El tema de la armonización es de vital
importancia para la humanidad. Estando fuera de armonía con el medio ambiente y
con nosotros mismos, hemos hecho un enorme daño a las relaciones mutuas y a
nuestro propio progreso. El daño que nos hacemos a nosotros mismos puede que
nunca esté separado del daño que hacemos a los demás. Somos responsables del
total. Aquellos que están bien armonizados e integrados internamente, irradian
armonía y felicidad dondequiera que vayan y en cualquier cosa que hagan. Por
otra parte, cuando hay desacuerdo interno, engendra desacuerdo externo. Además,
como dice La Voz del
Silencio: ‘Antes que el alma pueda ver, debe alcanzar la armonía interna’.
Toda discordia ciega la visión y se retarda el progreso humano.
El universo no es un caos sino un
cosmos, tan perfectamente sintonizado que aquellos que lo comprenden a través
del estudio y contemplación se quedan sin palabras, en completo asombro. En su
libro Sólo Seis Números, subtitulado
‘Las Profundas Fuerzas que Configuran el Universo’, el autor Sir Martin Rees
escribe acerca de seis números, algunos de ellos muy pequeños y algunos muy
grandes, que constituyen la ‘receta’ para el universo. Si alguno de ellos
aumentara o disminuyera aún un poco, no habría estrellas ni vida. Por ejemplo,
si la relación existente entre gravedad y energía de expansión fuera aún
levemente diferente, el universo habría colapsado hace mucho tiempo, o no se
habrían formado ni galaxias ni estrellas. El hace la pregunta: ‘¿Es esta
armonización sólo un hecho brutal, una coincidencia?’
De acuerdo a los antiguos indos, el
orden cósmico se llamaba rta. El
inimaginable alto nivel de sintonización que mantiene el orden cósmico no se
relaciona solamente con los hechos perceptibles, medibles, de los que los
científicos toman conocimiento; existe en dimensiones sutiles con los cuales no
se interesa la ciencia. Rta para los
antiguos era armonía omniabarcante, el fundamento de todo fenómeno en los
campos, visible y profundamente invisible y dimensiones de la existencia. David
Bohm podría haber tenido una percepción en este aspecto cuando escribió Totalidad y el Orden Implicado, acerca de
la totalidad indivisa en el movimiento que fluye y un orden implicado que
‘constituye un aspecto fundamental de la realidad’.
El oído de un músico experto es tan
sensible que se vuelve consciente de aún la más ligera desviación de la armonía
de los sonidos. Escucha diferencias finas que sus oyentes no pueden notar, y
cada vez que lo necesita ajusta las cuerdas para mantener el acorde perfecto.
Cada músico en una orquesta cuida también de conservar la excelencia musical:
aún los más ligeros matices son importantes, porque son esenciales para el total.
El orden cósmico o rta, en una vasta, casi insondable escala, puede ser similar. Hay
una inteligencia y poder creativo (el músico maestro) que restaura la armonía
del universo, aún si está alterada en el más leve grado. Este es el trabajo de
Karma o Karma-Némesis como lo llama Madame Blavatsky en La Doctrina Secreta. Dice que ‘el
único decreto de Karma –decreto eterno e inmutable – es la Armonía absoluta en el
mundo de la Materia
como lo es en el mundo del Espíritu. No
es, por tanto, Karma lo que recompensa o castiga, sino que somos nosotros los
que nos recompensamos o castigamos, según trabajemos con, por y según las vías
de la Naturaleza , ateniéndonos a las leyes de que depende esta armonía, o las
infrinjamos’ (II.368). HPB también dice en este contexto que mientras el efecto
de haber perturbado ‘aún el más pequeño átomo en el Mundo Infinito de la Armonía ’ no se haya reajustado, el ‘hacedor del mal’ sufre lo que
piensa que es retribución. Experimenta lo que llamamos ‘dolor’ y lucha por
escapar de él, e ignorando lo que le sucede, actúa de tal forma como para crear
nueva perturbación.
La tradición antigua también afirma que
invisibles a nuestra percepción existen muchos tipos de seres, dotados de
inteligencia en variada medida, quienes están en un estado de armonía
inconsciente con la
Naturaleza y espontáneamente
realizan la ‘Gran Obra’. Alegremente tocan sus propias notas en la
sinfonía cósmica. Así lo hacen todas las criaturas subhumanas que conocemos.
Solo para el ser humano surge la pregunta de cómo estar en armonía con el
universo. Nosotros, quienes estamos tan fuera de armonía, sentimos la miseria
de la competencia y anhelo por la paz, amor y belleza.
Pero afortunadamente, la consciencia
humana tiene el poder de observar, reflexionar y comprender lo suficiente
acerca del universo en el que se encuentra para entender la responsabilidad de
los individuos en conservar la armonía. A través de nuestro propio esfuerzo por
ver y comprender la vida, debemos entender que las condiciones caóticas de la
sociedad humana resultan de las contradicciones dentro de nosotros mismos. Por
lo tanto, el remedio está en nuestras manos. Si prestamos atención para
comprender, nuestra consciencia puede hacer la transición a un nuevo nivel de
conocimiento del orden universal, su significado y belleza.
