MARY ANDERSON
Estar conciente podría referirse por una
parte a familiarizarse con algo en particular o concentrarse en ello, o
podría referirse a un estado de alerta en general, estando atentos a todo lo
que encontramos, estando abiertos a todo lo que suceda.
Consideremos lo que significan los
distintos términos empleados en el diccionario para describir conciencia.
“Ser conciente” de algo significa que lo notamos. “Ser observadores” implica
que en general no pasamos nada por alto. “Familiarizarse” significa que algo
ya es bien conocido para nosotros. “Estar atentos” a algo quiere decir que
nuestra atención está fija sobre ello. “Estar relacionado” con algo
significa que estamos familiarizados con ello. “Estar informados” implica
que poseemos conocimiento intelectual acerca de algo. “Ser conocedores”
significa que somos, en cierta medida, expertos en aquello de lo que somos
concientes. “Ser sensibles” significa que sentimos profundamente aquello de
lo que somos concientes. “Ser cuidadoso” quiere decir que no descuidamos
nada. “Estar totalmente atentos” significa que no olvidaremos nada.
“Sentirnos vivos” respecto a algo sugiere que eso significa algo para
nosotros, que nos importa. “Ser responsivo” sugiere que respondemos, que
reaccionamos de alguna manera.
Estas definiciones de “estar conciente o
alerta” pueden referirse no sólo a algún objeto u ocasión particular, sino a
nuestra actitud en general. ¿Somos concientes de algún objeto particular,
persona, o situación en algún momento determinado? ¿O es la nuestra una
actitud (en general o a veces) de atención? Si somos concientes de algo o
alguien, o de alguna situación, ¿podemos aprender de ese estado de alerta
particular a darnos cuenta que podemos tener esa actitud de estar concientes
en general en todo momento?
Quizá sea el artista quien, gracias a su
naturaleza y entrenamiento, tiene mayor posibilidad de estar conciente de lo
que le rodea, tanto del ambiente, especialmente la naturaleza, como de los
reinos de la Naturaleza, incluyendo la humanidad.
La gente también está conciente cuando
se interesa en algún sujeto u objeto particular, por ejemplo, plantas,
animales, niños, edificios hermosos, etc. Por lo tanto, estar conciente (en
un campo limitado) llega naturalmente en estos casos a jardineros, amantes
de la naturaleza, amantes de los animales, maestros y padres, arquitectos,
etc.
Quien está buscando algo o a alguien
está también en un elevado estado de atención, por ejemplo un detective que
busca a un delincuente, o un delincuente que busca una oportunidad para
cometer un delito! Todos podemos alcanzar un elevado estado de atención
cuando tratamos de encontrar a alguien o algo, o un artículo específico que
deseamos comprar! ¿Podemos ser concientes de nuestra propia conciencia, lo
cual podría ser por sí sola una lección sobre el estado mismo de estar
alertas?
¿Qué es un estado de atención aún más
intenso? ¿Qué podría implicar? Podríamos sugerir que implica un intenso
sentimiento, cuando uno ya no es conciente de uno mismo como un ser
separado, o un despertar espontáneo como después de estar soñando o
profundamente dormido, o una inspiración que llega sin buscarla, la
convicción que reemplaza una idea indefinida, o quizá una percepción
repentina de la solución de un problema, o lo que se conoce como intuición o
inspiración.
¿Y qué no es el estado de atención? No
se lo fuerza a través de la concentración o drogas. (Las drogas pueden
llevar a quienes las consumen, sus víctimas, aparentemente hasta la cima de
la montaña, pero caerán desde la cima de esa montaña y quizá se encuentren a
sí mismos lastimados.)
El verdadero estado de atención no está
en el tiempo, sino de algún modo está fuera del tiempo. Podemos pensar en el
“eterno ahora.”
¿Cómo surge el estado de alerta? ¿Qué
lleva a él? Puede ser el sufrimiento o una crisis repentina. O puede ser una
alegría repentina. Puede ser una percepción. Por ello ocurre
espontáneamente. No podemos buscarlo.
Por otra parte, este intenso estado de
atención no puede tener lugar a menos que se cumplan ciertas condiciones-
condiciones de las que ni siquiera somos concientes. Debe haber cierta
inocencia y pureza, inocuidad, y a la vez, cierta resolución.
