domingo, 16 de septiembre de 2012

La Naturaleza de Nuestra Libertad



                                                            Joy Mills

 

‘Si entiendo el espíritu de esta Sociedad, se consagra al intrépido y cuidadoso estudio de la verdad…Somos…simplemente investigadores de serio propósito y mente imparcial, que estudiamos todas las cosas, las verificamos y nos mantenemos firmes en eso que está bien…Buscamos, indagamos, y no rechazamos nada sin una causa, no aceptamos nada sin probarlo; somos estudiantes, no maestros’. Tales fueron las palabras del Presidente-Fundador de la Sociedad Teosófica, Henry Steel Olcott, en su discurso inaugural de la organización recientemente fundada el 17 de Noviembre de 1875. Polémico como este discurso demostraba ser, produciendo la ira y protestas de Espiritistas y Cristianos Fundamentalistas, la nota de libertad de todo dogma, credo y doctrina establecida, que manifestó, ha continuado caracterizando a la Sociedad a través de los años desde ese  afortunado día, hace más de cien años.
Como el Coronel Olcott llamó a la Sociedad Teosófica una ‘sociedad de investigación sin estar sujeta a compromiso de ninguna clase’, así los sucesivos  Presidentes Internacionales han enfatizado y vuelto a enfatizar el ideal de libertad  de pensamiento, expresado como una característica especial  según una resolución adoptada por el Consejo General de la Sociedad y publicada regularmente en la revista The Theosophist, como también frecuentemente  en publicaciones de muchas de las Secciones del mundo. Nadie formuló más claramente este principio de libertad que la sucesora inmediata del Coronel Olcott, Annie Besant, quien, en una conferencia ofrecida no mucho después de asumir la presidencia, declaró:
‘Algunos de nuestros miembros repiten las declaraciones de uno u otro vidente, y parecen considerar que tal declaración debería excluir discusiones adicionales. Pero nadie en la ST tiene autoridad para establecer lo que las personas pensarán o no pensarán, sobre un tema. No estamos en la posición de una Iglesia ortodoxa, que tiene ciertos artículos definidos de fe, que imponen ciertos credos determinados en los que todos los miembros creyentes están decididos a creer. El único punto que debemos aceptar es la Fraternidad Universal y aún en cuanto a esta, podemos diferir en nuestra definición de ella. Fuera de que estamos en perfecta libertad de formar nuestras propias opiniones sobre cada tema; y la razón de esta política es clara y extremadamente buena. Ninguna opinión intelectual es digna de poseerse a menos que se obtenga por el esfuerzo individual de la persona que sostiene esta opinión’. (Investigaciones en lo Super-Físico, publicadas más tarde como Folleto Adyar, N. 36).
Uno podría encontrar declaraciones igualmente enérgicas en los escritos y conferencias de nuestros Presidentes posteriores, todos sosteniendo esta característica  distintiva de la Sociedad – el derecho de cada miembro a seguir sus propias investigaciones, a tener sus propias  opiniones, a disfrutar de plena libertad de pensamiento sobre cualquier tema que pueda ser de interés personal en la búsqueda de la verdad.
En una muy notable carta a los miembros de la Logia Londres, escrita en el momento de un desacuerdo dentro del grupo, respecto a su elección presidencial, el Mahatma KH acentuó la importancia de ‘un progreso armonioso’ en la Logia, al agregar:
“Es un hecho universalmente admitido que el éxito maravilloso de la Sociedad Teosófica…es debido completamente a su principio de sabia y respetuosa tolerancia hacia las opiniones y creencias de cada uno. Ni siquiera el Presidente-Fundador tiene el derecho a intervenir, directa o indirectamente, para interferir la libertad de pensamiento del más humilde de los miembros; y menos aún tratar de influir en su opinión personal. Sólo cuando no hay esta generosa consideración es cuando incluso la más ligera sombra de diferencia  arma a los buscadores de la misma verdad, por otra parte devotos y sinceros, con el dardo envenenado del odio contra sus hermanos, igualmente sinceros y devotos” (Carta 120,Las Cartas de los Mahatmas a A.P. Sinnett, Edición Cronológica).