La evolución no es meramente un
desarrollo desde grados menores a mayores de complejidad de la forma, sino
también un florecimiento de la consciencia a niveles superiores de consciencia.
Esta consciencia incluye una apreciación de las energías fundamentales en el
cosmos; no se refiere necesariamente al conocimiento de detalles. Es una visión
de los principios divinos que se manifiestan en cada detalle como también en el
flujo general. La omnisciencia del Buddha, dice la tradición, consiste en el poder de conocer todas las cosas más
bien que en el conocimiento de detalles tales como cuántos cabellos hay en la
cabeza de una persona.
El flujo de la manifestación revela
estos principios divinos en varios grados a través de varios fenómenos y
funciones. En el flujo de una cascada vemos
un movimiento continuo, aunque hay un cambio constante. Los chispeantes
cambios contra el trasfondo de un estado
ininterrumpido causa que experimentemos un deleite refrescante y un sentimiento
de novedad a cada instante. La oscuridad o mundo fenomenal es movimiento
infinito y un cambio sin final, pero el movimiento fundamental es la Existencia inmutable y
eterna – una paradoja que se repite en otras formas. El orden del universo
abarca una inmensa diversidad de formas y patrones. La energía creativa que lo
sostiene constantemente da nacimiento a cosas nuevas; pero nada se repite, ni
aún una hoja de un árbol es igual a otra. La Naturaleza parece aborrecer la clonación y la conformidad. Aún
en medio de las sorprendentes diversidades de la vida, existe un lazo
misterioso que une todas las cosas en un total. El ser humano es como una gota
en la vastedad y profundidad del océano de la existencia, aparentemente
separada, pero inseparable de él.
Estas paradojas, todas son parte de la música
de las esferas. La gran sinfonía de la Naturaleza se toca con diversos músicos,
instrumentos, melodías, ritmos y así sucesivamente. En una parábola Sufí se
relata que cuando el discordante graznido de un cuervo irritaba a algunas
personas y los alejaban con ira, el Señor llamaba a sus ayudantes y les preguntaba por qué faltaba un miembro de su orquesta. Cada
elemento particular deriva su valor del enriquecimiento del total, pero es el
total que es la ‘música de las esferas’. Es maravilloso ser humano, porque
podemos regocijarnos en la belleza y la novedad de todos los diferentes
elementos y también darnos cuenta que no son otros que la totalidad. Son, en
realidad, el Total mostrando una parte de su propia naturaleza, al igual que la Luz muestra los colores del arcoíris.
Cada unidad tiene la potencia de la diversidad, y todas las diversidades se
fusionan en la unidad.
El problema humano es que nuestras
contradicciones internas tienen su base en la gran paradoja de la
manifestación, cuando el Supremo aparece como otros aparte de El Mismo. El
Vizconde de Nouy, en su libro Destino
Humano, como también otros, han especulado en los propósitos fundamentales
de la evolución y han sugerido que incluyen la armonía, libertad e
individualidad. En el humano promedio, la afirmación de la individualidad
destruye la armonía y parece establecer la libertad. La diversificación de las
formas y especies es un medio para desarrollar más y más características
humanas. Hay una amplia diferencia, por ejemplo, entre un mosquito y un
elefante, no sólo a causa del tamaño, sino porque en el primero difícilmente
hay una individualidad, mientras que en el último es marcadamente individual en
apariencia, comportamiento e inteligencia. El ser humano ha progresado aún más
en esta dirección. Pero a través de milenios, la evolución de la consciencia
también ha estado desarrollando libertad
y un sentido de armonía. Orgánicamente, ha habido tales desarrollos: el animal
es físicamente más libre que la planta, y la humanidad es aún más libre.
Internamente también, se está progresando hacia la libertad. Hay, sin embargo,
la aparente contradicción entre la
necesidad de armonía por una parte, y la individualidad por el otro, en las
vidas de la mayoría de los seres humanos. Esto está resuelto en las etapas
pre-humanas antiguas por medio de los propios ajustes de la Naturaleza. Pero
en el ser humano auto-consciente ay conflicto y lucha. Desea relacionarse, aunque su egoísmo estropea las oportunidades
de experimentarlas alegremente. La afirmación de la individualidad (que es egoísmo)
es la primera causa de nuestra
desarmonía. Similarmente, queremos libertad, pero también necesitamos orden –
esto no es solamente un individuo, sino también un dilema social nacional.
De aquí que nuestro problema principal
es: ¿Podemos liberarnos sin crear situaciones caóticas y dolorosas? ¿Podemos
alimentar la unicidad latente dentro de nosotros, sin estar en guerra? Mucho
depende de cómo nos comprendemos y de
esos valores que son de la sustancia básica del universo.
Los valores universales y eternos del cosmos son inconexos e independientes de
las cosas externas. Como dijo el poeta:
Ni los barrotes de hierro una
jaula’.
The
Theosophist, Mayo 2001
Tradujo: Perla