domingo, 11 de agosto de 2013

Consciencia


MARY ANDERSON

 Estar consciente podría referirse por una parte a familiarizarse con algo en particular o concentrarse en ello, o podría referirse a un estado de alerta en general, estando atentos a todo lo que encontramos, estando abiertos a todo lo que suceda.

    Consideremos lo que significan los distintos términos empleados en el diccionario para describir conciencia. “Ser conciente” de algo significa que lo notamos. “Ser observadores” implica que en general no pasamos nada por alto. “Familiarizarse” significa que algo ya es bien conocido para nosotros. “Estar atentos” a algo quiere decir que nuestra atención está fija sobre ello. “Estar relacionado” con algo significa que estamos familiarizados con ello. “Estar informados” implica que poseemos conocimiento intelectual acerca de algo. “Ser conocedores” significa que somos, en cierta medida, expertos en aquello de lo que somos concientes. “Ser sensibles” significa que sentimos profundamente aquello de lo que somos concientes. “Ser cuidadoso” quiere decir que no descuidamos nada. “Estar totalmente atentos” significa que no olvidaremos nada. “Sentirnos vivos” respecto a algo sugiere que eso significa algo para nosotros, que nos importa. “Ser responsivo” sugiere  que respondemos, que reaccionamos de alguna manera.

    Estas definiciones de “estar conciente o alerta” pueden referirse no sólo a algún objeto u ocasión particular, sino a nuestra actitud en general. ¿Somos concientes de algún objeto particular, persona, o situación en algún momento determinado? ¿O es la nuestra una actitud (en general o a veces) de atención? Si somos concientes de algo o alguien, o de alguna situación, ¿podemos aprender de ese estado de alerta particular a darnos cuenta que podemos tener esa actitud de estar concientes en general en todo momento?

    Quizá sea el artista quien, gracias a su naturaleza y entrenamiento, tiene mayor posibilidad de estar conciente de lo que le rodea, tanto del ambiente, especialmente la naturaleza, como de los reinos de la Naturaleza, incluyendo la humanidad.

    La gente también está conciente cuando se interesa en algún sujeto u objeto particular, por ejemplo, plantas, animales, niños, edificios hermosos, etc. Por lo tanto, estar conciente (en un campo limitado) llega naturalmente en estos casos a jardineros, amantes de la naturaleza, amantes de los animales, maestros y padres, arquitectos, etc.

    Quien está buscando algo o a alguien está también en un elevado estado de atención, por ejemplo un detective que busca a un delincuente, o un delincuente que busca una oportunidad para cometer un delito! Todos podemos alcanzar un elevado estado de atención cuando tratamos de encontrar a alguien o algo, o un artículo específico que deseamos comprar! ¿Podemos ser concientes de nuestra propia conciencia, lo cual podría ser por sí sola una lección sobre el estado  mismo de estar alertas?

    ¿Qué es un estado de atención aún más intenso? ¿Qué podría implicar? Podríamos sugerir que implica un intenso sentimiento, cuando uno ya no es conciente de uno mismo como un ser separado, o un despertar espontáneo como después de estar soñando o profundamente dormido, o una inspiración que llega sin buscarla, la convicción que reemplaza una idea indefinida, o quizá una percepción repentina de la solución de un problema, o lo que se conoce como intuición o inspiración.

    ¿Y qué no es el estado de atención? No se lo fuerza a través de la concentración o drogas. (Las drogas pueden llevar a quienes las consumen, sus víctimas, aparentemente hasta la cima de la montaña, pero caerán desde la cima de esa montaña y quizá se encuentren a sí mismos lastimados.)

    El verdadero estado de atención no está en el tiempo, sino de algún modo está fuera del tiempo. Podemos pensar en el “eterno ahora.”

   ¿Cómo surge el estado de alerta? ¿Qué lleva a él? Puede ser el sufrimiento o una crisis repentina. O puede ser una alegría repentina. Puede ser una percepción. Por ello ocurre espontáneamente. No podemos buscarlo.

    Por otra parte, este intenso estado de atención no puede tener lugar a menos que se cumplan ciertas condiciones- condiciones de las que ni siquiera somos concientes. Debe haber cierta inocencia y pureza, inocuidad, y a la vez, cierta  resolución.

