viernes, 14 de diciembre de 2012

Blavatsky y Krishnamurti: un diálogo atemporal




PEDRO OLIVEIRA

  Pedro Oliveira es el Coordinador de Educación de la S. T. en Australia, y fue Secretario internacional en Adyar.

    Todos los verdaderos maestros espirituales son únicos.  A través de las edades de evolución humana en este globo, han compartido entre sí, una capacidad de estimular el pensamiento y sacudir a las mentes condicionadas de su sueño espiritual.  Esto puede explicar por qué muchos de ellos fueron profundamente malinterpretados por sus contemporáneos.  La mentalidad ortodoxa religiosa prevaleciente tanto en India como en Judea, por ejemplo, rechazó el mensaje de Buddha y de Jesucristo.  Sus enseñanzas fueron muy radicales y demasiado perturbadoras para la comodidad psicológica de la mayoría de la gente en sus épocas.

   La espiritualidad genuina no se relaciona con la aceptación de creencias, explicaciones, descripciones del mundo o supuesta autoridad espiritual.  Su interés esencial es la transformación espiritual verdadera por medio del contacto con eso que es increado, atemporal y eterno.  Tal transformación, cuando es real y no imaginaria, produce una total apertura de mente y corazón que dota toda relación con una cualidad de amor y comprensión que nunca palidece.

   Las personalidades de Helena Petrovna Blavatsky y Jiddu Krishnamurti fueron muy diferentes.  Ella nació en 1831 en una familia aristócrata rusa, tenía un temperamento muy fuerte y amaba la aventura y los viajes.  Él era un niño tímido, de mirada distante, que hablaba en Telugu, nacido en 1895 en una familia Brahmin del sur de India.  Mientras ella trabajó para fundar la Sociedad Teosófica en 1875, y dejó tras de sí un cuerpo de enseñanzas que se transformó en el fundamento histórico y metafísico de la literatura teosófica moderna, él sacudió a la Sociedad Teosófica en su corazón mismo en 1929 cuando disolvió la Orden de la Estrella de Oriente y terminó su asociación con la S. T. y con un rol que él no había elegido.

   A pesar de las diferencias mencionadas precedentemente, existen profundas similitudes entre algunos aspectos de las enseñanzas de HPB y Krishnaji sobre el auto-conocimiento, la naturaleza de la mente, lo nuevo, el yo, la comprensión, el ver verdaderamente y la experiencia atemporal, entre otras cosas.  Este artículo, sin embargo, no es un intento de reconciliar las opiniones de individuos tan profundamente diferentes o de justificar por qué difirieron.  Se basa en la premisa de que quienes han encontrado la sabiduría, comparten una percepción de la vida que es fundamentalmente similar en sus aspectos esenciales porque, como se dijo de la sabiduría, "siendo sólo una, puede hacer todas las cosas: y permaneciendo en sí misma, renovó todo" .[1]

   Tal vez los estudiantes de las enseñanzas de HPB y de Krishnaji pueden considerar este intento sin sentido.  Algunos estudiantes de las obras de HPB parecen ver a Krishnamurti como una invención mesiánica de Annie Besant y de C. W. Leadbeater.  Por otra parte, algunos estudiantes de Krishnamurti tienden a considerar a la Sociedad Teosófica como si estuviera "congelada" en la década de 1920, aparentemente ignorando el hecho de que emergió de ese turbulento periodo vigorizada por su oposición a atribuirle autoridad a ninguna persona o enseñanza, y por insistir que sus miembros son libres de explorar el significado de la vida por medio de su propia búsqueda.  Es posible que las enseñanzas de la sabiduría de diferentes épocas y culturas ciertamente dialoguen unas con otras porque encarnan aspectos de una percepción directa perenne  en las insondables profundidades de la vida.  Las palabras de los sabios pueden diferir, pero su lenguaje es el mismo.