Podríamos insertar aquí, un interesante comentario hecho por el mismo Mahatma en una carta anterior en la secuencia cronológica (ver Carta 65). Escribiendo acerca del hecho que sólo su gran hermano, el Mahatma Morya, estaba deseoso de ayudarlo en el trabajo de instruir a los dos ingleses, A.P. Sinnett  y A.O. Hume, el  Mahatma KH se refiere a una declaración hecha por ‘nuestro Hermano Griego semi-Europeo’, en el sentido de que los ingleses deben convertirse en ‘Zetéticos’. Aquí tenemos una referencia a la antigua escuela griega de filosofía  caracterizada por su escepticismo y dedicada a investigar, una escuela  que tuvo una especie de  renacimiento a fines del siglo diecinueve en Inglaterra en lo que se conoce como la Sociedad Zetética. Entre los miembros de esta Sociedad se cuentan individuos tales como George Bernard Shaw y Sydney Webb con quienes, por supuesto, Annie  Besant estaba familiarizada.
Para la verdadera indagación y búsqueda, la libertad de pensamiento es un sine qua non. Pero bien podemos preguntar ¿qué significa realmente la libertad de pensamiento? Y ¿hasta qué punto nuestra investigación es verdaderamente libre, realmente libre de todos los estorbos de nuestro propio pasado, de los variados condicionamientos a los que hemos estado sujetos? Quizás nadie ha tratado más seria y profundamente la naturaleza de nuestra libertad que J. Krishnamurti en La Libertad Primera y Ultima, él escribió:
‘¿Es capaz  la mente de libertarse de la creencia? Sólo podéis estar libres de ella cuando comprendéis la naturaleza íntima de las causas que os hacen aferraros a ella; no  sólo los móviles conscientes sino también los inconscientes, que os hacen creer’.
Y en numerosas ocasiones habló acerca de la ‘mente condicionada’, la mente moldeada por el pasado, por el temor y la ansiedad, por los muchos factores que deforman la verdadera visión El preguntaba ¿podemos nosotros reconocer el estado de nuestra propia mente? ¿podemos ver que puede estar atrapada en el deseo, en toda clase de sensaciones que pueden estar funcionando de una forma mecánica, de modo que  se cierre a lo nuevo? Como escribió en Libertad de lo Conocido:
‘La libertad es un estado de la mente – no libertad de algo, sino un sentido de libertad, una libertad para dudar y cuestionar todas las cosas, y por lo tanto, tan activa, intensa y enérgica, que deseche toda forma de dependencia, esclavitud, conformidad y aceptación. La libertad sólo puede suceder naturalmente, no a través  del deseo, del querer y del anhelo. No la encontraréis creando una imagen de lo que pensáis que es. Para llegar a ella la mente tiene que aprender a mirar la vida, la que es un vasto movimiento, sin  el cautiverio del tiempo, porque la libertad se halla más allá del campo de la consciencia’.
¿Cómo entonces podemos aprender a mirar la vida, a observarla, y, como dirían los Budistas, a estar atentos a cada movimiento suyo? ¿Es posible  liberar la mente de sus patrones habituales de pensamiento y ver de una nueva manera? Estas son preguntas que sólo pueden ser respondidas por  el individuo que está deseoso de investigar, de indagar profundamente  cualquier tema que entre en el campo de su atención. Es útil, de vez en cuando, examinar lo que uno realmente sabe y explorar lo que puede ser la base de tal conocimiento.
En su último libro, Conocimiento Fundamental, Christian de Quincey, profesor de estudios de la consciencia en la Universidad John F. Kennedy, en California, ha propuesto que llegamos al mundo equipados con ciertas capacidades innatas. El las llama los ‘cuatro dones del conocimiento’, los que entonces define como, primero, ’el Don del Filósofo, del pensamiento claro’, o el camino de la razón y la lógica; ‘el Don del Científico, de la observación y el método’, o el uso de los sentidos; ‘el Don del Shaman, del sentimiento incorporado’, y finalmente, ‘el Don del Místico,  del silencio sagrado’o intuición y la experiencia trascendente. Cuando uno explora cada uno de estos  ‘dones del conocimiento’, es posible descubrir el grado en el cual, lo que creemos y lo que verdaderamente conocemos, pueden estar influenciados por la razón, por el hábil uso de los sentidos en la observación, por nuestros sentimientos, y por nuestra percepción intuitiva. Cada forma de conocimiento, cada sendero que ha  llevado a una convicción de que ‘esto es así’, tiene su legitimidad, pero su validez final se halla en cómo nuestro conocimiento ha afectado nuestras vidas, nos da una mayor comprensión, una perspectiva más amplia, una apreciación más extensa o profunda, por las consideraciones de otros.
