miércoles, 8 de abril de 2015

LA VIDA EVOLUCIONA EN CICLOS


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Por Clara Codd

¿Ha observado usted ese hecho universal de que la vida transcurre en forma cíclica,
siempre volviendo sobre lo mismo pero a un nivel más elevado? ¿Ha visto usted alguna
noche que no esté precedida de otra mañana, o un invierno tras el cual no venga otra
primavera? Una noche de descanso y asimilación siempre sobreviene tras un día
de actividad, como mismo lo que hacemos hoy es el resultado de lo que hicimos en el
pasado y generará lo que nos acontecerá mañana.

De este modo, una vida, con todos sus hechos y circunstancias, es el
resultado de cuanto dejamos atrás, y el presente es el precursor de los
acontecimientos del porvenir.

San Clemente de Alejandría escribió precisamente eso. “Cada alma viene al
mundo fortalecida por las victorias, o debilitada por las derrotas de su vida
anterior. Su lugar en este mundo como vehículo de honra o deshonra, está
determinado por sus previos méritos o deméritos. Su trabajo en este mundo
determina el lugar que ocupará luego en el mundo.” A veces un alma no se
debilita por sus defectos, sino que se fortalece conquistándolos.
Toda la naturaleza sigue la misma ley. Durante el invierno, la vida de las
flores y los árboles se aquieta, pero está allí presente, aguardando la primavera
una vez más. La misma secuencia se observa en la vida de un ser humano. Hay
mañana, tarde, noche y madrugada en un día; primavera, verano, otoño e
invierno en un año; y también niñez, adolescencia, madurez y vejez en la vida de
una persona. Así como regresamos refrescados por el descanso de la noche,
igualmente regresaremos llenos de vitalidad juvenil una vez más, en un nuevo
cuerpo vital. En el momento adecuado, comenzaremos otro amanecer de
experiencias y crecimiento en nuestro nuevo cuerpo joven, pero trayendo con
nosotros una nueva mente y corazón que contienen las semillas de cuanto hemos
pensado y sentido en el pasado. Un bebé no es una nueva creación.

¿Por qué viene un bebé a nosotros? Porque lo hemos amado y conocido en el
pasado, y por eso viene nuevamente bajo nuestro cuidado cuando su cuerpo es
pequeño e indefenso. El amor es una poderosa fuerza de atracción que crea lazos
que nunca pueden romperse. ¡El odio también los crea! Y ocasionalmente
también conforma los lazos de una familia. Lo único en nosotros que no es nuevo
porque es inmortal y siempre está en desarrollo, es nuestro ser espiritual.
Helena P. Blavatsky dice que las Huestes Angélicas colocan a ese Ser
Inmortal en contacto con su nuevo cuerpo en el momento antes del nacimiento
para el “despertar”. Y el lazo así formado atrae a la personalidad después de la
muerte hacia ese maravilloso plano que llamamos el Devachan, el ʺHogar de los
Diosesʺ, o el “Cielo”. Después de un largo período de descanso y cumplimiento
allí, el Ser Inmortal enfoca sus miras nuevamente en la tierra y regresa a un
nuevo cuerpo, con una mente y un corazón renovados que son el resultado de los
anteriores. Los lazos formados con otros egos nunca pueden romperse y nos
dirigen a su encuentro una y otra vez.

El ciclo más grande de todos es el viaje inmortal del espíritu humano fuera
del pleroma divino, como una naciente posibilidad inconsciente, para retornar
con plena conciencia y convertido en ʺHijo de Diosʺ. A este ciclo mayor se le
llama en las escrituras de la India el Pravritti Marga, el Sendero Saliente o
Sendero de Retorno. Platón denominó a este viaje el “Gran Arco”. Todos estamos
en este gran Sendero, pero algunos están más cercanos que otros al Sendero del
Regreso. En el primer volumen de La Doctrina Secreta, el discípulo le dice al Gurú:
ʺPercibo una llama, Oh, Gurudeva, e incontables chispas que brillan dentro de
ellaʺ. Esas ʺchispasʺ son nuestros seres espirituales, que nunca han abandonado
el ʺEdénʺ, es decir, los reinos espirituales internos, pero han enviado a un
limitado representante a reunir los frutos de esos mundos de experiencia.
Charles W. Leadbeater solía decir que era como sacar el brazo y recogerlo luego,
¡y que el brazo creyera ser el cuerpo entero! Esa “entrada y salida” es lo que
nosotros denominamos una “vida”. El Ser Eterno en nosotros realiza esto
durante muchas vidas. ¿Por qué? Porque la posibilidad divina busca el contacto
con los planos materiales para desarrollar los vehículos de la conciencia en todos
los planos de la Naturaleza.

Es este deseo de la posibilidad divina en cada uno de nosotros, de hacer
contacto con la materia y los mundos materiales para conquistarlos y
comprenderlos, lo que nos lleva a la manifestación. Las ʺchispas” que no se han
despegado son inconscientes, nacientes, pero al enviar representantes suyas al
plano material, van desarrollando lentamente auto-conciencia y auto-motivación,
y un día se convierten en “dioses”, dotadas con los poderes de esa Vida y
Conciencia de donde vinieron. Y así nace un ʺHijo de Diosʺ de quien solo parecía
ser un ʺHijo del Hombre.ʺ El regreso al hogar, dice H. P. B., se produce ʺprimero
por un impulso natural, y después por esfuerzos auto-inducidos y autoconcebidos,
según su Karmaʺ. En Las Cartas de los Mahatmas, se nos dice que los
Adeptos ʺllegan a ser tales, no que son hechosʺ. Todos somos Adeptos
incipientes.

