sábado, 23 de marzo de 2013

LA TEOSOFÍA, UNA SÍNTESIS COMPRENSIVA


CAPÍTULO VII
Sri Ram

            La Teosofía, como lo indica la palabra, es la Sabiduría Divina; pero sólo podemos tener un concepto de esa Sabiduría de acuerdo con nuestras propias capacidades. Para nuestros propósitos, pues, podemos definirla como la Sabiduría declarada en todas las cosas; una Sabiduría que debe tener una relación con las cosas que observamos, con nuestra experiencia práctica.
            En cualquier concepto que nos formemos de Dios como Realidad, o del hombre y el universo en relación con Dios, no podemos ir en contra de los hechos, o sea de nuestras experiencias, cualquiera que sea la explicación de esas experiencias. Entre esos hechos innegables se cuentan las observaciones de la Ciencia; pero no las deducciones de ellas, de las cuales hay muchas, ni tampoco las teorías, que cambian de cuando en cuando, y que deben seguir cambiando a medida que se despeja algo más de esa “X” que la Ciencia deja por fuera. Varias de esas incógnitas se han ido presentando ante la Ciencia en su progreso. Las deducciones y teorías deben juzgarse sobre sus propios méritos, y cada uno de nosotros debe sentirse libre para juzgarlas. Bien puede ser que ciertas teorías científicas concuerden con la opinión oculta en ciertos puntos, o que hasta se identifiquen esencialmente con esa opinión oculta, aunque se expresen en otros términos. La palabra “oculta” suena misteriosa, pero significa solamente “lo oculto”; y lo que está oculto a nuestra limitada visión y percepción en la Naturaleza es inmensamente más que lo que está descubierto y patente en la superficie.
            La Ciencia, en el sentido moderno, se basa en observaciones y ha crecido sobre ellas. Pero lo que se observa no es sino una apariencia, una forma. Detrás del frente o fachada de esa forma hay una serie de factores causativos. Y el intento de conocer algo de esos factores y de sus creaciones a diferentes niveles, es lo que da origen a lo que se llama Ocultismo.
            Hay algo que trasciende a las formas que podemos observar en cualquier plano de materia; y ese algo pertenece a la naturaleza de la vida o consciencia, al lado subjetivo. El Ocultismo estudia tanto ese lado subjetivo como el objetivo. Cuando la vida o consciencia se manifiesta por medio de una forma, en cualquier clase de actividad observable, entonces la Ciencia puede tomar esas actividades y hablar de esa vida o consciencia en términos de esas actividades. Pero la visión científica está limitada por el hecho de que existen límites definidos para las facultades de observación física que el hombre ejerce. Sólo conocemos el mundo externo dentro de ciertos sectores definidos en una escala de vibraciones que se extiende por cada uno de sus extremos mucho más allá de nuestro actual alcance normal. Teóricamente, esta escala puede ser infinita. Puede existir en algún medio desconocido una onda que corresponda a cualquier longitud que podamos postular, hasta donde sabemos.
            Si tal es el caso, ¿no es posible que lo que consideremos como experiencias subjetivas de una persona, por ejemplo sus sentimientos místicos o religiosos, tengan también un lado objetivo, pero que ese lado objetivo esté en un nivel más sutil o más elevado que el de las vibraciones que afectan nuestros sentidos normales?
            La Ciencia construye desde abajo. El edificio Oculto incluye los cielos en expansión, la vida y la Tierra. Pero el fundamento de la estructura global debe consistir en datos objetivos; fundamento en el sentido no de un comienzo, sino de lo que es real para todos nosotros, es decir, los hechos objetivos. La estructura bien puede tener su origen en la cúspide, en el ápice del coronamiento de la cúpula central. En otras palabras, puede ser una estructura colgante de un punto en la cúspide, una estalactita muy notable. Esto nos parece absurdo. Es tan absurdo como la idea de que la gente al otro lado de este globo está colgando con la cabeza hacia abajo, y los pies hacia arriba. Arriba y abajo son términos relativos que deben entenderse como dentro y fuera, o como lo unificado y lo diferenciado.
