciones, policía, ejércitos, métodos de premio y castigo y represiones de diferentes tipos. Esta clase de orden es el más bajo que se puede establecer en una sociedad, porque está crónicamente en el punto crítico. Toda civilización colapsa tarde o temprano porque se trata de  establecer el orden desde afuera. Hay tensión entre la autoridad y el auto-interés de los ciudadanos individuales. También puede haber conspiración de auto-interés entre cierta parte de la población y quienes detentan el poder.
Por otra parte, debemos notar que casi todas las religiones han hecho afirmaciones acerca del supremo poder de la verdad. Se dice que la Verdad está por encima de todas las cosas, por sobre la voluntad del hombre, sus deseos, sus ideas y planes. Las escrituras cristianas afirman: "Grande es la Verdad y poderosa sobre todas las cosas." Muy similar a la oración del Upanishad: "Styam eva Gayate", que significa "Sólo la Verdad vence", afirmación que India tomó como lema. Sin embargo, aunque el lema pueda ser honrado en principio y aunque los Upanishad, la Biblia y otras escrituras reverenciadas afirmen que la Verdad está por encima de todas las cosas, la mayoría de la gente prefiere el consejo del humorista Mark Twain, que dijo: "La verdad es la cosa más valiosa que tenemos, de modo que economicémosla".
Este es el principio sobre el cual la mayoría de la gente basa su vida, sin darse cuenta que vivir en medio de la falsedad es un asunto extremadamente complicado, ya sea en un nivel colectivo o individual. A menudo se ha dicho que cuando uno dice una mentira debe seguir cubriéndola con nuevas mentiras. El engaño es un camino resbaladizo y es difícil salvarse de él una vez que se comenzó a transitarlo. La mentira genera tensión mental y por esta razón los detectores de mentiras se usan para aportar pruebas. Aparentemente cuando alguien miente, la agitación y la tensión se hacen evidentes. El conflicto también crea tensión. Sabiendo esto sería mucho más razonable seguir un camino de cordura!
Piensen en un mundo en donde todos fueran confiables, la vida sería tanto más simple para todos. Pero, en un mundo donde casi nadie es confiable, hay necesidad de procedimientos complicados, cheques, reglamentos, etc. En muchos países hay innumerables leyes y reglamentos porque la corrupción está en todos los estamentos. A mayor falsedad, más  complicada es la vida. Todo es mucho más simple cuando la gente es recta, cooperativa y afectuosa. Este simple hecho, que hasta un niño podría comprender es lo que la inmensa mayoría de la gente no quiere comprender.
Si uno riñe en el hogar o en cualquier otra parte, piensen en toda la tensión que esto crea, los pensamientos y reacciones que se generan, las indigestiones que produce, etc., etc. En cambio, si hay una relación armoniosa, cuando se siente afecto, no hay problemas. Todos podemos vivir serenamente, sin torbellinos dentro de nuestra cabeza. La violación de la verdad es una violación de nuestra propia naturaleza y por esto hay agitación y tensión. Cuando hay contradicción dentro de nuestra psiquis se genera caos en el entorno. Una persona que está en guerra consigo misma crea problemas para los demás. Esa persona interpreta mal y es muy exigente, una persona frustrada es siempre fuente de desarmonía. Por lo tanto, a menos que haya armonía e integridad en el interior, no puede haber orden social externo, ni felicidad y bienestar para la humanidad en su conjunto. Shakespeare escribió:
"A ti mismo sé veraz
y seguramente como sigue la noche al día
no podrás mentir a ningún hombre".