Auto-conocimiento



La primera necesidad para obtener auto-conocimiento es volverse profundamente conscientes de la ignorancia; sentir con cada fibra del corazón que uno está constantemente auto-engañado.[2]



Para conocerse como uno es, hace falta una atención mental extraordinaria, porque lo que es, está constantemente sufriendo transformación, cambio, y para seguirlo rápidamente la mente no debe estar atada a ningún dogma particular o creencia, a ningún modelo particular de acción.[3]



   La época actual ha sido llamada "la edad de la información" y nunca antes los seres humanos han tenido tal colosal cantidad de información y conocimiento a su disposición.  Sin embargo, y no sorprendentemente, el auto-conocimiento permanece evasivo y ocasional.  Tanto HPB como K sugirieron que sin un estado alerta y sin estar conscientes uno no puede ver a través de las decepciones que crea la actividad mental. Varias tradiciones han insistido que a fin de conocerse a sí mismo debe existir atención impersonal a lo que sucede dentro y fuera nuestro.  Tal atención no sólo ve a través de los mecanismos e ilusiones que nos hemos acostumbrado a llamar "yo" sino que también los elimina.  El auto-conocimiento es el comienzo de la transformación.



La mente que aprende



Debe esforzarse tanto como sea posible para liberar su mente, mientras estudia o trata de llevar a cabo lo que se le pide, de todas las ideas que pueda haber obtenido por herencia, por educación, del medio, o de otros maestros.  Su mente debe liberarse perfectamente de todo pensamiento, de modo que el significado interno de las instrucciones pueda impactarlo más allá de las palabras en que se presentan.[4]



La Realidad no es algo que la mente pueda conocer, porque la mente es el resultado de lo conocido, del pasado, por lo tanto la mente debe comprenderse a sí misma y su funcionamiento, su verdad, y sólo entonces es posible para lo desconocido ser.[5]

               

   A fin de aprender, la mente necesita educarse a sí misma.  La palabra educación viene del latín educere, "educir".  Una comprensión y una percepción fresca no son posibles si la mente está constantemente "llena" de opiniones, conocimiento de segunda mano y reacciones.  Tienen que emerger de una fuente interna más profunda.  La mente que realmente aprende es la que presta atención a lo que está ante ella, el "libro de la vida", y tiene una comprensión que es sensible y compasiva, cualidades que sólo pueden desenvolverse en este momento.



Lo nuevo



Todo intento de este tipo como la Sociedad Teosófica hasta ahora terminó en fracaso, porque tarde o temprano degeneró en una secta, estableció dogmas rígidos propios, y por lo tanto perdió en forma imperceptible esa vitalidad que sólo la verdad dinámica puede impartir.  Deben recordar que todos nuestros miembros han nacido y han sido criados en alguna religión o credo, que todos son más o menos de su generación, física y mentalmente, y consecuentemente que su juicio esté muy posiblemente distorsionado e inconscientemente parcializado por algunas o todas estas influencias.  Si, luego, no pueden liberarse de tal tendencia inherente, o por lo menos aprender a reconocerlo instantáneamente y por lo tanto evitar ser desviados por ello, el resultado puede sólo ser que la Sociedad sea empujada a algún banco de arena de pensamiento  y allí permanezca como un cadáver varado para someterse y morir.[6]



Sólo cuando no queda residuo de memoria puede haber algo nuevo, y queda un residuo cuando la experiencia no ha terminado, concluido, es decir, cuando la comprensión de la experiencia está incompleta.  Cuando la experiencia es completa, no quedan residuos, es decir, es la belleza de la vida.  El amor no es un residuo, el amor no es una experiencia, es un estado del ser.  El amor es nuevo eternamente.[7]



   El mundo provee amplio testimonio del hecho de que una ciega identificación con una ideología religiosa, política, intelectual, o institucional, engendra separación, agresividad, violencia y división amarga.  Se ha dicho que la razón por la que la gente se identifica de este modo es debido a que les da un sentido de seguridad.  Pero esto, desgraciadamente, es sólo un aspecto del problema.  El deseo inconsciente de poder y autoridad es una contracorriente muy profunda en la mente humana y tiene la capacidad de pervertir y torcer nuestra comprensión y juicio, evitando de este modo que conozcamos qué es realmente lo nuevo.  Sólo el contacto con lo que es eterno, más allá del tiempo, lo que HPB se refirió como "verdad viva", puede hacer posible lo nuevo.  Tal contacto ocurre sólo cuando se da el fin a todo "residuo", los restos de la experiencia inconclusa que genera condicionamientos de muchos modos.