    Un ejemplo pueden ser las pinturas de una manada de bueyes del Budismo Zen. El pastor ha perdido a su buey. Esto es un estado de crisis. Busca en vano al animal. Pero continúa la búsqueda con total atención. Y gradualmente encuentra rastros, por ejemplo  una huella. Luego, al final, encuentra al animal y lo monta, luego calma y controla al buey hasta que es nuevamente su señor. Luego se aleja, montando sobre su lomo, tocando su flauta. Se siente triunfante y despreocupado.

    Por supuesto, el estado de conciencia que conocemos y en el que podemos regocijarnos no es aún la iluminación ni el satori Zen. Pero quizá la iluminación final, si es que hay una, está precedida por una serie de lo que podríamos llamar “pequeñas iluminaciones”, momentos de conciencia cuando tenemos una leve anticipación de la dicha que es nuestro verdadero ser.

    Puede haber otros ejemplos de elevados estados de conciencia, por ejemplo, enamorarse, encontrarse con alguien que uno ha conocido y amado quizá en vidas anteriores. (Solía haber una canción: Alguna noche encantada, verás a un extraño en una sala atestada....”) Luego lo que ocurre se puede expresar en estas palabras: “Cuando el espíritu salta al espíritu a través del velo de la carne.”

    El genio, ya sea un artista, un poeta, un compositor, un bailarín, un arquitecto o un inventor, un gran científico, etc. conoce momentos de ese estado de atención plena cuando se presenta la solución a un problema meditado largamente. Podemos estar atentos, podemos ser incluso expertos en algún tema. (¡Un experto es por supuesto, alguien que sabe  mucho sobre muy poco! El es conciente en un área limitada y podría desarrollar “deformación profesional”!)

    Pero los grandes genios a menudo se sienten cómodos en muchos campos. Miguel Ángel fue uno de estos genios universales. Quizá en nuestra época Einstein y Karl Gustav Jung se acercaron al estatus de genio universal.

    Pero algunos son geniales en su propio campo. Un estudioso, un científico o un detective genial pueden proceder de la misma manera y pueden tener vislumbres similares a aquéllas del monje del budismo Zen que intenta resolver un koan. Un koan es una afirmación aparentemente absurda, o un acertijo aparentemente insoluble que se le da al monje Zen para meditar y resolver. El siguiente es un ejemplo. Un joven ganso fue colocado en un frasco. Al crecer ya no pudo salir del frasco. ¿Cómo podría uno liberarlo sin lastimarlo y sin romper el frasco? Ya que ese koan no tiene solución, el monje se adentra más y más en él,  luchando con  él, esforzándose para encontrar una solución. Debe prestarle toda su atención. No lo dejará ir. (Quizá el ganso nunca estuvo en el frasco).

    Lo mismo sucede con el científico o el estudioso que investiga algún problema. Deben prestarle toda su atención. Puede hacerlo por un largo tiempo. Luego puede quedarse dormido o simplemente relajarse o sentir la necesidad de alguna actividad física. Puede llevar al perro a caminar, o ayudar a su esposa en la cocina. Y de repente, la solución aparece. Está allí, delante de él, y es indudablemente la  solución correcta. De  cierta forma estuvo allí todo el tiempo. Puede sentir deseos de gritar “¡Eureka! ¡Lo encontré!”. Ve todo el problema de un vistazo.

    Ese científico, el genio o el monje Zen encuentran la solución cuando ya no la busca o piensa sobre ella. Quizá él se la entrega al subconsciente o lo que podríamos llamar la “superconciencia”. Es como si hubiese escalado una montaña entre la niebla, con gran esfuerzo, y súbitamente, cuando alcanza la cima, el sol aparece. Todo está claro, bañado por la luz del sol. En el caso de nuestro genio o nuestro monje Zen, la solución es absolutamente clara. Está conciente de ilimitadas posibilidades, ilimitadas implicancias. Eso es estar consciente.

