sábado, 13 de abril de 2013

SER Y LLEGAR A SER


CAPÍTULO XI
Sri Ram.


            La Naturaleza toda es una Transformación, pues representa un proceso universal al que se aplica esta palabra desde el punto de vista de que algo que está dentro de cada cosa -la vida, la naturaleza de la cosa- se transforma. La palabra “Transformación” implica una continuidad. Lo que ha llegado a ser lo que es, es en esencia lo mismo que era, aunque diferente. El cambio que ocurre lo describe la Ciencia desde otro punto de mira como evolución, sin esta connotación sicológica. Los tipos viejos han desaparecido, pero de ellos ha emergido algo nuevo y mejor.
            Todo individuo presenta externamente en su naturaleza, el aspecto de una Transformación. Está cambiando constantemente. Esto es cierto no sólo con respecto a cada hombre, sino a cada cosa o vida en la Naturaleza.
            Sin embargo en medio de esta Transformación hay un estado que puede describirse como Ser. El Logos, cuya Vida es la Vida Una, se manifiesta en cada cosa individual como un estado de Ser en esa individualidad. Si El se manifiesta en cada cosa, no podemos sino considerarlo como perfecto en cada una de Sus manifestaciones. El debe ser perfecto, ya sea en la infinidad, o en medio de las limitaciones que definen lo finito. Toda individualidad, toda forma, ha de tener una definición, y está necesariamente limitada por esa definición.
            Shri Krishna en el Bhagavad Gita, hablando como una Encarnación del Logos, dice: “Yo soy el Ser que está en el corazón de todos los Seres”, y procede a describirse como la esencia de cada tipo distintivo de Ser que se encuentra en el universo. Esa es la Inmanencia Divina. Si El está allí tiene que estarlo sin quedar implicado en la transformación, sino en un estado de perfección adecuado a cada cosa, o sea en ese estado que representa la perfección que ella ha de alcanzar. En un estado ya perfecto no hay necesidad ni causa de cambio.
            Si podemos imaginar el Ser Divino morando de alguna manera misteriosa o mística en cada individualidad, debe estar allí en un estado que, debido a su misma perfección no admita cambio. La perfección es un fin en si misma, no un medio para un fin, aunque sea una perfección limitada. Representa una cima más allá de la cual no puede uno ir, aunque haya otras cimas.
            Hay, desde luego, innumerables estados que constituyen el proceso de transformación para cada cosa individual, y algunos permiten más que otros la revelación de la naturaleza del Ser interno. Aunque todos sean Dioses (¿No sabéis que sois Dioses?”) la Divinidad está más manifiesta en unos que en otros. En cada estado de Transformación el Ser Divino está manifiesto en un grado proporcional a ese estado.
            El uso de la palabra “grado” no implica imperfección. El estado de Ser en cada cosa puede imaginarse como un círculo perfecto el cual se ha usado como símbolo de eternidad porque en un círculo no hay ni principio ni fin. Puede haber una infinidad de círculos, de tamaños que varían desde el infinito hasta un punto. Pero sea cual sea el tamaño, cada círculo es completo en sí mismo.
            Imaginemos, pues, una serie infinita de círculos concéntricos, que representan todos al mismo y único Ser, pero desde un punto de mira que continuamente crece. Desde otro punto de mira que incluye una nueva dimensión, pueden considerarse estos círculos como secciones de una esfera perfecta, perpendiculares a uno de sus innumerables diámetros. Todas esas secciones que serian infinitas en número, constituirían la totalidad del Ser en ese diámetro, el cual no es sino uno entre un número infinito de diámetros posibles. Así pues, la naturaleza del Ser, desde cualquier dirección que nos acerquemos a ella, o sea por medio de la cualidad innata de cualquier forma-arquetipo, es una y sin embargo infinita, inmutable en su unidad, pero variable en su revelación de sí misma.
            ¿Qué puede significar Ser, para nosotros? Ser es un estado fuera del tiempo; un estado de integridad en el que no hay vacío alguno; un estado como el que experimentamos en un momento de amor total o de belleza perfecta. Es un estado absoluto que cuando ocurre, rompe la continuidad de lo relativo. Nuestras mentes se mueven por asociación de una cosa a otra. Pero de vez en cuando la consciencia -que difícilmente puede llamarse mente- cae en un estado que es completo en sí mismo. Cuando la experiencia es así completa, no tiene relación de continuidad con lo antecedente o con lo que sigue después. Una continuidad necesaria implicaría en toda su extensión una falta de plenitud propia, y por tanto imperfección. Y así por el momento se interrumpe la sucesión que llamamos tiempo.
