martes, 24 de diciembre de 2013

UN SENDERO PROPIO



       
Tran-Thi-Kim-Dieu

                  Cada uno de nosotros ha experimentado la vida hasta cierto punto. Aunque la consciencia puede variar de acuerdo a nuestros ambientes, todos hemos conocido el sufrimiento, disgusto, desesperación, placer, alguna felicidad y quizás, alegría. Como teósofos, cada uno de nosotros tiene algo que hacer en el mundo; aunque hay un sentimiento de que mientras vivamos en el, sin embargo  no pertenecemos enteramente a el. Parece que el brillo del mundo deja de tener el encanto para nosotros que para otras personas que viven completamente en el mundo y pertenecen a el.
               Ser miembros de la Sociedad Teosófica no nos confiere superioridad ni nos da más prerrogativas que al resto de la humanidad, pero sugiere que estamos buscando una vida que tenga un significado, y que una forma significativa de vida nos conduce a cada uno de nosotros más pronto o más tarde hacia el sendero espiritual. La diferencia se halla en el hecho que estamos buscando una forma de vida que sea digna de vivirse.
               En el pequeño libro A los Pies del Maestro, uno puede leer:
                ‘En el mundo, solo hay dos clases de personas – aquellas que conocen y aquellas que no conocen, y este conocimiento es lo único que importa. Qué religión sostenga un hombre, a qué raza pertenezca – estas cosas no son importantes; lo que es realmente importante es el conocimiento del plan de Dios para los hombres. Porque Dios tiene un plan, y este es la evolución’.
               La palabra ‘dios’ no simboliza un dios personal; significa la naturaleza más profunda de lo que existe. Podemos llamarlo lo Divino. La literatura teosófica habla abundantemente acerca del conocimiento del plan Divino de evolución. Es el conocimiento del alma espiritual, el Yo Uno, revelando a la humanidad el futuro del alma humana que es glorioso y sin límites.
              LaVoz del Silencio habla acerca de tres vestíbulos: el Vestíbulo de la Ignorancia, el Vestíbulo de la Instrucción y el Vestíbulo de la Sabiduría. La humanidad está en la presente vida en el primer vestíbulo, el de la ignorancia – siendo la peor ignorancia no saber que uno es ignorante! La mayoría de los seres humanos son ignorantes pero no saben que lo son. Sin embargo, irónicamente hay una certeza inconsciente que uno sabe. Por el reconocimiento de que uno es ignorante, uno puede ir en busca de conocimiento y finalmente lo adquiere.
             Más de una vez, en la Joya Suprema de la Sabiduría (Vivekachudamani), el maestro llama al inquiridor ‘hombre sabio’. Efectivamente, los investigadores espirituales son una especie de individuos sabios; han visto su ignorancia y por lo tanto tratan de remediarla pidiendo instrucciones a los instructores espirituales. El acto de pedir instrucción testifica la buena voluntad de aprender.
                       Ahora, ¿qué debería uno aprender y cómo? Uno puede aprender variadas habilidades, la habilidad técnica de conducir un automóvil, pilotear un avión o usar un computador. Para esto uno puede hacer algún esfuerzo y algún sacrificio en otros campos. Esto es parte del método y los requisitos no pueden ignorarse o descuidarse si uno desea alcanzar la habilidad deseada.  El aprendizaje de habilidades técnicas es interminable, ya que la tecnología se desarrolla y  suministra aparatos más nuevos que aguijonean la curiosidad de la mente humana. Así es con la reunión de información. Vivimos en un mundo de información donde billones de megabytes de información están siendo enviados alrededor del planeta. Como la red de información está creciendo más extensa y más compleja cada día, uno puede ser atrapado en ella si no se da cuenta. Viviendo en el mundo como lo hacemos, no podemos negar todas las habilidades. Pero a menos que uno sea indiferente a la evolución espiritual, uno tiene que limitar  el envolvimiento con el proceso de obtener información y aprender nuevas habilidades. Este es un asunto de discernimiento en el que nuevamente A los Pies del Maestro da valioso consejo:
                   ‘Por muy sabio que ya seas, en este Sendero tienes aún mucho que aprender; tanto, que aquí también debe haber discernimiento, y debes pensar con cuidado si algo vale la pena de ser aprendido. Todo conocimiento es útil, y algún día tendrás todo el conocimiento, pero mientras poseas tan solo una parte, cuida que sea la parte más útil’.
                   ¿Cuál es la parte más útil del conocimieno? Depende de la motivación del aprendiz. La elección delo que es más útil se hace de acuerdo a lo que se define como digno de aprender. Para una persona que pertenece enteramente al mundo y cuya motivación está basada en objetivos materialistas egoistas, el interés estará dirigido a más riqueza y poder. Para una persona que vive en el mundo pero que ya no pertenece a él, la motivación puede ser muy diferente, porque para él hay ‘cosas más grandes quela riqueza y el poder – cosas que son reales y perdurables’.
