domingo, 2 de septiembre de 2012

LAS VENTAJAS DE LA TEOSOFIA




Charles W. Leadbeater

1) Da a sus estudiantes una amplísima perspectiva de la vida. La visión común de los hombres es necesaria y tristemente limitada por la raza, el sexo, las opiniones religiosas y la clase social a que pertenecen. La Teosofía enseña que nadie puede ocupar debidamente su lugar en el mundo a menos que trascienda estas limitaciones y que llegue a comprenderlo todo para poder entrar en simpatía con todo. Nos da ella una racional comprensión de la vida, lo que para la inmensa mayoría de nosotros constituía antes un insoluble problema, el más grave de los enigmas en espera de respuesta.

Mediante la Teosofía sabemos por qué estamos aquí, qué se espera de nosotros y cómo hemos de ponernos a llevarlo a cabo. De esta suerte vemos que, por poco que valga la pena vivir la vida para el placer o provecho que exclusivamente pertenece a este mundo, es muy digna de vivírsela cuando se la mira como una escuela donde nos preparamos para la inefable gloria y las infinitas posibilidades de mundos superiores.

2) Enseña la fraternidad universal. El teósofo sabe que todos formamos parte de una evolución y que todos somos hijos de un único Padre de manera que, para El, la la fraternidad universal de la humanidad no es una mera concepción poética, sino un hecho definido; no un sueño de algo que ha de ser, sino una condición que realmente ex1ste, sin bien todavía son poquísimos los que la reconocen por entero. Aprende así a mirarlo todo desde un amplio e impersonal punto de vista.

Comprende el teósofo que los verdaderos intereses de todos son de hecho idénticos entre sí y que ningún hombre puede tener legítima y real ganancia a costa de la pérdida o sufrimiento del prójimo. No es éste un artículo de creencia religiosa, sino un hecho científico que su estudio le ha demostrado.

Así nos enseña la Teosofía no sólo cómo evolucionar nosotros mismos, sino de qué manera auxiliar a los demás en su evolución; de cómo por el pensamiento y la acción hacernos más útiles, primero para aquellos que amamos y luego gradualmente para todos los demás. A este respecto nos eleva a una plataforma superior de manera que empezamos a considerarlo todo no sólo en cuanto afecta a nuestros yoes infinitesimales, sino desde el altísimo punto de vista de su influencia sobre la humanidad como un todo.

3) Cambia, por lo tanto, la actitud del teósofo hacia los demás Reconoce esta fraternidad, no meramente como la esperanza que acarician los hombres desesperados, sino como un hecho definido que sigue en científica serie a todos los demás hechos de la naturaleza y la mira como una absoluta certeza. De consiguiente su actitud hacia todos los que le rodean es siempre de ayuda, de constante y profunda simpatía.
Considera que nada de los que se opone a los elevados intereses ajenos puede ser correcto que él lo haga, ni tampoco puede ser bueno.

Por tanto, se penetra de la más amplia tolerancia posible pues su filosofía le demuestra que importa poco lo que el hombre crea, con tal que sea bueno y veraz. Ha de ser caritativo también porque su dilatado conocimiento le capacita para hacer concesiones en cosas que el hombre corriente no comprende. Su norma en cuanto al bien y el mal está siempre muy por encima de la del hombre menos instruido y, sin embargo, es más benévolo que éste para con el pecador, porque comprende mejor la naturaleza humana.

4) El teósofo no es únicamente tolerante, caritativo y pleno de simpatía para con los demás, pues siente también positivo amor hacia la humanidad, lo que hace estar siempre vigilante y alerta. No es que siempre esté tratando de imponer sus opiniones a la gente; pues, por el contrario, observa que tal es el más común de los errores en que cae el ignorante. Sabe que porfiar es necio desgaste de energía y, por lo tanto, evita el argüir. Si alguien desea una explicación o consejo, lo da con todo gusto; pero no tiene el menor deseo de convertir a nadie q su propio modo de pensar.

5) La Teosofía es preeminentemente una doctrina de sentido común, Nos presenta, en cuanto podemos conocerlos, los hechos sobre Dios y el hombre y las relaciones que hay entre ellos; y después nos instruye para cómo tomarlos en cuenta y obrar, en lo que a ellos toca, con la usual razón y el sentido común. Todo lo que nos pide es el estudio de las leyes de evolución y que regulemos nuestra vida de conformidad con ellas.

