miércoles, 14 de septiembre de 2016

Meditación Taijasa


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Pablo D. Sender


Existe un acercamiento a la meditación que promueve el desarrollo de una atención sin elección, en lugar del uso de algún proceso del pensamiento como análisis, visualización, repetición de mantram-s, etc. Esta meditación perceptiva fue muy apreciada por J. Krishnamurti, como también por diferentes tradiciones espirituales. La podemos encontrar, con variaciones, en varias escuelas de Budismo—como Vipassana en Theravāda, Dzogchen y Mahāmudra en Budismo Tibetano, y Shikantaza en Zen—y también en otras tradiciones como Vedānta, Taoísmo, etc. Esta práctica es considerada frecuentemente como una de las más transcendentales.
¿Por qué esta meditación es tan apreciada por diferentes tradiciones? ¿Qué sucede en nuestra conciencia cuando estamos en un estado de atención? Usando las detalladas enseñanzas Teosóficas sobre la constitución humana y los procesos de la conciencia, exploraremos aquí tales cuestiones, y el acercamiento teosófico a la meditación perceptiva.


Nuestra Naturaleza Espiritual y su Evolución
El Principio más elevado en el ser humano, ātman, es un rayo de la Realidad Absoluta. Este Principio universal es eterno, incorruptible, perfecto, y completo. Siendo absoluto e incondicionado, no puede manifestarse en forma directa en el Cosmos condicionado. Necesita un vehículo más diferenciado, buddhi, a través del cual lo Real se pueda reflejar en los mundos de ilusión. Ātma-buddhi constituye lo que en Teosofía se denomina la Mónada, es decir, la Chispa divina que se sumerge en la materia y sufre el proceso de evolución cósmica. Al comienzo de este proceso, la Mónada divina es inconciente en los planos inferiores. Evoluciona a través de los reinos inferiores de la naturaleza, desde los elementales a los animales, empujada por la evolución física. Como resultado de esto, la Mónada gradualmente despierta a la conciencia. Los esfuerzos de la evolución física, sin embargo, no son suficientes para desarrollar la  auto-conciencia. Esto es posible sólo cuando se alcanza el reino humano, y comienza el estadio de evolución intelectual. En este punto, la Mónada se conecta al producto más elevado de la evolución física—el hombre animal—a través de manas, el cual actúa como un puente entre lo espiritual y lo material.
Manas se lo describe como el Principio de la Mente, y es la fuente de la auto-conciencia. En su naturaleza original, sin embargo, está más allá de lo que concebimos como mente. Nuestra mente es sólo el sombrío reflejo de este Principio espiritual funcionando a través de nuestro cerebro. Lo mismo sucede con la auto-conciencia manásica pura, la cual, según HPB, es auto-conciencia “en el sentido espiritual más elevado”.1 Ésta no es una conciencia nuestra como siendo el cuerpo o la mente, esto o aquello, sino un puro sentido de ser, de Yoicidad, que no está identificado o condicionado por ninguna característica en particular.
Así, al ponerse en contacto con manas, el hombre animal es dotado de mente y auto-conciencia. Sin embargo, dado que este Principio es demasiado espiritual para funcionar completamente a través del cerebro físico, sólo puede enviar un rayo de sí mismo. Esto condiciona fuertemente la expresión y cualidad original demanas. La mente espiritual se ve ahora limitada a percepciones materiales, manifestándose como la mente inferior, o concreta. Y la auto-conciencia pura, actuando en asociación con el cuerpo y los sentidos, genera el sentido de “Yo soy, esta personalidad o cuerpo en particular, separado del resto”. Esto produce el nacimiento del yo ilusorio, el ego inferior.
Debido a su asociación con manas, al final de este ciclo de evolución, la Mónada dual (ātma-buddhi) adquiere auto-conciencia divina, tornándose triple (ātma-buddhi-manas). Sin embargo, la Chispa divina puede asimilar sólo la esencia espiritual de manas. Por lo tanto, para volvernos conscientes de nuestra naturaleza espiritual es necesario purificar nuestra mente y nuestra auto-conciencia.


Elevando el nivel de la Auto-Conciencia
Como resultado del proceso que se acaba de describir, la mayoría de nosotros siente que es la personalidad, y es incapaz de reconocerse a sí mismo como la Mónada espiritual. ¿Cómo podemos tornarnos conscientes de nuestro verdadero Ser? La Dra. Annie Besant explica lo siguiente:

