jueves, 21 de abril de 2016

Trabaja sobre ti mismo



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CATY GREEN

Miembro de la ST de Inglaterra. Estuvo dedicada a las artes por muchos años,
especialmente teatro y educación, en los Estados Unidos de Norteamérica y Francia.

 Pasos en el Sendero
Es necesaria una limpieza psicológica profunda para quienes tienen el propósito de lograr un desarrollo espiritual personal. Si no se hace seria y exitosamente, si los problemas personales y necesidades emocionales no se observan primero y luego se resuelven y curan, el individuo puede permanecer en un nivel infantil “demasiado vulnerable”. Es el del niño que se contenta con la imagen de Dios como un Papá Grande en el Cielo, quien le dará golosinas si se comporta como debería hacerlo, o lo castiga, si no es así. Tú no encuentras el sendero espiritual, meramente reestableces tu yo de niño y decides permanecer como un joven pequeño y bueno.

Por supuesto que recibirás mucho apoyo, ya que de eso se trata en la mayoría de las principales religiones. Pero si seriamente buscas un desarrollo espiritual como experiencia personal y no meramente un tema de conversación intelectual, comenzarás a hacer tu limpieza psicológica profunda. Comenzarás a trabajar sobre ti mismo.

¿Cómo definimos el yo?
La definición del yo comienza muy temprano. Desde el comienzo mismo ingerimos alimentos y eliminamos su residuo, respiramos, vocalizamos y tratamos de imaginar de qué se trata todo lo que nos rodea, toda esta información llega por medio de los cinco sentidos.

“¿De dónde vienes, querido bebé?” “De ningún lado, al aquí.” Y ¿qué es el aquí, y qué es esta máquina que tengo que manejar, y qué es todo eso que está allí afuera, frente a mí? Las respuestas llegan lentamente, a medida que los sistemas de conocimiento se desarrollan, y la experiencia y la práctica se acumulan.

Este proceso asegura que nos desarrollemos según los modelos del momento y del lugar al que llegamos en este mundo. Aunque la mayor parte de lo que aprendemos primero es orientación básica a la situación física en la que estamos, y a los aspectos físicos que experimentamos de nuestro entorno, sin embargo, como lo estamos dominando también somos introducidos a nuestros valores socio-culturales del mundo, es decir, específicamente del lugar inmediato, el periodo histórico, y de las personas que son responsables por nosotros, y por quienes, a su vez, nosotros debemos responsabilizarnos.

Estamos estructurados para continuar donde nuestros antepasados se detuvieron, repitiendo sus sistemas de creencias, sus modelos actitudinales. Normalmente, no es posible para nosotros comenzar la vida como una hoja en blanco, por así decirlo. Aprendemos por medio de la imitación, un proceso que se establece mucho antes de tener un desarrollo intelectual suficiente como para seleccionar lo que imitaremos o no.

Este proceso de imitación se sumerge profundamente en el cerebro, llegando al subconsciente, a la memoria de la raza, al sótano psicológico raíz. Profundamente en la raíz, está nuestro primer cerebro; sobre éste está la segunda capa del cerebro. Sin embargo, toda la codificación que constituye la base de la consciencia individual está limitada por el tercer cerebro, el que adquirimos hace unos pocos cientos de miles de años.

El cerebro pensante
Tenemos un cerebro triúnico, un cerebro en tres capas, por así decirlo. Las partes del cerebro que se relacionan con la alimentación del cuerpo físico,  con el funcionamiento de la respiración, la vocalización, el moverse, la reproducción y la auto-defensa son las partes más antiguas. Esta es nuestra capa más antigua, el Cerebro Reptiliano.

Más reciente, aunque con muchos millones de años, está el Cerebro Emocional, el cerebro animal que se desarrolló a partir del Cerebro Reptiliano. Este cerebro maneja a un nivel más alto temas tales como la vigilancia de nuestro entorno, el impulso a reproducirnos, el desarrollo deliberado de sistemas que trabajan en nuestra defensa, todo lo que podemos observar que compartimos con la mayoría de los mamíferos.

