Mary Anderson
Algunas veces podemos escuchar la expresión:
“En el mundo pero no del mundo”, y podemos preguntarnos “¿Cuál es la
diferencia?”
La diferencia yace en dos pequeñas palabras,
en sólo dos preposiciones: “en” y “del”, ¡pero hay una gran diferencia!
Consideremos estas preposiciones. “En” implica lugar o locación. Algo o
alguien puede estar en algún lado, temporal o permanentemente. En un
sentido, es un término neutral, incoloro, desapasionado. Pero “del” implica
posesión, pertenencia. No es neutral, hasta tiene una connotación
apasionada. Aún un pequeño niño puede decir “mis juguetes”, “mi
osito de peluche”, “mi muñeca” y defenderlos como sus posesiones.
Cuando decimos “en el mundo” y “del mundo”,
¿Qué significa “el mundo”? La preposición, estar “en” o ser “del”, cambia el
significado de “el mundo”. “En el mundo” implica estar situado en el mundo
físico, el mundo de la materia. Esto no es despectivo. No olvidemos que la
materia es tan divina como el espíritu y no debe ser menospreciada, como es
o fue hecho por varias tradiciones ascéticas que decían o dicen “el mundo,
la carne y el demonio”, como algo a ser condenado y eludido. “Del mundo”,
por el otro lado, implica la identificación con ciertos valores conocidos
como “mundanos”, no queriendo decir material, sino más bien materialista.
Por lo tanto, en el caso de “del mundo”, se presenta una connotación
posesiva, emocional. De la misma manera, decimos “sabiduría mundana”, que no
es sabiduría en el más profundo sentido sino más bien significa habilidades
para encontrar el mejor camino, a menudo un camino cruel, de conseguir lo
que uno quiere, de lograr los objetivos, sean materiales o sean lo que ellos
imaginan como “espirituales”.
Alguien que aspira a la espiritualidad puede
sentir que el primer paso es huir del mundo y sus tentaciones, retirarse,
volverse un ermitaño, vivir fuera del mundo. Pero tal persona puede ser
todavía “del mundo”, asaltada por tentaciones en la soledad aún más que
cuando él o ella estaban en el mundo, porque ser “del mundo” es un estado de
mente y no sólo un lugar. A veces puede ser sabio huir de las cosas
externas, circunstancias externas. Por ejemplo, alguien que está superando
el alcoholismo debería evitar frecuentar bares. Pero en definitiva no
podemos huir de nosotros mismos.
Ciertamente hubo ermitaños que fueron santos
genuinos y tal vez todavía existen quienes son verdaderamente santos. No
pienso que por evitar ciertos ambientes, buscar la soledad, deberían ser
censurados. Podemos estar en soledad y aún internamente cerca de otros, en
solidaridad con ellos, y por lo tanto no estar solos. Es una cuestión de
temperamento, de nuestro dharma personal, al menos en esta vida, ya sea que
permanezcamos en el mundo o busquemos la soledad. Los monjes y las monjas o
los ermitaños pueden meditar en soledad, pueden orar por los demás y pueden
dar ayuda e impulsos o formas de pensamiento de sanación que contribuyan a
cambiar el mundo. Recuerdo un poema de una teósofa norteamericana en el cual
ella describe a una joven que da vueltas por el mundo haciendo el bien
activamente. Ella tiene una amiga que es una monja y que también hace el
bien a su manera:
Sus pensamientos volaban
hacia su amiga a través
De la montaña, temblando en
su áspero habito
Mientras está sentada en
meditación junto
A la fuente del convento.
Sólo yo sé la razón de por
qué ella hizo eso,
Aislada con Dios. Su amante
reñía con ella, y sus amigos
Y familia decían: “¡Tiene
miedo a la vida! Ella está más loca que una cabra. ¡Sería mejor para ella
estar muerta! Ella sabía qué debía hacer en los próximos sombríos
años.
En un mundo dedicado a la
acción, esclavizado a la maquinaria por los sumos sacerdotes de las cosas,
sólo unos pocos podían conocer la clamorosa necesidad de reservas
espirituales. Ella llevará cada vez más peticiones al Trono mientras su vida
dure. Por mi parte andaré por todo el mundo, y donde vaya, lanzaré mi amor a
los cuatro vientos. No sabremos dónde caerá la semilla, o en qué surco
podremos sembrar.
