viernes, 12 de junio de 2015

¿QUÉ ES LA TEOSOFÍA?


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Annie Besant.
NOTA PRELIMINAR: Esta conferencia es la primera de las seis que se dieron en la
Residencia General de Adyar, en mayo de 1910, con objeto de bosquejar de una manera sencilla
las ideas básicas de la SABIDURIA ante un público culto e instruido pero no familiarizado con
estos conceptos.

En estos últimos meses se han hecho tantas preguntas acerca de la Teosofía que consideré
conveniente alargar mi estancia aquí para dar una tanda de conferencias que trataran de los
principales puntos y enseñanzas de la tan traída y llevada Teosofía; y con el fin de que los que
todavía son profanos en la materia puedan hacerse cargo de la relación general de las ideas y del
plan de conjunto que hemos de explicar en las siguientes conferencias. procuraré expresarme de la
manera más sencilla evitando, en lo posible, los tecnicismos, con objeto de que todos cuantos
posean algún grado de cultura y educación no encuentren difícil comprender los preliminares de
este tema. No pretendo que la gente inculta o faltada de un buen criterio comprenda la Teosofía en
todos sus aspectos, pero las personas medianamente cultivadas e instruidas, acostumbradas a
desenvolverse en los asuntos de la vida, no necesitarán un talento extraordinario para comprender
las principales enseñanzas teosóficas y para coordinarlas en una síntesis. Algunas de estas
enseñanzas son tan sencillas que incluso el común de la gente es capaz de comprenderlas y
asimilarlas para guía de su conducta; pero la relación entre unas enseñanzas y otras, y la manera en
que todas ellas constituyen una grandiosa síntesis de la Vida, es un concepto asequible únicamente
a los que poseen cierto grado de preparación cultural.

La Teosofía, en su actual modalidad, apareció en el mundo en el año 1875; pero la Teosofía
en sí es tan antigua como la humanidad civilizada y pensadora. En el mundo se la ha conocido con
nombres diversos en todos los idiomas, y aunque nombres e idiomas difieren unos de otros,
siempre tuvieron el mismo significado. El motivo especial de su proclamación en nuestros días
fueron los rápidos y perniciosos progresos del materialismo en las naciones impulsoras de la
civilización mundial. A medida que la ciencia iba avanzando, más se iba extraviando por los
vericuetos del materialismo. El calificativo de "agnóstico" se había convertido en el epíteto
característico del científico; y en esa época crítica, en las condiciones especiales del pensamiento
europeo, se esparció la idea de que, si bien el hombre podía conocer todo lo que correspondiera al
campo de la observación de los sentidos y todo lo que su razón fuera capaz de deducir de estas
observaciones, más allá de los sentidos y de la inteligencia el hombre no poseía ningún medio para
adquirir conocimiento y relacionarse con el mundo exterior, por lo que resultaba imposible que
pudiera descifrar los profundos y eternos problemas de la vida sin conocer nada de su origen ni de
su finalidad; sin conocer nada de lo que atañe a los nombres de Dios, Inmortalidad y Espíritu.
Esta tónica mental influyó también en Oriente y en los países colonizados donde
predominaban las ideas europeas, con la amenaza de invadir el mundo entero. Entonces, los
Guardianes de la Humanidad, consideraron oportuno proclamar las antiguas verdades de una forma
nueva que se adaptara a la actitud y al desarrollo mental de los hombres de la época; y así como
antes las religiones fueron reveladas una tras otra, de acuerdo con el paso de uno a otro
desenvolvimiento nacional, igualmente en nuestros días se volvieron a proclamar las bases
fundamentales de todas las religiones, de modo que, sin privar a ningún país de las ventajas
especiales que su propia fe le proporciona, se tuviera en cuenta que todas las religiones tienen el
mismo e idéntico significado, y que todas son ramas de un mismo árbol.