La última adquisición es el Cerebro Racional, el cerebro del lenguaje, algo recién llegado en términos evolutivos. Como la llegada de una capa nueva y diferente al cerebro nunca hizo que las funciones previas desaparecieran, retenemos las dos primeras capas principalmente en un nivel subconsciente. Pero tenemos razones para cuestionar el estado de la integración del Cerebro Racional con los otros dos. Mientras que los cerebros Reptiliano y Emocional parecen coordinarse exitosamente, el Cerebro Racional, el recién llegado, parece que todavía está tratando de adaptarse. El intelecto y el instinto no siempre van juntos.

Al aceptar el relato del Génesis como el gran mito que resume la llegada del cerebro racional, un cambio tectónico en la conformación de nuestra especie, estamos obligados a ajustarnos a versiones variadas que reflejan este gran suceso histórico. Observemos unos pocos versículos (la Biblia usada es la versión del Rey Jacobo):

En el Génesis, capítulo I, versículo 28, se nos dice que a los humanos se les ordenó “… poblar la tierra y someterla: y tener dominio… sobre toda cosa viviente que se moviera sobre la tierra.”
En el capítulo 2, versículos 19 y 20, leemos que después que Dios formó todas las criaturas, Dios “las llevó hasta Adán para que las nombrara… Y Adán, le dio nombres a todo”.

Si vamos al Nuevo Testamento, vemos específicamente en Juan, Cap. 1, versículos 1-3: “Al principio era la Palabra y la Palabra era con Dios y la Palabra era Dios. Él fue en el principio con Dios. Y todas las cosas fueron hechas por Él, y sin Él nada de lo que es hecho, fue hecho.” (La “Palabra” evidentemente tuvo/tiene las características de un ser humano varón).

Las raíces del concepto de la “Palabra” se retrotraen más allá de la referencia judeo-cristiana. La Wikipedia se refiere a “un mantra Indo-iraní… que efectivamente significa “palabra”, e indica que los mantras sâtyas indo-iraníes “no significan simplemente ´la Palabra verdadera´ sino el pensamiento establecido en conformidad con… una culminación inherente (realización)”. (Tengan en cuenta que este uso de la palabra ´realización´, incluye su significado en Francés como ´hacer real´.) La Wiki da una referencia más: la traducción china [del término ´mantra´] es zhenyan, literalmente “verdaderas palabras”. Estas antiguas referencias a nuestra capacidad del lenguaje parecen no estar relacionadas y evidentemente justificaría un estudio considerable, pero el concepto del Cerebro Racional que nos concierne es limitado. Puede resumirse en el párrafo siguiente.

Nuestro cerebro del lenguaje nos define todo. Este cerebro recibe información por medio de los cinco sentidos del cuerpo físico. Por lo tanto la percepción de la realidad disponible para el ser humano está limitada a lo que estos cinco sentidos puedan percibir. Cuando el tema va más allá de la experiencia humana directa, el ser humano sólo puede interpretarlo por medio de la capacidad del Cerebro Racional, y por lo tanto percibe el tema según los términos de los límites impuestos. El intelecto puede ir mucho más allá, pero sin embargo, debe interpretar los conceptos en términos definidos por los cinco sentidos físicos.

Los perros escuchan mejor que cualquier ser humano. Muchas criaturas escuchan mejor que los humanos, muchos ven mejor. Un caballo tiene un campo de visión de casi 360º, virtualmente el equivalente a tener ojos en la parte de atrás de su cabeza. Una abeja ve dos escalas de negro separadas, ¿cómo es eso posible? El negro es negro, ¿no es así? Bien, pero para una abeja existe el negro y el negro….

Observemos nuestra situación de percepción de un modo algo diferente: aquí frente a nosotros hay una mesa muy maciza. Podrían pararse sobre ella, incluso saltar en ella. Es sólida, no hay duda alguna. Bien, ¿qué ven cuando miran de cerca a esta mesa con un microscopio muy poderoso? Ven movimiento, un movimiento que es poderoso, constante, sorprendente. La mesa es una masa de moléculas en movimiento.