Nuestra única esperanza es
prender similares lámparas dónde y cuando podamos, y confiar que quizás una
pueda ser una estrella brillante en la jungla, que ilumine al hombre, que
lucha de regreso al lugar de donde comenzó, buscando el mapa del Paraíso,
extraviado apenas comienza su peregrinar. Unos pocos deben orar y unos pocos
entregarse a planear para las grandes multitudes. Unos pocos deben servir
como lámparas en el sombrío claro de bosque.
Evitar el mundo no debería ser una forma de
escape. En ningún caso podemos escapar de nosotros mismos.
En la otra punta de la escala, desde el
ermitaño que huye del mundo para no ser del mundo o aquel que genuinamente
no es del mundo, tenemos al Avatāra, el Bodhisattva o el Mesías, que ya no
es más del mundo, que está internamente libre, pero que está en el mundo,
que limita su libertad pero lo hace sólo externamente, para ayudar y servir
a los demás, para que ser un faro para ellos. Aún los más grandes
instructores espirituales, sin necesariamente ser Avatāra-s, Bodhisattva-s o
Mesías, pueden dar a menudo consejos en las cuestiones prácticas cotidianas.
Ramakrishna, Ramana Maharshi y Krishnamurti hicieron esto con frecuencia.
Estos personajes no están enceguecidos por las consideraciones personales,
como lo estamos la mayoría de nosotros ya sea conciente o inconcientemente.
Sus ojos son únicos y sus cuerpos llenos de luz.
No tenemos que tener miedo de permanecer en
el mundo. No sólo la verdadera sabiduría nos capacita para actuar
sabiamente, para practicar Karma Yoga como destreza en la acción. Sino que,
viceversa, vivir una buena vida abre el camino a la Sabiduría. Se ha dicho:
“Vive la vida y alcanzarás la Sabiduría.” Aldous Huxley lo expresó de este
modo:
La naturaleza de la
Realidad Una es tal que no puede ser directa e inmediatamente aprehendida
excepto por aquellos que han elegido cumplir ciertas condiciones, haciéndose
a sí mismos bondadosos, puros de corazón, y puros en espíritu. (La
Filosofía Perenne, p.2)
No sólo actuamos físicamente. Todas nuestras
acciones físicas están acompañadas por pensamientos, sentimientos y motivos,
que también son acciones.
El verdadero artista trabaja en la materia
física, creando gran belleza: edificios, estatuas, pinturas, los movimientos
de la danza, poemas, sinfonías, etc. Él o ella trabajan en el mundo de la
materia. Viven en el mundo, pero sus más grandes obras se logran con el
olvido del yo. Entonces ese artista no es “del” mundo. Pero cualquier
trabajo físico puede ser arte, aún arte que no es de este mundo. El trabajo
considerado monótono puede ser creativo. El trabajador que hace agujeros en
la ruta, sólo para rellenarlos luego, el obrero de la fábrica ocupado en su
línea de ensamblaje, la ama de casa o la doméstica, limpiando, sacando el
polvo, lavando, fregando platos, todos ellos pueden ser artistas en este
sentido.
¡Es tanto lo que depende de nuestra actitud!
El poeta George Herbert escribió:
¿Un sirviente con una
oración convierte en divino su trabajo pesado?
Quién barre una habitación,
como para tu ley,
Lo hace divino y la acción
bien hecha.
Ésta es la famosa piedra
que convierte todo en oro.
No es en vano que los monjes Zen, por
ejemplo, disfrutan al ocuparse en trabajos físicos. Hay una frase que se
aplica en algunas ordenes monásticas cristianas: “Laborare est orare” –
“trabajar es orar”. En A los Pies del Maestro, leemos: “Piensa cómo
harías tu trabajo si supieras que el Maestro vendrá de pronto a verlo.”
Podemos hacer las cosas por amor a Dios o a
alguien querido, o por amor a lo que hacemos o simplemente por amor. Lo
principal es que nos olvidemos de nosotros mismos. Entonces podemos
realmente estar concientes de lo que estamos haciendo. Entonces no somos
“del mundo” aunque estemos ciertamente “en el mundo”. SOMOS el mundo.
Quien está activo en hacer el bien en el
mundo puede ser personificado como un luchador, como era Annie Besant, o
como un caballero. El caballero en la Europa medieval tenía un código de
caballería, de hidalguía, probablemente parecido al del Kshatriya: mantener
la justicia, derrotar a los opresores, lo injusto y lo malo, defender al
débil, especialmente las mujeres que son ahora como en ese entonces, las
víctimas de la injusticia y la crueldad.