La única certeza para cada uno de nosotros, que no necesita prueba, que está más allá de todo argumento, incapaz de ser fortalecido por un acto de la razón, es la verdad cierta: Yo soy. Éste es el hecho último de la conciencia, el cimiento sobre el que se erige todo lo demás. . . . Si, estudiando al hombre en su estado presente de evolución, buscamos conocer dónde se ubica esta auto-conciencia, encontramos que en la mayoría de nosotros su trono es la mente inferior. . . . Desde esta vida de la mente inferior, en la que las sensaciones todavía ejercen una gran influencia, el hombre se eleva a la vida del intelecto, y la mente inferior se convierte en su instrumento, cesando de ser él mismo. Desde la vida del intelecto debe elevarse a la vida del Espíritu, y conocerse a sí mismo como el Uno.
El nivel de la Auto-conciencia se eleva desde la mente inferior a la superior por medio del pensar enérgico, por medio del esfuerzo intelectual del estudiante, el filósofo, el hombre de ciencia—si éste último torna sus pensamientos de objetos a Principios, de fenómenos a leyes. Y así como sólo el pensar enérgico puede elevar la ubicación de la Auto-conciencia de la mente al intelecto, así sólo la profunda concentración y la meditación pueden elevar ese nivel desde el intelecto al Espíritu.2

La mente inferior es la mente concreta; la que está interesada en objetos materiales, y que vive en y por las sensaciones. La mayoría de las personas son auto-conscientes principalmente a este nivel. Ellos no están interesados en Ideas, en una comprensión de la vida y su propósito. Están interesados en cosas más “prácticas”, es decir, en aquello que pueda traer un resultado físico o psicológico palpable. La Dra. Besant dice que el primer estadio en este proceso de elevación del asiento de nuestra auto-conciencia, es comenzar a experimentar esta dimensión menos concreta de la vida y de nuestro  ser; descubrir que nuestro cuerpo y mente inferior no son la única realidad. Esta dimensión superior es captada por lo que ella llama el “intelecto”, es decir, la mente abstracta. Ella dice que la persona comienza a ser consciente de estos aspectos más sutiles a través del estudio de temas universales, que no están directamente relacionados con nuestra existencia personal; a través del intento de captar Principios abstractos y leyes de la vida. En otras palabras, la persona tiene que adoptar una actitud filosófica y tornarse un buscador de la verdad. Por medio de este esfuerzo, la mente se refina y se torna capaz de percibir gradualmente el mundo sin forma del Espíritu. Esto es lo que HPB llamó Jñāna Yoga en conexión con el estudio de La Doctrina Secreta.3
Luego, la Dra. Besant describe el segundo estadio, que está más allá incluso del “pensar enérgico”. Como señaló HPB, la obtención del Auto-conocimiento espiritual, y el tornarse consciente de nuestra naturaleza divina, no son posibles por medio del razonamiento o por ningún otro proceso cerebral.4 Aquí, es necesaria una meditación no-conceptual. Para esto, debemos recurrir a esa fuente de sabiduría en nosotros que está más allá del intelecto y sus procesos—buddhi. Este Principio, además de actuar como el vehículo de ātman, es una facultad de percepción unitiva y espiritual. Sin embargo, las enseñanzas Teosóficas establecen que si no existe un elemento manásico unido a buddhi esta sabiduría permanece sólo de modo potencial en nuestro plano. En otras palabras: la naturaleza original de nuestra conciencia es inherentemente sabiduría, pero somos inconscientes de ella. Cuando hay una unión de sabiduría (buddhi) y auto-conciencia pura (manas), esta sabiduría innata se torna disponible, y tiene lugar una transformación en nosotros, nos tornamos conscientemente divinos. En palabras de HPB:

Manas es Auto-Conciencia Espiritual, en sí mismo, y Conciencia Divina cuando está  unido a Buddhi.5


Meditación Taijasa
Exploremos ahora el acercamiento Teosófico a este tipo de meditación no-conceptual.
Dado que todas las virtudes están ya presentes en nuestra conciencia espiritual, no necesitamos agregar u obtener nada. Lo que se necesita es desenredar nuestra auto-consciencia pura de su asociación con la personalidad, para tornarnos conscientes a un nivel espiritual. En otras palabras, tenemos que trascender el sentido de “Yo soy este nombre, cuerpo, y mente”. Como hemos dicho, esto no puede hacerse por medio del pensamiento porque los pensamientos pertenecen a la personalidad. El problema, sin embargo, no yace en el proceso mismo del pensamiento—el cual es la actividad natural de manas cuando funciona a través del cerebro—sino en la identificación de nuestra conciencia con el pensador ilusorio. Es importante comprender que, aunque existe un proceso continuo de pensar, no existe un pensador como entidad real a nivel psicológico. Parece que existiera sólo como resultado de la unión de este proceso de pensamiento viviente, y la auto-conciencia pura.[*] En otras palabras, el sentido ilusorio de “Yo soy el pensador” es creado cuando aparece una sucesión de pensamientos en nuestra mente, y la auto-consciencia manásica se refleja en ellos.
Hay varias prácticas meditativas para tornarse conscientes al nivel espiritual, algunas de las cuales fueron explicadas en un artículo previo (“¿Quién Soy Yo?”The Theosophist, Agosto de 2009). En la meditación perceptiva esto se logra a través de la observación de nuestra mente y sus movimientos. Según HPB, cuando la conciencia individual se dirige hacia adentro, sobreviene una conjunción entre buddhi y manas.6 Aquí, hay “auto-conciencia en su forma más pura”.7 Esta conjunción es permanente en la persona iluminada que se ha vuelto consciente de su conciencia divina, mientras que el aspirante es capaz de alcanzarla sólo momentáneamente. Este estado mental temporario en el aspirante es llamado taijasa, “radiante”, ya que en él manas es “iluminado por la radiación del alma divina [buddhi]”.8
J. Krishnamurti explica los pasos para este tipo de meditación del modo siguiente:

