domingo, 28 de octubre de 2012

¿QUE ES TEOSOFÍA?





                                                                                  N. Sri Ram

La Teosofía es una sabiduría que incluye todas las cosas y cuyo sentido es la unidad que subyace en todas ellas.

Pero esta unidad no es sólo de forma sino una unidad que pertenece a la Vida Una que todo lo penetra.

Para comprender su naturaleza, uno debe acercarse a esta Sabiduría tanto objetiva como subjetivamente. Pues, en un aspecto, muestra un plan definido; y, en otro, es el descubrimiento del significado espiritual de la vida expresado a través de ese plan.

Este incluye muchos esquemas y diseños subsidiarios, cada uno de los cuales tiene una individualidad que le es propia.

En lo más grande, como en lo más pequeño; en el universo astronómico, como en el átomo; en un árbol, en una planta o en cualquier otra cosa, hay un diseño adoptado para la expresión de la vida que fluye a su través; un diseño que está desenvolviéndose constantemente.

Entender esto como un todo requiere una comprensión que no excluya nada; que, a la vez que perciba el plan y su diversidad y todas sus relaciones, esté al mismo tiempo abierta a la expresión de la vida, expresión que abarca hasta lo más sutil. La función de cada uno de los diseños, y de todos ellos juntos, es permitir la expresión de la infinita belleza, y significado de la vida.

De modo, que por un lado, existe un plan que puede ser fijado en un diagrama o por medio de ecuaciones; al mismo tiempo, hay algo que elude toda definición pero que aparece a través de cada forma viviente, en cada movimiento del proceso evolutivo. Necesitamos, por lo tanto, el tipo de inteligencia que pueda aprehender lo indefinible, es decir, la verdad y la belleza en el proceso total.

Nuestra concepción del universo como un todo puede incluir un cierto numero de secciones diferentes, relacionadas la una a la otra.

H.P.B. describe a la evolución como la objetivación de lo que, en un comienzo, es totalmente subjetivo.

O sea que hay una verdad que sólo puede sentirse, experimentarse, conocerse muy en lo profundo de nosotros mismos, y existe esa naturaleza de la que, por gradaciones, se desenvuelve el vasto universo objetivo.

No hay absolutamente ninguna brecha entre la verdad de la consciencia o vida y la materia.
Solo en lo objetivo uno puede descubrir los valores reales o ultérrimos de la vida.

Toda la existencia se halla en cuatro niveles: uno de ellos es la materia, la substancia, y todas las formas construidas de esa substancia. Luego está la vida que habita las formas; según la interpretación teosófica esta vida es universal y encuentra expresión individual en todas las cosas.

Vida significa experimentar, responder a estímulos, y también acción de diferentes clases.

En tercer lugar, inseparable de la vida esta la consciencia que encuentra su expresión más profunda y más completa en el ser humano. La consciencia en el hombre da lugar al pensamiento que es múltiple y que se expresa en diferentes clases de actividades.

Finalmente, más allá de todo esto -de la materia, de la vida o consciencia y del pensamiento del hombre-, está aquello que surge en la consciencia cuando se encuentra libre de toda reacción, de todo apego.

El pensamiento es tan sólo una proyección desde cierto trasfondo que se forma en el individuo. Cuando nos ponemos en contacto con la gente, las cosas, y las situaciones, reaccionamos hacia ellas.

Estas reacciones no se diluyen inmediatamente, sino que a través de ellas, se forma un cierto esquema en cada persona, de acuerdo al cual imagina y piensa.

Pero, lo que surge en la consciencia cuando se encuentra absolutamente libre de todo apego, de toda reacción, es completamente diferente.

En ese estado se manifiestan los verdaderos valores de la vida. Estos valores no consisten simplemente en experimentar las cosas sino en el modo en que actúa la consciencia humana, porque la mente- o la consciencia- experimenta el modo de su propio funcionamiento.

Cuando funciona de cierto modo, experimenta felicidad; de otro modo, belleza. De manera similar, puede haber una experiencia de amor y de verdad, entendiendo por verdad, aquella de su propia naturaleza.

La experiencia de los modos de su propia acción da lugar a los verdaderos valores de la vida.

Hay valores verdaderos y falsos; permanentes y transitorios, etc. Pero los valores reales y últimos son aquéllas experimentadas por la consciencia en el modo mismo de su accionar; en su verdadera, inafectada e inmodificada naturaleza.

Podemos decir, (y esta es una verdad expresada desde hace tiempo), que todo lo que tiene lugar, es realmente el desenvolvimiento del misterio escondido en la individualidad de cada cosa, y que surge a través del proceso de sus contactos y relaciones con los demás.

También podemos decir que todos los valores están incluidos en la belleza, que es la verdad de la naturaleza del alma. Cada cosa viviente está formada por diferentes capas. Para la interna, podríamos usar la palabra alma, y la verdad de su naturaleza es idéntica a la belleza expresada en su funcionamiento. Hay una visión de esta naturaleza- alma en cada cosa que existe en la Naturaleza, en cada árbol, hoja, en un diamante, en cada substancia. Cada una tiene una belleza escondida que trae a la superficie el proceso evolutivo, y todo lo que tiene lugar en el universo tiene el propósito de hacer surgir da cada individualidad aquello que está escondido al principio dentro de ella, el misterio interior.

Lo único que realmente puede satisfacer al hombre es una visión de la naturaleza-alma de las cosas.

Un hombre puede lograr lo que él quiere, satisfacer todos sus deseos, puede adquirir conocimiento, llegar a ser muy inteligente, importante a los ojos de los demás; pero nada le producirá un verdadero contento a menos que algo de esta naturaleza de sí mismo, profunda y escondida, pueda hallar salida y expresión. Debido a que en las condiciones actuales, ese aspecto de la naturaleza del hombre se halla muy en el trasfondo hay tanto descontento en las mentes de los pobres y de los ricos, de los simples y de los ignorantes.

Sólo a la luz de los valores del alma, diferenciándolos de los valores que la mente ignorante pueda asignar a las cosas, todo lo demás puede volverse realmente interesante.

Uno puede devorar enciclopedias, almacenado en la mente gran cantidad de conocimiento, y, sin embargo no encontrar ese toque de felicidad necesario para el verdadero crecimiento; pues si no resplandece la luz de los valores que brillan desde el alma (la verdadera naturaleza) todo lo demás carece de sentido.

Se necesita un cierto sentido de estos verdaderos valores para comprender la Teosofía, el Plan, los Ciclos, las rondas aún ese aspecto de la Teosofía que se expresa en diseños de varias clases. Debemos conocer el todo y la vida que pertenece al todo y une todas las parte, a fin de evaluar esta partes y su funcionamiento. Para que el significado de las diferentes partes se haga evidente se debe conocer todo el drama. Este drama es la evolución, que es un proceso más profundo y significativo de lo que podemos entender nosotros, o los científicos comunes, mirando sólo los hechos superficiales.

El significado total del proceso evolutivo debe ser entendido en los productos acabados de la evolución es decir, en la consciencia que encarna los valores últimos.

Si uno puede sentir simpatía de mil maneras diferentes, entonces, cada modo en que se siente esa simpatía constituye un valor. Estos valores se pueden manifestar también en formas externas, tales como la arquitectura, la música, la literatura o las instituciones sociales. Aun en los modales, en la calidad del comportamiento hay un enfoque que posee belleza; por ello puede haber valores en los movimientos de todo tipo. No hay ningún movimiento en la vida que no pueda expresar estos valores escondidos que pertenecen a la verdadera naturaleza del hombre y constituyen, en su totalidad la belleza del alma.

La concentración de todos los valores expresables se halla en el individuo, al igual que la gota que es de la misma naturaleza del océano.

Desde un punto de vista, la evolución, es un proceso de individualización, ya se trate de un pájaro, un árbol, un hombre, una piedra o cualquier otra cosa en la Naturaleza. Todo está siendo moldeado cada vez más de acuerdo a cierto modelo que existe desde el principio en la Mente Arquetípica.

Pero junto con esto va aparejada la cualidad profundamente espiritual de la belleza, de la armonía, es decir, el modo en que las cosas se relacionan unas con las otras.

domingo, 21 de octubre de 2012

Ver correctamente



Radha Burnier

En Oriente, las pasiones más bajas han sido llamadas los reales enemigos del hombre; por su causa él cesa de ser lo que debería ser. Se vuelve irracional, encuentra argumentos para justificar los errores y se convierte en un defensor de la crueldad. Por ejemplo, en un individuo celoso, el principio pensante se encuentra bajo el impulso de la pasión personal. Entonces se ven las cosas equivocadamente y se actúa de modo impropio. La famosa ilustración de la cuerda y la serpiente sugiere esto. Si alguien entra en una habitación donde cree ver una serpiente, puede sentir miedo, volverse agresiva  y empujar a los demás mientras huye. La percepción equivocada nos lleva a la infelicidad y a cometer acciones impropias. En una sociedad industrial se fomentan  continuamente las cosas irreales como una vía  hacia la felicidad. Entonces toda la sociedad se desequilibra y crecen en ella todo tipo de males. De ahí la importancia de ver correctamente y pensar de forma correcta y lógica.

