domingo, 23 de septiembre de 2012

Una burbuja en la corriente



                                   

Wayne Gatfield

(El Sr. Wayne Gatfield es Presidente de la Rama de Bolton, de la S.T.  en Inglaterra)

 
Así pensarás de todo este mundo fugaz:

Una estrella en el amanecer, una burbuja en una corriente;

El destello de un rayo en una nube de verano,

Una lámpara parpadeante, una ilusión, y un sueño.

 
Estas palabras del ‘Sutra Diamantino’ nos ponen cara a cara con la comprensión que surge con el transcurrir del tiempo en cada verdadero aspirante de la Sabiduría Espiritual, es decir, aquellos que están decididos a experimentar lo que hasta ahora sólo habían escuchado o leído.  Llega el momento en el que nos volvemos conscientes de que todo aquello a lo que le damos importancia en nuestras vidas, es ciertamente una ilusión pasajera en el análisis final. Esto es mâyâ, ya que sugiere algo que puede medirse, y cuando se compara con la Eternidad del Espíritu, es por lo tanto una sombra efímera. Por supuesto, la idea de ilusión no debe tomarse en el contexto en el que las ilusiones generalmente se aceptan.  La ilusión se basa en su transitoriedad; es lo suficientemente real para el breve lapso que nos ocupan en su paso por el tiempo y el espacio.  Pero no podemos depender de nada en este universo manifestado.  Incluso los ‘dioses’ ¡no son totalmente confiables! El Bhagavadgitâ afirma que quien puede ver lo imperecedero en todo lo perecedero, tiene verdadera visión.

   Cuando este despertar a nuestra mortalidad física surge en nuestro corazón puede ser una experiencia depresiva, y muchos de nosotros luchamos contra ella.  El pensamiento de que todo lo que hemos acumulado con el transcurrir de los años respecto a bienes materiales y apegos emocionales, deben desaparecer algún día, es doloroso, y hay quienes se harán o se crearán para sí mismos ‘filosofías’ y movimientos ‘espirituales’ que glorifican la personalidad y sus necesidades, disfrazándose con atuendos chillones de supuesto ‘misticismo’.   La verdad es que ellos nunca van más allá de los reinos ‘astrales’ contra los que H. P. Blavatsky nos previene en La Voz del Silencio y otras obras. Este es ciertamente un reino peligroso cargado de semillas de fracaso seguro.  Los Sabios van más allá de tales reinos fantasmales y se bañan en la imperecedera luz del Espíritu puro.  La clave para vivir una vida verdaderamente espiritual lleva a pasar la puerta de este conocimiento de impermanencia en nuestras vidas y a aprender a centrarnos nosotros mismos en aquello que es permanente.  Viejos pensamientos deben ser destruidos y eliminados antes que otros nuevos puedan construirse sobre la misma base.  Por supuesto, sigue siendo la misma mente, pero su orientación ha cambiado y comenzamos a construir sobre roca sólida en vez de hacerlo sobre arena cambiante.

  Para muchos de nosotros, las vidas de las celebridades y de los personajes en las películas o en la T.V. se vuelven más reales que las vidas de gente real, y podemos arrojar más lágrimas por la muerte imaginaria de un actor que por personas que realmente sufren.  Pero incluso en esto hay lecciones por aprender.  Una antigua escritura india dice que igual que podemos soñar que nos decapitan, pero que al despertar vemos que no es verdad;  así es la vida.  De modo que al igual que un actor parece morir, pero no sucede, así todo lo que parece sucedernos a ‘nosotros’, sólo le ocurre al yo temporal y no al Yo Permanente, que permanece siendo nuestro ‘Observador Silencioso’, ‘el Señor, el Testigo, el Asilo, el Lugar de Reposo, y el Amigo’, como lo dice el Bhagavadgitâ.

   Con el transcurrir del tiempo, la experiencia de lo transitorio en nuestras vidas se vuelve bella porque no se ve con la mente que mata lo real, sino con la Mente Superior, la Mente Original, o la Mente del Buddha Nonato.  Comenzamos a ver que no perdemos todas esas cosas que son realmente importantes para nosotros y por las que tenemos un amor genuino, sino que ciertamente nuestra relación con ellas se profundiza. En esta estructura física, que es la que sufre dolor ilimitado en todos los niveles, estamos severamente limitados en nuestra habilidad  para comunicarnos con otros.  Muchos de nosotros podemos a veces sentirnos como poetas mudos, incapaces de expresar  los pensamientos más profundos que sobrepasan nuestra habilidad de expresarlos.  Luego, por supuesto, existen dimensiones emocionales en nuestro ser que nunca pueden expresarse, y así disfrutamos o sufrimos en silencio.  En un nivel más alto, el ‘Místico’ en nosotros puede tocar experiencias espirituales que el pensamiento y las palabras, sólo pueden denigrar. Por entusiasmo, o por un deseo de compartir, se hacen esfuerzos para colocar la experiencia en el reino sensible, ya sea en forma de palabras, escritas o habladas, música, o pintura.  Tales esfuerzos tienen diferentes grados de éxito y debemos agradecerle a quien lo comparte por darnos señales esenciales y por encender una lámpara que nos guía en la oscuridad.  Pero la luz que nos da sólo es reflejada, e incluso la mejor es sólo como un faro, comparada con el sol de la energía original.  Con un poco de suerte podemos ser guiados a comprender por nosotros mismos, y llevados a ‘conocer’ por experiencia directa, que es lo único que finalmente dispersa totalmente nuestras dudas.

   De modo que este mundo por el que pasamos como ‘sombras fugaces’, es un mundo de luz reflejada, que nos hace olvidar nuestro verdadero hogar, y las personas que contactamos son sólo limitaciones de lo que somos internamente.  Es la ‘gran herejía funesta de la separatividad’ que nos hace vernos como separados de los demás.  Eliminar esta idea es el único fundamento seguro sobre el cual construir un corazón compasivo. Sólo hablar o escribir sobre compasión no puede hacernos sentir compasivos, al igual que decir o escribir la palabra ‘agua’ no puede satisfacer nuestra sed. Sólo volviéndose conscientes de la  `Naturaleza Búdica’, o la ‘Naturaleza Crística’, o la ‘Naturaleza de Krishna’ en nosotros y en todos los demás, y comprender que es idéntica en todas las cosas, podemos encontrar compasión natural apareciendo en nuestro corazón espontáneamente.  Es el único modo de estar seguros de no engañarnos a nosotros mismos o limitar nuestras acciones sólo a la personalidad. El sólo ayudar a otras ‘burbujas’ en la corriente de la vida no producirá ningún bien permanente si no está equilibrado con un deseo de ayudarlos a comprender su verdadera naturaleza y por lo tanto a encontrar modos de ver las situaciones en perspectiva. Esto no significa que en lugares de gran sufrimiento físico deberíamos ignorarlo y meramente darles unas pocas palabras elegidas de enseñanza espiritual.  No, al ayudarlos en su dolor, debemos a la vez darles tanta guía espiritual como sea necesaria, y para hacer esto debemos consultarle a nuestra intuición o a nuestro sentido común, al que sea más notable.