                      ¿Pero cuáles son estas cosas que son reales y perdurables? ¿Cómo puede uno obtener aún la más ligera idea de ellas si está uno todavía bajo el hechizo de lo que es irreal? La forma de vida, el hábito del pensamiento, la rutina de las acciones, formadas por tendencias mundanas y motivos egoistas, son nubes que velan una visión clara de lo que es real. El mundo en que vivimos es un mundo de apariencias. A menos que uno pueda ver más allá de esas apariencias, uno nunca puede alcanzar la visión de lo real. Uno de los Mahatmas  señaló que una de las mayores dificultades en su tarea de enseñar a los discípulos era hacer que aprendieran a soltar su dependencia sobre las apariencias. Y para hacerlo, los discípulos tienen primero que desaprender.
                       El condicionamiento llega de lo que llamamos el medio, formado de la cultura racial, crianza familiar, educación intelectual y religiosa. Todas estas son como estratos de colores artificiales pintados sobre la madera natural que es la naturaleza fundamental de un individuo. Cuando uno comienza a desaprender el medio, comienza a deshacer el condicionamiento.
                         Al principio uno puede comprender que lo que dio por sentado como real, no lo es. Uno también puede comprender que lo que consideraba importante, no lo es. Todo el proceso es como quitar los estratos de la pintura artificial, uno a uno, para descubrir la madera natural del Yo real. Corresponde al instante en que cambia nuestra visión y adquiere un ángulo más amplio para mirar de nuevo la vida.
                        Cambiar nuestra visión no es solo un asunto de auto-adaptación a las circunstancias. Esto podría ser mera astucia, eludir las dificultades de la vida. Un cambio de visión no significa compromiso tampoco, sino como una consecuencia directa, las escalas de valores caen una tras otra, siendo reemplazadas por unas más valiosas. Esto puede seguir por un largo tiempo, hasta que se encuentra la escala que está basada en virtudes universales, y plenamente aceptada como el  criterio final para nuestro pensamiento, palabra y acción.
                          Lo mismo ocurre con las ideas y conceptos, que son ‘cosas’. Aunque los pensamientos son objetos más sutiles que materiales, son ‘cosas’ no menos en la etapa de manifestación. En el proceso de aprendizaje, los pensamientos son reemplazados por unos más profundos resultantes de mayor comprensión. Esta comprensión, cuando es correcta, no es diferente de la visión interna o percepción.
                         La percepción naturalmente requiere correcta  motivación y finalmente conducirá a su abolición. Es así porque la motivación testifica al yo mientras la acción inegoísta necesariamente es sin motivo. La percepción conducirá al genuino principiante adelante hacia el discernimiento de la naturaleza de la misma acción.
                         Así, cambiar visiones, depurar conceptos, producir recta acción de entre la percepción, son las consecuencias del aprendizaje. A un nivel sutil uno puede decir que este aprendizaje es el aprendizaje espiritual que también es la purificación de la naturaleza humana interna. En otras palabras, este aprendizaje es purificación. Cuando toma la forma de investigación en la naturaleza de lo que existe por medio de la reflexión y la meditación, ayuda al principiante a descubrir el verdadero Yo. Así, el aprendiz se mueve, paso a paso, desde lo irreal hacia lo real.
                       El sendero desde lo irreal a lo real no es un camino  suave, pavimentado donde sombreados refugios están listos para recibir al viajero  cada vez que esté cansado. La jornada desde lo irreal a lo real no es automáticamente una jornada segura tal como a menudo se afirma, se espera, se aguarda. Por el contrario, es una jornada peligrosa a través de la cual el peregrino no puede pasar siempre ileso. Podría al igual, perder su vida antes que la completa porque las trampas son tan numerosas como las debilidades del peregrino; el peor enemigo que él tiene, por lo tanto, es él mismo. Las trampas como enumeradas en Luz en el Sendero son, ambición, deseo por la vida, deseo de comodidad y sensación, sentido de separatividad y hambre de crecimiento. Cada uno de ellos, de acuerdo al consejo, debe ser ‘matado’. En suma, el mejor grillete puede ser identificado como orgullo.
