jueves, 23 de junio de 2016

La solución de todos los problemas


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TIM BOYD

Recientemente estuve dando charlas a diferentes grupos acerca de tópicos aparentemente diferentes.  Aunque los títulos y los temas parecen diferentes, últimamente he estado hablando sólo acerca de una cosa, la solución de todos los problemas.  La idea de abordar algo tan vasto como la solución de todos los problemas parece un poco presuntuoso, inmenso y necesariamente cubre un amplio espectro de condiciones.  La gama de problemas parece interminable.  Para un individuo, algo tan trivial como un dolor de cabeza, es un problema.  Todos tenemos problemas en nuestras familias, ya sea enfermedad, alcoholismo o irritabilidad.  Cada sociedad tiene toda clase de problemas, desde el cuidado de la salud hasta el crimen y toda clase de desigualdades sociales.  Actualmente, a escala global somos conscientes de los muchos problemas que está encarando cada persona en el mundo, polución, deforestación, violencia global organizada, etc.  De manera que ser capaz de establecer una posible solución para todo esto, sería algo de enorme valor.

Tomemos el ejemplo de un volcán.  Cuando hace erupción puede ser un evento muy destructivo que todos podemos presenciar.  Hay una gran convulsión, salen cenizas y lava fundida que pueden ser vistas por todos, y que destruyen todo a su paso.  Para la mayoría de nosotros, cuando pensamos en un volcán, es la erupción y la lava lo que podemos ver y advertir.  Nunca pensamos mucho más allá de este síntoma de la erupción que presenciamos.  Pero si pensamos cuidadosamente nos damos cuenta de que lo que vemos es el resultado de algo que está sucediendo bajo la superficie.  En las profundidades de la tierra esta lava se ha calentado y fluye en muchas direcciones.  Finalmente se nos revela como una súbita erupción, pero se ha estado desarrollando por muchos años.  El mejor enfoque es dirigir nuestra atención hacia las causas, no hacia los síntomas.  Aunque tenemos que atender los síntomas, la parte importante para nuestro futuro es ver primero la causa central y luego tratarla.

Para cada uno de nosotros existe una causa central que nos conduce a experimentar toda clase de sufrimientos.  En la sociedad moderna hay un problema llamado ‘identidad robada’, donde una persona toma la identidad de otro, pretende ser esa persona y se comporta entonces de una manera que crea problemas financieros para la persona real.  Nuestro problema central es muy similar, excepto que somos los que tomamos una serie de identidades falsas.  El proceso es el mismo para todos nosotros y comienza en el momento del nacimiento. 

Examinemos este proceso.  ¿Qué es lo que primero sucede cuando nacemos en este mundo?  Si  estamos familiarizados con la Teosofía, no es necesario entrar en detalles acerca de la reencarnación.  Podemos aceptar que es un hecho de la existencia.  El proceso comienza con el alma que se asocia con un nuevo cuerpo.  Sabemos que un alma no es ni femenina ni masculina, no tiene nacionalidad o raza, ni religión o partido político.  ¿Pero qué pasa cuando el bebé aparece en el mundo?  El doctor lo examina y la primera cosa que dice ‘es un niño’ o ‘es una niña’.  Desde ese momento en adelante todos consideran al alma y su cuerpo como de un género específico.  Basado en esa identidad, ciertos aspectos de comportamiento serán permisibles y otras no, dependiendo de la cultura local.  Así en los Estados Unidos de América, por ejemplo, no sería aceptable que un niño jugara con muñecas, jugar con pistolas o armas de fuego sería aceptable e incluso alentado. 

Luego, al alma se le asigna el apellido de una familia particular y basado en nuestro nombre y la historia de esta familia, ocupación y estatus social, somos fuertemente influidos.  Entonces recibimos una nacionalidad, una religión, etc.  Capa sobre capa, sobre capa, se pone encima de un alma que en realidad no tiene género, ni nombre, ni país, ni religión, ni ninguna de estas características.  Así es como comienza  el problema de identidad que encaramos cuando venimos a este mundo. 

Desde el momento del nacimiento comienza el proceso, donde quienes nos rodean siempre que nos ven, nos identifican y nos responden, basados en esta variedad de identidades que fueron superpuestas sobre el alma.  Constantemente, el mensaje que se nos imparte de forma continua es ‘Tu nombre es Tim.  Eres un chico, un cristiano, un norteamericano, etc.’  En sí mismo esto no es un problema, el problema real aparece más tarde.  En un cierto punto comenzamos a repetir lo que hemos oído y reafirmamos todas las diferentes capas colocadas sobre nosotros mismos. 

