domingo, 17 de enero de 2016

Caridad


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 U. S. PANDEY

Secretario de la Federación U.P. de la Sección Inda de la ST.

 La importancia de la caridad se ha enfatizado en todas las tradiciones religiosas. Las limosnas (dâna) o donación, o dar algo a una persona necesitada, es un aspecto de la caridad. La caridad puede ser en el nivel físico y mental. Cuando enviamos pensamientos y sentimientos buenos y compasivos por el bienestar de los demás, es caridad en el nivel mental y, por cierto, es la caridad más importante.

   En el Bhagavadgitâ, dâna, como muchas otras acciones, se ha descripto de modo triple: donaciones dadas a alguien que no las retribuye en la creencia de que una dádiva hecha en el lugar y momento adecuados, a una persona digna, se considera pura (sâttvic); limosnas dadas en espera de una retribución, o en espera de sus frutos, o de mala gana, se considera como pasional (rajas); limosnas dadas en un lugar y momento inadecuados a una persona indigna, irreverente y despectivamente, se afirma que son de la oscuridad (tamas).

   En el sendero más empinado del Bodhisattva, donde las alturas de Pâramitâ se cruzan, Dâna es la primera llave de las siete puertas que el buscador debe abrir una por una. Es la llave de la caridad y el amor inmortal. Preparado con esta llave de caridad, amor y tierna misericordia, el buscador está seguro ante la puerta de Dâna, la puerta que está a la entrada del Sendero (La Voz del Silencio, III.230).

   Más aún, en La Voz del Silencio (I.61,62), se afirma:

 Pero deja que las ardientes lágrimas humanas caigan una por una en tu corazón, y que en él permanezcan sin enjugarlas, hasta que se haya desvanecido el dolor que las causara.

 Estas lágrimas, oh tú de corazón muy compasivo, son los arroyos que riegan los campos de caridad inmortal. En este suelo es donde crece la flor de media noche, la flor de Buddha… Es la semilla que libra del renacimiento.

 En el Brhadâranyaka Upanishad (V.2.2) se menciona que Prajâpati instruyó a sus tres tipos de discípulos, es decir dioses, hombres y demonios, pronunciando la sílaba “Da” y los hombres comprendieron que es “Dâna”. Los hombres por naturaleza son avariciosos, por lo tanto deberían practicar  Dâna.

   En La Imitación de Cristo, Thomas à Kempis escribió que “sin caridad el trabajo externo no da ningún beneficio, pero cualquier cosa que se hace con caridad aunque sea pequeña e innoble, se vuelve fructífera. Porque Dios está más interesado en con cuánto afecto y amor una persona desempeña su trabajo, que cuánto hace”. Además se dice que “quien tiene una caridad verdadera y perfecta no busca nada, pero desea que Dios sea glorificado en todas las cosas, porque él no busca ningún goce para él mismo, ni desea regocijarse, sino que principalmente desea ser feliz en Dios… Ah! Si un hombre tuviera aunque sólo fuera una chispa de perfecta caridad, percibiría sin lugar a ninguna duda, que todas las cosas terrenales están repletas de vanidad.”

   Madame H. P. Blavatsky, que fundó la Sociedad Teosófica, dijo en La Clave de la Teosofía que en el caso de la caridad deberíamos actuar individualmente y no colectivamente. Ella citó los preceptos del Budismo del norte:

 Nunca pongas alimentos en la boca del hambriento por medio de la mano de otro.

 Nunca permitas que la sombra de tu vecino (una tercera persona) se interponga entre tú mismo y el objeto de tu dádiva.

 Nunca le des tiempo al sol para secar una lágrima antes que tú la hayas secado.

 Nunca des dinero al necesitado, o alimentos al sacerdote que pide en tu puerta, por medio de tus sirvientes, no vaya a ser que tu dinero disminuya la gratitud y tu alimento se convierta en hiel.

  La idea es que al hacer una caridad en el nivel físico, es decir, cuando se le da alimentos o dinero a alguien necesitado, la persona que lo da también debería transferir sus vibraciones personales de compasión y simpatía a quien lo recibe. De modo que además de cubrir necesidades físicas, la elevación espiritual de quien lo recibe también se produce. La idea teosófica de caridad significa esfuerzo personal de otros, misericordia personal y bondad; interés personal en el bienestar de quienes sufren; simpatía personal, previsión y ayuda en sus problemas o necesidades. Se cree que este esfuerzo personal, contacto y simpatía, le da un poder mucho mayor a la dádiva. Esta creencia se basa en que, aliviar el hambre del alma es mucho más que aliviar el vació del estómago; la gratitud hace mucho más a quien la siente, que a aquél que la produce.

   También se aconseja que dâna o limosna para los necesitados debiera darse con la misma reverencia y sentimiento sagrado que al hacer una ofrenda a la Deidad. Una persona que da dâna debería evitar el deseo de auto-reconocimiento y también la práctica de recordar a sus padres, etc. por medio de dâna ya que implica un motivo egoísta. Dâna se debería dar sólo para beneficiar al necesitado sin deseo alguno de recompensa y reconocimiento por parte del donante.

   Cuando en la dádiva de Dâna o en la práctica de la caridad, el necesitado no se beneficia y continúa sufriendo, puede incluso generar mal karma para el donante.

   Nuestro trabajo en el servicio de la humanidad debería ser “silencioso”, bien se dice: “Que tu mano izquierda no sepa lo que hace tu derecha”. La práctica de la caridad con amor y compasión debería ser como la acción de los rayos ultravioleta, invisibles pero efectivos.

   El Mahatma, en su carta a A. P. Sinnett (Las Cartas de los M. 123), expresó: “la mujer o el hombre a quien el Karma coloca en medio de pequeñas y sencillas obligaciones, sacrificios y bondades, se elevará por medio de ellas, si las lleva a cabo con fidelidad, hacia el mejor cumplimiento del Deber, del Sacrificio y de la Caridad en beneficio de toda la humanidad”. En su carta, el Maha Chohan escribió: “Para  que nuestras doctrinas ejerzan su acción sobre el así llamado código moral o sobre las ideas de veracidad, pureza, auto-negación, caridad, etc., tenemos que enseñar y popularizar el conocimiento de la teosofía.” La referencia a la Caridad en estas importantes cartas indica su importancia en los deberes comunes y también como una parte esencial del código moral.