   Como se mencionó, darnos cuenta de nuestra mortalidad física es algo que necesitamos enfrentar, o iremos por la vida como si fuéramos inmortales en un sentido material, apartando todo lo que nos recuerde que sólo somos transitorios visitantes de este planeta en los cuerpos que ahora ocupamos.  Ciertamente, estamos aquí en un promedio de 1.000 meses o ¡26.000 días!  El poeta chino Wang Wei (701-761 d.C.) contempla esta transitoriedad cuando escribe:

 

Si quieres eliminar la enfermedad de la vejez, existe sólo un modo: estudia la vida nonata.

 

Esto significa que debemos aprender a enfocarnos en la esencia incambiable que en Teosofía llamamos la Individualidad, la trinidad de Âtmâ-Buddhi-Manas.  Esta es la parte que nunca ‘nace’, ni ‘muere’.  Es el Sutrâtmâ, el Alma Hilo, sobre la que se engarzan nuestras vidas como muchas perlas.

   Muy probablemente, es importante que la gran mayoría de la humanidad permanezca ciega al hecho de que son meramente burbujas en la corriente, ya que una consciencia precoz de este hecho llevaría a muchos desórdenes psicológicos extraños.  Existen aquellos que van por la vida más calmos ya sea porque no tienen una creencia particular y por lo tanto sólo aceptan lo que viene, o porque están inmersos en un lujo material, o tienen alguna idea religiosa del cielo y del infierno, o han encontrado el centro en su interior y están enfocados en él.  Krshna está entronizado en sus corazones y sólo están interesados en el sonido de su flauta que los llama de regreso al hogar.

   La calma de las tres primeras clases de personas está en peligro de arruinarse debido a una comprensión más profunda de la vida o por algún hecho traumático que los hará caer mentalmente.  La cuarta clase ha alcanzado un cielo seguro y se han dado cuenta que la así llamada ‘muerte’ es sólo la entrada a una luz mayor y a un estado en el que estamos mucho más en el hogar, que en esta tierra, donde podemos siempre sentirnos como visitantes temporales.  La muerte siempre es una amiga y salvadora y nos lleva más cerca de quienes amamos, ya sea a quienes hemos encontrado en esta vida o a quienes no hemos encontrado en la carne pero con quienes estamos unidos por lazos más profundos. ¿Acaso imaginamos que encontrarnos en el cuerpo físico y comunicarnos por lo medios más groseros posibles, es la única relación que tenemos con otros?  Existen modos mucho más efectivos que no están limitados por el tiempo y el espacio y son accesibles para aquellos que se han desarrollado en el modo correcto para hacer inteligible tal comunicación.  La relación del gurú y el discípulo es un ejemplo de esta comunicación.

  Por lo tanto tenemos que fijar nuestra atención en aquello que está más allá del pensamiento racional, pero que es una presencia eterna dentro de nuestro corazón.  Si podemos encontrar este fiel amigo interior, tendremos una guía segura que no nos abandonará aunque surjan y caigan naciones y continentes.  Porque es este Yo Superior el que es el Verdadero Hombre o Mujer, y es lo que somos en este universo manifestado, y es esa dimensión de nuestro ser que se da cuenta de sí misma en estas ilusiones pasajeras de nuestro peregrinaje a través del tiempo y del espacio.

   Si finalmente nos volvemos uno con el TODO, durante nuestro periodo de desarrollo tenemos que ocupar nuestro propio espacio particular, nuestro propio laboratorio, donde los experimentos y las experiencias producen lentamente la alquimia mística en nuestros corazones, de modo que todas nuestras ilusiones de separatividad gradualmente desaparecen y son usadas en el proceso de cambio del metal base de nuestra consciencia en este universo transitorio, al Oro puro de la Iluminación Espiritual, que traerá la alternativa de ir totalmente al estado de Nirvâna o dejar un remanente detrás en el mundo sensible para ayudar al bienestar general de la Humanidad, en otros mundos, para insertar nuestro propio ‘ladrillo’ en la Pared Protectora.

   Ciertamente somos sólo ‘burbujas’ en la Corriente Universal de la vida u olas en el Océano Cósmico, pero esto por supuesto es sólo en un sentido material.  En realidad somos Seres Eternos para quienes la ‘hora nunca suena’ y podemos estar seguros que a medida que emergemos más y más en el TODO y por lo tanto disolvemos las barreras que nos impiden lograr una comunión satisfactoria de almas con nuestros Seres semejantes, sentiremos más y más un sentido de ‘regresar al hogar’ y menos y menos de la enfermedad que es una plaga en las vidas de muchas de las almas más sensibles en el planeta.  Nacidas fuera del tiempo, esas tiernas almas son sacudidas por las tormentas de una sociedad dura y sin alma que sólo premia la ganancia material y el placer sensual, y aplasta a esos cuyos valores no les permitirán comprometer la voz del Espíritu interior y sus mejores intuiciones.  Tal vez en la actualidad estas almas se sientan perdidas y desamparadas en ciertas oportunidades, pero a medida que pasen los años, nacerán más de ellas, hasta que eventualmente serán la mayoría, y los causantes de emociones y pensamientos groseros, serán la raza minoritaria.  Esto puede tomar siglos para que suceda, pero el proceso ya comenzó y no cesará ni con los esfuerzos de algún endeble.  ¿Puede una burbuja detener la corriente del río que se dirige al mar? ¿Puede incluso un millón de burbujas detener la creciente?