            Si en esta visión de un movimiento desde el centro hacia la circunferencia, introducimos el concepto de una disminución de espiritualidad y un aumento de materialidad, obtenemos la verdad como la ve el Ocultismo. Si lo que llamamos estructura es un movimiento desde arriba hacia abajo, sus extremos más bajos deben concordar con los datos, colocados como bolos en este nivel que nos parece pequeño. La Ciencia o Filosofía Oculta intenta transmitir los hechos, y explicar con la mayor precisión todo lo que existe, todo lo que podemos observar, todos los fenómenos, naturales y humanos.
            El cimiento está correcto sólo cuando los datos están completos; entonces pueden levantarse los muros; es decir, podemos hacer una estructura de deducciones lógicas, hasta cierto punto y obtener alguna idea, si no de los diversos pisos de la casa del Padre (para usar un término Cristiano), y de su techo o la forma del techo, por lo menos sí un concepto unificado de la luz del techo. De esa manera obtenemos una idea diagramática y necesariamente esbozada del edificio, idea que puede no estar equivocada, hasta donde ello es posible. Cualquier declaración científica, suficientemente amplia para definir un campo completo de hechos, tiende a volverse abstracta -geométrica, ecuacional, etc.-, y falta de contenido vital, de experiencia y consciencia vivas.
            La Sabiduría Divina debe incluir todo lo visible y lo invisible, todo lo perteneciente a la vida y a la forma, lo subjetivo y lo objetivo. Supongamos que conocemos todo esto, en cierto grado; ¿formará ese conocimiento un todo completo, una síntesis? Sólo puede haber una síntesis en el campo del conocimiento si hay cierta coherencia o armonía en lo conocido, o sea en el Universo. Las cosas se mantienen unidas de cierta manera bajo la presión de fuerzas que actúan con forme a ciertas leyes. Podemos conocer esta condición, analizar sus partes. ¿Pero existe en el universo un principio causante de una armonía mayor, más profunda y más fundamental, que produzca una unión final de todas las partes, y las coloque dentro de cierto orden que pueda describirse como una síntesis fiel y completa, poseedora del más alto significado?
            La Teosofía, que es una versión moderna de la Sabiduría Antigua con respecto a estas cosas, responde a esta pregunta en forma afirmativa. Einstein, antes de llegar a sus teorías, se movía bajo el sentimiento de que la Naturaleza debe ser un todo, y de que debe haber armonía y cierta uniformidad en sus operaciones. Esto era fe, y lo condujo a un punto de vista que produjo notables resultados. Sean sus opiniones susceptibles o no de radicales modificaciones, su fe la comparte plenamente el Teósofo. La explicación Teosófica tiene el mérito de observar todo cuanto ocurre, a la luz de principios que, partiendo del más elevado punto de auto-realización, y siendo deductivamente sólidos, exhiben la más elevada armonía y proveen un esquema que no excluye ningún hecho observado o experimentado. Estos principios constituyen un conjunto lógico y son una especie de átomo metafísico indesintegrable. Mas es un átomo en el que cada uno de nosotros tiene que soplar el aliento de sus propias realizaciones conscientes, y entonces el átomo se ensanchará para formar un universo muy maravilloso.
            Hay en el universo un principio de Unidad, que es la unidad de toda vida. Todo lo que está manifestado surge de cierta polaridad entre este principio de Unidad y el principio de Diferenciación, representado por la Materia en todos sus grados. Otros nombres de esta polaridad son Espíritu y Materia, los cuáles son inseparables en todos los niveles y en todas las formas. Es sólo la manifestación del Espíritu la que varía, en grado y en calidad o naturaleza. Y esta suposición fundamental es la que distingue a la Teosofía de todas las filosofías materia les y puramente empíricas. Debido a esta suposición, puede describirse la Teosofía como una filosofía espiritual.
            Existe vida por doquiera, aunque en grados diferentes, hasta en lo que consideramos como materia muerta e inerte. La consciencia está inherente en la vida. En el hombre esa consciencia se ha desenvuelto en auto-consciencia, y por ello el hombre puede conocer ciertas verdades pertenecientes a su naturaleza psíquica y espiritual, verdades que son subjetivas para su consciencia física. Es decir, el hombre puede ahondar en su consciencia y descubrir la verdadera naturaleza de sí mismo.