Llega el momento, cuando el proceso pasa de, ‘Tú eres …’, a la interna afirmación cualitativamente diferente ‘Yo soy …’  Ya no es la proyección del entorno que nos rodea, sino que ahora tiene la plena incorporación aceptada de quiénes somos.  Todos estamos involucrados en este proceso.  Incluso si nos detuviéramos allí, no sería un problema tan grande.  Pero el proceso continúa.  No es suficiente para nosotros tener cierta nacionalidad; pronto deseamos ser un ‘buen’ americano, famoso, rico, atractivo, etc.  El proceso inicial de asignar una identidad, nos mueve a la etapa de aceptar y promover una identidad, y luego a expandirla.  Éste es en realidad el origen de todos nuestros problemas, porque ninguna de estas capas es la realidad del alma que ha encarnado.  Llegamos a estar tan arraigados a estas identidades que, como un alma que habita en un cuerpo norteamericano, es completamente justificable para mí ir a Irak y matar a un cuerpo de esa nación habitado por un alma.  Éste no es simplemente un problema individual, sino un problema general.  Surge la pregunta: ¿qué podemos hacer en esta situación? 

Muchas tradiciones hablan acerca de un camino del que podemos alejarnos de esta modalidad de identificación destructiva.  Hay un término en sánscrito: neti, neti,que literalmente significa ‘esto no, esto no’.  Describe un proceso de reconocimiento de todas las capas de identidad.  La única manera por medio de la cual finalmente podemos liberarnos de este problema es ver primero este proceso en el que estamos involucrados, observar las identidades a las que nos hemos apegado, y luego soltarlas.  Miremos, examinemos y preguntémonos ¿Quién soy yo?  ¿Soy una nacionalidad, soy una religión, etc.?  Y si miramos y examinamos cuidadosamente, nos decimos ‘No, esto no.  Neti, neti’.  Si todas las identidades se sueltan, hay aún un alma que permanece.  Capa tras capa, identidad tras identidad, nos involucramos en este proceso de ver y preguntar.  Es algo como pelar las capas de una cebolla.  Finalmente llegamos al punto en donde no hay más capas para quitar.  Cuando la última capa se ha quitado, ¿qué queda?  Ésta es una pregunta que cada uno tiene que responder por sí mismo.  Es imposible responder esta pregunta por medio de palabras, ideas o escritos de cualquier otra persona.  El valor de tales escritos y enseñanzas es el de conducirnos al punto en donde seamos capaces de quitar la última capa por nosotros mismos.  Entonces llega a ser una cuestión de experiencia, no de conocimiento. 

El enfoque neti, neti para dejar a un lado el sentido de identidades múltiples, es el modo negativo.  Pero este es un universo dual y hay otra manera.  El sendero negativo es de substracción radical y el segundo sendero sería de adición radical o inclusión.  Es el sendero de la compasión.  En la filosofía budista la compasión tiene una clara definición, el deseo de aliviar el sufrimiento de otros seres.  Éste es un buen comienzo, pero no expresa toda la riqueza de la compasión.  En la medida en que nos comprometemos en este camino de pensamiento, afecta nuestro comportamiento.  Es fácil para nosotros desear aliviar el sufrimiento de nuestra familia y seres queridos, ¿pero qué sucede cuando extendemos este sentimiento hacia otros?  Hay un sentimiento de expansión.  Nos sentimos ensanchados en nuestra capacidad para experimentar la vida, no ya como un individuo aislado, sino desde un centro siempre en expansión. 

La ‘grandeza’ de aquellos que consideramos como los Grandes Seres está en que han sido tan inclusivos con su compasión y altruismo que no tienen límites.  Llega a ser una expresión diferente de identidad.  Cuando se le preguntó, ‘¿Quién eres tú?’  Jesús respondió, ‘Yo y el Padre somos uno’.  No hay ninguna división, ninguna separación.  ¿Podemos ver esto?  ¿Podemos al menos intentar verlo?  Comienza cuando nos imaginamos como uno con todo.  No es simplemente una unidad de mente, corazón y cuerpo, sino una unidad con todo.  Ésta es la solución a todos los problemas.