domingo, 31 de agosto de 2014

La Teosofía y el hacinamiento del mundo


TIM BOYD
Presidente de la Sociedad Teosófica.
 
 
No es muy frecuente poder señalar un acontecimiento e identificarlo como algo que no ha ocurrido nunca antes en la historia humana. Mucha gente recuerda cuándo aterrizó el hombre en la luna por primera vez, o el primer satélite del espacio, o incluso el primer conocimiento público de la fisión nuclear. Muy recientemente este hecho tan importante salió a la luz. En gran medida desconocido por los medios populares de comunicación masiva, ha entrado ahora en nuestro mundo y ha echado raíces. Este nuevo estado de cosas influye en todos los aspectos de la vida en la tierra de forma sutil y de otras formas mucho más aparentes. Mientras que por un lado nos ofrece grandes promesas también nos asegura una serie de problemas masivos y de perturbaciones en su estela. Es algo que debería tener un interés especial para quienes sienten que la Teosofía tiene una aplicación significativa para los problemas del mundo. 

 Describir el hecho es sencillo. Por lo que conocemos de la historia, la gran mayoría de la población humana ha sido rural. A finales de 1800, hacia la época de la fundación de la Sociedad Teosófica, en los Estados Unidos el 5% de la gente vivía en las ciudades. En el 2008, por primera vez en la historia humana conocida, la población del planeta pasó a ser  predominantemente urbana. Vive ahora mucha más gente en las ciudades del mundo que en los entornos  rurales. En todo el mundo, la concentración urbana se está acelerando a una velocidad de vértigo, y se  calcula que un 80% de la población global se hacina en las ciudades en el transcurso de la vida de la mayoría de nosotros. Como situación de la vida contemporánea, tenemos aquí un cuadro muy exigente. Los teósofos tenemos con ello incluso un reto más grande. Está claro que, dejando aparte alguna catástrofe global desconocida, tenemos garantizado el futuro de un extenso paisaje urbano. Los primeros escritos y enseñanzas de la Sociedad Teosófica hablan poco de este aspecto de nuestra realidad actual. El hecho de que no se comentara no significa que no fuera anticipado por los fundadores internos de la Sociedad Teosófica. En una carta dirigida al Coronel Olcott, el Maestro K.H. describe al Mahachohan como alguien “ante cuya visión el futuro es como una página abierta”. Dados los poderes de percepción de esos fundadores, no sería aventurado presuponer que no sólo se previó el esquema fundamental que nos ha llevado a la situación  actual, sino que una de las razones para  fundar la ST era la de tratar ese tema. No es algo accidental que la ST fuera fundada en la Ciudad de Nueva York, uno de los centros urbanos más grandes en 1875. Podríamos decir que tal vez no se habla de él porque no tiene un  impacto real en la vida interna; los potenciales del espíritu humano trascienden las condiciones externas. A cierto nivel es cierto, pero tal vez deberíamos explorarlo con más profundidad. 

 Sófocles dijo una vez que “nada importante llega al mundo sin una  maldición”. La historia del desarrollo humano demuestra la verdad de esta visión. Abundan los ejemplos. La energía atómica y la electricidad se han usado para mejorar la condición humana, pero su mal uso también ha sido causa de intenso sufrimiento. El ideal de la libertad individual y la democracia han proporcionado una era de mayores oportunidades y de responsabilidad compartida en el gobierno, pero también ha sido el origen de una revolución sangrienta y de una corrupción arraigada. Se dice que en la Atlántida se llegaron a utilizar fuerzas psíquicas como medio para iniciar la guerra. Incluso la aparición en el mundo de avatares y de grandes maestros espirituales ha sido fuente de problemas significativos. Algunas palabras de Jesús hablan de esta pauta “No penséis que he venido a traer la paz. He venido a traer la espada, a poner al hombre en contra de su padre, a la hija en contra de su madre…” La guerra, la destrucción y la convulsión social, además de una profunda revelación espiritual, fueron parte de la vida de Krishna, Rama y Mahoma. Incluso  el enunciado que hizo el Buddha del sangha fue socialmente perturbador porque su naturaleza igualitaria violaba el sistema de castas o varna. En esta  época, el crecimiento del mundo urbano es una de esas cosas “importantes”. 

 Para los sociólogos, el término que se usa para definir la densidad de la población que  caracteriza a las ciudades es “crowding” (hacinamiento). Lo mejor y lo peor de las potencialidades humanas se concentra en el entorno urbano superpoblado. Históricamente el desarrollo de la ciudad empezó con la experiencia de que “lo numeroso es seguro”. En épocas peligrosas, el enclave amurallado se convirtió en refugio contra los malhechores. La concentración de gente llevó a una concentración de recursos que impulsó el desarrollo y expansión de las ideas, el crecimiento de la educación superior y la creación de riqueza.  

