domingo, 12 de mayo de 2013

ENTRANDO AL JARDÍN DE LA TEOSOFÍA


ENTRANDO AL JARDÍN DE LA TEOSOFÍA

    


(Charla Convención, Adyar, 27 de Diciembre de 2005)
                                                                             Mary Anderson
                      A menudo se dice que los dos pilares de la Sociedad Teosófica son la fraternidad universal y la libertad de pensamiento. La fraternidad universal implica amor hacia todos, tal amor fraternal como el que debería –aunque no siempre – existir entre hermanos y hermanas o en una familia en general. Y la libertad de pensamiento debería finalmente implicar sabiduría.
                       La raíz de la fraternidad universal se halla en el origen de la humanidad, verdaderamente de todos los reinos de la naturaleza. Todos los seres, aún todas las cosas que existen, tienen un solo origen, lo mismo que los hermanos y hermanas en una familia tienen los mismos padres. El amor es algo que nos une, que nos atrae de vuelta a la Unidad desde la que procedemos y  la cual añoramos, sea que nos demos cuenta o no.
                        Cuando consideramos el otro pilar de la Sociedad Teosófica, la libertad de pensamiento, ¿no parece haber una contradicción entre los dos pilares? Ciertamente,  el acuerdo con otros, la armonía de  mentes, puede profundizar la amistad. Se dice que las grandes mentes piensan  de la misma manera. Por otra parte, un brillante intelecto puede seducir a otros, incluyendo a esos que son demasiado perezosos para pensar por si mismos. Deberíamos tener una mente abierta por una parte, pero por la otra no deberíamos simplemente tragar ideas notables sino pensar cosas por nosotros mismos, llegar a nuestras propias conclusiones.
                       ¿Qué impide a nuestros pensamientos liberarse? Ha habido y aún hay tiempos y lugares donde la libertad de pensamiento ha sido y todavía es suprimida. Se me preguntó una vez con toda seriedad que diferencia había entre  la Sociedad Teosófica y el Partido Comunista, puesto que ambos creían en la fraternidad. Pude solamente pensar en responder con un dicho más bien  fuerte en Alemán: ‘Si tú te rehúsas a ser mi hermano, te romperé el cráneo’. Así, la libertad de pensamiento puede ser suprimida desde afuera. Pero puede ser suprimida a través de nuestros propios defectos, si somos demasiado perezosos para pensar o tememos llegar a ciertas conclusiones, especialmente si tales conclusiones pueden mostrarnos en una luz negativa o si parecen estar en contradicción con el otro pilar de la Sociedad Teosófica, la fraternidad. Verdaderamente, algunas veces la fraternidad y la libertad de pensamiento pueden parecer  halar en direcciones opuestas, ¿pero no es posible respetar las opiniones diferentes en otros y sentir fraternidad hacia ellos? ¿Podemos estar juntos diferentemente?
                  Puede algunas veces ser una bella arte  mantener los dos pilares de la Sociedad Teosófica en equilibrio – un equilibrio flexible, vivo, apoyando la piedra angular que es la Sociedad Teosófica. Los dos pilares y la piedra angular juntos forman la entrada que conduce al jardín de la Teosofía, que no significa que no hay otras entradas que conduzcan allí.¿ No somos capaces de apoyar la Sociedad manteniendo el delicado equilibrio entre la fraternidad y la libertad de pensamiento, de modo que la Sociedad permanezca como una entidad viva fuerte y cumpla su función como una puerta?
                  Si entramos al jardín de la Teosofía, ¿qué encontramos? Un jardín crea un bello medio ambiente.. Los jardines han inspirado a poetas con sentimientos religiosos:

                  ‘Un jardín es una obra de amor,
                    ingenio de Dios!
                    un cantero de rosas,
                    un estanque rodeado de helechos;
                    el entorno de absoluta paz.
                    y sin embargo, el tonto dice
                    que ahí, Dios no está
                    Que Dios no está presente en un jardín
                    durante el fresco  atardecer?
                    No, yo veo la señal que a estar seguro me anima,
                    que en mi jardín, es el mismo Dios  que por el camina.
                       