Consideremos el otro aspecto. Hay una chispa de verdad en cada uno de nosotros y en todo, tal vez escondida bajo capas de pensamientos auto-centrados y emociones. Esa chispa está viva, lista para estallar en una llamarada. Con una metáfora diferente, diríamos que es un ímpetu que empuja como una pequeña semilla que se transforma en un poderoso árbol banyano. Esta fuerza oculta se ha llamado alguna vez la naturaleza Crística. Algunos dicen que la naturaleza del Buddha está en todas las cosas: la flor, la planta y todo átomo la contiene. Es tan fuerte, tan poderosa, que uno no puede deshacerse de ella o huir de ella por mucho que uno se esfuerce, porque es lo más recóndito y profundo de uno mismo. ¿De dónde o adónde puede uno huir? Este es el tema del hermoso poema de Francis Thompson, "El Galgo del Cielo":
Huí de Él en las noches y los días,
Huí de Él por las arcadas de los años,
Huí de Él por los laberínticos caminos
De mi propia mente.

Desgraciadamente para nosotros, buscamos huir, perdernos en el placer, en pequeñas satisfacciones, apegándonos a la familia, parientes, volviéndonos maniáticos del trabajo, ocupados todo el tiempo, de manera que no tengamos que enfrentar lo que hay en nuestro interior. Sin embargo no se puede huir de Ello:

Cerca, más cerca persigue
Con imperturbable paso
Velocidad deliberada, instancia majestuosa.

No puede haber paz, ni felicidad, ni realización del propósito de la vida mientras tratemos de huir de nuestro interior. Debido a que no nos damos cuenta de esto, hacemos lo que parece realista o pragmático. El querer ser programático es la ruina de la mente humana, porque el llamado pragmatismo no es práctico. Obviamente todas las políticas y acciones pragmáticas, hasta ahora, no han producido la felicidad humana o una buena sociedad. Cada uno busca obtener lo mejor de la vida a través de la riqueza y los placeres, en el deber cumplido y otras cosas análogas. La tradición hindú ha clasificado los objetivos humanos como: Artha (posesiones, propiedades), Kâma (placer, sensación, excitación), Dharma (deberes religiosos) y Moksha (libertad interior). La última es poco buscada. La gente prefiere beneficios inmediatos, que prometen los tres primeros. Esto parece más práctico pero no es otra cosa que miopía, una actitud oportunista fragmentada.
En años recientes, el auto-interés ha decidido la tala de grandes bosques a un ritmo alarmante. De esta forma el hombre está destruyendo su propio y hermoso habitat, la tierra. Al alterar su clima de forma irreversible, se está suicidando. Esta es una especialidad de la humanidad: tratar de poner fin a sí misma por medio de la polución, la carrera armamentista y el espíritu destructivo general. Puede ser rentable en lo inmediato, cortar árboles indiscriminadamente, pero es desastroso a largo plazo. Desde el punto de vista de lo inmediato puede ser ventajoso para los pueblos armarse cada vez más, pero conduce a un mundo de un cruel y violento terrorismo, daño a la niñez, etc.
Es esencial saber cuál es el verdadero objetivo del hombre para actuar de forma sensata y sabia. Esto también significa conocerse a sí mismo, como dijimos antes. ¿Qué somos? ¿Somos el cuerpo, con sus dolores y sufrimientos, sus sensaciones y deseos, el cuerpo que se deteriora tan fácilmente y que puede volverse una fuente de aflicción? ¿Somos nuestras emociones inconstantes, decepción un día, esperanza otro, gustar de una persona y luego no hacerlo? Ser zarandeados en la corriente de los pares de opuestos, ¡somos acaso nuestros inquietos y desarticulados pensamientos? Existen todas estas contradicciones dentro de nuestro ser y buscamos fines que complazcan esas contradicciones, una tarea imposible. Producimos agitación  dentro y fuera de nosotros porque no nos conocemos y no queremos conocernos. La autodecepción se ha vuelto una segunda naturaleza.
Madame Balvatsky expresó: "No es el temor a Dios el principio de la Sabiduría sino el conocimiento del Yo, el cual es la Sabiduría misma.” Uno de los dones humanos más grandes es el poder de comprender valores. Una mente que no es capaz de percibir los valores, no es humana. Aún cuando la mente no es evolucionada percibe que hay algo que es verdad, conoce la diferencia entre armonía y desarmonía. Puede concientemente elevarse de sus intereses personales hacia percepciones universales. Cuanto más elevada y universal sea la visión de la mente, más claramente ve que muchos de los hechos que en algún momento parecían importantes y que confundía con la verdad, no son la verdad en absoluto. Los hechos no son la verdad. Hay un número infinito de hechos acerca del universo y la ciencia se encarga de reunir toda esta información. No hay límite para esta búsqueda o para la información relacionada con planos más sutiles como el de las hadas, devas, cuerpo astral, auras y otras cosas normalmente invisibles para los demás. Pero la vida no es meramente una colección de hechos, cosas o funciones. Es mucho más significativa y profunda.