La lista de los numerosos males asociados con las ciudades también es harto conocida. La tasa de crímenes es mucho mayor en las ciudades, es menor en las afueras y todavía más baja en las zonas rurales. El mismo esquema se aplica a la fertilidad humana. Un estrecho contacto con mucha gente se encuentra en la base de la expansión de la enfermedad. Todas las epidemias modernas, desde la peste bubónica hasta la gripe estacional, dependieron de entornos hacinados para extenderse. Los lugares abarrotados de gente son un hervidero de virus, gérmenes, bacterias y parásitos. Una grave consecuencia del hacinamiento es que la gente vive apartada del mundo natural. En la ciudad, los ritmos y ciclos normales de la naturaleza se han erradicado. Incluso el ciclo más básico de la alternancia de la noche y el día se manipula hasta llegar a crear toda una serie de enfermedades clasificadas como “desórdenes del ritmo circadiano”. 

 Así como las enfermedades físicas se extienden a través de las poblaciones, la ciudad moderna, con su fácil acceso a la información y tecnología, ha generado toda una serie de contagios mentales impulsados por las ideas que viajan de una mente a otra que está próxima. Tanto el despliegue global de compasión experimentado después del ataque del 9/11 en los Estados Unidos, como las malas consecuencias de lo que se ha dado en llamar “islamofobia” son ejemplos de eso. Las enfermedades sociales de los barrios urbanos, la pobreza, la aparición de un grupo marginado de gente sin preparación alguna, ignorantes y sin salud, son el signo persistente de las ciudades de todo el mundo. También está el daño masivo colateral que se le ocasiona al mundo natural como resultado de la excesiva demanda que los centros urbanos en expansión exigen a los recursos de la tierra, tales como deforestación, extinciones en masa y contaminación. 

Estos son algunos de los efectos externos del ciclo actual del hacinamiento. Por nefastos que sean, para el teósofo los efectos internos tienen los mismos desafíos. La atmósfera mental de las ciudades del mundo tiene mucho parecido con la física. En diferentes puntos de las Cartas de los Maestros y en los escritos de Blavatsky encontramos numerosas referencias a la influencia asfixiante del hacinamiento sobre el desarrollo de nuestras cualidades intrínsecas espirituales. En una de las cartas a A. P. Sinnett, el Maestro KH comenta su experiencia al entrar en la ciudad de Amritsar, en la India. Dice: “Decidí emerger del aislamiento de tantos años y pasar algún tiempo con ella (HPB, que estaba entonces en Amritsar). Había ido por unos días, pero veo que no puedo aguantar más tiempo el asfixiante magnetismo ni siquiera de mis propios paisanos… me vuelvo a casa mañana…” 

 Uno de los problemas con los que se encuentra el practicante espiritual urbano actualmente es que, en mayor o menor grado, uno de los resultados de la práctica genuina es la intensificación de la sensibilidad. Cualquier persona que acrecienta su concienciación  y  expresión de la compasión siente necesariamente de forma más intensa. Me servirá de ejemplo la experiencia que tuvo Annie Besant una vez, cuando viajaba a Chicago. En esos momentos, a Chicago se la conocía como “El matadero del Mundo”, porque una de sus industrias más florecientes era la carne.

  “Nadie que tenga un mínimo de sensibilidad, y mucho menos alguien que por su preparación haya despertado algunos de esos sentidos internos, puede pasar no sólo por Chicago, sino a kilómetros de distancia de Chicago, sin ser consciente de una profunda y agobiante sensación de depresión… aunque al principio no se reconozca claramente ni tampoco se vea en seguida su origen… cuando fui a Chicago, estaba yo leyendo, como suelo hacer en el tren, sin ni siquiera saber que nos estábamos acercando cada vez más a la ciudad… pero de repente fui conciente, sentada allí en el tren, de esa sensación de opresión que se apoderó de mí; al principio no la reconocí porque mis pensamientos estaban en muchos otros lugares y no en la ciudad; pero la sentí con tanta fuerza que me puse a mirar e intentar darme cuenta de cuál era la causa de todo aquello; … entonces recordé que estábamos entrando en el gran matadero de los Estados Unidos. Era como si entraras en un féretro físico de oscuridad y desdicha, y ese resultado psíquico o astral cubría toda aquella gran ciudad… aquel derrame continuo de magnéticas influencias de miedo, horror, ira, pasión y venganza actúa sobre las personas entre las que se mueve y tiende a embrutecerlas, a degradarlas y a contaminarlas.”
 Aunque el ejemplo de Annie Besant se refiere específicamente a la atmósfera psíquica creada por el matadero, el principio que expresa es universal, los pensamientos son cosas y afectan a la conciencia de los seres vivos. 

 En la primera carta de los Maestros a A. O. Hume leemos el siguiente comentario: “La tierra es el campo de batalla de fuerzas morales y físicas; y el bullicio de las pasiones animales bajo el estímulo de las toscas energías del grupo inferior de los agentes etéricos siempre tiende a sofocar la espiritualidad”. En esa misma carta se da una clave muy profunda respecto al funcionamiento y los efectos del pensamiento. 

