domingo, 3 de agosto de 2014

Dirigiéndome al estudiante



N. SRI RAM

 Reimpreso de The Theosophist, agosto 1959.

 El estudio del trabajador y estudiante teosófico incluye los conceptos básicos de la Teosofía, así como de las religiones del mundo. Tal estudio puede ser profundo o superficial. Profundo no significa ahondar en detalles, ciertamente, dar énfasis a los detalles, tiende a hacernos superficiales. Cualquier tipo de detalle solamente es útil si entra en cierto patrón, o asume una relación con el todo, entonces participa del significado de ese todo. Atiborrar nuestra mente con fragmentos desconectados o detalles, es un inconveniente para la verdadera comprensión, así como para nuestra capacidad  de acción práctica. La sabiduría no es estática, es como la vida, que necesita respirar y moverse. Quien busca ser sabio en la acción debe tener una mente que es perfectamente abierta, con mucho espacio para el movimiento, y flexibilidad de acción. El sentimiento de profundidad surge de percibir el significado de cierta verdad o enseñanza. Un estudiante del sendero espiritual, y un trabajador teosófico, aprenden mucho más considerando las cosas por sí mismos, reflexionando sobre la naturaleza de las verdades profundas que constituyen la base de la Sabiduría, que por la mera lectura de libros.

   Todos nuestros trabajadores y estudiantes se pueden beneficiar por la comprensión mutua. Entre nosotros, deberíamos considerar las cosas libremente y nadie tiene que sentir temor de hablar por miedo a que se lo considere ignorante. ¿Qué importa si otros piensan que somos más ignorantes de lo que realmente somos? Nuestros debates nos dan no sólo una oportunidad para hablar y expresarnos, sino también para escuchar lo que otra persona tiene para decir. Escuchar no debería ser superficial o a medias. Generalmente cuando hay una discusión o conversación, cada persona da sólo una fracción de su atención a lo que se dice, y el resto de su mente está ocupada pensando lo que dirá luego. Rara vez escuchamos a otros con total atención y comprensión. Pero en nuestros encuentros y congresos podemos entrenarnos en el arte de escuchar. Escuchamos a una persona si estamos interesados en ella, y si podemos escuchar adecuadamente, pronto adquiriremos el arte de hablar, aunque nadie nos de lecciones de este arte.

   Todos seremos mejores trabajadores si estamos realmente dedicados al trabajo. Para sentirnos dedicados debemos tener un interés activo en él, y antes que podamos tener ese interés debemos conocer cuál es verdaderamente el trabajo, qué es lo que realmente buscamos lograr con todas las conferencias, libros, propaganda, etc. Todo esto intenta ayudar a las personas a mirar las cosas de modo diferente, pero primero debemos aprender nosotros mismos a verlas de modo diferente a como el mundo en general las ve. Ver las cosas como son, y no meramente según ciertas ideas que hemos recibido de fuentes convencionales y que se han vuelto fijas en nuestra mente, no es muy fácil.

   Cada uno de nosotros tiene que aprender a considerar todo por sí mismo, y ese es el único modo de prepararse para guiar o ayudar a otros. Un líder no es alguien que trata de mandar a otros, hacerlos pensar como él quiere que piensen por sus propios motivos. Existen tales líderes en la política de diferentes partidos, y sus seguidores se vuelven un rebaño de ovejas y repiten los pensamientos del líder. Cuantos menos líderes de este tipo tengamos en nuestro movimiento teosófico, mejor. Todo teósofo tiene que aprender a conducirse a sí mismo, en el sentido de no ser empujado por otros o por el impulso de sus propios pensamientos pasados. Él debe ayudar a las personas a conducirse a sí mismas, a descubrir y expresar lo que es mejor, más bello y precioso en ellas. Ese es el único tipo de liderazgo que serviría en nuestra Sociedad, que tiene que ser como una república espiritual en la que cada uno brille con su propia luz, y haga de ella su contribución a la iluminación total del mundo.