Primero de todo, siéntate muy quieto; no te fuerces para hacerlo, siéntate o acuéstate quieto sin hacer fuerza de ninguna manera. . . . Entonces observa tu pensamiento. Observa en qué estás pensando. . . . Y cuando aparece un pensamiento, no lo condenes, no digas está bien, está mal, es bueno, es malo. . . . Cuando miras así, cuando vas muy, muy profundo en cada pensamiento, tu mente se torna extraordinariamente sutil, viva. Ninguna parte de la mente está dormida. La mente está completamente despierta.
Ése es meramente el cimiento. Entonces, tu mente está muy quieta. La totalidad de tu ser se aquieta. Entonces, ve más allá, más profundo a través de esa quietud, ese proceso total es meditación.9

En el estado taijásico de nuestra mente, estamos en contacto con nuestra sabiduría innata (buddhi). Éste es un estado de presencia clara, radiante, más allá de todo conocimiento mental. Pero no podemos producirlo en una forma directa, por medio de la actividad del pensamiento. Sólo se logra  a través de un reconocimiento sin esfuerzo de nuestra identidad trascendental, a través de una sabiduría discernidora. “Sin esfuerzo” significa aquí que no podemos forzar o producir esta percepción. Todo lo que podemos hacer desde abajo es crear condiciones adecuadas para que la percepción búddhica aparezca desde arriba. Exploremos cuáles son estas condiciones.
La percepción búddhica está más allá de lo personal. Sólo puede aparecer cuando no existe la distorsión producida por nuestros gustos y aversiones personales. Por lo tanto, debemos permanecer conscientes de los movimientos de nuestra mente con ecuanimidad, sin entrar en juicios o reacciones a lo que percibimos. Somos testigos puros. Esta conciencia superior, sin embargo, también es descripta como estando asociada con un estado de amor y dicha. No puede manifestarse si en nuestra auto-observación existe un sentido de condenación o severidad. Observamos lo que sea que esté en el campo de la conciencia con un sentido de amor e integración.
Dado que esta percepción espiritual es no-dualista, debemos dejar ir la separación entre el observador y lo observado, entre el pensador y el pensamiento. Como hemos dicho, los pensamientos no son un problema en sí mismos. Son como las olas del océano, como las nubes que pasan por el cielo inmutable. No intentamos frenarlos o manipularlos, porque en ese mismo acto estamos asumiendo la posición del pensador. Sin intervenir, relajamos todo esfuerzo, interno y externo, y dejamos el continuo proceso del pensamiento funcionar en su propia actividad auto-dirigida. Soltando la identificación con el pensador ilusorio, simplemente permanecemos conscientes en silencio.
Este estado taijásico es pleno de sabiduría. Sabiduría aquí significa que vemos las cosas como realmente son, sin enredarnos en condicionamientos o reacciones personales. Estando más allá de los procesos psicológicos, este estado está más allá del tiempo, y en su misma atmósfera se disuelve la ilusión. Como leemos en Luz en el Sendero:

No vivas en lo presente ni en lo futuro, si no en lo eterno. Esta maleza gigante [del yo inferior] no puede florecer allí: esta mancha de la existencia es borrada por la atmósfera misma del pensamiento eterno.10

El estado de taijasa, por sí mismo, purifica gradualmente nuestra auto-conciencia de sus elementos personales. Nos tornamos conscientes del sentido impersonal de Yoicidad y entonces nuestra conciencia puede ir más allá, elevándose “a la vida del Espíritu.”

 



Referencias

1- H.P. Blavatsky (HPB), La Doctrina Secreta II, Estancia III, p. 89
2- Annie Besant, The Reality of the Invisible and the Actuality of the Unseen Worlds.
3- R. Bowen, Madame Blavatsky sobre Cómo Estudiar Teosofía.
4- HPB, Collected Writings (CW) VIII, “Self-knowledge”, p. 108
5- HPB, CW XII, “The Philosophical Rationale of the Tenet”, p. 630
6- HPB, CW XII, “ES Instruction No. II”, p. 545
7- HPB, CW VIII, “Modern Idealism, Worse Than Materialism”, p. 96-7
8- HPB, La Clave de la Teosofía, Cap. 9, “De la Conciencia Post-Mortem y Post-Natun”, tercera nota al pie.
9- J. Krishnamurti, On Education, p. 58
10- M. Collins, Luz en el Sendero, Parte I, “Regla 4”.

 
[*] Este proceso de pensamiento (kāma-manas) que se expresa a sí mismo a través de los Principios inferiores, tiene una inteligencia propia—la conciencia elemental. Incluso luego de que el Ego transpersonal deja atrás estos Principios, después de la muerte, ellos todavía pueden reproducir el mismo proceso de pensamiento al ser atraídos hacia un medium, y ser confundidos con la persona real.