   Se ha comprobado reiteradamente que los intentos de aplastar los sentimientos espirituales naturales en el hombre, están destinados al fracaso. Ya sea que esto lo intente la religión dogmática o la ciencia materialista, ambas son vías de pensamiento hechas por el hombre, y por lo tanto finalmente están destinadas a derrumbarse ante el poder de la Madre Naturaleza.  Los budistas Zen, enfatizan el hecho de que no hay nada extraño respecto al Sendero Espiritual.  Somos un producto de la Naturaleza al igual que un árbol, y también somos parte integral del ‘plan’ de la Naturaleza.  Como humanos tenemos la capacidad de proceder por esfuerzos y métodos auto-inducidos y auto-determinados, porque estamos en ese punto de la evolución en el que hemos desarrollado la auto-consciencia y nos hemos vuelto capaces de ayudar a la Naturaleza conscientemente, o ¡trabajar ciertamente en su contra!  La elección es siempre nuestra.  El Sendero no es para agregar a lo que tenemos, sino para desprenderse de aquellas cosas que nos evitan ‘ver’ nuestro Verdadero Yo.  El Espíritu es siempre Uno, pero nuestros vehículos bloquean la visión.  Nuestra mente necesita volverse tan clara como un espejo recientemente bruñido que refleja todo de modo impersonal, sin emitir juicios.

  Inspirémonos en Heshiro, que era un hombre rico y educado en el antiguo Japón, y era uno de los ciudadanos más exitosos de la ciudad.  Un día decidieron colocar una estatua de un Dios Japonés en el lugar en el que caía una cascada en un estanque ubicado más abajo.  Cuando Heshiro vio las burbujas que se formaban en el estanque, se dio cuenta de algo.  Vio que algunas avanzaban un poco y luego se reventaban, otras recorrían mayor distancia antes de desaparecer.  Esto le hizo percibir la impermanencia de la vida;  algunas personas nacen y viven unos pocos años y otras más, pero todas finalmente están destinadas a morir.  Esto le hizo cambiar su visión de la vida, y por una profunda meditación pudo ir más allá de la ilusión de la vida y la muerte y ver la Realidad, y finalmente vivir en lo ETERNO.  Que nuestra contemplación de nosotros mismos y de nuestros semejantes, como ‘burbujas en la corriente’ nos lleve a una percepción similar, si no tan bella, y que podamos aprender a amarnos como niños de una Madre común en el mismo viaje, aunque estemos en diferentes etapas del Sagrado Peregrinaje.

  

domingo, 16 de septiembre de 2012

La Naturaleza de Nuestra Libertad



                                                            Joy Mills

 