Esta manera de exponer al mundo moderno el concepto religioso era sumamente necesario e
importante porque la ciencia exponía la misma enseñanza pero de distinta manera y con diferente
fin, catalogando las diversas manifestaciones religiosas con el título de Mitología Comparada. Un
cuidadoso examen de las reliquias del pasado, las investigaciones arqueológicas y las de la
paleontología, el estudio de las literaturas y civilizaciones de la antigüedad, los resultados
obtenidos de las excavaciones y la interpretación científica de las inscripciones antiguas,
demostraron con irrebatible evidencia la identidad substancial de todas las doctrinas religiosas;
demostraron que sus códigos morales eran los mismos en análogas etapas de la civilización y que
las vidas y los hechos de sus fundadores se parecían estrechamente unas a otras. Incluso las
ceremonias externas, las fórmulas, ritos y sacramentos de las diferentes religiones sólo difieren en
los pormenores de su vestimenta y encierran una similitud de ideas fundamentales. Pero esta
similitud servía de argumento a los incrédulos para combatir y desacreditar todas las religiones,
diciendo que todas ellas eran fruto de la ignorancia del hombre, aunque posteriormente se hubieran
pulimentado, y que a medida que el conocimiento del hombre fuera aumentando se descubriría el
vacío de su contenido.

Esa era la situación del mundo occidental cuando se proclamó la sabiduría antigua. Como sea
que la obra de la Teosofía se inició en los Estados Unidos y en Europa fue preciso buscar un
nombre griego que expresara la antigua idea. Poco tiempo después del advenimiento de Cristo los
neoplatónicos emplearon el nombre de Teosofía que significa SABIDURIA DIVINA y a partir de
entonces esta palabra la utilizaron las sucesivas escuelas de filosofía y todos los místicos europeos,
de manera que entraña un significado lo bastante explícito para darlo a entender a cuantos
estuvieran versados en cuestiones religiosas, místicas o filosóficas. En el nombre de Teosofía latía
su antigua acepción. y las mentes cultivadas lo aceptaron totalmente en su pleno significado.
Si nos remontamos con anterioridad a la era cristiana descubriremos el mismo concepto, aunque
no con la palabra griega de Teosofía, sino con el vocablo sánscrito de Brahmavidyâ que
significa Sabiduría Suprema.

Uno de sus discípulos le preguntó a un gran Maestro qué era el conocimiento y el Maestro le
respondió que había dos clases de conocimiento: el conocimiento inferior y el conocimiento
superior. Todo lo que el hombre podía enseñar al hombre, todas las ciencias y todas las artes, todo
lo escrito, incluso las Escrituras y los mismos Vedas, se inscribían en la categoría de conocimiento
inferior; y que el conocimiento del Ser encierra toda otra clase de conocimiento, el conocimiento
superior. Este conocimiento es la Teosofía. "Y esta es la vida eterna, que te conozcan a ti, el solo
Dios verdadero." (Juan. 17:3)

Contra la afirmación científica de que todas las religiones tienen su raíz en la ignorancia
humana se opone la victoriosa proclamación de que ellas no derivan de eso, sino que provienen del
conocimiento divino. Las religiones constituyen las diferentes vías por las que el hombre camina
buscando a Dios. ¿Qué es la religión? Es el perpetuo anhelo del espíritu humano por lo divino, el
anhelo del hombre por Dios. Mirad la historia por donde queráis, examinad cualquier civilización o
cualquier país, id desde los confines de Oriente a los de Occidente, deteneos en cualquier lugar y en
cualquier época y en todas partes encontraréis la inexhaustible sed del hombre por Dios. Este es el
grito que instintivamente brota de los labios de la humanidad. Con acierto, el poeta hebreo
exclamó: "Como el bramido del ciervo por la corriente del agua, así clama por ti el alma mía. ¡oh!
Dios". (Salmo 42: 1).

Giordano Bruno utilizó un símil apropiado al comparar el anhelo del hombre por Dios con el
esfuerzo del agua para encontrar el nivel de donde saliera. De este modo, el espíritu humano anhela
constantemente elevarse hacia la Divinidad de la que procede.

Pero, si en lugar de limitaros a esperar, a anhelar y a creer, conocéis con tan firme convicción
que nada pueda quebrantar, ya no buscaréis al Espíritu fuera de vosotros, sino que lo buscaréis en
vuestro interior. No os dirigiréis al científico porque éste sólo podrá hablaros de las leyes
inalterables de la naturaleza; ni tampoco al teólogo, porque sólo os proporcionará evasivas cuando
necesitáis conocimiento; ni al artista, porque si bien os hablará de la belleza divina, ésta no es más
que un solo atributo de Dios, pero no es Dios por entero; ni tampoco os dirigiréis al filósofo, porque
éste se limitará a hablar de abstracciones. Tenéis que dirigiros hacia adentro y no hacia afuera.
Tenéis que sumergiros sin miedo en lo profundo de vuestro propio ser; buscad entre los repliegues
de vuestro corazón el misterio oculto que bien merece la pena escudriñar y allí, y sólo allí,
encontraréis a Dios. Pero cuando le encontréis os daréis cuenta de que todo el universo canta su
nombre y su gloria. Descubrid a Dios primero en vuestro Ser y después lo veréis por todas partes.
Esta es la verdad fundamental, la Verdad de las verdades. Esta es la sabiduría divina a la que
denominamos Teosofía. Esta es la proclamación en el mundo moderno de la Realidad más antigua
y vital.

