sábado, 6 de diciembre de 2014

El desafío de la vida.

  

  RADHA BURNIER
 
Un hecho que todos hemos de aceptar es que la vida nos presenta un desafío en todos los niveles. Al nivel no humano de animales y aves, insectos y peces, el reto consiste simplemente en sobrevivir. El desafío existe individualmente además de colectivamente. Para el individuo, el problema es el de prolongar su vida al máximo posible. Colectivamente, es el de perpetuar la especie a la que pertenece el individuo y el de competir con éxito con otras formas de vida.
 
Las fuerzas de la naturaleza elaboran un extenso diseño durante el proceso evolutivo, en el cual el reto con el que se enfrenta el individuo tiene su papel; hay un crecimiento hacia la perfección en  todos los niveles de la vida. Este diseño, este drama, se cumple durante incontables siglos, a través de lo que en India se llama sarga y pralaya, los inmensos ciclos de la existencia que son como la noche y el día de Brahmâ. A medida que el individuo se enfrenta a su desafío y vive durante su período particular de tiempo, y a medida que la especie va labrando su destino en la tierra, la conciencia emerge a  través de la materia. Florece a través de la experiencia y se revela de muchas formas distintas. Se manifiesta de modo cada vez mayor en las formas evolutivas de la vida; despliega nuevos y extraordinarios poderes; la sensibilidad se acrecienta por medio del desarrollo del cerebro y del sistema nervioso.
 
Todo el proceso consiste en que la conciencia se revela a través de la materia y consigue su control sobre ella. En las etapas no humanas de la vida se debe encontrar el significado en el proceso mismo. Tal vez haya que luchar para encontrar alimentos y sobrevivir pero no hay un esfuerzo desesperado por realizarse. Puede que haya dolor pero no hay tristeza ni desespero ni sufrimiento interno por no lograr encontrar un significado a la vida. La vida misma es su propia realización. Tiene su propio significado y gozo, y en esta etapa, ser es suficiente.  Ningún animal, ave o pez tiene que buscar entretenimiento ni inventar diversiones como hace el hombre. Respondiendo al reto de la supervivencia, todas las criaturas de la etapa no humana están no sólo satisfechas sino llenas de vitalidad y gozo por la vida, relajadas y en paz consigo mismas.
 
Durante el proceso de respuesta al desafío por la supervivencia física, se desarrollan varios poderes físicos. De modo que existe una gran maravilla en la gran velocidad del guepardo, en la fuerza del elefante y en la agilidad del mono. Y en la conciencia colectiva del animal están integradas algunas cualidades no físicas como la ingenuidad y la inteligencia. Tal vez el animal individual no sea muy inteligente, pero hay una  inteligencia en la misma especie que le enseña lo necesario para su propia existencia. Por eso, el pájaro sastre sabe tejer su nido y las aves migratorias encuentran su camino en los cielos inmensos sin necesitar indicaciones.
 
Al nivel humano, al desafío de la vida se le responde de modo muy diferente, mediante el desarrollo de los poderes de la mente, y no simplemente en la conciencia colectiva sino en la individual. Al usar estos poderes, que incluyen todos los procesos del pensamiento racional, la capacidad de inferir, de relacionar hechos y de llegar a conclusiones basadas en esos hechos,  el hombre ha dominado su propio entorno y ha hecho posible la conquista de todas las demás especies. Cada forma de vida distinta a él está a su merced; el entorno también está formado en parte por él y adaptado a su conveniencia y comodidad.
 
Cuando se enfrenta con el poder de la mente, el poder del mundo animal resulta inadecuado y le da al hombre la posibilidad de exterminar a todas las demás criaturas de la tierra. Muchas especies animales se han  extinguido porque el hombre las ha destruido a ellas y a su entorno. El hombre es capaz de cambiar el curso de los ríos, de arrasar y levantar montañas, de modificar su entorno según su conveniencia. Pero después de vencer a todos sus enemigos y de conquistar a la naturaleza, el hombre se enfrenta a un nuevo desafío consigo mismo.
 
Ansias por la variedad  
La mente del hombre le ha dado un extenso significado a la supervivencia física y amplió el sentido de las necesidades básicas como casa y comida. El hombre no se contenta simplemente con alimentar el cuerpo; ha perdido el instinto que le permite al animal saber qué y cuánto debe comer. La comida se ha convertido en un gran problema y una gran industria. El hombre ya no encuentra satisfacción en unos cuantos alimentos que son buenos para él, anhela una variedad interminable. Construye restaurantes y hoteles, y para preparar y presentar los distintos platos que ha inventado necesita diferentes tipos de utensilios y recipientes de todas las formas y tamaños. Las industrias que tienen que fabricar todo esto crean también enormes organizaciones que gestionan la publicidad y los anuncios. Esto resulta en una intensa competencia y en los grandes males que esto acarrea.
 
Igualmente, aunque la vivienda es necesaria para sobrevivir individual y colectivamente, el hombre no se contenta con el simple hecho de cobijar el cuerpo. Se imagina que necesita ocupar una amplia zona, tal vez un palacio de cien habitaciones y colecciona objetos para llenarlos.  Diseña todo tipo de muebles y gasta enormes sumas de dinero en la decoración de interiores.
 