            La más importante de estas verdades es la de la unidad de todo cuanto existe. En la verdad de esta unidad, que es dinámica, reposa la posibilidad de una síntesis perfecta. Todas las cosas están evolucionando hacia un estado en que su alma, su verdadera naturaleza vital, se hará más manifiesta; un estado más perceptivo, más dúctil y capaz de auto-armonización. Cuando este proceso esté completo, todas las cosas habrán alcanza do su propio orden, un orden que producirá cooperación mutua y mayor solidaridad, sin que ninguna de las cosas sacrifique su propia calidad espiritual distintiva,
            Al evolucionar cada cosa de este modo, se hace más capacitada y alcanza sus verdaderas relaciones con las demás, es decir, las mejores relaciones posibles. Nosotros podemos realizar esta posibilidad en el género humano. En un sentido especial, todos los hombres son uno. Dada la inteligencia necesaria y un espíritu de comprensión mutua, es posible que los individuos, grupos y naciones, diferentes como lo son, cooperen entre sí, con el efecto de enriquecer grandemente la vida de cada cual y de constituir un espléndido conjunto humano,
            La Teosofía extiende este concepto al universo entero. El Universo está animado por la misma Vida, que es la Vida de Dios, aunque en el hombre está desenvuelta en grado más alto que en los reinos inferiores. Existe una unidad de Espíritu. Este Espíritu, reflejado en la materia, se manifiesta en múltiples aspectos. Cada aspecto es una individualidad distinta que en cada caso se manifiesta en cierta forma. Nada puede manifestarse sin una forma.
            El Espíritu es trascendente y siempre intangible en todos los niveles objetivos. Despide rayos infinitos que constituyen el alma de cada forma, aunque una forma difiera de otra en capacidad y naturaleza. La manifestación de la individualidad, que es la naturaleza de la vida encerrada, no es estática sino progresiva. Esto es evolución, la cual, según la Ciencia, es una evolución de especies, y según la Teosofía es una evolución de formas, compañera del desenvolvimiento de la vida.
            La vida inmanente es una y múltiple. Una, desde el punto de vista del Espíritu que es el centro; múltiple y diferente, desde el punto de vista de la Materia o expresión que representa la circunferencia.
            La síntesis de que hablo no es meramente una síntesis en nuestro conocimiento que nos da una mejor comprensión, sino una síntesis en la Naturaleza misma. Si pensamos en la vida que está dentro de las cosas, hay la posibilidad no meramente de una síntesis que es una unión, sino hasta de una integración, la cual es más que unión e implica una unidad. Puesto que el Uno se ha vuelto muchos, los muchos pueden volver a convertirse en el Uno dentro de una consciencia realizada. Pero del lado de las individualidades, que son distintas, la síntesis debe significar armonía perfecta, productora de simpatía, cooperación y felicidad.
            Siendo éste el punto de vista Teosófico, puede acoger todo cuanto haya de verdadero en cualquier filosofía o religión o ciencia. Estas, especialmente la Religión y la Ciencia, han parecido ser opuestas entre sí en el pasado, pero meramente representan diferentes ángulos de acercamiento. La Ciencia se acerca desde afuera a las cosas del universo y registra sus observaciones. Luego establece las relaciones en lo que ha observado. También propone teorías para explicar esos hechos, tales como la Teoría de la Relatividad. La Filosofía opera en el plano de la mente, tomando en cuenta todas las experiencias mentales; examina la validez de esas experiencias, extrae de ellas conclusiones, y trata de arreglar estas en cierto orden para iluminar los procesos naturales. La Religión se ocupa de ciertos tipos de esas experiencias, los más profundos, y formula teorías o ideas para explicarlos. Puesto que fuera de nuestras experiencias no existe nada sobre qué construir, y toda experiencia es terreno de estudio, en Teosofía estudiamos Ciencia, Filosofía y Religión.
