domingo, 17 de marzo de 2013

LA LEY DE LA RECTA RELACIÓN


CAPÍTULO VI
Sr. Ram


LA LEY DE LA RECTA RELACIÓN
            Puesto que sólo hay, en verdad el Uno, todas las cosas han nacido de ese Uno, todas las cosas deben estar relacionadas entre sí. Esta relación es como un modelo subyacente, o una base, como si dijéramos sobre la cual tenemos que edificar. Y toda la evolución es ese edificio. Es una verdad trillada que todas las relaciones ocurren en el campo de lo relativo y no de lo absoluto.
            Sólo cuando comenzamos a vislumbrar la luz que brilla desde arriba, empezamos realizar que todo es vida, que todo es ley y que todo es relación en la Naturaleza.
            Nuestras relaciones están cambiando constantemente, no sólo de una a otra vida, sino aún dentro del lapso de una sola vida. Una relación de un hombre hacia su hijo como bebé no es la misma que cuando el hijo es ya un hombre. Ni tampoco su relación con su novia o con su esposa durante la luna de miel es la misma que con la que ha sido su esposa por treinta años o más.
            Si cada uno se considera a si mismo como es, puede ver que está relacionado por todos lados. Es una unidad dentro de una red de relaciones, un punto en el que se intersectan muchas líneas. Es un punto sobre una esfera, en torno del cual y a través del cual pasan una infinidad de círculos. Los círculos que rodean al punto pueden considerarse como ambientales: los círculos que pasan por el punto como círculos de relaciones de consciencia o de vida.
            Consideremos estas últimas líneas. Algunas están vivificadas, otras no. Galvanizar cada una de esas líneas es la culminación del proceso evolutivo.
            Es interesante esta pregunta metafísica: ¿Son las líneas radiaciones del punto, o es el punto el sitio de unión de las líneas? En otras palabras. ¿Es la individualidad creación de las fuerzas, o son las fuerzas rayos de la individualidad? ¿Es el Logos un centro para la Luz del Logos, o es esta Luz la ampliación del Logos?
            Nuestras relaciones son externas e internas, porque el Universo es externo e interno. Las relaciones externas son relaciones de Karma, la ley de interacción; las relaciones internas son relaciones de afinidad, de Espíritu, de Rayos, sub-Rayos, sub-sub-Rayos, y así sucesivamente. A medida que lo externo y lo interno se aproximan entre sí; a medida que el Cielo y la Tierra se unen; a medida que tiene lugar la conjunción del Espíritu y la Materia (que ahora están en oposición), todas las cosas se re-agrupan. Esta reagrupación es un proceso dentro del tiempo.
            Las relaciones externas son de tiempo, lugar y circunstancia. Entre las relaciones de la materia y las relaciones del Espíritu, están las relaciones que experimentamos de momento a momento, o sean las relaciones o reacciones de nuestra consciencia. Son estas las que especialmente nos interesan, pues las que pertenecen al Espíritu, a la Realidad pura, están más allá de nuestro alcance por el momento. Y las que nacen de la materia, el karma pretérito, tenemos que tomarlas como vienen.
            Nuestras relaciones son con personas, tanto como con cosas, y ocurren en todos los tres planos: del pensamiento, de la emoción y de la acción física. Todas nuestras instituciones no son sino cierta estabilización de relaciones, que fijan el modelo para la acción externa, que determinan su naturaleza dentro de ciertos límites. Lo externo está obligado a seguir a lo interno, tal como la corteza se amolda a los contornos del árbol vivo. Por ejemplo, si hay un sentimiento interno de igualdad con los demás, no habrá desigualdad duradera en las condiciones externas.
            ¿Cómo estamos relacionados con los de más en nuestros pensamientos y sentimientos? ¿Cómo respondemos internamente a su presencia? ¿Cómo obramos sobre ellos con nuestros pensamientos y propósitos callados? Estos se manifestarán en la conducta externa.
            El mundo externo es un mundo de conflictos, especialmente ahora. Fundamental mente, estos conflictos son de opuestos: Oriente y Occidente; capital y trabajo; de color y blanco; ideas de la juventud y de la madurez; nuevo y viejo; hombre y mujer; y así sucesivamente. En toda relación entre apuestos, la primera fase es de indiferencia, debida a falta de Contacto interno o externo.