 Otra bien conocida ilustración la encontramos en la literatura oriental, por ejemplo, cuando  una persona ve un espejismo en el desierto y se dirige a él ansiosamente para encontrar agua que pueda calmar su sed. Otra persona tratará de hacerse rica usando dinero falso, pero sólo acabará frustrada, no rica. También hay muchas personas que no cuestionan nada y dan por sentado lo que otros, como los sacerdotes, dicen. Encontramos terribles supersticiones en todo el mundo basadas en espejismos de diversas clases.

 Deberíamos, pues, preguntarnos qué estamos viendo realmente. ¿Está nuestra visión distorsionada por los movimientos de nuestra psique, por deseos ocultos, ambiciones del subconsciente o por otras cosas de la mente? No se trata  de una pregunta abstracta o metafísica; es una pregunta práctica. Incluso en la vida diaria, la gente ve la misma cosa de forma diferente. Si ocurre un accidente en la calle y preguntamos a los presentes qué pasó, probablemente encontraremos muchas discrepancias, porque no ven de la misma manera. Entonces, ¿quién está en lo cierto?

 Supongamos que hay un bello ternero en una pradera. Alguien al mirarlo verá un animal de cuatro patas y dirá: “Es un ternero”. Otra persona verá una oportunidad de obtener una ganancia, e inmediatamente  empezará a pensar cómo obtenerla, mientras que la realidad del animal irá desvaneciéndose y acabará desapareciendo. Hace algún tiempo, yendo en tren hacia el sur de India, donde hay bellos bosques tropicales, le dije a la mujer sentada a mi lado: “¡Qué bosque tan bello! Ella respondió: “Si, sacamos muy buena madera de él”. Ella lo estaba viendo como madera seca y muerta. Eso es lo que siente la persona que observa una vaca o un pollo y piensa en las ganancias que le pueden proporcionar.  O alguien puede mirar a una criatura viva pero sólo como un manjar. Existen personas muy bondadosas y delicadas con sus mascotas, pero que sólo ven comida cuando ponen carne en su plato. Es muy común que la gente vea una entidad viva en términos de su utilización; ya sea un animal, un bosque, o cualquier otra cosa. La visión  puede estar completamente distorsionada, ser caprichosa o fantasiosa.

Por ejemplo, para algunos hindúes la vaca es un signo de prosperidad,  un animal digno de atención y cuidado, pero son crueles con otros animales. Todos los engaños engendran miseria.

 Sabemos lo terrible que puede ser la opresión religiosa porque en todo el mundo pasa lo mismo. En India millones de personas practican ceremonias que no entienden. Se les ha dicho que si hacen  estas ceremonias conseguirán algún beneficio y podrán evitar algún mal.  Por ejemplo, recuerdo el caso de una joven que tuvo un bebé y el sacerdote le dijo que la forma del cabello del niño era un mal presagio. Entonces, ella entregó parte de su fortuna al sacerdote ¡para contrarrestar los malos efectos del cabello del bebé! Las convenciones sociales y la superstición hacen que la gente se deje explotar de muchas maneras. Los engaños no son solamente religiosos, sino también políticos. Tomemos, por ejemplo, a Marx. Muchos pensaron que siguiendo sus ideas iban a crear un mundo nuevo de prosperidad, y pasó lo contrario. Puede haber tiranía a través de la presión social, psicológica, financiera o de otro tipo. Por lo tanto, es muy importante la mente libre y sin condicionamientos.

 La tradición india sobre los condicionamientos

 En la tradición indica se nos aconseja vigilar los condicionamientos de tres tipos. Uno es el entorno, la sociedad donde hemos crecido. Desde la infancia absorbemos ciertas ideas y la mente empieza a sentir que la verdad está en lo que la gente generalmente cree. En el libro A los pies del Maestro se nos dice que nada se convierte en verdad porque un gran número de personas lo crea. Miles de personas pueden creer que yendo a la guerra se puede establecer la paz. Lo único que consiguen es despertar odio, sospecha, etc., todo lo cual constituirá la base de más guerras y de todo el sufrimiento que la guerra implica. Así pues, hemos de ser conscientes de que no hay que creer todo lo que los demás creen, sino pensar sobre el asunto. El Budha dijo: “No creas lo que has leído en las escrituras, lo que diga la gente de tu entorno, lo que tus padres pueden decirte o lo que yo te digo. Reflexiona sobre ello, usa tu capacidad  de razonamiento, míralo cuidadosamente, cuestiónalo. Por esto, algunas veces, las enseñanzas de Budha han sido resumidas con la frase de “ven y ve”. “Ven y ve, y entonces descubre por ti mismo”.

 Las palabras son un importante factor de condicionamiento La palabra “árbol” no es el árbol. No lo comprendemos cuando estamos usando las palabras. Decimos “te quiero mucho” y pensamos que es un hecho, pero tal vez no lo sea. Tal vez sólo sea una atracción temporal o incluso un asunto de interés propio que se encuentra en la mente subconsciente. La gente dice “estoy feliz” ¿Qué queremos decir con el término “feliz”? ¿Se trata de placer, entretenimiento? No cuestionamos lo que intentamos decir. Por ello, las palabras pueden resultar muy engañosas.

 El tercer condicionamiento del que nos hablan es el del cuerpo. Cierto tipo de alimentos embotan el cuerpo y el cerebro y otro tipo de alimentos lo enervan. También podemos hablar de las características raciales. Estamos condicionados por nuestra herencia genética. Se ha dicho que hay tres fuentes  principales de condicionamiento: el cuerpo, las palabras y la sociedad en la que vivimos. Todos somos libres sobre otro tipo de condicionamientos, como son la memoria  y la memoria de un remoto pasado. En cierta etapa de la evolución anterior a la etapa humana, casi todas las criaturas tienen que aprender a temer. Hay animales pequeños que saldrán corriendo de su refugio y su madre castigará, porque serán presa fácil para los depredadores. De tal manera que el temor forma parte del cerebro condicionado, que hemos heredado del remoto pasado.

 Tal vez hemos de darnos cuenta de que el engañador más grande es la noción del “yo”, es decir, de una vida separada de todo lo demás. Esto es egoísmo; el yo distorsiona, interfiere, engaña. ¿Empieza este sentimiento con la necesidad de sobrevivir? Algunas veces, cuando estamos leyendo un libro, vemos un insecto muy pequeño moviéndose por la página. Si le acercamos nuestro dedo, tratará de escapar, porque  incluso ese pequeño insecto es consciente de que necesita escapar del peligro. Él no está pensando, está en su propia naturaleza. ¿Acaso ese deseo de sobrevivir es lo que crea o promueve el egoísmo? No parece que los animales sean egoístas y son los que están luchando fuertemente por sobrevivir.

 Tal vez, a causa de pensar equivocadamente, los seres humanos le dan un significado artificial a la supervivencia. Por ejemplo, una cierta cantidad de dinero puede  ser esencial para la supervivencia,  pero en la mente de numerosas personas se convierte en una incesante finalidad. Personas con grandes cantidades de dinero siguen intentando conseguir más y las multinacionales están destruyendo el medio de vida de gente muy pobre.  Deberíamos ser capaces de ver que la supervivencia forma parte del juego; porque si nadie sobrevive, todo acabará. Tenemos un instinto saludable hacia la supervivencia. Si un ladrillo cae, todos intentaremos evitarlo. No hay nada malo en ello. Pero si la supervivencia se convierte en una ambición, en una obsesión, entonces es un completo engaño. No parece que la necesidad de supervivencia sea el origen del egoísmo.

 ¿Es el egoísmo una clase de pecado? Ésta es una teoría que propugnan algunas religiones, implicando con ello que no podemos averiguar cuál es la causa del egoísmo. Pero si podemos encontrar una manera de ponerle fin. El egoísmo es, tal vez, el mejor camino para crear nuestra propia infelicidad, porque entonces dejamos de estar en armonía con todo el universo. De tal manera que no necesitamos preocuparnos por el origen del egoísmo,  ya podemos ver, aquí y ahora, que el comportamiento egoísta crea conflicto. Esta “yoidad” se encuentra detrás de casi todas las actividades humanas, nos da una sensación de importancia y hace que nos sintamos heridos, rechazados  o lo que sea.