                                                                          Thomas Edward Brown

                  Muchos monasterios Cristianos y Budistas son famosos por sus jardines.
                  Aún una pequeña planta puede inspirarnos. Hay la historia de un pastor escocés quien amaba la Naturaleza pero fue obligado a pasar el invierno en el pueblo haciendo trabajos manuales. El tenía, en el pequeño ático que arrendaba, una margarita en una maceta que cuidaba con mucho cariño. Para él la margarita representaba  el campo y todas las plantas que él tanto extrañaba.
                   Un jardín puede parecer un símbolo apropiado para la Teosofía, la Sabiduría Divina. Si entramos a través de la puerta de la Sociedad Teosófica, apoyada por sus dos pilares, la fraternidad y la libertad de pensamiento, esto implica que entramos con un corazón que ama y una mente libre, libre del dogmatismo y la superstición – al menos podemos esperarlo!
                  ¿Qué encontramos en este jardín? ¿Qué buscamos y qué encontramos en un jardín? Aquellos seres vivos llamados plantas: árboles, flores, hierba y lo que se necesita para la vida vegetal: tierra, agua, aire y, sobretodo, luz del sol.
                  Simbólicamente, ¿puede que seamos las plantas, creciendo en el jardín de la Teosofía? Necesitamos tierra, agua, aire y luz del sol, no solo físicamente sino también en el sentido de que estos pueden ser símbolos para aspectos de nuestro ser. En otras palabras, necesitamos materia física y un cuerpo físico, con el cual actuemos, simbolizado por la tierra, necesitamos materia más fina, algunas veces llamada ‘astral’, simbolizada por el agua, para expresar nuestros sentimientos y la cual modelamos con nuestras emociones, nuestros deseos, y necesitamos la materia mental más fina, simbolizada por el aire, expresando nuestros pensamientos y la cual modelamos con estos pensamientos. Pero lo que necesitamos sobre todo y lo que siempre tenemos, aunque no conscientemente, es la Luz Divina del Espíritu, simbolizada por la luz del sol.
                      Somos entonces estas plantas, nutridas por nuestras buenas acciones, nuestro amor, nuestros pensamientos surgiendo libres y nuestra naturaleza espiritual.
                        Un jardín necesita ser atendido. Así, deberíamos atender las plantas que somos. Deberíamos asegurar que nuestros cuerpos fueran alimentados con alimento puro, saludable, producido sin dañar a alguna criatura, de modo que sean fuertes y saludables para la actividad útil. Nuestras emociones deberían ser nutridas con el agua pura de los sentimientos bondadosos y armoniosos, expresando compasión y amor. Deberíamos mantener nuestras mentes abiertas al aire puro y sano y no dejarlos en la depresión o barridos por los huracanes de la sensación, de modo que podamos pensar de una manera ordenada, libre e impersonal. Y nunca deberíamos olvidar que en nuestro íntimo ser somos espíritu, somos parte de la vida UNA, somos esa vida.
                    Los símbolos pueden, sin embargo, significar diferentes cosas y las plantas de nuestro jardín pueden también simbolizar la Teosofía.¿Pero que significamos por Teosofía? Hay lo que ha sido llamada Teosofía Primaria y lo que ha sido llamada Teosofía Secundaria. La mayoría de nosotros pensamos de la Teosofía en primer lugar como una enseñanza, como una filosofía, como un maravillosos sistema metafísico que explica tantas cosas  misteriosas, tantos problemas de la vida. Pero la Teosofía como una enseñanza, aunque maravillosa, útil e iluminadora, ha sido llamada simplemente Teosofía Secundaria.