‘Si entiendo el espíritu de esta Sociedad, se consagra al intrépido y cuidadoso estudio de la verdad…Somos…simplemente investigadores de serio propósito y mente imparcial, que estudiamos todas las cosas, las verificamos y nos mantenemos firmes en eso que está bien…Buscamos, indagamos, y no rechazamos nada sin una causa, no aceptamos nada sin probarlo; somos estudiantes, no maestros’. Tales fueron las palabras del Presidente-Fundador de la Sociedad Teosófica, Henry Steel Olcott, en su discurso inaugural de la organización recientemente fundada el 17 de Noviembre de 1875. Polémico como este discurso demostraba ser, produciendo la ira y protestas de Espiritistas y Cristianos Fundamentalistas, la nota de libertad de todo dogma, credo y doctrina establecida, que manifestó, ha continuado caracterizando a la Sociedad a través de los años desde ese  afortunado día, hace más de cien años.
Como el Coronel Olcott llamó a la Sociedad Teosófica una ‘sociedad de investigación sin estar sujeta a compromiso de ninguna clase’, así los sucesivos  Presidentes Internacionales han enfatizado y vuelto a enfatizar el ideal de libertad  de pensamiento, expresado como una característica especial  según una resolución adoptada por el Consejo General de la Sociedad y publicada regularmente en la revista The Theosophist, como también frecuentemente  en publicaciones de muchas de las Secciones del mundo. Nadie formuló más claramente este principio de libertad que la sucesora inmediata del Coronel Olcott, Annie Besant, quien, en una conferencia ofrecida no mucho después de asumir la presidencia, declaró:
‘Algunos de nuestros miembros repiten las declaraciones de uno u otro vidente, y parecen considerar que tal declaración debería excluir discusiones adicionales. Pero nadie en la ST tiene autoridad para establecer lo que las personas pensarán o no pensarán, sobre un tema. No estamos en la posición de una Iglesia ortodoxa, que tiene ciertos artículos definidos de fe, que imponen ciertos credos determinados en los que todos los miembros creyentes están decididos a creer. El único punto que debemos aceptar es la Fraternidad Universal y aún en cuanto a esta, podemos diferir en nuestra definición de ella. Fuera de que estamos en perfecta libertad de formar nuestras propias opiniones sobre cada tema; y la razón de esta política es clara y extremadamente buena. Ninguna opinión intelectual es digna de poseerse a menos que se obtenga por el esfuerzo individual de la persona que sostiene esta opinión’. (Investigaciones en lo Super-Físico, publicadas más tarde como Folleto Adyar, N. 36).
Uno podría encontrar declaraciones igualmente enérgicas en los escritos y conferencias de nuestros Presidentes posteriores, todos sosteniendo esta característica  distintiva de la Sociedad – el derecho de cada miembro a seguir sus propias investigaciones, a tener sus propias  opiniones, a disfrutar de plena libertad de pensamiento sobre cualquier tema que pueda ser de interés personal en la búsqueda de la verdad.
En una muy notable carta a los miembros de la Logia Londres, escrita en el momento de un desacuerdo dentro del grupo, respecto a su elección presidencial, el Mahatma KH acentuó la importancia de ‘un progreso armonioso’ en la Logia, al agregar:
“Es un hecho universalmente admitido que el éxito maravilloso de la Sociedad Teosófica…es debido completamente a su principio de sabia y respetuosa tolerancia hacia las opiniones y creencias de cada uno. Ni siquiera el Presidente-Fundador tiene el derecho a intervenir, directa o indirectamente, para interferir la libertad de pensamiento del más humilde de los miembros; y menos aún tratar de influir en su opinión personal. Sólo cuando no hay esta generosa consideración es cuando incluso la más ligera sombra de diferencia  arma a los buscadores de la misma verdad, por otra parte devotos y sinceros, con el dardo envenenado del odio contra sus hermanos, igualmente sinceros y devotos” (Carta 120,Las Cartas de los Mahatmas a A.P. Sinnett, Edición Cronológica).
Podríamos insertar aquí, un interesante comentario hecho por el mismo Mahatma en una carta anterior en la secuencia cronológica (ver Carta 65). Escribiendo acerca del hecho que sólo su gran hermano, el Mahatma Morya, estaba deseoso de ayudarlo en el trabajo de instruir a los dos ingleses, A.P. Sinnett  y A.O. Hume, el  Mahatma KH se refiere a una declaración hecha por ‘nuestro Hermano Griego semi-Europeo’, en el sentido de que los ingleses deben convertirse en ‘Zetéticos’. Aquí tenemos una referencia a la antigua escuela griega de filosofía  caracterizada por su escepticismo y dedicada a investigar, una escuela  que tuvo una especie de  renacimiento a fines del siglo diecinueve en Inglaterra en lo que se conoce como la Sociedad Zetética. Entre los miembros de esta Sociedad se cuentan individuos tales como George Bernard Shaw y Sydney Webb con quienes, por supuesto, Annie  Besant estaba familiarizada.
Para la verdadera indagación y búsqueda, la libertad de pensamiento es un sine qua non. Pero bien podemos preguntar ¿qué significa realmente la libertad de pensamiento? Y ¿hasta qué punto nuestra investigación es verdaderamente libre, realmente libre de todos los estorbos de nuestro propio pasado, de los variados condicionamientos a los que hemos estado sujetos? Quizás nadie ha tratado más seria y profundamente la naturaleza de nuestra libertad que J. Krishnamurti en La Libertad Primera y Ultima, él escribió:
‘¿Es capaz  la mente de libertarse de la creencia? Sólo podéis estar libres de ella cuando comprendéis la naturaleza íntima de las causas que os hacen aferraros a ella; no  sólo los móviles conscientes sino también los inconscientes, que os hacen creer’.
Y en numerosas ocasiones habló acerca de la ‘mente condicionada’, la mente moldeada por el pasado, por el temor y la ansiedad, por los muchos factores que deforman la verdadera visión El preguntaba ¿podemos nosotros reconocer el estado de nuestra propia mente? ¿podemos ver que puede estar atrapada en el deseo, en toda clase de sensaciones que pueden estar funcionando de una forma mecánica, de modo que  se cierre a lo nuevo? Como escribió en Libertad de lo Conocido:
‘La libertad es un estado de la mente – no libertad de algo, sino un sentido de libertad, una libertad para dudar y cuestionar todas las cosas, y por lo tanto, tan activa, intensa y enérgica, que deseche toda forma de dependencia, esclavitud, conformidad y aceptación. La libertad sólo puede suceder naturalmente, no a través  del deseo, del querer y del anhelo. No la encontraréis creando una imagen de lo que pensáis que es. Para llegar a ella la mente tiene que aprender a mirar la vida, la que es un vasto movimiento, sin  el cautiverio del tiempo, porque la libertad se halla más allá del campo de la consciencia’.
¿Cómo entonces podemos aprender a mirar la vida, a observarla, y, como dirían los Budistas, a estar atentos a cada movimiento suyo? ¿Es posible  liberar la mente de sus patrones habituales de pensamiento y ver de una nueva manera? Estas son preguntas que sólo pueden ser respondidas por  el individuo que está deseoso de investigar, de indagar profundamente  cualquier tema que entre en el campo de su atención. Es útil, de vez en cuando, examinar lo que uno realmente sabe y explorar lo que puede ser la base de tal conocimiento.
En su último libro, Conocimiento Fundamental, Christian de Quincey, profesor de estudios de la consciencia en la Universidad John F. Kennedy, en California, ha propuesto que llegamos al mundo equipados con ciertas capacidades innatas. El las llama los ‘cuatro dones del conocimiento’, los que entonces define como, primero, ’el Don del Filósofo, del pensamiento claro’, o el camino de la razón y la lógica; ‘el Don del Científico, de la observación y el método’, o el uso de los sentidos; ‘el Don del Shaman, del sentimiento incorporado’, y finalmente, ‘el Don del Místico,  del silencio sagrado’o intuición y la experiencia trascendente. Cuando uno explora cada uno de estos  ‘dones del conocimiento’, es posible descubrir el grado en el cual, lo que creemos y lo que verdaderamente conocemos, pueden estar influenciados por la razón, por el hábil uso de los sentidos en la observación, por nuestros sentimientos, y por nuestra percepción intuitiva. Cada forma de conocimiento, cada sendero que ha  llevado a una convicción de que ‘esto es así’, tiene su legitimidad, pero su validez final se halla en cómo nuestro conocimiento ha afectado nuestras vidas, nos da una mayor comprensión, una perspectiva más amplia, una apreciación más extensa o profunda, por las consideraciones de otros.