También la ropa es necesaria para el cuerpo, pero el hombre ha creado una enorme esfera de actividad para poder tener telas y tejidos diversos, ha inventado la moda y ha diseñado los adornos. Grandes organizaciones, como industrias, mercados, bancos y medios de comunicación, han ido  surgiendo como tumores cancerígenos a partir de las necesidades más simples del cuerpo. El hombre vive inmerso en sus propias complicaciones y está aislado, perdido y frustrado entre los objetos y las organizaciones que ha creado él mismo. 
 
Al hombre ya no le preocupa la mera perpetuación de la especie; el sexo y la comida se han convertido en “experiencias  placenteras”. El placer se ha convertido en una idea, en un pensamiento de la mente. Y como es una idea, el hombre ha creado varios tipos de placeres y, asimismo grandes industrias que los suministran, incluyendo cines, discotecas y revistas.
 
En el proceso de la búsqueda del placer, del diseño de diversiones y entretenimientos, no existe el gozo, porque éste sólo existe realmente en el descanso interno. Por eso, cuando la mente está ansiosa por encontrar placer, cuando siente la tensión de la búsqueda, se pierde el gozo que podría encontrar en una vida sencilla. El aumento de las necesidades humanas es la fuente primaria de conflicto  en el mundo, porque esas necesidades (que eran en su origen las de alimento, cobijo y sexo) ahora se han convertido en ideas de la mente y por esto son la base de la tensión y el conflicto. A nivel nacional, todo esto produjo grandes guerras mundiales, a movilización de poblaciones, y a la crueldad y el sufrimiento que hemos observado por décadas y siglos. En la vida personal, ¿quien no ha conocido el dolor causado por un hermano y una hermana que se pelean, por amigos que dejan de serlo, por el marido y la mujer que se sienten aislados el uno del otro?
 
Por esto el Buddha enseñó que el hombre tiene que llegar a entender que el nacimiento significa dolor para el hombre, que la muerte significa dolor y que la vida también es dolor. Todo se convierte en una fuente de dolor. Y en las condiciones  actuales, creadas por la mente del hombre, parece que no existe solución para el sufrimiento.
 
El deseo conduce al conflicto.
Esta es la situación que la humanidad se ha creado para sí misma. Ha eliminado casi todas las fuentes anteriores de peligro, pero ha creado otras nuevas y terribles que es incapaz de controlar porque se ve empujada por su instinto animal de supervivencia. Ahora el deseo por sobrevivir se ha convertido en sí mismo en una fuente de peligro. Por esto, dado que todo cuanto hace es una fuente de peligro, podemos suponer que la mente del hombre ha llegado al final del camino y no puede seguir más allá. Ante el desafío con el que se enfrenta en el mundo actual, se ha convertido en algo tan impotente y obsoleto como lo era la fuerza bruta cuando se desarrolló la mente.
 
La situación actual nos ofrece una nueva etapa en la cual el intelecto parece estar ya indefenso frente a poderosos desafíos. Y en esta situación son pocos los que preguntan qué otros poderes contiene la vida en sí misma. ¿Existe solamente el poder de la mente o acaso la vida, en este extenso proceso esté revelando otros poderes olvidados hasta ahora? Como la mente del hombre ha estado tan prendada de sí misma, ha creído en su propia invencibilidad, pocas veces se ha enfrentado a esta pregunta seriamente. Naturalmente, contamos con algunos individuos excepcionales que han  examinado la vida en más profundidad para poder descubrir si esa mente que razona es todo cuanto puede mostrar como culminación de varios eones de evolución. Y si la mente va a descubrir lo que la vida tiene que revelar todavía, también debe examinar la pregunta de si el desafío que se le plantea es realmente de supervivencia.
 
El hombre ha adquirido su “reflejo de supervivencia” de su pasado y todavía no ha conseguido liberarse de sus compulsiones imaginarias. Pero la vida le empuja a buscar nuevos poderes de conciencia que todavía se hallan ocultos en su interior y que, con el tiempo, asumirán el papel principal igual que la misma mente acabó por triunfar sobre la mera fuerza física.
 
En el Bhagavad Gitâ, Arjuna se enfrenta a un inquietante dilema, el de tener que elegir entre luchar o retirarse. Le parece una situación imposible porque siente que, decida lo que decida, se equivocará. Por una parte, están sus maestros, sus mayores, la gente que ama, y contra quienes ahora debe pelear. Por otra parte, está la lealtad hacia su hermano y la necesidad de hacer lo correcto. Y debatiéndose en la necesidad de elegir, se desespera.
 
La verdad del dolor.
Tal vez esta sea la situación de todos nosotros hoy. Nos enfrentamos a una crisis que nos fuerza a preguntarnos cuál es el verdadero propósito de la vida, y si ese propósito es la simple supervivencia o si es algo radicalmente distinto. Somos como los malos estudiantes, reacios a investigar la vida demasiado, y examinamos sus preguntas cruciales sólo cuando nos enfrentamos a una crisis. Incluso entonces, el impacto de la conmoción se pierde pronto y con demasiada frecuencia nos resignamos a recorrer distraídamente la senda que ofrece menor resistencia.
 