 Funcionamiento del egoísmo

 Si alguien me dijera: “Usted dio una plática espantosa”, tengo dos opciones. Una es sentirme herida y decir: “No es así. Dije unas cuantas cosas  interesantes”. Puedo adoptar una actitud defensiva, de oposición, de desagrado con la persona, etc. O pueden decirme: “¡Oh!, estuvo maravillosa”. Si lo acepto, inflará mi ego. Lo curioso es que tanto el halago como la crítica aumentan mi egoísmo. Por otro lado, si alguien dice: “Su plática fue espantosa”, puedo pensar: “Está bien, es su opinión. Tal vez sea cierto”. Puedo considerarlo,  arreglar algo que necesite cambiarse, hacer alguna modificación de mis propias creencias o sobre mí misma; todo esto es posible. Pero lo que hago es reaccionar, y toda reacción es un acto de egoísmo. Una de las cosas  que debemos aprender es la diferencia entre una acción y una reacción. La reacción es este yo personal  que siempre está defendiéndose, afirmándose y construyéndose.

 La liberación de los pares de opuestos de los que habla el Bhagavadgitâ es  la liberación de las reacciones egoístas. Hay que mirarlo todo sin sentirse excitado, agitado, etc. No es fácil la práctica de observar cuidadosamente las situaciones o experiencias que se nos presentan en la vida diaria. Observe todo, las rosas de jardín, los cerros alrededor. Es posible observar simplemente, experimentar la belleza sin sentir que “estoy experimentado la belleza”. La mente automáticamente siente “estoy experimentando esto”. La experiencia puede ser suficiente, sin atribuirse a uno mismo “yo lo he hecho”. Tenemos imágenes como éstas porque no examinamos si son sólo ficción o realidad en “mi mismo”. Lo doy por hecho y sigo pensando “yo soy la persona que actúa”, y así sucesivamente. Tenemos, pues, imágenes de nosotros mismos como conocedor, actor, poseedor o maestro.

 Una vez alguien le preguntó a Ramana Maharshi: “¿Debería ser patriota?”. Sri Rama dijo: “No es su deber ser nada. Simplemente sea”. No se necesita ser patriota, entusiasta, o lo que sea. La dificultad es que no se puede decir “Yo quiero ser nada”. Porque desear ser nada, es también esperar ser algo. Entonces, ¿puede la mente considerar todo esto y tener conciencia de que el subconsciente no anda diciendo “yo soy esto” o “yo soy eso”? ¿Podemos disfrutar sin buscar una excusa para formar una imagen de nosotros mismos como la persona que tiene derecho a disfrutar?

 Conseguir liberarse de este sentimiento de yoidad en cada experiencia es algo que tiene que trabajarse cada día, empezando por una profunda observación de todo. Se dice que el Dhammapada contiene las palabras originales del Budha. Él dijo: “La atención es vida. La desatención es muerte”. Cuando no somos conscientes, estamos como muertos. No solamente somos insensibles a nuestro interior, a nuestras propias locuras y estupideces, sino también a lo exterior: si una planta se está muriendo, si una persona está feliz o contenta. Es fácil ser conscientes de lo que pensamos son nuestros méritos; la mayoría de nosotros lo somos. Pero no es tan fácil ver como nos engañamos constantemente. Si seguimos viviendo como en un sueño, muchas cosas falsas nos parecerán reales y acabaremos sufriendo.





Nuestra propia y genuina comprensión de todos los contenidos dentro de nuestra esfera de acción, es la única base sólida para cualquier progreso real.

Pensamientos para aspirantes

N. Sri Ram

lunes, 15 de octubre de 2012

“¿Qué es la Verdad?”





(“What is Truth?”, Lucifer, oct. 1888)

[Artículo por H. P. Blavatsky]

La Verdad es la voz de la Naturaleza y del Tiempo,
La Verdad es el consejero asombroso dentro de nosotros,
Nada está destituido de ella, procede de las estrellas,
Del áureo sol y de toda brisa que sopla [...]
—W. Thompson Bacon
El sol inmortal de la Hermosa Verdad
A veces se esconde en las nubes, no porque su luz
Sea, en sí, defectuosa; sino que la oscurecen
Mi débil prejuicio, la fe imperfecta
Y todas las millares de causas que obstaculizan
El crecimiento de la bondad [...]
—Hannah More

"¿Qué es la Verdad,?" preguntó Pilatos a uno que debía conocerla, si las pretensiones de la Iglesia Cristiana son, aún aproximadamente, correctas. Sin embargo, él permaneció en silencio. Así, la verdad que no divulgó, se quedó sin revelarse tanto para sus seguidores como para el gobernante romano. El silencio de Jesús en esta y en otras ocasiones, no impide a sus actuales acólitos actuar como si hubiesen recibido la Verdad última y absoluta y de ignorar el hecho de que se les proporcionó ciertas Palabras de Sabiduría que contenían una porción de la verdad, la cual se ocultaba en parábolas y dichos hermosos aunque obscuros. 1

Esta actitud condujo, gradualmente, al dogmatismo y a la afirmación. Dogmatismo en las iglesias, en la ciencia y en todas partes. Las verdades posibles, vagamente percibidas en el mundo de la abstracción, análogamente a aquellas inferidas mediante la observación y el experimento en el mundo de la materia, se imponen, bajo la forma de revelación Divina y autoridad Científica, a las muchedumbres profanas, excesivamente atareadas para pensar con su propia cabeza. Sin embargo, la misma pregunta quedó en suspenso desde los días de Sócrates y Pilatos, hasta nuestra edad de negación completa. ¿Existe algo de verdad absoluta en las manos de algún grupo o de algún ser humano? La razón responde: "que no puede ser posible." En un mundo tan finito y condicionado como es el del ser humano, no hay espacio para la verdad absoluta tocante a ningún tema. Sin embargo, existen verdades relativas y debemos libar de ellas lo mejor que podamos.

En cada edad han habido Sabios que han dominado el absoluto; pero sólo podían enseñar verdades relativas; ya que, aún, ninguna prole de mujer mortal, en nuestra raza, ha divulgado, ni pudo haber divulgado, la verdad completa y final a otro ser humano, en cuanto todo individuo debe encontrar este conocimiento final en sí mismo. Como no hay dos mentes absolutamente idénticas, cada una debe recibir la iluminación suprema mediante sus esfuerzos, en consonancia con sus capacidades y no por conducto de una luz humana. La cantidad de Verdad Universal que el sumo adepto viviente puede revelar, depende de la capacidad asimilativa de la mente a la que está imprimiendo, la cual no puede ir más allá de su habilidad receptiva. Tantos hombres, tantas afirmaciones, es una verdad inmortal. El sol es uno; sin embargo, sus rayos son incontables y los efectos producidos son benéficos o maléficos según la naturaleza y la constitución de los objetos sobre los cuales brilla. La polaridad es universal, pero el polarizador yace en nuestra conciencia. Nosotros, los seres humanos, asimilamos la verdad suprema de manera más o menos absoluta, en proporción al ascenso de nuestra conciencia hacia ella. Todavía, la conciencia humana es simplemente el girasol de la tierra. La planta, añorando los rayos cálidos, sólo puede dirigirse hacia el sol y circunvalar a su alrededor siguiendo la trayectoria de la estrella inasequible: sus raíces la mantienen anclada al suelo y mitad de su vida transcurre en la sombra [...]

Sin embargo, cada uno de nosotros puede alcanzar, relativamente, el Sol de la Verdad aún en esta tierra y asimilar sus rayos más cálidos y directos a pesar del estado diferenciado en que puedan tornarse después de su largo viaje a través de las partículas físicas del espacio. A fin de alcanzar esto, existen dos métodos. En el plano físico podemos usar nuestro polariscopio mental y, analizando las propiedades de cada rayo, escoger el más prístino. Para arribar al Sol de la Verdad, en el plano de la espiritualidad, debemos trabajar con ahínco para el desarrollo de nuestra naturaleza superior. Sabemos que, al paralizar, gradualmente, dentro de nosotros, los apetitos de la personalidad inferior, sofocando, entonces, la voz de la mente puramente fisiológica, la cual depende y es inseparable de su medio o vehículo: el cerebro orgánico; el ser animal en nosotros puede hacer espacio a lo espiritual y, una vez levantado de su estado latente, los sentidos y las percepciones espirituales más elevadas crecen y se desarrollan en nosotros, en proporción y pari passu con el "ser divino." Esto es lo que los grandes adeptos, yogis orientales, místicos occidentales, han hecho siempre y aún continúan haciendo.