6) Nos da un determinado criterio mediante el cual juzgar nuestras acciones y pensamientos. Tal criterio es el siguiente: " ¿Ayuda a la evolución o la retarda? " Si en nosotros surge un pensamiento o un sentimiento, inmediatamente podemos saber por esta prueba si debemos o no estimularlo. Si estorba a cualquier ser en su progreso o le causa daño, es malo y debe evitarse.

El mismo razonamiento sirve cuando se trata de decidir con respecto a una cosa exterior a uno mismo. Si desde tal punto de vista es algo bueno, entonces en conciencia debemos ayudarlo; en caso contrario, no nos toca a nosotros bien que pueda tener de su lado todo el peso de la opinión pública y de inmemorial tradición.

7) La Teosofía acorta penas y sufrimientos. Es corriente que los hombres imaginen que son injustas las dificultades por que tienen que pasar. Ella salva a sus estudiantes de ese error, porque les hace ver en forma absolutamente clara que ningún sufrimiento inmerecido puede acaecerle a ningún ser humano. Cualquier dificultad con que tropecemos tiene por causa sencillamente una deuda en que hemos incurrido y, como hay que pagarla, mientras más pronto lo hagamos, mejor.

Y no es eso todo, ya que pues cada una de esas dificultades representa una oportunidad para nuestro desarrollo. Si la soportamos paciente y valerosamente no permitiendo que nos aplaste, sino que la afrontamos y tomamos por el lado mejor, desenvolveremos por su medio en nosotros las valiosas cualidades del valor, la perseverancia y la determinación de tal modo que, del resultado de nuestros errores de muy largo tiempo atrás, extraeremos el bien en lugar del mal.

Es cosa común que las penas y sufrimientos que nos acaecen las veamos fuera de proporción porque. . . nos tocan tan de cerca, pero las enseñanzas teosóficas colocan todas estas cosas en su debida perspectiva. Nos capacitan para elevarnos por encima de estas nubes y desde allí mirar hacia abajo y ver las cosas como realmente son y no como meramente parecen serio, cuando desde abajo se las ve con limitada visión.
Aprendemos a dominar de! todo nuestro yo inferior con toda su masa de ilusiones y prejuicios y su incapacidad para ver las cosas en la forma correcta. Aprendemos también a elevarnos a un punto de vista impersonal e inegoísta, donde hacer el bien por el bien mismo es la sola norma de vida y ayudar a nuestros semejantes la más grande de de las alegrías.

8) La Teosofía nos predice un contento perenne, un inquebrantable valor en las dificultades y el estar siempre pronto a dar nuestra simpatía y ayuda y el teósofo debe distinguirse del resto del mundo por esas características. A pesar de su alegría y contento, ha de tomar la vida seriamente, porque comprende que cada uno de nosotros tiene mucho que hacer en este mundo y no hay tiempo que perder.

De ahí la necesidad que hay de adquirir el perfecto dominio de sí mismo, porque únicamente de ese modo puede llegar a adaptarse cabalmente para servir mejor a los demás cuando la oportunidad se presente. Siempre está del lado del pensar más elevado antes que del inferior, de lo bajo. Su tolerancia es perfecta, pues sabe que en lo fundamental éste es el justo modo de ver que el mal es sólo y necesariamente lo impermanente y que, al fin, solamente el bien ha de perdurar.

De este modo el teósofo busca siempre el bien en todo a fin de que pueda ayudar a incrementarlo. Está pendiente del obrar de la gran ley de evolución a fin de poder colocarse siempre de su lado y con su débil corriente de fuerza contribuye a su energía.

9) Enseña la Teosofía el maravilloso poder del pensamiento. Nos dice que los pensamientos son cosas y que es muy posible hacer gran daño o un gran bien por su medio. Demuestra que nadie vive sólo para sí mismo y que cada pensamiento actúa sobre los demás. Las vibraciones que surgen de la mente y naturaleza del hombre se reproducen en la mente y naturaleza de otros seres humanos, siendo fuente de buena o mala salud mental y emocional para todos aquellos con quienes se pone en contacto.

Enseña también que este poder del pensamiento puede emplearse conscientemente para el bien, que el hombre puede poner en movimiento corrientes que llevan salud mental y el consuelo a tanto amigo que sufre y nos abre todo un mundo de utilidad.

Y para eso todos tenemos oportunidades, pues toda conexión que formamos es una oportunidad. Todo aquel con quien nos ponemos en contacto puede ser un alma que necesita nuestra ayuda. Hay muchos casos en que la ayuda de palabra o acción nos es imposible; pero jamás puede ocurrir que no podamos enviar un amistoso pensamiento de socorro. Nadie que conozca el poder del pensamiento puede dudar de su resultado, por más que no sea inmediatamente visible.