La verdadera libertad, podemos sugerir, incluye una buena voluntad para examinar la mente en todas sus formas de conocimiento. Vivimos, principalmente, de una manera indirecta, de un modo reactivo, y muy a menudo, de una forma muy inconsciente. Nuestras reacciones usuales se deben frecuentemente al hábito, y respondemos  irreflexivamente, acostumbrados a modelos pasados de acción.  Cuando se nos hace una pregunta, podemos responder citando algún libro que hemos leído, alguna declaración que hemos escuchado, que hemos aceptado como verdadera sin pensar mucho, nuestra aceptación basada solamente en nuestra consideración por el individuo que lo dijo. Hay un cierto encanto, que es también libertad, en estimar una pregunta desde un punto de vista completamente diferente del que habitualmente adoptamos.
Se ha dicho que tendemos a vivir  alejados de la vida, ya sea porque estamos absortos en el pasado o porque anticipamos el futuro. La tarea es liberar la consciencia de la carga del pasado y del futuro; ser libres es vivir enteramente en el presente. Alguien ha propuesto que ‘Aún Dios no puede liberar a un hombre de su pasado a menos que él esté deseoso de dejarlo’. Si lo que pensamos es liberarnos, ¡puede que necesitemos examinar atentamente el grado en el cual lo que pensamos que sabemos, está basado en nuestro condicionamiento pasado como  también en un deseo porque las cosas sean de la forma en que creemos deberían ser! La historia bíblica del hombre paralítico que fue llevado  a presencia de Jesús para ser sanado, ilustra alegóricamente el problema que muchos de nosotros enfrentamos al buscar la libertad de pensamiento. Mirando al hombre, el Maestro ordenó. ‘Levántate, toma tu camilla y entra en tu casa’. Así fue sanado el hombre paralítico, porque obedeció los tres mandatos. Primero, ‘levántate’, que es despertar, ponerse en pie, lo cual es simbólico de la libertad para moverse. Luego, que tome su camilla, no alejarse de ella. Esto, podemos sugerir, indica la necesidad de considerar nuestras circunstancias presentes, de examinar el condicionamiento que nos ha traído a nuestro presente estado de esclavitud o enfermedad, el condicionamiento que hemos creado por nosotros mismos que necesitamos enfrentar honesta y valientemente. Y finalmente, entrar a su propia casa, que es reconocer que, a menos que busquemos internamente la libertad, continuaremos estando atados, ya sea física o mentalmente. Cualquiera sea la clase de esclavitud – física, mental o de otra clase – entrar en nuestra propia  ‘casa’ a menudo significa solamente un cambio de actitud, viendo las cosas como realmente son, reconociendo nuestra tendencia a pensar a lo largo de líneas habituales sin examinar nuestras creencias y convicciones.
La genuina libertad de pensamiento, la que significa tener una mente que esté desembarazada de sus propios intereses egoístas, sus pasadas parálisis, su ciega e irreflexiva aceptación de  las verdades de otros, implica una buena voluntad para emprender la severa tarea de comprendernos a nosotros mismos a fin de que podamos entender conscientemente lo que sabemos y como llegamos a conocer lo que aceptamos como verdadero. La verdad es una condición de la mente que puede solamente surgir cuando la mente está verdaderamente libre de todos los obstáculos psicológicos. Estos obstáculos han sido bien definidos en la filosofía yógica. A estas obstrucciones generalmente referidas como a las kleshas, el Dr. I.K. Taimni les ha dado detalladas explicaciones en su  brillante texto, La Ciencia de la Yoga. Como traduce el pertinente verso:
“Las Kleshas son: Desconocimiento de la Realidad, Egoidad o sentido de egoísmo; Atracciones; Repulsiones, Fuerte Deseo de Vivir”(II.3).
No solamente son estas cinco aflicciones psicológicas la causa del dolor y la miseria, ellas impiden ver claramente las cosas como son, la que es una condición necesaria para la libertad de pensamiento. Y es solamente reconociendo y luego enfrentando su presencia en nuestra propia naturaleza mental-emocional, que podemos comenzar a liberar la mente de tales trabas. Una mente que esté así libre, es una mente amplia; una en la que hay una frescura de percepción, una apertura a nuevas ideas, y un encanto creativo en explorar todas las posibilidades.
Además surge un pensamiento cuando uno lee una vez más este notable discurso inaugural del Coronel Olcott. Encerrada en él, está la convicción del Presidente-Fundador de esta Sociedad, que el mismo nombre de la organización guarda la clave para un examen de todas las ideas que podrían ser abrigadas por sus miembros. En ninguna parte de este discurso, en ninguna parte de los escritos y conferencias de los Presidentes  subsiguientes se da a la palabra ‘Teosofía’ una definición oficial con la cual deben estar de acuerdo todos los miembros. Aunque la Sociedad, desde su comienzo, ha sido conocida como la Sociedad Teosófica. Y así Olcott, al colocar la Sociedad dentro del contexto de sus antecedentes históricos tal como el Neoplatonismo y los teúrgos  Alejandrinos, habló de su trabajo como del ‘renacimiento de un estudio de la Teosofía’. Es a esta  consideración mundial que estamos invitados a prestar nuestra atención cuando concordamos con los Objetivos de la Sociedad. Y es al estudio de la Teosofía, entonces, que necesitamos traer la mente abierta y libre, explorando tan profunda, tan honda, tan ampliamente como podamos las riquezas de la sabiduría a ser encontradas en esta singular palabra y todo lo que ella implica.
Unos catorce años después de entregar su discurso inaugural, Olcott publicó un artículo en The Theosophist,  la revista fundada por su colega, H.P.Blavatsky y que había llegado a ser, a causa de su dirección, la revista del Presidente. Dicho artículo, titulado  ‘Teosofía Aplicada’, apareció en Junio de 1889 y posteriormente fue reimpreso como Folleto Adyar N. 145. Nuevamente repitiendo el principio fundamental de la Sociedad, de la libertad de pensamiento, Olcott escribió:
“Lo que la Sociedad ha hecho hasta aquí…es hacer que la gente piense. Nadie puede pertenecer a la Sociedad Teosófica por mucho tiempo sin comenzar a  indagarse. El mismo aire de la Sociedad está cargado del espíritu de investigación…..Es un real deseo conocer y aprender la verdad….El hecho es que la Sociedad Teosófica atrae a las personas que han adquirido una disposición natural para examinar, analizar, reflexionar….Tenemos…una Sociedad sin opiniones, pero con ciertos ‘Objetivos’, ciertos principios y ciertos métodos y tenemos como resultado una tendencia a ciertos modos de pensamiento, y ciertas teorías del Universo, teorías a las cuales se les ha dado el nombre de Teosofía”.
Pero Olcott, siempre el idealista práctico, el visionario que también, por usar una frase contemporánea,  ‘practicó lo hablado’, no estaba contento con  lo que llamaba ‘el lado intelectual o filosófico de la Teosofía… el fruto de la Sociedad Teosófica influenciada solamente en una dirección’. Así, agregó en el escrito de la ‘Teosofía Aplicada’:
“Aquellos que  están sometidos a la influencia del espíritu teosófico son afectados ética como también filosóficamente. Las mismas causas que producen una cierta tendencia en el pensamiento, producen también una disposición para actuar de una cierta manera”.
Cuando la mente es verdaderamente libre, indagando, sondeando, examinando, explorando las grandes ideas  incluidas en esta palabra ‘Teosofía’, cuando todas las formas de conocimiento se han unido en  una luminosa realización, que para nosotros, cada uno de nosotros, la verdad no tenga un ‘mi’ o ‘mío’ que la limite o haga de ella un dogma  con que otros tropiezan, entonces nuestras vidas hablan esta verdad a cada momento del día. Cuando la mente ya no está moldeada o condicionada por los gustos y disgustos personales, por el egoísmo e intereses egoístas, la percepción es clara y la verdad surge naturalmente, no como una verdad o la verdad, sino la esencia de la verdad en toda su belleza y esplendor.

