RADHA
BURNIER
Un hecho que
todos hemos de aceptar es que la vida nos presenta un desafío en todos los
niveles. Al nivel no humano de animales y aves, insectos y peces, el reto
consiste simplemente en sobrevivir. El desafío existe individualmente además
de colectivamente. Para el individuo, el problema es el de prolongar su vida
al máximo posible. Colectivamente, es el de perpetuar la especie a la que
pertenece el individuo y el de competir con éxito con otras formas de vida.
Las fuerzas de
la naturaleza elaboran un extenso diseño durante el proceso evolutivo, en el
cual el reto con el que se enfrenta el individuo tiene su papel; hay un
crecimiento hacia la perfección en todos los niveles de la vida. Este
diseño, este drama, se cumple durante incontables siglos, a través de lo que
en India se llama sarga y pralaya, los inmensos ciclos de la
existencia que son como la noche y el día de Brahmâ. A medida que el
individuo se enfrenta a su desafío y vive durante su período particular de
tiempo, y a medida que la especie va labrando su destino en la tierra, la
conciencia emerge a través de la materia. Florece a través de la
experiencia y se revela de muchas formas distintas. Se manifiesta de modo
cada vez mayor en las formas evolutivas de la vida; despliega nuevos y
extraordinarios poderes; la sensibilidad se acrecienta por medio del
desarrollo del cerebro y del sistema nervioso.
Todo el
proceso consiste en que la conciencia se revela a través de la materia y
consigue su control sobre ella. En las etapas no humanas de la vida se debe
encontrar el significado en el proceso mismo. Tal vez haya que luchar para
encontrar alimentos y sobrevivir pero no hay un esfuerzo desesperado por
realizarse. Puede que haya dolor pero no hay tristeza ni desespero ni
sufrimiento interno por no lograr encontrar un significado a la vida. La
vida misma es su propia realización. Tiene su propio significado y gozo, y
en esta etapa, ser es suficiente. Ningún animal, ave o pez tiene que buscar
entretenimiento ni inventar diversiones como hace el hombre. Respondiendo al
reto de la supervivencia, todas las criaturas de la etapa no humana están no
sólo satisfechas sino llenas de vitalidad y gozo por la vida, relajadas y en
paz consigo mismas.
Durante el
proceso de respuesta al desafío por la supervivencia física, se desarrollan
varios poderes físicos. De modo que existe una gran maravilla en la gran
velocidad del guepardo, en la fuerza del elefante y en la agilidad del mono.
Y en la conciencia colectiva del animal están integradas algunas cualidades
no físicas como la ingenuidad y la inteligencia. Tal vez el animal
individual no sea muy inteligente, pero hay una inteligencia en la misma
especie que le enseña lo necesario para su propia existencia. Por eso, el
pájaro sastre sabe tejer su nido y las aves migratorias encuentran su camino
en los cielos inmensos sin necesitar indicaciones.
Al nivel
humano, al desafío de la vida se le responde de modo muy diferente, mediante
el desarrollo de los poderes de la mente, y no simplemente en la conciencia
colectiva sino en la individual. Al usar estos poderes, que incluyen todos
los procesos del pensamiento racional, la capacidad de inferir, de
relacionar hechos y de llegar a conclusiones basadas en esos hechos, el
hombre ha dominado su propio entorno y ha hecho posible la conquista de
todas las demás especies. Cada forma de vida distinta a él está a su merced;
el entorno también está formado en parte por él y adaptado a su conveniencia
y comodidad.
Cuando se
enfrenta con el poder de la mente, el poder del mundo animal resulta
inadecuado y le da al hombre la posibilidad de exterminar a todas las demás
criaturas de la tierra. Muchas especies animales se han extinguido porque
el hombre las ha destruido a ellas y a su entorno. El hombre es capaz de
cambiar el curso de los ríos, de arrasar y levantar montañas, de modificar
su entorno según su conveniencia. Pero después de vencer a todos sus
enemigos y de conquistar a la naturaleza, el hombre se enfrenta a un nuevo
desafío consigo mismo.
