domingo, 28 de abril de 2013

EL CORONEL HENRY STEEL OLCOTT


EL CORONEL HENRY STEEL OLCOTT
Por Annie Besant.

H. S. Olcott provenía de una vieja familia puritana inglesa establecida durante
muchas generaciones en Estados Unidos, y su abuela era descendiente de uno de los
primeros miembros de la Compañía Holandesa de las Indias Orientales. Nació en
Orange, New Jersey, el 2 de agosto de 1832. Tenía sólo veintitrés años, cuando el éxito
que alcanzó en una granja modelo de Agricultura Científica cercana a Newark, hizo
que el gobierno griego le ofreciera la Cátedra de Agricultura en la Universidad de
Atenas. El joven rechazó tal honor, y el mismo año fundó junto con el Sr. Vail, de New
Jersey, ʺLa Granja Escuela de Westchesterʺ (The Westchester Farm School), cerca de
Mount Vernon, en Nueva York, una escuela considerada en Estados Unidos como una
de las pioneras del actual sistema educativo agrícola nacional. Allí, se interesó en el
cultivo del sorgo, recientemente traído a Estados Unidos, y escribió su primer libro,
titulado El Sorgo y el Imphee, la Caña de Azúcar China y Africana, obra de la cual se
hicieron siete ediciones, y que el Estado de Illinois decidió tener en sus bibliotecas
escolares. Ese libro llevó a que le hicieran una oferta para ocupar la jefatura del
Departamento de Agricultura en Washington, propuesta que rechazó, al igual otras
propuestas como administrador de dos inmensas propiedades.
En 1858, el Sr. Olcott visitó Europa por primera vez, interesado aún en el
mejoramiento de la agricultura, y el informe de lo que vio fue publicado en la
Enciclopedia Americana Appleton (Appletonʹs American Cyclopaedia). Reconocido como
un experto, se convirtió en corresponsal norteamericano de la afamada publicación
Mark Lane Express (Londres), y Editor Asociado Agrícola del famoso diario New York
Tribune, publicando además otros dos libros sobre agricultura.
Esa fase de su vida concluyó con el comienzo de la Guerra Civil norteamericana,
cuando su pasión por la libertad lo llevó a alistarse en el ejército del Norte, y
permaneció en la campaña de Carolina del Norte bajo las órdenes del General
Burnside, pero tuvo que ser enviado a New York debido a unas fiebres. Tan pronto
como se recuperó, se preparó de nuevo para ir al frente, pero el gobierno, dándose
cuenta de su capacidad y su valor, lo escogió para llevar a cabo una investigación por
sospechas de fraudes dentro de la Oficina de Recaudación y Desembolsos de Nueva
York. Todos los medios se emplearon para detener su resuelta investigación, pero ni
los sobornos ni las amenazas hicieron mella en la conducta del decidido joven oficial,
dentro de una campaña que era más peligrosa que enfrentarse a las balas sureñas en el
campo de batalla. Su arrojo físico brilló en la Expedición de Carolina del Norte, y su
valor moral fulguró aún más resplandeciente en los cuatro años que estuvo luchando,
Coronel Henry Steel Olcott en medio de una tormenta de calumnias y oposición, hasta que envió al peor criminal a la prisión de Sing Sing durante 10 años, y luego recibió un telegrama gubernamental
donde le decían que esa convicción era ʺtan importante para el gobierno como la
victoria de una gran batallaʺ. El Secretario Stanton declaró que le otorgaba autoridad
ilimitada, porque ʺencontró que él no había cometido error alguno que requiriese
correcciónʺ. El Secretario Asistente Fox escribió, por su parte, que deseaba dejar
testimonio del gran celo y fidelidad que caracterizaron su conducta, bajo
circunstancias muy comprometedoras para la integridad de un funcionarioʺ. El
Secretario Asistente de Guerra escribió: ʺUsted tendrá de sus conciudadanos el
respecto que se le debe por su patriotismo y honorable servicio al Gobierno durante la
rebeliónʺ. El Juez Defensor General del Ejército escribió: ʺNo puedo permitirme dejar
pasar la ocasión sin expresarle francamente mi gran aprecio por los servicios que usted
ha prestado, en la difícil posición y responsabilidad de la que está a punto de retirarse.
Estos servicios se destacaron notablemente por su tesón, capacidad, y absoluta
fidelidad hacia el deberʺ. Tales palabras revelan las cualidades más características de
la vida de H. S. Olcott.
El Sr. Olcott se convirtió en el Coronel Olcott, y en Comisionado Especial del
Departamento de Guerra. Después de dos años, el Secretario de la Armada le rogó que
prestara sus servicios para acabar con los abusos en los astilleros, por lo que fue
nombrado Comisionado Especial del Departamento de la Armada. Con una actitud
resuelta y decidida se sumergió en el trabajo, limpió ese Departamento, reformó el
sistema de cuentas, y al final recibió el siguiente testimonio oficial: ʺDeseo decir que
nunca me he encontrado con un caballero a quien al confiársele tan importantes
deberes, haya respondido con más habilidad, rapidez y confiabilidad que la que usted
ha demostrado. Ante todo, deseo dar testimonio de su entera rectitud e integridad de
carácter, que estoy seguro han distinguido su carrera completa y que, según mi
conocimiento, jamás han fallado. Que usted haya escapado sin mancha en su
reputación, considerando la corrupción, la audacia y el poder de muchos villanos en
altos puestos a quienes usted ha perseguido y castigado, es un tributo del cual usted
bien puede enorgullecerse, y que ningún otro hombre en similar puesto y servicio para
este país ha logrado jamásʺ.
Este fue el hombre a quien Madame Blavatsky, enviada por su Maestro a Estados
Unidos para hallarlo, fue escogido por Ellos para fundar junto con HPB la Sociedad
Teosófica, para luego pasar el resto de sus vidas organizándola por todo el mundo. Él
llevó a esa tarea su inmaculado récord de servicios públicos a su país, su aguda
capacidad, sus enormes poderes de trabajo, y una absoluta falta de egoísmo, que hizo
que su colega declarara que ella nunca había visto nada igual fuera del Ashram de los
Maestros.