Un ejemplo pueden ser las pinturas de
una manada de bueyes del Budismo Zen. El pastor ha perdido a su buey. Esto
es un estado de crisis. Busca en vano al animal. Pero continúa la búsqueda
con total atención. Y gradualmente encuentra rastros, por ejemplo una
huella. Luego, al final, encuentra al animal y lo monta, luego calma y
controla al buey hasta que es nuevamente su señor. Luego se aleja, montando
sobre su lomo, tocando su flauta. Se siente triunfante y despreocupado.
Por supuesto, el estado de conciencia
que conocemos y en el que podemos regocijarnos no es aún la iluminación ni
el satori Zen. Pero quizá la iluminación final, si es que hay una,
está precedida por una serie de lo que podríamos llamar “pequeñas
iluminaciones”, momentos de conciencia cuando tenemos una leve anticipación
de la dicha que es nuestro verdadero ser.
Puede haber otros ejemplos de elevados
estados de conciencia, por ejemplo, enamorarse, encontrarse con alguien que
uno ha conocido y amado quizá en vidas anteriores. (Solía haber una canción:
Alguna noche encantada, verás a un extraño en una sala atestada....”) Luego
lo que ocurre se puede expresar en estas palabras: “Cuando el espíritu salta
al espíritu a través del velo de la carne.”
El genio, ya sea un artista, un poeta,
un compositor, un bailarín, un arquitecto o un inventor, un gran científico,
etc. conoce momentos de ese estado de atención plena cuando se presenta la
solución a un problema meditado largamente. Podemos estar atentos, podemos
ser incluso expertos en algún tema. (¡Un experto es por supuesto, alguien
que sabe mucho sobre muy poco! El es conciente en un área limitada y podría
desarrollar “deformación profesional”!)
Pero los grandes genios a menudo se
sienten cómodos en muchos campos. Miguel Ángel fue uno de estos genios
universales. Quizá en nuestra época Einstein y Karl Gustav Jung se acercaron
al estatus de genio universal.
Pero algunos son geniales en su propio
campo. Un estudioso, un científico o un detective genial pueden proceder de
la misma manera y pueden tener vislumbres similares a aquéllas del monje del
budismo Zen que intenta resolver un koan. Un koan es una afirmación
aparentemente absurda, o un acertijo aparentemente insoluble que se le da al
monje Zen para meditar y resolver. El siguiente es un ejemplo. Un joven
ganso fue colocado en un frasco. Al crecer ya no pudo salir del frasco.
¿Cómo podría uno liberarlo sin lastimarlo y sin romper el frasco? Ya que ese
koan no tiene solución, el monje se adentra más y más en él, luchando con
él, esforzándose para encontrar una solución. Debe prestarle toda su
atención. No lo dejará ir. (Quizá el ganso nunca estuvo en el frasco).
Lo mismo sucede con el científico o el
estudioso que investiga algún problema. Deben prestarle toda su atención.
Puede hacerlo por un largo tiempo. Luego puede quedarse dormido o
simplemente relajarse o sentir la necesidad de alguna actividad física.
Puede llevar al perro a caminar, o ayudar a su esposa en la cocina. Y de
repente, la solución aparece. Está allí, delante de él, y es indudablemente
la solución correcta. De cierta forma estuvo allí todo el tiempo. Puede
sentir deseos de gritar “¡Eureka! ¡Lo encontré!”. Ve todo el problema de un
vistazo.
Ese científico, el genio o el monje Zen
encuentran la solución cuando ya no la busca o piensa sobre ella. Quizá él
se la entrega al subconsciente o lo que podríamos llamar la
“superconciencia”. Es como si hubiese escalado una montaña entre la niebla,
con gran esfuerzo, y súbitamente, cuando alcanza la cima, el sol aparece.
Todo está claro, bañado por la luz del sol. En el caso de nuestro genio o
nuestro monje Zen, la solución es absolutamente clara. Está conciente de
ilimitadas posibilidades, ilimitadas implicancias. Eso es estar consciente.
