BINAY
KRISHNA
Es miembro
de la Sección Inda, y vive en Patna
Este es un artículo
explicativo de las enseñanzas de Buddha. Estas enseñanzas de Buddha
Sâkyamuni son una importante herencia de la humanidad, que ayuda a las
necesidades humanas. Cuando examinamos las tradiciones espirituales
existentes en el mundo, todos estamos de acuerdo respecto a la importancia
de la práctica ética. Incluso el antiguo Indo Charvaka, nihilista que negaba
cualquier tipo de vida después de la muerte, afirmó en ese entonces que dado
que esta es nuestra única vida, es vital dirigirla moralmente disciplinando
nuestra mente. El famoso científico Erwin Schroledinger, que fue quien dio
origen a la mecánica ondulatoria (que luego condujo a la Mecánica Quántica)
hizo una afirmación interesante: “Considero la ciencia como una parte
interesante del esfuerzo humano para comprender la gran pregunta filosófica
que abarca todas las demás: ¿QUIÉNES SOMOS NOSOTROS?”
La Naturaleza funciona de
acuerdo a leyes que los científicos han descubierto a partir de sus
observaciones, experimentos y de su razonamiento. Desafortunadamente, la
ciencia se ha desconectado de la búsqueda filosófica y religiosa del hombre
y a menudo se la considera como antagónica a tal búsqueda. Se le da mucha
importancia a comprender el mundo externo a nuestro alrededor, pero existe
una total negligencia de las funciones y consciencia del hombre.
Puede ser aconsejable explorar
algunos aspectos generales de los experimentos psicológicos occidentales.
Pavlov, en el transcurso de los experimentos con su perro, descubrió que
después del proceso de hacer sonar la campana mientras lo alimentaba con su
bizcocho preferido, el perro salivaba. El proceso se repitió varias veces.
Más tarde descubrió que aunque no le diera el bizcocho, si la campana
sonaba, el perro igual salivaba. A esto él lo llamó “reflejo condicionado”.
Se produce una manifestación psicológica interna a partir de condiciones
puramente físicas.
Freud, por medio de su
psicoanálisis, conectaba todo comportamiento con la libido sexual que era un
poco más profunda que la teoría del “reflejo condicionado” de Pavlov. Puede
ser interesante notar que Carl Jung, el famoso psicólogo clínico, descubrió
que en el transcurso de su práctica las personas que se dedicaban a
actividades filantrópicas no tenían ningún problema psicológico. Las
personas auto-centradas sí los tenían y requerían de su ayuda. La psicología
occidental no tiene mucho que decir de las causas de las aflicciones
mentales en los seres humanos.
La primera verdad cardinal
del Buddha es que el mundo está lleno de sufrimiento. Al diagnosticar la
enfermad, Tathagata muestra un camino de salida basado en su propio
conocimiento y percepción de la psicología verdaderamente humana. Cuando la
civilización llega a un periodo de problemas como en el que estamos ahora,
los individuos reflexivos se dirigen desde el mundo externo del caos
político y social al mundo interno de la psique. Dejemos que los principios
básicos sean examinados desde la percepción hacia una nueva forma de vida
por medio de la cual la civilización puede encontrar una renovación.
Requiere una dimensión espiritual diferente.
El problema básico que
confronta un hombre reflexivo, no es qué es el mundo, sino “quién soy yo”.
Con mis ojos veo formas, escucho sonidos con mis oídos, tocamos objetos,
etc. Pero incluso con la destrucción de estos órganos, permanecemos. ¿Quién
es este “yo”? ¿Quién soy “yo”? Los cinco órganos de los sentidos trasmiten
esto que no tiene nada que ver con el verdadero “Yo”. El pensar se puede
agregar como la sexta actividad sensorial que se ve afectada por los cinco
sentidos externos y su relación casual a otro, que resulta en el fenómeno
del mundo externo. El órgano del pensamiento tiene para su objetivo espacio
infinito. Reconocemos el espacio por el mero pensamiento cuando los cinco
sentidos externos están en reposo.
Sin embargo, es posible
eliminar el espacio de nuestro pensamiento en profunda concentración sobre
el pensamiento. Esto conduce a una comprensión directa de que el espacio no
tiene una realidad objetiva y no tiene nada que ver con mi verdadero “Yo”.
Incluso si el espacio se reduce al tamaño del pulgar, el “Yo” permanece.
No es difícil ver que nuestro
organismo corpóreo es el aparato por medio del cual vemos, oímos, olemos,
tocamos y pensamos o conocemos el mundo externo. Decir “veo”, “oigo” o
“pienso” es tan erróneo como si el conductor de una máquina a vapor dijera:
“Estoy largando vapor”.
Es con el deseo que estamos
conectados con nuestro aparato cognoscitivo: queremos un organismo y
queremos usarlo. El Señor Buddha dice que los componentes más esenciales o
atributos y mi verdadero yo no están en modo alguno tocados por todos estos,
y por lo tanto están más allá del conocimiento.