Madame Blavatsky encontró a Olcott en Eddy Farm, a donde él había sido
enviado por los diarios New York Sun y New York Graphic, para informar sobre las
extraordinarias manifestaciones espirituales que estaban aconteciendo allí. Tan
valiosos fueron sus artículos, que por lo menos siete editoriales diferentes
contendieron por los derechos de publicación en forma de libro. Tan enorme fue el
interés despertado, que los periódicos vendieron a dólar cada copia, y se dijo que él
dividía la atención pública, de la segunda elección general a la Presidencia. Los dos
valientes corazones se reconocieron y se dieron las manos en una unión que duró toda
la vida, terminando en la tierra cuando H. P. Blavatsky falleció en 1891, pero sin
terminar realmente, como creían ambos, por el trivial incidente de la muerte, sino para
continuar al otro lado hasta que les llegara el momento de retornar y renacer de nuevo
en este mundo.
El Coronel Olcott, quien había renunciado al Departamento de Guerra y había
sido admitido en el Colegio de Leyes, percibía un alto salario como asesor de aduana y
fisco cuando le llegó el llamado. Abandonó su práctica, y al año siguiente fundó la
Sociedad Teosófica, donde los Maestros lo designaron como Presidente vitalicio,
pronunciando su discurso inaugural el 17 de noviembre de 1875 en Nueva York.
Estudió con Madame Blavatsky, y la ayudó a redactar en inglés la gran obra de ella,
Isis Sin Velo, uno de los clásicos de la Sociedad.
En 1878, ambos viajaron a la India y durante un tiempo establecieron su residencia
en Bombay. Allí el Coronel Olcott inspiró la primera exhibición de productos de la
India, instando a los nativos a usar preferentemente sus propios productos, antes que
los de fabricación extranjera. En la primera Convención de la Sociedad Teosófica en la
India, primeramente se proclamó el Svadeshismo, adoptándose más tarde.
Inmediatamente comenzó una fuerte propaganda en toda la India, que en gran
medida se vio afectada por la hostilidad gubernamental, pero que fue acogida por las
masas de hindúes y parsis.
En 1880 comenzó el gran reavivamiento budista en Ceilán, que actualmente tiene
tres universidades y 205 escuelas, de las cuales 177 recibieron donaciones
gubernamentales este año (1907), y hasta el 30 de junio de 1906 había 25,856 niños
asistiendo a esas escuelas. Este trabajo se debe a la energía puesta de todo corazón y a
la devoción del Coronel Olcott, quien profesaba el budismo. Otro gran servicio al
budismo tuvo lugar durante su visita a Japón, en 1889, durante la cual hablando ante
unas 25,000 personas, obtuvo éxito en la elaboración de catorce propuestas
fundamentales que constituyen la base de la unión entre las iglesias budistas del norte
y del sur, divididas durante largo tiempo.
En 1882, los Fundadores compraron casi completamente con su propio dinero, la
hermosa propiedad de Adyar, cerca de Madras, donde establecieron la sede principal