     Ese estado fue experimentado y descrito por Krishnamurti. ¿Estar conciente, no es idealmente la unidad con aquello de lo que somos concientes? Citándolo:



Tuve la primera y más extraordinaria experiencia. Había un hombre arreglando el camino, ese hombre era yo mismo, el pico que sostenía era yo mismo, la piedra que estaba rompiendo era parte de mí, la tierna hoja de hierba era mi propio ser, y el árbol que estaba al lado del hombre era yo mismo.1



       Krishnamurti habló mucho sobre estar alertas, sobre qué es no estar concientes, y sobre qué impide estarlo.



 Para comprender, la mente debe inquirir profundamente, y sin embargo, debe saber cuándo estar pasivamente alerta.2



Estar conciente es de instante en instante... Estar concientes no es determinación, ni tampoco es la acción de la voluntad. Es la entrega completa e incondicional a lo que es, sin racionalización, sin la división del observador y lo observado… La conciencia está siempre en el presente.3



Estar conciente de instante en instante es suficiente. 4



Puede durar un segundo: estar completamente conciente por un segundo, y en el segundo siguiente puede estar desatento. Pero uno sabe también que está desatento. 5



   ¿Qué relación puede haber entre estar concientes y el tiempo? ¿Qué es el tiempo? Hay un tiempo objetivo, de acuerdo al reloj, al calendario, el libro de historia, mayormente se lo puede medir,  y es a veces predecible. Y hay un tiempo subjetivo: el paso del tiempo según lo experimentamos nosotros, ¡quizá creado por nosotros! Este tiempo  es esquivo y no se lo puede medir. Pero comprender el tiempo quizá sea la clave para un acercamiento a la comprensión de la atención plena y a la comprensión de nosotros mismos. ¿Pero  podemos comprender  el tiempo? ¿Podemos comprender la conciencia y a nosotros mismos?

     Existen interesantes vislumbres del tiempo de parte del Dr. Taimni, cuyo conocimiento como científico se combinó con sus descubrimientos espirituales.



El tiempo disminuye progresivamente a medida que nos acercamos al centro de nuestra conciencia, y la sucesión se torna más rápida desde el punto de vista físico hasta que se hace simultáneo en el Eterno Ahora. 6



   El tiempo es, citando a Mme.Blavatsky:



…una ilusión producida por la sucesión de nuestros estados de conciencia a medida que viajamos a través de la duración eterna, y no existe donde no existe conciencia... El presente es solo una línea matemática que divide esa parte de la duración eterna que llamamos futuro de aquélla parte que llamamos pasado... Nada sobre la tierra tiene duración real, ya que nada permanece sin cambio, o igual, por la billonésima parte de un segundo. 7



      La pregunta es: ¿Vivimos en el presente en nuestra conciencia? Desafortunadamente, no lo hacemos la mayor parte del tiempo. El poeta Shelley, expresó esto en su Lamento:



¡O mundo! ¡O vida! ¡O tiempo!

Cuyos últimos escalones asciendo,

Temblando ante aquello donde ya había estado antes,

¿Cuándo retornará la gloria de tu primera hora?

Nunca más, ¡Oh, nunca más!



     Nos lamentamos como el poeta, porque, aunque físicamente estamos en el presente, a menudo vivimos en el pasado, recordando, refrescando recuerdos, lamentando. O vivimos en el futuro, esperando y temiendo. A menudo no estamos realmente concientes, no vivimos, en el momento presente.

     Puede haber momentos, sin embargo, cuando sí vivimos en el presente, cuando somos concientes, al menos en cierta medida, cuando el presente nos toma por sorpresa. Para citar a Krishnamurti:



¿No han experimentado en momentos de gran éxtasis la cesación del tiempo, no hay pasado, ni futuro, sino una intensa conciencia, un presente atemporal? 8



    Tal conciencia de felicidad fue expresada por Wordsworth:



Mi corazón salta cuando observo

Un arcoiris en el cielo:

Así fue cuando mi vida comenzó;

Así es ahora que soy un hombre,

Así será cuando envejezca,

¡O cuando muera!



     Pero también fue Shelley quien señaló la causa de estas aflicciones, de este lamento por el pasado:



 Miramos antes y después

 Y padecemos por lo que no es:

 Nuestra risa más sincera

 Con algo de dolor cargada

 Nuestras canciones más dulces son aquéllas

 que hablan del pensamiento más triste.