La pregunta es cómo es que
llegamos a tener lo que deseamos, poseyéndolo. Repetimos este proceso de
épocas inmemoriales y lo repetiremos perpetuamente. Nadamos en un “inmenso
mar de impermanencia.” En el momento de la muerte, cuando estoy obligado a
renunciar a mi aparato cognoscitivo, me aferro a nuevos embriones que están
en armonía con mi tanhâ más íntimo.
Sea lo que sea que
experimentemos continuamente, cambia en algo diferente. Este es el otro
atributo del mar de impermanencia: no hay sensación de dicha que no se
convierta en sensación de aflicción. Tanhâ, que ansía el placer
sensual, reina en nosotros. No obtener lo que deseamos es sufrimiento. Todo
el deseo dentro de nosotros tiene como objetivo un placer sensual, pero
todos son transitorios.
El otro aspecto del placer
sensual mundanal es que el sufrimiento surge del tanhâ obstruido, de
las ansias. El sufrimiento cesa con el abandono de tanhâ. Al no tener
deseos, una paz sin límites desciende sobre nosotros dado que los deseos ya
no nos perturban más. También ve que esa ansiedad es otra causa de
sufrimiento. La máxima riqueza se puede obtener o alcanzar temporalmente.
Piensen en un joven que se lo
coloca en un palacio encantado. El joven se maravillará de la belleza del
palacio sin ver a través de las ilusiones. Le gustará el mundo como se le
presenta a primera vista. Tanhâ o ansia surgirá, que luego sella su
destino. En la ruptura del aparato cognoscitivo en el momento de la muerte,
se pondrá a sí mismo en manos del mundo innumerables veces.
Al principio, incluso meditar
en un lugar recluido se hace imposible al ser perturbados por pensamientos
extraños que se agitan dentro de nosotros. Pero para superar esta
distracción, es importante que repitamos el intento y no cedamos a ellos.
Llegamos a darnos cuenta gradualmente, a medida que la actividad
cognoscitiva se vuelve más pura, que el pensamiento es más libre y más
independiente hasta que uno permanece durante horas en pacífica
contemplación.
Es por esto que debemos
convertirnos en hombres rectos, es decir, hombres que no cedemos a una burda
manifestación de “ansias”. Primero debemos alcanzar pureza moral. El segundo
paso es distraernos de lo mundanal por un esfuerzo moral. Esto puede no
resultar en pobreza externa: es cuestión de pobreza interna. Gradualmente
usa recursos y su facultad, no para su propio interés sino por sus
semejantes: él es un brahmán, un asceta, un monje (Dha. X 142). Buddha llama
a esta condición, el estado de entrega de la mente. Afirma que esos hombres,
aunque todavía sobre la tierra, viven con desapego voluntario con pureza
total, y con amistad ilimitada hacia todas las criaturas vivientes, viven
“una vida celestial sobre la tierra”.
El peregrino en el sendero de
la vida, por una actividad cognitiva pura, totalmente sordo y ciego al mundo
externo, al culminar en profunda contemplación puede disfrutar una
percepción exclusiva del espacio vacío infinito. Después de su muerte
renacerá en una esfera en la que disfruta la majestuosa paz supra-mundana
del vacío y no enfrenta la muerte durante millones de años. Pero esto
tampoco es el pináculo. También esto es transitorio, por lo tanto produce
aflicción.
Buddha llama a un adepto (el
Consumado) el totalmente extinguido. Él dio el símil que uno se extingue en
la muerte como lo hace una lámpara. Quemar y extinguir son meros procesos
que se refieren al atributo de la lámpara, es decir al aceite, el pabilo, y
la avidez con la que la llama consume el aceite. Lo que subyace bajo la
manifestación de los cinco sentidos es una “X incomprensible” en la que
surge Tanhâ, la sed de usar el combustible. Buddha enseña claramente
que lo que se extingue en nosotros es la llama de la avidez, el odio y la
desilusión. Él dice: “Lo que veo como que se origina y se extingue es algo
diferente a mí. Si fuera lo mismo, también podría dejar de ser. Todos los
componentes de la personalidad no pueden ser mi verdadero Yo.” Schoenhaur
dice: “Ciertamente, la esencia incognoscible es sumamente sublime y
majestuosa: en ella no hay surgimiento o muerte.” Desde este punto de vista
no es Él quien se extingue, sino el mundo. Para nosotros el proceso es sólo
a la inversa. Es un estado en el que existe libertad de cualquier
movimiento, silencio profundo, gran quietud, absoluta tranquilidad, es decir
la gran PAZ. La armonía absoluta reina en esta esfera de Nibbâna y la
benevolencia ilimitada.
OM, ¡AMITÂYA!
No midas con palabras lo inmensurable, ni hundas la cuerda del pensamiento
en lo insondable.
Quien
pregunta yerra, quien responde, yerra. ¡No digas nada!
La Luz
de Asia