martes, 9 de junio de 2015

Integridad y valores morales


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KALPANA H. RAWAL

Honorable Vicepresidente de la Suprema Corte de Justicia de Kenya,

y administradora de la Rama Nairobi de la ST.

 De modo superficial, “integridad” y “valores morales” parecen coexistir, pero existe una sutil diferente entre ambos filosófica y prácticamente; desde siempre, el concepto, las prácticas, y el castigo por desobedecer los valores humanos, han sido una parte primordial en las esferas personales de nuestra vida religiosa, social y personal.

 El mundo moderno, que trata de unir los campos filosófico, moral y científico, parece estar en un estado confuso, carente de un dirección centrada en nuestra existencia y actitudes. Más aún, los ideales políticos y sociales nos llevan aún más lejos de la imagen clara de nuestra existencia innata. Nuestros valores están cambiando tan rápidamente que es difícil comprender su interrelación con nuestra vida mundana y cómo aprender lo mismo. Algunas veces siento que nos encontramos solos para descubrir dónde estamos y cómo somos, hacia dónde deberíamos ir y de qué modo. Se ha dicho lo suficiente de nuestros infortunios. Como teósofos no deberíamos desalentarnos con esos desafíos, y no podemos abandonarnos en este vasto océano de nuestra vida mortal.

 Los valores morales se consideran como los atributos más elevados entre todos los valores naturales. Esta es la razón por la que bondad, pureza, veracidad, reverencia, humildad, se ordenan en un nivel más elevado en términos éticos que atributos tales como genio, vitalidad, competencia, eficiencia, etc. Esta no es una lista completa o exhaustiva. Lo que se logra o se muestra en un acto de verdadero perdón, en una renunciación generosa y noble, en amor incondicional, en una aceptación abierta a todos los seres tal como ellos son, se considera como más noble, importante, e interminable que todos los otros valores culturales. Sócrates y Platón afirmaron reiteradamente que es mejor sufrir una injusticia que cometerla. Como la definición de “justicia” propuesta en la República de Platón es bastante compleja, no la consideraremos en esta sesión.

 Estos valores morales no se heredan, como sucede con nuestra belleza o características físicas. Es necesario que estén conscientemente internalizados. Tenemos que estar totalmente conscientes de su importancia, de la necesidad inevitable de esos valores en nuestra vida, con una visión clara y fresca, a la luz de una dimensión más elevada, que deriva de planos causales o astrales, o de la consciencia interna.

 Tomemos un ejemplo: dos hombres son testigos de una injusticia infligida a una tercera persona. Para quien en cualquier situación sólo pregunta si algo es agradable para él o no, no se preocupará al respecto porque calcula que no puede resultar ningún daño personal para él del agravio a otro. El segundo hombre, por el contrario, está dispuesto a recibir el sufrimiento en vez de permanecer indiferente respecto a la injusticia que está a punto de ser infligida a la tercera persona. Para el segundo hombre la cuestión importante no es si algo es agradable para él o no, sino si es importante en sí misma. El segundo actúa moralmente bien, el primero de modo egoísta, porque evita indiferentemente la cuestión de los valores.

 Sólo quien comprende que existen cosas “importantes en sí mismas”, que son bellas y buenas en sí mismas, sólo quien comprende la sublime demanda de valores, su llamado, el deber de dirigirnos hacia ellos, y se permite ser formado por su ley, es capaz de lograr los valores morales. Sólo quien puede ver más allá de su horizonte subjetivo y quien, libre de orgullo y concupiscencia, no siempre pregunta “¿qué me resulta satisfactorio?, sino al dejar detrás toda noción estrecha y egoísta se rinde a lo que es importante en sí mismo, lo bello, lo bueno, y se subordina a ellos totalmente, sólo él puede volverse el portador de los valores morales.

 Los valores morales son “importantes en sí mismos”, tales como la reverencia por todo, el amor incondicional, bondad, pureza, veracidad, lealtad, honestidad, constancia, interés por la Naturaleza, conciencia de responsabilidad hacia uno mismo y hacia la sociedad en general, etc. La carencia de los valores mencionados precedentemente resulta en egoísmo, total indiferencia por los derechos y sentimientos de los demás, auto-centrismo, y un concepto mal entendido de la libertad. Esta es la posición que prevalece principalmente en el mundo moderno. La confusión y malentendido (tal vez intencionadamente) de la libertad de expresión, libertad de vivir nuestra vida como uno lo considere adecuado, y sólo para uno mismo, son las razones de la miseria en el mundo moderno.

 Los derechos, sin ser concientes de sus obligaciones correspondientes, se los sobre enfatiza y se hace mal uso de ellos, sin dudar. La tendencia a usar alcohol y  drogas, el auto-centrismo, el desaliento moral, y la depravación, son las razones de una falsa noción de la así llamada libertad. Estamos siendo llevados, por los pseudo liberales e intelectuales, hacia una existencia que es tan frágil, inconexa y carente de significado, que describirla como “vida” es insultante para el verdadero significado de la vida.