Ese estado fue experimentado y descrito
por Krishnamurti. ¿Estar conciente, no es idealmente la unidad con aquello
de lo que somos concientes? Citándolo:
Tuve la primera y más
extraordinaria experiencia. Había un hombre arreglando el camino, ese hombre
era yo mismo, el pico que sostenía era yo mismo, la piedra que estaba
rompiendo era parte de mí, la tierna hoja de hierba era mi propio ser, y el
árbol que estaba al lado del hombre era yo mismo.1
Krishnamurti habló mucho sobre estar
alertas, sobre qué es no estar concientes, y sobre qué impide estarlo.
Para comprender, la mente
debe inquirir profundamente, y sin embargo, debe saber cuándo estar
pasivamente alerta.2
Estar conciente es de
instante en instante... Estar concientes no es determinación, ni tampoco es
la acción de la voluntad. Es la entrega completa e incondicional a lo que
es, sin racionalización, sin la división del observador y lo observado… La
conciencia está siempre en el presente.3
Estar conciente de instante
en instante es suficiente. 4
Puede durar un segundo:
estar completamente conciente por un segundo, y en el segundo
siguiente puede estar desatento. Pero uno sabe también que está
desatento. 5
¿Qué relación puede haber entre estar
concientes y el tiempo? ¿Qué es el tiempo? Hay un tiempo objetivo, de
acuerdo al reloj, al calendario, el libro de historia, mayormente se lo
puede medir, y es a veces predecible. Y hay un tiempo subjetivo: el paso
del tiempo según lo experimentamos nosotros, ¡quizá creado por nosotros!
Este tiempo es esquivo y no se lo puede medir. Pero comprender el tiempo
quizá sea la clave para un acercamiento a la comprensión de la atención
plena y a la comprensión de nosotros mismos. ¿Pero podemos comprender el
tiempo? ¿Podemos comprender la conciencia y a nosotros mismos?
Existen interesantes vislumbres del
tiempo de parte del Dr. Taimni, cuyo conocimiento como científico se combinó
con sus descubrimientos espirituales.
El tiempo disminuye
progresivamente a medida que nos acercamos al centro de nuestra conciencia,
y la sucesión se torna más rápida desde el punto de vista físico hasta que
se hace simultáneo en el Eterno Ahora. 6
El tiempo es, citando a
Mme.Blavatsky:
…una ilusión producida por
la sucesión de nuestros estados de conciencia a medida que viajamos a través
de la duración eterna, y no existe donde no existe conciencia... El presente
es solo una línea matemática que divide esa parte de la duración eterna que
llamamos futuro de aquélla parte que llamamos pasado... Nada sobre la tierra
tiene duración real, ya que nada permanece sin cambio, o igual, por la
billonésima parte de un segundo. 7
La pregunta es:
¿Vivimos en el presente en nuestra conciencia? Desafortunadamente, no
lo hacemos la mayor parte del tiempo. El poeta Shelley, expresó esto en su
Lamento:
¡O mundo! ¡O vida! ¡O tiempo!
Cuyos últimos escalones asciendo,
Temblando ante aquello donde ya había estado antes,
¿Cuándo retornará la gloria de tu primera hora?
Nunca más, ¡Oh, nunca más!
Nos lamentamos como el poeta, porque,
aunque físicamente estamos en el presente, a menudo vivimos en el pasado,
recordando, refrescando recuerdos, lamentando. O vivimos en el futuro,
esperando y temiendo. A menudo no estamos realmente concientes, no vivimos,
en el momento presente.
Puede haber momentos, sin embargo,
cuando sí vivimos en el presente, cuando somos concientes, al menos en
cierta medida, cuando el presente nos toma por sorpresa. Para citar a
Krishnamurti:
¿No han experimentado en momentos de gran éxtasis la cesación
del tiempo, no hay pasado, ni futuro, sino una intensa conciencia, un
presente atemporal? 8
Tal conciencia de
felicidad fue expresada por Wordsworth:
Mi corazón salta cuando observo
Un arcoiris en el cielo:
Así fue cuando mi vida comenzó;
Así es ahora que soy un hombre,
Así será cuando envejezca,
¡O cuando muera!
Pero también fue Shelley quien señaló
la causa de estas aflicciones, de este lamento por el pasado:
Miramos antes y después
Y padecemos por lo que no es:
Nuestra risa más sincera
Con algo de dolor cargada
Nuestras canciones más dulces son aquéllas
que hablan del pensamiento más triste.