Pero se puede dar un significado más
profundo a esto, como en el caso de Arjuna en el Bhagavadgitā. Los
enemigos, los crueles opresores derrotados por el caballero pueden muy bien
referirse no sólo a los enemigos externos sino a los internos, es decir, a
su propia debilidad, a los rasgos negativos de carácter, a la cobardía, la
injusticia y el egoísmo.
Lo espiritual no es lo mundanal. Uno no
puede actuar en los reinos del espíritu de acuerdo a los términos mundanos.
Como Krishnamurti ha dicho: “Si tú quieres alcanzar la otra orilla, no
debemos comenzar desde esta orilla, sino que debes comenzar desde la otra
orilla.” ¿Cómo puede suceder esto si todo lo que conocemos es esta orilla?
Quizás olvidando esta orilla, por el olvido del yo, por no esperar nada, por
estar abierto a todo lo que pueda venir. Si hemos de cruzar la corriente, no
ser más del mundo, ¿no debemos dejar atrás, de todo corazón, todo lo que
conocemos, lo que poseemos? – como Cristo le replicó al joven rico que
buscaba el Reino de los Cielos y que ya había cumplimentado las condiciones
de una vida buena, diciendo que él siempre había cumplido los mandamientos.
Pero esto no era suficiente. Se le dijo que vendiera todo lo que tuviera y
diera las ganancias a los pobres. Pero él no podía hacer eso “porque era muy
rico”, quizás no sólo rico en cosas materiales sino también en conocimiento,
en popularidad, en auto-estima.
Como ejemplos de aquellos que están
realmente en el mundo pero que no son del mundo, podemos citar al Avatāra,
el Bodhisattva, el Mesías. Estos son seres que han evolucionado más allá de
la etapa humana, pero que tienen compasión por aquellos que aún están en las
etapas humanas o sub-humanas, permanecen en estrecho contacto con el mundo o
incluso regresan a reencarnarse en él.
Citando a la Dra. Besant, la tradición hindú
habla de los Avatarā-s como:
. . . lo más sagrado de lo
sagrado, aquellas manifestaciones de Dios en el mundo en que él se muestra a
sí mismo como divino, viene a ayudar al mundo que él ha hecho, brilla en su
naturaleza esencial, la forma es sólo una delgada lámina que apenas vela la
divinidad de nuestros ojos. (Avatarā-s, p.2)
Se ha dicho que ha habido nueve Avatāra-s,
los primeros cuatro se dice aparecieron en forma animal. Los más conocidos
de los Avatāra-s humanos fueron el Rey Rāma y Sri Krishna, aunque el Señor
Buddha es también considerado como un Avatāra, el noveno. En el
Bhagavadgitā, Sri Krishna declara cuál es la función de un Avatāra:
Cada vez que decae la
rectitud … y se exalta lo incorrecto, entonces Yo mismo vengo. Para proteger
al bueno, para la destrucción de los que actúan mal, por el bien del
establecimiento firme de la rectitud, Yo nazco de tiempo en tiempo. (IV.
7-8)
Rāma fue el rey perfecto, dio ejemplo de un
reinado ideal al ser puro, justo y fuerte. El Señor Krishna fue y es
reverenciado como el travieso pero adorable niño de su madre adoptiva, quien
mató los demonios que atemorizaban a los aldeanos, el irresistible amante de
las almas de las Gopi-s, el encantador flautista, el guía, filósofo y amigo
del guerrero Arjuna, a quién Él se le revela como la encarnación del Señor
del Universo.
Como está indicado en las palabras de Sri
Krishna, los Avatāra-s encarnan cuando hay necesidad de reforma. Se dice que
Sri Krishna tenía una lección para los Kshatriya-s. Similarmente, el Señor
Buddha tiene una lección para los Brāhmana-s que le dieron más importancia a
la forma, a la letra de la ley que a su espíritu, y olvidaron la necesidad
de compasión hacia todos los seres. Buddha, como Cristo, se dice, no
vinieron a traer una nueva religión sino a reformar una religión existente,
pero con el pasar del tiempo se desarrolló una nueva religión en ambos
casos.
En el Budismo del Norte, el Bodhisattva es
reverenciado como una clase de Avatāra, quien ha alcanzado el umbral del
Nirvāna pero rehúsa entrar a la bienaventuranza del Nirvāna hasta que todas
las criaturas vivientes estén también listas para entrar en él. Los
Bodhisattva-s permanecen en el mundo aunque ellos no son del mundo. La
promesa de Kwan-Yin expresa esto:
Nunca buscaré o recibiré la
salvación privada o individual; nunca entraré a la paz final sola; sino que
para siempre y en todos lados viviré y me esforzaré por la redención de
todas las criaturas en todo el mundo.