No a la auto-búsqueda



El Libro de los Preceptos de Oro, algunos de cuyos preceptos son pre-budistas, mientras que otros pertenecen a una época posterior, contienen alrededor de noventa pequeños y diferentes tratados.  De éstos aprendí de memoria treinta y nueve, hace años.  Para traducir el resto, debería recurrir a notas diseminadas entre demasiados papeles y apuntes reunidos durante los últimos veinte años y nunca puestos en orden, para que esto no sea en modo alguno tarea fácil. Tampoco podrían ser todos traducidos y dados a un mundo demasiado egoísta y apegado a los objetos de los sentidos, como para estar preparado de algún modo a recibir tal ética exaltada en el recto espíritu.  Porque, a menos que un hombre persevere seriamente en la búsqueda del auto-conocimiento, nunca estará dispuesto a escuchar consejos de esta naturaleza.[8]




Por lo tanto no existe un método para el auto-conocimiento.  Buscar un método invariablemente implica el deseo de lograr algún resultado, y eso es lo que todos queremos.  Seguimos a una autoridad, si no es la de una persona, entonces de un sistema, de una ideología, porque queremos un resultado que sea satisfactorio, que nos de seguridad.  Realmente no queremos comprendernos a nosotros mismos, nuestros impulsos y reacciones, todo el proceso de nuestro pensamiento, lo consciente y lo inconsciente, preferimos seguir un sistema que nos asegure un resultado.  Pero la búsqueda de un sistema es invariablemente el resultado de nuestro deseo de seguridad, de certeza, y el resultado obviamente no es la comprensión de uno mismo.[9]



   Actualmente, uno de los fenómenos interesantes del mundo es la industria de la "auto-ayuda".  Es un gran negocio en todo el mundo, que maneja millones de dólares e implica la producción de muchos libros, reproducciones en DVD, seminarios, talleres, etc.  Algo común que domina esta industria es que le ofrece a la gente lo que ellos quieren, como por ejemplo satisfacción, riqueza, placer, reconocimiento, poder personal, habilidades psíquicas, despertar del Kundalini, entre otras cosas.  Invariablemente, en esta industria no se estimula el cuestionar los modelos de auto-búsqueda ya que el objetivo es realzar las capacidades y poderes del yo personal.  Y sin embargo, el consejo de los sabios durante edades siempre ha sido el mismo: sé consciente de tus motivos, aprende a mirarte impersonalmente, mantente alerta a las trampas creadas por el auto-interés.  La auto-búsqueda va en dirección opuesta al auto-conocimiento.  La primera nos aprisiona cada vez más en la ilusión y la frustración, el segundo abre la puerta a la verdadera libertad espiritual.



La actividad de la mente



La mente es el gran destructor de lo Real.  Que el discípulo destruya al destructor.[10]



Entonces, qué es la mente cuando funciona? Realmente es un proceso de aislamiento, ¿no es así?  Fundamentalmente eso es el proceso del pensamiento.  Es pensar de modo aislado, pero permaneciendo en grupo.  Cuando observen vuestro pensamiento, lo verán como un proceso aislado, fragmentario.  Piensan de acuerdo a vuestras reacciones, las reacciones de vuestra memoria, de vuestra experiencia, de vuestro conocimiento, de vuestra creencia.[11]



   En los párrafos precedentes, HPB y Krishnaji señalan una de las características esenciales de la actividad de la mente: su separación auto-creada de la Realidad. Nuestra mente, bajo el dominio de la actividad auto-centrada, nos impide tener una verdadera y completa relación con la vida en todo su esplendor.  A menos que realmente veamos por nosotros mismos el proceso continuo de aislamiento creado por la mente personal, no sirve de nada que alguien nos lo diga.  En el elevado lenguaje metafórico de La Voz del Silencio, uno tiene que "destruir al Destructor",  lo que puede significar observar toda la actividad mental, sin identificarse automáticamente con ella, ya sean pensamientos, recuerdos, emociones, o reacciones.



Qué es el Yo?



El yo de la materia y el Yo del Espíritu nunca pueden unirse.  Uno de los dos debe desaparecer, no hay lugar para ambos.[12]



Donde tú estás, el otro no.[13]



   La evolución es un vasto proceso, que se extiende por periodos casi inimaginables de tiempo.  Por medio de este proceso la consciencia desenvuelve muchas capacidades y en la etapa humana se centra en la mente y sus actividades.  Incluso las respuestas emocionales dependen y están condicionadas por la actividad mental.  De este modo la mente se vuelve el centro de nuestra individualidad, que tiene en su centro un sentido del yo fuerte, resistente y flexible.  Es como un fuerte en el que la auto-imagen y la auto-importancia son las paredes protectoras.

