lunes, 23 de noviembre de 2015

Sin amor, no soy nada


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ABRAHAM ORON

 El Sr. Abraham Oron es Presidente de la Rama Covenant, ST en Israel. Charla dada en la Convención internacional, Adyar, diciembre 2010.

 Todo ser humano ansía el amor, desea ser amado. Nos sentimos fuertemente atraídos hacia quienes nos aman y a quienes amamos. Como estudiantes de Teosofía el amor de otros es uno de nuestros ideales más inspiradores.

   Pero, ¿por qué el amor es tan difícil para nosotros? ¿Por qué es tan difícil para nosotros sentir cercanía, calidez, cuidado, aprecio, fraternidad y compasión por otros, incluso algunas veces por  aquéllos dentro de nuestras propias familias?

   La Teosofía nos enseña que todos somos chispas de la misma llama y el alma de cada persona tiene una fuente divina. Intelectualmente podemos aceptar que todos somos hermanos y hermanas, hijos e hijas de la misma esencia eterna que mora dentro de cada uno de nosotros. Pero cuando se hace vivo, la mayoría de nosotros puede expresar profundo cuidado y calidez hacia sólo unos pocos de los que encontramos a diario.

   La respuesta se puede encontrar en esta bella perla de sabiduría conocida como Luz en el Sendero. En su segunda parte dice:

 Escucha el canto de la vida. Búscalo y escúchalo primero en tu propio corazón. Al principio tal vez dirás que no está allí, que cuando buscas sólo encuentras desarmonía. Búscalo más hondo. Si aún fracasas, detente un instante y mira todavía más hondo. En todo corazón humano existe una melodía natural, una fuente oscura. Puede estar cubierta y por completo oculta y silenciosa, pero allí está. En la base misma de tu naturaleza encontrarás la fe, la esperanza y el amor.

  Lo que realmente dice es que no puedes amar a otros si no encuentras la fuente del amor en ti mismo. También dice que no podemos encontrar la fuente del amor que está en nuestro Yo Superior y Alma espiritual si no estamos dispuestos a mirar hacia el interior. Pero mirar hacia adentro puede ser difícil, porque podemos encontrar nuestro yo inferior, o eso que es desagradable, eso que causa discordia dentro de nosotros.

   Luz en el Sendero describe este estado:

Cuando has encontrado el principio del sendero, la estrella de tu alma dejará ver su luz, y a su claridad advertirás cuán grande es la oscuridad en medio de la cual brilla. La mente, el corazón, el cerebro, todo está oscuro y en tinieblas.

  Nuestro Yo Interno que también es nuestro maestro interno, quiere que nosotros veamos la verdad respecto a nuestra personalidad, nuestros motivos, nuestro egoísmo, nuestra ira y miedo. ¿Podemos mirar hacia adentro y ver todas estas cosas sin juzgarlas? ¿Ver solamente lo que tenemos adentro, y sentir el sufrimiento que está conectado con esas actitudes? Esta disposición de mirar hacia adentro es el comienzo de la libertad de lo que nos separa del Yo Divino, que es la fuente del amor interno.

   Sí, es muy cierto que sin amor no somos nada, pero no podemos realmente amar y hacer que los demás nos importen si existe una brecha dentro nuestro separándonos de la fuente del amor que hay en nuestro interior.

   Todos necesitamos amor, todos existimos debido al amor de quienes nos cuidaron cuando éramos jóvenes y débiles. Todos hemos experimentado la fuerza que una sonrisa cariñosa, o una mirada o una caricia pueden dar. Toda la creación se mantiene unida por el lazo del amor y la compasión divinos.

   Rabindranath Tagore expresa esto de modo bello:

 El amor es la única realidad, y no es un mero sentimiento. Es la verdad esencial que yace en el corazón de la creación.

   La Voz del Silencio dice:

 ¿Puedes tú aniquilar la divina Compasión? La compasión no es un atributo. Es la Ley de leyes, la eterna Armonía… la luz de la rectitud eterna, y el concierto de todas las cosas, la ley del amor perdurable.

 Todas las bellezas de la naturaleza son el resultado del cuidado y amor dedicado de un número infinito de inteligencias invisibles que operan dentro del lado interno de la naturaleza. Personalmente creo que no pueden crear belleza sin amor.

