miércoles, 24 de junio de 2015

Hombres y Animales


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ANNIE BESANT

Reimpreso de Evolución y Ocultismo, Ensayos y Conferencias, 1913.

    La relación del hombre con los animales inferiores es comprendida sólo parcialmente, principalmente porque los animales son generalmente considerados como ‘desprovistos de alma’, y por lo tanto como separados del hombre por una brecha insuperable. En Italia esta idea se ha generalizado tanto que incluso la crueldad se justifica, bajo la excusa “Non e Christiano”, “No es cristiano”, ¡como si la ausencia de una vida futura justificara hacer miserable la vida actual! Pero incluso entre gente cariñosa existe una idea muy frecuente de que los animales son meramente algo agregado al hombre, y como a menudo se expresa “Dios hizo a los animales para uso del hombre”. Por lo tanto el animal se considera sólo en función de su utilidad para el hombre, y tener en cuenta el bienestar y la evolución de los animales como un ser separado sería absurdo para la mayoría de las personas.

   Sin embargo no es absurdo si el animal, como el hombre, fuera una criatura en evolución, si el animal de algún modo tuviera un ‘alma’. En el animal encontramos afecto maternal, capacidad de amor, miedo al dolor, y una inteligencia emergente, y en algunos vemos una gran valentía, resistencia, fidelidad y devoción a su amo. Grandes como son las diferencias entre éstas y las cualidades pertenecientes en un hombre civilizado, son diferencias en grado más que en la clase, y un mejor carácter moral se puede encontrar en un perro domesticado que en un tipo inferior de hombre primitivo.

   Un perro cariñoso y valiente, fiel hasta la muerte, parece más digno de inmortalidad que un salvaje sangriento, cruel y traidor. Sin embargo la ortodoxia común condena al primero hasta la extinción y le otorga inmortalidad al otro.

   Es verdad que existe una diferencia importante entre un animal y un hombre, ambos están vivificados por un Espíritu inmortal cuyos poderes están más o menos desarrollados y activos, pero el puente entre el espíritu inmortal y el cuerpo perecedero, al que a veces llamamos ‘el alma’, el ‘Yo’ inteligente, auto-consciente, está presente en el hombre, incluso en el hombre más primitivo y brutal, y está normalmente ausente en el animal.

   Tomemos un rebaño de ovejas, una manada de ganado, cualquier grupo de animales similares, salvajes o domesticados, y podemos observar entre ellos una marcada similitud en el pensamiento, sentimiento y acción. Están guiados básicamente por instintos que comparten en común, y comparativamente poco por un razonamiento individual, es como si hubiera un ‘alma común’ guiándolos a todos.

   Pero cuando uno de los animales más avanzados se pone en estrecha relación con los hombres, por ejemplo un perro o un gato, un cambio gradual es visible para el atento observador. Si el animal es un espécimen favorable de su clase y está fuertemente apegado a su dueño, gradualmente se separará de los de su tipo y comenzará a mostrar marcas de individualidad; desarrollará fuertes gustos y aversiones, tendrá actitudes propias, manifestará poderes de razonamiento en aumento, y cualquiera que pueda usar visión clarividente verá que se ha producido un cambio en los cuerpos super-físicos de tal animal.

   Un hombre, aunque sea poco desarrollado, por primitivo que sea, muestra un cuerpo astral, un cuerpo mental y un cuerpo causal, con el espíritu custodiando y vivificándolo todo. Pero un animal muestra un cuerpo astral, una indefinida nube que representa un cuerpo mental embrionario, y el espíritu vigilando; el cuerpo causal, lo que hace posible el ‘yo’ auto-consciente, está ausente. Aquí está la diferencia entre el animal y el hombre, entre el animal común más noble y la persona más brutal.

   Pero cuando un animal altamente desarrollado se vuelve intensamente unido a algún ser humano, y se apega a él con una fidelidad intensa e inquebrantable, la influencia de la inteligencia humana auto-consciente estimula la inteligencia incipiente y acelera el desarrollo del espíritu en el animal, y finalmente como si fuera un destello, surge una chispa eléctrica cruzando la separación entre el espíritu vigilante y el cuerpo mental embrionario, un puente de luz cruza la separación, el cuerpo causal se forma, nace el ‘alma’. A partir de este momento ese animal se separa de los de su especie, y termina su etapa de evolución animal. A su muerte le seguirá un inmenso periodo de descanso y de crecimiento interno, y nacerá de aquí a un lejano futuro en alguna humanidad para comenzar el largo curso de la evolución humana.

   Estos animales individualizados son ciertamente raras excepciones, pero todos los animales están transitando el sendero que los conduce a la individualización, y su progreso es acelerado o retrasado por los seres humanos con los que se ponen en contacto. El perro, el gato y el caballo son los tres animales capaces de beneficiarse más por su asociación con el hombre, y su progreso en el reino animal se puede acelerar bastante por el entrenamiento firme, sabio y favorable que sus hermanos mayores, los hombres, les dan. Incluso cuando ellos no pueden alcanzar el punto de la individualización, pueden acercarse a ella, y se produce un vínculo entre ellos y sus amos que en el futuro será fuente de beneficio y felicidad para ambos.

   La diferencia práctica que la adopción de esta idea sobre los animales produciría en la relación entre ellos y los hombres no sería la renuncia de sus servicios, ni la pérdida de su utilidad. Serían usados tanto como ahora, pero siempre se los trataría de modo amable, considerado, firme y sensato. El entrenamiento de los animales sería considerado tan útil para el animal como para el hombre, evitando golpes impulsivos e innecesarios, y un lenguaje salvaje, y el castigo violento de caballos o perros se consideraría como una muestra de la incapacidad del dueño para entrenarlos y educarlos correctamente. Todo método cruel de entrenamiento sería abandonado, y se estimularía la confianza y la fidelidad por parte del animal, y escucharíamos mucho menos de ‘caballos incurablemente envilecidos’, dificultad que es mayormente el resultado de la estupidez y crueldad humana.

   Gradualmente el hombre debe aprender a considerarse como el gobernante del mundo animal designado divinamente, usando sus grandes poderes para elevar y entrenar sus sujetos, no para aplastarlos y aterrorizarlos. Debe dejar de apreciarlos como existentes sólo para su uso y comodidad, y considerarlos como sus hermanos menores en la familia divina, sabiendo que él es el representante del Ser Divino ante ellos, por los que debe responder al ejercitar la tarea puesta en sus manos.