Conclusión: nuestra percepción del mundo y por lo tanto nuestra comprensión de todo lo que podemos llamar realidad y de todo lo que podemos imaginar, está determinado por el Cerebro Racional, un cerebro que sólo tiene cinco sentidos muy limitados que lo informan. Lo que llamamos “real” es real… para nosotros.

Mientras que la riqueza de referencias a la Palabra requiere de estudio y reflexión, el logro de nuestro propósito del Trabajo sobre nuestro Yo requiere que avancemos hacia los próximos pasos en nuestro sendero.

¡Escuchen!
Enraizada en el terreno del Cerebro Racional, a la conciencia humana no le resulta fácil reconocer que cualquier otra percepción de la realidad, cualquier otro sentido de su yo, puede estar disponible para ella. El ser humano que actualmente pensamos como normal permanece profundamente comprometido en representar el papel de su drama personal. Sugerir que cualquier otro nivel de experiencia puede ser deseable, incluso ventajoso, a menudo se lo percibe como algo místico sin sentido.

El comentario de Shakespeare de que “todo el mundo es un escenario, y todos los hombres y mujeres son meramente actores”, se lo considera sólo como un lenguaje atractivo por parte del poeta/dramaturgo y nada más. Sin embargo, lo que afirma es una instrucción espiritual del orden más elevado. La tarea, para quienes están en el sendero del progreso espiritual, es dejar este escenario, desplazar el proceso del pensamiento del nivel del Cerebro Racional y permitirle dirigirse al terreno de la consciencia superior.

¡Cuán fácil es decirlo! Pero hacerlo es otro tema. La decisión de actuar es el resultado de un hambre apasionada por lo que se ha llamado Unión Divina, unión con lo Divino, es decir, aquello que está más allá de lo humano. O simplemente puede ser cuestión de curiosidad intelectual. O pueden ser ambas a la vez. Sea lo que sea que evoque el impulso, debe ser fuerte y constante, si ha de tener éxito.

La palabra clave para la naturaleza de este proceso es ESCUCHAR. Un místico famoso actual, Eckhardt Tolle, escribe y habla al respecto. La obra de Tolle nos lleva al punto desde el cual podemos dar nuestros primeros pasos en el Sendero. Sus charlas grabadas son especialmente recomendables porque su voz tiene el peso de sus procesos interiores.

La mayoría de nosotros no hemos coordinado conscientemente nuestro proceso de escuchar. Tenemos la antigua respuesta instintiva a sonidos inesperados. Esto es oír. Podemos oír muy bien, pero oír no se tiene que confundir con escuchar.

En muchos idiomas, una conversación casual, común, está llena de oraciones que comienzan con “Escuchen…” ¿Por qué es esto así? ¿Podría ser que, como regla general, realmente no escuchamos? Si es así, el hecho mismo de que le solicitemos al oyente que escuche, afirma claramente que estamos conscientes de nuestra necesidad de desarrollar y enriquecer nuestro proceso de escuchar.

El escuchar ocurre en diferentes niveles de atención. Algunos podrían considerar que escuchan cuando en realidad lo único que hacen es estar en silencio mientras otra persona habla. Simplemente puede que estén esperando su oportunidad para hablar.

Otro nivel, es escuchar información. La atención del oyente nominal se dirige a retener los detalles de la información.

Sin embargo un tercer nivel, le permite al oyente recibir información y captar cómo se siente el oyente sobre lo que, quien habla, está diciendo; en otras palabras, comprender qué carga emocional, psicológica e intelectual tiene el tema y lo expresado, para quien está hablando. Este oyente puede evaluar qué significan estas diferentes perspectivas y por lo tanto ser capaz de tener una conversación profundamente enriquecedora para todos. Es desde este tercer nivel, que el individuo se puede mover hacia delante en el sendero espiritual, porque gran parte de este movimiento es el proceso mismo de escuchar interiormente.

Dado que la definición del yo está enmarcada por el Cerebro Racional, echemos una mirada dentro del marco, y escuchemos, escuchemos… el proceso mental, y al sonido más importante de todos, la voz del silencio….