Además, sabemos que, salvo pocas excepciones, ningún hombre de mundo, ni ningún materialista, creerá jamás en la existencia de tales adeptos o aún en la posibilidad de este desarrollo espiritual o psíquico. "El incauto del pasado, en su corazón pronunció que no existe ningún Dios," el individuo moderno dice: "No hay adeptos en la tierra, éstos son simplemente el producto de vuestra imaginación desquiciada." Al estar conscientes de esto, nos apresuramos a reafirmar a nuestros lectores Santo Tomases. Les rogamos que se dediquen a la lectura de otros artículos de esta revista más compatibles con sus intereses: los misceláneos ensayos sobre el Hilo-Idealismo por varios autores.2

Desde luego, la revista Lucifer trata de satisfacer a sus lectores de cualquier "escuela de pensamiento," demostrándose igualmente imparcial hacia el teísta y el ateo, el místico y el agnóstico, el cristiano y el gentil. Nuestros artículos de fondo, los Comentarios relativos a La Luz en el Sendero, etc., no se dirigen a los materialistas; sino a los teósofos o a esos lectores conscientes, en su corazón, de la verdadera existencia de los Maestros de Sabiduría. Y si bien la verdad absoluta no se alberga en la tierra y se debe buscar en regiones más elevadas, aún en este irrisorio y pequeño globo rotante existen ciertas cosas que la filosofía occidental aún no ha, ni siquiera, imaginado.

Volviendo a nuestro tema: sigue que aunque "la verdad abstracta general, es la bendición más preciosa," por el momento, igualmente para muchos de nosotros como para Rousseau, tenemos que satisfacernos con verdades relativas. En realidad, en la mejor hipótesis, somos un pobre grupo de mortales que siempre siente pavor aún frente a una verdad relativa, en cuanto podría devorarnos junto a nuestros preconceptos anodinos. En la vertiente de una verdad absoluta, la mayoría de nosotros no logra verla, así como no alcanza a llegar a la luna en bicicleta. En primer lugar, porque la verdad absoluta es tan inconmovible como la montaña de Mahoma, la cual rehusó molestarse para el profeta, el cual tuvo que ir a ella. Debemos seguir su ejemplo si queremos acercarnos a ésta aún a distancia. En segundo lugar, porque el reino de la verdad absoluta no es de este mundo; y nosotros estamos demasiado identificados con éste. Y, finalmente, porque a pesar de que en la fantasía del poeta, el ser humano es:

[...] El abstracto
De toda perfección, que la obra
Del cielo ha modelado [...],
en realidad es una triste mezcla de anomalías y paradojas, un globo inflado con su propia importancia, con todo tipo de opiniones contradictorias y con facilidad aceptadas. Es a la vez una criatura arrogante y débil; quien, y si bien en un constante temor de alguna autoridad terrenal o celestial
[...] como un mono iracundo
Juega tales trucos fantásticos delante del Cielo elevado
Que hace sollozar a los ángeles.

Ahora bien, como la verdad es una joya polifacética, cuyos aspectos son imposibles de percibir todos a la vez y como no existen dos hombres, a pesar de su ansia por discernir la verdad, capaces de ver, siquiera una de estas facetas de manera similar, ¿qué podemos hacer para ayudarlos a percibirla? Visto que el ser físico, cuyas ilusiones lo limitan y obstaculizan por todos lados, no puede alcanzar la verdad mediante la luz de sus percepciones terrenales, os decimos que desarrolléis vuestro conocimiento interno. Desde el período en el cual el oráculo délfico dijo al investigador: "Hombre, conócete a ti mismo," no se ha enseñado una verdad más grande o más importante. Sin tal percepción, el ser humano permanecerá, para siempre, ciego a muchas verdades relativas por no mencionar la absoluta. El hombre debe conocerse a sí mismo: adquirir las percepciones interiores que nunca engañan, antes de que domine alguna verdad absoluta. La verdad absoluta es el símbolo de la Eternidad y ninguna mente finita podrá jamás asir lo eterno. Por lo tanto, ninguna verdad podrá descender a ella en su totalidad. Para alcanzar el estado durante el cual el ser humano la ve y la percibe, debemos paralizar los sentidos del hombre externo de arcilla. Se nos dirá que ésta es una tarea complicada y, en tal coyuntura, la mayoría de las personas preferirá, indudablemente, satisfacerse con verdades relativas. Sin embargo, aún el acercarse a las verdades terrenales exige, en primer lugar, amor hacia la verdad por la verdad misma, de otra manera no se le podrá reconocer. ¿Quién ama a la verdad, en esta edad, por la verdad misma? ¿Cuántos, entre nosotros, están preparados a buscarla, aceptarla y ponerla en práctica, en una sociedad en que cualquier cosa que tenga éxito debe construirse en las apariencias y no en la realidad, en el egocentrismo y no en el valor intrínseco? Estamos completamente conscientes de las dificultades que se interponen en el camino para recibir la verdad. La doncella de belleza celestial desciende sólo al terreno que le conviene, el suelo de una mente imparcial, sin prejuicios e iluminada por la pura Conciencia Espiritual y ambos son raros habitantes en las tierras civilizadas. En nuestro siglo de vapor y de electricidad, en el que el ser humano vive a una velocidad febril, dejándole muy poco tiempo para la reflexión, por lo general se deja ir a la deriva, de la cuna a la tumba, clavado a la cama de Procuste de las usanzas y convencionalidades. Ahora bien, el convencionalismo puro y simple es una mentira congénita, ya que, en cada caso, es una "simulación de los sentimientos según un patrón recibido" (definición de F. W. Robertson) y donde hay alguna simulación, no puede haber ninguna verdad. Aquellos obligados a vivir en la atmósfera sofocante del convencionalismo social y que, aún cuando deseen y añoren aprender, no osan aceptar las verdades que anhelan por temor al Moloch feroz llamado sociedad, saben muy bien cuán honda es la observación de Byron según el cual: "la verdad es una joya que se encuentra en una gran profundidad, mientras, en la superficie de este mundo, se sopesan todas las cosas mediante las falsas escalas de la costumbre."

Que el lector mire a su alrededor; que estudie los relatos de viajeros de fama mundial, que tenga presente las observaciones conjuntas de pensadores literarios, los datos científicos y estadísticos. Que elabore, en su vista mental, un esbozo general de la imagen de la sociedad, de la política, de la religión y de la vida moderna. Que recuerde las usanzas y las costumbres de todas las razas cultas y naciones bajo el sol. Que observe el comportamiento y la actitud moral de la gente en los centros civilizados europeos y americanos y hasta del lejano oriente y de las colonias, en cualquier lugar donde el hombre blanco ha transportado los "beneficios" de la llamada civilización. Ahora bien, después de haber pasado revista a todo esto, que se detenga y reflexione y luego que nombre, si puede, aquel El Dorado bendito, aquel lugar excepcional en el globo, donde la Verdad es la invitada de honor, mientras la Mentira y el Engaño son los marginados so pena de ostracismo; y constatará que no puede. Pero nadie podrá, a menos que esté preparado y determinado a agregar su fragmento a la masa de falsedades que reina suprema en cada departamento de la vida nacional y social. "¡La Verdad!" clamó Carlyle, "la verdad, a pesar de que los cielos me aplasten por seguirla y no la falsedad, no obstante que todo el reino celestial fuese el premio de la Apostasía." Estas son nobles palabras. Sin embargo, ¿cuántos piensan y osarían hablar como Carlyle, en nuestro siglo XIX? ¿Acaso no prefiere, la gigantesca y pasmosa mayoría, el "paraíso de los perezosos," el país del egoísmo cruel? Esta es la mayoría que se retira llena de pánico ante el esbozo más nebuloso de cada nueva verdad impopular, inducida por un simple miedo cobarde, no sea que el señor Harris denunciara y la señora Grundy condenara a sus paladines a la tortura infligida por su lengua asesina, la cual desmenuza gradualmente.

El Egoísmo es el primogénito de la Ignorancia y el fruto de la enseñanza según la cual: por cada recién nacido se "crea" una nueva alma, separada y distinta del Alma Universal. Este Egoísmo es la pared inexpugnable entre el Ser personal y la Verdad. Es la madre prolífica de todos los vicios humanos, la mentira nace de la necesidad de disimular, mientras la hipocresía procede del deseo de encubrir la mentira. Es el hongo que crece y se refuerza con la edad en cada corazón humano en el cual ha devorado todos los mejores sentimientos. El egoísmo mata todo impulso noble en nuestras naturalezas y es la deidad que no teme, por parte de sus acólitos, la falta de fe o la deserción. Por lo tanto, vemos que reina supremo en el mundo y en la llamada sociedad de rango. Consecuentemente, vivimos, nos movemos y existimos en esta deidad de la oscuridad bajo su aspecto trinitario de Engaño, Hipocresía y Falsedad, llamado RESPECTABILIDAD.