Buscamos, pero “a través del tiempo no
se puede comprender lo atemporal”. Por lo tanto, “vivamos en el tiempo de
modo atemporal.... El ahora tiene mayor importancia que el mañana. En el
ahora está todo el tiempo, y comprender el ahora es liberarse del tiempo.”
9
Otro aspecto del estar alerta se
relaciona con ser y convertirse en algo, lo cual nuevamente involucra al
tiempo. El “ser” se relaciona con el presente. Lo que somos, lo somos en el
presente. El “Convertirse” se relaciona con un movimiento del pasado al
presente, o desde el presente al futuro. Cuando pensamos en el presente en
términos de pasado y futuro, no podemos estar realmente alertas en el
presente, pero “ser” en el sentido de lo que uno es, está siempre en
el presente.
“Ser” es un verbo, y sugiere un estado
real o una actividad, por ello el verbo “ser” sugiere algo que está vivo,
que está en el aquí y en el ahora, en el tiempo presente. Por el contrario,
“convertirse” sugiere movimiento. Como dice Krishnamurti, nuestra vida es un
proceso de convertirse en algo. Tomado desde el punto de vista físico, esto
es algo natural y familiar. Por ejemplo, un bebé se convierte en niño, un
niño se convierte en adolescente, un adolescente en un adulto, una oruga se
convierte en mariposa; un capullo se convierte en una flor.
Pero cuando convertirse en algo es el
objeto de nuestros deseos, por ejemplo, cuando somos feos, tontos o pobres y
deseamos tornarnos hermosos, inteligentes o ricos, entonces el deseo de
convertirse lleva a la insatisfacción, al esfuerzo, la lucha y el dolor, y
cuando deseamos o pugnamos por convertirnos en algo, no vivimos en el
presente, sino en el futuro, es decir, en nuestro sueño del futuro, tal como
nos gustaría que fuese. De manera similar, podemos vivir en el pasado y no
ser concientes del presente, pero soñar despiertos, sintiendo nostalgia por
los “buenos viejos tiempos” y lamentándonos por errores pasados.
Entonces, ¿Qué podemos hacer acerca de
esto? No tiene nada malo soñar con lo que deseamos, siempre que estemos
concientes de que estamos soñando y que no estamos viviendo en el presente,
y cuando en el presente estamos concientes de nuestro estado presente, ¿no
es eso estar alerta? Pero si nos aferramos a sueños del futuro, a lo que
queremos llegar a ser, y nos encariñamos con recuerdos o penas del pasado,
entonces no estamos concientes del presente.
¿Y ser concientes
espiritualmente?
En el Kathopanishad, Yama, un maestro,
le dirige a un aspirante, Nachiketas, las palabras ¡“Levántate”,
“Despierta!” que significan “¡Se activo! ¡Presta atención!”, cuando
Nachiketas ha pasado ciertas pruebas (Volveremos a esto).
¿Qué significa “Despierta” y
“Levántate” en general? ¿No hacemos esto cada mañana? Nos despertamos de un
descanso sin sueños o de sueños mayormente ilusorios y tomamos conciencia
una vez más del mundo físico, de nuestro ser físico, de nuestras
obligaciones en el plano físico. Luego nos levantamos y comenzamos a actuar.
Esto es el despertar físico.
Pero a veces podemos, después de dormir
o no, despertar y levantarnos emocional y mentalmente. Habiendo luchado sin
éxito con algunos problemas, podemos relajarnos yendo a dormir o haciendo
alguna otra actividad, tal como ir a caminar, o hacer tareas domésticas o de
jardinería, o estudiar. Luego, repentinamente, podemos ver la solución a un
problema, o despertar de alguna ilusión, tener una inspiración o una
“percepción”.Luego nos levantamos y aplicamos la idea que hemos tenido. Un
investigador o un inventor pueden descubrir la solución a un problema y
utilizarla, un artista puede pintar o dibujar, un poeta puede escribir un
poema, un compositor puede componer una sinfonía. O podemos simplemente ser
felices. Todos podemos ser creativos en la vida diaria, aún al limpiar,
lavar los platos, cocinar, hacer labores manuales, si estamos realmente
concientes de lo que estamos haciendo.
