jueves, 23 de julio de 2015

Libertad en la Espiritualidad


Resultado de imagen para florecer

M. KANNAN

La conducta de la vida en los reinos subhumanos es altamente disciplinada. La formación de rocas y montañas; la aparición, florecimiento y desaparición de las flores, frutos, vegetales, plantas y árboles; el nacimiento, crecimiento, movimiento y migración de los peces, reptiles, aves y animales, todos están regulados por la Naturaleza y siguen un orden y un ciclo. Rara vez se apartan del modelo establecido, excepto quizás en casos de mutación. Uno no puede sino sorprenderse con la belleza y armonía de la creación y, por lo tanto, uno puede esperar y predecir el comportamiento de la Naturaleza cuando pasa  a través del  tiempo y el espacio.

El hombre ha sido aclamado como la forma superior de la creación y está dotado de facultades que no se ven en los reinos inferiores. (El pronombre masculino se usa aquí solamente por conveniencia y quiere decir que también está incluido el pronombre femenino). La capacidad de discernimiento es lo que separa al hombre del animal. Esta facultad es una bendición y se espera que se aplique en la aceleración del proceso evolutivo. Se le da al hombre la oportunidad de apresurar la evolución y de esta oportunidad surgen numerosas cualidades como la capacidad de optar, de usar el libre albedrío y de tomar decisiones. Todas estas como un todo pueden denominarse como su “mente”.

Dotado de facultades y oportunidades adicionales, y con la ayuda de su mente, el hombre observa el mundo y registra su observación como memoria. Puede comparar experiencias nuevas con aquellas registradas en su memoria y establecer similitudes. Luego clasifica las experiencias como las que producen placer o incomodidad a los órganos de sus sentidos. Entonces aparece el deseo de repetir lo agradable y evitar las experiencias dolorosas o desagradables. El deseo puede entenderse como esa cualidad de la mente que da origen al ansia de algo agradable, y cuando eso se agota, se repite el deseo con mayor intensidad. El deseo también da origen al anhelo de evitar lo doloroso.
Por la repetición prolongada de experiencias agradables y dolorosas, el hombre aprende que ambas son breves, transitorias e irreales. En este punto del tiempo, comienza a buscar algo que trascienda las polaridades del placer y el dolor, algo que sea duradero, algo que sea real. Este es el amanecer de una nueva fase de su vida y así comienza su búsqueda por lo real. Experimenta  un completo cambio de posición en la forma en  que conduce su vida, cambia su visión, sus actitudes, y percibe el mundo de manera diferente. Disfruta de esta forma de vida que estaba oculta a su mirada en el pasado. Comienza a comprender que ahora es responsable de sí, y no está sujeto a fuerzas externas. El hombre ahora dirige su vida como un comandante dirigiría su ejército. Sostiene las riendas de su mente, deseos, sentimientos y órganos de los sentidos. Regula el tipo y cantidad de experiencias con las que alimentará los órganos de sus sentidos.

Una vez que logra este control de si mismo, experimenta el mundo de manera diferente. Esta nueva experiencia es enteramente contraria a su experiencia anterior. Ésta es libertad, y su experiencia inicial del mundo era esclavitud. También comprende que la libertad es real y permanente mientras la esclavitud es irreal y transitoria.

Habiendo obtenido la primera vislumbre de la libertad, el hombre busca más de esto, con más frecuencia, y luego busca todavía más, en una secuencia ininterrumpida. Comienza a buscar formas y medios para alcanzarla y  encuentra un sendero o forma de vida que conduce a este fin. Decide hollar este sendero y adopta esta forma de vida. Al hacer esto, observa que hay muchos que han recorrido este sendero y han  cruzado muchos hitos. Busca su compañía e intenta aprender de ellos. Para nuestra comprensión, podemos llamarlos el sendero espiritual y el viajero, como el aspirante espiritual o discípulo. Es interesante que el Diccionario Oxford presenta uno de los orígenes de la palabra disciplina, del latín, y luego del francés antiguo, que significa ‘instrucción, conocimiento’, de discipulus, que significa “discípulo”.
Demos una mirada más cercana al sendero y observemos el estilo de vida de los aspirantes. Nuestra observación descubre que los aspirantes se encuentran en dos categorías, etapas o fases generales. Primero, la fase de compromiso, y segundo, la fase de separación. En la etapa inicial el aspirante está profundamente comprometido en las actividades mundanas y su estilo de vida es de expansión de riquezas, relaciones y negocios, y las obligaciones resultantes.