                    ¿Qué es entonces la Teosofía Primaria? Es la Teosofía en acción, la Teosofía en nosotros, en nuestras vidas. Y solamente cuando aplicamos las enseñanzas teosóficas en la vida diaria podemos realmente decir que hemos comprendido  estas enseñanzas, no solo con la mente, sino con todo nuestro ser, de modo que nuestra vida se transforme. Así llegamos a ser afectuosos, verdaderamente al final totalmente inegoistas, desinteresados, nos volvemos sabios y también eficientes porque, si somos realmente inegoistas somos libres de esos deseos egoístas que comúnmente vician nuestros sentimientos, nuestros pensamientos y aún nuestras acciones. Entonces comprenderemos las enseñanzas teosóficas en un nivel más profundo, no solo en teoría sino también y sobre todo en la práctica. Así, se ha dicho: ‘Vive la vida y llegarás a la Sabiduría’.
                       Las enseñanzas teosóficas son como una semilla que se planta. Tal semilla puede simbolizar ala Teosofía Secundaria. Y la Teosofía Primaria, una vida realmente teosófica, es la flor en la cual la planta alcanza  la apoteosis de su belleza. Además, es el fruto resultante que nutrirá a otros, y la semilla que se plantará y difundirá la Teosofía no solo como una enseñanza sino como una forma de vida. Somos esta flor, este fruto, esta semilla. Esta es la Teosofía Primaria. El ejemplo de una vida teosófica es contagioso. ¿Cómo tantos miembros que conocemos nos dicen que su primer contacto o contacto decisivo con la Teosofía no fue un libro, sino una persona – no una persona perfecta, sino quien cuya vida también ha sido transformada por la Teosofía?
                  Pero miremos la Teosofía Secundaria, la Teosofía como una enseñanza, como una filosofía. ¿Cuáles son los fundamentos de las enseñanzas teosóficas? Hay presentaciones muy diferentes, pero ambas Mme. Blavatsky y la Dra. Besant señalaron las tres enseñanzas fundamentales  que pueden transformar las idas de las personas: la Unidad de toda Vida, la Reencarnación, y el Karma. Así, estas peden ser las semillas plantadas como Teosofía Secundaria.
                 Tomemos primero la Unidad de toda Vida. Toda planta se origina de una diminuta semilla.  Esta semilla proviene de otra planta, que creció de otra semilla. La imagen de una semilla se usa verdaderamente en el Chandogya Upanishad por un padre que explica a su hijo lo que es su verdadera naturaleza: La esencia invisible dentro de una diminuta semilla es el origen de un gran árbol, representando todo el universo, y esta diminuta semilla, este origen –‘Este eres tú’. Si retrocedemos lo suficiente con el pensamiento podemos darnos cuenta que todos estamos físicamente relacionados. Es un pensamiento asombroso. Todavía más asombros es el pensamiento de que esta Unidad que compartimos con otros es nuestra verdadera naturaleza como también esa de todos los seres humanos, verdaderamente de todas las criaturas vivas – y de todo lo que vive.
                    La reencarnación está ilustrada en la ‘muerte’ aparente de las plantas en invierno y su ‘renacimiento’ en la primavera, la que, si realmente lo consideramos, puede llenarnos de admiración. El concepto de reencarnación puede disipar el temor a la muerte. Verdaderamente, puede mostrarnos la necesidad de la muerte, de nuevo por analogía con la vida de la planta: ‘Les aseguro  que si un grano de trigo no cae en la tierra y muere, sigue siendo  un solo grano; pero si muere, da abundante cosecha’ (San Juan, 12:24).
                   La ley del Karma está ilustrada por San Pablo en las palabras: ‘No se engañen ustedes, nadie puede burlarse de Dios. Lo que se siembra, se cosecha’ (Gál. 6:7). Encontramos su eco en las palabras de Luz de Asia (p.215):
                  ‘Recogéis lo que sembrasteis. ¡Ved este campo! El sésamo fue sésamo, y trigo el trigo. El silencio y la sombra lo saben, ¡así nace el destino del hombre! Viene a cosechar tanto sésamo o trigo como el que sembró en una existencia anterior, tantas hierbas malas y venenosas que enferman a él y a la tierra dolorosa. Si trabaja bien, arrancándolas y plantando en su lugar semillas benéficas, el suelo será fecundo, hermoso y puro, y será rica la cosecha’.