            La siguiente es una forma de contacto que resulta en una tensión, la cual conduce a la prevalencia del uno sobre el otro: dominio de uno, y represión o explotación del otro. Esto da nacimiento primero al descontento por parte del reprimido; luego a resistencia y rebelión, y finalmente a una ruptura completa de la antigua relación. Puede haber todavía más conflicto, pero ahora será más como entre iguales, con pactos de remiendo, compromisos e inseguridad. Con el tiempo todo esto alcanzará un equilibrio, una relación de armonía, y cooperación con buena disposición de espíritu, y conservando ambas partes su libertad.
            Este drama de conflictos lo vemos en las relaciones raciales y estatales, como por ejemplo, entre Inglaterra e India; también en las relaciones entre capital y trabajo. En esta última estamos en la etapa de los pactos y compromisos. Vemos el conflicto también en la relación entre hombre y mujer, si bien aquí el proceso es muy sutil. A las mujeres ya no se las considera como bienes muebles, pero todavía no son tan libres como se cree; todavía no gozan de libertad en muchos países orientales, ni participan en el manejo de los asuntos nacionales y mundiales.
            Toda nueva idea pasa por variaciones similares en el tratamiento a que es sometida. Primero se la trata con indiferencia; luego, si es suficientemente importante para turbar las condiciones antiguas, sufre mofa y persecución; y, por último, cuando la nueva idea prevalece  -como debe suceder si es verdadera- es aceptada hasta con orgullo. Hasta los tiranos son aceptados cuando triunfan, y entonces obtienen el apoyo del pueblo. Las ideas científicas de Copérnico, la libertad de los pueblos oprimidos, y la tolerancia religiosa, son casos históricos sobresalientes de incompleto cambio en la actitud general.
            En cualquier pareja de individuos hay un elemento de oposición, pues no hay dos personas exactamente iguales. La diferencia se hace sentir cuando surgen situaciones, y cuándo se presenta una tercera persona o cosa. Todos hemos oído hablar del triángulo en relaciones materiales y (así llamadas) amorosas. Cualesquiera dos individualidades son opuestas dentro de cierto ángulo.
            Todos los opuestos son en realidad complementarios. Son causa de conflictos en tanto que la consciencia se identifica con la forma externa y así queda sometida a ella. Las formas son diferentes, pero no necesariamente dividen. Sin embargo, lo hacen en tanto que la consciencia es infantil (o sea ignorante) y crédula. La antítesis “yo y otro” nace sutilmente y crece presentándose en innumerables formas. Es un hábito mental, debido a una consciencia extrovertida. La exteriorización de las consciencias participantes en la unidad, tiene que ser salvada como por un puente de vibraciones. Pero en este mundo externo las vibraciones son variadas y discordantes. Nuestro problema es un problema de vibraciones. Estas vibraciones son de diferentes gamas, y, por tanto, a diferentes niveles. Una división mayor es aquella que en Teosofía establecemos entre el Ego o Alma Espiritual, y la personalidad. La respuesta del Ego es siempre armoniosa. Los Devas que se comunican en sonido en los niveles de la creación pura e ideal, conversan musicalmente; sus cambios de colores crean formas de armonía.
            Todas las relaciones cambian, porque son un proceso de la vida, y la vida es cambio y continua actividad y respuesta. Cuando una forma deja de responder, está muerta. Los cambios se deben a Karma, cuyos lazos tienen que disolverse todos; se inician también a voluntad. Karma es una ley de equilibrio, de acción y reacción; una ley mecánica, pero que, en la esfera de la actividad responsable y de los efectos conscientes, se convierte en una ley moral. Vemos los cambios debidos a Karma en las relaciones de vidas sucesivas. Aun dentro de un solo período de vida hay un cambio continuo. Si las relaciones son superficiales, los cambios producen interrupción. Cambios rápidos pueden proporcionar variedad de contactos, pero no conducen a profundidad de comprensión. Nuestras dificultades con otros se deben en gran medida a falta de profundidad, de contacto interno, de una relación completa. Cada uno está encerrado dentro de sí mismo, en un capullo de sus propios pensamientos, tejido bajo una luz engañosa, y rodeado por una corteza de egoísmo y un juego de luces falsas.
            Si nuestras vidas están estancadas, es por que no hay una corriente de interés hacia los demás; no hay una comunión verdadera con la vida que nos rodea; cada uno de nosotros está dentro de un recinto egoísta, separado, solitario, inerte, convirtiéndose en una concha endurecida. Nuestras relaciones con los demás carecen de vida en gran parte; son relaciones de forma, de aislamiento y conflicto, turbadas y parciales en sus ínter-acciones.