Ansias por la
variedad
La mente del
hombre le ha dado un extenso significado a la supervivencia física y amplió
el sentido de las necesidades básicas como casa y comida. El hombre no se
contenta simplemente con alimentar el cuerpo; ha perdido el instinto que le
permite al animal saber qué y cuánto debe comer. La comida se ha convertido
en un gran problema y una gran industria. El hombre ya no encuentra
satisfacción en unos cuantos alimentos que son buenos para él, anhela una
variedad interminable. Construye restaurantes y hoteles, y para preparar y
presentar los distintos platos que ha inventado necesita diferentes tipos de
utensilios y recipientes de todas las formas y tamaños. Las industrias que
tienen que fabricar todo esto crean también enormes organizaciones que
gestionan la publicidad y los anuncios. Esto resulta en una intensa
competencia y en los grandes males que esto acarrea.
Igualmente,
aunque la vivienda es necesaria para sobrevivir individual y colectivamente,
el hombre no se contenta con el simple hecho de cobijar el cuerpo. Se
imagina que necesita ocupar una amplia zona, tal vez un palacio de cien
habitaciones y colecciona objetos para llenarlos. Diseña todo tipo de
muebles y gasta enormes sumas de dinero en la decoración de interiores.
También la
ropa es necesaria para el cuerpo, pero el hombre ha creado una enorme esfera
de actividad para poder tener telas y tejidos diversos, ha inventado la moda
y ha diseñado los adornos. Grandes organizaciones, como industrias,
mercados, bancos y medios de comunicación, han ido surgiendo como tumores
cancerígenos a partir de las necesidades más simples del cuerpo. El hombre
vive inmerso en sus propias complicaciones y está aislado, perdido y
frustrado entre los objetos y las organizaciones que ha creado él mismo.
Al hombre ya
no le preocupa la mera perpetuación de la especie; el sexo y la comida se
han convertido en “experiencias placenteras”. El placer se ha convertido en
una idea, en un pensamiento de la mente. Y como es una idea, el hombre ha
creado varios tipos de placeres y, asimismo grandes industrias que los
suministran, incluyendo cines, discotecas y revistas.
En el proceso
de la búsqueda del placer, del diseño de diversiones y entretenimientos, no
existe el gozo, porque éste sólo existe realmente en el descanso interno.
Por eso, cuando la mente está ansiosa por encontrar placer, cuando siente la
tensión de la búsqueda, se pierde el gozo que podría encontrar en una vida
sencilla. El aumento de las necesidades humanas es la fuente primaria de
conflicto en el mundo, porque esas necesidades (que eran en su origen las
de alimento, cobijo y sexo) ahora se han convertido en ideas de la mente y
por esto son la base de la tensión y el conflicto. A nivel nacional, todo
esto produjo grandes guerras mundiales, a movilización de poblaciones, y a
la crueldad y el sufrimiento que hemos observado por décadas y siglos. En la
vida personal, ¿quien no ha conocido el dolor causado por un hermano y una
hermana que se pelean, por amigos que dejan de serlo, por el marido y la
mujer que se sienten aislados el uno del otro?
Por esto el
Buddha enseñó que el hombre tiene que llegar a entender que el nacimiento
significa dolor para el hombre, que la muerte significa dolor y que la vida
también es dolor. Todo se convierte en una fuente de dolor. Y en las
condiciones actuales, creadas por la mente del hombre, parece que no existe
solución para el sufrimiento.
El deseo
conduce al conflicto.