Espiritualmente también podemos
despertar y levantarnos, pero es menos frecuente. El Gran despertar final
llega solo una vez en nuestra evolución humana, pero puede haber muchos
pequeños despertares. Gradualmente despertamos de conceptos ilusorios de la
vida y de nosotros mismos. Podemos volvernos progresivamente más concientes
de lo que las cosas son, de lo que nosotros somos. El último despertar es
autoconocimiento. Luego nos levantamos y aplicamos esa conciencia. Actuamos
bajo su luz. No podemos evitar ser fieles a nosotros mismos.
Si no actuamos a la luz de nuestro
auto-descubrimiento, entonces no hemos despertado realmente, aunque podamos
pensar que si. Podemos saber en teoría que somos una chispa divina de la
llama única, pero aún tememos perder, aún nos sentimos separados de los
demás y actuamos de acuerdo a ello en una crisis.
En el Kathopanishad, las palabras
“¡Levántate! ¡Despierta!” se las dice a Nachiketas, un joven aspirante, su
maestro Yama, el Dios de la Muerte.
El padre de Nachiketas había realizado
un ofrecimiento de muchas vacas a los dioses, porque deseaba una recompensa
celestial. Pero solo sacrificó vacas viejas que ya no podían comer, beber,
reproducirse o dar leche. Por lo tanto, su motivación, ganar una recompensa,
fue egoísta y su ofrenda fue inútil. Nachiketas se sintió desolado cuando
vio la pobre ofrenda que su padre estaba ofreciendo a los dioses. Por ello,
le preguntó, con cierta insolencia, “¿A quién me entregarás?”. Su padre, con
enojo, dijo que le daría Nachiketas a Yama, el Dios de la Muerte.
De allí que Nachiketas, el hijo
obediente, partió hacia la casa de Yama. Pero Yama no estaba en casa y
Nachiketas debió esperar tres días hasta que regresara. Yama estaba
apesadumbrado debido a que su visitante había tenido que esperar tanto, por
lo que le ofreció tres dones.
Nachiketas eligió como primer beneficio
que su padre no se preocupase o enojase y que le diese la bienvenida de
regreso a casa, y Yama se lo concedió. Por lo tanto vemos que Nachiketas
deseaba que su padre se reconciliara. Su corazón estaba en lo correcto.
Deseaba que las buenas relaciones familiares se restablecieran.
Como su segundo don, Nachiketas deseó
conocer el sacrificio que conduce al cielo después de la muerte, y Yama no
solo le enseñó sobre ese sacrificio, sino que también le dio el nombre de
Nachiketas.
Como tercer beneficio Nachiketas pidió:
“Cuando un hombre muere...algunos dicen que es, otros dicen que no es....Yo
sabría la verdad.” Nachiketas no quería saber acerca de nuestro destino
después de perder nuestro cuerpo físico. “Al igual que el maíz, un hombre
madura y cae a la tierra, al igual que el maíz, brota nuevamente en su
momento.” Lo que quería saber era probablemente el estado más allá de la
iluminación.
Yama vaciló en contestar al chico. Quizá
para probarlo le ofreció hijos y nietos, ganado, elefantes y caballos, oro,
un reino poderoso y toda clase de placeres. Podemos recordar las tentaciones
de Mâra a Buda próximas a su iluminación, o la tentación de Cristo de parte
de Satanás en el desierto.
Pero Nachiketas rehusó ceder (como lo
hicieron Buda y Cristo), y Yama, que estaba secretamente complacido, comenzó
a enseñarle. No le enseñó el secreto final, porque eso no se puede enseñar,
sino que uno mismo debe darse cuenta. Pero, para alentar al niño, le dijo
estas palabras:
¡Levántate, despierta!
Acércate a los pies del Maestro y conoce ESO. Igual que el filo de la
navaja, dicen los sabios, es el sendero.
Es angosto y difícil de
transitar. Sin sonido, sin forma, intangible, eterno, sin sabor, sin olor,
sin comienzo, sin final, inmutable. Más allá de la naturaleza, está el Ser,
conociéndolo así, uno se libera de la muerte.
De esta manera incentivó al niño a estar
alerta en el sentido más profundo de su ser interior.