Estar en el mundo no significa en el caso de
un Bodhisattva, que él o ella es nuestro vecino de al lado o que podemos
encontrarlo en la calle. Un Bodhisattva puede en realidad estar entre
nosotros y puede ayudarnos pero no será reconocible a menos para aquellos
que tienen “ojos para ver”. Pero su ayuda está siempre presente. Para citar
a Madame Blavatsky en La Voz del Silencio:
Condenado por ti mismo a
vivir durante los venideros Kalpa-s, inadvertido para el
hombre y sin que te lo agradezcan; incrustado a guisa de piedra entre las
otras innumerables piedras que forman el “Muro protector”, tal es tu
porvenir … Construido por las manos de numerosos Maestros de Compasión,
levantado con sus tormentos, cimentado con su sangre, (ese muro protector)
protege a la humanidad desde que el hombre es hombre, protegiéndola contra
nuevas miserias y sufrimientos mucho mayores. (293)
En el judaísmo y en el cristianismo tenemos
el concepto del Mesías. Muchos judíos ortodoxos esperan la venida del
Mesías. La mayoría de los cristianos creen que el Mesías fue Jesucristo en
su encarnación en Palestina al comienzo de la era cristiana, y algunas
sectas cristianas esperan su retorno día tras día. Una joven que yo sabía
pertenecía a una de esas sectas, según parece desde el departamento de su
familia a cualquier hora del día o de la noche se escucha en alta voz,
“¡Jesús está viniendo!”
En años recientes se han analizado
descubrimientos interesantes respecto al origen del cristianismo, que
revelan que la visión tradicional es algo así como un “encubrimiento”.
En la tradición judía a veces se mencionan
dos Mesías: un Mesías regio, descendiente del Rey David y un Mesías
sacerdotal, descendiente de Aaron, el primer Sacerdote. Se sugiere a veces
que los dos roles pueden ser ocupados por la misma persona. Se los ve como
dos columnas unidas por un arco, lo que significa Shalom o paz,
quizás “la paz de Dios que sobrepasa el entendimiento”. Estas dos columnas
se reflejaron y deformaron en la situación posterior en Europa, donde el
Emperador gobernaba sobre el llamado “Santo Imperio Romano”, y representaba
el poder secular, y el Papa representaba el poder espiritual. Pero
idealmente este concepto corresponde al ideal Hindú y Budista del
Chakravartin y el Buddha.
Para citar a Heinrich Zimmer en
Filosofías de la India:
Existe una antigua idea
mítica, un idílico sueño compensatorio, nacido del anhelo de estabilidad y
paz, que representa a un imperio mundial, universal de tranquilidad
constante a cargo de un monarca virtuoso y justo, el Chakravartin … quién
pondría un final a la perpetua lucha de los estados contenciosos. 8p.128)
De acuerdo a la concepción
budista, el monarca Universal es la contraparte secular de Buddha, el
“Iluminado”, quién se dice él mismo “puso en movimiento la rueda de la
doctrina sagrada” … Su rueda, el dharma budista, no está reservada para las
castas privilegiadas … sino que es para todo el universo, una doctrina de
liberación con el propósito de traer paz a todos los seres vivientes sin
excepción. (pp. 129-30)
El monarca mundial hindú,
pacifica la humanidad al incorporar bajo su exclusiva soberanía a todos los
reinos – el “gran rey” … “rey sobre reyes”, tiene que ser proclamado igual
en rango a aquellos buddhas salvadores del mundo, quienes, a través de sus
doctrinas, ponen en movimiento la rueda. (p.135)
El sol, la luz y vida del
mundo brilla sobre todos igualmente, sin distinción, así también brilla el
verdadero Chakravartin. (p.136)
¿Cuánto tiempo tendremos que esperar para un
monarca así, por un Buddha asi? Quizás hasta la próxima Edad Dorada, que
sin dudas no está a la vuelta de la esquina. Mientras tanto, quizás, depende
de nosotros estar en el mundo sin ser del mundo. Entonces el
mundo estará listo a su debido tiempo. ☼
La liberación del
sentido de posesión, ya sea con respecto a las cosas, personas, el propio
país, raza o religión o aún las propias virtudes reales o imaginadas, exige
una comprensión madura. Tal libertad hace la vida más simple, sin
superficialidades y racional, de una manera que manifiesta la verdadera
belleza y naturaleza del Espíritu interior.
N. Sri Ram