¿Por qué la gente está dispuesta a pensar que lo que saben ahora y lo que pueden alcanzar a saber en el futuro son la verdad? Ellos piensan así sólo porque esta clase de conocimiento ha producido comodidades, novedades, emociones y autosatisfacción. Viajar a la luna o poseer casas electrónicas, en las cuales se cocina la comida mientras el dueño está en su oficina o abre la puerta de su garaje antes que llegue, le dan gran satisfacción al ego. Por eso los bienes materiales han tomado la delantera a todo lo demás. Esto ha dejado en la sombra el aprecio por los valores.
Cuando el éxito se desconecta de la interrelación humana, que es lo que está ocurriendo hoy, hay tragedia. La interrelación no prospera frente a la desquiciada carrera de los logros personales. La bondad, ternura y afecto que son intrínsecos de la interrelación y por eso de la vida misma, se han tornado irrelevantes para muchísimas personas. La alienación, los desequilibrios mentales y la violencia abundan en el presente porque no nos importa la interrelación. La vida es interrelación, como lo señala Krishnamurti. Hay una inteligencia amorosa, un propósito ordenado detrás de todos los procesos de la vida, de los fenómenos que vemos fuera de nosotros. Para tener una vislumbre de este propósito ordenado, ese amor e inteligencia trabajando, la energía creativa del universo, puede ser conocer la verdad. Una percepción fraccionada y distorsionada no puede ver esto. La mente debe verter sus limitados intereses para alcanzar una total comprensión y compasión, la dimensión de universalidad. La virtud está allí. Se deduce pues que la verdad no es tanto conocimiento, sino que tiene que ver con las relaciones, con una visión más amplia, una totalidad de percepción y por ende con el amor.
Nosotros no conocemos el significado de la palabra "AMOR", esta palabra puede ser un profundo conocimiento de la interrelación. La Dra. Annie Besant dijo:
Aquello que nunca llega por medio de la discusión, controversia o razonamiento intelectual vendrá cuando el corazón de amor dentro de nosotros despierte la naturaleza espiritual. Porque el amor es más profundo que el intelecto, el amor es más grande que la inteligencia y la naturaleza del amor y la naturaleza divina están unidas tan estrechamente que no pasará mucho tiempo para que el hombre que ame a su hermano ame a Dios.
Lo que el amor puede descubrir, la mente y el pensamiento no pueden, porque el amor penetra en el corazón de las cosas. Descubre la canción, la fragancia interna, no sólo los detalles superficiales. Descubrir la verdad de la interrelación y llegar a esa profunda comprensión en la cual el amor se vuelve parte de nuestra naturaleza, puede ser esencial para el futuro de la humanidad.
La palabra "amor", como la palabra "Dios", es conocida por su uso inapropiado más que por otra cosa. Se la confunde con apego. Cuando una persona se aferra a otra y no permite que esa persona se aleje en ningún momento, se lo alaba como un gran amor. Así, tenemos sentimiento de posesión con relación a un niño, esposo, esposa, etc. Pero el amor no es ninguna de estas cosas. No puede coexistir con celos, enojo o sospecha. No crea dependencia, no rompe la integridad, ni impone temor. Como lo han señalado todos los grandes maestros, el amor es ausencia del yo.