                         Y sobre todo – sobre la Teosofía Secundaria, la semilla plantada en la tierra, y sobre la Teosofía Primaria, la flor, el fruto, y nuevamente la semilla, esto es, lo que hacemos de esta semilla – allí brilla el sol de la Teosofía, la Sabiduría Divina.
                          En el jardín de un templo en el Oriente  habían flores de loto, las que nuevamente son altamente simbólicas: símbolos de la constitución de un ser humano y de su crecimiento espiritual, de ‘llegar a ser lo que uno es’.La flor del loto tiene sus raíces en la tierra, en el lodo, al fondo   del estanque de lotos, representando al cuerpo físico. Sus tallos se elevan a través del agua, simbolizando las emociones, se elevan más alto a través del aire – un símbolo de nuestras mentes, nuestros pensamientos – y finalmente la flor del loto se abre a la luz del sol del espíritu. Así nuestra consciencia, al principio se concentra en el cuerpo físico, luego a nivel de nuestras emociones, luego en nuestros pensamientos, finalmente encuentra su destino en la luz del sol del espíritu.
                          Los árboles, también adornan el jardín y tienen su significado simbólico. Encontramos el Arbol de la Vida en la tradición Nórdica: el árbol Yggdrasil, el símbolo del mundo, el árbol del universo, del tiempo y la de vida. Al comienzo del Discurso XV del Bhagavadgita leemos: ‘Con ramas arriba, con ramas debajo, dícese que el Asvattha (árbol Banyan de la vida terrena)  es indestructible…’ Esta es una descripción del mundo en el que vivimos. Las raíces de este mundo están en el mundo espiritual retratado como ‘arriba’. El segundo verso continúa:
                          ‘Sus ramas se proyectan hacia abajo y hacia arriba, nutridas por las cualidades; los objetos de los sentidos son sus brotes, y sus raíces crecen hacia abajo, los lazos de la acción en el mundo de los hombres’.
                           Esta parece ser una descripción de nosotros los seres humanos, viviendo en el mundo de los objetos que percibimos por medio de los sentidos, estando sujetos a las gunas: indolencia, pasión y armonía, y creando Karma por nuestras acciones.
                           Luego sigue una descripción de cómo escapar de este mundo de ilusorias percepciones de los sentidos, las gunas y los lazos del karma.
                           ‘Una vez abatido este Asvattha fuertemente arraigado, con el arma firme del no apego, puede buscarse ese sendero de más allá, en cuyo recorrido no hay retorno. Voy ciertamente hacia ese Hombre Prístino, de donde brotara la energía antigua’.
                           Así podemos ver en la vida de las plantas interesantes símbolos de las enseñanzas de la Teosofía, útiles ilustraciones de cómo la Teosofía puede volverse viva en nosotros. Pero tales símbolos no son solamente instrumentos útiles para ilustración y comprensión. La raíz de un símbolo se halla en el principio de analogía, que revela el mismo proceso que trabaja en diferentes circunstancias, en diferentes niveles.
                         ‘Como es lo Interno, así lo Externo, como es lo Grande, así es lo Pequeño; como es arriba, así es abajo; no hay sino UNAVIDA Y UNA LEY; y quien trabaja es el UNO. (La Doctrina Secreta y su Estudio, citada en Fundamentos de la Filosofía Esotérica (I. Hoskins), pp.65-6)
                           ¿No nos recuerda la analogía de un jardín que las mismas leyes son operativas en todas partes?


                                                       The Theosophist, Enero de 2006
                                                        Tradujo: Perla R.