 Por otra parte. la Teosofía nos enseña dos doctrinas capitales: primero, la inmanencia de
Dios que está en todas las cosas y en todas partes. En cualquier Escritura antigua podemos
encontrar esta verdad, aunque hoy en día haya desaparecido de la memoria del mundo occidental y
a muchos, cuando vuelven a escucharla, aunque sea desde los púlpitos cristianos, les parezca una
enseñanza nueva, extraña y rara. En el Bhagavad Gita. tan familiar y apreciado por nosotros,
leemos:

"Porque ni lo que se mueve, ni lo que no se mueve, nada hay que pueda existir sin Mí".
(Estancia X, 39.)
"Después de formar el universo entero con un átomo de mi Ser, sigo existiendo". (Estancia X,
42.)
Si de las antiguas Escrituras pasamos a los autores modernos, encontraremos expresada la
misma afirmación. Incluso Tennyson, cuando, ingeniosamente, pone en comunicación su propio
Espíritu con el Espíritu de Dios, puesto .que "el Espíritu puede encontrar al Espíritu", dice que "el
Espíritu Divino está más cerca que las manos y los pies; más cerca que el aliento".


Nada, sino Dios está en todas partes. Nada, sino Dios en la multiplicidad de las formas. El es
toda conciencia, todo pensamiento, porque es el único, el solo, la Vida eterna. Está en nosotros y
esa es la prenda de todo cuanto podemos ser, la prenda de nuestra vida inmortal. Porque, ¿qué es la
inmortalidad? La inmortalidad es la interminable sucesión del tiempo, edad tras edad. El hombre es
algo más que inmortal o imperecedero, pues lo que en el tiempo empieza, en el tiempo ha de
concluir. El hombre es eterno. Aquí está la fe, la seguridad de un progreso interminable. El hombre
es eterno, como es eterno Dios. "El espíritu no puede matar ni morir. Porque nunca tuvo principio
ni fin; ni habiendo sido dejará jamás de ser, y no muere cuando muere el cuerpo". Bhagavad Gita,
II, 19, 20.

 La muerte sólo significa despojarse de una vestidura y acomodarse a otra. Mientras Dios
exista, el hombre no puede morir.

La segunda doctrina capital va unida, invariablemente, a la primera, y es la solidaridad de
todo cuanto vive y existe. Si sólo existe una vida y una conciencia, si Dios está inmanente en toda
forma, se deduce que todas las formas han de estar recíprocamente entrelazadas. Ese es el corolario
inevitable de la inmanencia de Dios; la solidaridad o fraternidad universal. Si Dios está inmanente
en todo, ha de estar presente en todas partes, y el daño que se inflige a un ser se inflige a todos los
seres. Dondequiera que haya una vida, dondequiera que haya una forma, ahí está Dios. Nada puede
quedar eliminado de la vasta solidaridad de todo lo existente; y esta solidaridad, esta vida común,
es la base de la moral. Todas las cosas han de tener vida en un universo donde la vida es inmanente
y omnipotente. Así como la inmanencia de Dios es el fundamento de la religión y es la justificación
de que el hombre busque a Dios, así, el corolario de la solidaridad universal, la unidad de vida y
conciencia, es el fundamento de toda moral. No podéis dañar al prójimo sin dañaros a vosotros
mismos, como no podéis poner veneno en vuestra boca sin que éste se difunda por la sangre y los
tejidos y envenene todo el organismo. De este modo, cualquier pensamiento malévolo o cualquier
acción delictiva envenena a toda la humanidad, sin que nadie sea capaz de prever su alcance. Sobre
estas dos verdades capitales descansan la religión y la moral, y ahora la Teosofía las vuelve a
proclamar de nuevo.