            Sabiduría es mucho más que conocimiento, el cual ordinariamente no es sino conocimiento de hechos y procesos. Nuestra sabiduría consiste en el uso que hacemos de esos hechos y procesos. La Sabiduría no consiste en mera ingeniosidad, ni siquiera de parte de Dios. No hay nada más maravilloso que la ingeniosidad de la Naturaleza. Mas todo, ¿con qué fin? Hay un hondo propósito en la Naturaleza, el cual es el auto-desenvolvimiento de todas las cosas, de la naturaleza oculta en ellas. En este desenvolvimiento hay Gozo, hay Creación, hay Belleza.
            La Sabiduría de Dios está en Su naturaleza que se manifiesta a través del universo y es inseparable de él. Esa Sabiduría es la que ha producido las muchas formas con el impulso de la Vida Una. Las formas se hacen más y más significativas a medida que se cargan con el poder de la unidad. Más significado, más poder más individualidad, significa una integración más verdadera e íntima entre los elementos que componen esa forma. La Sabiduría final de Dios está en la síntesis que resulta de todas las formas en evolución: en cierto orden que alcanzan ellas, que es un orden perfecto.
            Desde el punto de vista de esta Sabiduría, la construcción de todo el universo, su naturaleza, puede expresarse en términos extremadamente simples. Puesto que todo es lógico y procede en una ilación natural, todo es simple en el centro. Se complica en la circunferencia. En el principio, Espíritu y Materia, los dos polos manifestados de la única Realidad absoluta; toda vida es el juego del Espíritu sobre la Materia, o la interacción entre ellos. Imaginemos al Espíritu como el centro, y la materia física densa como la circunferencia. La Materia existe en grados diferentes de finura y sutileza, sobre los radios que conectan el centro con la circunferencia. Y así hay en este universo materia de diferentes grados y tipos, y hay formas de cada tipo de materia, constituyendo mundos diferentes. Todos estos mundos son, como si dijéramos, secciones relacionadas de un solo mundo.
            La evolución es infinita, pues no hay límites para la potencialidad del Espíritu que está realizándose cada vez más en las formas. Cada ser humano individual y cada especie de vida, representa una manifestación progresiva del Espíritu, una manifestación que continúa aún después de la muerte del cuerpo físico, porque el Espíritu es inmortal. Deben existir en el universo, y los hay, Seres que habitan principalmente en los mundos sutiles, y en quienes ese desarrollo que está ocurriendo por doquiera, ha alcanzado un estado más alto; y quienes, por consiguiente, son semejantes a Dios en Poder, Sabiduría y Amor. El Hombre está destinado a crecer de manera semejante. Todo esto, aunque aparentemente teórico, se deduce en forma extremadamente lógica de premisas simples, responde a innumerables preguntas, y tiene mucho terreno racional en qué apoyarse.
            Nuestro conocimiento de la Sabiduría Divina tiene por fuerza que ser parcial y limitado en extremo. Nuestro horizonte, desde cualquier altura de donde podamos dominarlo, tiene que ser un fragmento minúsculo de una esfera infinita. Sin embargo, la visión que logramos es amplia. Por lo menos tiene un contorno definido. Por lo menos tiene un contorno definido. A ese contorno se le ha dado el nombre de Teosofía y dentro de el podemos incluir cualquier conocimiento que nos venga. Pone todo nuestro saber dentro de cierto orden, dándonos una idea cada vez más llena del significado de los procesos en que nos vemos envueltos. Esta comprensión tiene que ser tanto de la vida como de la forma. Pues la vida es el agente sintetizador. Y el conocimiento de la vida puede venir solamente con la percepción de los demás, con una comprensión de ellos que sea sensitiva, simpática e imaginativa, y con cierta liberación de las ataduras a nuestro propio ser limitado y separado.
            Es posible tener cierto conocimiento del todo, sin un conocimiento de las partes; tener algún conocimiento de la vida, sin mucho estudio de las formas. Pero se conoce más de lo que existe en la unidad cuando el conocimiento se despliega en acción, cuando se objetiviza en formas. La forma perfecta es aquella por medio de la cual se revela plenamente la naturaleza innata de una cosa. Hacia una forma así, perfecta en todo sentido, están moviéndose firmemente el hombre y todas las cosas de la naturaleza y del Universo.