La verdadera libertad, podemos sugerir, incluye una buena voluntad para examinar la mente en todas sus formas de conocimiento. Vivimos, principalmente, de una manera indirecta, de un modo reactivo, y muy a menudo, de una forma muy inconsciente. Nuestras reacciones usuales se deben frecuentemente al hábito, y respondemos  irreflexivamente, acostumbrados a modelos pasados de acción.  Cuando se nos hace una pregunta, podemos responder citando algún libro que hemos leído, alguna declaración que hemos escuchado, que hemos aceptado como verdadera sin pensar mucho, nuestra aceptación basada solamente en nuestra consideración por el individuo que lo dijo. Hay un cierto encanto, que es también libertad, en estimar una pregunta desde un punto de vista completamente diferente del que habitualmente adoptamos.
Se ha dicho que tendemos a vivir  alejados de la vida, ya sea porque estamos absortos en el pasado o porque anticipamos el futuro. La tarea es liberar la consciencia de la carga del pasado y del futuro; ser libres es vivir enteramente en el presente. Alguien ha propuesto que ‘Aún Dios no puede liberar a un hombre de su pasado a menos que él esté deseoso de dejarlo’. Si lo que pensamos es liberarnos, ¡puede que necesitemos examinar atentamente el grado en el cual lo que pensamos que sabemos, está basado en nuestro condicionamiento pasado como  también en un deseo porque las cosas sean de la forma en que creemos deberían ser! La historia bíblica del hombre paralítico que fue llevado  a presencia de Jesús para ser sanado, ilustra alegóricamente el problema que muchos de nosotros enfrentamos al buscar la libertad de pensamiento. Mirando al hombre, el Maestro ordenó. ‘Levántate, toma tu camilla y entra en tu casa’. Así fue sanado el hombre paralítico, porque obedeció los tres mandatos. Primero, ‘levántate’, que es despertar, ponerse en pie, lo cual es simbólico de la libertad para moverse. Luego, que tome su camilla, no alejarse de ella. Esto, podemos sugerir, indica la necesidad de considerar nuestras circunstancias presentes, de examinar el condicionamiento que nos ha traído a nuestro presente estado de esclavitud o enfermedad, el condicionamiento que hemos creado por nosotros mismos que necesitamos enfrentar honesta y valientemente. Y finalmente, entrar a su propia casa, que es reconocer que, a menos que busquemos internamente la libertad, continuaremos estando atados, ya sea física o mentalmente. Cualquiera sea la clase de esclavitud – física, mental o de otra clase – entrar en nuestra propia  ‘casa’ a menudo significa solamente un cambio de actitud, viendo las cosas como realmente son, reconociendo nuestra tendencia a pensar a lo largo de líneas habituales sin examinar nuestras creencias y convicciones.
La genuina libertad de pensamiento, la que significa tener una mente que esté desembarazada de sus propios intereses egoístas, sus pasadas parálisis, su ciega e irreflexiva aceptación de  las verdades de otros, implica una buena voluntad para emprender la severa tarea de comprendernos a nosotros mismos a fin de que podamos entender conscientemente lo que sabemos y como llegamos a conocer lo que aceptamos como verdadero. La verdad es una condición de la mente que puede solamente surgir cuando la mente está verdaderamente libre de todos los obstáculos psicológicos. Estos obstáculos han sido bien definidos en la filosofía yógica. A estas obstrucciones generalmente referidas como a las kleshas, el Dr. I.K. Taimni les ha dado detalladas explicaciones en su  brillante texto, La Ciencia de la Yoga. Como traduce el pertinente verso:
“Las Kleshas son: Desconocimiento de la Realidad, Egoidad o sentido de egoísmo; Atracciones; Repulsiones, Fuerte Deseo de Vivir”(II.3).