El Señor Buddha dijo que la primera verdad que el  Hombre debe reconocer es la verdad del dolor. Si el Hombre empieza a examinar la vida en serio y a estudiar cómo se puede comportar mejor, tal vez no tenga que enfrentarse a dolores ni a crisis. Pero como,  individualmente, ha ignorado las lecciones de la naturaleza y sus leyes, la humanidad en conjunto se ha visto abocada a una situación de crisis ante la cual su mente se encuentra indefensa. Se requiere de gran sensibilidad para descubrir el significado de la vida. El hombre tiene que adquirir una percepción totalmente distinta, que actualmente no posee, y que no puede tener mientras tenga la mente ocupada,  consciente o inconscientemente, con la simple supervivencia. Seguramente se ha llegado al punto ¡en el que habrá que hacer un giro inmediato! Ya es hora de que el Hombre ponga los pies firmemente en el Nivritti Marga, renuncie a la voluntad primaria de sobrevivir y, tal como dice Madame Blavatsky, aprenda un nuevo alfabeto en el regazo de la Madre Naturaleza. Para poder aprender este nuevo alfabeto, tiene que dejar de lado el conocimiento anterior con el que empezó.
 
Ilusión y realidad.
 La literatura Vedânta enseña los diferentes niveles de realidad percibidos por la conciencia. Solamente cuando hemos pasado totalmente una dimensión de la realidad es posible ser consciente de otra más amplia. Mientras la mente del Hombre se preocupe solamente por la supervivencia y su amplio significado, vivirá en una ilusión.
 
En la famosa enseñanza Vedânta, la cuerda enroscada es una cuerda para los que tienen la visión clara y una serpiente para los demás. Sus reacciones varían según su nivel de percepción. Los de temperamento tímido se asustan y se alejan corriendo. Los de naturaleza agresiva, buscan como remedio la destrucción en vez de escapar, avanzan con osadía para matar a la serpiente. Estos experimentan la emoción de la violencia y los primeros la del miedo, pero las dos formas de reaccionar nacen del mismo error básico de percepción. Para quienes ven claramente y saben que el objeto no es una serpiente sino simplemente una cuerda, ambas formas de actuar son imposibles. De modo que las acciones que antes eran habituales van perdiendo significado cuando hay una nueva percepción.
 
Cuando un hombre reconoce que no necesita ya preocuparse por un falso concepto de supervivencia, descubre un nuevo modo de acción y un nuevo significado en la vida. Este “giro inmediato” tiene que ser radical. Hay quienes buscan nuevos valores y al mismo tiempo se aferran a sus antiguas maneras de actuar. Buscan gurús y prueban  distintas técnicas de meditación esperando descubrir, con esos medios, el secreto de la vida. Pero mientras las formas de actuar que practican sean las que surgen de la mente que da prioridad a la supervivencia, nunca podrá descubrirse la verdad sobre la vida.
 
Si una persona sueña, sólo puede experimentar sueños. Cuando despierta a una realidad distinta y percibe los hechos de la vida, el sueño termina. Hasta que no termine el sueño, no podrá experimentar el estado despierto. Tan imposible resulta experimentar los hechos de los sueños y los de vigilia al mismo tiempo, como dedicarse a las ilusiones relacionadas con los procesos de supervivencia y también a la nueva comprensión que nos puede ofrecer la vida. En las enseñanzas del Yoga se afirma que la mente tiene que estar totalmente en silencio antes de poder encontrar un nuevo significado. Que la mente renuncie a sus ocupaciones preferidas y deje de preocuparse por el “yo” y lo “mío”, es terminar el sueño en el que todos vivimos. Esta es la transformación que tiene que tener lugar en el mundo actual donde el Hombre tiene que reconocer una fuerza universal que actúa en bien de todos y no en bien del individuo o de unos pocos. La mente del Hombre le ha concedido una importancia exagerada a su voluntad personal, que intenta imponer sobre todos aquellos con los que se encuentra. Pero esa voluntad del yo tiene que rendirse a la vida superior antes de poder entender su significado.
 
Este es pues, el desafío que nos presenta la vida: que el hombre aprenda conscientemente a comprender y a recibir su mensaje, igual que aprende la vida no humana a recibirlo de forma inconsciente. Se ha dicho que en el extenso diseño que está desplegando la naturaleza, hay un movimiento que va desde la perfección inconsciente hasta la imperfección consciente, y que desde esa imperfección consciente se debe avanzar hacia la perfección consciente. La perfección consciente puede producirse solamente cuando aprendemos a trabajar en armonía con el diseño de la vida misma. La vida exige que la mente del hombre renuncie a sus propios deseos, a sus propios impulsos, instintos y reflejos, para que pueda desenvolverse y revelarse un poder más grande, no según la voluntad del hombre sino en obediencia a las leyes divinas y a la voluntad de la naturaleza.