domingo, 25 de agosto de 2013

Un bello poema chino



 MARY ANDERSON

Ex-Vice Presidente internacional de la Sociedad Teosófica

 El bello poema chino que doy a continuación fue escrito por Seng-Ts’an:



El camino perfecto es difícil sólo

   para quienes seleccionan y eligen;

Que no te guste o te disguste y

   todo se aclarará.

Una pequeña diferencia, y el cielo

   y la tierra se separan;

Si deseas ver claramente la verdad

   frente a ti, nunca estés a favor o

   en contra.

La lucha entre ‘a favor’ y ‘en contra’

   es la peor enfermedad del espíritu.

Mientras no comprendamos

   el profundo significado,

Es inútil pensar sobre la paz.

Vacío y sin límites como el espacio,

   sin muy poco y sin mucho.

Sólo porque aceptemos y rechacemos,

   esto no parece así.

La verdad final respecto a ambos

   extremos es que son el vacío.

En este vacío los dos ya

   no se diferencian.

Cada uno contiene solo dentro de sí

    las diez mil cosas.

El más grande es el más pequeño

   cuando los contornos no son visibles.

El ser es un aspecto del no-ser,

   el no-ser es un aspecto del ser.

Y cuando esto no es así,

   en esas regiones de pensamiento,

   el espíritu no debería permanecer.

El Uno no es nada más que el Todo,

   el Todo no es nada más que el Uno.

Toma esto como tu posición y el resto

   se dará naturalmente.

Confiar en el corazón (la naturaleza búdica

   fundamental de cada uno) es

   la no-dualidad; la no-dualidad es

   confiar en el corazón.

He hablado pero en vano, porque

   ¿qué pueden decir las palabras sobre

   cosas que no tienen ayer, mañana ni hoy?


   Podemos considerar este poema línea por línea y reflexionar sobre lo que dice.


El camino perfecto es difícil sólo

   para quienes seleccionan y eligen;


   ¿Qué es ‘el camino perfecto’? Lo que llamamos el Sendero Espiritual, el Camino de la Santidad, aunque sea un sendero o camino, es sólo un símbolo. El sendero espiritual también es el filo de la navaja, debemos mantener equilibrio, sin desviarnos. Un proverbio Zen expresa: “¡Camina o detente, pero no te tambalees!”

   Aquí se dice que el camino perfecto es difícil sólo para quienes seleccionan y eligen. Al seleccionar y elegir, ¿en qué nos basamos? ¿No elegimos con las emociones, basados en nuestros gustos y aversiones? La mente también participa en nuestra elección, pero a menudo es la mente calculadora basada también en nuestras emociones, en nuestros gustos y aversiones. Incluso cuando pensamos que somos sensibles y razonables, es la mente dualista la que está involucrada, la mente que ve dos opuestos, que elige uno y rechaza el otro, porque elegir implica también rechazar, incluye algo emocional. Esto sin embargo, no debería significar que nunca deberíamos elegir, por ejemplo, una línea de acción que nos puede parecer mejor por motivos razonables. Es el factor emocional, el apego y el rechazo violento lo que nos lastima a nosotros y al mundo.



 Que no te guste o te disguste y

   todo se aclarará.



   Entonces, si podemos hacer caso omiso a nuestros gustos y aversiones, o mejor aún, si no tenemos gustos y aversiones emocionales, veremos más claramente. Entonces podemos juzgar objetivamente. Los gustos y las aversiones son como las cataratas en los ojos, que impiden o distorsionan nuestra visión.



Una pequeña diferencia, y el cielo

   y la tierra se separan;



   Si el cielo y la tierra, o Nirvâna y Samsâra, se separan y vivimos sobre la tierra, es decir en Samsâra, entonces no podemos estar en el cielo o en Nirvâna al mismo tiempo, por lo menos no en conciencia. Sin embargo, en un sentido más profundo se dice que Samsâra es Nirvâna y Nirvâna es Samsâra, porque esencialmente todo es uno, todo es Nirvâna; estamos en Nirvâna pero no somos conscientes de estar en Nirvâna, porque nuestra consciencia está en el nivel de Samsâra, de la ilusión. Aquí dice que existe una pequeña diferencia.

   En algunas cosmologías el comienzo del universo se describe como la separación del cielo y la tierra, que originalmente eran uno. Sin embargo, la tierra siempre está dentro del Cielo. Siempre estamos dentro del cielo, dentro de Nirvâna. Nuestro verdadero ser está en Nirvâna, pero nuestra consciencia se ha deslizado dentro de Samsâra. ¿Cuál es el modo de superar esta ilusión? ¿Nos da la respuesta la próxima línea del poema?



Si deseas ver claramente

   la verdad  frente a ti,

   nunca estés a favor o

   en contra.



   Por supuesto, vemos distinciones y sabemos qué evitar. Pero lo que nos impide ver la verdad es estar “a favor”, es decir el apego por una parte, y estar “en contra”, es decir enemistad por la otra. Esto nos impide ver la verdad, de modo que no podemos verla claramente frente a nosotros. Y si fuera posible verla “frente a nosotros”, significaría que está allí constantemente.



La lucha entre “a favor” y “en contra”

   es la peor enfermedad del espíritu.


    Es este apego y esta enemistad lo que constituyen la peor enfermedad del espíritu. Esa “lucha entre una y otra actitud” conduce a la división en las familias, en la vecindad, en ciudades, entre los seguidores de diferentes religiones, diferentes ideologías, diferentes partidos políticos, incluso diferentes filosofías; esto ciertamente lleva  a guerras locales e internacionales, como vemos en Irak entre Sunnis y Shias, a veces y lamentablemente también en India entre hindúes y musulmanes (en Irlanda del Norte, en el pasado, entre católicos y protestantes).

   La próxima línea de nuestro poema toma el tema de la paz:



Mientras no comprendamos

   el profundo significado,

Es inútil pensar sobre la paz.



   ¿Qué es “el profundo significado”? Tal vez quiera decir “el significado de la vida”. “La búsqueda de significado” a veces preocupa a los jóvenes por una parte y a los filósofos por la otra. A menudo decimos que la Teosofía le da significado a la vida, y la doctrina fundamental de la Teosofía es la Unidad inherente en todo y por lo tanto fundamentalmente la no-dualidad. La percepción de esto conduce a la paz en nuestros corazones, y la paz en nuestros corazones y en muchos otros corazones debe finalmente conducir a la paz mundial. El desarrollo o la evolución ocurre de adentro hacia fuera. No podemos forzarla desde afuera.



Vacío y sin límites como el espacio,

   sin muy poco y sin mucho.



   El espacio es un aspecto de la Divinidad, plena y vacía al mismo tiempo.



Sólo porque aceptemos y rechacemos,

   esto no parece así.



   Nuestras emociones, que nos hacen aceptar y rechazar, nos ciegan al Espacio Divino, sin muy poco y sin mucho.



La verdad final respecto a ambos

   extremos es que son el vacío.

En este vacío los dos ya

   no se diferencian.



   Entonces, finalmente, los extremos u opuestos no tienen significado. Si dos opuestos regresan a su origen, nuevamente son uno, porque son los dos extremos de la misma cosa. La luz y la oscuridad relativas que conocemos son opuestos extremos de la Gran Luz que también, a su vez, es la Gran Oscuridad.