            La absolutividad consiste en un estado no dividido, o sea una unidad. Si existe la unidad de todo, y el Logos conserva Su naturaleza de unidad en cada manifestación Suya, no hay partes siquiera en esa manifestación, en el sentido de elementos de ella en vías de Transformación. Lo que es una unidad está perfectamente integrado, es siempre un absoluto.
            El estado de ser en cualquier individuo es un reflejo del Ser universal, una integridad que está incluida en una integridad mayor. Hasta cuando se refleja ligeramente es una consciencia receptiva, despierta una sensación de unidad, de comunidad, si no de comunión, con todos los demás seres. El sentimiento de que lo otro es diferente y separado, se olvida por el momento. Lo otro es diferente, si, pero no separado. Este sentimiento interno no está muy lejano del amor; pero es amor sin posesión ni auto-gratificación.
            El amor lleva consigo el significado de una fuerza que se irradia, una objetividad subjetiva, una intensa radiación. Pero un estado de Ser sugiere encierro en sí mismo. ¿Es el estado que se llama Ser, un estado de encierro en uno mismo, o un estado de irradiación? Es ambas cosas. Cuando hay la condición de armonía, está encerrado en sí mismo, y sin embargo esa armonía puede tener el efecto más encantador sobre todos los que sean receptivos a ese efecto. Es como el fuego de una piedra preciosa, que es a la vez tranquilo y brillante.
            Cuando hay integridad, un sentido de plenitud, hay felicidad absoluta. En nuestra experiencia normal, el estar enamorado representa este estado, porque cuando una persona está enamorada, si es un amor puro y no meramente una forma de lujuria, si es el amor que busca dar y no tomar o apropiarse, no hay en esa persona el deseo de salir de ese estado. Está supremamente contento. En esa integridad hay Belleza eterna e inmortal, porque la experiencia de lo Bello es siempre una experiencia completa.
            Aunque Ser y Transformación son dos estados muy diferentes, debe haber una relación entre ellos. Si no la hubiere, no estarían en condición ni siquiera de discutir la naturaleza del Ser. Esa relación puede describirse como de conocimiento puro desde el nivel del Ser. Bajo la luz que emana del estado de Ser existe la posibilidad de comprender el proceso de Transformación,
            La Luz que entra en la Transformación crea la posibilidad del Discernimiento. La mente iluminada por esta luz no coloca una meta fuera del estado del Ser. Si deseara algo fuera de ese estado, sería un deseo falso. El único deseo verdadero es una expresión fiel o natural del Ser, cuya expresión también es Ser. Pues si Ser es un estado completo, no existe nada perteneciente a él fuera de esa integridad. El deseo de algo fuera de la experiencia del momento pertenece los niveles de lo incompleto. En el Hombre Perfecto, en el estado de Ser perfecto, no puede existir tal deseo. Todo deseo, toda codicia, todo temor, toda ambición, es una deformación, no de ese Ser que es una armonía integral sino del aura, de la envoltura externa, de ese medio reflejante y transformante en que está envuelto. La voluntad del Ser puro es una auto-realización perfecta, el desarrollo o expresión de esa armonía que El es, en formas cuya esencia íntima está implícita en el espíritu de esa armonía.
            No “transformarse” no implica una condición estática, ni contentamiento consigo. Ser es siempre potencialmente un estado dinámico. Genera movimiento. El Ser único, donde permanece enroscada la serpiente de la Eternidad, es la causa de las energías universales. Lo que causa un movimiento falso es aquella transformación que sueña con la glorificación y expansión de sí mismo.
            Cuando se usa la palabra “Ser”, como al hacer referencia al Ser Supremo o Logos, introducimos en el concepto que formamos cierto sentido de ego-idad, una nota de auto afirmación humana, -yo soy yo- que es nuestra constante experiencia de nosotros mismos. Pero el puro Ser no incluye semejante auto-proyección consciente. Ser es simplemente existir (prescindiendo por el momento del significado de “ex” en la palabra “existencia”). No hay discordancia entre el Ser en cualquier forma, y su trasfondo universal, como tampoco la hay entre el Logos y el Parabrahmán o Mulaprakriti.
            La perfección hacia la que toda cosa está evolucionando, junto con la perfección de todo otro ser, constituye una totalidad, porque ellas son aspectos del Ser Uno que es perfecto. La perfección de cada cosa es un estado de la Perfección total. El Ser de uno y todos es el principio, el corazón, y el fin de su Transformación. La consciencia que está fuera del tiempo reposa en ese Ser, que es uno con todo otro Ser, expresando cada uno nada más que un estado del Ser Uno. Cuando la consciencia no está ocupada en una transformación, el Ser permanece, y ella está absorta en ese Ser.