Tal como mencioné anteriormente, el amor es una forma de conocer. En uno de los grandes trabajos místicos de Occidente, se dice: "De Dios mismo ningún hombre puede pensar, Él puede ser amado pero no pensado." Esto me recuerda los Upanishads, que dicen que el pensamiento y la palabra se alejan de la Realidad (Brahma) sin poder alcanzarlo. Pensar mucho acerca de alguien, extrañarlo, sentirse desdichado porque alguien no está allí, se los considera formas de amor. El Buddha señaló que uno se mancha con el pensamiento del amor, pero se libera por medio del amor. Pensar sobre el "amor" es meramente el deseo del yo de poseer y retener.
¿Cómo puede uno conocer el amor en su sentido real, el amor que puede ser sinónimo de verdad?  Las instrucciones del Señor Buddha eran simples y claras. Él indicó que la vida diaria provee el entrenamiento. Es en la vida diaria que debemos ponernos a prueba y no recurriendo a filósofos, magos o gurús de variadas clases. No podemos saber si lo que dicen es verdad o no. Uno puede ser fácilmente engañado, mientras hay interés personal. Cada uno encuentra el maestro que desea. La gente acude a los gurús que les dicen que se permitan el uso de drogas, sexo y muchas otras cosas y la gratificación de sus apetitos personales. De modo que cada uno encuentra el maestro que merece y busca. El maestro puede estar auto-engañado, ser un fraude, o un ignorante. No se puede encontrar un maestro sin tener luz interior, la luz del discernimiento.
Por lo tanto, es necesario comenzar por ponerse a prueba uno mismo. Siguiendo las palabras del Buddha, podemos rechazar como falso
aquello que conduce a la pasión y no a la templanza, al aumento de las posesiones y no a su mengua, a la avaricia y no a la austeridad, al descontento y no a la serenidad, a lo gregario y no a la soledad, a la indolencia y no a la energía, a deleitarse en el mal y no en el bien.
El fanático religioso, el dogmático o el creyente piensan que conocen la verdad. Cita la Biblia, el Korán, los Vedas y va a la batalla, mata herejes y comete crueldades. Odia a los que no piensan como él. En la búsqueda de logros en ideologías políticas, millones de seres humanos han sido aniquilados. De modo que aquello que genera odio, envidia o alguna otra pasión egoísta no es la verdad. Cada una de las frases en las enseñanzas del Buddha nos dice cómo la vida diaria puede cambiar.
No hay verdad  sin amor y compasión. Por la prueba diaria de nuestros pensamientos, acciones y reacciones, cuando la mente es conducida a un estado de serenidad y bondad, brota dentro del corazón una nueva flor: la ausencia del yo. La verdad se asienta en el silencio, no en el silencio de la lengua, ni en el silencio de la represión, sino en el profundo silencio del yo que se retira. No hay más lucha pues, por mantener esta débil, fragmentaria, transitoria  entidad que llamamos "yo".
El Señor Buddha dijo:
Como una madre, aún a riesgo de su propia vida, protege a su único hijo, que el discípulo  cultive amor hacia todos los seres, que cultive amor hacia todo el mundo, arriba, abajo, alrededor, un corazón de amor, no mezclado con intereses diferentes u opuestos. Y que el hombre mantenga este amor pleno ya sea de pie, caminando, sentado o acostado, porque en todo el mundo este estado del corazón es el mejor".
Este estado del corazón es Verdad. El secreto está en la palabra "atento". A menos que uno viva una vida atenta no puede haber un descubrimiento de la verdad del amor que es la más importante para la humanidad. No es la acumulación de hechos la que salvará al mundo sino el amor, el cual debe crecer hasta que el Universo entero esté saturado con su radiación:
Tiernos, compasivos viviremos, sin malicia, amorosos y con rayos de amor impregnaremos todo lo que es, incluso con amor que haya crecido inconmensurablemente.
Cuando el amor crezca en el corazón del hombre, salvará todos los problemas. El gran rey Asoka dijo que la conquista del Dharma es más grande que ninguna otra conquista. Dharma quiere decir aquí "enseñanza verdadera". Nada puede romper o destruir aquello que es verdad. Esta debe conquistar. El dicho latino "Omnia vincit amore", "El amor todo lo vence", es el mismo que en Sánscrito "Satyam eva gayate", "Sólo la verdad vence".