Cada uno (de los dos extremos) contiene

   solo dentro de sí las diez mil cosas.



   Las “diez mil cosas” es una expresión que significa todo. Si los dos extremos provienen de un origen, cada uno refleja ese origen. Cada uno de ellos contiene dentro de sí las diez mil cosas.



El más grande es el más pequeño

   cuando los contornos no son visibles.



   ¿Qué hace parecer a una cosa grande o pequeña? Sus bordes, que son a su vez sus límites. Si no existen los bordes, no hay límites, todo se ve como uno.



El ser es un aspecto del no-ser,

   el no-ser es un aspecto del ser.



   Cuando escuchamos la expresión “un lado de”, podemos pensar en una moneda. Una moneda no puede tener sólo un lado. Debe tener dos lados. El no-ser no tiene sentido excepto que también tenga el ser, y ¿tiene sentido el ser sin el no-ser? Tal vez se resuelven y unen en lo que HPB denomina la “Seidad”.



Y cuando esto no es así,

   en esas regiones de pensamiento,

   el espíritu no debería permanecer.



   “Cuando esto no es así”, es decir, cuando el ser y el no-ser no son como los dos lados de una moneda, sino que parecen ser opuestos, no deberíamos permanecer allí.

   Podemos recordar las palabras de La Voz del Silencio: “Si pretendes cruzar sano y salvo el segundo (significa el segundo Vestíbulo, el mundo psíquico), no te detengas a aspirar el aletargador perfume de sus flores…”(v.29) porque en ese Vestíbulo “encontrará tu alma las flores de vida, pero debajo de cada flor una serpiente enroscada.” (v.26). Nuevamente tenemos la dualidad: la placentera fragancia de las flores de la vida y la serpiente enroscada debajo de ellas, lista para mordernos con su mortal veneno, el que obstaculiza la espiritualidad.



El Uno no es nada más que el Todo,

   el Todo no es nada más que el Uno.



   Desde nuestro punto de vista limitado, el Uno y el Todo son opuestos. La visión del místico, el vidente verdadero, es diferente. Dios, dicen los místicos, es a la vez el vacío, la vacuidad, y la totalidad o el pleno, simbolizado por el cero y el infinito respectivamente, que son sin embargo reflejos mutuos, dos formas de ver la misma cosa, que presentan de este modo una imagen total y no dos alternativas exclusivas.



Toma esto como tu posición y el resto

   se dará naturalmente.



   Si podemos ver las cosas de este modo, ver los opuestos aparentes como complementarios, el resto seguirá naturalmente. ¿Qué se dará naturalmente? Intentémoslo, por lo menos meditemos seriamente sobre esto y veamos qué puede suceder, aunque sólo sea por un segundo.



Confiar en el corazón (la naturaleza búdica

   fundamental de cada uno) es

   la no-dualidad; la no-dualidad es

   confiar en el corazón.



   ¿Qué nos dice nuestro corazón? No el corazón que es sentimental, sino el corazón que es las profundidades de nuestro ser. Pero, según un artículo de Edi Bilimoria en Holistic Science and Human Values (Ciencia holística y valores humanos), incluso nuestro corazón físico refleja nuestro corazón en su significado simbólico. Cito de ese artículo:



El cráneo (es decir, lo que protege al cerebro), puede ser el órgano más inteligente, pero cuando hablamos de magnetismo, la materia gris en la cabeza puede tener cierta competencia. Según la nueva ciencia de la neuro-cardiología, tenemos un SEGUNDO CEREBRO, con la forma de un racimo denso de NEURONAS en el CORAZÓN, y su campo electromagnético es cinco mil veces más fuerte que el cerebro. De modo que no se sorprendan si la próxima persona que les diga ‘siga su corazón’ es su médico.



   Cuando se dice “Confiar en el corazón (la naturaleza búdica fundamental de cada uno) es la no-dualidad, la no-dualidad es confiar en el corazón”, tenemos un indicio sobre cómo podemos proceder. O confiamos en nuestro corazón, es decir comenzamos a partir de lo mejor de nuestros sentimientos, nuestras emociones (podríamos decir que empezamos del amor), llegamos a alguna percepción de unidad detrás de la aparente dualidad, y nos reconocemos como “uno con todo lo demás” (este podría ser el sendero del místico) o tratamos de concebir la no-dualidad, comprender con la razón, tal vez con la intuición, con sabiduría, comprender que detrás de la dualidad debe haber un origen común de dos opuestos aparentes y llegar a confiar en el corazón, que podría ser el camino del ocultista. La próxima línea del poema dice esto: “La no-dualidad es confiar en el corazón”. El corazón no significa sentimentalismo, emoción, sino ese amor profundo que también es Sabiduría.



He hablado pero en vano, porque

   ¿qué pueden decir las palabras sobre

   cosas que no tienen ayer, mañana ni hoy?



   El poeta es conciente de las limitaciones de las meras palabras, de su inhabilidad para expresar lo inexpresable. Citando Las Cartas de los Mahatmas, tratar de describir lo indescriptible es como usar un hacha para hacer una talla fina.

   Lo que el poeta se esfuerza en trasmitir no tiene ayer, mañana ni hoy. Es eterno. Las palabras pertenecen al tiempo y la mente cotidiana piensa en términos de tiempo, en términos de palabras. Las palabras hablan de una mente a otra, de un pensamiento a otro, y no pueden describir lo que está más allá del pensamiento, más allá de la mente. Las palabras son prisioneras del tiempo. Necesitan tiempo para ser expresadas, y necesitan  tiempo para ser comprendidas.

   Sin embargo, en esta forma tan poética, las palabras pueden trasmitir algo a quienes tienen ojos para ver y oídos para oír. Regresando a la primera línea del poema: “El camino perfecto es difícil sólo para quienes seleccionan y eligen.” Mencionamos que el camino perfecto podría significar el sendero espiritual, y ese sendero también conduce por el filo de la navaja. Es como caminar sobre la cuerda floja. Exige un delicado equilibrio, que no acepta ni rechaza emocionalmente, o caeremos de un lado o del otro de la cuerda. Caminar sobre esa cuerda exige constante vigilancia, auto-observación, auto-conocimiento, no de modo auto-centrado sino observándonos a nosotros mismos, como observaríamos nuestros pasos al caminar sobre la cuerda floja, al mantener un delicado equilibrio.

   El Camino Perfecto también ha sido llamado en el Budismo, el Sendero del Medio, que evita los dos extremos. Esto no significa que mezcla los dos extremos de modo pasivo, o que vamos de un extremo al otro. Pero podría significar que nos elevamos sobre los opuestos, hacia lo Absoluto, esa Unidad que emanó de sí misma en dos para producir el mundo relativo, el mundo de la dualidad en la que vivimos, el mundo de la luz y la oscuridad relativas, calor y frío, bien y mal, el mundo de la ilusión relativa.