No solamente son estas cinco aflicciones psicológicas la causa del dolor y la miseria, ellas impiden ver claramente las cosas como son, la que es una condición necesaria para la libertad de pensamiento. Y es solamente reconociendo y luego enfrentando su presencia en nuestra propia naturaleza mental-emocional, que podemos comenzar a liberar la mente de tales trabas. Una mente que esté así libre, es una mente amplia; una en la que hay una frescura de percepción, una apertura a nuevas ideas, y un encanto creativo en explorar todas las posibilidades.
Además surge un pensamiento cuando uno lee una vez más este notable discurso inaugural del Coronel Olcott. Encerrada en él, está la convicción del Presidente-Fundador de esta Sociedad, que el mismo nombre de la organización guarda la clave para un examen de todas las ideas que podrían ser abrigadas por sus miembros. En ninguna parte de este discurso, en ninguna parte de los escritos y conferencias de los Presidentes  subsiguientes se da a la palabra ‘Teosofía’ una definición oficial con la cual deben estar de acuerdo todos los miembros. Aunque la Sociedad, desde su comienzo, ha sido conocida como la Sociedad Teosófica. Y así Olcott, al colocar la Sociedad dentro del contexto de sus antecedentes históricos tal como el Neoplatonismo y los teúrgos  Alejandrinos, habló de su trabajo como del ‘renacimiento de un estudio de la Teosofía’. Es a esta  consideración mundial que estamos invitados a prestar nuestra atención cuando concordamos con los Objetivos de la Sociedad. Y es al estudio de la Teosofía, entonces, que necesitamos traer la mente abierta y libre, explorando tan profunda, tan honda, tan ampliamente como podamos las riquezas de la sabiduría a ser encontradas en esta singular palabra y todo lo que ella implica.
Unos catorce años después de entregar su discurso inaugural, Olcott publicó un artículo en The Theosophist,  la revista fundada por su colega, H.P.Blavatsky y que había llegado a ser, a causa de su dirección, la revista del Presidente. Dicho artículo, titulado  ‘Teosofía Aplicada’, apareció en Junio de 1889 y posteriormente fue reimpreso como Folleto Adyar N. 145. Nuevamente repitiendo el principio fundamental de la Sociedad, de la libertad de pensamiento, Olcott escribió:
“Lo que la Sociedad ha hecho hasta aquí…es hacer que la gente piense. Nadie puede pertenecer a la Sociedad Teosófica por mucho tiempo sin comenzar a  indagarse. El mismo aire de la Sociedad está cargado del espíritu de investigación…..Es un real deseo conocer y aprender la verdad….El hecho es que la Sociedad Teosófica atrae a las personas que han adquirido una disposición natural para examinar, analizar, reflexionar….Tenemos…una Sociedad sin opiniones, pero con ciertos ‘Objetivos’, ciertos principios y ciertos métodos y tenemos como resultado una tendencia a ciertos modos de pensamiento, y ciertas teorías del Universo, teorías a las cuales se les ha dado el nombre de Teosofía”.
Pero Olcott, siempre el idealista práctico, el visionario que también, por usar una frase contemporánea,  ‘practicó lo hablado’, no estaba contento con  lo que llamaba ‘el lado intelectual o filosófico de la Teosofía… el fruto de la Sociedad Teosófica influenciada solamente en una dirección’. Así, agregó en el escrito de la ‘Teosofía Aplicada’:
“Aquellos que  están sometidos a la influencia del espíritu teosófico son afectados ética como también filosóficamente. Las mismas causas que producen una cierta tendencia en el pensamiento, producen también una disposición para actuar de una cierta manera”.
Cuando la mente es verdaderamente libre, indagando, sondeando, examinando, explorando las grandes ideas  incluidas en esta palabra ‘Teosofía’, cuando todas las formas de conocimiento se han unido en  una luminosa realización, que para nosotros, cada uno de nosotros, la verdad no tenga un ‘mi’ o ‘mío’ que la limite o haga de ella un dogma  con que otros tropiezan, entonces nuestras vidas hablan esta verdad a cada momento del día. Cuando la mente ya no está moldeada o condicionada por los gustos y disgustos personales, por el egoísmo e intereses egoístas, la percepción es clara y la verdad surge naturalmente, no como una verdad o la verdad, sino la esencia de la verdad en toda su belleza y esplendor.