Antes dijimos que las diversas religiones son los procesos que sigue cada uno para buscar a
Dios, y en esto estriba la necesidad de su diversidad, porque unos siguen un proceso y otros otro
distinto. Tenemos diversos temperamentos y diversos tipos de mentalidad y por lo tanto, tenemos
necesidades diferentes. Por otro lado, nos encontramos en etapas distintas de evolución. Unos
somos adultos, otros niños. Nadie es igual. La verdad siempre es la misma, pero hay cien maneras
diferentes para expresarla. Y sin embargo, nadie la expresa con acabada perfección. Todos estos
modos de expresión merecen el respeto de los que comprenden las dos verdades capitales y cada
uno de nosotros debe seguir, sin parar, el proceso que mejor le convenga. Además, no se puede
consentir que ninguna de las religiones del mundo, antiguas o modernas, se extingan, porque cada
una de ellas tiene su característica peculiar de perfección y el hombre perfecto debe asumir en sí
todas las perfecciones. No nos hemos de lamentar por la diversidad de religiones, antes bien,
debiéramos alegramos de que la verdad sea lo bastante grande y omniabarcante para ofrecer
tantísimos aspectos diferentes, todos ellos hermosos. Cada religión tiene su mensaje característico,
algo propio que dar a la humanidad.

Por lo tanto, la Teosofía entra en el mundo con un sentido pacificador, diciendo: ¿Por qué
pelear? Dios es el centro del círculo, y desde cualquier punto de la circunferencia podréis llegar
hasta él. Sin embargo, en el camino, cada uno tomará direcciones distintas hacia el centro según el
punto de donde parta. Así ocurre con las diferentes religiones. Todas ellas son caminos para llegar a
Dios. Los que deseen ir a Madrás podrán dirigirse allí desde cualquiera de los cuatro puntos
cardinales y, sin embargo, todos terminarán por encontrarse en el mismo lugar, aunque sigan
direcciones distintas.
Una antigua religión dijo:

 "Por muchos caminos vienen a Mi los hombres y por cualquiera que vengan los recibo.
porque míos son todos los caminos".
Y la religión más moderna de todas dice:
 "Nosotros no distinguimos de profetas. Los caminos de Dios son tantos como los alientos de
los hijos de los hombres".

No todos los hombres son iguales. Lo que a uno le sirve de alimento, a otro ni siquiera le
sirve de estímulo. Dejad que cada cual tome el Pan de Vida bajo el nombre y en la forma que mejor
se adapte a su temperamento. Por variadas que sean las formas de las vasijas, el agua de la fuente
de la que se llenan es la misma. Que cada uno beba el agua espiritual en la vasija del credo que
prefiera. Uno puede beberla en la preciosa ánfora griega; otro en el sobrio odre egipcio; aquel
puede servirse de la copa de oro de un emperador y el otro del cuenco de un mendigo. ¿Qué
importa la vasija con tal que el agua de la corriente cristalina refresque la seca garganta? ¿Por qué
discutir sobre la forma y consistencia de la vasija, cuando el Agua de Vida es la misma para todas?
Esa es la posición de la Teosofía en el mundo de lo religioso. Afirmar que, cada una en sí,
todas las religiones son buenas y que de todas hemos de aprender para aprovechar sus diferencias
en la ampliación de nuestros conceptos, en lugar de ver en ellas enemigos para el combate.
Por lo tanto, la Teosofía no se presenta sólo como una base para la religión y la moral, sino
también como una base para la filosofía de la vida, porque abarca los conocimientos relativos a las
cuestiones de las que trataré en otras conferencias, cuando llegue el momento de hablar de las
grandes jerarquías que llenan el espacio; de los agentes visibles e invisibles; de la evolución o la
reencarnación, tal como la llamamos y por cuya virtud el mundo avanza; de la ley de causalidad, de
acción y reacción o bien, sencillamente, del Karma; y por último, de los mundos en que vive el
hombre, en los que siembra y recoge. Estas son las enseñanzas de la Teosofía como filosofía de la
vida. Además, en su concepto del mundo considera la vida en primer término y las formas en lugar
secundario, porque sólo ve en las formas el resultado de las diversas experiencias y manifestaciones
de la vida.