¿Es esto Verdad de Hecho o es calumnia? Podéis dirigiros hacia cualquier dirección y discerniréis que, desde el escaño más alto de la escala social hasta el más bajo, el engaño y la hipocresía operan para beneficio del querido Ego en toda nación y en cada individuo. Sin embargo, las naciones, por acuerdo tácito, han determinado que los motivos políticos egoístas deberían llamarse: "noble aspiración nacional, patriotismo", etc.; mientras el ciudadano los considera, en su círculo familiar, como "virtud doméstica." A pesar de todo, el Egoísmo, que alimenta el deseo de extensión territorial o la competencia comercial a expensas del prójimo, jamás se podrá considerar como una virtud. Vemos que al Engaño perpetrado con panegíricos y a Fuerza Bruta, el Jachin y el Boaz de todo Templo Internacional de Salomón, se le llama Diplomacia, mientras nosotros les damos su nombre adecuado. ¿Deberíamos aplaudir al diplomático que, postrándose ante estas dos columnas de gloria nacional y de política, pone su simbolismo masónico en práctica diariamente: "esta casa mía se establecerá a la fuerza (astuta)" y obtiene, con el engaño, lo que no puede alcanzar a la fuerza? La siguiente calificación del diplomático: "destreza o habilidad en asegurarse las ventajas" para su propio país a expensas de otros, no puede alcanzarse diciendo la verdad; sino hablando de manera astuta y engañosa. Por lo tanto, la revista Lucifer llama a esta acción una Mentira viviente y ostensible.

Sin embargo, no es solamente en la política donde, la costumbre y el egoísmo han avenido a llamar virtud al engaño y a la patraña, recompensando a aquel que sabe mentir mejor en público. Cada una de las clases, en la sociedad vive en la MENTIRA y se derrumbaría sin ella. La aristocracia culta y temerosa de Dios, estando prendada del fruto prohibido como cualquier plebeyo, se ve obligada a mentir constantemente a fin de encubrir lo que le gusta llamar sus "pecadillos," al paso que la Verdad los considera inmoralidad burda. La sociedad de la clase media rebosa de falsas sonrisas, palabras mentirosas y engaños mutuos. Para la mayoría, la religión se ha convertido en un sutil velo arrojado sobre el cadáver de la fe espiritual. El patrón va a la iglesia para engañar sus sirvientes; el cura hambriento, predicando lo que ya ha cesado de creer, embauca a su obispo, el cual, a su vez, burla a su Dios. Diarios políticos y sociales podrían adoptar como lema, la pregunta inmortal de George Dandin, y aún beneficiarse: Lequel de nous deux trompe-t-on ici? "A quiénes de nosotros dos engañamos?—"Aún la ciencia, en un tiempo la tabla de salvación de la Verdad, ha cesado de ser el templo del Hecho escueto. Casi todos los científicos se esfuerzan sólo para imponer a sus colegas y al público, la aceptación de alguna idea personal predilecta, de alguna teoría recién elaborada, que dará lustre y fama a su nombre. Un científico está tan pronto a suprimir evidencias que podrían dañar una hipótesis científica corriente, como un misionero en tierras paganas o un predicador en su patria, persuade a su congregación de que la geología moderna es una mentira y la evolución es puramente una vanidad y una aberración del espíritu.

Esta es la situación en el año 1888. ¡Aún, ciertos periódicos nos atacan por verlo en colores más tétricos!

La mentira se ha extendido a tal extremo—apoyada por costumbres y convencionalismos—que hasta la cronología obliga a la gente a mentir. Los sufijos A.C. y D.C., añadidos después de las fechas por los hebreos y los paganos, en tierras de Europa y Asia, así como por materialistas y agnósticos o como por cristianos en casa, son—una mentira usada para sancionar otra Mentira.

Entonces, ¿dónde podemos encontrar, siquiera, la verdad relativa? Si ya en el lejano siglo de Demócrito le apareció bajo la forma de una diosa que yacía en el fondo de un pozo tan profundo que daba poca esperanza para su liberación; en las actuales circunstancias tenemos cierto derecho a creer que se esconda por lo menos, en un lugar tan lejos, como el lado siempre invisible y oscuro de la luna. Quizá ésta sea la razón por la cual, a todos los defensores de las verdades ocultas se les tilda de lunáticos. Pase lo que pase, en ningún caso y bajo ninguna amenaza, la revista Lucifer jamás será obligada a gratificar alguna mentira universal, tácitamente reconocida y universalmente practicada, pero se atendrá al hecho puro y simple, tratando de pregonar la verdad dondequiera que se encuentre y bajo ninguna máscara de cobardía. El fanatismo y la intolerancia podrán considerarse actitudes ortodoxas y congruentes, mientras el fomentar los prejuicios sociales y las predilecciones personales a expensas de la verdad, podrán reputarse como un comportamiento sabio a seguir a fin de asegurarse el éxito de una publicación. Que así sea. Los editores del Lucifer son Teósofos y su apotegma ya se escogió: Vera pro gratiis (La verdad sobre todo).

Están muy conscientes de que las libaciones y los sacrificios del Lucifer a la diosa Verdad no dejan un humo dulce y rico en el olfato de los señores de la prensa, ni el brillante "Hijo de la Mañana," emite un dulce aroma en sus orificios nasales. Se le ignora, cuando no se abusa; ya que veritas odium paret. Hasta sus amigos están empezando a detectar faltas. No entienden por qué no puede ser una revista puramente teosófica o, en substancia, por qué se niega a ser dogmática y fanática. En lugar de dedicar cada línea de sus columnas a las enseñanzas teosóficas y ocultas, abre sus páginas "a la publicación de los más grotescos, herogéneos elementos y doctrinas conflictivas." Esta es la acusación principal, a la cual contestamos ¿y por qué no? La teosofía es conocimiento divino y el conocimiento es verdad. Por lo tanto, cada hecho verdadero, cada palabra sincera, es parte integrante de la teosofía. La persona versada en la alquimia divina o que haya alcanzado sólo un vislumbre de la verdad, encontrará y extraerá esta última, tanto de una declaración errónea como de una correcta. A pesar de lo pequeño que sea un fragmento de oro en un montón de basura, es siempre el noble metal y vale la pena rescatarlo aun cuando se requiera un poco de trabajo adicional. Como se ha dicho, a menudo es tan útil saber lo que una cosa no es como aprender lo que es. El lector común difícilmente podrá esperar encontrar algún hecho en una publicación sectaria bajo todos sus aspectos, en favor y en contra, ya que, de una forma u otra, su presentación ha de ser, seguramente, influenciada y las escalas tenderán a inclinarse hacia el lado al cual se dirige la proclividad del editor. Por lo tanto, quizá una revista teosófica sea la única publicación donde se pueda esperar encontrar, al menos, la verdad y los hechos imparciales, aún siendo aproximativos. La verdad escueta se refleja en Lucifer bajo sus múltiples aspectos; ya que de sus páginas no se excluye a ninguna filosofía y a ninguna concepción religiosa. Además, como toda filosofía y religión, a pesar de lo incompleto, lo inadecuado y hasta de lo insensato que ocasionalmente algunas de ellas pueden ser, debe estribar en alguna verdad y en algún hecho, el lector tiene la oportunidad de comparar, analizar y escoger, entre las varias filosofías que aquí se discuten. Lucifer ofrece tantas facetas de la Unica joya universal en conformidad con su espacio limitado y dice a sus lectores: "Escoged, en este día, a quien serviréis: ¿ya sea a los dioses que estaban del otro lado de la inundación que sumergió a los poderes del razonamiento humano y al conocimiento divino, o a los dioses de los Amorites de la costumbre y de la falsedad social o aún, al Señor del Ser (superior), el brillante destructor de los poderes lóbregos de la ilusión? Seguramente, la mejor filosofía es aquella que tiende a disminuir en lugar de incrementar, el total de la miseria humana.