Esta es una fase de actividad intensa, y por lo tanto, exige el apego a una cantidad de disciplinas, códigos, autoridades, reglamentos, etc. Incluso una desviación de menor importancia, sea planeada o no, puede modificar drásticamente los resultados proyectados. El aspirante observa que aunque los pensamientos estuvieran bajo su control, el resultado que se ha presentado de sus acciones, es inesperado. Aunque un poco sorprendido y alterado al comienzo, finalmente acepta el hecho de que hay fuerzas externas que actúan en sus negociaciones, las que causan resultados que no se contemplaron inicialmente. Continúa haciendo sus mejores esfuerzos y deja los resultados a algún otro poder superior. En este proceso se vuelve esencialmente altruista en su actitud y ofrece sus servicios en beneficio del mundo en general.

En la fase siguiente de la secuencia, el aspirante reduce progresivamente su compromiso con las actividades mundanas y se compromete en una búsqueda interna. Se retira en  aislamiento total o parcial y limita su asociación solamente a unos pocos aspirantes avanzados quienes van adelante en el sendero. En esta fase, se le revelan ciertas verdades superiores. Una de tales verdades es la fraternidad de la humanidad, de hecho, la fraternidad de todo lo que existe sea en la forma que sea. La vida que reside en su interior es una, mientras que las formas externas pueden ser muchas. Esta comprensión da origen a cualidades como el amor universal y la compasión por todas las formas de vida. Las diferencias en las formas no significan nada para el aspirante avanzado ya que su visión trasciende las envolturas externas, penetra en el más profundo yo y reconoce que el yo con una forma es el mismo yo que en cualquier otra.

Surgen ciertos hechos de lo antedicho. La jornada en el sendero espiritual no implica movimiento de un lugar a otro. Se puede comenzar “ya” y el progreso se puede lograr “aquí”. Solamente implica el cambio de enfoque de la verdad empírica o relativa hacia la verdad eterna o absoluta. Este viaje no es patrimonio de unos pocos seleccionados. Todos estamos recorriendo este sendero a nuestro propio paso; en realidad, es obligatorio para cada ser, sea consciente o no. Son pertinentes aquí las palabras de Maulana Jalaluddin Rumi un poeta persa místico del siglo trece. Él escribió:

 Como piedra morí  y emergí  nuevamente como planta;
 Como planta morí y emergí como  animal;
 Como animal morí y nací como hombre;
¿Por qué debería temer? ¿Qué he perdido con la muerte?’

El viaje consiste principalmente de dos etapas: la primera preparatoria, y la segunda avanzada. Estas dos etapas son secuenciales y pueden verse a diferentes niveles. Se deben seguir ciertas disciplinas y como consecuencia se alcanza la libertad, en cada etapa y en cada nivel.  

El viaje tiene que ser emprendido por cada uno de nosotros, pero el candidato o discípulo avanzado tiene la responsabilidad adicional de ayudar a sus compañeros de viaje. El progreso real no puede hacerse aislado. La comprensión de este hecho producirá una transformación en el candidato y lo guía en un orden mundial donde la desigualdad de oportunidades en lo social, político y económico se reducirán progresivamente. Podemos anhelar una civilización donde todos reconozcan su responsabilidad y trabajen hacia el desarrollo holístico. En el campo de la educación, el desenvolvimiento moral y ético disfrutará de igual énfasis que el de la ciencia moderna.

Los versos de apertura de El Dhammapada explican en forma clara la influencia del pensamiento en nuestra vida. Expresan que un esfuerzo concertado en la regeneración de nuestra naturaleza conduce a la salvación. Nadie sino nosotros decidimos el rumbo de nuestra vida y lo hacemos a cada momento por medio de nuestros pensamientos y acciones. Nuestra libertad puede ayudar a moldear el “mañana desconocido” pero es inoperante en el campo del pasado invariable. Las palabras de Sir Edwin Arnold en La Luz de Asia pueden recordarse aquí para nuestro beneficio. Él escribe:

No esperéis nada de los dioses implacables, ofreciéndoles
   himnos y dones;
No pretendáis conquistarlos con sacrificios sangrientos,
   ni los alimentéis con frutos y pasteles.
Hay que buscar la liberación en nosotros mismos:
Cada hombre crea su cárcel.

Para concluir me gustaría citar El hombre y sus cuerpos de Annie Besant. Estas palabras han influenciado mi vida de una manera profunda. Algunos de ustedes puede que hayan tenido una experiencia similar. Ella escribe:

Por la ley de evolución todo lo que es malo, por más fuerte que por el momento parezca, contiene en sí el germen de su propia destrucción, mientras que todo lo bueno contiene la semilla de la inmortalidad. El secreto de esto  está en el hecho de que todo lo malo es discordante, y va contra la ley cósmica, y por tanto, tarde o temprano ha de ser destruido por esta ley, se hace pedazos contra ella, y queda reducido a polvo. Por el contrario, todo lo bueno, al estar en armonía con la ley, es acogido por ésta, conducido hacia adelante dentro de la corriente de la evolución, y por lo tanto, no puede perecer jamás, no puede ser destruido nunca.

El propósito de esta conferencia no es dar un veredicto final sino dejar  abierto el interrogante para reflexionar.