Radha Burnier
El Coronel Henry
Steel Olcott fue indudablemente una persona que estaba muy por encima de la
mayoría. Tuvo gran éxito en muchos campos porque dondequiera que
vivió y trabajó manifestó cualidades de corazón y mente que lo hicieron digno
de ser llamado un ‘hombre superior’, un término que usó Confucio.
Cuando era
joven ganó fama al establecer una granja modelo para agricultura
científica, y poco después una escuela piloto de agricultura donde se dio
entrenamiento sistemático. A los veintitrés años de edad, le fue
ofrecido por el Gobierno de Grecia el cargo de Director de Agricultura
Científica en Atenas, cargo que no aceptó. Poco después le
ofrecieron la Dirección de la Oficina de Agricultura en Washington, D.C., el
cual también declinó. Su notable éxito temprano se debió a su
iniciativa, energía, y dedicación al bienestar de la humanidad. Lo
que hizo no fue por el deseo de descollar o hacer dinero; un espíritu puro de
altruismo animó sus acciones.
Annie
Besant habría de escribir más tarde que la experiencia y cualidades que él
adquirió en estas actividades civiles, lo prepararon para el trabajo que iba a
hacer después, con el objeto de inspirar a numerosas personas a sostener el
ideal de fraternidad universal sin distinción alguna de raza, religión, casta,
etc., como también el trabajo de la Sociedad Teosófica. Una y otra
vez declinó prestigiosas y lucrativas ofertas con el objeto de hacer lo que era
más digno desde un punto de vista más elevado. No describiremos aquí
en detalle el papel que jugó para erradicar la corrupción en el Ejercito de los
Estados Unidos, o cómo ganó una reputación como periodista, primero como
corresponsal agrario, y más tarde como periodista investigador, trabajando para
prestigiosos periódicos como el New York Tribune, el New
York Sun, y el New York Graphic.
Su vida fue un
ejemplo de cómo la llamadas actividades mundanas, cuando están imbuidas de las
rectas cualidades, pueden hacer a una persona elegible para conducir el mundo
hacia un progreso moral y espiritual. Él fue Presidente de la
Sociedad Teosófica desde su fundación en 1875 hasta su muerte en
1907. Pero no fue ningún funcionario nominal; fue un líder en el
mejor sentido del término. Ser la cabeza de una organización
dedicada a la fraternidad y la paz mundial entre los pueblos de la tierra,
requiere no sólo de capacidades ordinarias para los negocios, sino de una
profunda comprensión, desde un punto de vista espiritual, de la psicología y de
las necesidades humanas ― y él las tenía.
Siendo periodista,
encontró a la señora H. P. Blavatsky en un lugar donde estaban ocurriendo
importantes fenómenos espirituales; allí empezó a arder toda una faceta de su
personalidad que lo llevó cerca de varios Mahatmas
Orientales. Blavatsky enseñó la Sabiduría Antigua en una forma necesaria
para el mundo de esa época, particularmente para el mundo
occidental. Pero fue debido a Olcott y a su enorme poder de
presentar y difundir la Enseñanza de Sabiduría, que incontables personas de
todo el mundo fueron influidas, y aún están siendo influidas, en cambiar su
modo de vivir.
El Coronel Olcott
supo cómo crear un sistema constitucional para la Sociedad Teosófica que era
completamente adaptado para sus propósitos y carácter. La
Constitución concebida por él ha probado su valía y es testimonio de su
previsión por un siglo y cuarto. Combina todas las medidas
necesarias para que los miembros individuales tengan libertad en la búsqueda de
la verdad y en la aplicación de rectos principios en sus vidas, y, al mismo
tiempo, para promover una actitud de cooperación, tolerancia mutua, y
solidaridad para llevar a cabo el trabajo por el bienestar de todos los humanos
como también por el de las criaturas a quienes los teósofos consideran
generalmente como ‘hermanos menores’. Muy raramente una organización
enfatiza la necesidad de una relación entre gente altruista con propósitos
comunes, en la cual hay a la vez libertad individual y un fuerte sentido de
unidad. Unidad sin conformidad ciega es una característica principal
de la Sociedad Teosófica.