   Una consideración y un estudio minuciosos revelan que tal sentido de individualidad y de yo, no son desarrollos naturales del movimiento evolutivo.  Son adquiridos y son la respuesta de la mente al proceso de la experiencia.  Cuando la experiencia es agradable existe identificación y apego.  Cuando es desagradable existe repulsión e intento de evitarlo.  Pero los sabios han enseñado que no es indispensable que permanezcamos en tal estado de cautiverio, que la libertad es posible y que esa libertad es interna, porque es lo que realmente somos:  el Otro, el Uno sin segundo, el Yo de todas las cosas, el Orden increado.



Morir al pasado



Largo y penoso es el camino que tienes ante ti, discípulo.  Un solo pensamiento acerca del pasado que dejaste en pos de ti, te arrastrará al fondo y tendrás que emprender de nuevo la subida.[14]



Mata en ti mismo todo recuerdo de pasadas experiencias.  No mires atrás, o estás perdido.[15]



Cuando la mente está agitada, preguntando, preocupándose, separando, analizando, no hay comprensión.  Cuando existe el ardor de comprender, la mente está obviamente tranquila.[16]



   Las impresiones pasadas ejercen una fuerte influencia en la mente y condiciona su actividad.  Tal vez una de las razones de por qué permanecemos tanto en la memoria de experiencias pasadas, es nuestro profundo apego e identificación con nuestra auto-imagen.  Este intenso proceso causa una seria pérdida de energía y a fin de conocernos a nosotros mismos necesitamos la energía para estar atentos y despiertos.  La vida sólo sucede en el presente y es necesaria una atención continua en el presente para que la mente gane esa capacidad de ver las cosas claramente.  No hay luz en las experiencias pasadas.



Aprender a escuchar y a ver



A menos de oír, tú no puedes ver.

A menos de ver, tú no puedes oír.[17]



Para comprender un problema, obviamente se requiere cierta inteligencia, y esa inteligencia no puede derivarse de la especialización o cultivarse por su intermedio.  Solamente nace cuando estamos pasivamente conscientes de todo el proceso de nuestra consciencia, que es estar conscientes de nosotros mismos sin elección, sin optar por lo que está bien o lo que está mal.[18]



   La mayoría de las personas parecen no tener dificultad en escuchar y ver lo que está sucediendo a su alrededor. En el trabajo científico, la capacidad para escuchar y ver se ha desarrollado en gran medida y ahora tenemos, por ejemplo, potentes telescopios que envían imágenes desde los lugares más distantes del universo, y que podemos ver en la computadora de nuestra casa!  Pero es algo totalmente diferente escuchar y ver lo que realmente está sucediendo dentro nuestro. Recientemente un astronauta en los EEUU, sumamente entrenado científica e intelectualmente, fue acusado de intento de agresión contra un compañero que aparentemente se interpuso en el camino de su interés romántico.  Para aprender verdaderamente cómo ver y escuchar lo que ocurre dentro de nuestra consciencia se requiere una objetividad calma y ausencia de pasión, una percepción que ocurre cuando uno se da cuenta que la confrontación honesta con uno mismo es la única alternativa sana.



Ver sin imágenes



Porque la mente es como un espejo, cúbrese de polvo mientras refleja. Requiere de las suaves brisas de la Sabiduría del Alma para que aparten el polvo de nuestras ilusiones.  Intenta, principiante, fundir tu mente con tu Alma.[19]



Mirar es importante.  Miramos las cosas inmediatas, y por las necesidades inmediatas hacia el futuro, coloreado por el pasado.  Nuestra visión está muy limitada y nuestros ojos están acostumbrados a las cosas cercanas.  Nuestra visión está tan limitada por tiempo-espacio como nuestra mente.  Nunca miramos, nunca vemos más allá de esta limitación, no sabemos cómo mirar a través y más allá de estas fronteras fragmentarias.  Pero los ojos tienen que ver más allá de ellas, penetrando profunda y ampliamente, sin duda, sin resguardo, deben moverse más allá de las fronteras de ideas y valores hechos por el hombre y sentir más allá el amor.[20]