    Buscamos, pero “a través del tiempo no se puede comprender lo atemporal”. Por lo tanto, “vivamos en el tiempo de modo atemporal.... El ahora tiene mayor importancia que el mañana. En el ahora está todo el tiempo, y comprender el ahora es liberarse del tiempo.” 9

    Otro aspecto del estar alerta se relaciona con ser y convertirse en algo, lo cual nuevamente involucra al tiempo. El “ser” se relaciona con el presente. Lo que somos, lo somos en el presente. El “Convertirse” se relaciona con un movimiento del pasado al presente, o desde el presente al futuro. Cuando pensamos en el presente en términos de pasado y futuro, no podemos estar realmente alertas en el presente, pero “ser” en el sentido de lo que uno es, está siempre en el presente.

     “Ser” es un verbo, y sugiere un estado real o una actividad, por ello el verbo “ser” sugiere algo que está vivo, que está en el aquí y en el ahora, en el tiempo presente. Por el contrario, “convertirse” sugiere movimiento. Como dice Krishnamurti, nuestra vida es un proceso de convertirse en algo. Tomado desde el punto de vista físico, esto es algo natural y familiar. Por ejemplo, un bebé se convierte en niño, un niño se convierte en adolescente, un adolescente en un adulto, una oruga se convierte en mariposa; un capullo se convierte en una flor.

    Pero cuando convertirse en algo es el objeto de nuestros deseos, por ejemplo, cuando somos feos, tontos o pobres y deseamos tornarnos hermosos, inteligentes o ricos, entonces el deseo de convertirse lleva a la insatisfacción, al esfuerzo, la lucha y el dolor, y cuando deseamos o pugnamos por convertirnos en algo, no vivimos en el presente, sino en el futuro, es decir, en nuestro sueño del futuro, tal como nos gustaría que fuese. De manera similar, podemos vivir en el pasado y no ser concientes del presente, pero soñar despiertos, sintiendo nostalgia por los “buenos viejos tiempos” y lamentándonos por errores pasados.

    Entonces, ¿Qué podemos hacer acerca de esto? No tiene nada malo soñar con lo que deseamos, siempre que estemos concientes de que estamos soñando y que no estamos viviendo en el presente, y cuando en el presente estamos concientes de nuestro estado presente, ¿no es eso estar alerta? Pero si nos aferramos a sueños del futuro, a lo que queremos llegar a ser, y nos encariñamos con recuerdos o penas del pasado, entonces no estamos concientes del presente.

    ¿Y ser concientes espiritualmente?

    En el Kathopanishad, Yama, un maestro, le dirige a un aspirante, Nachiketas, las palabras ¡“Levántate”, “Despierta!” que significan “¡Se activo! ¡Presta atención!”, cuando Nachiketas ha pasado ciertas pruebas (Volveremos a esto).

     ¿Qué significa  “Despierta” y “Levántate” en general? ¿No hacemos esto cada mañana? Nos despertamos de un descanso sin sueños o de sueños mayormente ilusorios y tomamos conciencia una vez más del mundo físico, de nuestro ser físico, de nuestras obligaciones en el plano físico. Luego nos levantamos y comenzamos a actuar. Esto es el despertar físico.

    Pero a veces podemos, después de dormir o no, despertar y levantarnos emocional y mentalmente. Habiendo luchado sin éxito con algunos problemas, podemos relajarnos yendo a dormir o haciendo alguna otra actividad, tal como ir a caminar, o hacer tareas domésticas o de jardinería, o estudiar. Luego, repentinamente, podemos ver la solución a un problema, o despertar de alguna ilusión, tener una inspiración o una “percepción”.Luego nos levantamos y aplicamos la idea que hemos tenido. Un investigador o un inventor pueden  descubrir la solución a un problema y utilizarla, un artista puede pintar o dibujar, un poeta puede escribir un poema, un compositor puede componer una sinfonía. O podemos simplemente ser felices. Todos podemos ser creativos en la vida diaria, aún al limpiar, lavar los platos, cocinar, hacer labores manuales, si estamos realmente concientes de lo que estamos haciendo.