            En cualquier relación verdadera tiene que haber cierta realización: primero, de la dignidad de la otra persona, de su igualdad en dignidad con nosotros, y de la dignidad de su verdadero estado; y, segundo, de su diferencia con nosotros, que exige comprensión y simpatía.
            En toda relación externa hay una diferencia de niveles: social, intelectual, de experiencia, de función organizacional (gerente y obrero), etc. Cada una de tales diferencias produce su propio sesgo en la relación entre las partes, y en las actividades que surjan de esa relación. Mostrar en esas actividades la apropiada cualidad interna del alma, es el propósito de esa relación. Así surgieron las virtudes del feudalismo, como también las de la familia.
            Todas las diferencias naturales tienden a caer bajo ciertos tipos, que son especializaciones. Cada uno de estos tiene su propio valor. El cuerpo masculino da ciertas experiencias complementarias de las del femenino. Cada temperamento (debido a la variada mezcla de cualidades de los Rayos) tiene su propio encanto, sus cualidades especiales. Cada raza, cada religión, cada cultura, da al alma un baño de cierto tipo de influencia necesario para hacer brotar su redondez completa. Cada época de la vida tiene su propósito. En cualquier esquema de vida científicamente preparado, cada parte recibirá debida consideración, la ayuda que necesita, la oportunidad para dar su calidad especial.
            Una recta relación debe permitir que cada diferencia alcance su brillo apropiado. En un orden relativo, el mejor lugar para cada individuo es aquel en que puede rendir su máxima utilidad y significado, así como cada nota en una composición musical está colocada donde produce el mejor efecto en relación con otras. La relación más efectiva, donde todas las longitudes y ángulos son diferentes, es aquella que puede indicarse por una línea curva de perfecta belleza. En la antigua India la sociedad se basaba en la aceptación de las diferencias naturales, y buscaba el funcionamiento ideal de cada parte lo mismo que del conjunto, lo cual requería la comprensión interna del lugar y de las funciones de uno mismo, así como de las leyes externas que las determinan. Todo esto estaba comprendido en la palabra Dharma, que también se traduce como moral. El objeto de la relación era el servicio, conducente al progreso; partiendo de las limitaciones creadas por acciones pasadas, se avanzaba hacia una esfera de deberes más elevados y de responsabilidades mayores, donde se reconocía que los deberes y los derechos tienen su lugar en toda relación.
            La ley de la relación, lo mismo que la ley del péndulo, tiende siempre a restaurar el equilibrio perturbado de la Naturaleza. Hay el impacto externo y la respuesta. La respuesta puede ser sabia y considerada; o puede ser, como sucede en la mayoría de los casos, el fruto de una mente que reacciona automáticamente Puede ser opaca e insuficiente (Tamásica), o excitada y excesiva (Rajásica), o armoniosa, inteligente y completa (Sátvica). En este último caso, la acción tenderá a disipar la antigua reacción, y poner los platillos en equilibrio. Tal es la acción recta que resulta en una relación recta.
            La Única relación recta es la de la fraternidad, porque todos somos copartícipes de una misma Vida. Nuestra fraternidad es con todas las formas de vida, inclusive los animales, los criminales y varias vidas invisibles. Nuestra relación actual con los animales es obviamente torcida. Inevitablemente habrá que resarcirla de alguna manera, pagando nuestra actual explotación de los animales y las crueldades que les infligimos. Sin duda que somos tiernos con nuestros animales favoritos, porque nuestro sentido de posesión ayuda a que sintamos afecto por ellos. En la antigua India, especialmente entre los Jainos y los Buddhistas, se tenía como un supremo ideal la indañabilidad o Ahimsa hacia todas las cosas vivientes, aunque ese ideal no es de fácil aplicación. Ahimsa parece una virtud negativa, pero toda negación de algo malo o falso libera automáticamente una realización positiva.
            La unidad y la diferencia se suman en la fraternidad, que es una relación concreta y amplia. La fraternidad reconoce las diferencias, como en la familia, pero jamás olvida la unidad. Es en realidad una exteriorización de la unidad. La fraternidad es la clave para resolver todos nuestros problemas; es una relación pura, pues no hay en ella posesividad. La posesión es para la gratificación, y conduce al conflicto. Cualquier relación en que una parte utilice a la otra para su gratificación es esencialmente una relación falsa, que suele disfrazarse bajo una simulación de amor. Un amor así no es sino una afición nacida del goce. Esto no quiere decir que el goce sea malo por sí mismo. Puede ser puro, la experiencia de una armonía; o puede ser egoísta, un predicado que tiene siempre como sujeto simple el “yo”. El deseo de sensación es lo que hechiza al pensamiento, haciéndolo que considere lo falso como verdadero: somete a Manas a las modificaciones del principio astral, Kama Rupa. Esta ilusión se extiende por asociación a otras cosas, como vemos en el arte que se vale del atractivo sexual. La fraternidad excluye la idea de utilizar a otro con el propósito de obtener para uno un beneficio, o de explotar al otro; implica justicia, cooperación y libertad.