   Para escapar de la dualidad o elevarse sobre ella (esos opuestos que los poetas chinos nos advierte evitar), debemos elevarnos sobre ambos opuestos hacia su origen en la Unidad. La luz relativa que conocemos y la oscuridad relativa que conocemos, ambas se originan en esa Luz Absoluta que nuestros ojos mortales no pueden ver porque los cegaría, y la Oscuridad Absoluta, siempre invisible a nuestros ojos mortales, según somos ahora.

domingo, 18 de agosto de 2013

La Sabiduría de Patañjali y Krishnamurti






RAVI RAVINDRA

Profesor Emérito de la Universidad Dalhousie, Canadá.

Es autor de varios libros, incluyendo La Sabiduría de los Yoga Sutras de Patañjali



   Al leer los Yoga-sutras, he sido influido por muchos textos sagrados, especialmente el Bhagavadgitâ y los evangelios, tanto canónigos, como los que están fuera del canon. Hay dos sabios que han sido fuente de gran inspiración y claridad para mí. Ellos son Madame Jeanne de Salzmann (responsable de la enseñanza de Gurdjieff después de su muerte) y J. Krishnamurti. Sus enseñanzas han sido un recordatorio constante de la existencia de niveles más elevados del ser y la posibilidad de conectarnos con ellos.

   Todos los grandes maestros son originales, no necesariamente novedosos. Son originales en el verdadero sentido de la palabra, están cerca de los orígenes. Cada uno de ellos expresa la verdad a su propio modo, bastante particular. Krishnamurti habló de una inteligencia más allá del pensamiento. Insistía en que tenemos que ir más allá del conocimiento. Aunque generalmente pensamos respecto al conocimiento como que es algo bueno, Krishnamurti enfatizó que el pensamiento es fuente de todo problema, no el origen de la solución. Y Patañjali mantenía que los movimientos de la mente, incluyendo todo conocimiento correcto, son la fuente de todo problema. Existe mucho en común entre Patañjali y Krishnamurti, pero cada uno expresó sus percepciones de modo único.



Sutra I.2 Yoga es establecer la mente (chitta) en la calma.



   La traducción literal de este sutra, “Yoga es la inhibición de los movimientos (vrtti-s) de la mente”, se refiere al proceso del yoga para alcanzar el propósito de ‘establecer la mente en calma’. La hábil mente del yogui tiene la cualidad del silencio profundo. Krishnamurti encarnó esta quietud de la mente. En una ocasión le pregunté: “¿Cuál es la naturaleza de su mente, Krishnaji? ¿Qué ve cuando mira a ese árbol?” Permaneció en silencio un momento y luego dijo: “Mi mente es como el estanque de un molino. Cualquier perturbación que se crea en él, desaparece pronto, dejándolo sereno como estaba.” Luego, como leyendo lo que iba a preguntar, agregó con una pícara sonrisa: “Y su mente, señor, ¡es como un molino!

   Los sabios han dicho que cuando la mente está en silencio, sin distracciones, está presente el estado original de inteligencia o de conciencia, muy lejos de la capacidad de pensar de la mente. Esa inteligencia está más preparada a dirigir la percepción que a pensar o razonar. Hay una advertencia de Krishnamurti: “¡No piense, observe!” Nos llama a una percepción de la inteligencia más allá del pensamiento. Bien podemos decir que el Yoga tiene como propósito el cultivo de ver directamente sin imaginar. El yoga conduce a la gnosis, un conocimiento que es bastante diferente del conocimiento racional. Por cierto, Patañjali prefiere llamar al Conocedor Real, el Vidente.



Sutra I.3 Entonces el vidente queda establecido en su naturaleza esencial.



Sutra I.4 En otros estados se identifica el Vidente con las modificaciones de la mente (vrtti-s).



   La naturaleza esencial, o la verdadera forma del Vidente, o la propia forma del Vidente es Purusha, el Ser Trascendente. Purusha es la atención firme sin distracciones, Energía Consciente o Pura Conciencia. Cuando se eliminan las distracciones, el Vidente mora en su propia y verdadera naturaleza. El verdadero Vidente es Purusha quien conoce por medio de la mente. El propósito del Yoga es refinar la mente, de modo que pueda servir como un instrumento adecuado a Purusha. Cuando el pensamiento entra, la mente trae sus expectativas y sus proyecciones, entonces no podemos ver la realidad como es.

   En una ocasión, le pregunté a Krishnamurti qué pensaba de algo que habíamos estado mirando. Él dijo: “Señor, K. (así es como él se refería a sí mismo) no piensa en modo alguno, sólo observa.”

   En la tradición Inda, el énfasis siempre ha sido en ver, pero es una percepción más allá de los órganos de los sentidos, una iluminación más allá del pensamiento, una percepción de la presencia. El verdadero conocedor no es la mente, aunque la mente pueda ser un instrumento adecuado de conocimiento. La mente necesita liberarse de las distracciones que la ocupan e impiden una verdadera visión. Los Yoga-sutra-s enfatizan la necesidad de calmar la mente para que pueda haber cada vez más unión con la clara visión de Purusha. Sólo una mente calma puede ser el lugar donde more Purusha en su propia y verdadera forma. Existe una cualidad de atención y de ver, que produce en nosotros una acción que permite que se produzca naturalmente un cambio total de modo, desde el interior.

   Patañjali comienza con la idea de que la atención es el principal interés del Yoga. De lo contrario el vidente, que está sobre la mente, no se identifica con el instrumento de ver. Una firme atención es el primer requisito para permitir que lo Real se nos revele. Lo Real está siempre revelándose a sí mismo en todas partes, pero en nuestro estado no transformado no percibimos esta revelación. Todos los sabios de la humanidad están de acuerdo al decir que existe un nivel de realidad que impregna todo el espacio, en lo interno y en lo externo, que no está sujeto al tiempo. Los sabios lo llaman con diferentes nombres tales como: Dios, Brahman, Purusha, el Espíritu Santo, Allah. Sin embargo, en general no estamos en contacto con este nivel porque estamos distraídos por lo irreal, lo personal y lo transitorio.

   Una vez le pregunté a Krishnamurti sobre la naturaleza de esta atención, lo que él llamaba atención total. Le dije: “Lo que veo en mí es que esa atención fluctúa.” Él dijo con énfasis: “Lo que fluctúa no es la atención. Sólo la inatención fluctúa.” Podemos ver por este breve diálogo que para Krishnamurti, la atención es la base, como Purusha, y no fluctúa. Mi pregunta quería decir que la atención puede distraerse y fluctuar, claramente una mala identificación del Vidente con la mente distraída.

   Los Sutras II.1 y II.32 enfatizan la importancia de svâdhyâya que es el estudio de sí mismo, la búsqueda de sí mismo, el auto-conocimiento y la auto-conciencia. Svâdhyâya es uno de los niyama-s y es parte de la Kriya Yoga en los Yoga-sutra-s. La búsqueda de sí mismo se enfatiza en todas las tradiciones indas, pero gradualmente svâdhyâya ha cambiado su significado refiriéndose al estudio de las escrituras sagradas. Sin embargo, no tendría ningún sentido leer la literatura sagrada si no nos ayudara a lograr una auto-conciencia cada vez más clara. Krishnamurti enfatizó que lo más importante era estudiar nuestro propio libro en nuestra propia vida. No estaba interesado en modo alguno en recomendar un estudio de lo que los sabios habían dicho.