Esta es la
situación que la humanidad se ha creado para sí misma. Ha eliminado casi
todas las fuentes anteriores de peligro, pero ha creado otras nuevas y
terribles que es incapaz de controlar porque se ve empujada por su instinto
animal de supervivencia. Ahora el deseo por sobrevivir se ha convertido en
sí mismo en una fuente de peligro. Por esto, dado que todo cuanto hace es
una fuente de peligro, podemos suponer que la mente del hombre ha llegado al
final del camino y no puede seguir más allá. Ante el desafío con el que se
enfrenta en el mundo actual, se ha convertido en algo tan impotente y
obsoleto como lo era la fuerza bruta cuando se desarrolló la mente.
La situación
actual nos ofrece una nueva etapa en la cual el intelecto parece estar ya
indefenso frente a poderosos desafíos. Y en esta situación son pocos los que
preguntan qué otros poderes contiene la vida en sí misma. ¿Existe solamente
el poder de la mente o acaso la vida, en este extenso proceso esté revelando
otros poderes olvidados hasta ahora? Como la mente del hombre ha estado tan
prendada de sí misma, ha creído en su propia invencibilidad, pocas veces se
ha enfrentado a esta pregunta seriamente. Naturalmente, contamos con algunos
individuos excepcionales que han examinado la vida en más profundidad para
poder descubrir si esa mente que razona es todo cuanto puede mostrar como
culminación de varios eones de evolución. Y si la mente va a descubrir lo
que la vida tiene que revelar todavía, también debe examinar la pregunta de
si el desafío que se le plantea es realmente de supervivencia.
El hombre ha
adquirido su “reflejo de supervivencia” de su pasado y todavía no ha
conseguido liberarse de sus compulsiones imaginarias. Pero la vida le empuja
a buscar nuevos poderes de conciencia que todavía se hallan ocultos en su
interior y que, con el tiempo, asumirán el papel principal igual que la
misma mente acabó por triunfar sobre la mera fuerza física.
En el
Bhagavad Gitâ, Arjuna se enfrenta a un inquietante dilema, el de tener
que elegir entre luchar o retirarse. Le parece una situación imposible
porque siente que, decida lo que decida, se equivocará. Por una parte, están
sus maestros, sus mayores, la gente que ama, y contra quienes ahora debe
pelear. Por otra parte, está la lealtad hacia su hermano y la necesidad de
hacer lo correcto. Y debatiéndose en la necesidad de elegir, se desespera.
La verdad del
dolor.
Tal vez esta
sea la situación de todos nosotros hoy. Nos enfrentamos a una crisis que nos
fuerza a preguntarnos cuál es el verdadero propósito de la vida, y si ese
propósito es la simple supervivencia o si es algo radicalmente distinto.
Somos como los malos estudiantes, reacios a investigar la vida demasiado, y
examinamos sus preguntas cruciales sólo cuando nos enfrentamos a una crisis.
Incluso entonces, el impacto de la conmoción se pierde pronto y con
demasiada frecuencia nos resignamos a recorrer distraídamente la senda que
ofrece menor resistencia.
El Señor
Buddha dijo que la primera verdad que el Hombre debe reconocer es la verdad
del dolor. Si el Hombre empieza a examinar la vida en serio y a estudiar
cómo se puede comportar mejor, tal vez no tenga que enfrentarse a dolores ni
a crisis. Pero como, individualmente, ha ignorado las lecciones de la
naturaleza y sus leyes, la humanidad en conjunto se ha visto abocada a una
situación de crisis ante la cual su mente se encuentra indefensa. Se
requiere de gran sensibilidad para descubrir el significado de la vida. El
hombre tiene que adquirir una percepción totalmente distinta, que
actualmente no posee, y que no puede tener mientras tenga la mente ocupada,
consciente o inconscientemente, con la simple supervivencia. Seguramente se
ha llegado al punto ¡en el que habrá que hacer un giro inmediato! Ya es hora
de que el Hombre ponga los pies firmemente en el Nivritti Marga, renuncie a
la voluntad primaria de sobrevivir y, tal como dice Madame Blavatsky,
aprenda un nuevo alfabeto en el regazo de la Madre Naturaleza. Para poder
aprender este nuevo alfabeto, tiene que dejar de lado el conocimiento
anterior con el que empezó.