En el Sendero Saliente, como dije anteriormente, el ser espiritual desarrolla
los vehículos de la conciencia en todos los planos de la Naturaleza. Cada uno de
esos vehículos rige en su momento y de esa forma se desarrolla. En el Sendero de
Retorno, la naturaleza divina misma comienza a despertar y toma entonces las
riendas. Este es ʺel nacimiento del Cristoʺ en nosotros, ʺla esperanza de la gloriaʺ.
La purificación y el gradual crecimiento del alma y el cuerpo han preparado el
camino para el nacimiento de la conciencia espiritual en nosotros. Ese es siempre
nuestro destino final. Como dice San Agustín: ʺFuimos creados para Él, y
nuestras almas no reposarán hasta que encuentren su descanso en Élʺ.
Estos grandes arcos se denominan en las escrituras cristianas la “Caída” (el
descenso a la materia), y la “Redención” (el ascenso al Espíritu). La historia del
Edén es una alegoría muy antigua de la evolución de la humanidad. Es mucho
más antigua que las escrituras cristianas y que las judías, ya que las imágenes de
un hombre y una mujer junto a un árbol al lado una serpiente, se hallaron
inscritas en piedras y joyas en las ruinas de la antigua Caldea. La serpiente es un
símbolo antiquísimo producto de una evolución anterior y alude a un Iniciado,
un “Naga” o serpiente. ¿No le dijo acaso Jesús a sus discípulos que tenían que ser
“tan sabios como serpientes?” Tal era la posibilidad divina nacida del Edén y
traída bajo la acción de ʺlos pares de opuestosʺ, como el Oriente los llamaría,
atraídos para que pudieran comer del árbol del conocimiento bueno y malo,
como Occidente lo expresaría.

¿Ha advertido usted ese otro gran hecho que es el incesante intercambio
entre los pares de opuestos? ¿Hay algo que no tenga su parte contraria? ¿Y en
qué contribuye ello con la humanidad? Su interrelación incesante hace que la
auto-conciencia y la auto-motivación evolucionen gradualmente. ¿Por qué? Para
que aprendamos a escoger el bien y a rechazar el mal, dice la Biblia. El par final
de contrarios son “el bien” y “el mal”, y Dios y el Ser Espiritual están más allá de
ambos.

Esto significa que este gran ciclo de salida y retorno del espíritu en el ser
humano tiene un propósito maravilloso y espléndido. Salimos ignorantes y
subdesarrollados, y retornamos llenos de sabiduría y poder, comprendiendo
todos los planos de la Naturaleza, y capaces de funcionar en todos ellos. En la
historia del jardín del Edén había otro árbol que estaba protegido por un
querubín con una espada flamígera. Los querubines simbolizan el conocimiento
más elevado (Luz en el Sendero lo llama “el guerrero interno”) y la espada es
siempre un símbolo de la voluntad. En el momento adecuado, el “Yo inferior” se
unirá al “Yo superior” y alcanzará conciencia de su inmortalidad.

Me han preguntado si nuestro libre albedrío es dual. Nuestro libre albedrío
se ejercita primero que todo en este plano para obtener cosas para yo temporal,
pero a través del mismo crecemos. Cuando nace la conciencia espiritual, nuestra
voluntad inferior se convierte en una con la Voluntad Única, la voluntad del
Universo. Podemos decirlo en las palabras del poeta Alfred Tennyson:
Nuestras voluntades son nuestras, no sabemos cómo,
nuestras voluntades son nuestras para hacerlas Suyas.

El Cristo llama a la naturaleza humana más elevada “el ángel”, en un hombre
que “siempre respeta el rostro de mi Padre que está en el Cielo”. A veces también
alude a ese elevado conocimiento como ʺla perla de gran precioʺ que yace
profundamente escondida, y hay que cavar muy hondo para encontrarla, porque
es lo más preciado que una persona posee. La diferencia entre el descenso del
alma (o la caída en la materia) y el alma que retorna, es la misma diferencia que
existe entre un bebé recién nacido y una persona adulta. ¿Podemos decir, “por
qué tenemos que crecer hasta nuestra estatura y plenitud con tanto dolor y
problemas?” Esta es una ley universal en la Naturaleza. Cada forma de vida
comienza como algo infinitesimal y la maravilla de ello es que ese principio
diminuto encierra toda la promesa y la potencia que se revelan más tarde.
¿Quién podría mirar una bellota y darse cuenta—si no lo sabía ya— que en ella
yace el futuro gigante del bosque? ¿Y quién, que vea a un ser humano corriente
puede darse cuenta de que allí está un dios naciente en formación?
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Este extracto, tomado de Trust Yourself to Life, de Clara Codd, fue editado por el
Departamento de Educación.
Traducción y Redacción: Eulalia M. Díaz