   La búsqueda de sí mismo es el corazón del yoga de Krishnamurti. Él afirmó:



Sin auto-conocimiento, la experiencia produce ilusión; con auto-conocimiento la experiencia, que es la respuesta al desafío, no deja un residuo acumulativo como la memoria. El auto-conocimiento es el descubrimiento de instante en instante de los modos del yo, sus intenciones y búsquedas, sus pensamientos y deseos… Cuando no nos conocemos a nosotros mismos, lo eterno se vuelve una mera palabra, un símbolo, una especulación, un dogma, una creencia, una ilusión, al que la mente le escapa. Pero si uno empieza a comprender el ‘yo’ en todas sus diferentes actividades día tras día, entonces en esa misma comprensión, sin ningún esfuerzo, surge lo innombrable, lo eterno. Pero lo eterno no es una recompensa para el auto-conocimiento. Lo eterno no se puede buscar, la mente no lo puede adquirir. Aparece cuando la mente está quieta, y la mente sólo puede estar calma cuando es simple, cuando no acumula, no condena, no juzga, ni pesa. Es sólo la mente simple la que puede comprender lo real, no la mente que está llena de palabras, conocimiento, información. La mente que analiza, calcula, no es una mente simple. (The Book of Life- El Libro de la Vida)



La Sabiduría llega cuando existe la madurez del auto-conocimiento. Sin conocernos a nosotros mismos, el orden no es posible, y por lo tanto no existe la virtud… Lo importante no es cómo reconocer a quien está liberado, sino cómo comprendernos a nosotros mismos. Ninguna autoridad ahora o de aquí en adelante puede darles el conocimiento de sí mismos, sin auto-conocimiento no existe la liberación de la ignorancia, del sufrimiento. (The Book of Life - El Libro de la Vida)



Sutra II.9 Abhinivesa es la tendencia automática de continuidad, abruma incluso a los sabios.



   Aunque abhinivesa a veces se la traduce como el ‘deseo de vivir’, es más apropiado el ‘deseo de continuar’, o el ‘deseo de conservar el status quo’. Abhinivesa es, lo que técnicamente se denomina ‘inercia’ en física, como la Primera Ley del Movimiento de Newton (también llamada la Ley de Inercia) según la cual un cuerpo continúa en un estado de reposo o de movimiento en una línea recta a menos que se vea afectada por una fuerza externa. Abhinivesa es el deseo de continuidad de cualquier estado y de cualquier situación, porque se lo conoce. Le tememos a lo desconocido y por lo tanto le tememos al cambio que puede conducir a lo desconocido. Por cierto, este temor es a discontinuar lo conocido, simplemente porque lo desconocido, si realmente es desconocido, no puede producir temor o placer. Liberarse de abhinivesa, del deseo de continuar con lo conocido, es morir al yo o un morir al mundo, al que hacen referencia tantas tradiciones. A menudo los sabios han dicho que sólo cuando estamos dispuestos y podemos morir a nuestro viejo yo, podemos nacer a una nueva visión en una vida nueva. Un profundo proverbio de un antiguo maestro Sufi, repetido en diferentes literaturas sagradas afirma: “Si mueres antes de morir, entonces no mueres al morir.”

   Durante una conversación sobre la vida después de la muerte, Krishnamurti dijo: “La pregunta real es ‘¿Puedo morir mientras estoy vivo? ¿Puedo morir a todos mis apegos: materiales, psicológicos, religiosos?’ Si pueden morir a todo eso, entonces descubrirán qué hay allí después de la muerte. O no hay nada, absolutamente nada. O hay algo. Pero no lo pueden descubrir a menos que realmente mueran mientras viven.”

   Morir a diario es una práctica espiritual, como reconquistar una especie de ignorancia similar a la apertura y la humildad. Es un desconocer activo que no se logra pero que se necesita reconquistar una y otra vez. Toda meditación seria es una práctica de morir al yo ordinario.



Lo que tiene continuidad nunca se puede renovar a sí mismo. Mientras el pensamiento continúe por medio de la memoria, del deseo, de la experiencia, nunca se podrá renovar a sí mismo; por lo tanto, lo que continúa no puede conocer lo real. (The Book of Life-El Libro de la Vida)



Sutra III.3 Samâdhi es el estado en el que el yo no existe, cuando sólo hay conciencia del objeto de meditación.



   Samâdhi es un estado en el que el ‘yo’ no existe como separado del objeto de atención. Es un estado de auto-negación, el estado al que se hace referencia en el Budismo como akinchana, un estado de libertad de uno mismo o una libertad del egoísmo. No existe el observador separado de lo observado, ni un sujeto separado del objeto. Sólo el conocimiento obtenido en tales estados de conciencia se puede llamar ‘objetivo’ en el verdadero sentido de la palabra, de lo contrario es más o menos subjetivo. Incluso el conocimiento científico que se ha considerado como objetivo porque es inter-subjetivo, susceptible de verificación por investigadores competentes en todas partes, no es objetivo en el sentido de ser completamente libre de subjetividad.

   En samâdhi el ver es sin subjetividad. La atención en el estado de samâdhi es atención libre, libre de toda limitación y de toda función. La atención en este estado no está condicionada por ningún objeto, ni siquiera los más sutiles, como las ideas y los sentimientos. Las tres etapas de la meditación: dyâna, dhârana, samâdhi, son como las de un guerrero, del amante y el amado, en el movimiento del ego al Yo. La etapa de samâdhi es la de ser el amado. Luego Purusha, la Energía Consciente y el Ser Trascendente, es el iniciador único; todos los elementos de Prakrti en un ser humano, cuerpo, mente, sentimientos, están completamente relajados y receptivos. En este contexto son oportunas algunas sugestivas afirmaciones de Krishnamurti:



Debemos dejar de lado todas estas cosas y llegar al tema central, cómo disolver el ‘yo’ que está condicionado por el tiempo, en el que no hay amor ni compasión.

 Cuando hay amor, el yo no existe.

 Ser absolutamente nada es estar más allá de toda medida.



Sutra III.4 Atención total (samyama) es cuando dhârana, dhyâna y samâdhi se unen.



   Samyama, la atención total se logra cuando las tres formas de atención, dhârana, dhyâna y samâdhi se practican a la vez. Esto se parece bastante a la ‘atención total’ a la que Krishnamurti se refiere. En este estado emerge el esplendor de la percepción interna, y la persona ve la realidad, la cosa en sí misma (‘Ding an Sich’ de Immanuel Kant), donde sea que se dirija la atención de samyama.



Sutra III.12 Ekâgratâ parinâma, la transformación Uni-dirigida es la etapa de transformación en la que la actividad y el silencio están igualmente equilibrados en la mente.



   Los sabios que han sufrido este tipo de transformación total tienen una cualidad de mente diferente. Parecía obvio en el caso de Krishnamurti. Me sorprendía la naturaleza especial y la cualidad de la mente de Krishnamurti, por lo tanto a menudo le preguntaba sobre las características de su mente. Frecuentemente hablaba sobre la mente religiosa y su inocencia, frescura y vulnerabilidad. A menudo sugería que él era igual que cualquier otra persona y que no era especial. Pero nunca estuve convencido de esto.