10) La absoluta ausencia de inquietud debe ser natural en el teósofo; pues si sabe que todo debe ser para los mejor nada debe perturbarle. Su elevada ciencia lo hace optimista, porque conoce que todo mal es temporal por ser opuesto a la irresistible corriente de la evolución y porque todo bien debe necesariamente persistir ya que la Omnipotencia está tras él.
Nadie puede ser más activo que él en laborar por el triunfo del bien y la desaparición dei mal y, sin embargo, está en absoluto libre de ese sentimiento de impotencia y desamparo que tan a menudo oprime a los que se esfuerzan por ayudar a sus semejantes.

11) La vida de mucha gente está llena de temor y ansiedad y para muchos lo más serio de todo es el temor a la muerte. El teósofo se ha librado por entero de semejante sufrimiento. Como comprende lo que es la muerte, sabe que no hay para qué temerla o lamentarse de ella, ya caiga sobre él mismo o sobre aquellos que ama.

No llora a los que se han ido antes, pues sabe realmente que no se han apartado de él y que entregarse a un egoísta dolor sería entristecerlos o deprimirlos. Sus conocimientos le demuestran que su vigoroso y amante pensamiento ha de ser para ellos un potente factor en su evolución y que si él piensa sólo correcta y razonablemente sobre ellos, les ha de prestar la más grande ayuda en su camino de ascenso. La muerte es meramente el paso de ¡a vida física a otra superior enteramente.

El teósofo percibe con claridad que el mundo es uno y que las mismas leyes divinas lo rigen en su totalidad, tanto en la parte visible como en la invisible a la vista física.
La duda en cuanto a su futuro es para él imposible, porque así como el echar una mirada retrospectiva hacia el salvaje comprende que eso fue en el pasado, así también al contemplar los genios, los hombres más elevados y sabios que ha tenido la humanidad, sabe que en el futuro ha de ser semejante a ellos. Ve una ininterrumpida cadena de desenvolvimiento, una escala de perfección que se extiende invariable ante él; pero en cada uno de sus escalones hay seres humanos, de suerte que no le cabe dudarle que para él es posible hacer la misma ascensión.

El teósofo tiene tal claridad y certeza en su anticipación del futuro que es un verdadero alivio ante la vaguedad e indecisión del pensamiento corriente sobre estos asuntos. No puede tener ningún temor sobre su salvación porque sabe que no hay nada de que tenga el hombre que salvarse a no ser de su ignorancia. No es la suya una vaga esperanza en lo eterno, sino cabal certeza nacida de su conocimiento de la ley.
No puede temer el futuro, porque lo conoce, de modo que su única ansiedad consiste en hacerse digno para desempeñar su papel en la magnífica obra de la evolución.

12) Es una vida de alegría la que se abre ante nosotros. A medida que el hombre evoluciona, su simpatía y compasión se incrementan; se hace más sensitivo, al error,  sufrimiento y tristeza del mundo. Pero al mismo tiempo va viendo en forma más clara la causa de ese sufrir y comprende más perfectamente que todas las cosas trabajan para el bien final del conjunto.

Se compenetra no sólo del profundo contento y absoluta seguridad que nacen de la certeza de que todo va bien, sino también del seguro y radiante goce que se deriva de la contemplación del magnífico Plan Divino, como de la perfecta precisión con que el espléndido designio se encamina a su predeterminado fin. Aprende que Dios quiere que seamos felices y que serio es nuestro definido deber, a fin de que podamos difundir a nuestro alrededor vibraciones de felicidad, pues ése es uno de los medios con que podemos aliviar el dolor del mundo.

De este modo, esforzándose siempre en ayudar y jamás en servir de obstáculo, se convierte el teósofo, en su pequeña esfera de influencia, en uno de los benéficos poderes de la Naturaleza. Se olvida por completo de sí mismo y vive para los demás, pues se sabe parte del gran designio. Realiza también al Dios que tiene dentro de sí y aprende a convertirse en una verdadera expresión de El y, al cumplir de esta manera la Divina Voluntad, no es sólo una bendición para sí mismo sino para todo el mundo.

Aunque sea de un modo limitado, por más que lo sea a una distancia inconmensurable, es sin embargo un colaborador de Dios y éste es el más grande honor y la más alta prerrogativa que puede caberle en herencia a todo ser humano.