de la Sociedad Teosófica. El trabajo realizado entre 1875 y 1906 puede juzgarse mejor
por el hecho de que a finales del año 1906, el Presidente había emitido 893 cartas
patentes para filiales en todo el mundo, con la mayoría agrupada en once Secciones
Territoriales, y el resto esparcido por condados donde las ramas no eran todavía lo
suficientemente numerosas como para formar una Sección. La filial más al norte está
en el Círculo Ártico, y la del extremo sur, en Dunedin, Nueva Zelanda.
Su tiempo, pensamientos y dinero fueron todos entregados a su Sociedad amada.
Un día le dije: ʺHenry, creo que usted se cortaría su mano derecha por la Sociedadʺ.
ʺ¡Cortar mi mano derecha!ʺ, exclamó. ʺ¡Yo me cortaría en pedacitos si ello beneficiara
de alguna manera a la Sociedad!ʺ Y realmente lo habría hecho. Viajó por el mundo entero desplegando una incesante y vigorosa actividad, que
los médicos dijeron que era la causa de su fallo cardiovascular, mientras que su cuerpo
todavía estaba espléndidamente vigoroso. Su hipertensión cardiaca se debió a
demasiada actividad con excesivas conferencias en cortos plazos de tiempo. ʺUsted se
morirá como mismo yo agonizoʺ, me dijo recientemente. ʺEllos la hacen trabajar tanto
como a mí ʺ. Al más lejano norte o sur, Olcott viajó para alentar, animar, aconsejar y
organizar. Y siempre regresaba con regocijo a su amado Adyar para descansar y
recuperarse.
Muchas fueron las dificultades confrontadas por este hombre de corazón de león
durante estos treinta y un años. Se mantuvo firme durante el deshonroso ataque
contra Madame Blavatsky por parte de la Sociedad de Investigaciones Psíquicas, y
vivió para ver al Dr. Hodson aceptar más milagros que los que entonces denunciara.
Condujo la Sociedad a través de la crisis que durante un tiempo desgarró casi
enteramente la Sección americana, para luego ver a esa misma Sección darle la
bienvenida a su tierra natal con orgullo y elogios. Vio a su colega, HPB, morir a su
lado y sobrellevó la carga solo, firme y valientemente durante otros dieciséis años.
Estrechó además sus manos con Annie Besant, la alumna favorita de ella, con la misma
lealtad y firmeza que HPB lo hiciera. A través de los buenos o los malos informes,
trabajó firmemente hasta que la voz de su Maestro lo llamó. Bajo esa misma orden,
nombró a su colega Annie Besant como su sucesora, para llevar sobre sus hombros la
carga de H. P. Blavatsky y la suya propia. Soportó sus últimos prolongados
sufrimientos con valentía y paciencia, y encaró la muerte con la misma firmeza con
que enfrentó la vida. En las últimas semanas de su enfermedad, se regocijó con las
visitas de los Grandes Sabios de la India, a quienes les dio su fortaleza humana y su
devoción durante toda su vida. Él se ha ido de esta tierra dejando atrás un espléndido
monumento de noble trabajo, y al otro lado continuará trabajando aún hasta que le
llegue el momento de retornar.

La India no ha tenido auxiliar más fiel en el reavivamiento de sus religiones que
este noble americano, y puede muy bien enviarle su bendición a este hombre que la
amó y le sirvió.


Traducción: Jorge Morales
Redacción: Eulalia M. Díaz