   En una ocasión, cuando insistí en preguntarle sobre la naturaleza de su mente extraordinaria, él dijo: “Señor, ¿piensa usted que el orador es un fenómeno? Fenómeno o no, ciertamente era extraordinario y fuera de lo común. Como ya lo mencioné, su mente era como el estanque de un molino; cualquier perturbación que se producía en él debido a un estímulo externo, pronto desaparecía, quedando como antes. Patañjali nos dice que toda la diferencia que existe entre una persona ordinaria y un yogui consumado es la cualidad y profundidad del silencio de la mente y cuán pronto este silencio regresa después que recibe una impresión externa.

   Krishnamurti dijo una vez durante una conversación conmigo que la inteligencia más allá del pensamiento está justo allí, como el aire, y no necesita que la disciplina o el esfuerzo la cree. “Todo lo que debemos hacer es abrir la ventana”. Considero que la mayoría de las ventanas se pintan cerradas y entonces necesitan que las limpien antes de abrirlas, y pregunté: “¿Cómo se limpian?” Él no quiso seguir esta línea de investigación y cerró el tema diciendo: “Usted es demasiado inteligente por su propio bien.”

   Patañjali ofrece ayuda práctica para preparar la mente-cuerpo de modo que la ventana de nuestra conciencia se pueda abrir. Purusha está justo allí, no necesita ser creado, no puede ser creado; sin embargo, una purificación de los instrumentos de percepción en Prakrti le permite a Purusha revelarse. En la práctica, era igualmente verdadero para Krishnamurti, con su gran énfasis en la sensibilidad del cuerpo, la receptividad emocional y la libertad del pensamiento, que conducen a la serenidad de la mente. En su propia vida practicó yoga y se dedicó a los cánticos y la meditación, y en general llevó una vida disciplinada en completa armonía con todos los yama-s y niyana-s mencionados por Patañjali en los sutra-s II.30 y II.32. Pero en general, él no quería darle una receta a nadie. Él enfatizó mucho que no podemos ascender a la Verdad, pero la Verdad puede descender a nosotros.

   Hace muchos años, yo había escrito un artículo titulado ‘Carta a J. Krishnamurti’ a invitación de los editores de Un Periódico de Nuestro Tiempo. Intenté decir dónde yacen mis propias dificultades al tratar de comprender lo que él había estado diciendo durante tantos años. Este pequeño artículo terminaba del modo siguiente: “Estoy en problemas porque no se cómo reconciliar el llamado que oigo de vuestra lejana orilla con las realidades en las que me encuentro. Es claro que no se puede construir un puente desde aquí hasta Allí. ¿Pero se puede construir desde Allí hasta aquí?” Unos dos años después que el artículo se había publicado, tuve la ocasión de pasar cierto tiempo con Krishnamurti, en Ojai en California, el lugar en el que se encontraba como en su casa. Tuvimos una conversación larga e intensa en la tarde, y nos íbamos a reunir nuevamente en el desayuno a la mañana siguiente. Le pedí que leyera mi pequeño artículo y que me respondiera cuando nos viéramos en la mañana. Estaba ansioso de saber qué diría. Dijo que le gustó la última oración, y agregó: “Se puede construir un puente desde Allí hasta aquí.” No dijo mucho más, excepto insinuar que eso era sobre lo que él había estado hablando todos esos años.

   Todas las verdaderas enseñanzas ofrecen puentes desde Allí, donde están la Verdad y la Libertad, hasta aquí, donde estamos nosotros. El Rg-Veda describe los reinos más sutiles y elevados como los de satyam, rtam y brhat (Verdad, Orden e Inmensidad); o satyam, rtam y jyoti (Luz); o satyam, rtam y amrtam (Vida Eterna). Para Patañjali, el estado más sutil es el de Kaivalya, libertad sin medida, la Soledad del poder ver. En este estado el Purusha puro ilimitado permanece establecido por siempre en su propia naturaleza absoluta (sutra IV.34). Para Krishnamurti, Allí se encuentra el reino de la Verdad, la Belleza y el Amor; y aquí está el ámbito del pensamiento, del tiempo y del sufrimiento. La búsqueda de sí mismo, sin el yo, es lo que puede revelarnos que el Eterno no está fuera del tiempo o de la vida, sino que se puede percibir dentro del tiempo  y  en la vida diaria.

domingo, 11 de agosto de 2013

Consciencia


MARY ANDERSON

 Estar consciente podría referirse por una parte a familiarizarse con algo en particular o concentrarse en ello, o podría referirse a un estado de alerta en general, estando atentos a todo lo que encontramos, estando abiertos a todo lo que suceda.

    Consideremos lo que significan los distintos términos empleados en el diccionario para describir conciencia. “Ser conciente” de algo significa que lo notamos. “Ser observadores” implica que en general no pasamos nada por alto. “Familiarizarse” significa que algo ya es bien conocido para nosotros. “Estar atentos” a algo quiere decir que nuestra atención está fija sobre ello. “Estar relacionado” con algo significa que estamos familiarizados con ello. “Estar informados” implica que poseemos conocimiento intelectual acerca de algo. “Ser conocedores” significa que somos, en cierta medida, expertos en aquello de lo que somos concientes. “Ser sensibles” significa que sentimos profundamente aquello de lo que somos concientes. “Ser cuidadoso” quiere decir que no descuidamos nada. “Estar totalmente atentos” significa que no olvidaremos nada. “Sentirnos vivos” respecto a algo sugiere que eso significa algo para nosotros, que nos importa. “Ser responsivo” sugiere  que respondemos, que reaccionamos de alguna manera.

    Estas definiciones de “estar conciente o alerta” pueden referirse no sólo a algún objeto u ocasión particular, sino a nuestra actitud en general. ¿Somos concientes de algún objeto particular, persona, o situación en algún momento determinado? ¿O es la nuestra una actitud (en general o a veces) de atención? Si somos concientes de algo o alguien, o de alguna situación, ¿podemos aprender de ese estado de alerta particular a darnos cuenta que podemos tener esa actitud de estar concientes en general en todo momento?

    Quizá sea el artista quien, gracias a su naturaleza y entrenamiento, tiene mayor posibilidad de estar conciente de lo que le rodea, tanto del ambiente, especialmente la naturaleza, como de los reinos de la Naturaleza, incluyendo la humanidad.

    La gente también está conciente cuando se interesa en algún sujeto u objeto particular, por ejemplo, plantas, animales, niños, edificios hermosos, etc. Por lo tanto, estar conciente (en un campo limitado) llega naturalmente en estos casos a jardineros, amantes de la naturaleza, amantes de los animales, maestros y padres, arquitectos, etc.

    Quien está buscando algo o a alguien está también en un elevado estado de atención, por ejemplo un detective que busca a un delincuente, o un delincuente que busca una oportunidad para cometer un delito! Todos podemos alcanzar un elevado estado de atención cuando tratamos de encontrar a alguien o algo, o un artículo específico que deseamos comprar! ¿Podemos ser concientes de nuestra propia conciencia, lo cual podría ser por sí sola una lección sobre el estado  mismo de estar alertas?