La importancia de estar alerta en la
vida diaria se enfatiza en muchas tradiciones religiosas.
En el Cristianismo, el Hermano Lorenzo
enfatizó lo que él llamó “la práctica de la presencia de Dios.”
Un monje novato le dijo a Joshu, maestro
del Budismo Zen, recién he ingresado a la hermandad y estoy ansioso por
aprender el primer principio del Zen. ¿Me lo enseñarás?” Joshu dijo: ¿Has
comido tu cena?” El novicio respondió: “He comido,” y Joshu dijo: “Ahora
lava tu plato.”
Christmas Humphreys, el fundador de la
Sociedad Budista en Inglaterra, solía decir que lo que es importante y que
debería tener toda nuestra atención es simplemente “el próximo paso” .
Hay dichos sabios desde la alegre y
humorística tradición Casidista: Poco después de la muerte del rabino
Mokshe, el rabino Mendel le preguntó a uno de sus discípulos: “¿A qué le
daba tu maestro la mayor importancia?”, y la respuesta fue: “A cualquier
cosa que estuviese haciendo en el momento.”
Un explorador regresó del Amazonas e
intentó describir sus experiencias a sus conciudadanos, pero ¿cómo podía
ponerlas en palabras? Dijo: “Vayan y vean por ustedes mismos,” y para
guiarlos, dibujó un mapa del río. Ellos se abalanzaron sobre el mapa y lo
enmarcaron en la alcaldía, e hicieron copias para si mismos. Aquéllos que
estudiaron el mapa se consideraron expertos en el río. ¿Estamos buscando
mapas o libros de instrucciones para seguir?
Cuando pensamos en “estar alertas”,
podemos ser tentados a que para lograrlo, debemos practicar concentración.
Podemos pensar en los últimos tres pasos del Raja Yoga Hindú, y en el Noble
Óctuple sendero Budista, a veces traducidos como “concentración, meditación
y contemplación.” Pero según Krishnamurti, quien puso gran énfasis en estar
alerta, este no es el caso.
Al tratar de concentrarse,
los pensamientos-sentimientos conflictivos son suprimidos, dejados a un lado
o superados y a través de este proceso no puede haber comprensión. La
concentración se obtiene a expensas de una conciencia profunda. Si la mente
es insignificante y limitada, la concentración no la hará menos pequeña ni
trivial, por el contrario, fortalecerá su propia naturaleza. 10
Todo niño es capaz de
concentrarse, déle un juguete nuevo y él se concentra. Todo hombre de
negocios se concentra cuando quiere ganar dinero. La concentración que
pensamos deberíamos tener para meditar, es realmente estrechez, un proceso
de limitación, de exclusión. 11
La idea de que estamos
distraídos cuando queremos concentrarnos solo implica que uno se resiste a
lo que se llama distracción. Cuando su pensamiento se desvía, déle toda su
atención a ese pensamiento, no lo llame distracción. 12
Otra advertencia es tal vez apropiada.
Deberíamos estar concientes de nuestros motivos al buscar estar alertas,
concientes. Recordemos la advertencia de Luz en el Sendero:
Mata la ambición.
Es fácil decir: “No seré
ambicioso”, no es tan fácil decir: “Cuando el Maestro lea mi corazón, lo
encontrará libre de toda mancha”. El artista puro que trabaja por amor a su
obra está a veces más firmemente ubicado en el camino correcto que el
ocultista que se imagina haber apartado de sí el interés propio, pero que en
realidad solo ha ensanchado los límites de la experiencia y del deseo, y ha
transferido su interés a cosas relacionadas con una mayor expansión de vida.
Referencias
1-
Los Años
del Despertar,
p. 158.
2-
Citado en
Dichos de J. Krishnamurti (compilado por Susumaga Weeraperuma), p.18
3-
ídem. p 20
4-
ídem. p.21
5-
ídem. p.23
6-
El Hombre,
Dios y el Universo,
pp.361-2
7-
Compendio
de la Doctrina Secreta,
pp. 19-20
8-
Dichos de
J. Krishnamurti
(compilado por Susumaga Weeraperuma), p.195
9-
ídem. p 196
10-
ídem. p 37
11-
ídem. p 37
12-
ídem. p 38