 El Señor Krishna ordenó en el sagrado Bhagavadgitâ, Capítulo 18, verso 32: “Aquélla que, envuelta en la oscuridad, toma lo que no es la verdadera ley y la mantiene como la ley, y ve todas las cosas en una nube de confusión, esa Razón, ¡o Pârtha!, es Tamásica (pertenece a la oscuridad)”.

 Recuerdo una cita de Harper Lee, el autor de To Kill a Mockingbird (Matar un Sinsonte). Ella escribe “Están autorizados a un respeto total por sus opiniones… pero antes de poder vivir con otros amigos, debo vivir conmigo mismo. Lo único que no se acepta por mayoría es la conciencia de una persona.

 Cómo vivimos nuestra propia vida es nuestra propia elección. Dios nos ha dado el don de pensar y de elegir. Pensar y elegir por uno mismo, ser un ser humano verdadero, o ser uno que come, bebe, trabaja para sí, y muere también para sí. Cito a Marcus Aurelius (Meditaciones): “No pierdas más el tiempo argumentando sobre lo que debería ser un hombre bueno. Sé uno.”

 Esto nos lleva a algunos pensamientos sobre la “integridad”, que procede del adjetivo latino integu, que significa total, completo. Ésta se manifiesta después que uno ha comprendido o actualizado el concepto de valores morales. Se dice que uno es una persona con integridad cuando ha adquirido y vive su vida según los valores, creencias y principios que afirma sostener.

 Podemos escuchar lo que dijo Marcus Aurelius en Meditaciones: Si no es correcto, no lo hagas; si no es verdadero, no lo digas. Para poder saber qué es incorrecto o falso es necesario haber aprendido los valores morales. Luego, uno puede volverse una persona de integridad para hacer lo correcto y decir lo verdadero. De esta persona, entonces, se espera que base sus acciones en un marco de principios internalizados y consistentes, y todo lo que haga estará siempre fundado sólidamente en su grupo central de valores.

 Una persona con integridad hace moralmente lo correcto, y está contenta simplemente con lo que tiene y lo que es. La integridad no es nada más ni nada menos que vivir una buena vida en su totalidad, sin comparación o competencia, como Lao Tzu nos recuerda. No importa si tus buenas acciones son conocidas por otros o no. Nada es más sacrosanto que la integridad de nuestra propia mente. Luego, el éxito superficial y el fracaso de la vida no importarán. Como Abraham Lincoln expresó: “No estoy obligado a ganar, pero estoy obligado a ser veraz, no estoy obligado a tener éxito, pero estoy obligado a vivir por la luz que tengo.”

 En la edad moderna, el concepto de integridad se aplica también a la ciencia, la ley, el comercio, etc. La ciencia postula: “Donde los resultados de la prueba concuerdan con las expectativas de la hipótesis científica, la integridad existe entre la causa y el efecto de la hipótesis por medio de sus métodos y medidas. Donde los resultados de la prueba no concuerdan, la relación causal esperada, delineada en la hipótesis, no existe.”

 Incluso en electrónica, las señales se dicen que tienen integridad cuando no hay corrupción en la información entre un dominio y otro. La información corrupta, por lo tanto, no es confiable. No podemos sobreestimar la necesidad de la integridad en todos los sectores y etapas de la vida como una persona individual, una sociedad, una corporación y un estado.

 Especialmente en la ley, la integridad está entrelazada con las prácticas del proceso adverso que asume un conjunto dado de reglas sustantivas y procedimentales que ambas partes en la disputa acuerdan respetar. El proceso además asume que ambas partes demuestran disposición a compartir evidencia, seguir delineamientos de debate, y aceptar las resoluciones del juez a las que se llega de buena fe en un esfuerzo por alcanzar un resultado justo. Cuando estos supuestos se consideran incorrectos, el sistema adversario se vuelve injusto, debilitando así cualquier caso dado. Más importante aún, cuando estos supuestos son incorrectos y la verdad ya no es la meta, se niega la justicia a las partes implicadas, y se cuestiona la integridad general del sistema legal. Cuando esto sucede, la sociedad que es asistida por este sistema, experimenta una perturbación o incluso el caos en sus operaciones, dado que el sistema legal es incapaz de funcionar. Este es un tema serio de jurisprudencia, ya que siempre se espera que la ley cumpla con los valores morales.

 Resumiendo, la integridad debería volverse correctamente un hilo común en todas las etapas de nuestra vida, sociedad, gobierno, y el mundo. Concluiré con una cita de Martin Luther King Jr.: “Todo hombre debe decidir si caminará a la luz del altruismo creativo o en la oscuridad del egoísmo destructivo.”  Estas son palabras emotivas que nos afectan a todos nosotros y a nuestro gobierno.