    ¿Qué es un estado de atención aún más intenso? ¿Qué podría implicar? Podríamos sugerir que implica un intenso sentimiento, cuando uno ya no es conciente de uno mismo como un ser separado, o un despertar espontáneo como después de estar soñando o profundamente dormido, o una inspiración que llega sin buscarla, la convicción que reemplaza una idea indefinida, o quizá una percepción repentina de la solución de un problema, o lo que se conoce como intuición o inspiración.

    ¿Y qué no es el estado de atención? No se lo fuerza a través de la concentración o drogas. (Las drogas pueden llevar a quienes las consumen, sus víctimas, aparentemente hasta la cima de la montaña, pero caerán desde la cima de esa montaña y quizá se encuentren a sí mismos lastimados.)

    El verdadero estado de atención no está en el tiempo, sino de algún modo está fuera del tiempo. Podemos pensar en el “eterno ahora.”

   ¿Cómo surge el estado de alerta? ¿Qué lleva a él? Puede ser el sufrimiento o una crisis repentina. O puede ser una alegría repentina. Puede ser una percepción. Por ello ocurre espontáneamente. No podemos buscarlo.

    Por otra parte, este intenso estado de atención no puede tener lugar a menos que se cumplan ciertas condiciones- condiciones de las que ni siquiera somos concientes. Debe haber cierta inocencia y pureza, inocuidad, y a la vez, cierta  resolución.

    Un ejemplo pueden ser las pinturas de una manada de bueyes del Budismo Zen. El pastor ha perdido a su buey. Esto es un estado de crisis. Busca en vano al animal. Pero continúa la búsqueda con total atención. Y gradualmente encuentra rastros, por ejemplo  una huella. Luego, al final, encuentra al animal y lo monta, luego calma y controla al buey hasta que es nuevamente su señor. Luego se aleja, montando sobre su lomo, tocando su flauta. Se siente triunfante y despreocupado.

    Por supuesto, el estado de conciencia que conocemos y en el que podemos regocijarnos no es aún la iluminación ni el satori Zen. Pero quizá la iluminación final, si es que hay una, está precedida por una serie de lo que podríamos llamar “pequeñas iluminaciones”, momentos de conciencia cuando tenemos una leve anticipación de la dicha que es nuestro verdadero ser.

    Puede haber otros ejemplos de elevados estados de conciencia, por ejemplo, enamorarse, encontrarse con alguien que uno ha conocido y amado quizá en vidas anteriores. (Solía haber una canción: Alguna noche encantada, verás a un extraño en una sala atestada....”) Luego lo que ocurre se puede expresar en estas palabras: “Cuando el espíritu salta al espíritu a través del velo de la carne.”

    El genio, ya sea un artista, un poeta, un compositor, un bailarín, un arquitecto o un inventor, un gran científico, etc. conoce momentos de ese estado de atención plena cuando se presenta la solución a un problema meditado largamente. Podemos estar atentos, podemos ser incluso expertos en algún tema. (¡Un experto es por supuesto, alguien que sabe  mucho sobre muy poco! El es conciente en un área limitada y podría desarrollar “deformación profesional”!)

    Pero los grandes genios a menudo se sienten cómodos en muchos campos. Miguel Ángel fue uno de estos genios universales. Quizá en nuestra época Einstein y Karl Gustav Jung se acercaron al estatus de genio universal.

    Pero algunos son geniales en su propio campo. Un estudioso, un científico o un detective genial pueden proceder de la misma manera y pueden tener vislumbres similares a aquéllas del monje del budismo Zen que intenta resolver un koan. Un koan es una afirmación aparentemente absurda, o un acertijo aparentemente insoluble que se le da al monje Zen para meditar y resolver. El siguiente es un ejemplo. Un joven ganso fue colocado en un frasco. Al crecer ya no pudo salir del frasco. ¿Cómo podría uno liberarlo sin lastimarlo y sin romper el frasco? Ya que ese koan no tiene solución, el monje se adentra más y más en él,  luchando con  él, esforzándose para encontrar una solución. Debe prestarle toda su atención. No lo dejará ir. (Quizá el ganso nunca estuvo en el frasco).

    Lo mismo sucede con el científico o el estudioso que investiga algún problema. Deben prestarle toda su atención. Puede hacerlo por un largo tiempo. Luego puede quedarse dormido o simplemente relajarse o sentir la necesidad de alguna actividad física. Puede llevar al perro a caminar, o ayudar a su esposa en la cocina. Y de repente, la solución aparece. Está allí, delante de él, y es indudablemente la  solución correcta. De  cierta forma estuvo allí todo el tiempo. Puede sentir deseos de gritar “¡Eureka! ¡Lo encontré!”. Ve todo el problema de un vistazo.

    Ese científico, el genio o el monje Zen encuentran la solución cuando ya no la busca o piensa sobre ella. Quizá él se la entrega al subconsciente o lo que podríamos llamar la “superconciencia”. Es como si hubiese escalado una montaña entre la niebla, con gran esfuerzo, y súbitamente, cuando alcanza la cima, el sol aparece. Todo está claro, bañado por la luz del sol. En el caso de nuestro genio o nuestro monje Zen, la solución es absolutamente clara. Está conciente de ilimitadas posibilidades, ilimitadas implicancias. Eso es estar consciente.

     Ese estado fue experimentado y descrito por Krishnamurti. ¿Estar conciente, no es idealmente la unidad con aquello de lo que somos concientes? Citándolo:



Tuve la primera y más extraordinaria experiencia. Había un hombre arreglando el camino, ese hombre era yo mismo, el pico que sostenía era yo mismo, la piedra que estaba rompiendo era parte de mí, la tierna hoja de hierba era mi propio ser, y el árbol que estaba al lado del hombre era yo mismo.1



       Krishnamurti habló mucho sobre estar alertas, sobre qué es no estar concientes, y sobre qué impide estarlo.



 Para comprender, la mente debe inquirir profundamente, y sin embargo, debe saber cuándo estar pasivamente alerta.2



Estar conciente es de instante en instante... Estar concientes no es determinación, ni tampoco es la acción de la voluntad. Es la entrega completa e incondicional a lo que es, sin racionalización, sin la división del observador y lo observado… La conciencia está siempre en el presente.3



Estar conciente de instante en instante es suficiente. 4



Puede durar un segundo: estar completamente conciente por un segundo, y en el segundo siguiente puede estar desatento. Pero uno sabe también que está desatento. 5



   ¿Qué relación puede haber entre estar concientes y el tiempo? ¿Qué es el tiempo? Hay un tiempo objetivo, de acuerdo al reloj, al calendario, el libro de historia, mayormente se lo puede medir,  y es a veces predecible. Y hay un tiempo subjetivo: el paso del tiempo según lo experimentamos nosotros, ¡quizá creado por nosotros! Este tiempo  es esquivo y no se lo puede medir. Pero comprender el tiempo quizá sea la clave para un acercamiento a la comprensión de la atención plena y a la comprensión de nosotros mismos. ¿Pero  podemos comprender  el tiempo? ¿Podemos comprender la conciencia y a nosotros mismos?

     Existen interesantes vislumbres del tiempo de parte del Dr. Taimni, cuyo conocimiento como científico se combinó con sus descubrimientos espirituales.