            La relación justa, constructiva y feliz, es esencialmente una relación de libertad. Una relación así permite más al individuo ser él mismo en verdad; o por lo menos le ayuda a estar menos condicionado. Sólo puede haber comunión de corazones en un estado de armonía, de vibraciones sincronizadas y de ínter-acción enriquecedora, sin ninguna posibilidad de discordia, de parasitismo o dominación. La relación del hombre liberado hacia todos los seres y cosas es una relación libre. El no se apega; no incurre en deudas. Está libre de Karma, y su progreso es conforme a la ley del Espíritu, la ley del sacrificio gozoso, que es dar. Ha limpiado su consciencia de todo elemento del sub-consciente que se extiende como un acordeón hacia todo su pasado, sección por sección. No está condicionado ni encerrado en sí mismo. Ha libertado el presente del pasado. Es el verdadero yogui, que es un centro de vida palpitante, nunca más apagado o inerte. Vibra como un maravilloso timbal, y todas las cosas que le rodean vibran en consonancia con él. Es uno con todas ellas en los movimientos de su consciencia. Su relación es universal.
            La profundidad en la relación pertenece al Ego inmortal, que es eternamente puro e inegoísta. Es el Ser sin-yo. Su relación con otros Egos semejantes es una relación puramente espiritual. Lo que es espiritual está siempre fuera del alcance de las manos estropeadoras del Tiempo. En este maravillo so universo en que vivimos y nos movemos, casi siempre incomprensivamente, lo único que es inmortal es lo que es digno de la in mortalidad. El verdadero hombre es inmortal, porque es el hombre espiritual y participa de las cualidades divinas del Espíritu. Su humanidad es un reflejo de su divinidad, y es inmarcesible porque se renueva sola. Es un joven perpetuo, porque lleva en sí una fuente de vida creadora.
            El verdadero amor pertenece al Ego divino y es inmortal, porque el amor puro es la relación perfecta así como la más dinámica, desde el punto de mira de la visión interna. Y así, cualquier cumbre de afecto, de amor, o de cualquiera otra forma de exaltación espiritual, una vez tocad, se registra y se retiene para siempre. Ningún bien se pierde. Es un caso de “la eternidad que afirma el concepto de una hora”, o, más estrictamente, de un momento fugaz pero perfecto. Pues cada momento es un punto que se desvanece y que florece en eternidad cuando se le permite nacer y ocultarse sin que se adueñe de él el pasado o ese reflejo del pasado que es un futuro anticipado.
            ¿Qué podemos hacer desde donde estamos, para alcanzar ese estado? Tenemos que examinarnos a nosotros mismos constantemente para ver hasta dónde vamos rectos y en qué estamos torcidos; examinarnos en todas nuestras relaciones con personas y cosas. ¿Qué es lo recto en las relaciones? En relación con las cosas, no debe haber apropiación de lo que no pertenece rectamente a uno. En relación con los seres vivientes, la base es no causar daño; y, además, evitar contactos promiscuos o que manchen, y ser veraces en la acción, y practicar el amor más elevado, más puro y en que más se sacrifique uno mismo.
            Jamás podemos tener recta relación con otros hasta que nuestros pensamientos sobre ellos expresen esa relación. La relación depende de una actitud fundamental, y esa actitud es la principal determinante del pensamiento, y no el Incidente que provoque el pensamiento. La actitud es como una cuerda sonora; los pensamientos son sus vibraciones al ser tocada por los incidentes. Con toda persona y toda cosa hay una relación que conduce al verdadero progreso acorde con la Voluntad Divina. Debe incluir armonía, equilibrio, una reacción feliz que acreciente la mutua importancia; un acercamiento sensitivo, y el contacto de alma a alma que produce una chispa que prende fuego en cada alma. La recta relación es la incorporación de una Realidad que está fuera del tiempo, en una forma identificable. Existe en todos los planos -del pensamiento, del sentimiento y de la acción-. Estar perfectamente relacionado donado con todo, es ser perfecto.