   En las dos afirmaciones mencionadas precedentemente, se destaca un aspecto del condicionamiento de la mente.  Como escribió San Pablo, "ahora vemos a través de un vidrio, en oscuridad"(Icor.13:12).  Sea lo que sea que veamos, la Naturaleza, otra gente, nosotros mismos, la vemos a través del vidrio oscuro de nuestro condicionamiento, nuestra memoria psicológica, las impresiones acumuladas de muchas experiencias, reacciones, predilecciones y respuestas heredadas. Estas se vuelven innatas en el proceso mismo de percepción.  Por otra parte, cuando existe la vislumbre de sabiduría interna hay una nueva percepción que revela la naturaleza intrínseca de todo.  Como C. Jinarâjadâsa escribió, "incluso una flor silvestre late con el mensaje del cosmos".  Para quien no está consciente, una flor silvestre es sólo una pequeña flor como todas las demás, para alguien que está aprendiendo a mirar sin imágenes, es la encarnación de la belleza atemporal, el orden y la gracia.



El amor es la única relación real



Para alcanzar el Nirvâna debe uno conseguir el conocimiento de Sí mismo, y el conocimiento de Sí mismo es hijo de las buenas obras.[21]



Puede haber una verdadera relación sólo cuando existe el amor, pero el amor no es la búsqueda de gratificación.  El amor existe sólo cuando hay auto-olvido, cuando existe una comunión completa no entre uno o dos, sino comunión con lo más elevado, y eso sólo puede ocurrir cuando el yo se olvida.[22]



   La afirmación de HPB citada precedentemente es revolucionaria.  Habrá algunos para quienes el auto-conocimiento es un asunto privado e individual, y que tiende a considerar a las relaciones como "obstáculos" en su camino  para conocerse a sí mismos.  Pero sus palabras claramente indican que es sólo por medio del amor que llega el Auto-conocimiento, casi como sugiriendo que las buenas obras nos ayudan a ganar el acceso a una dimensión mucho más profunda dentro de nosotros mismos. La afirmación de Krishnaji, respecto a que el amor existe sólo cuando existe el auto-olvido implica también que el amor genuino es libre de los enredos que surgen de la actividad auto-centrada.  En un sentido fundamental, no hay diferencia entre el auto-conocimiento y el amor en su verdadero significado.



Libertad de uno mismo



El camino de la liberación final está dentro de tu Yo.

Ese camino empieza y termina fuera del Yo.[23]



La comprensión fundamental de uno mismo no viene por medio del conocimiento o a través de la acumulación de experiencias, que es sólo el cultivo de la memoria.  La comprensión de uno mismo es de instante en instante, si meramente acumulamos conocimiento del yo, ese mismo conocimiento evita más comprensión, porque el conocimiento acumulado y experimentado se vuelve el centro a través del cual el pensamiento se enfoca y tiene su ser.[24]



   La palabra "paradoja" tiene una etimología muy interesante.  Es una palabra griega compuesta: para, "más allá", y doxa, "opinión".  Por lo tanto, una paradoja es una expresión o una enseñanza que desafía, perturba y desconcierta opiniones aceptadas sobre un tema dado.  El pasaje de La Voz del Silencio citado precedentemente es una paradoja: la libertad está en nuestro interior pero el camino hacia ella comienza y termina fuera del yo.  El amplio campo de la experiencia humana, a través de las edades avala el hecho de que cualquier esfuerzo basado en el yo, tarde o temprano concluye en frustración.  Como lo expresa el muy conocido proverbio, "el sendero del Ocultismo (o Auto-conocimiento) está esparcido de naufragios". Ilustrando los insidiosos modos del yo personal, el Buddha, en uno de sus sermones, comparó al yo con un extraño que llega a una casa en medio de la noche, pide comida y albergue, obtiene el aprecio de toda la familia que allí vive, y finalmente mata al dueño y se apropia de sus posesiones y de su familia.  A menos que uno esté auto-consciente, de instante en instante, como lo sugirió Krishnaji, la libertad interna permanece elusiva. Otra paradoja: a fin de conocerse a uno mismo, debemos estar libres de nosotros mismos como producto de experiencias pasadas.