El dinamismo de
Olcott afectó profundamente la mente asiática cuando estuvo en peligro de
hundirse en un estado de pasividad y conformidad bajo una autoridad forzosa que
no toleraba un espíritu de investigación y examen. Nueva energía fue
infundida en el Budista, el Hinduista, el Mazdeísta, y otras personas con
quienes él se ponía en contacto y a quienes se dirigía. El argumento
del Gobierno Británico de entonces de que los Fundadores de la Sociedad eran
espías (particularmente la señora Blavatsky) fue una reacción al enorme éxito
que ellos tenían, como un equipo, en agitar la conciencia dormida de gentes
subyugadas.
El Coronel Olcott
fue un hombre de absoluta gran integridad y rectitud. Esto le
permitió encausar en nombre del Gobierno de los Estados Unidos, incluso a
personas de importancia que estaban envueltas en prácticas corruptas en el
suministro de materiales, etc., para el Ejército y la Armada de los Estados
Unidos. Su obra Hojas de un Viejo Diario contiene
un relato muy gracioso de la visita del Coronel a Jammu a Kashmir, a
donde había sido invitado por el mismo Maharajá. Uno de los
oficiales del Estado fue enviado a Lahore, que ahora está en Paquistán, con el
objeto de escoltarlo.
La costumbre del
Maharajá era obsequiar dinero y costosos vestidos a sus visitantes, pero el
Coronel rehusó desviarse de sus principios y dijo que no podía aceptar una sola
rupia. Largos argumentos y despacho de telegramas no facilitaron un
acuerdo, hasta que se decidió que los regalos serían recibidos por Olcott sólo
en su condición oficial de Presidente de la Sociedad Teosófica y que los
recibía para ella. El Coronel pone en claro en su Diario que,
como Presidente de la Sociedad, estaba ‘listo a aceptar cualquier regalo, por
grande que fuera, siempre que no implicara ningún daño para
nadie’. Después de acordar amigablemente este asunto, el Coronel
disfrutó la espléndida hospitalidad del Maharajá, cabalgando sobre elefantes
reales, alojado lujosamente, y atendido por un ejército de sirvientes. Muchos
otros incidentes menos divertidos acerca de la probidad estricta del Coronel
pueden encontrarse en las narraciones históricas del progreso de la Sociedad,
en las Hojas de un Viejo Diario.
Lo anterior no
daría la impresión de una formidable personalidad. Olcott fue una
persona jovial, amable y amistosa con todo mundo. C. W. Leadbeater y
A. J. Cooper-Oakley en 1885 eran jóvenes trabajadores en la Oficina Central en
Adyar. A pesar de la pesada carga de trabajo que tenía Olcott,
siempre encontraba tiempo para estos jóvenes, alentándolos y aconsejándolos en
sus labores. Olcott tenía su modo especial de colectar
donaciones. Después de la Convención Teosófica anual en Adyar, que
era gratis para los delegados en esos días, él podía crear un divertidísimo
entusiasmo por la forma en que llamaba a la gente para que donara lo que
pudiera. Después de que puso en marcha la Olcott Memorial School,
hubo algunos muchachos que aprendieron lo bastante para convertirse a su turno
en maestros, ¡y el Presidente de la S.T. algunas veces los entretenía flotando
en el río Adyar con un cigarro en la boca y un periódico en sus manos!
Nosotros no
podemos hacer nada mejor en ocasión del centenario de la partida de Olcott para
los mundos superiores, que sacrificar propósitos y ambiciones personales y
hacer de la fraternidad universal una realidad viviente, y también abrir el
camino para que las genuinas enseñanzas espirituales arraiguen en los corazones
de hombres y mujeres en todo lugar de la tierra.