    Espiritualmente también podemos despertar y levantarnos, pero es menos frecuente. El Gran despertar final llega solo una vez en nuestra evolución humana, pero puede haber muchos pequeños despertares. Gradualmente despertamos de conceptos ilusorios de la vida y de nosotros mismos. Podemos volvernos progresivamente más concientes de lo que las cosas son, de lo que nosotros somos. El último despertar es autoconocimiento. Luego nos levantamos y aplicamos esa conciencia. Actuamos bajo su luz. No podemos evitar ser fieles a nosotros mismos.

    Si no actuamos a la luz de nuestro auto-descubrimiento, entonces no hemos despertado realmente, aunque podamos pensar que si. Podemos saber en teoría que somos una chispa divina de la llama única, pero aún tememos perder, aún nos sentimos separados de los demás y actuamos de acuerdo a ello en una crisis.

    En el Kathopanishad, las palabras “¡Levántate! ¡Despierta!” se las dice a Nachiketas, un joven aspirante, su maestro Yama, el Dios de la Muerte.

    El padre de Nachiketas había realizado un ofrecimiento de muchas vacas a los dioses, porque deseaba una recompensa celestial. Pero solo sacrificó vacas viejas que ya no podían comer, beber, reproducirse o dar leche. Por lo tanto, su motivación, ganar una recompensa, fue egoísta y su ofrenda fue inútil. Nachiketas se sintió desolado cuando vio la pobre ofrenda que su padre estaba ofreciendo a los dioses. Por ello, le preguntó, con cierta insolencia, “¿A quién me entregarás?”. Su padre, con enojo, dijo que le daría Nachiketas a Yama, el Dios de la Muerte.

    De allí que Nachiketas, el hijo obediente, partió hacia la casa de Yama. Pero Yama no estaba en casa y Nachiketas debió esperar tres días hasta que regresara. Yama estaba apesadumbrado debido a que su visitante había tenido que esperar tanto, por lo que le ofreció tres dones.

    Nachiketas eligió como primer beneficio que su padre no se preocupase o enojase y que le diese la bienvenida de regreso a casa, y Yama  se lo concedió. Por lo tanto vemos que Nachiketas deseaba que su padre se reconciliara. Su corazón estaba en lo correcto. Deseaba que las buenas relaciones familiares se restablecieran.

    Como su segundo don, Nachiketas deseó conocer el sacrificio que conduce al cielo después de la muerte, y Yama no solo le enseñó sobre ese sacrificio, sino que también le dio el nombre de Nachiketas.

    Como tercer beneficio Nachiketas pidió: “Cuando un hombre muere...algunos dicen que es, otros dicen que no es....Yo sabría la verdad.” Nachiketas no quería saber acerca de nuestro destino después de perder nuestro cuerpo físico. “Al igual que el maíz, un hombre madura y cae a la tierra, al igual que el maíz, brota nuevamente en su momento.” Lo que quería saber era probablemente el estado más allá de la iluminación.

    Yama vaciló en contestar al chico. Quizá para probarlo le ofreció hijos y nietos, ganado, elefantes y caballos, oro, un reino poderoso y toda clase de placeres. Podemos recordar las tentaciones de Mâra a Buda próximas a su iluminación, o la tentación de Cristo de parte de Satanás en el desierto.

    Pero Nachiketas rehusó ceder (como lo hicieron Buda y Cristo), y Yama, que estaba secretamente complacido, comenzó a enseñarle. No le enseñó el secreto final, porque eso no se puede enseñar, sino que uno mismo debe darse cuenta. Pero, para alentar al niño, le dijo estas palabras:



¡Levántate, despierta! Acércate a los pies del Maestro y conoce ESO. Igual que el filo de la navaja, dicen los sabios, es el sendero.



Es angosto y difícil de transitar. Sin sonido, sin forma, intangible, eterno, sin sabor, sin olor, sin comienzo, sin final, inmutable. Más allá de la naturaleza, está el Ser, conociéndolo así, uno se libera de la muerte.



    De esta manera incentivó al niño a estar alerta en el sentido más profundo de su ser interior.