Vida inmortal



Yérguese ahora él como blanca columna hacia el occidente, y sobre su faz el sol naciente del pensamiento eterno derrama sus primeras y más gloriosas ondas.  Su mente, parecida a un mar tranquilo y sin orillas, se extiende por el espacio sin límites.  En su potente diestra tiene él la vida y la muerte.[25]



La vida es siempre el presente activo, el tiempo siempre pertenece al pasado y al futuro.  Y la muerte para el tiempo es vida en el presente.  Es esta vida la que es inmortal, no la vida en la consciencia.  El tiempo es el pensamiento en la consciencia, y la consciencia se mantiene dentro de su marco.  Siempre existe el temor y el dolor dentro de la red de pensamientos y sentimientos.  La finalización del dolor es el fin del tiempo.[26]



   La palabra samsâra significa, entre otras cosas, caminando o deambulando por el circuito de existencia mundana, el mundo, la ilusión mundanal.  Se describe en escrituras antiguas como una rueda que aprisiona al alma o a la mente en el nacimiento, la muerte y el renacimiento.  Una de las corrientes más fuertes en la poderosa corriente de samsâra es avidyâ, la ignorancia o inconciencia primordial o sin principio.  Los grandes videntes mantuvieron que es la ignorancia la que nos apega a la vida y nos vuelve temerosos de la muerte;  esta característica ha dominado a la vida humana sobre la tierra por milenios.

   Pero en todas las épocas han existido unos pocos que han avanzado en la selva, a través de un territorio indefinido, y han descubierto la verdad sobre la condición humana.  Uno de sus descubrimientos fundamentales es que la vida y la muerte no son opuestos a los que deberíamos temer o estar apegados. Son simplemente dos aspectos de la misma existencia.  Es el modo en que nosotros los percibimos lo que los hace aparecer separados y diferentes, pero son uno.

   Existe la vida en la muerte, y la muerte en la vida.  Morir a todas las experiencias, a todos los apegos, a todas las imágenes proyectadas de nosotros mismos y de otros es descubrir la vida increada e inmortal.  Y vivir sin acumular experiencias, pero comprendiéndolas a medida que surgen, y estar completamente libres de la tiranía del tiempo que separa la indivisible Totalidad en pasado, presente y futuro, es darle la bienvenida a la renovación.  En tal consciencia el sufrimiento concluye, naturalmente, sin esfuerzo.

   HPB y Krishnaji nunca se conocieron pero la esencia de lo que enseñaron fue tal vez parte de un diálogo atemporal.  Porque así como ella fue co-fundadora de la Sociedad Teosófica y dejó un legado de profunda sabiduría y comprensión, él nos ayudó a darnos cuenta que la palabra, la enseñanza, no es la realidad y que la fragancia de lo sagrado ha de encontrarse en una vida no afectada por el yo y sus intereses mezquinos.





 Referencias

[1] La Sabiduría de Salomón, 7:27

[2] H. P. Blavatsky Collected Writings, (Recopilación de Escritos de HPB), vol. VIII, editado por Boris de Zirkoff, Editorial Teosófica, Madras, 1960, p.108.

[3] Krishnamurti, J., La Libertad Primera y Última, Victor Gollancz, Londres, 1961, p.44

[4] Recopilación de Escritos, op. citada vol. Xii, p. 493.

[5] Krishnamurti, op. citada p. 98

[6] Blavatsky, H. P., La Clave de la Teosofía, TPH, Londres, 1968, Conclusión.

[7] Krishnamurti, op. citada, p.247

[8] Blavatsky, H. P., La Voz del Silencio, TPH, Chennai, 1998.  Prefacio.

[9] Krishnamurti, op. citada, p.47

[10] Blavatsky, H. P., op. citada, I, 4-5.

[11] Krishnamurti, op. citada, p.115-16

[12] Blavatsky, H. P., op. citada, I, 56.

[13] Dentro de la Mente – sobre J. Krishnamurti, publicado por la Fundación Krishnamurti en India, Madras, 1983, p.13

[14] Blavatsky, H. P., op. citada, I, 74.

[15] .op. citada, I, 75.

[16] Krishnamurti, J., La Libertad Primera y Última, p. 242.

[17] Blavatsky, H. P., op. citada, I, 82-3.

[18] Krishnamurti, op. citada, p.96.

[19] Blavatsky, H. P., op. citada, II, 115.

[20]  Krishnamurti"s Notebook, (Anotaciones de Krishnamurti), Fundación Krishnamurti India, Chennai, 2003, p. 34.

[21] Blavatsky, H. P., op. citada, II, 136.

[22] Krishnamurti, J., La Libertad Primera y Última, p.180-1

[23] Blavatsky, H. P., op. citada, II, 169-70.

[24] Krishnamurti, op. citada, p.46.

[25] Blavatsky, H. P., op. citada, III, 282.

[26]  Krishnamurti"s Notebook, (Anotaciones de Krishnamurti), p. 143.