domingo, 9 de septiembre de 2012

Desde El Atalaya




Radha Burnier

Filosofía Teosófica
La ciencia es nuestro mayor aliado. Esto no se convierte en realidad, simplemente porque los pensamientos recientes  de unos pocos científicos parezcan estar en armonía con la filosofía oculta. La ciencia oculta trata con hechos, al igual que lo hace la ciencia común y corriente. No necesita ser corroborado por lo que la sociedad afirma en ese momento; vale por sí misma, al igual que cuando un pronunciamiento científico resulta ser erróneo, ya no es parte del conocimiento científico. Cierto número de científicos parece indicar la verdad de algo como la existencia de los registrosakásicos, pero la ciencia oculta no se convierte en modo alguno en aliada de la filosofía oculta a causa de esto. Más aún los científicos son incapaces de ver las consecuencias morales de lo que han descubierto. Hay otros aspectos que la ciencia difícilmente ha  tratado y que están en el corazón mismo de todo conocimiento espiritual. Los pensadores científicos modernos aceptan la realidad de campos de fuerza  invisibles, pero son totalmente inconscientes de la extensión de esas regiones invisibles.
         Sri Krishna en el Bhagavad gita dice que habiendo animando lo manifestado con un fragmento de Sí Mismo, El permanece sobre todo ello. Cuando se lo personifica así, no parece muy verdadero, pero puede ser más real de lo que comprendemos. No sólo puede haber una vasta región desconocida o incluso incognoscible, sino que, de acuerdo a la Sabiduría Antigua, todo lo manifestado e inmanifestado   en el total del cosmos, es una presencia dinámica viviente. No es materia en modo alguno,  todo palpita con vida, porque emana de un vasto océano de consciencia. La palabra ‘consciencia’ es difícil de describir. Incluye una profunda sabiduría y amor. Quienes pueden trascender las limitaciones del cerebro y de la mente, han percibido esa Presencia. La sienten como una Presencia amorosa; en realidad, una bendición extraordinaria llamada Ânanda. No se experimenta entonces  ninguna diferencia entre  la felicidad individual y la esencial. Ésta es un pequeño reflejo de la naturaleza misma del cosmos. De modo similar, nuestra experiencia de felicidad, aunque limitada, es una experiencia del amor que es la naturaleza del universo.
         A principios de este siglo, se pensó  que hay manifestaciones de vida que no tienen nada que ver con el proceso evolutivo. Por ejemplo, la compleja belleza del plumaje del pavo real, nada tiene que ver con supervivencia o con el proceso conectado con la supervivencia.  Toda la creatividad puesta en él no es necesaria para atraer a la hembra.  Similarmente, hay pájaros que cantan laboriosas canciones que no son necesarias para la supervivencia o para atraer a otros pájaros.  Raynor Johnson ha escrito al respecto en su libro The Imprisoned Splendour.
         El verdadero propósito de la existencia tiene poco que ver con el mundo material, aunque parezca tener que ver todo con él. Pensamos que la abeja cumple un propósito, porque poliniza las flores y produce un sentido de belleza o un fruto, pero esta utilidad tiene poco que ver con un propósito conectado con toda la extraordinaria existencia cósmica, manifestándose a sí misma también a niveles materiales. Quizás no intenta hacer nada. El pájaro puede que no esté tratando de producir un canto, sino que canta porque es un pájaro. Krishnaji quizás quería decir algo semejante cuando preguntó, ‘¿Cuál es el propósito de una puesta de sol?’, algo en lo que no puede infundirse un propósito, y tenemos que admitir que el propósito de la puesta de sol es, lo que es.
         La totalidad del cosmos puede que tenga un propósito. Una parte de del mismo nos hace seres humanos conscientes – esto es suficiente. Por lo tanto, puede que no sea inherente el propósito a todas las cosas donde está la vida, y no tiene nada que ver con el propósito que un ser humano tenga en mente. De manera que, podríamos decir que el verdadero propósito de todas las cosas es el núcleo más profundo de la vida misma,  aunque cuando no tenga nada que ver con la existencia material. Podemos comprenderlo  cuando nuestra propia mente se libera del sentido de yoidad que lo separa del resto de la existencia.
         Cuando la visión se aclara, se ve la Presencia en todas las cosas, el propósito supremo,  que es el mismo Dios. En la antigua filosofía Vedânta, una de las grandes frases es ‘Tú eres Aquello’ (tat tvam asi), y el discípulo debe seguir meditando sobre eso. Cuando pensamos que tenemos un propósito, sentimos que nuestra vida debe tener cierta cualidad. Esta es la clase de necedad que continúa en la mente. Pero si comprendemos la verdad básica de esta declaración, entonces no hay parte de la totalidad que no tenga la Presencia, y así todo cambia.
         En el Bhagavadgita, Sri Krishna, que representa al todo, dice que Él es esto y es aquello. Invoca a una entidad que alude a todas las especies, el elefante, el caballo, la vaca, etc. Esto no es para tomarlo literalmente, sino en el sentido de que la Presencia está en todas partes, en cada parte de la existencia. Si queremos, podemos decir que la Presencia está en la forma arquetípica. No hay nada que requiera de alguna razón para existir excepto ser parte de lo eterno, lo que es descrito como glorioso, bello y poderoso.
         Si solamente pudiéramos verla en todo aquello que nos rodea, la veríamos en nosotros mismos. Es la energía que mueve todas las cosas, lo que HPB llama Movimiento Absoluto. Eso es quizás lo que los antiguos hindúes creían cuando decían que todo es Brahman. Es nuestra percepción lo que la hace parecer diferente.  Si una madre tiene un bebé, ella está enamorada de él, no pregunta cuál es el propósito de ese bebé, o si la sustentará cuando envejezca. Su belleza es su propio propósito. De igual manera, podemos ver lo que los Mahatmas llamaron ‘el propósito latente en todas las existencias individuales’. En la medida en que la ciencia pueda vislumbrar algo de esto, se volverá una con la enseñanza religiosa entregada a la humanidad, que es la herencia de todos los seres humanos.

domingo, 2 de septiembre de 2012

LAS VENTAJAS DE LA TEOSOFIA




Charles W. Leadbeater

1) Da a sus estudiantes una amplísima perspectiva de la vida. La visión común de los hombres es necesaria y tristemente limitada por la raza, el sexo, las opiniones religiosas y la clase social a que pertenecen. La Teosofía enseña que nadie puede ocupar debidamente su lugar en el mundo a menos que trascienda estas limitaciones y que llegue a comprenderlo todo para poder entrar en simpatía con todo. Nos da ella una racional comprensión de la vida, lo que para la inmensa mayoría de nosotros constituía antes un insoluble problema, el más grave de los enigmas en espera de respuesta.