El tiempo disminuye progresivamente a medida que nos acercamos al centro de nuestra conciencia, y la sucesión se torna más rápida desde el punto de vista físico hasta que se hace simultáneo en el Eterno Ahora. 6



   El tiempo es, citando a Mme.Blavatsky:



…una ilusión producida por la sucesión de nuestros estados de conciencia a medida que viajamos a través de la duración eterna, y no existe donde no existe conciencia... El presente es solo una línea matemática que divide esa parte de la duración eterna que llamamos futuro de aquélla parte que llamamos pasado... Nada sobre la tierra tiene duración real, ya que nada permanece sin cambio, o igual, por la billonésima parte de un segundo. 7



      La pregunta es: ¿Vivimos en el presente en nuestra conciencia? Desafortunadamente, no lo hacemos la mayor parte del tiempo. El poeta Shelley, expresó esto en su Lamento:



¡O mundo! ¡O vida! ¡O tiempo!

Cuyos últimos escalones asciendo,

Temblando ante aquello donde ya había estado antes,

¿Cuándo retornará la gloria de tu primera hora?

Nunca más, ¡Oh, nunca más!



     Nos lamentamos como el poeta, porque, aunque físicamente estamos en el presente, a menudo vivimos en el pasado, recordando, refrescando recuerdos, lamentando. O vivimos en el futuro, esperando y temiendo. A menudo no estamos realmente concientes, no vivimos, en el momento presente.

     Puede haber momentos, sin embargo, cuando sí vivimos en el presente, cuando somos concientes, al menos en cierta medida, cuando el presente nos toma por sorpresa. Para citar a Krishnamurti:



¿No han experimentado en momentos de gran éxtasis la cesación del tiempo, no hay pasado, ni futuro, sino una intensa conciencia, un presente atemporal? 8



    Tal conciencia de felicidad fue expresada por Wordsworth:



Mi corazón salta cuando observo

Un arcoiris en el cielo:

Así fue cuando mi vida comenzó;

Así es ahora que soy un hombre,

Así será cuando envejezca,

¡O cuando muera!



     Pero también fue Shelley quien señaló la causa de estas aflicciones, de este lamento por el pasado:



 Miramos antes y después

 Y padecemos por lo que no es:

 Nuestra risa más sincera

 Con algo de dolor cargada

 Nuestras canciones más dulces son aquéllas

 que hablan del pensamiento más triste.



    Buscamos, pero “a través del tiempo no se puede comprender lo atemporal”. Por lo tanto, “vivamos en el tiempo de modo atemporal.... El ahora tiene mayor importancia que el mañana. En el ahora está todo el tiempo, y comprender el ahora es liberarse del tiempo.” 9

    Otro aspecto del estar alerta se relaciona con ser y convertirse en algo, lo cual nuevamente involucra al tiempo. El “ser” se relaciona con el presente. Lo que somos, lo somos en el presente. El “Convertirse” se relaciona con un movimiento del pasado al presente, o desde el presente al futuro. Cuando pensamos en el presente en términos de pasado y futuro, no podemos estar realmente alertas en el presente, pero “ser” en el sentido de lo que uno es, está siempre en el presente.

     “Ser” es un verbo, y sugiere un estado real o una actividad, por ello el verbo “ser” sugiere algo que está vivo, que está en el aquí y en el ahora, en el tiempo presente. Por el contrario, “convertirse” sugiere movimiento. Como dice Krishnamurti, nuestra vida es un proceso de convertirse en algo. Tomado desde el punto de vista físico, esto es algo natural y familiar. Por ejemplo, un bebé se convierte en niño, un niño se convierte en adolescente, un adolescente en un adulto, una oruga se convierte en mariposa; un capullo se convierte en una flor.

    Pero cuando convertirse en algo es el objeto de nuestros deseos, por ejemplo, cuando somos feos, tontos o pobres y deseamos tornarnos hermosos, inteligentes o ricos, entonces el deseo de convertirse lleva a la insatisfacción, al esfuerzo, la lucha y el dolor, y cuando deseamos o pugnamos por convertirnos en algo, no vivimos en el presente, sino en el futuro, es decir, en nuestro sueño del futuro, tal como nos gustaría que fuese. De manera similar, podemos vivir en el pasado y no ser concientes del presente, pero soñar despiertos, sintiendo nostalgia por los “buenos viejos tiempos” y lamentándonos por errores pasados.

    Entonces, ¿Qué podemos hacer acerca de esto? No tiene nada malo soñar con lo que deseamos, siempre que estemos concientes de que estamos soñando y que no estamos viviendo en el presente, y cuando en el presente estamos concientes de nuestro estado presente, ¿no es eso estar alerta? Pero si nos aferramos a sueños del futuro, a lo que queremos llegar a ser, y nos encariñamos con recuerdos o penas del pasado, entonces no estamos concientes del presente.

    ¿Y ser concientes espiritualmente?

    En el Kathopanishad, Yama, un maestro, le dirige a un aspirante, Nachiketas, las palabras ¡“Levántate”, “Despierta!” que significan “¡Se activo! ¡Presta atención!”, cuando Nachiketas ha pasado ciertas pruebas (Volveremos a esto).

     ¿Qué significa  “Despierta” y “Levántate” en general? ¿No hacemos esto cada mañana? Nos despertamos de un descanso sin sueños o de sueños mayormente ilusorios y tomamos conciencia una vez más del mundo físico, de nuestro ser físico, de nuestras obligaciones en el plano físico. Luego nos levantamos y comenzamos a actuar. Esto es el despertar físico.

    Pero a veces podemos, después de dormir o no, despertar y levantarnos emocional y mentalmente. Habiendo luchado sin éxito con algunos problemas, podemos relajarnos yendo a dormir o haciendo alguna otra actividad, tal como ir a caminar, o hacer tareas domésticas o de jardinería, o estudiar. Luego, repentinamente, podemos ver la solución a un problema, o despertar de alguna ilusión, tener una inspiración o una “percepción”.Luego nos levantamos y aplicamos la idea que hemos tenido. Un investigador o un inventor pueden  descubrir la solución a un problema y utilizarla, un artista puede pintar o dibujar, un poeta puede escribir un poema, un compositor puede componer una sinfonía. O podemos simplemente ser felices. Todos podemos ser creativos en la vida diaria, aún al limpiar, lavar los platos, cocinar, hacer labores manuales, si estamos realmente concientes de lo que estamos haciendo.

    Espiritualmente también podemos despertar y levantarnos, pero es menos frecuente. El Gran despertar final llega solo una vez en nuestra evolución humana, pero puede haber muchos pequeños despertares. Gradualmente despertamos de conceptos ilusorios de la vida y de nosotros mismos. Podemos volvernos progresivamente más concientes de lo que las cosas son, de lo que nosotros somos. El último despertar es autoconocimiento. Luego nos levantamos y aplicamos esa conciencia. Actuamos bajo su luz. No podemos evitar ser fieles a nosotros mismos.

    Si no actuamos a la luz de nuestro auto-descubrimiento, entonces no hemos despertado realmente, aunque podamos pensar que si. Podemos saber en teoría que somos una chispa divina de la llama única, pero aún tememos perder, aún nos sentimos separados de los demás y actuamos de acuerdo a ello en una crisis.