De todos modos, hay posibilidad de elección que es el único motivo por el cual hemos abierto nuestras páginas a todo género de colaboradores, por lo tanto: se encuentran los conceptos de un clérigo cristiano quien cree en su Dios y en el Cristo; pero rechaza las interpretaciones malignas y los dogmas impuestos de su iglesia ambiciosa y orgullosa, en concomitancia con las doctrinas del hilo-idealista que niega a Dios, al alma y a la inmortalidad, no creyendo en nada salvo en sí mismo. Los materialistas más empedernidos encontrarán hospitalidad en nuestra revista; sí, hasta aquellos que no tuvieron ningún escrúpulo en llenar las páginas con escarnios y observaciones personales sobre nosotros, abusando las doctrinas teosóficas que tanto queremos. Cuando una revista de libre pensamiento, editada por un ateo, inserte un artículo de un místico o de un teósofo en el cual se elogien sus conceptos ocultos y el misterio de Parabrahman aunque el editor se limite a expresar sólo algunas observaciones casuales, diremos que el Lucifer ha encontrado un rival. Cuando un periódico cristiano o de los misioneros, acepte un artículo de un libre pensador que se burle de la creencia en Adán y su costilla, acogiendo la crítica al cristianismo—la fe de su editor—en manso silencio, entonces, habrá alcanzado un nivel digno del Lucifer y se podrá decir que ha arribado al grado de tolerancia donde se puede equiparar con alguna publicación teosófica.

Sin embargo, mientras que ninguno de dichos órganos cumpla con esto, son todos sectarios, fanáticos, intolerantes y jamás podrán tener una idea de la verdad y de la justicia. Pueden lanzar alusiones contra el Lucifer y sus editores, sin afectar a ninguno de los dos. En realidad, los editores de tal revista están orgullosos de dicha crítica y acusación ya que atestiguan la ausencia absoluta de fanatismo o arrogancia de algún tipo en la teosofía, el resultado de la belleza divina de las doctrinas que predica. Desde luego, como se ha dicho, la teosofía concede una audiencia y una justa oportunidad a todos. Considera que ninguna concepción, si es sincera, está completamente exenta de verdad. Respeta a los hombres pensantes, sin importar a la clase de pensamiento que puedan pertenecer. Está siempre dispuesta a impugnar las ideas y las concepciones capaces de crear simplemente confusión sin beneficiar la filosofía, deja a sus divulgadores libres de creer, personalmente, en lo que quieran y rinde justicia a sus ideas cuando son buenas. De hecho, las conclusiones o las deducciones de un escritor filosófico, pueden ser totalmente antitéticas a las nuestras y a las enseñanzas que exponemos. A pesar de esto, sus premisas y afirmaciones pueden ser muy correctas y cabe que otras personas se beneficien de la filosofía opuesta, aun cuando nosotros la rechazamos, creyendo que tenemos algo más elevado y más próximo. En todo caso, ahora se ha clarificado nuestra profesión de fe y todo lo que se ha dicho en las páginas anteriores justifica y explica nuestra conducta editorial.

Al resumir la idea concerniente a la verdad absoluta y relativa, cabe repetir sólo lo que ya hemos dicho. Fuera de cierto estado mental altamente elevado y espiritual durante el cual el Hombre es Uno con la Mente Universal—lo más que él podrá captar en cualquier religión o filosofía serán verdad o verdades relativas. Aun cuando la diosa que se alberga en el fondo del pozo, saliera de su lugar de cautiverio, no podría transmitir al ser humano más de lo que él puede asimilar. Entretanto, todos nosotros podemos sentarnos en las inmediaciones del pozo, cuyo nombre es Conocimiento y, atisbando en las profundidades, esperar ver, al menos, el reflejo de la hermosa imagen de la Verdad en las aguas oscuras. Sin embargo, según la observación de Richter, esto presenta un cierto peligro. Por supuesto, de vez en cuando, alguna verdad puede reflejarse, como en un espejo, en el sitio donde estamos observando, recompensando, entonces, al paciente estudiante. Pero el pensador alemán agrega: "He oído que algunos filósofos en pos de la Verdad, a fin de tributarle un homenaje, han visto su propia imagen en el agua, acabando por adorar a ésta en lugar de la verdad."[...]

A fin de evitar tal calamidad, la cual se ha abatido sobre todo fundador de escuela religiosa o filosófica, los editores se dedican, con esmero, a no ofrecer al lector sólo esas verdades que encuentran reflejadas en sus cerebros personales. Entregan al público una amplia gama de elección y rechazan mostrar fanatismo e intolerancia, que son las indicaciones principales a lo largo de la senda del sectarismo. A la par que dejamos el margen más extenso posible para el cotejo, nuestros oponentes no pueden esperar encontrar sus caras reflejadas en las aguas prístinas de nuestro Lucifer, sin que las acompañen ciertas observaciones o una justa crítica referente a los aspectos prominentes de sus doctrinas, si contrastan con las concepciones teosóficas.

Sin embargo, todo esto se circunfiere dentro de la revista pública y abarca sólo el aspecto meramente intelectual de las verdades filosóficas. En lo que concierne a las creencias más espirituales y casi podríamos decir religiosas, ningún verdadero teósofo debería degradarlas sometiéndolas a la discusión públicas, sino que debería atesorarlas y esconderlas en las reconditeces del santuario más interno de su alma. Tales creencias y doctrinas no deberían exponerse imprudentemente porque corren el riesgo inevitable de que las personas indiferentes y críticas las traten de forma áspera, profanándolas. Ni deberían incorporarse a ninguna publicación excepto como hipótesis ofrecidas a la consideración del público pensante. Las verdades teosóficas, una vez que transcienden un cierto límite de especulación, es mejor que permanezcan escondidas al público; ya que "la prueba de las cosas no vistas" no es una prueba salvo para aquel que la ve, la oye y la percibe. No debe arrastrarse fuera del "Sanctum Sanctorum," el templo del Ego divino e impersonal o el Yo que se alberga dentro; ya que, mientras la percepción de todo hecho externo puede ser, como ya hemos demostrado, en la mejor de las hipótesis, sólo una verdad relativa, un rayo de la verdad absoluta puede reflejarse únicamente en el espejo inmaculado de su propia llama, nuestra Conciencia Espiritual superior. ¿Cómo puede, la oscuridad (de la ilusión), comprender la Luz que brilla dentro de ella?

Lucifer, Octubre de 1888

Notas
1 Jesús dice a los "Doce": "A vosotros se os da el misterio del Reino de Dios, sin embargo, para ellos que están fuera, todas las cosas se les expresan en parábolas, " etc. (Marcos iV. II.)

2 Véase el breve artículo "Autoconcentrismo" tocante a la misma "filosofía," o el ápice de la pirámide Hilo-Idealista en este número. Es una carta de protesta que el erudito Fundador de la Escuela en cuestión nos envió para impugnar un error nuestro. Se queja por el hecho de que "acopiamos" su nombre con los de Spencer, Darwin, Huxley y otros, en lo concerniente al asunto del ateísmo y del materialismo; ya que el Doctor Lewins considera estas luces de las ciencias psicológicas y físicas excesivamente fatuas, "transigentes" y débiles para merecerse el honorable título de ateos o aún agnósticos.



domingo, 7 de octubre de 2012

LA PAZ MENTAL, LA ÚNICA SOLUCIÓN PERMANENTE






 Samdhong Rinpoche

 El Ven Prof. Samdhong Rinpoche, Primer Ministro del Gobierno Tibetano en exilio, fue Director del Instituto Central de Altos Estudios Tibetanos, Sarnath, Varanasi, y es miembro vitalicio de la S.T.

Preguntas de la Sa. Trân-Thi-Kim-Diêu en el Congreso Europeo de la S.T. en Helsinki, 16 de julio 2007.

 P: La paz en el mundo, entre las naciones y entre la gente, ¿tiene alguna relación con la paz mental?  Y ¿cómo alcanzamos la paz interna?

 SR: Si observamos la historia más cuidadosamente, un noventa y cinco por ciento del tiempo, la humanidad ha permanecido en paz, y un cinco por ciento han sucedido guerras.  Los historiadores y los periodistas de la actualidad buscan algo diferente; a las cosas usuales no se les presta ninguna atención.  Cuando los periodistas están siendo entrenados, se les enseña que un perro que muerde a un hombre no es noticia, porque es común.  Un hombre mordiendo a un perro, ¡eso sí es una verdadera noticia! En la historia de las naciones, las guerras son ocasionales e inusuales, no son naturales para la humanidad.  Por lo tanto los historiadores han escrito más sobre ellas.

   Por supuesto, todos los conflictos son manifestaciones de conflictos internos.  Esto es aceptado ahora incluso por las Naciones Unidas, aunque asegura ser muy laica.  No aceptan ninguna forma de pensar espiritual o religiosa, pero también afirman que las guerras comienzan en la mente humana.  A menos que erradiquemos el odio, la ira, y otras emociones negativas, las guerras, la lucha y la violencia no se podrán detener.