                       El orgullo tiene una amplia gama de formas, desde lo tosco a lo sutil. Hace que una persona sienta que es mejor que otros – si no el mejor de todos. Insidiosamente susurra al orgulloso que todo el mundo debería inclinársele; que debería dársele atención especial. A sus ojos, es contundentemente evidente que las cosas deberían seguir su camino, puesto que sabe más que todos los demás. La ilustración más elocuente puede encontrarse en la personalidad del Sr. Hume a quien uno de los Mahatmas calificó como un ‘monumento al orgullo’. El Sr. Hume les pidió instrucciones pero en el trasfondo de su mente, había constantemente la creencia que sabía más que ellos acerca de cómo enseñar y a quienes. Todos nosotros podemos ser ‘pequeños’ Humes en nuestras vidas diarias, lo que una honesta y aguda auto-observación puede revelar.
                       Entrar al Sendero significa no regresar ya al Vestíbulo de la Ignorancia, sino tratar de moverse hacia una mayor comprensión. Todas las trampas pueden ser consideradas como un paso que dar y conquistar hasta que la última de ellas se pase. Este punto de retorno no es sino un acto de voluntad para decidir no permitir que el alma flote de vida en vida sin dirección. Entrar al Sendero corresponde al momento en que uno toma la vida y destino de uno en nuestras manos, resistiendo las tempestades que se generan debido a nuestra ignorancia o acciones pasadas, que lo arrojan  a uno de aquí para allá en el océano de la ‘existencia’ o samsara. Cuando hay esta decisión de tomar el destino de uno en nuestras propias manos y la perseverancia para mantener esta decisión, solamente entonces comienza el sendero espiritual. No antes.
                      El Sendero es el sendero del aprendizaje y el servicio. Uno deja el Vestíbulo de la Ignorancia y cruza el umbral que conduce al Vestíbulo de la Instrucción. Mientras aprende el discípulo se le previene que discierna el aprendizaje de la cabeza de la sabiduría del alma como se declara en La Voz del Silencio:
                      ‘Antes de dar el primer paso, aprende a discernir lo verdadero de lo falso, lo siempre fugaz de lo sempiterno. Aprende sobre todo a distinguir la Sabiduría de la Cabeza, de la Sabiduría el Alma; la doctrina del “Ojo”, de la del “Corazón”. Verdaderamente, la ignorancia se asemeja a un vaso cerrado y sin aire; el alma es como un pajarillo preso en su interior…Pero aún la ignorancia misma es preferible a la Sabiduría de la Cabeza, si ésta no tiene la Sabiduría del Alma para iluminarla y dirgirla’.
                         La Sabiduría de la Cabeza únicamente es un fertilizante para que crezca el orgullo. Infla el sentido de separatividad e hincha el ego personal. Todos los verdaderos instructores espirituales han prevenido a sus discípulos en contra del flagelo del orgullo. Hasta el último peldaño el orgullo puede ser una causa potencial para nuestra caída. El aprendiz tiene que mantener una constante mirada vuelta hacia adentro para impedir  la nutrición del orgullo, y observar para ‘matar’ tal enfermedad del alma.
                           La advertencia en La Voz del Silencio menciona:
                           ‘En el Vestíbulo de la Instrucción encontrará tu alma las flores de vida, pero debajo de cada flor una serpiente enroscada’.
                           Podría significar que la instrucción contiene la promesa del conocimiento, pero cada vez que el conocimiento alcance un cierto nivel de éxito, detrás se halla el peligro del amor por sí mismo, como una serpiente siempre dispuesta a dar una mordida mortal.
                           La humildad es como un escudo  protector. Por lo tanto, La Voz del Silencio aconseja:
                           ‘Se humilde si quieres alcanzar la Sabiduría. Se más humilde aún, cuando de la Sabiduría seas dueño’.
                           El aprendizaje es infinito. Así es el Sendero. Pero como dije, cuando el proceso es correcto, dará acceso a la percepción como un preludio a la Sabiduría. Esta Sabiduría es la luz interna que ilumina el camino del principiante hacia el descubrimiento del plan divino que es el plan de evolución.
                          Este sendero, como lo veo, es el mismo que el camino descrito por HPB como ‘empinado y espinoso, un camino que conduce al corazón mismo del Universo’. La declaración del vidente contemporáneo, J. Krishnamurti, afirmado que ‘ La verdad es una tierra sin sendero’, no es una negación del camino de HPB, como puede parecer ser a primera mirada. Porque, debiera haber un sendero a la Verdad, este sendero debe necesariamente conducir al corazón del Universo, que es también el corazón del Yo Uno. Pero no puede ser un sendero pre- ideado. De hecho, ¿hay otro sendero por el que ir que este sendero que es el sendero universal, y aunque al mismo tiempo, un sendero propio? Nuevamente aquí La Voz del Silencio  insinúa una respuesta:
                            ‘No puedes recorrer el sendero antes de que te hayas convertido en el sendero mismo’

                                                  The Theosophist, Diciembre de 2004