“Porque cada pensamiento del hombre al desarrollarse, pasa al mundo interno y se convierte en una entidad activa asociándose o podríamos decir integrándose, con un elemental; es decir con una de las fuerzas semi-inteligentes de los distintos reinos. Sobrevive como una inteligencia activa, como una criatura engendrada por la mente, durante un tiempo más corto o más largo según la intensidad original de la acción cerebral que lo generó. De ese modo, un buen pensamiento se perpetúa como un poder activo benéfico, y uno malo como un demonio maléfico. Y así el hombre está poblando continuamente su corriente en el espacio con un mundo propio, lleno de los productos de su fantasía, de sus deseos, impulsos y pasiones, una corriente que reacciona sobre cualquier organización sensible o nerviosa que entra en contacto con ella de forma proporcional a su intensidad dinámica”. 

 Esta actividad que consiste en “poblar nuestra corriente en el espacio” define por un lado las condiciones actuales de la vida hacinada y por otro contiene la clave de un futuro ennoblecido. En nuestros esfuerzos por comprender la naturaleza actual de la vida en la ciudad podemos examinar toda una serie de factores. ¿Cuál es la demografía para la población? ¿Cuáles son las oportunidades educativas? Salud, atención médica, vivienda, industria, todo podría considerarse. Todo esto puede verse como síntoma de algo más esencial. Con un planteamiento más eficaz, cabría preguntarse “¿Cuáles son los pensamientos de mis vecinos y  conciudadanos?” e incluso algo más importante: “¿Cuáles son mis propios pensamientos?” A partir de esta vía de investigación podemos sacar algunas conclusiones. 

La “lucha por la vida”, que era un punto tan importante en la carta del Mahachohan, no ha disminuido. Podríamos incluso decir que, en las condiciones actuales, ha aumentado. Todas las preocupaciones y el estrés relacionados con el hecho de “ganarse la vida” dominan el pensamiento de mucha gente. Una corriente constante de preocupación, de angustia y de ambición es el factor que, para innumerables  personas, llena su “corriente en el espacio”. En la carta del Mahachohan se insiste en que “las clases intelectuales… degradan y arruinan moralmente a quienes deberían proteger y guiar”. Hoy el cultivo de los valores de consumo y entretenimiento se ha convertido en una profesión que influencia a millones de personas de todo el mundo. Hollywood, Bollywood, Televisión, deportes, navegar por internet, noticias de celebridades, se han convertido en un refugio diario para innumerables individuos cansados que buscan un descanso momentáneo. 
 
 Cualquier persona que viva en una de las ciudades del mundo se encuentra continuamente afectada por la atmósfera de los pensamientos que la rodean. Como un pez en el agua, para la mayoría el efecto es mayormente inconsciente, subliminal. Sin embargo, quienes van despertando la conciencia perciben no sólo la calidad de las corrientes de pensamiento, sino las posibilidades de cambiarlas. A pesar de lo que han variado recientemente las condiciones de vida globales, el problema humano esencial sigue siendo el mismo. En La Voz del Silencio, HPB llama a este problema “la herejía de la separación”, la idea de que la percepción de la realidad de una persona la sitúa aparte de los demás. 

Conocemos la historia de una mujer a quien le mostraron una visión del cielo y del infierno. En la visión del infierno había mucha gente sentada en una mesa llena hasta los bordes de manjares deliciosos. Todos tenían delante aquellos manjares exquisitos, pero el problema para los pobladores del infierno era que tenían los brazos muy largos y no se podían doblar. Cogían la comida, pero no podían llevársela a la boca. Por eso, incluso delante de los mejores manjares estaban delgadísimos y les torturaba continuamente el hambre y el deseo. La visión del cielo era exactamente la misma, con la misma mesa, la misma comida y los mismos brazos largos y rígidos de la gente sentada delante, pero en aquella mesa la gente sonreía y estaba bien alimentada. La diferencia en el mundo celestial era que la gente usaba aquellos brazos tan largos y rígidos para alimentarse los unos a los otros.  

¿Cuál es la situación del practicante espiritual hoy en día, de la persona que se siente llamada a tener una relación cada vez más profunda con su naturaleza superior? Excepto para unos pocos, retirarse a una cueva o al bosque ya no es la opción ni la necesidad de este momento en particular. Nuestra capacidad para aplicar las percepciones de la Teosofía a la creación de islas de energía saludable en medio de las corrientes turbulentas en la vida de la ciudad moderna es lo que se necesita, tanto si esa isla se halla en una casa, en un lugar de reuniones, en una comunidad virtual de Internet, o dentro de la creciente expansión de nuestra propia conciencia. Nuestro trabajo no consiste simplemente en constituir esos centros de influencia, sino en conectarlos con otros, con esos espíritus afines cuyas enseñanzas y prácticas han sido posibles gracias a la reintroducción de la Teosofía en la escena mundial. Es responsabilidad kármica de las poblaciones urbanas actuales, el participar en el proceso continuo tanto de creación como de destrucción que la ciudad moderna impone en el planeta. Para el individuo consciente este es un momento de grandes oportunidades. 

 En palabras de Annie Besant “Juzguemos nuestra espiritualidad por nuestro efecto en el mundo, y tratemos que el mundo sea más puro, mejor y más feliz porque nosotros vivimos en él”.