Algunos científicos consideran el pensamiento, la vida y las sensaciones como resultado de
agregaciones de materia; para nosotros, por el contrario, éstas son las causas de las agregaciones.
La sabiduría divina parte del polo opuesto en el que Haeckel inicia su teoría científica de la
evolución. El eminente físico William Crookes, cuando presidía la Sociedad Británica para el
Progreso de las Ciencias, rebatió la teoría de Tyndall, el cual, habiendo desempeñado ese mismo
cargo veintisiete años antes, decía que en la materia debíamos ver la promesa de toda forma de
vida, mientras que William Crookes declaraba que en la vida hemos de ver el moldeador de la
materia. Eso mismo es lo que opina la Teosofía, pues sólo con el ejercicio de sus potencias vitales,
con el pensamiento, el hombre puede dominar su destino y en lugar de ser, en el correr de los
tiempos, una brizna zarandeada de acá para allá a merced de los más leves soplos, puede ser su
propio dueño, y con el bagaje de la obediencia y del conocimiento, puede vencer y dominar a la
naturaleza que en otro tiempo le esclavizara. Por lo cual, desde el punto de vista filosófico, la
Teosofía es idealista, porque ve en la materia el instrumento de vida, y en el pensamiento la fuerza
y la idea creadora y modeladora de las formas.

Después, hemos de considerar la ciencia positiva, la cual, de la observación y comparación de
los hechos deduce las leyes que los gobiernan. La ciencia se construye del caos de los fenómenos,
el cosmos de la razón ordenada. La discrepancia principal entre la ciencia teosófica y la ciencia
convencional es que esta última sólo estudia los fragmentos de un conjunto, o sea los fenómenos
físicos y los que son perceptibles por el cerebro y por los sentidos corporales por lo cual, con
mucha frecuencia, sus conclusiones son erróneas. La ciencia convencional observa con los sentidos
agudizados por medio de aparatos muy delicados, pero aunque sus observaciones incluyan
fenómenos psíquicos, como los sueños y los éxtasis, no se atreve a ir más allá de lo que se
manifiesta por medio del cerebro. Algunos científicos, entre ellos William Crookes, creen en la
existencia de una conciencia superior a la conciencia cerebral; y Oliver Lodge ha llegado hasta el
extremo de comparar la conciencia del hombre con un buque, cuya parte sumergida en el agua seria
la conciencia cerebral y el resto del casco, la conciencia superior.

Pero la ciencia ortodoxa o universitaria no admite aún estas ideas y si se ha de avanzar es
preciso que se adopten nuevos métodos. Si bien la ciencia hace bien en observar, muchos de los
fenómenos cuya investigación comienza actualmente son demasiado sutiles para investigarlos con
los sentidos corporales, ni siquiera con los aparatos más sofisticados. La ciencia oficial es contraria
a la ampliación de la perspectiva, y aunque no expulsó de sus filas a William Crookes, a pesar de
sus opiniones heterodoxas, todavía mira con recelo toda investigación que se separe de los cauces
ordinarios. Pero la ciencia se comporta en esto como el botánico que, al examinar una planta de
loto en el estanque, se sintiera satisfecho con la clasificación de los extremos de las hojas que
asoman a la superficie del agua, sin tener en cuenta las raíces y los capullos ocultos a la visión
externa.

La ciencia de la Teosofía considera al mundo en general como una manifestación del
pensamiento en todas las gradaciones de la materia. La ciencia oculta sabe que hay clases cada vez
más superiores de materia mucho más sutil que el éter conocido por la ciencia ortodoxa, las cuales
se interpenetran mutuamente y constituyen el vasto universo el cual, considerado desde este punto
de vista, es todo materia y se le puede observar, examinar y comprender. El hombre no está
confinado en absoluto al mundo físico. La Teosofía nos dice que la raza humana ha llegado a un
punto en su evolución en el que algunos de sus individuos especialmente desarrollados pueden
valerse de nuevos sentidos para observar los fenómenos de la materia sutil y descubrir así las leyes
que los rigen. Las facultades mentales y perceptivas no sólo tendrán como instrumento los cinco
sentidos ordinarios, sino que también dispondrán de otros instrumentos o sentidos más agudizados,
sutiles y sensitivos. Con estos nuevos sentidos la ciencia será capaz de ampliar sus investigaciones
y de servirse de sus peculiares procedimientos de observación y razonamiento en un campo más
dilatado para sacar deducciones con un mayor acopio de datos para enriquecer sus experimentos.

Las observaciones ya realizadas con estos sentidos más sutiles por parte de los que los han
desarrollado, no se han de dar por ciertas sin comprobarlas; pero sí que podemos utilizarlas como
hipótesis para ulteriores investigaciones.