Ilusión y
realidad.
La literatura
Vedânta enseña los diferentes niveles de realidad percibidos por la
conciencia. Solamente cuando hemos pasado totalmente una dimensión de la
realidad es posible ser consciente de otra más amplia. Mientras la mente del
Hombre se preocupe solamente por la supervivencia y su amplio significado,
vivirá en una ilusión.
En la famosa
enseñanza Vedânta, la cuerda enroscada es una cuerda para los que tienen la
visión clara y una serpiente para los demás. Sus reacciones varían según su
nivel de percepción. Los de temperamento tímido se asustan y se alejan
corriendo. Los de naturaleza agresiva, buscan como remedio la destrucción en
vez de escapar, avanzan con osadía para matar a la serpiente. Estos
experimentan la emoción de la violencia y los primeros la del miedo, pero
las dos formas de reaccionar nacen del mismo error básico de percepción.
Para quienes ven claramente y saben que el objeto no es una serpiente sino
simplemente una cuerda, ambas formas de actuar son imposibles. De modo que
las acciones que antes eran habituales van perdiendo significado cuando hay
una nueva percepción.
Cuando un
hombre reconoce que no necesita ya preocuparse por un falso concepto de
supervivencia, descubre un nuevo modo de acción y un nuevo significado en la
vida. Este “giro inmediato” tiene que ser radical. Hay quienes buscan nuevos
valores y al mismo tiempo se aferran a sus antiguas maneras de actuar.
Buscan gurús y prueban distintas técnicas de meditación esperando
descubrir, con esos medios, el secreto de la vida. Pero mientras las formas
de actuar que practican sean las que surgen de la mente que da prioridad a
la supervivencia, nunca podrá descubrirse la verdad sobre la vida.
Si una persona
sueña, sólo puede experimentar sueños. Cuando despierta a una realidad
distinta y percibe los hechos de la vida, el sueño termina. Hasta que no
termine el sueño, no podrá experimentar el estado despierto. Tan imposible
resulta experimentar los hechos de los sueños y los de vigilia al mismo
tiempo, como dedicarse a las ilusiones relacionadas con los procesos de
supervivencia y también a la nueva comprensión que nos puede ofrecer la
vida. En las enseñanzas del Yoga se afirma que la mente tiene que estar
totalmente en silencio antes de poder encontrar un nuevo significado. Que la
mente renuncie a sus ocupaciones preferidas y deje de preocuparse por el
“yo” y lo “mío”, es terminar el sueño en el que todos vivimos. Esta es la
transformación que tiene que tener lugar en el mundo actual donde el Hombre
tiene que reconocer una fuerza universal que actúa en bien de todos y no en
bien del individuo o de unos pocos. La mente del Hombre le ha concedido una
importancia exagerada a su voluntad personal, que intenta imponer sobre
todos aquellos con los que se encuentra. Pero esa voluntad del yo tiene que
rendirse a la vida superior antes de poder entender su significado.
Este es pues,
el desafío que nos presenta la vida: que el hombre aprenda conscientemente a
comprender y a recibir su mensaje, igual que aprende la vida no humana a
recibirlo de forma inconsciente. Se ha dicho que en el extenso diseño que
está desplegando la naturaleza, hay un movimiento que va desde la perfección
inconsciente hasta la imperfección consciente, y que desde esa imperfección
consciente se debe avanzar hacia la perfección consciente. La perfección
consciente puede producirse solamente cuando aprendemos a trabajar en
armonía con el diseño de la vida misma. La vida exige que la mente del
hombre renuncie a sus propios deseos, a sus propios impulsos, instintos y
reflejos, para que pueda desenvolverse y revelarse un poder más grande, no
según la voluntad del hombre sino en obediencia a las leyes divinas y a la
voluntad de la naturaleza.