Mediante la Teosofía sabemos por qué estamos aquí, qué se espera de nosotros y cómo hemos de ponernos a llevarlo a cabo. De esta suerte vemos que, por poco que valga la pena vivir la vida para el placer o provecho que exclusivamente pertenece a este mundo, es muy digna de vivírsela cuando se la mira como una escuela donde nos preparamos para la inefable gloria y las infinitas posibilidades de mundos superiores.

2) Enseña la fraternidad universal. El teósofo sabe que todos formamos parte de una evolución y que todos somos hijos de un único Padre de manera que, para El, la la fraternidad universal de la humanidad no es una mera concepción poética, sino un hecho definido; no un sueño de algo que ha de ser, sino una condición que realmente ex1ste, sin bien todavía son poquísimos los que la reconocen por entero. Aprende así a mirarlo todo desde un amplio e impersonal punto de vista.

Comprende el teósofo que los verdaderos intereses de todos son de hecho idénticos entre sí y que ningún hombre puede tener legítima y real ganancia a costa de la pérdida o sufrimiento del prójimo. No es éste un artículo de creencia religiosa, sino un hecho científico que su estudio le ha demostrado.

Así nos enseña la Teosofía no sólo cómo evolucionar nosotros mismos, sino de qué manera auxiliar a los demás en su evolución; de cómo por el pensamiento y la acción hacernos más útiles, primero para aquellos que amamos y luego gradualmente para todos los demás. A este respecto nos eleva a una plataforma superior de manera que empezamos a considerarlo todo no sólo en cuanto afecta a nuestros yoes infinitesimales, sino desde el altísimo punto de vista de su influencia sobre la humanidad como un todo.

3) Cambia, por lo tanto, la actitud del teósofo hacia los demás Reconoce esta fraternidad, no meramente como la esperanza que acarician los hombres desesperados, sino como un hecho definido que sigue en científica serie a todos los demás hechos de la naturaleza y la mira como una absoluta certeza. De consiguiente su actitud hacia todos los que le rodean es siempre de ayuda, de constante y profunda simpatía.
Considera que nada de los que se opone a los elevados intereses ajenos puede ser correcto que él lo haga, ni tampoco puede ser bueno.

Por tanto, se penetra de la más amplia tolerancia posible pues su filosofía le demuestra que importa poco lo que el hombre crea, con tal que sea bueno y veraz. Ha de ser caritativo también porque su dilatado conocimiento le capacita para hacer concesiones en cosas que el hombre corriente no comprende. Su norma en cuanto al bien y el mal está siempre muy por encima de la del hombre menos instruido y, sin embargo, es más benévolo que éste para con el pecador, porque comprende mejor la naturaleza humana.

4) El teósofo no es únicamente tolerante, caritativo y pleno de simpatía para con los demás, pues siente también positivo amor hacia la humanidad, lo que hace estar siempre vigilante y alerta. No es que siempre esté tratando de imponer sus opiniones a la gente; pues, por el contrario, observa que tal es el más común de los errores en que cae el ignorante. Sabe que porfiar es necio desgaste de energía y, por lo tanto, evita el argüir. Si alguien desea una explicación o consejo, lo da con todo gusto; pero no tiene el menor deseo de convertir a nadie q su propio modo de pensar.

5) La Teosofía es preeminentemente una doctrina de sentido común, Nos presenta, en cuanto podemos conocerlos, los hechos sobre Dios y el hombre y las relaciones que hay entre ellos; y después nos instruye para cómo tomarlos en cuenta y obrar, en lo que a ellos toca, con la usual razón y el sentido común. Todo lo que nos pide es el estudio de las leyes de evolución y que regulemos nuestra vida de conformidad con ellas.

6) Nos da un determinado criterio mediante el cual juzgar nuestras acciones y pensamientos. Tal criterio es el siguiente: " ¿Ayuda a la evolución o la retarda? " Si en nosotros surge un pensamiento o un sentimiento, inmediatamente podemos saber por esta prueba si debemos o no estimularlo. Si estorba a cualquier ser en su progreso o le causa daño, es malo y debe evitarse.

El mismo razonamiento sirve cuando se trata de decidir con respecto a una cosa exterior a uno mismo. Si desde tal punto de vista es algo bueno, entonces en conciencia debemos ayudarlo; en caso contrario, no nos toca a nosotros bien que pueda tener de su lado todo el peso de la opinión pública y de inmemorial tradición.

7) La Teosofía acorta penas y sufrimientos. Es corriente que los hombres imaginen que son injustas las dificultades por que tienen que pasar. Ella salva a sus estudiantes de ese error, porque les hace ver en forma absolutamente clara que ningún sufrimiento inmerecido puede acaecerle a ningún ser humano. Cualquier dificultad con que tropecemos tiene por causa sencillamente una deuda en que hemos incurrido y, como hay que pagarla, mientras más pronto lo hagamos, mejor.

Y no es eso todo, ya que pues cada una de esas dificultades representa una oportunidad para nuestro desarrollo. Si la soportamos paciente y valerosamente no permitiendo que nos aplaste, sino que la afrontamos y tomamos por el lado mejor, desenvolveremos por su medio en nosotros las valiosas cualidades del valor, la perseverancia y la determinación de tal modo que, del resultado de nuestros errores de muy largo tiempo atrás, extraeremos el bien en lugar del mal.

Es cosa común que las penas y sufrimientos que nos acaecen las veamos fuera de proporción porque. . . nos tocan tan de cerca, pero las enseñanzas teosóficas colocan todas estas cosas en su debida perspectiva. Nos capacitan para elevarnos por encima de estas nubes y desde allí mirar hacia abajo y ver las cosas como realmente son y no como meramente parecen serio, cuando desde abajo se las ve con limitada visión.
Aprendemos a dominar de! todo nuestro yo inferior con toda su masa de ilusiones y prejuicios y su incapacidad para ver las cosas en la forma correcta. Aprendemos también a elevarnos a un punto de vista impersonal e inegoísta, donde hacer el bien por el bien mismo es la sola norma de vida y ayudar a nuestros semejantes la más grande de de las alegrías.