   Todas las tradiciones religiosas hablan sobre el método, el sistema, o el modo de alcanzar la paz mental.  Desde el punto de vista budista, la causa raíz de todas las emociones negativas es la ignorancia de la Realidad o la Verdad.  A menos que se elimine la ignorancia, no podremos erradicar las emociones negativas. Se pueden suprimir o reducir durante algún tiempo, pero regresarán a menos que eliminemos su causa raíz o ignorancia, de nosotros mismos y de los demás.  En gran medida comprendemos mal al yo.  Consideramos que el yo es una entidad independiente, por su propia naturaleza, y no comprendemos el concepto de origen interdependiente. Todo se construye por medio de un proceso interdependiente, que nos da la apariencia de un yo, y al no saberlo, tomamos al yo como una entidad independiente, diferente de los demás, dando como resultado el egoísmo y la auto-promoción.

   ¿Cómo podemos conocer este yo? Esto requiere una práctica doble: disciplina y concentración, y por medio de ambas se puede despertar la sabiduría. Nuestra mente está diseminada entre los objetos externos, y no es capaz de concentrarse o de mirar hacia el interior. Por lo tanto, necesitamos una mente verdaderamente concentrada, y para lograrlo precisamos disciplina externa: cómo comportarnos, cómo comer, cómo dormir, y cómo relacionarnos con otros.  Esta disciplina también se llama sila, la que ayudará a la mente a serenarse.  La meditación concentrada o samâdhi y la meditación analítica, o vipassanâ, se pueden lograr por una práctica constante. Por la práctica, la mente meditativa se puede concentrar en un objeto por un periodo de tiempo de cualquier duración. Entonces las cosas se ven sin distorsión, como son: “Tú eres eso”, sea lo que sea.  En ese momento, ver el yo es disolver el yo.  Cuando vemos el yo, no hay una entidad independiente llamada ´yo´, y por lo tanto todas las emociones negativas se eliminan, se erradican, y se puede lograr la paz mental.

 P: La comprensión parece ser la base de la armonía. ¿Puede decirnos cuál es la naturaleza de la comprensión?

 SR: La naturaleza de la comprensión es ver las cosas como son.  El hecho de ver las cosas no debería estar distorsionado o sofocado por el proceso del pensamiento. Nuestra mente está profundamente condicionada por el proceso del pensamiento, lo que nos impide ver las cosas como son.  El pensamiento llega con una imagen, un nombre; no toca la cosa, la entidad que estamos mirando.  Allí hay flores bellas, mi consciencia visual puede tener contacto directo con la belleza de las flores y no hay distorsión, esto es percepción directa; puedo verla.  Pero el pensamiento interfiere con un nombre, una imagen:  esto es una flor roja, esto se llama flor, o en otro idiomas se denomina de este u otro modo, esto es rojo, esto es amarillo, esto es grande, esto es pequeño, todo tipo de otras cosas llegan con el pensamiento.  La consciencia conectada con las flores fluye, se mueve; las flores están cambiando de instante en instante; la consciencia está cambiando de instante en instante, pero el pensamiento se apega al pasado.

   Cuando percibimos una flor, inmediatamente surge una imagen en la mente;  luego, si nuestros ojos están cerrados o si la flor se elimina, la imagen permanece.  La imagen no es la flor, el nombre no es la flor, pero el pensamiento mezcla o confunde la imagen con la realidad;  y esa imagen nos impide tener una relación pura y real con lo demás.  Tenemos afecto, amor por un amigo, pero somos incapaces de ver ese amigo como él o ella es realmente.  Tenemos una imagen de un amigo en nuestra mente y amamos la imagen;  u odiamos a alguien que no conocemos, pero hacemos una imagen en nuestra mente de esa persona y lo odiamos.

   De modo que no somos capaces de comunicar. Alguien dice algo y escuchamos y comprendemos según nuestras limitaciones y condicionamientos.  No somos capaces de escuchar sin la interferencia del pensamiento, de nuestra imaginación, de las imágenes, palabras, nombres, etc.  Krishnamurti solía decir: “¿Pueden escuchar, pueden ver?” Es una pregunta importante.  No somos capaces de escuchar las palabras de otra persona.  Cuando escuchamos algo, inmediatamente lo interpretamos según nuestro propio condicionamiento.  Una vez que ese condicionamiento se deje de lado, podremos escuchar y comprender a los demás, pero esto no es fácil.  Todo el proceso espiritual consiste en eliminar el proceso del pensamiento y restablecer el contacto directo con el sujeto.  Cuando podamos eliminar nuestras propias limitaciones del pensamiento, cuando podamos escuchar a los demás, y ver su punto de vista, tendremos una comprensión real.

   De modo general, si no se dice nada sobre el condicionamiento o algo negativo, o sobre la ignorancia o algo similar, incluso si hablamos un lenguaje común, tenemos muchas presunciones y prejuicios. Incluso una afirmación se puede interpretar de muchos modos diferentes; una oración se puede interpretar o comprender de forma distinta por personas de diferentes países según sus propias necesidades particulares o fines egoístas.  Con tales prejuicios y errores, la comprensión es muy difícil. Cuando tengamos una mente libre sin ningún prejuicio, u error, sólo una mente objetiva y libre, podremos comprender.

 P: ¿Puede el yo personal escuchar y comprender?

 SR: Cada yo personal podrá escuchar y comprender, si la persona no está bajo la influencia de prejuicios o de una mente condicionada. Si la mente es abierta e incondicionada, entonces podrá escuchar.  Los prejuicios son muy sutiles.  Es difícil reconocer prejuicios y condicionamientos, pueden surgir de la sociedad, de la educación, de la información, de nuestra propia experiencia.  Cada día pasamos por muchas experiencias que causan profundas impresiones o condicionamientos en la mente.  Pero debemos comprender el condicionamiento, salir de él, escuchar con una mente libre, y entonces podremos escuchar realmente.  Ese es un pre-requisito, y también es posible con algo de práctica.  Podemos dejar todo de lado, todos los recuerdos, todo el conocimiento, todos los pensamientos, y con una mente absolutamente abierta y fresca podremos escuchar, ver, sentir y, es en ese momento en el que podemos tener comprensión real.


lunes, 1 de octubre de 2012

El Sendero de la Sabiduría




                                                                   RADHA BURNIER

 Conferencia dada en la sesión inaugural de los Estudios Tosóficos (en la Escuela de la Sabiduría), Adyar, 3 de octubre de 1980.  Reimpreso de El Teósofo.


   El Centro Internacional de Estudios Teosóficos era conocido antes con el nombre de “Escuela de la Sabiduría”, que indica cuál es el verdadero propósito de este Centro. Su fin es reunirse para estudiar, investigar y debatir con personas que estén seriamente interesadas en encontrar la sabiduría. La Sociedad Teosófica es una sociedad abierta y en ella se encuentran personas con ideales diferentes y, desgraciadamente a veces personas sin ideales, se hacen miembros de la Sociedad. Pero dentro de la Sociedad Teosófica hay personas preocupadas por la forma en que deberían vivir los seres humanos. Quieren descubrir el verdadero destino del hombre y el significado de la vida, porque el hombre es parte de la vida universal. ¿Qué es el conocimiento y qué es la verdad? Todas son preguntas importantes para alguien que reflexione, para todos los estudiantes serios dentro de la Sociedad. Para quienes estén seriamente interesados en encontrar la sabiduría, en este Centro se pueden reunir para estudiar, reflexionar e intercambiar ideas. Descubrir la respuesta de estas preguntas es naturalmente, encontrar la sabiduría.

   No es necesario reunirse para obtener el conocimiento. Puede ser útil para jóvenes y niños ir a la escuela a fin de obtener conocimiento, porque su mente todavía no está preparada. Pueden ser criaturas pequeñas sin disciplina y han de aprender a prestar atención, a tranquilizarse, etc. Pero para la gente mayor, especialmente para quienes recibieron educación, o que han sido autodidactas, no es necesario asistir a clases para recibir instrucción. Cualquier persona, con una inteligencia razonable, puede estudiar por sí misma y obtener conocimiento.

   Es muy difícil hollar el sendero de la sabiduría, y precisamos ayuda de diferentes fuentes para obtenerla. Necesitamos ayuda del silencio y de los debates; de la Naturaleza y del hombre; de los libros, hasta cierto punto; y de las palabras de aquellos que ya han encontrado la sabiduría, de los Sabios.