Cada rama de la ciencia tiene sus expertos y sus estudiosos. Si un individuo se presenta ante
un astrónomo para que le enseñe astronomía, éste le preguntará: "¿Sabe usted matemáticas?" y si
no es así, el astrónomo le aconsejará que las estudie, como base para el estudio de la astronomía.
Un marino puede navegar sirviéndose del Almanaque Náutico y de las tablas de logaritmos,
aunque por sí mismo sea incapaz de construir unas; pero de este modo no podrá conocer, sino tan
sólo admitir la probable verdad de las afirmaciones de la experiencia.
Lo mismo pasa con los resultados de la Teosofía. Sólo pueden comprobarlos los que han
seguido los estudios preparatorios necesarios; pero es factible utilizarlos como un inicio para la
investigación.

En todas las ciencias es preciso que el estudiante haya aprobado para proseguir sus estudios
y, además, ha de tener tiempo y la capacidad necesaria para conocer la ciencia de primera mano,
pues de lo contrario, tendrá que limitarse a aprenderla de los que la conocen por haberla estudiado.
Todas las ciencias dicen: "Podéis conocerme si dedicáis tiempo y paciencia a mi estudio y si tenéis
capacidad para ello". Según la ciencia, las condiciones difieren según sea de lo que se trate. Un
botánico ha de tener muy buenas dotes de observación; un músico, la delicadeza de tacto y buen
oído, etc. etc. Lo mismo pasa con la ciencia oculta. Si queréis estudiarla con provecho en los
mundos sutiles debéis purificar vuestros cuerpos físico, astral y mental, porque debéis estar en
posesión de instrumentos puros para la investigación superior. La lente sucia del telescopio o del
microscopio empañará la imagen, y los deseos y los pensamientos impuros nublarán la visión del
investigador. El impuro no puede descubrir, ni examinar, ni introducirse en los mundos superiores.
Resumida brevemente, la Teosofía es la Sabiduría divina respecto de la religión, la filosofía y
la ciencia. En cada una de estas ramas la Teosofía tiene mucho que enseñar, y tiene algunas ideas
nuevas, vívidas e inteligibles que ofrecer a cuantos quieran tratar de comprenderlas. En la religión
proporciona las bases de la religión y de la moral. En filosofía resuelve los enigmas de la vida que
siempre preocuparon al cerebro de los pensadores con quebranto de sus corazones. En ciencia, abre
nuevos derroteros al conocimiento. La Teosofía explica la vida, justifica las diferencias sociales
entre los hombres e indica el medio de entresacar nuevos hechos del inagotable arsenal de la naturaleza.

También la Teosofía proporciona normas de conducta básicas aplicables a la vida humana, y
hace brotar grandes ideales que conmueven el pensamiento y el sentimiento, para redimir poco a
poco a la humanidad de la miseria, de la aflicción y del pecado, que son frutos de la ignorancia, la
causa de todo mal. Sobre el afligido mundo planea nuestra "Afligida Estrella", como se la ha
denominado, a través de las luchas de los partidos, de las querellas entre las naciones, de las luchas
sociales, de la miseria del pobre, de la desesperación de los sin trabajo, de los gemidos de las
viudas desconsoladas y de las jóvenes seducidas y abandonadas, y de las lágrimas de la infancia
desvalida. Por encima de todos estos infortunios, la Teosofía proclama que el destino natural e
inevitable del hombre no es el sufrimiento, sino la bienaventuranza. El sufrimiento proviene de la
ignorancia y el mismo origen tiene la pobreza; pero ambas condiciones externas son transitorias y
desaparecen a medida que nuestro conocimiento aumenta.

El espíritu interno del hombre es eterno y esencialmente dichoso, porque Dios es felicidad y
todos participamos de la naturaleza divina. Las condiciones externas las establecerá cada uno de
acuerdo con su conducta, y el sufrimiento desaparecerá de vuestra vida cuando sepáis convertir la
ignorancia en conocimiento. Nosotros nos fabricamos nuestros propios sufrimientos y destruimos
lo que hemos creado. Somos hijos de Dios y podemos dominar el mundo interior, porque el
Espíritu acaba por adueñarse de la materia. La felicidad y el gozo son nuestra vida natural. Hemos
nacido en el seno de la felicidad y nos sumimos temporalmente en el sufrimiento tan sólo para
aprender lo que el gozo no puede enseñar y restituimos a la felicidad que es nuestro patrimonio
inalienable. Eso es lo que proclaman gozosamente los mensajeros de la Sabiduría divina. Nuestras
tribulaciones, que son hijas de la miseria, desaparecerán, ante la Sabiduría, porque el gozo es
peculiar de la naturaleza íntima de la que todos procedemos y a la que todos hemos de volver.