8) La Teosofía nos predice un contento perenne, un inquebrantable valor en las dificultades y el estar siempre pronto a dar nuestra simpatía y ayuda y el teósofo debe distinguirse del resto del mundo por esas características. A pesar de su alegría y contento, ha de tomar la vida seriamente, porque comprende que cada uno de nosotros tiene mucho que hacer en este mundo y no hay tiempo que perder.

De ahí la necesidad que hay de adquirir el perfecto dominio de sí mismo, porque únicamente de ese modo puede llegar a adaptarse cabalmente para servir mejor a los demás cuando la oportunidad se presente. Siempre está del lado del pensar más elevado antes que del inferior, de lo bajo. Su tolerancia es perfecta, pues sabe que en lo fundamental éste es el justo modo de ver que el mal es sólo y necesariamente lo impermanente y que, al fin, solamente el bien ha de perdurar.

De este modo el teósofo busca siempre el bien en todo a fin de que pueda ayudar a incrementarlo. Está pendiente del obrar de la gran ley de evolución a fin de poder colocarse siempre de su lado y con su débil corriente de fuerza contribuye a su energía.

9) Enseña la Teosofía el maravilloso poder del pensamiento. Nos dice que los pensamientos son cosas y que es muy posible hacer gran daño o un gran bien por su medio. Demuestra que nadie vive sólo para sí mismo y que cada pensamiento actúa sobre los demás. Las vibraciones que surgen de la mente y naturaleza del hombre se reproducen en la mente y naturaleza de otros seres humanos, siendo fuente de buena o mala salud mental y emocional para todos aquellos con quienes se pone en contacto.

Enseña también que este poder del pensamiento puede emplearse conscientemente para el bien, que el hombre puede poner en movimiento corrientes que llevan salud mental y el consuelo a tanto amigo que sufre y nos abre todo un mundo de utilidad.

Y para eso todos tenemos oportunidades, pues toda conexión que formamos es una oportunidad. Todo aquel con quien nos ponemos en contacto puede ser un alma que necesita nuestra ayuda. Hay muchos casos en que la ayuda de palabra o acción nos es imposible; pero jamás puede ocurrir que no podamos enviar un amistoso pensamiento de socorro. Nadie que conozca el poder del pensamiento puede dudar de su resultado, por más que no sea inmediatamente visible.

10) La absoluta ausencia de inquietud debe ser natural en el teósofo; pues si sabe que todo debe ser para los mejor nada debe perturbarle. Su elevada ciencia lo hace optimista, porque conoce que todo mal es temporal por ser opuesto a la irresistible corriente de la evolución y porque todo bien debe necesariamente persistir ya que la Omnipotencia está tras él.
Nadie puede ser más activo que él en laborar por el triunfo del bien y la desaparición dei mal y, sin embargo, está en absoluto libre de ese sentimiento de impotencia y desamparo que tan a menudo oprime a los que se esfuerzan por ayudar a sus semejantes.

11) La vida de mucha gente está llena de temor y ansiedad y para muchos lo más serio de todo es el temor a la muerte. El teósofo se ha librado por entero de semejante sufrimiento. Como comprende lo que es la muerte, sabe que no hay para qué temerla o lamentarse de ella, ya caiga sobre él mismo o sobre aquellos que ama.

No llora a los que se han ido antes, pues sabe realmente que no se han apartado de él y que entregarse a un egoísta dolor sería entristecerlos o deprimirlos. Sus conocimientos le demuestran que su vigoroso y amante pensamiento ha de ser para ellos un potente factor en su evolución y que si él piensa sólo correcta y razonablemente sobre ellos, les ha de prestar la más grande ayuda en su camino de ascenso. La muerte es meramente el paso de ¡a vida física a otra superior enteramente.

El teósofo percibe con claridad que el mundo es uno y que las mismas leyes divinas lo rigen en su totalidad, tanto en la parte visible como en la invisible a la vista física.
La duda en cuanto a su futuro es para él imposible, porque así como el echar una mirada retrospectiva hacia el salvaje comprende que eso fue en el pasado, así también al contemplar los genios, los hombres más elevados y sabios que ha tenido la humanidad, sabe que en el futuro ha de ser semejante a ellos. Ve una ininterrumpida cadena de desenvolvimiento, una escala de perfección que se extiende invariable ante él; pero en cada uno de sus escalones hay seres humanos, de suerte que no le cabe dudarle que para él es posible hacer la misma ascensión.

El teósofo tiene tal claridad y certeza en su anticipación del futuro que es un verdadero alivio ante la vaguedad e indecisión del pensamiento corriente sobre estos asuntos. No puede tener ningún temor sobre su salvación porque sabe que no hay nada de que tenga el hombre que salvarse a no ser de su ignorancia. No es la suya una vaga esperanza en lo eterno, sino cabal certeza nacida de su conocimiento de la ley.
No puede temer el futuro, porque lo conoce, de modo que su única ansiedad consiste en hacerse digno para desempeñar su papel en la magnífica obra de la evolución.

12) Es una vida de alegría la que se abre ante nosotros. A medida que el hombre evoluciona, su simpatía y compasión se incrementan; se hace más sensitivo, al error,  sufrimiento y tristeza del mundo. Pero al mismo tiempo va viendo en forma más clara la causa de ese sufrir y comprende más perfectamente que todas las cosas trabajan para el bien final del conjunto.

Se compenetra no sólo del profundo contento y absoluta seguridad que nacen de la certeza de que todo va bien, sino también del seguro y radiante goce que se deriva de la contemplación del magnífico Plan Divino, como de la perfecta precisión con que el espléndido designio se encamina a su predeterminado fin. Aprende que Dios quiere que seamos felices y que serio es nuestro definido deber, a fin de que podamos difundir a nuestro alrededor vibraciones de felicidad, pues ése es uno de los medios con que podemos aliviar el dolor del mundo.

De este modo, esforzándose siempre en ayudar y jamás en servir de obstáculo, se convierte el teósofo, en su pequeña esfera de influencia, en uno de los benéficos poderes de la Naturaleza. Se olvida por completo de sí mismo y vive para los demás, pues se sabe parte del gran designio. Realiza también al Dios que tiene dentro de sí y aprende a convertirse en una verdadera expresión de El y, al cumplir de esta manera la Divina Voluntad, no es sólo una bendición para sí mismo sino para todo el mundo.

Aunque sea de un modo limitado, por más que lo sea a una distancia inconmensurable, es sin embargo un colaborador de Dios y éste es el más grande honor y la más alta prerrogativa que puede caberle en herencia a todo ser humano.