   Incluso la ley de karma con toda su precisión y a veces severidad, es el resultado del amor divino, que muestra por medio del dolor que nos desviamos del sendero que conduce a la paz y felicidad eternas. Este amor y ternura de Dios por su creación se expresa en el Gitânjali de Tagore:

 Aquí está tu banqueta para apoyar tus pies, y allí ellos descansan, donde viven los más pobres, bajos y perdidos.

 Cuando intento inclinarme ante ti, mi reverencia no puede bajar a la profundidad donde tus pies descansan entre los más pobres, bajo y perdidos.

 El orgullo nunca puede acercarse donde tú caminas entre las ropas de los humildes, entre los más pobres, bajo y perdidos.

 Mi corazón nunca puede encontrar su camino donde tú tienes compañía con los sin compañía entre los más pobres, bajos y perdidos.

   Sí, todos necesitamos ser amados y cuidados, pero a veces nos quedamos adheridos en este deseo de ser amados, y olvidamos que estamos aquí a fin de desarrollar nuestra habilidad de amar, sin la cual nunca podremos ser realmente felices en nuestra vida. Sin amor hacia otros nuestra vida se siente sin valor ni significado.

   La esencia del Amor, que es cercanía y conexión, tiene su fuente en la habilidad de escuchar nuestro interior, y sentir la profundidad de otro en tu propio y profundo yo; sentir su alma, la dicha o el dolor, la calma, o tal vez la guerra interna, y por debajo de todo eso tal vez se pueda sentir aunque sea débilmente la luz del yo interno.

   No existe la posibilidad de amar realmente si no recibimos algo de la belleza interna del alma de otra persona. Podemos percibirla sólo cuando aquietamos nuestra crítica y juicio, aceptando verdaderamente al otro con sus debilidades, sabiendo que esas fallas, como las nuestras, son el producto del proceso de aprendizaje en el que estamos. Puede que ellos no vean la belleza, nobleza y sabiduría en las profundidades de su propia alma. Tampoco podemos nosotros ver la belleza de nuestra propia alma.

   Esta es la razón por la que tenemos que ‘buscar la melodía de la vida’, porque aquello es la encarnación de la belleza y el amor en nuestra propia y profunda alma. Cuando la hallamos en nosotros mismos, entonces, podemos encontrar mucho para amar en otros.

   Volvamos a Luz en el Sendero, que dice:

 Y tan engañosa es la ilusión en la que vives, que es difícil adivinar dónde detectarás en primer lugar la dulce voz, en el corazón de otros. Pero sabe que ciertamente está dentro de ti. Búscala allí y cuando la hayas oído, más fácilmente la reconocerás a tu alrededor.

   El amor y la bondad comienzan en nosotros mismos. A veces mientras meditamos podemos sentir parte de la belleza, amor y paz que vienen de las profundidades de nuestro ser. Estos momentos son el comienzo del Auto-conocimiento y del amor del Yo superior. El generoso amor del Yo superior es posible cuando experimentamos estas cualidades del amor en nosotros mismos. Es difícil para nosotros amar y tener fe en nosotros mismos, cuando experimentamos y enfatizamos principalmente esas cualidades negativas de nuestra personalidad que no amamos y que a veces incluso odiamos.

   Aquí tenemos una bella cita de Ocultismo Práctico de Madame Blavatsky, que enfatiza esta idea:

 El Dios en nosotros, esto es, el Espíritu de amor y verdad, de justicia y sabiduría, de bondad y poder, ha de ser nuestro verdadero y constante amor; nuestra única confianza, nuestra única fe, que firme como una roca nos apoyamos en ella; nuestra sola esperanza, que nunca nos engañará aunque todo perezca; y el único logro a que aspiremos con nuestra paciencia, esperando gozosamente hasta agotar nuestro mal karma y que la presencia del divino Redentor se revele en nuestra alma. El contento es la puerta por donde él ha de entrar, porque quien está descontento de sí mismo, lo está también de la ley que lo ha hecho tal como es; y siendo Dios de por Sí la ley, no podrá revelarse en quienes estén descontentos de Él.

 Estar en lucha con nosotros mismos, ser demasiado duros y carentes de bondad con nosotros mismos, indica la ausencia de amor al Yo superior, sin el cual, el amor a otros no es posible.

   Cuando podemos mirar a nuestro yo inferior desde el punto de vista del superior, entonces podemos dirigir y educar el yo inferior con bondad y sin dureza. Ser generosos con nosotros mismos nos ayuda a ser amables, tolerantes y serviciales con los demás.