    En el Kathopanishad, las palabras “¡Levántate! ¡Despierta!” se las dice a Nachiketas, un joven aspirante, su maestro Yama, el Dios de la Muerte.

    El padre de Nachiketas había realizado un ofrecimiento de muchas vacas a los dioses, porque deseaba una recompensa celestial. Pero solo sacrificó vacas viejas que ya no podían comer, beber, reproducirse o dar leche. Por lo tanto, su motivación, ganar una recompensa, fue egoísta y su ofrenda fue inútil. Nachiketas se sintió desolado cuando vio la pobre ofrenda que su padre estaba ofreciendo a los dioses. Por ello, le preguntó, con cierta insolencia, “¿A quién me entregarás?”. Su padre, con enojo, dijo que le daría Nachiketas a Yama, el Dios de la Muerte.

    De allí que Nachiketas, el hijo obediente, partió hacia la casa de Yama. Pero Yama no estaba en casa y Nachiketas debió esperar tres días hasta que regresara. Yama estaba apesadumbrado debido a que su visitante había tenido que esperar tanto, por lo que le ofreció tres dones.

    Nachiketas eligió como primer beneficio que su padre no se preocupase o enojase y que le diese la bienvenida de regreso a casa, y Yama  se lo concedió. Por lo tanto vemos que Nachiketas deseaba que su padre se reconciliara. Su corazón estaba en lo correcto. Deseaba que las buenas relaciones familiares se restablecieran.

    Como su segundo don, Nachiketas deseó conocer el sacrificio que conduce al cielo después de la muerte, y Yama no solo le enseñó sobre ese sacrificio, sino que también le dio el nombre de Nachiketas.

    Como tercer beneficio Nachiketas pidió: “Cuando un hombre muere...algunos dicen que es, otros dicen que no es....Yo sabría la verdad.” Nachiketas no quería saber acerca de nuestro destino después de perder nuestro cuerpo físico. “Al igual que el maíz, un hombre madura y cae a la tierra, al igual que el maíz, brota nuevamente en su momento.” Lo que quería saber era probablemente el estado más allá de la iluminación.

    Yama vaciló en contestar al chico. Quizá para probarlo le ofreció hijos y nietos, ganado, elefantes y caballos, oro, un reino poderoso y toda clase de placeres. Podemos recordar las tentaciones de Mâra a Buda próximas a su iluminación, o la tentación de Cristo de parte de Satanás en el desierto.

    Pero Nachiketas rehusó ceder (como lo hicieron Buda y Cristo), y Yama, que estaba secretamente complacido, comenzó a enseñarle. No le enseñó el secreto final, porque eso no se puede enseñar, sino que uno mismo debe darse cuenta. Pero, para alentar al niño, le dijo estas palabras:



¡Levántate, despierta! Acércate a los pies del Maestro y conoce ESO. Igual que el filo de la navaja, dicen los sabios, es el sendero.



Es angosto y difícil de transitar. Sin sonido, sin forma, intangible, eterno, sin sabor, sin olor, sin comienzo, sin final, inmutable. Más allá de la naturaleza, está el Ser, conociéndolo así, uno se libera de la muerte.



    De esta manera incentivó al niño a estar alerta en el sentido más profundo de su ser interior.

    La importancia de estar alerta en la vida diaria se enfatiza en muchas tradiciones religiosas.

     En el Cristianismo, el Hermano Lorenzo enfatizó lo que él llamó “la práctica de la presencia de Dios.”

    Un monje novato le dijo a Joshu, maestro del Budismo Zen, recién he ingresado a la hermandad y estoy ansioso por aprender el primer principio del Zen. ¿Me lo enseñarás?” Joshu dijo: ¿Has comido tu cena?” El novicio respondió: “He comido,” y Joshu dijo: “Ahora lava tu plato.”

    Christmas Humphreys, el fundador de la Sociedad Budista en Inglaterra, solía decir que lo que es importante y que debería tener toda nuestra atención es simplemente “el próximo paso” .

    Hay dichos sabios desde la alegre y humorística tradición Casidista: Poco después de la muerte del rabino Mokshe, el rabino Mendel le preguntó a uno de sus discípulos: “¿A qué le daba tu maestro la mayor importancia?”, y la respuesta fue: “A cualquier cosa que estuviese haciendo en el momento.”

    Un explorador regresó del Amazonas e intentó describir sus experiencias a sus conciudadanos, pero ¿cómo podía ponerlas en palabras? Dijo: “Vayan y vean por ustedes mismos,” y para guiarlos, dibujó un mapa del río. Ellos se abalanzaron sobre el mapa y lo enmarcaron en la alcaldía, e hicieron copias para si mismos. Aquéllos que estudiaron el mapa se consideraron expertos en el río. ¿Estamos buscando mapas o libros de instrucciones para seguir?

    Cuando pensamos en “estar alertas”, podemos ser tentados a que para lograrlo, debemos practicar concentración. Podemos pensar en los últimos tres pasos del Raja Yoga Hindú, y en el Noble Óctuple sendero Budista, a veces traducidos como “concentración, meditación y contemplación.” Pero según Krishnamurti, quien puso gran énfasis en estar alerta, este no es el caso.



Al tratar de concentrarse, los pensamientos-sentimientos conflictivos son suprimidos, dejados a un lado o superados y a través de este proceso no puede haber comprensión. La concentración se obtiene a expensas de una conciencia profunda. Si la mente es insignificante y limitada, la concentración no la hará menos pequeña ni trivial, por el contrario, fortalecerá su propia naturaleza.  10



Todo niño es capaz de concentrarse, déle un juguete nuevo y él se concentra. Todo hombre de negocios se concentra cuando quiere ganar dinero. La concentración que pensamos deberíamos tener para meditar, es realmente estrechez, un proceso de limitación, de exclusión.  11



La idea de que estamos distraídos cuando queremos concentrarnos solo implica que uno se resiste a lo que se llama distracción. Cuando su pensamiento se desvía, déle toda su atención a ese pensamiento, no lo llame distracción.  12



    Otra advertencia es tal vez apropiada. Deberíamos estar concientes de nuestros motivos al buscar estar alertas, concientes. Recordemos la advertencia de Luz en el Sendero:



Mata la ambición.

Es fácil decir: “No seré ambicioso”, no es tan fácil decir: “Cuando el Maestro lea mi corazón, lo encontrará libre de toda mancha”. El artista puro que trabaja por amor a su obra está a veces más firmemente ubicado en el camino correcto que el ocultista que se imagina haber apartado de sí el interés propio, pero que en realidad solo ha ensanchado los límites de la experiencia y del deseo, y ha transferido su interés a cosas relacionadas con una mayor expansión de vida.





Referencias



1-       Los Años del Despertar, p. 158.

2-       Citado en Dichos de J. Krishnamurti (compilado por Susumaga Weeraperuma), p.18

3-       ídem. p 20

4-       ídem. p.21

5-       ídem. p.23

6-       El Hombre, Dios y el Universo, pp.361-2

7-       Compendio de la Doctrina Secreta, pp. 19-20

8-       Dichos de J. Krishnamurti (compilado por Susumaga Weeraperuma), p.195

9-       ídem. p 196

10-    ídem. p 37

11-    ídem. p 37

12-    ídem. p 38