    La importancia de estar alerta en la vida diaria se enfatiza en muchas tradiciones religiosas.

     En el Cristianismo, el Hermano Lorenzo enfatizó lo que él llamó “la práctica de la presencia de Dios.”

    Un monje novato le dijo a Joshu, maestro del Budismo Zen, recién he ingresado a la hermandad y estoy ansioso por aprender el primer principio del Zen. ¿Me lo enseñarás?” Joshu dijo: ¿Has comido tu cena?” El novicio respondió: “He comido,” y Joshu dijo: “Ahora lava tu plato.”

    Christmas Humphreys, el fundador de la Sociedad Budista en Inglaterra, solía decir que lo que es importante y que debería tener toda nuestra atención es simplemente “el próximo paso” .

    Hay dichos sabios desde la alegre y humorística tradición Casidista: Poco después de la muerte del rabino Mokshe, el rabino Mendel le preguntó a uno de sus discípulos: “¿A qué le daba tu maestro la mayor importancia?”, y la respuesta fue: “A cualquier cosa que estuviese haciendo en el momento.”

    Un explorador regresó del Amazonas e intentó describir sus experiencias a sus conciudadanos, pero ¿cómo podía ponerlas en palabras? Dijo: “Vayan y vean por ustedes mismos,” y para guiarlos, dibujó un mapa del río. Ellos se abalanzaron sobre el mapa y lo enmarcaron en la alcaldía, e hicieron copias para si mismos. Aquéllos que estudiaron el mapa se consideraron expertos en el río. ¿Estamos buscando mapas o libros de instrucciones para seguir?

    Cuando pensamos en “estar alertas”, podemos ser tentados a que para lograrlo, debemos practicar concentración. Podemos pensar en los últimos tres pasos del Raja Yoga Hindú, y en el Noble Óctuple sendero Budista, a veces traducidos como “concentración, meditación y contemplación.” Pero según Krishnamurti, quien puso gran énfasis en estar alerta, este no es el caso.



Al tratar de concentrarse, los pensamientos-sentimientos conflictivos son suprimidos, dejados a un lado o superados y a través de este proceso no puede haber comprensión. La concentración se obtiene a expensas de una conciencia profunda. Si la mente es insignificante y limitada, la concentración no la hará menos pequeña ni trivial, por el contrario, fortalecerá su propia naturaleza.  10



Todo niño es capaz de concentrarse, déle un juguete nuevo y él se concentra. Todo hombre de negocios se concentra cuando quiere ganar dinero. La concentración que pensamos deberíamos tener para meditar, es realmente estrechez, un proceso de limitación, de exclusión.  11



La idea de que estamos distraídos cuando queremos concentrarnos solo implica que uno se resiste a lo que se llama distracción. Cuando su pensamiento se desvía, déle toda su atención a ese pensamiento, no lo llame distracción.  12



    Otra advertencia es tal vez apropiada. Deberíamos estar concientes de nuestros motivos al buscar estar alertas, concientes. Recordemos la advertencia de Luz en el Sendero:



Mata la ambición.

Es fácil decir: “No seré ambicioso”, no es tan fácil decir: “Cuando el Maestro lea mi corazón, lo encontrará libre de toda mancha”. El artista puro que trabaja por amor a su obra está a veces más firmemente ubicado en el camino correcto que el ocultista que se imagina haber apartado de sí el interés propio, pero que en realidad solo ha ensanchado los límites de la experiencia y del deseo, y ha transferido su interés a cosas relacionadas con una mayor expansión de vida.





Referencias



1-       Los Años del Despertar, p. 158.

2-       Citado en Dichos de J. Krishnamurti (compilado por Susumaga Weeraperuma), p.18

3-       ídem. p 20

4-       ídem. p.21

5-       ídem. p.23

6-       El Hombre, Dios y el Universo, pp.361-2

7-       Compendio de la Doctrina Secreta, pp. 19-20

8-       Dichos de J. Krishnamurti (compilado por Susumaga Weeraperuma), p.195

9-       ídem. p 196

10-    ídem. p 37

11-    ídem. p 37

12-    ídem. p 38