   Se puede obtener ayuda de maneras muy distintas y es muy importante, tal como señaló varias veces nuestro extinto hermano el Dr. Taimni, que la ayuda en el camino hacia la sabiduría no debe confundirse con el objetivo mismo. Muy a menudo, el medio se convierte en algo más importante y el fin se ignora. Los libros que estudiamos pueden ser útiles, pero estudiar libros no es un objetivo en sí mismo. De igual modo, los debates que tienen lugar aquí y las clases que se dan, las ideas que otros proponen, todo eso, son maneras de estimular a cada estudiante para que emprenda ese tipo de investigación, esa forma de vida que le aportará sabiduría y hará que la luz de su interior se manifieste. No deberíamos olvidar que estas clases no tienen el fin prosaico de proporcionarnos más información. Cada estudiante tiene que esforzarse para revelar desde dentro lo que él sabe realmente en lo más profundo de su ser.

   El sendero de la sabiduría está indicado muy claramente con aquellas palabras tan conocidas de los Upanishads, y tan familiares para los teósofos, porque se pueden leer en el libro A los pies del Maestro: “De lo irreal condúceme a lo Real, de la oscuridad a la Luz, de la muerte a la Inmortalidad”. No vamos a hablar aquí ahora de lo que significan estas palabras. “Condúceme”. ¿Quién ha de conducir? Ese sería un tema en sí mismo. Pero las frases indican la dirección que hay que tomar en el progreso hacia la sabiduría.

   Todo aquel que busca la sabiduría tiene que usar su discernimiento diligentemente, no de forma ocasional, para descubrir qué es lo real y qué es lo irreal. Es algo que se viene repitiendo desde hace siglos, pero sin embargo, sigue siendo profundamente válido y nunca podemos permitirnos olvidarlo. La gente le da mucha importancia a los incidentes que ocurren en la vida. Pasan innumerables incidentes y situaciones en la vida de cada individuo. Hay incontables eventos, altibajos, con placeres, desgracias y miedos que surgen de la forma en que el individuo enfrenta las pruebas, las condiciones y el entorno en el que vive. Tendemos a atribuirle gran importancia a cada pequeño incidente que aparece, y hay una reacción de placer o de decepción, de esperanza o de miedo, de irritación o de tranquilidad. Pero, posiblemente, ninguno de estos incidentes tenga importancia. No examinamos la cuestión de si todo lo que nos perturba y nos impulsa en nuestra vida diaria, las situaciones que surgen de nuestra relación con nuestros semejantes, con la naturaleza, con los animales, con la sociedad en la que vivimos, de si todos estos incidentes tienen un significado en sí mismos o si existen para despertar en nosotros una conciencia, una percepción de lo que es la Verdad; en otras palabras, si existen para ayudar a que la sabiduría pueda florecer desde nuestro interior. Tal vez los incidentes no tienen importancia en sí mismos, y tienen importancia solamente para despertar la sabiduría, sólo para enseñarnos cómo enfrentar lo que ocurre en la vida diaria.

   Le damos mucha importancia a esta existencia física, con todo lo que eso implica, pero para encontrar la sabiduría hay que cuestionarse cada idea preconcebida y, como hemos dicho, no sólo de vez en cuando, sino de forma constante, diligente y asidua, para que el descubrir lo que es real e irreal se convierta en nuestra vida misma. Sólo cuando el estudiante se dedique de corazón y alma a buscar la sabiduría, podrá conseguirla. No podemos buscar la sabiduría a la ligera y esperar sus beneficios. Realmente hemos de sacrificar todo lo demás, vivir una vida de renunciación para poder adquirir la sabiduría.

   Así pues, hace falta llevar un cierto tipo de vida para ser estudiante de la  sabiduría. Lo que estudiamos, las conferencias que escuchamos, los debates que tenemos, tienen poco valor si no nos ayudan a avanzar constantemente  de lo irreal a lo real. Lo irreal, como se ha señalado tantas veces, tiene una  naturaleza temporal. Todo lo que es temporal es sólo relativamente real. El Buddha dijo que una de las grandes verdades que tiene que entender cada ser humano es la verdad de la impermanencia. La mente del hombre se apega a lo que es perecedero, valora la seguridad que parece proceder de las cosas perecederas. Sólo un estado de ignorancia, puede por cierto, hacerle creer a una persona que lo que es perecedero puede darle seguridad. Si usamos nuestro intelecto, veremos claramente que una persona que se aferra a lo temporal es como alguien que se está ahogando en el mar e intenta salvarse agarrándose a una paja que flota en el agua. Y sin embargo todos lo hacemos, porque no nos entregamos en corazón y mente a la tarea de examinar de qué forma vivimos y cuáles con los valores que consideramos importantes.

   En las experiencias ordinarias podemos ver que lo puramente transitorio no proporciona una sensación de satisfacción ni de plenitud. Si el individuo experimenta sólo una felicidad momentánea, aceptará que es algo bastante irreal porque la felicidad duradera es más verdadera y real. Pero olvidamos que lo perecedero es irreal cuando lo temporal se prolonga en el tiempo, tal vez acompañando nuestra encarnación física. Por el apego a lo temporal surge la actitud materialista. Podemos afirmar que somos teósofos, hay otros que afirman ser religiosos o filósofos. Pero, mezclado con anhelos de algo más elevado, siempre está el materialismo, un materialismo que no quiere soltar lo que carece de valor, y que no lo tiene porque posee una importancia pasajera.

   En lo que es material no hay nada malo. Es en el valor que le adjudicamos a lo material y a lo temporal donde se halla la ceguera. La materia forma parte de la existencia una.  El viento no es distinto de su  movimiento. El movimiento del viento es el viento y las apariencias del mundo de la materia forman parte de una existencia más grande. De esa apariencia externa no nace nuestro dolor, nuestros problemas, nuestras tensiones, nuestra mala voluntad, ni la falta de paz que creamos para nosotros mismos. Es nuestra actitud hacia lo que ya existe lo que genera los problemas. Es nuestra falta de sabiduría y nuestra ignorancia lo que hace que la humanidad viva de una forma tan caótica. Aprendiendo a ver lo que es irreal y rechazándolo en la vida diaria, y viendo que el apegarse a las cosas temporales es la causa de la infelicidad del individuo y de la humanidad, es como se adquiere la sabiduría. La Teosofía nos presenta un esquema amplio de los procesos universales. Nos ofrece ideas sobre la constitución del hombre. Estudiamos todo esto sólo para poder  entender cómo deberíamos vivir, cuál es nuestro destino y cuál es la relación del individuo con el todo.

   La otra frase que hemos mencionado antes: “De la oscuridad condúceme a la Luz” tiene también una profunda importancia. La mente ha sido descrita en la literatura teosófica, y en otras literaturas, como el destructor de lo real. Está ciega en su percepción porque no penetra en lo esencial, en lo fundamental, no comprende debido a su egoísmo. El egoísmo del hombre le ocasiona una pena inmensa. Sólo cuando descubrimos por nosotros mismos cuál es la ilusión de la cual surge el egoísmo, podemos pasar desde la oscuridad a la luz. La enseñanza del Buddha señalaba no sólo la necesidad de descubrir la verdad de la impermanencia, sino también la verdad de la noción del yo. En los Yoga Sutras también, avidyâ y asmitâ se mencionan como obstáculos para la realización.

   ¿Cuál es la naturaleza de la conciencia del yo? ¿Qué es la muerte y cuál es la naturaleza de la inmortalidad? La muerte se ha definido como la percepción de la diversidad. Donde existe un sentido de separación, de multiplicidad, y una ignorancia de la unidad, existe la muerte. Estas cuestiones no pueden examinarse en un tiempo limitado. Pero es importante no disipar nuestra energía considerando cosas que no son esenciales. El modo en que consideremos las preguntas debería acercarnos a la sabiduría, en vez de dejarnos satisfechos con el simple conocimiento y la información.  Cuanto más estudiemos y debatamos, más energía tendremos para descubrir lo esencial, lo que tiene un valor más profundo. Si estas sesiones tienen esa cualidad, serán muy beneficiosas no sólo para la Sociedad Teosófica como un todo, sino tal vez incluso más allá. La Sociedad misma sería una organización maravillosa si estuviera compuesta por buscadores de la Verdad, y no por personas de objetivos superficiales. Y la Verdad incluye en sí misma todo lo demás que tiene un valor eterno: la bondad, la belleza, una paz profunda, etc. Todo lo que posee una naturaleza de bondad está en la Verdad. Si somos verdaderos buscadores de la Verdad, entonces todo lo demás vendrá por añadidura. Hay una bella afirmación en la Biblia: “Busca la Verdad y la Verdad te hará libre”. Si buscáis el Reino de Dios, el Reino de la Verdad, entonces todo lo demás lo tendréis por añadidura. Si existe una aspiración real, llamada en oriente mumukshutva, una aspiración ardiente por aquello que es inmortal y no por lo mortal, se conseguirán todos los dones dignos de poseer.